06/10/2024

Venezuela: ¿Quién es María Corina Machado?

Luis Bonilla-Molina[1] y Leonardo Bracamonte[2]

¿Por qué analizar a María Corina Machado?

Los dos últimos años la figura de María Corina Machado (MCM) ha venido asumiendo el innegable liderazgo en una parte importante de la oposición venezolana. En las primarias de la oposición para las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024 (28J-2024), pasó de ser electa abrumadoramente -93% de votos- a inhabilitada para postularse y luego, a jefe de Campaña -o candidata virtual- de Edmundo González Urrutia (EGU). Por primera vez en los últimos veinticinco años, una candidatura de la derecha, logra la adhesión de importantes sectores populares y de la izquierda, cansados del acorralamiento madurista y el proceso de aniquilamiento de toda forma jurídica de representación alternativa desde la izquierda. Se ha llegado a comentar que el proyecto electoral MCM-EGU contenía la posibilidad – una vez asumida la presidencia por González- que Machado asumiera la vicepresidencia y, eventualmente la primera magistratura en cualquier escenario de sucesión inesperada.  En consecuencia, es una figura política sobre la cual vale la pena detenerse a analizar sus orígenes, trayectoria, perspectiva política y proyecto de país.

María Corina Machado, durante el lapso del proceso bolivariano, (y especialmente en su declive y conversión en el orden regresivo madurista), ha sido clave dentro de las confrontaciones por tratar de imponer un modelo asociado con las políticas de un ajuste macroeconómico. El alcance geopolítico de Machado, sus estrechas vinculaciones con un sector de la burguesía venezolana y el capital trasnacional, y sus posibilidades de que en algún momento tome cargos de dirección dentro del Estado, la hacen objetivo de análisis.   

La proveniencia burguesa de MCM le ha permitido una asociación “extraña”, al menos dentro de la tradición de la política venezolana. Hablamos de un liderazgo determinado por la defensa mesiánica de un proyecto ultraliberal en el marco de un ethos empresarial, en asociación con un nacionalismo que hace énfasis en tradiciones occidentales. Es probable que MCM, en su trayectoria de vida, nunca haya estado vinculada al Estado nacional, ni en su desempeño educativo, ni en el campo de su profesión de ingeniero industrial. Estas características no son recurrentes en la historia del liderazgo político venezolano.

Se ha querido representar a Machado como portadora de una trayectoria meritocrática limpia, donde el esfuerzo personal continuado es el producto de unos valores signados por el amor al trabajo, al esfuerzo individual y a la nación moderna, valores transmitidos en el seno de una familia “modelo”, en un país donde la iniciativa privada ha sido absorbida históricamente por la presencia de un Estado grande, ineficiente y corrupto.  Esta historia en torno a Machado la quieren contraponer con el sistema verdaderamente existente de redes de clientelismo y de favoritismo que serían el núcleo de las transacciones regularmente realizadas por los gobiernos venezolanos, que han dado origen al modelo rentista de acumulación burguesa (en la cuarta y quinta república) y las formas burguesas de representación política.

María Corina Machado nace de una familia que proviene de las tradicionales familias burguesas venezolanas. Aunque del apellido Machado se tienen noticias desde al menos el tiempo de la guerra de independencia, durante las primeras décadas del siglo XIX, son sus allegados abuelos Machado Zuluaga los fundadores de la empresa La Electricidad de Caracas en 1895.  Sus padres son Corina Parisca Pérez y el empresario Enrique Machado Zuloaga. Machado se convirtió en 2011, en la candidata mejor votada de la Asamblea Nacional hasta ese momento. En estas últimas décadas ha sido galardonada para una infinidad de premios internacionales que procuran reforzar su liderazgo.

Hay una característica que vincula su liderazgo con un persistente rasgo cultural latinoamericano: MCM se conduce como un caudillo de la región. Las formaciones políticas que ha establecido han sido volátiles. No han sido partidos estructurados, sino asociaciones con una fachada de organizaciones de la sociedad civil las que le han dado forma social a su pensamiento. El último proceso electoral de 2024, durante la campaña no se debatieron públicamente las ideas de un programa de gobierno, el discurso estaba direccionado a estimular la dimensión afectiva de las mayorías, y su asociación con Machado. Una estrategia populista que ella adversó en los años del proceso bolivariano.

Esto se profundiza en un contexto donde la política autoritaria del gobierno madurista, permanentemente atenta en contra de la autonomía de los partidos, de las asociaciones, de los sindicatos, del tejido social, en suma.  Mientras esto ocurra, las condiciones para la emergencia de los personalismos políticos están dadas.  Las imágenes que la promocionan son una muestra, siempre rodeada por símbolos patrios y religiosos.  Se trata de construir socialmente la imagen de una especie de “salvadora moderna”, como la otra cara de los imaginarios e imágenes también mesiánicos del Bolivarianismo.

Durante sus intervenciones políticas ha estrechado vínculos con los sectores de la derecha internacional, hasta ser considerada un referente del liderazgo de porciones amplias de la oposición venezolana. Un episodio que demuestra lo que comentamos, fue la invitación que el 31 de mayo de 2005 le hiciera el gobierno norteamericano de George W. Bush a Machado, en el momento en que se desarrollaba la guerra global en contra del terrorismo.  La política de seguridad luego del ataque los las torres gemelas, consistía en una especie de guerra santa que desplegó EEUU por el mundo, pero en defensa del libre mercado, de la democracia liberal y del individuo. Tales principios enarbolados sistemáticamente por el entonces gobierno de George W. Bush, pretendía realmente un retorno a la primacía hegemónica mundial de EEUU y María Corina Machado ha pretendido asumir esta representación.

No se trata solo de que estemos en presencia de una opción política liderada por MCM, que podría desplazar al proyecto restaurador del madurismo, por otro proyecto restaurador más descaradamente capitalista, (hablamos entonces de una disputa Inter-burguesa), sino de destacar para un análisis de la coyuntura histórica, las posibilidades de un liderazgo. En términos de una consideración más general, los acomodamientos de clase en Venezuela han venido ocurriendo a lo interno de una misma clase, con más o manos violencia en distintos momentos históricos, pero con un alto costo en términos de los derechos de quienes viven de su trabajo, como ocurre en el presente con las terribles condiciones materiales de vida y de falta de libertades políticas para la clase trabajadora. Hace años que los sectores subalternos fueron expulsados de esta historia.      

MCM en el proceso Bolivariano (Chavismo, Madurismo)

Durante el desarrollo de la dinámica política venezolana, Machado ha jugado en posiciones determinantes. Hasta el proceso electoral de 2024 MCM había sido una pieza central, en estrategias signadas no por el fortalecimiento de una opción política -en el marco de procesos electorales de cuyos resultados Machado pudiera asumir las riendas de la jefatura del Estado- sino de intervenciones reactivas que intentaban derrocar al gobierno de Chávez. Un análisis histórico de este desempeño debe concluir que hasta, digamos, el 2023, Machado fue recurrente en las opciones insurreccionales. Sus diagnósticos políticos partían de supuestos improbables; la lucha contra un “comunismo” que se había impuesto en Venezuela por parte de una dictadura cruenta que había destruido al país, etcétera. Hablaba de asesinatos masivos por razones políticas que nunca ocurrieron, al menos hasta 2017 cuando ambas fracciones burguesas (burguesías cuarto republicana versus burguesía quinta republicana) en disputa, condujeron a enfrentamientos callejeros, que causaron ese año la muerte de más de 130 jóvenes y cientos de heridos, unos por parte de las fuerzas del Estado y otros en manos de fanáticos de la derecha.

En rigor, los niveles de violencia, de detenciones arbitrarias y de fallecidos como consecuencia de que el país había asistido a un proceso de movilizaciones sociales masivas, de debates, de participación y de organizaciones políticas locales muy creativas durante los gobiernos de Hugo Chávez, fue notablemente bajo. Esta sección de la investigación no pretende hacer un recuento pormenorizado sobre cada uno de los sucesos donde estaba incursa Machado, únicamente busca ofrecer una idea general pero rigurosa sobre algunas de las estrategias seguidas por la ahora jefa de Vente Venezuela, hasta el 2023.  

Una de las más llamativas y primeras imágenes que tiene la sociedad venezolana de Machado ocurrió durante los sucesos del golpe de abril de 2002, aquel movimiento cívico-militar, (pero de oposición), que trató de imponer al empresario Carmona Estanga, derrocando al entonces presidente Hugo Chávez. Este evento, que significó la ruptura de un sector de la burguesía con Chávez y la reunificación burguesa respecto a la necesidad de control del Estado, fue también el “trabajo de partera” que posibilitó el origen de una nueva burguesía. El golpe de Estado de 2002 fue un golpe burgués, liderado por FEDECAMARAS (el agrupamiento burgués y empresarial) con el apoyo de la burocracia sindical (CTV) y la élite militar que había garantizado el modelo de acumulación y representación burguesa entre 1958-1999.

Por eso la ferocidad del golpe de Estado de 2002, que tenía en Carmona la figura pública que lo representó, pero que contó con el apoyo de María Corina Machado (MCM), con iniciativas orientadas al desmantelamiento de toda la estructura constitucional, parlamento, fiscalía general de la república, defensoría del pueblo, (destituía obviamente al presidente Hugo Chávez), etcétera, como quedó plasmado en el decreto de “salvación nacional”. Para ampliar la “legitimidad” del decreto leído en Miraflores, entre los sectores sociales que animaron el golpe, se llamó a los concurrentes para que plasmaran con su firma el apoyo al decreto.  Una de las asistentes y firmantes era María Corina Machado, en nombre de una abstracta sociedad civil. Posteriormente, Machado fue acusada de traición, pero su causa no fue retomada en los tribunales. Llama la atención que la carrera política de Machado, que ha apostado consistentemente por vías insurreccionales, no haya sido procesada en momento alguno por los tribunales venezolanos; hecho que pareciera develar la fantasía onírica de la nueva burguesía, de verse en algún momento sentada en la misma mesa de poder con la lideresa de derecha.

El 2004 fue importante en la búsqueda de darle al conflicto venezolano un marco de actuación institucional, unas pautas legales reconocidas por el conjunto de las fuerzas políticas y sociales; se trató de un esfuerzo por llegar a un mínimo acuerdo de coexistencia entre la vieja burguesía y la naciente burguesía. En tal sentido se organizó la realización del referendo revocatorio presidencial, un derecho constitucional dispuesto en la Constitución de 1999. Para ese momento un segmento de la oposición organiza Súmate, una formación que en los hechos fungía como un CNE en la sombra, presidida por Machado. Se planteaba activar la posibilidad de salir del más alto funcionario del Estado, a través de la convocatoria a referendo revocatorio, y eso solo era posible si se cumplían algunas condiciones constitucionales.

La oposición llegó a reunir más de tres millones de firmas verificadas por el CNE, lo que convertía el objetivo de la oposición de revocar la presidencia de Chávez, en un escenario relativamente real. Importa este episodio porque desde ese momento investigaciones clarifican que Súmate ha sido una organización sistemáticamente financiada por instancias de apoyo del gobierno norteamericano. En 2005, ya realizado el revocatorio y confirmado Chávez como presidente, MCM fue acusada por cargos de conspiración, como consecuencia de haberse develado el envío de la suma de $31 000 del National Endowment for Democracy (NED), para realizar trabajo político en el país.  Pero de manera inexplicable -salvo la pulsión freudiana- la causa se desestimó posteriormente.

Durante el 2011 la oposición organizada en la MUD, (Mesa de la Unidad Democrática), realiza unas primarias para enfrentar a Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de 2012. Machado participa como precandidata junto con otras candidaturas como la de Enrique Capriles Radonski, Pablo Pérez Álvarez, Diego Arria y Pablo Medina. Este episodio es interesante analizarlo porque al estar disputando la candidatura Machado, dentro de unas primarias de la oposición, se ve presionada en establecer una estrategia de distinción programática, en una oposición tradicionalmente negada a mostrar diferencias políticas entre las mismas organizaciones y liderazgos que componían la MUD. Aquello no era políticamente conveniente mientras se estuviera haciendo oposición al liderazgo del presidente Chávez, pero le resultó útil a MCM para construir una identidad que iría catapultando su liderazgo en los años siguientes, de abierta negociación entre el gobierno y otras representaciones opositoras.

Es importante hacer un análisis comparativo de las derechas latinoamericanas para esos años. Machado presentó un programa ultraliberal, más acorde con los programas de las derechas en los años en que llegan a la presidencia de sus países opciones realmente extremas como las de Jair Bolsonaro en Brasil 2019 – 2022 y Javier Milei en la Argentina 2023, actualmente en el cargo. Es decir, programáticamente Machado no es heredera ni de Bolsonaro ni Milei, sino que tiene un rol fundacional en esa corriente ultra conservadora latinoamericana.

El proyecto de Machado planteaba el rescate de un capitalismo que llamaría: capitalismo popular, interpelaba a la clase política opositora cuando planteaba un rescate moral del individuo, postulaba el establecimiento de políticas que redujeran el tamaño del Estado, la centralidad de la propiedad privada, y la primacía del libre mercado contra las políticas de intervención económica que habían diseñado los gobiernos de Hugo Chávez.

Precisamente, una de las razones para mostrar un programa tan trasparentemente ultraliberal era porque Machado en realidad no tenía para ese entonces el apoyo de los segmentos sociales de oposición. Si bien su opción solo recibió en las primarias un 3, 81% de los votos, es decir, 114 107 votos en ese momento, si le sirvió para construir identidad e iniciar una disputa de hegemonía ultra conservadora en la sociedad venezolana. Henrique Capriles, político de origen socialcristiano, fue quien resultó ganador en esa oportunidad, una alternativa más de centro, con el 64.33 % de los votos. Esto devela una verdad que la polarización en fase toxica oculta recurrentemente, las mayorías de la oposición no eran de extrema derecha, tanto como las presentaba el gobierno madurista y el propio Chávez, y seguramente no lo son ahora. La diferencia es que ahora, el liderazgo de María Corina Machado tiene una importante base social para poner en marcha sus iniciativas.

Estas imágenes -polarizadas- construidas sobre el otro, han terminado por infantilizar la política en sectores que apoyan al gobierno, tanto como en algunos segmentos de la oposición, que igualmente construyeron imágenes (ideología, ilusión, etcétera), sobre el chavismo extraordinariamente parciales. Aunque las elecciones presidenciales de 2012 las habría de ganar Chávez nuevamente, un liderazgo ya marcado por una enfermedad que determina su fallecimiento en marzo de 2013, el resultado electoral de Capriles debe ser considerado a la luz de un progresivo debilitamiento de la potencia electoral del chavismo para ese 2012.    

Pero se quiere destacar un acontecimiento ocurrido años siguientes, incluso ya en tiempos del madurismo. El objetivo es mostrar cómo MCM se convierte con el pasar del tiempo y en la radicalización de sus posiciones, de ser un sujeto de la polarización, a convertirse en objeto de la polarización. En realidad, buena parte de las elites, sin distinción política (vieja y nueva burguesía) encarnarán estas pautas. La condición analítica de esta lectura es considerar al fenómeno social de la polarización como un hecho que muta, se reproduce y amplía producto de la duración en el tiempo de la confrontación inter burguesa, pero también analizar esa polarización como una estructura de sentimientos que produce un sentido común. Hablamos de un hecho sociológico que los sujetos están presionados a representar a través de estrategias sociales que se pueden explicar y que, en la mayoría de los casos, los sujetos reproducen sin darse cuenta.

En enero de 2019, un parlamento dominado por la oposición nombró a un prácticamente desconocido diputado Juan Guaidó Márquez (Voluntad Popular), como presidente del parlamento. Posteriormente a esta medida el propio diputado Guaidó se juramentó presidente de facto de Venezuela, una iniciativa inesperada para la mayoría de los partidos opositores venezolanos que hacían vida en el parlamento. Esta medida contaba previamente con la complicidad del gobierno norteamericano de Donald Trump. En efecto, luego de producirse estos sucesos, le siguió el reconocimiento del gobierno de EEUU al gobierno interino de Juan Guaidó, y seguidamente con los días los gobiernos de la Unión Europea y varios gobiernos de la región latinoamericana y Canadá hicieron lo mismo. De las primeras medidas que iba a tomar este “nuevo poder ejecutivo”, cobraba centralidad propiciar una intervención militar que desalojara a Nicolás Maduro de la presidencia, por eso en consecuencia Guaidó estableció una amnistía a los militares que desconocieran al poder ejecutivo asentado en Miraflores.

Se iniciaba otro de los momentos de una disputa por el poder en Venezuela. Pero esta vez, la alianza del partido Voluntad Popular y de su jefe Leopoldo López con el gobierno norteamericano parecía definitiva, entre otras cosas, por la amplitud de los apoyos internacionales cuadrados con la estrategia. En medio de los enfrentamientos entre dos facciones que declaraban constituir la jefatura del Estado, EEUU estableció unas severas sanciones para impedir la venta de petróleo venezolano internacionalmente, le puso precio a las cabezas de algunos lideres del madurismo, al tiempo en que el llamado gobierno interino pasaba a apropiarse de embajadas venezolanas en el exterior nombrando a su propio personal diplomático, hizo nombramientos en el resto de los poderes nacionales y llegó a controlar una parte del negocio petrolero tomando el control de algunas de las empresas de PDVSA en Estados Unidos y en Colombia.

Las calles del país volvían a hacer escenarios de enfrentamientos entre la oposición y las fuerzas de seguridad, como en 2014 y en 2017, hubo algunos intentos de invasión al país que no se consumaron porque los planes nunca fueron consistentes. El proceso migratorio de millones de venezolanos que huían del país frente a la profundización de la crisis económica, recorriendo el continente de América del sur, o atravesando las selvas del Darién hacia Estados Unidos, constituye un acontecimiento sorprendente incluso para los especialistas en el estudio de movimientos poblacionales. El país perdió como consecuencia de la lucha por los despojos de la nación el 80% del PIB, situándose entre las economías más modestas del continente. Las cifras de desnutrición se dispararon. La pandemia del coronavirus profundizó la caída general de Venezuela. Las amenazas de una invasión militar norteamericana fueron persistentes. Las declaraciones de las facciones más extremas del partido republicano, sostenían que todas las opciones estaban sobre la mesa, y hacían llamados a acelerar el colapso del país. Finalmente, el pronunciamiento militar no ocurrió en la magnitud requerida para desalojar del poder al presidente Maduro, y la operación militar norteamericana se descartó. El diputado Guaidó terminó su lamentable presidencia interina y llegó a escapar, probablemente como consecuencias de acuerdos secretos entre los gobiernos de Estados Unidos y de Venezuela, hacia Estados Unidos.

Durante este lapso dramático para el país, la actuación de Machado y de los sectores cercanos a ella fue, (contaba con el apoyo de un grupo parlamentario llamado Fracción Parlamentaria 16 de julio), de un apoyo entusiasta a la operación golpista del gobierno interino, al distanciamiento progresivo de Guaidó, en la medida en que los planes conspirativos de esa facción venezolana vinculada al partido republicano de EEUU, (Voluntad Popular), no se hicieron efectivos. Pero conviene recalcar el tipo de declaraciones de Machado.

MCM sostenía que las acciones ocurridas en el país con la presidencia interina, debían completarse con la implementación de una seria de medidas que se orientaban hacia la salida del gobierno de Maduro. Pero este hecho sólo podía cumplirse de manera efectiva si desde el ejecutivo de Guaidó se hicieran llamados explícitos a la intervención de fuerzas extranjeras en el país. La línea frontal de Machado no fue secundada por Guaidó, tal vez porque eso hubiera significado el apresamiento inmediato del diputado. Pero dejó clara la línea de Machado por un favorecimiento hacia la intervención de fuerzas extranjeras que se encargaran del gobierno venezolano. Estamos en presencia del momento más extremo de MCM. Con todo y la radicalidad política mostrada, Machado no fue procesada por la justicia venezolana, aunque tiene prohibición de salida del país y que de manera tardía en 2023 -solo cuando se iba a postular a la presidencia- se le inhabilitara para participar en las elecciones presidenciales. Este último fracaso de la estrategia opositora extrema determinó un cambio en la estrategia de Machado. Esto lo analizaremos en la última parte del trabajo.    

MCM: Su programa de gobierno 2024 para las primarias de la oposición

En 2023 circuló de manera profusa el programa de gobierno que enarbolaba María Corina Machado (MCM) para postular su candidatura ante el conjunto de la oposición y luego como abanderada -inhabilitada- en los comicios de 2024. Este programa se conocería como “Venezuela: tierra de gracia. Libertad, Democracia y prosperidad”. Allí se contienen sus ideas para una transición post madurista y el futuro de Venezuela, desde la perspectiva del capital, a partir de 2025.

Al no poder inscribirse como candidata presidencial y asumir el rol de jefa de Campaña de la “candidatura tapa” de Edmundo González Urrutia, el programa detrás de esta candidatura era el mismo que había dado a conocer. Sin embargo, al centrarse la campaña electoral en ataques personales y la disputa entre esperanza (oposición) y conformidad (el gobierno), el Programa de Gobierno de MCM no fue debatido, entre otras cosas porque el Madurismo tendría que asumir un discurso anticapitalista para desmontarlo, algo que iría en contra de su política de acuerdo inter burgués, consolidación de una nueva burguesía y desarrollo de un programa neoliberal con discurso cada vez menos de izquierda.

Esta omisión ha contribuido a crear la ilusión en amplios sectores de la población -e incluso políticos- que la candidatura de MCM es un esfuerzo para recuperar la democracia y no, una iniciativa estructural del capital para salir de la crisis del modelo de acumulación burguesa y de sus representaciones políticas iniciado en febrero de 1983, aplastando para ello a la nueva burguesía y su partido-Estado el PSUV.

Veamos entonces el programa presentado en 2023-2024 por MCM a la sociedad venezolana. El preámbulo está conformado por dos elementos: 1) de dónde venimos (su perspectiva de la crisis económica y política) y 2) La Venezuela posible (libre desarrollo del individuo, Estado al servicio del ciudadano, economía de libre mercado). Luego pasa a enumerar y desarrollar “seis ejes de política para lograr la libertad, la democracia y la prosperidad para Venezuela”. Entremos al detalle

  1. El preámbulo

Parte proponiendo un nuevo “acuerdo nacional”, es decir un nuevo pacto social ante el colapso del punto fijismo y para la “superación” del bolivarianismo -no distingue entre chavismo y madurismo- como alternativa de gobierno y de relaciones entre clases sociales (“forma distinta de convivir”).  Su perspectiva es de reseteo a lo conocido entre 1999-2024. Las claves para alcanzar el consenso que propone son altamente emocionales y por ende subjetivas: optimismo, esperanza y credibilidad, para que cada venezolano se labre su propio destino con el trabajo, es decir, en línea contraria a cualquier iniciativa de Estado de Bienestar (proceso de desmantelamiento iniciado por el madurismo) y, aunque no lo reconozca abiertamente, en esas políticas ambos (Maduro-Machado) coinciden y proyectan sus planes futuros.

Propone MCM, como todos los neoliberales, la reducción del tamaño del Estado, para que sea “más pequeño y robusto”, mediante “un acuerdo, finalmente, que libere las fuerzas del mercado”, donde de lo que se trata es que los ciudadanos tengan igualdad de oportunidades, como si el emprendimiento que promueve -y coincide en ello con Maduro- tuviera las mismas posibilidades para quien nace y vive en una familia de trabajadores manuales o quien proviene de familia empresarial.

Para MCM un Estado de justicia social y redistributivo de la riqueza forma parte de “los mitos y leyendas que nos trajeron hasta el presente”. En ese sentido, su programa no es una alternativa a la crisis del modelo rentista de acumulación burguesa, el colapso del punto fijismo, ni mucho vemos abre caminos para ponerse de acuerdo las dos fracciones burguesas (cuarto republicana y quinta republicana).  Esta concepción política para una transición constituye el mayor problema que tiene MCM -y el sector burgués que representa- para realmente concretar una salida capitalista a la crisis iniciada en 1983.

Resulta interesante la apelación que hace al federalismo, que ella entiende estará en la lógica de la desconcentración de competencias y la creación de nichos de acumulación capitalista que construyan los nuevos equilibrios económicos para la gobernabilidad. Esto implica retomar el modelo de reforma del Estado de los ochenta y noventa del siglo XX, solo que en esta oportunidad no en disputa con los capitales trasnacionales y de la financiarización, sino de su mano. Cada frase del preámbulo es una justificación de la reingeniería que pretende desarrollar si llega al poder.

Sin embargo, su tiempo histórico y marco de crisis es limitado a los últimos 25 años, cuidando de no hacer visible la crisis que corría entre 1983-1998, y que no se pudo resolver entre 1999-2024. Es decir, procura edificar ese nuevo capitalismo anarco liberal, usando las cenizas generadas por el aplastamiento a la nueva burguesía para obligar a la vieja burguesía a alinearse y recomponer el modelo de acumulación y representación burguesa.

De manera realista, en la actualidad eso solo es ´posible con una guerra de liquidación de la nueva burguesía y su base social, algo que sería insostenible en un régimen democrático clásico (cómo lo está siendo para el madurismo y la nueva burguesía sostenerse en el poder). MCM es el programa restaurador del capitalismo en condiciones de globalización y financiarización de la economía. Sin embargo, MCM al negarse a desarrollar un acuerdo inter burgués -esfuerzo en el cual Maduro se ha concentrado entre 2018-2024- con ello resulta menos eficiente para la lógica del capital. Por eso la entrada en escena de Lula, Petro y AMLO, que intentan fomentar el cambio necesario para que se produzca el acuerdo inter burgués, independientemente de quien lo lidere y las cabezas que se tengan que sacrificar.

En la sección “de dónde venimos” de su programa de gobierno, MCM se concentra en mostrar los indicadores de pobreza, destrucción de la clase media, inflación, caída del consumo, destrucción de los sistemas de salud y educación, entre otros, ocurridos en los últimos tiempos, especialmente durante el gobierno de Maduro. Pero al enarbolar un programa de restauración burguesa no puede cuestionar el giro neoliberal que operó el madurismo priorizando los intereses del capital – vieja y nueva burguesía- por encima de la agenda social y las necesidades de la clase trabajadora, con lo cual se profundizaron las desigualdades en medio de una situación de evidente deterioro de la economía nacional. En ningún momento cuestiona los efectos de las Medidas Coercitivas Unilaterales (MCU) en la producción de los indicadores que cuestiona, porque ella misma ha sido promotora de estas MCU y en consecuencia corresponsable de la terrible situación material de vida de la población venezolana.

Su crítica a la destrucción de empresas e industrias que venían de la cuarta república, no las ubica en el marco del surgimiento de una nueva burguesía y las disputas inter burguesas -intento de cambio de manos de la actividad productiva- una de las razones estructurales por las cual ocurrió esta destrucción. Evade este asunto, porque de hacerlo tendría que plantear un camino para el acuerdo inter burgués, en consecuencia, apela a argumentos ideológicos de diagnóstico, aunque bien sabe que ese no es el problema de fondo, sobre todo porque el madurismo es una mala caricatura del socialismo, incluso de la socialdemocracia. María Corina Machado es contraria a un acuerdo inter burgués, ese es el flanco más débil de su opción, razón por la cuál los Estados Unidos ha terminado valorando mucho más los esfuerzos de Maduro por promover una reconciliación entre las burguesías, acompañado de la recuperación de la confianza que Venezuela seguirá siendo un surtidor confiable y estable de petróleo para ellos. La lentitud y guantes de seda con los cuales Estados Unidos reaccionó en un primer momento a los hechos electorales del 28J-2024, son parte de esta nueva situación política.

Si bien es cierto que la popularidad de María Corina Machado (legitimidad) ha crecido con apoyo de sectores populares que antes apoyaban a Maduro, esto no resulta suficiente para los intereses estratégicos de las burguesías internacionales y las criollas. Maduro había avanzado entre 2018-2024 en acuerdos con la mayoría de partidos de derecha y del capital agrupados en FEDECAMARAS, lo cual era bien visto por los capitales internacionales y la propia Casa Blanca. Un acuerdo inter burgués podría abrir paso a una transición y modelo de alternancia que supere la crisis política venezolana, en favor de una agenda abiertamente capitalista. Volver al viejo esquema confrontacional de 2002-2017, que perseguía el triunfo de un sector burgués sobre el otro, es en realidad una renovación estructural de la crisis. En esta etapa de los acuerdos y desacuerdos inter burgueses, ha demostrado que Maduro cuenta con más capacidad -por necesidad- de conciliación con las élites económicas (viejas y nuevas burguesías), que María Corina Machado.  

Esa es la causa de la “ambigüedad” o de los “formalismos en los apoyos internacionales” al eventual triunfo electoral del binomio MCM-EGU. Para el capitalismo internacional vinculado a los intereses de occidente, lo importante es generar en la actualidad procesos de “pausa” que permitan aprovechar la nueva situación para que MCM “encaje” en una salida de acuerdo inter burgués que desplazaría a Maduro del poder. Todo el esfuerzo del capital está centrado en ello, porque la otra solución de “manus military” le resultaría muy costosa -y pareciera riesgosa- a los norteamericanos en la actual situación de recesión e inestabilidad económica mundial.  

Las propuestas de Lula, Petro y AMLO parecieran apuntar en ese sentido. Convocar a nuevas elecciones en el corto plazo es inviable, porque se llegaría nuevamente a una situación de “jaque” político al culminar el proceso electoral.  Pero estas nuevas elecciones no tendrían que ser de inmediato, sino en el mediano plazo (2 años mínimo), resultado de un acuerdo, entre todos los candidatos y representaciones políticas que participaron el 28J-2024. En ese periodo, un gobierno de “cohabitación”, “unidad nacional” o cualquier otra fórmula, en el cual Maduro y González Urrutia -y por ende MCM- tengan espacios de poder institucional compartido -o queden absolutamente aislados, algo muy improbable- permitiría entrar en fase de creación de legislaciones, funcionamientos institucionales y cultura política que conjure la posibilidad de eliminación súbita del adversario (una u otra fracción burguesa).

Sin embargo, esta es una solución ideal para el capitalismo, no para el país nacional ni mucho menos para la clase trabajadora. Este tránsito a un acuerdo inter burgués excluye a la izquierda revolucionaria -como en el pacto de punto fijo- despojada de sus instrumentos políticos por el madurismo y a las organizaciones sindicales auténticas de la clase trabajadora. No obstante, pareciera ser el esfuerzo desesperado de un sector del capital internacional, especialmente la administración norteamericana -que suele nadar entre dos aguas: la de los medios de comunicación y la real, para alcanzar un acuerdo inter burgués que permita iniciar la resolución de la crisis iniciada en 1983.

Si María Corina Machado (MCM) se mantiene en la posición expresada en el preámbulo de su programa de gobierno, en realidad estaría pasando a ser un obstáculo a mediano y largo plazo para el acuerdo inter burgués. Insistimos, en esa dirección la actitud bonapartista, de intentar la conciliación entre las distintas fracciones de ricos, asumida por el gobierno de Maduro en el periodo 2018-2024, que fue acompañada por el retorno al papel de Venezuela como surtidor confiable de petróleo para los EEUU en condiciones aún más favorables que en la cuarta república, le convertiría en la opción ideal para los norteamericanos y el gran capital. Esto último tiene el problema de la terrible pérdida de legitimidad nacional e internacional que para el madurismo ha significado el manejo de los resultados electorales del 28J-2024.

Esto plantea dos escenarios nada favorables para MCM: el primero, propiciar un acuerdo para la transición ordenada, en el mediano plazo, entre Edmundo González Urrutia -distanciado de MCM- y Maduro, que pueda incluir el acuerdo de elecciones en dos años o más y, la creación de un marco institucional que le garantice inmunidad, así como continuidad en el acceso a la renta petrolera al madurismo como representación política de la nueva burguesía. Este escenario tiene la complejidad de buscarle un encuadre constitucional adecuado para poder llevarlo adelante. El segundo escenario, un acuerdo parlamentario unitario -oposición electoral (sin el PCV) y Madurismo, para crear un marco jurídico de protección a los actuales gobernantes en una eventual transición, que tendría el plus de un acuerdo inter burgués. En este escenario no es descartable la permanencia de voceros del madurismo, como Héctor Rodríguez y Castro Soteldo (el propagandista de la burguesía revolucionaria) en un gabinete de transición posterior al 10 de enero de 2025.  En estos dos escenarios MCM quedaría marginada, corriendo el riesgo de ser la Jóvito Villalba de este periodo histórico. Solo si MCM supera esta limitación estratégica de su concepción podrá jugar en la mesa de poder, con el beneplácito del capital trasnacional.

Incluso en escenarios de contingencia, como la fractura del bloque hegemónico en el poder o una intervención foránea, el programa de gobierno de MCM no garantiza una salida a la crisis, sino su agudización. Estos meses de septiembre a diciembre son claves para un eventual giro programático de MCM o el atasco de su liderazgo.

Continuemos con la lectura de su programa de gobierno. “La Venezuela posible”, en el programa político de MCM, se mantiene en los cánones clásicos del neoliberalismo, sin aperturas poli clasistas, ni nacional populares. Para desarrollar su “círculo virtuoso” de aumento de la productividad con baja presión de la clase trabajadora, requiere “el restablecimiento de las garantías jurídicas, económicas y sociales necesarias para dar confianza a los inversionistas privados nacionales e internacionales, en un ambiente de libre mercado”. Nada diferente a lo que ha venido implementando Maduro en el periodo 2018-2024, con la diferencia que el actual gobierno lo usa para alcanzar un acuerdo entre la vieja y nueva burguesía y, MCM lo quiere para liquidar a la nueva burguesía y hacer reingeniería en las relaciones de la vieja burguesía con el Estado.

Los tres principios fundamentales del programa de gobierno de MCM: a) libre desarrollo del individuo (emprendedores), b) Estado al servicio del ciudadano (meritocracia a la medida de las élites, eficiencia para fines del capital y transparencia en la disminución de la agenda social en favor de los sectores económicos poderosos), c) economía de libre mercado (la vida y los derechos como mercancías), no contradicen la agenda implementada por el madurismo en los últimos seis años, solo se diferencian en cuanto a su uso o no, en favor de un gran acuerdo inter burgués.

  1. Los seis ejes de su política

En la segunda parte de su programa de gobierno 2023, María Corina Machado (MCM) desarrolla seis ejes, cada uno con medidas de corto, mediano y largo plazo, que confirman su orientación de “formateo” y liquidación de la nueva burguesía y su representación política, el PSUV, en lo que pareciera una sobrestimación de sus capacidades y una increíble subestimación del adversario en el poder. Ahora analizaremos de manera sucinta estos ejes: ´

  1. bases políticas para la convivencia: restablecimiento de la libertad, la democracia y el funcionamiento efectivo del Estado: su propuesta se concentra en (i) cambiar la estructura del Estado para garantizar la independencia de los poderes, (ii) simplificación de las estructuras burocráticas usando la revolución digital-virtual, (iii) profesionalización de los funcionarios públicos. Estas tres líneas maestras tienen dos caras, una abierta y positiva que se conecta con el sentido común social cansado de la desintitucionalización y partidización de lo público y, la otra, apunta a construir los mecanismos para el desplazamiento y coaptación de los funcionarios públicos vinculados al partido-Estado del PSUV, la incorporación de parte importante de su tejido social a las instituciones para la disputa hegemónica y cultural impulsada por la vieja burguesía y la  toma de control del aparato estatal para las acciones que tiendan a la resolución de la crisis generada en 1983, desde la perspectiva de un sector de la burguesía clásica.

Para lograrlo propone en el corto plazo

  1. rescate de los principios republicanos de independencia y contrapeso de los poderes públicos, lo cual solo es posible execrando de los poderes públicos -reseteo- al madurismo, de lo contrario sería una política de largo plazo;
  2. reorganización del gobierno nacional para producir un nuevo equilibrio en el gabinete, orientado al libre mercado;
  3. legitimación del poder legislativo por la vía electoral para poder producir cambio en los restantes poderes y marco jurídico acorde con la nueva orientación del Estado. MCM no quiere cohabitación ni un acuerdo inter burgués, es liquidacionista de la nueva burguesía, lo cual cierra las puertas a las distintas fórmulas de transición posibles para el capital;
  4. legitimación e independencia del poder judicial y recuperación de las garantías jurídicas, orientado por los principios liberales, propiciando el desarrollo de una agenda de reformas legales que sustenten la competencia y el mercado;
  5. respeto a la libertad de expresión, fundamentada en empresas vinculadas al complejo industrial cultural, sin hacer la mínima referencia al periodismo alternativo y comunitario, que pareciera encuadrarlo dentro de lo partidario a eliminar.

No pretendemos decir que el Estado funciona bien, al contrario, las instituciones han sido secuestradas por la nueva burguesía y su representación política el PSUV, pero un quiebre de esa lógica y la reinstitucionalización del Estado debe ser el resultado de un amplio consenso, en el cual participe la clase trabajadora, sus gremios y sindicatos autónomos y los partidos de izquierda, pero en ese aspecto Maduro y MCM parecen hermanos siameses en su desprecio por los campos popular y revolucionario.

En el mediano plazo el programa de María Corina Machado (MCM) se plantea:

  1. reestructuración del Estado para achicarlo conforme a la receta neoliberal, algo en lo cual coincide con Maduro, pues al destruir el salario, la renuncia de empleados ha sido masiva, rediciéndose de hecho el tamaño de los ministerios e instituciones;
  2. reorganización y fortalecimiento del sistema federal de gobierno, especialmente en materia de distribución del situado constitucional y recursos justos y equilibrados para las regiones. Esto está orientado a desmantelar la relación de financiamiento y clientelar del Consejo Federal de Gobierno con lo que queda de los consejos comunales. Su federalismo es una apuesta de arbitraje del Estado en los equilibrios burgueses regionales e inter regionales;
  3. digitalización de procesos administrativos del Estado y los servicios a los ciudadanos (E-gov) lo cual se inscribe en la arquitectura del capitalismo digital, la psicopolítica y el régimen predictivo de control social iniciado con la big data y la inteligencia artificial;
  4. establecer la carrera de servicio civil meritocrático basado en resultados, como mecanismo para blindar la administración pública de cambios políticos, garantizando que el funcionariado meritocrático trabaje para los resultados que requiere el capital. Esta propuesta parte de la falsa premisa que los funcionarios de la cuarta república eran “estudiados”, “titulados” y “capaces”, mientras los que han trabajado en el periodo bolivariano (Chavismo y Madurismo) son lo contrario. Sin embargo, esta apreciación subjetiva e ideologizada, encuentra asidero en designaciones de políticos de oficio en cargos del actual gobierno, sin formación en el área ni experiencia profesional en el campo, en carteras tan sensibles para la población como educación;
  5. re entrenar a los trabajadores públicos que expresen “su deseo” de someterse a ello, como un mecanismo para quebrar la hegemonía consolidada por el madurismo en el funcionamiento gubernamental. La constitución del fenómeno de partido-Estado ciertamente ha distorsionado la estructura funcional y de toma de decisiones gubernamentales, por lo que en realidad la propuesta de Machado pareciera de reeducación para los funcionarios que hayan trabajado en el proceso bolivariano y de los cuales no puedan prescindir;
  6. reconstitución de los derechos políticos para habilitar a todos los opositores que han sido proscritos por el madurismo (y el periodo chavista), pero no se ha expresado en momento alguno sobre las judicializaciones que pesan sobre la izquierda política (activistas sociales y partidos políticos). Esto ocurre a pesar que una parte importante de la izquierda venezolana, execrada por el madurismo, optó por votar -y en algunos casos mandar a votar- por Edmundo González Urrutia, a pesar de ello, MCM no ha expresado en momento alguno que permitirá el libre funcionamiento de las izquierdas e incluso del chavismo que se organice políticamente en una eventual transición.
    1. Estabilización expansiva: una economía para la prosperidad, la eliminación de la pobreza y el crecimiento de la clase media: el programa de MCM tiene como líneas centrales (i) la creación de un marco de estabilidad económica y financiera, como resultado de la separación de la nueva burguesía de sus vínculos con las instancias públicas y privadas que regulan el sector bancario, de las divisas, impuestos y financiamientos; (ii) creación de empleos bien remunerados, sin embargo, no habla de cómo resolver la crisis salarial actual de empleados y la clase trabajadora en general.  Pareciera que es la continuidad de la actual política discrecional en materia de remuneraciones, con bonos especiales para altos funcionarios mientras al conjunto de la clase trabajadora sus ingresos se marcan a partir de salario mínimo. Para concretar su propuesta de gobierno MCM se plantea en el corto plazo:
  7. el restablecimiento de las garantías económicas y respeto a la propiedad privada, para que la vieja burguesía retome y normalice las dinámicas de acumulación por la vía del asalto a la renta (importación, producción nacional basada en la importación de partes, exoneraciones tributarias, acceso a divisas a precio preferencial, licencias de importación, exoneraciones de obligaciones crediticias);
  8. estabilización de la situación macro económica, basada en un programa de ajuste estructural negociado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y otras instancias multilaterales.

En el mediano plazo pretende consolidar un plan de estabilización basado en

  1. el área fiscal, con impacto en la mejora de servicios, pero también en las tarifas privatizadas de la electricidad, agua potable, saneamiento, transporte, salud y educación;
  2. en el campo monetario y cambiario ordenando los marcos de intercambio con la divisa norteamericana, que es la usada para el comercio petrolero y por lo tanto para la acumulación rentista por parte de la burguesía. Es decir, trabajar para tener un solo referente;
  3. enfrentar la crisis de la deuda pública, usando el canje de la deuda por activos, que es un camino para la privatización, la transferencia de bienes públicos al sector privado y el ingreso de capitales transnacionales. Este último aspecto no es una novedad, porque es algo que viene haciéndose en los últimos años, no solo con capital chino, ruso, turco y otros, sino incluso con capital norteamericano como el caso de Chebrón. MCM no solo propone explicitarlo y dejar de encubrirlo con narrativas pseudo izquierdistas, sino que este proceso de privatización privilegie los intereses de los sectores que poseen la propiedad de la deuda pública y privada venezolana;
  4. acceso a financiamiento diligenciado por el FMI, las bancas de desarrollo y las agencias bilaterales, como un mecanismo para apuntalar mucho más la reingeniería burguesa de integración de capitales internacionales con los nacionales para salir de la crisis estructural iniciada en 1983. Sin embargo, no explica como este financiamiento se complementa con el aspecto anterior de cambio de deuda por activos venezolanos; 
  5. promoción de inversión privada y alianzas estratégicas público-privado en todas las actividades y sectores de la sociedad;
  6. privatización de PDVSA, para que el sector económico no público se convierta en el eje de la producción, procesamiento y comercialización de los hidrocarburos. En su propuesta MCM no aclara el modelo de captación ni los porcentajes de ingresos fiscales que ingresarían a la hacienda pública producto de la renta petrolera, en lo que pareciera una vuelta a la situación de 1998 en esta materia;
  7. un programa amplio de privatización de empresas y activos públicos, que es en realidad la privatización de los servicios públicos y las instituciones que garantizan los derechos básicos;
  8. establecimiento de diálogo con sectores productivos, que no es otra cosa que el relacionamiento institucional de la vieja burguesía con el Estado. En esta materia MCM no le reconoce el estatus de clase homóloga a la nueva burguesía (con la vieja), elemento que se va configurando en centro de su debilidad para superar la actual conflictividad;

En el mediano y largo plazo MCM se plantea:

  1. convertir a Venezuela en el Hub energético de las Américas (¿Así como Panamá se convirtió en el paraíso fiscal mediante el elegante nombre Hub del transporte aéreo y las finanzas?);
  2. el desarrollo de un programa de gas domiciliario privatizado, que cubra las principales ciudades del país. Es de suponer que esto lo concibe como parte de la rueda de negocios privatizadora
  1. Una sociedad de oportunidades, inclusión y movilidad social: en esta materia propone:
  2. La implementación de un Sistema de salud integral por aseguramiento privado y público, mediante la universalización de seguros hospitalarios cuyo monto será descontado de la nómina del trabajador, es decir un mega negocio para las aseguradoras y el sector privado. Esto incluye el levantamiento del sistema de vigilancia epidemiológica, programas específicos de salud pública, un plan quirúrgico nacional, mecanismos paritarios (clínicas-gobierno) para determinar el costo de los servicios médicos, convocatoria a los médicos venezolanos que residen en el exterior y una mejora de salarios para el personal de salud (sin establecer parámetros comparativos);
  3. En materia educativa el inicio de programa de váuchers (privatización) acompañado de la puesta en marcha del modelo de énfasis en el STEM (reformas neoliberales), la cultura evaluativa (pruebas estandarizadas) y una nueva reforma curricular para borrar las huellas del ideario bolivariano en los programas educativos. La defensa que hace de la autonomía universitaria pareciera orientada a recuperar el control de las Instituciones de Educación Superior (IES) como parte de la disputa cultural. Lo demás son generalidades de reformas educativas en el marco neoliberal, sin precisar aumentos de salarios y la recuperación de los derechos adquiridos para el sector de educación e investigación:
  4. Restructuración de los programas de seguridad social, en especial de vejez, hacia la financiarización del sector con tres pilares básicos: a) pilar solidario no contributivo, b) pilar de transición y c) pilar de capitalización individual, es decir, mercantilización del sector. Se licitará el manejo de los fondos de pensiones, sin embargo, como las pensiones de vejez están materialmente destruidas cualquier plan distinto puede sonar progresivo, por lo cual es necesario abrir un debate al respecto, c) flexibilización del mercado laboral, suprimiendo normas que defienden al trabajador y que son consideradas por los empresarios como cargas, d) ampliación del impacto económico de las remesas, para lo cual plantea programas de capitalización e inversión a mediano y largo plazo, dentro de los conocidos modelos de especulación financiera al respecto
  1. Desarrollo de una economía verde resiliente, protección ambiental y transición del modelo energético: para este propósito plantea (i) un programa de levantamiento de datos sobre la situación de cada región afectada por la crisis climática, (ii) promoviendo el desarrollo y uso de energías limpias, (iii) propiciando el modelo de negocios ecológicos que (iv) incentiven la inversión privada en esta materia. Destaca que no pretenden frenar la actividad del arco minero y su daño ecológico, sino regular, racionalizar y formalizar la actividad, es decir, permitir la entrada de capitales que le sean afines al sector de la burguesía que representa. Al estilo de lo planteado por Petro en Colombia, postula el cambio de deuda pública por iniciativas verdes, como otra forma de mercantilización que emerge en su programa.
  1. Restablecimiento del lugar de Venezuela en el mundo y atención a los venezolanos en el exterior: en esta materia plantea cinco líneas estratégicas: (i) reorientar la política exterior de forma pragmática, es decir a partir de los movimientos de los mercados, (ii) promover relaciones con los gobiernos que comparten los principios, es decir, el impulso del mundo unipolar, (iii) profesionalizar el servicio exterior (meritocracia vinculada al mercado), (iv) internacionalizar la economía venezolana, es decir, entrar de manera plena en la era de la financiarización y, (v) apoyo a la migración, evidentemente como sector electoralmente incidente en los años por venir.

Entre las metas a corto plazo destaca la intención de incorporar a Venezuela a la OCDE y la promesa de poner en marcha un programa de apoyo financiero a la migración. Ante el vacío de políticas estatales para la migración, el programa de MCM plantea asumir la representación política de los venezolanos en el exterior, algo que es de Perogrullo, pero el actual abandono gubernamental en este sentido, hacen aparecer lo lógico como extraordinario.

  1. Seguridad ciudadana para la regeneración democrática en Venezuela y defensa de la soberanía: en esta materia, las líneas centrales del programa de gobierno son: (i) restaurar el derecho a la vida y la cultura de la vida, (ii) eliminar la impunidad (se refiere a la impunidad de los maduristas sin mencionar los delitos cometidos por el sector que representa), (iii) desarticular las organizaciones criminales, (iv) recuperar y controlar el territorio, (v) reinstaurar la meritocracia, (vi) equipar a las fuerzas policiales, (vii) apoyar el desarrollo económico y social con la seguridad. Estas líneas se basan en el paradigma represivo, sin una línea gruesa sobre las políticas estructurales de ´prevención. Es decir, la recuperación democrática será sobre la base de la persecución a quienes hoy detentan el poder y sus simpatizantes. Esta parte de su programa y accionar político ha contribuido a que la base social del Madurismo se sienta amenazada y se cohesione, incluso al límite actual marcado por la posibilidad de desconocimiento de la soberanía popular expresada en el voto.

En síntesis, el programa d gobierno de María Corina Machado es una apuesta por el radicalismo neoliberal. No escandaliza porque el gobierno de Maduro ha puesto en marcha un programa de ese tipo, solo que en ese caso con narrativa de “izquierda”.

Resulta de especial importancia conocer la propuesta de gestión de María Corina Machado, para no caer en la ilusión que ella, si desplaza a Maduro, abrirá paso a un programa de derechos y justicia social. María Corina Machado continuará y profundizará el programa neoliberal iniciado por Maduro.

Las elecciones del 28J-2024 y el papel de María Corina Machado

Entre 2018-2024 Nicolás Maduro Moros y el Madurismo habían logrado avanzar en líneas de acuerdo con la vieja burguesía y la mayoría de sus representaciones políticas (clásicas y emergentes). Mientras tanto, judicializaba los partidos políticos para segregar a quienes se oponían al pacto inter burgués, colocando al frente de los instrumentos políticos intervenidos a figuras que abalaban la restauración (los llamados alacranes de la derecha y mercenarios de la izquierda), y propiciaba políticas públicas restauradoras de la lógica del capital internacional con el llamado Programa de Recuperación Económica, Maduro concretaba el encuentro de intereses entre las burguesías clásicas (cuarta República) y la nueva burguesía (surgida en el periodo Bolivariano).

Sin embargo, para algunos sectores burgueses, una cosa era adaptarse a las formas que tomaba la acumulación burguesa en el gobierno madurista y otra llegar a aceptar la mediación inter burguesa que pretendía asumir el Madurismo, mucho menos su papel de árbitro bonapartista.  Así lo hicieron saber sectores como el clan financiero-bancario agrupado alrededor de Juan Carlos Escotet -quien en el momento de las vacas gordas petroleras había dicho que no tenía problemas en que se le viera como un banquero bolivariano- o el ex presidente de Conindustria Olalquiaga, quienes abiertamente tomaron distancia del acercamiento entre los viejos y los nuevos ricos. Otros sectores como el grupo Polar y su líder Lorenzo Mendoza jugaban a la “candelita”, coqueteándole simultáneamente al madurismo y a los opositores, deslizando cada vez que podía, la idea que el gerente de la Harina Pan podía ser la representación burguesa en una eventual transición.

La administración norteamericana mantenía el canal de comunicación con las oposiciones de derechas y había abierto desde 2018 otro independiente con el Madurismo, siguiendo de cerca los intentos de un acuerdo inter burgués. De manera secreta (meses después se haría público por parte del ex presidente colombiano Duque) Maduro y la administración norteamericana (Incluida la CIA) mantendrían negociaciones. Las administraciones de Biden y Maduro firmarían el “memorándum de Doha”, una carta de buenas intenciones para garantizar elecciones democráticas, algo que se seguiría procurando en negociaciones con la intermediación de Noruega (2021-2023), México (2022) y Barbados (octubre 2023).  Los puntos de agenda de estas reuniones y los acuerdos entraban en sintonía con los planes de Estados Unidos para una estabilización de la situación política en Venezuela, más aún con el aval de volver a contar con el petróleo venezolano. No obstante, mantenía contacto con las disidencias a este acercamiento inter burgués para mantener el control del tablero. Lo que estaba ocurriendo en Venezuela, desde el giro absolutamente neoliberal y conciliador del gobierno de Maduro con los Estados Unidos, estaba logrando recomponer la relación Casa Blanca-Miraflores, colocando a la administración gringa en una situación privilegiada para sus intereses, porque ahora tanto el gobierno de Maduro como las oposiciones de derecha se disputaban sus simpatías.

María Corina Machado (MCM), quien había sido una férrea crítica de cualquier acuerdo con el chavismo y el madurismo, posición que había mantenido su liderazgo en los márgenes del grueso de la oposición más pragmática, desde 2022 había comenzado a emerger como una alternativa opositora con amplia influencia de masas. Esto se debía a seis factores básicos:

  1. El primero, el acuerdo inter burgués se presentaba ante la ciudadanía con el formato de aproximaciones, puntos en común y consensos entre partidos de la oposición y el gobierno. Sin embargo, la larga disputa ocurrida entre 1999-2018 y la merma de poder real estatal a ostentar por la vieja burguesía, había hecho que muchos partidos que decían representarla tuvieran demasiados grados de libertad e independencia; a algunos había que disciplinarlos o hacerlos entrar al carril.

Para lograrlo, Maduro se propuso controlar todos los partidos políticos (de derecha, izquierda o centro) que no estuvieran en la línea de propiciar el acuerdo inter burgués.  Sin embargo, la forma como se había venido generando el acuerdo entre representantes de los instrumentos políticos de la oposición y el gobierno, eran precedidos por escándalos de judicialización de partidos, coaptación y ruidos de subvención económica, lo cual le restaba legitimidad a esta dinámica.  Si bien desde el punto de vista formal (representación jurídica partidaria, tarjetas electorales, vocerías parlamentarias) se avanzaba en un modelo de cohabitación, el madurismo, imbuido en una lógica de burocracia sindical, no valoraba en su justa medida las capacidades y posibilidades de los liderazgos que de manera administrativa habían sido separados de sus cargos.

La oposición desplazada de sus instrumentos políticos seguía contando con un importante tejido social opositor. “En el país de los ciegos el tuerto es rey”, por lo cual, ante la genuflexión de una parte importante de la oposición de derechas, que a todas luces en este periodo comenzó a entenderse con el madurismo, la figura de María Corina Machado emergió como una auténtica opositora  

  • Segundo, si bien existía -y existe- cansancio en la población por el largo periodo de confrontación política en el país, una parte importante de la base social de la oposición no veía con buenos ojos un acuerdo de cohabitación o alternancia entre el madurismo y sus opositores.

Las sucesivas derrotas de la derecha política, y los cada vez más evidentes acuerdos entre el gobierno y un sector de la oposición (los alacranes) estaba creando una desmotivación creciente para el ejercicio del voto opositor. Esto no significaba de manera alguna simpatía por la opción insurreccional, que era minoritaria en la oposición. Pero la creciente radicalidad autoritaria del madurismo, había incrementado el sentimiento de revancha en la base social de la oposición, pero no de manera violenta sino por la vía electoral. María Corina Machado lo entendió y encarnó esta nueva situación, asumiendo el vacío de liderazgo e identidad en el que se estaba subsumiendo la derecha.

  • Tercero, la derrota de las opciones insurreccionales -especialmente la de 2017- las abstencionistas -2018-, el fiasco del interinato de Guaidó y la poca eficacia política del triunfo parlamentario de 2015, se habían convertido en factores que promovían la lógica electoral presidencial en Machado. Para la mayoría de la base social anti maduro (que ya no era solo de derechas, sino que incluía sectores populares y de izquierda), cualquier cambio tenía que expresarse en el desplazamiento de Maduro, no en la cohabitación política con él.  Esto solo se lograba con una representación política opositora que estuviera libre de la duda de haber sido corrompida por el madurismo y que tuviera opción de triunfo. La disposición a votar dependía mucho de la posibilidad de generar una candidatura presidencial de ese tipo y, MCM, pasó de los márgenes (en materia de apoyos electorales) al centro de la política opositora.
  • Cuarto, la aplicación de las políticas anti clase trabajadora del gobierno de Maduro, especialmente en materia salarial y de criminalización de la protesta, así como la ola migratoria 2017-2024, habían alejado a capas sociales populares importantes del proyecto bolivariano y el madurismo, quienes comenzaban a coincidir con la base social clásica de la oposición, en la necesidad de un cambio radical en la correlación de fuerzas políticas, no tanto en aspectos de un programa común de gobierno futuro.  El ansia de desplazamiento de Maduro del poder, era la expresión popular de hastío a las consecuencias materiales de su programa neoliberal aplicado desde 2018. “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”, pareció ser la asociación básica que contenía esta variante política nueva.
  • El gobierno de Maduro había repetido muchas veces que la culpa de los problemas de salario eran las sanciones norteamericanas, razón por la cual una parte de la población así lo interiorizo. En consecuencia, se fue una abriendo paso la idea “si Estados Unidos sanciona a Venezuela porque Maduro está en el gobierno y mientras existan sanciones las condiciones salariales y materiales de vida no mejorarán, lo que hay que hacer es salir de Maduro para que se eliminen las sanciones y ´suba el salario… después veremos como peleamos contra el nuevo gobierno, pero ya en mejores condiciones de vida”. Es decir, el discurso de las sanciones perdió eficacia política para el gobierno y se convirtió en un boomerang en su contra. Aunque esto fuera una ilusión -y las grandes mayorías lo asumían así- mejor era eso que la resignación a seguir en la actual situación de destrucción del salario. María Corina Machado no desmintió esa ilusión, sigo que asumió la tarea de representarla y alimentarla para avanzar en su liderazgo.  
  • Quinto, la crisis de la familia venezolana, producto de la migración por razones económicas, se convirtió en una amargura colectiva que necesitaba ser sustituida por la esperanza. El gobierno ni la oposición clásica de derechas tenían capacidad de encarnar esa esperanza, porque el primero había abandonado a los migrantes a su suerte y los segundos los habían usado para enriquecerse. María Corina Machado (MCM) quien tenía a sus hijos en condición de migrantes, se presentó como alguien que vivía y comprendía el drama colectivo, sintonizando con una parte importante del electorado, más allá de los límites de la derecha. 
  • Sexto, al ser MCM una líder política, con origen social burgués, quien siempre había apostado por un programa político de libre mercado, privatizaciones, encuentro con los capitales trasnacionales y el sector de la financiarización, y para quien la agenda social se centra en construir las condiciones para el emprendimiento personal y la competencia individual, esto la convertía en una garantía que un gobierno influenciado por ella defendería los intereses de la vieja burguesía. Su candidatura no solo entusiasmaba a los sectores de la vieja burguesía que habían manifestado su inconformidad con un acuerdo con la burguesía madurista, sino también a quienes, de este sector, aun habiéndose enriquecido con el madurismo, no podían manifestar públicamente el prurito que esto les causaba porque ello afectaría sus negocios.

En febrero de 2023, a pesar que muchos “analistas” seguían anclados en valoraciones político-electorales del pasado, era evidente que MCM se estaba convirtiendo en un fenómeno electoral. Entre febrero y octubre de 2023 la curva de popularidad de Machado comenzó a trascender los límites de la derecha, convirtiéndose en el eje de muchos reacomodos políticos. En agosto de ese año, con la judicialización del Partido Comunista de Venezuela, el gobierno de Maduro había culminado el ciclo de intervenciones y expropiación de los partidos políticos de izquierda, lo cual le facilitaba a la dirigente opositora el discurso de la dicotomía libertad versus autoritarismo. El gobierno de Maduro cerró la posibilidad de una alternativa por la izquierda.

Por primera vez desde 1998, la polarización dejaba de ayudar a los bolivarianos (Chavismo y Madurismo) y la balanza de la acumulación electoral se inclinaba a favor del liderazgo de MCM. Así lo confirmaron los resultados de las primarias de la derecha, que en octubre de 2023 le dieron ganadora por un 93% del voto de los electores de la oposición. La inhabilitación promovida meses atrás por el Madurismo no lograba frenar la línea de crecimiento del liderazgo de la dirigente conservadora.      

María Corina Machado (MCM) centró su estrategia en

  1. Reivindicar su programa burgués de cambio político, económico, social y cultural, sin ceder un ápice -más allá de alguna declaración de coyuntura- a incluir en el mismo las reivindicaciones que habían surgido en el último periodo (2018-2024) de parte de la clase trabajadora (cese de la criminalización por protestas por salario, libertad sindical, derecho a huelga por mejoras salariales), ni libertad para que la clase obrera se organizara en partidos políticos. Cuando hacía un señalamiento al respecto era en un tono más de crítica a la pérdida de libertades democráticas que a la situación de la clase trabajadora y el mundo del trabajo en Venezuela;
  2. A pesar de lo mencionado, su candidatura implicaba construir un maquillaje electoral lo suficientemente amplio y en apariencia policlasista, que contuviera las demandas sociales más relevantes que el madurismo no solo no había podido resolver, sino que las había execrado de su discurso, sin que ello pusiera en juego la supremacía de los capitalistas en un futuro gobierno de transición. La narrativa electoral síntesis de MCM, se concentró en:

1) “Soy la garantía del retorno a casa de los migrantes”. Esta demanda era crucial, en un país de un poco más de 20 millones de electores que tenía una migración de unos 7.000.000, es decir, cada familia conectaba con esta consigna. El madurismo, que había pasado de señalar a los migrantes como “traidores”, para luego referirse a ellos como “lava pocetas” y que solo había atinado a implementar un plan de retorno a casa de limitado impacto, que no era acompañado de mejoras salariales para quienes retornaban, no tenía capacidad política para contrarrestar esta consigna electoral;

2) “tenemos derecho a servicios públicos eficientes”. En un país en el cual los apagones eléctricos son diarios y de varias horas -especialmente en todo el interior del país-, conseguir una bombona de gas para cocinar es una odisea que puede durar semanas, el agua potable llega de manera intermitente a los hogares, el transporte público es deficiente y costoso, las escuelas públicas solo abrían sus puertas dos días a la semana (2021-2024, al parecer en este nuevo año escolar se pretende volver a la jornada de 5 días de clase) y enfermarse es una condena que acerca más a la tumba que a la sanación, la alternativa no la puede representar quien no ha podido resolver esta situación, sino quien por siempre se ha opuesto a este gobierno;

3) “El liderazgo que represento no solo garantiza el levantamiento de las sanciones, sino que va atraer capitales para mejorar la situación económica del país”. María entendió el axioma popular señalado antes, y sin mostrar demasiado su cordón umbilical con la administración norteamericana, se presentaba como la alternativa para lograr no solo levantar las sanciones sino borrar sus terribles efectos sociales   

Durante los meses siguientes a las elecciones primarias de la oposición -que el gobierno acuso de ilegales e ilegítimas, porque no habían sido supervisadas por el Consejo Nacional Electoral, MCM levantó la consigna síntesis de “hasta el final” y trató de encarnar el discurso propositivo, ante una narrativa gubernamental centrada en lo defensivo. Recorrió todo el país señalando que, a pesar de la inhabilitación, “al final” la iban a dejar inscribirse y que ella tenía claras “las estrategias ante cualquier escenario”. Ese discurso le permitió seguir creciendo en popularidad.

La inscripción de candidaturas oficiales ante el CNE en abril de 2024, en el cual el gobierno le negó la posibilidad de hacerlo, se vio acompañada de presiones del Ejecutivo madurista a los factores políticos de derecha con los cuales había llegado a entendimientos en el pasado reciente, para que le cerraran el paso, lo cual le potenció la imagen de víctima del poder, que diluía ante los comunes su pasado burgués y de promotora de las sanciones norteamericanas contra Venezuela, así como la invocación a la activación del TIAR para una invasión militar extranjera sobre el país. El gobierno le facilitó un manto de víctima a María Corina Machado, producto de las torpezas con las cuales manejo la coyuntura electoral.

Durante una semana, la “telenovela de la inscripción candidatural”, terminó de polarizar el escenario electoral y afianzar la imagen de victima que usaría María Corina Machado para lograr réditos electorales. La postulación alternativa por parte de MCM, de su madrina Corina Yoris como sustituta a la suya, quebró el discurso de sus detractores en la oposición y en el gobierno, respecto a que no aceptaría ser sustituida como candidata y que pasaría nuevamente a la política de abstención y/o insurreccional. La reacción del gobierno fue nuevamente negar la inscripción de Yoris, evento que seguía tributando al crecimiento del liderazgo de MCM. Al final, un “candidato tapa” como Edmundo González Urrutia (EGU), fue inscrito para no quedar al margen de los plazos electorales, mientras pudiera ser sustituido por otra candidatura de consenso en la derecha; el gobierno se volvió a equivocar porque aceptó esta candidatura para promover una fractura en el liderazgo opositor, pero sorpresivamente MCM aceptó esta postulación y se convirtió en su jefa de campaña de EGU cuando éste pasó a ser candidato en firme. María Corina Machado se convirtió para la población venezolana en la verdadera candidata presidencial, aunque no reconocida por el poder electoral.

Toda esta diatriba logró que el debate electoral no se centrara en su programa de gobierno, ultra conservador, reaccionario y claramente burgués. De hecho, el gobierno de Maduro quien desde 2018 se había dedicado a promover un acuerdo inter burgués (vieja y nueva burguesía) estaba impedido de desarrollar una campaña anticapitalista que echara por la borda los avances nacionales e internacionales alcanzados en los últimos años. Criticar el programa burgués de María Corina Machado terminaría siendo una crítica a sus propias políticas aplicadas entre 2018-2024. La paradoja de dos candidaturas que expresaban variantes de un programa burgués común -con continuidades y discontinuidades por las particularidades de intereses de cada uno- le impedía al madurismo ir a fondo a las críticas estructurales a MCM, prefiriendo desarrollar una campaña de banalidades políticas, sobre las formas y no sobre el fondo, algo que a todas luces favorecía a la líder opositora. MCM muy hábilmente hizo “judo político” y convirtió la adversidad en una situación a su favor. Los meses siguientes el gobierno siguió haciendo el “juego tonto e infantil” de sabotear cada uno de sus actos, de colocar obstáculos en la carretera, de colocarle el sobrenombre de la “sayona”, de burlarse de sus actuaciones, lo cual, si bien cohesionaba a la parte más radical que apoyaba al gobierno, en contraste generaba un deslave de simpatías hacia la candidatura opositora.

La disputa presidencial de 2024 no fue en momento alguno una campaña de disputa ideológica o de confrontación de programas, porque no podía serlo. Había un solo programa en juego, el programa de las burguesías venezolanas, con dos variantes de desarrollo. El primero en favor del acuerdo inter burgués nacional como preámbulo a la rearticulación con el capital trasnacional. El segundo, que se oponía al acuerdo con la nueva burguesía y apostaba por una restauración del orden anterior al proceso bolivariano, pero ahora abiertamente vinculado a la financiarización de la economía y la transnacionalización de los capitales. Por eso el tono pueril, vacío y personalista de las narrativas de confrontación; ni MCM hablaba del sostenimiento de un amplio plan social para salir de la crisis de la última década, ni Maduro hablaba de un programa anticapitalista sino de atraer capitales y de emprendimiento ciudadano.

MCM concentró su plan operativo electoral en garantizar presencia de la oposición en todos los centros de votación mediante la activación de los llamados “comanditos”, la construcción de mecanismos y una ruta para contar con las actas de escrutinio de cada centro de votación en un tiempo reto y en desarrollar capacidades comunicacionales para un escenario de desconocimiento de resultados que le fueran adversos.  

Las semanas antes de las elecciones el rumor más frecuente era que el gobierno de Maduro iba a suspender las elecciones con cualquier pretexto porque la encuesta de la calle parecía no favorecerle.  Sin embargo, contra esos pronósticos las elecciones del 28J-2024 se realizaron. El resultado fue anunciado al filo de la medianoche del día electoral, dando como ganador a Nicolás Maduro Moros, con la particularidad que en esta oportunidad no se anunciaban los resultados desagregados por Estado, ni se publicaban -en el sitio web del CNE- los resultados por centro de votación y mesa.

La negativa del Consejo Nacional Electoral (CNE) en dar a conocer los resultados de la votación desagregados por centro y mesa de escrutinio, la incapacidad del gobierno -mes y medio después de las elecciones- para validar de forma creíble el triunfo anunciado por el CNE, han sido acompañados de una política de represión a sectores que manifiestan o expresan su inconformidad con la forma de presentación de los resultados electorales. De los más de 2.000 detenidos la mayoría pertenecen a los sectores populares, pero una parte son la estructura organizativa del movimiento de María Corina Machado, lo cual se convierte en un factor que consolida su liderazgo como opositora. La presencia diaria de MCM en las redes sociales reiterando que su candidato Edmundo González Urrutia es el presidente electo, ha contribuido a consolidar la polarización respecto a dos resultados electorales posibles, el del CNE o el que plantean cada vez más amplios sectores de la sociedad (que además es respaldado por actas publicadas por la oposición que no se pueden contrastar con las del CNE porque este organismo no las publica)

MCM se ha negado a explorar otros escenarios de transición -al igual que el madurismo- como el que plantearon los ex presidentes Lula y Petro, consistente en una nueva convocatoria a elecciones. Más recientemente, el exilio en España de González Urrutia convierte a María Corina Machado en la líder opositora de quienes reivindican el triunfo del exiliado, es decir consolida su liderazgo. Los continuas, reiterados y sostenidos errores del gobierno y del madurismo han ido consolidando el camino del liderazgo ultra conservador de María Corina Machado.

Al no impulsar un debate programático ni en la ruta de las elecciones del 28J-2024 ni en las semanas posteriores, el gobierno le construye un salvoconducto al programa de gobierno burgués de MCM.   

Después de las elecciones del 28J el gobierno y el madurismo se han centrado en hacer aparecer a María Corina Machado como la expresión del fascismo en Venezuela. Esto tiene efecto en la izquierda campista internacional, pero el “mantra del discurso antifascista” se convierte en un significante vacío para la mayoría de la población y electores por el creciente autoritarismo gubernamental, aunque tenga un efecto cohesionador en las bases del madurismo. 

La participación de MCM en las elecciones del 28J-2024, independientemente de los resultados, parecieran cerrar el capítulo insurreccional de las derechas, aunque queden voces aisladas que lo sigan sosteniendo. No así, respecto a la mediación extranjera que pareciera ser el apoyo que hoy intenta construir MCM. La diferencia con la situación del interinato de Guaidó consiste en que este no participó en elección alguna y MCM goza de la legitimidad de la soberanía popular, porque EGU si participó y ella estaba dispuesta a hacerlo.      

Entonces … ¿Si gana la derecha hay que desconocer el resultado de la elección?

Demostrar que María Corina Machado levanta un programa burgués ileberal -y que su apuesta con Edmundo González Urrutia es construir condiciones de posibilidad para llevarlo adelante- ¿significa que si gana las elecciones hay que impedir que se concrete este triunfo? Mostrar que María Corina Machado es coherente con su origen social de clase ¿implica negar la expresión popular en el marco de la democracia liberal? Para nada.  Veamos.

La peor de las democracias es mejor que la más “benévola” de las dictaduras. Esta premisa, aprendida en el ciclo de largas dictaduras latinoamericanas, no es un fetichismo democrático liberal, sino el resultado de la experiencia real de la clase trabajadora en estas situaciones autoritarias. Las viejas dictaduras y las actuales -al estilo de Ortega-Murillo y de países de África- impiden el libre desarrollo de las organizaciones de la clase trabajadora, especialmente sus sindicatos, centrales obreras y partidos de izquierda, limitan o eliminan el derecho a huelga, borran la libertad de opinión y el derecho a la crítica, lo cual repercute en la situación material de vida de quienes viven del trabajo. En consecuencia, defender los marcos de libertades democráticas procura construir las condiciones mínimas para que la clase trabajadora organizada pueda avanzar en su organización y toma de conciencia.  No es un tema de idealización de la democracia liberal burguesa.

En consecuencia, cuando se defiende el respeto a la soberanía del voto popular en las elecciones democráticas -y en el caso específico del 28J-2024- lo que subyace en ello es la propia defensa de las condiciones de posibilidad para que la clase trabajadora pueda organizarse, movilizarse, luchar y elevar su conciencia crítica. Si no se respetan los resultados electorales en unas elecciones tan importantes como las presidenciales, no solo pierde legitimidad de origen el gobierno que de ello derive y se inicia la transición a un gobierno dictatorial, sino que se evapora el marco jurídico e institucional para que la clase trabajadora pueda transitar democráticamente la premisa de “la emancipación de la clase trabajadora es una tarea de la propia clase trabajadora”.

Cuando se pide transparencia y evidencias de los resultados anunciados por el Consejo Nacional Electoral (CNE), que dieron ganador a Maduro, se parte del principio democrático del respeto a la soberanía popular expresada en el voto. Si en efecto las evidencias -actas auditadas por la ciudadanía- muestran que ganó Maduro, se tendría que reconocer su triunfo, y como dijimos en “la Otra Campaña” (2024), seguir organizándonos para enfrentar su programa de ajuste estructural de la economía y sus consecuencias en los salarios y las violaciones a los derechos de la clase trabajadora. Pero lo que “es bueno para el pavo lo es para la pava”. Si la publicación oficial de los resultados de las elecciones del 28J-2024 mostraran que Edmundo González Urrutia -por ende MCM- gano las elecciones se tendría que reconocer su victoria, desechando cualquier ilusión y preparándose para la lucha de la clase trabajadora en un eventual gobierno suyo. Defender la transparencia y auditoria ciudadana de los resultados electorales es una consigna democrática de la clase trabajadora, no el apoyo a una u otra de las candidaturas que expresan variantes de un mismo programa neoliberal y de ataque a la clase trabajadora.   

Priorizar el ocultamiento de los resultados electorales, para garantizar la permanencia de un gobierno que en la formalidad se define de izquierda -pero en realidad ha girado a la derecha- abriría las puertas a un cambio de régimen político, sería auspiciar el inicio de una dictadura y con ello se contribuiría a la disolución de las posibilidades institucionales para que la clase trabajadora se organice, movilice, luche y obtenga victorias de manera autónoma.  Ese es el punto que no termina de reconocer la izquierda geopolítica, que no tiene en el centro de su perspectiva de análisis y posicionamiento táctico el mundo del trabajo y la clase trabajadora.

La izquierda política y la clase trabajadora en tiempos de supuesta polarización Maduro versus María Corina Machado

Es necesario subrayar que en momento alguno María Corina Machado se ha pronunciado ni por la libertad de actuación de la izquierda política en una transición post madurista, ni al respecto y garantía de las libertades y derechos sindicales de la clase trabajadora, razón por la cual resulta ingenuo -por lo menos- pensar en su acceso al poder puede generar un cambio estructural en la situación de la clase trabajadora venezolana. Aceptar la dirección política de la derecha en esta coyuntura -más aún sin una distinción pública clara- puede ser un suicidio político para la izquierda y las organizaciones autónomas de la clase trabajadora.

Lo que si es justo pedirles a los compañeros que durante décadas han estado al lado de la lucha de la clase trabajadora y hoy han decidido hacer frente nacional alrededor de María Corina Machado -sin abandonar la lucha obrera-, es que demanden de este sector (EGU-MCM) al menos declaraciones en favor de la recuperación de las más amplias libertades políticas y sindicales, incluidas para la izquierda revolucionaria y los sindicatos autónomos.  La omisión al respecto no es posible aceptarla.

La polarización construida en los últimos veinticinco años, solo favorece a las narrativas de pensamiento único autoritario. Es tanto así, que las políticas anti obreras del Madurismo se instauraron con el discurso dicotómico de sanciones-víctimas, pueblo-imperialismo, patriotas-antipatriotas, leales-traidores, mientras la derecha política hacían lo propio dividiendo el mundo entre chavistas -como si este campo político fuera un todo uniforme- y antichavismo, ocultando a aquellos que no entraban en esa polaridad, apelando para ello a las disputas como salvaje-civilizado, culto-inculto, tierrudo-elegante, agresivos-empáticos y ahora defensores de la dictadura versus demócratas. El espectro político y social es mucho más rico que esas simplificaciones derivadas de la polarización. En esa complejidad de hechos y situaciones lo más importante hoy, es valorar las coincidencias y no quedarnos atascados en las diferencias.

Esta polarización, en alguna medida impactó a la izquierda política, que una vez que llega a un análisis o táctica política ve al otro como adversario. Este no es un fenómeno exclusivo de Venezuela, pero en nuestro país se torna dramático en la actual coyuntura.

La izquierda revolucionaria en Venezuela ha quedado muy debilitada -por decirlo de la mejor manera- luego del periodo bolivariano y más aún después de la política de imitación torquemadana impulsada por el madurismo contra la izquierda. Eso demandará en el futuro ir construyendo un balance de las causas de esa situación, de unas formas que no terminen de arrasar lo existente, sino que permiten reconstruir el tejido rebelde.

Pero cual quiera que sean las posiciones en el balance sobre la situación actual de la izquierda en Venezuela, su reconstitución y reconstrucción debe ser unitaria y desde el diálogo con la clase trabajadora y los sectores populares. Este encuentro re constituyente debe hacerse en un ambiente democrático, abierto, reflexivo, alegre y constructivo que supere los estereotipos de vanguardia iluminada. Para que eso pueda ser posible tenemos que reelaborar la cultura del debate democrático desde hoy. 

En ese sentido, usemos la coyuntura pos electoral del 28J-2024 para propiciar esa nueva cultura que tanto necesita la izquierda para luchar por las libertades políticas y sindicales perdidas en los últimos años. Como diría Ali primera es hora del canto de las guacharacas, que saben calcular el tiempo …

Conclusión

Es prioritario en la coyuntura, pero con fines estratégicos, que las organizaciones políticas de izquierda y la clase trabajadora organizada con sus sindicatos autónomos discutan la naturaleza de clase de los dos polos que se disputan hoy el poder en Venezuela. Incluso, aquellos que han decidido aceptar “tácticamente” la dirección de la derecha encabezada por MCM para una transición post madurista deberían abrir un debate al respecto.

El tema del apoyo o no a la dirección que encabeza MCM en la coyuntura no debe ser un tema que divida a la izquierda revolucionaria. Aquí no se trata de disputar quien tiene “la posición correcta”, ni quien es “la vanguardia”, sino de reinventar la cultura del debate fraterno, solidario, respetuoso entre las izquierdas. En ese sentido es que nos parece útil el debate en torno a la naturaleza de clase del liderazgo de MCM.

En la izquierda política en general tenemos que resolver los déficits de cultura democrática de debates y actuación que teníamos antes del proceso bolivariano y que se acentuaron con las políticas de mando unificado impulsadas desde el partido de gobierno y que construyeron hegemonía en amplios sectores populares e incluso de la izquierda no madurista. La izquierda democrática rebelde debe superar -por la positiva- la prácticas instaladas -antes y durante el proceso bolivariano- que se presentaban con el formato de los “trapos sucios se lavan en casa” e ir al encuentro de debates y reflexiones con la mano y los brazos abiertos. Necesitamos recuperar la cultura del debate de ideas si queremos construir un proyecto de futurabilidad revolucionaria.

En ese contexto, lo que nos unifica a toda la izquierda revolucionaria es la exigencia de la publicación desagregada de los resultados electorales para defender la soberanía popular. Esa coincidencia es la fundamental, a partir de la cual se deben construir los puentes para que desde todos los caminos se construya la unidad. Plantear un debate sobre el programa burgués neoliberal de MCM es un esfuerzo por preservar la identidad de la izquierda, a partir de la cual volver a trabajar juntos, juntas y juntes un programa viable y posible para Venezuela, pero ello solo es posible en democracia, aún en la más imperfecta democracia y conjurando los riesgos ciertos de pasar del autoritarismo a la dictadura.

[1] Profesor universitario e investigador en pedagogía y ciencias sociales. Integrante del Comité directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), miembro de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE), participa en la Fundación educativa Kairos y es director de investigaciones del Centro Internacional de Investigaciones Otras Voces en Educación (CII-OVE).

[2] Profesor universitario. Director de la Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Doctor en ciencias sociales. 

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