16/04/2024

Ucrania: ¿De qué paz estamos hablando? Entrevista a Gilbert Achcar

La guerra en Ucrania ha renovado y prolongado los debates en el seno de las izquierdas mundiales sobre la cuestión del antiimperialismo y las posiciones estratégicas a adoptar. En esta entrevista, Gilbert Achcar* retoma un breve texto publicado recientemente en nuestro sitio en el que abogaba por una “posición democrática contra la guerra”. En particular, cuestiona las condiciones de un verdadero alto el fuego, criticando tanto las posturas que avalan las conquistas rusas obtenidas por la fuerza militar, como las posturas belicistas que exigen una implicación aún mayor de la OTAN, que deja entrever el escenario apocalíptico de una guerra generalizada y una escalada nuclear.

Stepehn Shalom -El 30 de noviembre publicaste un breve artículo titulado Por una posición antiguerra democrática frente a la invasión de Ucrania. En este artículo, empiezas distinguiendo dos posiciones comunes en la izquierda con respecto a Ucrania. Una de estas posiciones se opone a los suministros de armas de los países de la OTAN a Ucrania, con el argumento de que, en tanto que movimiento pacifista, debemos abogar por la diplomacia y la desescalada en lo relativo a los suministros de armas. ¿Podrías explicarnos qué problema hay en esta posición?

G. Achcar -La principal posición que me preocupa sobre este tema es el llamamiento a un alto el fuego incondicional. A menudo se asocia con la posición que acabas de describir. A primera vista, está motivada por un deseo de paz, lo que sin duda es un objetivo muy loable. Y no me cabe duda de que entre quienes defienden esa postura hay auténticos pacifistas y personas que sospechan legítimamente que los gobiernos occidentales, el estadounidense en primer lugar, utilizan a los ucranianos como carne de cañón en una guerra por poderes contra su rival imperialista Rusia. Por supuesto, simpatizo menos con quienes sólo empezaron a abogar por un alto el fuego incondicional cuando las fuerzas rusas proclamaron que habían logrado su objetivo principal o cuando empezaron a perder terreno en el propio Donbass.

Hay varias cuestiones que están en juego aquí. La primera es que no tiene mucho sentido hacer un llamamiento a la paz en abstracto. La pregunta que surge inmediatamente es: ¿de qué paz estamos hablando? El dominio imperial se ha autodenominado a menudo “paz” desde la época de la Pax Romana, a principios de la Era Común, si no mucho antes, hasta la siniestra “pacificación” emprendida por las tropas coloniales francesas en Argelia o las tropas estadounidenses en Vietnam. La paz debe ser siempre explícita: contra las guerras de conquista, la posición correcta es una paz justa y duradera, que sólo puede ser una paz sin anexión. Pedir un alto el fuego incondicional no cumple esta norma cuando puede significar la perpetuación de la conquista y la adquisición de territorio por la fuerza. El llamamiento se vuelve patentemente sospechoso cuando se hace en el mismo momento en que el agredido está empezando a hacer retroceder al invasor, como si el objetivo fuera mantener la mayor cantidad posible de tierra conquistada bajo el control del invasor.

Desde la perspectiva de una paz justa, la única postura coherente con este objetivo es el llamamiento a un alto el fuego junto con la retirada de las tropas invasoras a sus posiciones anteriores a la guerra. Todo lo demás se deduce de esto: quienes están a favor de una paz justa, quienes se oponen a las guerras de conquista al tiempo que apoyan las guerras de liberación como guerras de autodefensa, no pueden oponerse a la entrega de armas defensivas a las víctimas de la agresión y la invasión. No deberían oponerse a tales entregas mientras no haya un alto el fuego asociado a la condición que he mencionado, y las víctimas no dispongan de medios para disuadir de nuevas agresiones contra su territorio.

Esto no se contradice con el llamamiento a los gobiernos occidentales para que realicen verdaderos esfuerzos para llevar a Rusia a la mesa de negociaciones. Para mí está claro que la administración Biden no ha perseguido real y activamente este objetivo, a diferencia de los gobiernos de París o Berlín. Pero la verdad es que es la parte rusa la que ha adoptado la posición más belicosa, bloqueando cualquier perspectiva de paz. La mejor ilustración de esto y de todo lo que he explicado sobre el llamamiento al alto el fuego es el discurso de Vladimir Putin en la ceremonia de finalización de la anexión de los cuatro óblasts ucranianos de Donetsk, Kherson, Luhansk y Zaporiyia a finales de septiembre. Putin dijo:

Instamos al régimen de Kiev a que cese inmediatamente el fuego y todas las hostilidades; a que ponga fin a la guerra que inició en 2014 y regrese a la mesa de negociaciones. Estamos preparados para ello, como hemos dicho más de una vez. Pero no discutiremos la elección de los pueblos de Donetsk, Luhansk, Zaporiyia y Kherson. La decisión está tomada y Rusia no la va a traicionar. Las actuales autoridades de Kiev deben respetar esta libre expresión de la voluntad del pueblo; no hay otro camino. Este es el único camino hacia la paz”.

Es obvio que si pide un alto el fuego mientras afirma que la única paz posible es una que incluya el reconocimiento de su anexión de territorio por la fuerza, y que esta anexión -que describe como resultado de la “libre expresión de la voluntad del pueblo”- ni siquiera se discute, está dando un portazo a cualquier perspectiva de negociaciones de paz. El gobierno ruso tiene la responsabilidad de demostrar que está realmente abierto a las negociaciones para una solución pacífica, lo que implica su voluntad de poner todo sobre la mesa, en lugar de exigir el reconocimiento de su conquista como un hecho consumado.

Dices que quienes creen en el derecho a la autodefensa en una guerra justa no pueden oponerse a la entrega de armas “defensivas” a las víctimas de la agresión y la invasión. ¿Qué quiere decir con “a la defensiva”? ¿Entra la artillería en esta categoría? ¿Qué queda excluido?

Desde el principio he insistido en la finalidad defensiva de las entregas de armas a Ucrania. Es cierto que no existen límites claros entre armas defensivas y ofensivas, pero las distinciones más claras son de dos tipos: una se refiere a toda la gama de armas “anti” -antiaéreas, antitanque, antimisiles- que son defensivas por definición. Yo apoyo plenamente la entrega de este tipo de armas.

La otra distinción se refiere al alcance de las armas. No apoyo que la OTAN suministre a Ucrania armas con un alcance que permita a sus fuerzas armadas golpear profundamente en territorio ruso. No porque esto fuera injusto: en realidad, Ucrania tiene pleno derecho moral a golpear a Rusia en lo más profundo del territorio ruso, ya que Rusia está golpeando ampliamente el territorio ucraniano y comete así, descaradamente, crímenes de guerra al destruir deliberadamente la infraestructura civil de Ucrania. Es evidente que Moscú pretende sumir a la población ucraniana en el frío y la oscuridad y en otros trastornos mortales para obligarla a rendirse. Los recientes ataques ucranianos en Rusia con viejos drones reconvertidos son tanto más que legítimos en la medida en que no iban dirigidos contra civiles sino contra bases militares desde las que despegan los aviones que bombardean Ucrania.

Pero no apoyaría que la OTAN le entregara a Ucrania aviones y misiles de largo alcance, en lugar de limitarse a armas antimisiles y antiaéreas. Tampoco apoyaría que la OTAN impusiera una zona de exclusión aérea sobre Ucrania. Tales medidas supondrían una peligrosa escalada de la implicación de la OTAN en esta guerra, y ningún territorio del planeta merece la pena de correr el riesgo de una gran guerra mundial y un enfrentamiento nuclear.

Observemos que incluso Washington desea evitar esta escalada cualitativa, y por ello se ha abstenido de entregar armas de largo alcance a Ucrania. Los que culpan a Washington por ello y exigen que no se limite el tipo de armas entregadas se encuentran principalmente entre los ultranacionalistas ucranianos y en los países vecinos donde el resentimiento antirruso es mayor por razones históricas.

A esto se añaden los belicistas del lado de la OTAN, la cara opuesta de los del lado ruso. Un ejemplo es el antiguo Comandante Supremo Aliado de la OTAN, el general retirado estadounidense Philip Breedlove, que ha pedido desde el principio la implicación directa de la OTAN en la guerra y el establecimiento de una zona de exclusión aérea sobre Ucrania. Este general Breedlove me recuerda mucho al Dr. Strangelove [de la película de Kubrick, ndt]. Es totalmente irresponsable.

En tu artículo del 30 de noviembre, criticabas no sólo a los que piden un alto el fuego incondicional, sino también a los que "sitúan las exigencias para la paz demasiado altas". ¿Puedes describir este punto de vista y explicar cuál es el problema?

Me refería a declaraciones del estilo de las que ni siquiera mencionan un alto el fuego y sus condiciones, mientras afirman que no puede haber paz sin una retirada total de las tropas rusas de todos los territorios ocupados desde 2014, Crimea incluida. Esto equivale a un llamamiento a una guerra total contra Rusia, que no puede librarse, y mucho menos ganarse, sin un grado mucho mayor de compromiso, tanto militar como económico, por parte de la OTAN. Hay tres grandes problemas con estas posturas.

La primera, y más obvia, es que lo que se defiende no cuenta con el respaldo de la mayoría de los Estados occidentales, incluidos los más poderosos, ni de las mayorías de la opinión pública de esos Estados. Los defensores de esa posición tendrían que hacer campaña con gente como el general Breedlove/Dr. Strangelove a favor de un salto cualitativo en el compromiso de la OTAN, lo que constituye una posición belicista, sean cuales sean los principios legítimos que invoque. El camino al infierno, como sabemos, está empedrado de buenas intenciones.

El segundo problema es que, al establecer condiciones maximalistas para la paz, sin mencionar siquiera el alto el fuego, esa posición le hace el juego a la posición contraria que mencioné en respuesta a tu primera pregunta. Sus partidarios corren el riesgo de aparecer ante la opinión pública como belicistas irresponsables en la línea de los ultranacionalistas ucranianos, mientras que la posición contraria aparecería como la única preocupada por salvar vidas humanas, ya que sería la única en pedir un alto el fuego, aunque el alto el fuego que pida sea de hecho similar al alto el fuego anexionista exigido por Putin.

El tercer problema es que, como progresistas antibelicistas, o internacionalistas, creemos que cuando existen disputas legítimas sobre el estatuto de un territorio, la cuestión debe decidirse democráticamente mediante la verdadera “libre expresión de la voluntad del pueblo”, no mediante una farsa escenificada bajo la ocupación de los invasores. Así que, por supuesto, los “referendos” celebrados bajo control ruso en Crimea y partes de Dombás en 2014 y 2022 no tienen ninguna validez moral ni jurídica, por no hablar de los celebrados también este año en partes de las provincias de Kherson y Zaporizhia.

Sin embargo, desde una perspectiva internacionalista, me parece evidente que existen cuestiones legítimas sobre el estatuto de Crimea e incluso de partes del Dombás identificadas por el acuerdo Minsk II de 2015. Estoy en contra de cualquier “solución” a estos problemas mediante la guerra, y a favor de una solución democrática pacífica basada en el derecho de los pueblos a la autodeterminación. La voluntad que debe expresarse es la de la población original de estos territorios tal y como estaban compuestos antes del cambio forzoso de su estatuto, es decir, antes de 2014.

Sobre esta base he definido lo que considero que es el tipo de posición que los internacionalistas antibelicistas deben adoptar sobre la cuestión del alto el fuego y las negociaciones de paz. Estos son, de nuevo, los tres puntos que he propuesto para una plataforma democrática contra la guerra:

1- Alto el fuego con retirada de las tropas rusas a sus posiciones del 23 de febrero de 2022.

2- Reafirmación del principio de inadmisibilidad de la obtención de territorio por la fuerza.

3- Negociaciones bajo tutela de la ONU para una solución pacífica duradera basada en el derecho de los pueblos a la autodeterminación: despliegue de cascos azules en todos los territorios en disputa, tanto en Dombás como en Crimea, y organización por parte de la ONU de referendos libres y democráticos que incluyan el voto de los refugiados y desplazados originarios de estos territorios.

Habría que malinterpretar gravemente la situación real para ver en ello una marcha atrás en mi posición contra la invasión, si no una traición a la causa ucraniana. El hecho es que poner como condición para un alto el fuego la retirada de las tropas rusas a sus posiciones del 23 de febrero es ya un nivel de exigencia muy alto. Porque, como expliqué en mi texto, esto ya requiere una amplificación importante de la contraofensiva ucraniana, con un apoyo significativamente mayor de los países de la OTAN, así como un aumento de la presión económica que ejercen sobre Rusia.

Sin embargo, ésta es la única condición aceptable para un alto el fuego en una perspectiva que rechace la obtención de territorio por la fuerza. Sólo la parte ucraniana tiene derecho a aceptar un alto el fuego por debajo de esas exigencias, si las condiciones de facto le empujan a ello. En cuanto a hacer la guerra hasta reconquistar todo el Donbass y Crimea, bueno, si Ucrania hubiera lanzado una ofensiva de ese tipo antes de la invasión rusa del 24 de febrero, sin duda la habría considerado un aventurerismo nacionalista irresponsable, por muy legítima que fuera. Es por esta misma razón por la que no apoyo el llamamiento para que la guerra continúe hasta que todos estos territorios hayan sido recuperados por Ucrania.

Tu tercer punto se basa en las Naciones Unidas. Pero dado el poder de veto de Rusia en el Consejo de Seguridad, ¿en realidad, esto no le permitiría a Moscú imponer su voluntad en las zonas en disputa?

Permíteme preguntarte primero: ¿qué alternativa a la ONU existe para supervisar una resolución pacífica y democrática del conflicto? ¿Podría ser la OTAN esa alternativa? Formular la pregunta es ya dar la respuesta. En cuanto al llamado formato de Normandía (Alemania, Francia, Rusia y Ucrania), ha fracasado irremediablemente.

A menos que el régimen de Putin se derrumbe y cambie radicalmente la situación, la única forma de conseguir que Rusia respete los términos de un acuerdo pacífico es que lo trate la ONU, donde se requeriría la aprobación de la propia Rusia, así como de China. Por supuesto, Rusia sólo aceptará un acuerdo de este tipo si se ve obligada a ello por la situación militar en el terreno y por su situación económica. Pero el hecho de objetar que pasar por la ONU le daría a Moscú un derecho de veto equivale a decir que se le podría imponer a Rusia un acuerdo en contra de su voluntad. Esto nos llevaría de nuevo al escenario catastrofista de los belicistas.

Hay que ver la cuestión desde otro ángulo: un acuerdo controlado por la ONU que implica un acuerdo entre las principales potencias de la OTAN, por un lado, Rusia, por otro, y China. Está claro que no puede haber una solución pacífica que ponga fin a la guerra sin un acuerdo de este tipo. El despliegue de tropas de la ONU en los territorios en disputa es la única forma de lograr auténticos referendos de autodeterminación organizados por un organismo con mandato de la ONU.

Lo ideal sería lograr una retirada simultánea de las tropas rusas, pero esta opción seguiría siendo válida incluso si resultara imposible lograr tal retirada antes del proceso de autodeterminación y si estas tropas tuvieran que permanecer hasta su finalización, siempre y cuando estuvieran confinadas en sus bases y cuarteles. Sólo una solución de este tipo puede sustentarse en la legalidad internacional respaldada por el consenso de las grandes potencias. Difícilmente puedo imaginar otro escenario para una solución pacífica y democrática.

En tu artículo del 30 de noviembre, afirmas que el movimiento antibelicista debe intentar presionar a China para que contribuya a una conclusión satisfactoria de la guerra. ¿Cómo podría ejercerse esa presión y por qué crees que China podría desempeñar ese papel?

El camino más corto, y el menos costoso en términos de vidas y destrucción, hacia un alto el fuego en las condiciones descritas anteriormente es que las potencias de la OTAN consigan que China añada su presión “amistosa” a la presión militar y económica sobre Moscú. Berlín y París han hecho intentos en este sentido, pero el obstáculo es la actitud provocadora de Washington hacia Pekín, que Donald Trump llevó al extremo y que Joe Biden mantiene.

China está claramente descontenta con la guerra actual, que va en contra de sus intereses económicos y ya ha reforzado en gran medida el Occidente geopolítico que EEUU intenta construir contra Pekín y su “amistad sin restricciones” con Moscú. Esto significa que China puede darse cuenta de que Putin no le hace ningún favor a su oposición conjunta al “hegemonismo” estadounidense y que si se le permite continuar con su invasión mal ejecutada sólo conseguirá agravar los daños. Además, el silencio de Pekín sobre esta invasión contradice totalmente su proclamado compromiso con el derecho internacional y los principios de soberanía e integridad de los Estados.

Todos los documentos chinos de política exterior hacen hincapié en el papel central que debe desempeñar la ONU en la política mundial, sin embargo, hasta ahora China no ha hecho ningún esfuerzo en la ONU para conseguir que ésta desempeñe un papel clave en el fin de la guerra, que es el objetivo principal para el que se concibió la ONU. En lugar de ello, Pekín se ha refugiado en la abstención ante la amenaza más grave para la paz mundial de la historia reciente, una actitud que sin duda no es digna de la segunda potencia más fuerte del mundo.

En este contexto, creo que el movimiento contra la guerra debería presionar no sólo a Moscú y Washington, como lo está haciendo, o más exactamente como lo están haciendo diferentes partes del mismo sobre una u otra de estas dos capitales, sino también a Pekín, que tiene gran parte de la responsabilidad en la continuación de la guerra por su decisión de no actuar para detenerla. El movimiento antiguerra debería darse cuenta de que también China, y cada vez más, es una de las potencias mundiales responsables del estado actual del mundo.

 

*Gilbert Achcar, es profesor de Estudios de Desarrollo y Relaciones Internacionales en SOAS, Universidad de Londres.

Entrevista publicada originalmente en New Politics, 10-12-2022. Traducción de Correspondencia de Prensa.

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