25/04/2024

Reflexiones sobre Podemos tras el 24M. Luces y sombras

Por

Jesús Jaén

Tras las elecciones del 24 de mayo y a punto de cumplirse un año y medio de la formación de Podemos, se pueden empezar a sacar algunas conclusiones sobre la importancia del proyecto, así como también sobre los aciertos y los errores que se hayan podido cometer.

Luces

En las recientes elecciones del 24M, Podemos se presentó solamente a las elecciones autonómicas obteniendo una media del 14% de los votos, es decir, un punto por debajo del resultado de las elecciones andaluzas donde la candidatura encabezada por Teresa Rodríguez alcanzó el 15%. Pero es importante destacar que en algunas autonomías como Aragón (20,5%), Asturies (19%) o Madrid (18,6%), se superó ligeramente esos resultados. En el terreno municipal, Podemos apoyó y participó en candidaturas de unidad popular, logrando éxitos importantes como Barcelona, Madrid o Cádiz.

Como se recordará, el despegue de Podemos se inició en las elecciones al parlamento europeo en marzo del 2014 donde se obtuvieron cinco europarlamentarios y un porcentaje del 8%. A partir de ese momento comenzó un auténtico fenómeno político y social que ha influido y cambiado la realidad política del país. El impacto no se ha limitado al Estado español sino que se ha convertido, junto a Syriza, en el fenómeno político más importante de los últimos tiempos.

Las causas y motivos han sido suficientemente señalados por periodistas o analistas. Podemos es hijo o hija de dos grandes acontecimientos nacionales y globales: por un lado, la recesión económica y el impacto sobre las clases trabajadoras y populares; por otro, el surgimiento del movimiento 15M que puso en marcha una poderosa onda expansiva de la que se nutrieron las Mareas, los movimientos anti-desahucios, las luchas sociales y, políticamente, Podemos. Eso explica que en unos pocos meses Podemos se convirtiera en un gran movimiento de inscritos, afiliados y una gran organización con Círculos en todo el país.

Pero no pensemos que el nacimiento de Podemos fue algo espontáneo. Por el contrario, intervinieron personas y colectivos que hicieron posible que el 17 de enero del 2014, en el barrio de Lavapiés, se formara Podemos con el protagonismo de una generación política joven, que no estaba en la Transición, y que pertenecía a colectivos sociales y políticos como la Tuerca o Izquierda Anticapitalista.

Las luces durante este año y medio han sido muy potentes. Han cambiado el panorama político y han alumbrado una nueva generación de activistas que han dado el salto de la lucha social a la lucha política o, incluso, a las mismas instituciones tras la entrada masiva en las elecciones autonómicas y municipales. Podemos y el 15M han sido los dos acontecimientos más trascendentales de los últimos treinta y cinco años.

 

Sombras 

El éxito de los primeros meses fue dando paso a la exposición de intenciones por parte de los dirigentes del Podemos. Tras las elecciones europeas del año 2014, se hicieron explícitos algunos proyectos que, en teoría, se contradecían bastante con los orígenes. Las encuestas empezaban a dibujar unos escenarios increíbles (en algunas de ellas Podemos superaba electoralmente a PSOE y PP).

Se lanza así un proyecto de partido que culminaría en la asamblea estatal que se conoce como la “Asamblea de Vista Alegre”. Fue una especie de congreso fundacional donde el peso del debate no fue político, sino, esencialmente, sobre el modelo del nuevo partido. Los dirigentes de Podemos dotaban al partido de una estructura jerarquizada y vertical donde los círculos de base -que hasta ese momento eran los protagonistas de la vida interna- quedaban relegados en favor de unos consejos ciudadanos o secretarías generales. El centro de gravedad del poder se quedaba, básicamente, en manos de un equipo de cinco personas: Pablo Iglesias, Iñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y Luis Alegre.

Pero lo peor no era la teórica estructura organizativa, sino que, además, su puesta en marcha se basaba en un sistema plebiscitario (lejos del asamblearismo) donde las minorías quedaban sometidas y relegadas por un modelo de primarias no proporcional. En realidad la democracia de base quedaba reducida a un simulacro.

El alcance de esta reforma iba mucho más allá de la mera concepción democrática interna. Suponía dos cosas muy importantes. La primera, el control de un aparato político sobre toda la vida general de Podemos (discursos, puesta en escena, medios de comunicación, decisiones importantes, elaboraciones programáticas, etc); y la segunda, introducir una contra-cultura política ajena a las recientes experiencias como el 15M, las Mareas o incluso a cierta tradición política de una izquierda social del Estado español que considera la pluralidad y la autoorganización como una parte indisociable al proyecto.

Curiosamente pareciera que el hijo/a (Podemos) intentaba matar al padre/madre (15M) como parte de su proceso de autoconciencia. No hace falta recordar que este intento tuvo sus resistencias tanto internas como públicas en las figuras de Pablo Echenique, Teresa Rodríguez o Miguel Urbán, así como una gran cantidad de críticas por parte de activistas de izquierda o de los movimientos sociales. La sensación de que Podemos se alejaba del proyecto inicial era cada vez más extendida. Un segundo elemento de esta regresión en Podemos fue el giro hacia una moderación programática y fundamentalmente el intento de reconciliación con los principales grupos empresariales del país o instituciones como la Monarquía. Pablo Iglesias o Iñigo Errejón querían ofrecer una imagen de un partido moderado, tranquilo, que busca la centralidad (es decir el centro político), con un discurso de responsabilidad y tratando de atraer al electorado más conservador, de rentas más altas y con constantes llamamientos a empresarios y emprendedores. Del mensaje antisistema de la casta y del fin del régimen del 78, se había pasado (en unos meses) al de “somos como la socialdemocracia de los países nórdicos” (un buen ejemplo de esta orientación es el artículo que ha publicado Pablo Iglesias en la prestigiosa revista New Left Review y que circula entre los círculos empresariales de la City londinense).

Este giro ha supuesto también un alejamiento de sectores de izquierda que abandonaban sus preferencias por Podemos y volvían a refugiarse en el escepticismo político. ¿Qué rentabilidad electoral ha podido sacar Podemos con este giro político? En nuestra opinión poco o nada. Por un lado los sectores más conservadores prefieren opciones más legitimamente conservadoras como Ciudadanos, antes que a Podemos; por otro, si algo estaba claro y lo sigue estando aún, es que Podemos aparece como un partido de izquierda o extrema izquierda ante la opinión pública y que sus votantes son fundamentalmente las clases populares, parados, asalariados cualificados, profesionales progresistas, jóvenes y, como era de esperar, mayoritariamente en los núcleos urbanos. ¿Coinciden estos datos con la llamada “centralidad del tablero”? Seguramente no. Estos son los datos de una fuerza política de izquierdas (no necesariamente antisistema) en las sociedades del siglo XXI.

Los éxitos han sido importantísimos pero los errores han empezado a pesar mucho. Uno de ellos, aparte de los señalados anteriormente, fue el famoso caso Monedero. Independientemente de los elementos controvertidos que tiene un tipo de actuación como la de él, lo peor de todo ha sido la respuesta justificativa que fueron dando en las cadenas de televisión los dirigentes de Podemos y que tuvo un efecto demoledor. La gran oportunidad que estaban esperando los medios de comunicación se sirvió en bandeja de plata. El desgaste político que el caso Monedero ha causado a Podemos es terrible y particularmente entre numerosos votantes que se habían acercado por los sucesivos casos de corrupción política.

Disyuntivas

Podemos se encuentra hoy en un cruce de caminos. Ha perdido la frescura de los primeros meses pero su potencial electoral sigue siendo enorme. A su favor juega la crisis económica, la corrupción y el desgaste del PP y PSOE. Pero si el planteamiento de sus dirigentes es ganar las elecciones, se necesita una estrategia política que no se limite a ver pasar por delante de tu puerta el cadáver del enemigo.

Principalmente porque no juegas solo sino en un partido a cuatro bandas. Está claro, por ejemplo, que el PSOE está haciendo un esfuerzo por aparecer como el abanderado del cambio y del giro a la izquierda. Pedro Sánchez y Susana Díaz han rivalizado con Podemos para dar una imagen de izquierdas, antiausteridad y en defensa de los servicios públicos.

En un reciente artículo de Isaac Rosa decía -haciendo balance de las elecciones- “Sí se puede, pero solos no Podemos”. Esa es la madre del cordero. Actualmente todo parece indicar que Podemos está situado en una banda del 15%, aproximadamente 3,5 millones de votos (aunque algunas encuestas recientes le dan el 21% lo que podría suponer entre 4,5 y 5 millones). Esto quiere decir que se tiende a una mayor igualdad con el PSOE. Sin embargo la encrucijada en la que se encuentra Podemos es que para avanzar es necesario hacerlo a costa de dos formaciones políticas de izquierdas, una es IU y la otra el PSOE. Por la derecha poco o muy poco puede rascar Podemos teniendo en frente al PP y Ciudadanos. Por lo tanto hay que escoger el camino de la izquierda y ese campo sociológico está compuesto esencialmente por clases trabajadoras, populares, desempleados, y clases medias bajas depauperizadas por los efectos de la recesión.

Es algo sobre lo que tendrán que pensar los dirigentes de Podemos. ¿Será necesaria una confluencia de diferentes sectores de la izquierda política y movimientos sociales? Julio Anguita ha formulado una propuesta interesante sobre la que se puede empezar a debatir: tomar como referencia para las elecciones generales el conglomerado de colectivos, organizaciones y personas que participaron en las Marchas de la Dignidad. ¿Podemos podría ocupar una centralidad política en ese proceso sin plantearse opción exclusiva?

Por último veo necesario acabar con una reflexión sobre el mismo proyecto existencial de Podemos. El proceso que se inició en la Asamblea de Vista Alegre parece ya irreversible. Los círculos, como actores de peso, han pasado a la historia. Podemos se ha conformado como un partido que recuerda todo aquello que trataba de evitar (dirigentes y dirigidos) por más que se conserven aspectos menos relevantes (como por ejemplo las consultas o las primarias). ¿Damos por cerrado ese proceso? Aún es pronto pero es posible que sí. Sin embargo aunque Podemos se haya convertido en un partido al uso, debería seguir manteniendo la pluralidad interna. Los dirigentes deberían alejarse de toda tentación monopolizadora de la libertad de expresión y opinión. Y comprender que en el fondo, Podemos somos todas y todos.

04/06/2015

Viento sur

 

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