18/04/2024

Portugal. En el primer aniversario de la "jeringoza"

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¿Hace falta una alternativa de lucha?
 
Por Antonio Louça
 
En el Portugal de 2016, la pregunta no es meramente retórica. La "jeringoza"1 sobrevivió a su primer año, y la izquierda institucional puede atribuirse algunos éxitos con la fórmula hallada. ¿Para qué buscar otro camino?
Existe, sin duda, un sensible cambio en el ambiente político del país. Allí donde, hace dos años, todos los días nos preguntábamos que otra cosa inventaría el Gobierno Passos-Portas para robar al pueblo al día siguiente, y que otra inventaría luego para engordar las grandes fortunas, hoy se pasó a discutir, al menos, plazos y ritmos para la recuperación del poder de compra.
 
Afloja la orgía austeritaria
 
Lo robado, robado está, y podemos admitir que la discusión sobre devoluciones es en gran medida hipócrita. Pero el vicio paga a la virtud ese tributo porque se llegó a un punto de saturación y fue nuevamente necesario fingir que el Estado tiene funciones reguladoras.
Una vez más se finge que el contrato social prevalece sobre la lucha de clases -a la que, últimamente, veíamos en la versión de rapiña insaciable de los ricos. Y se retoma un discurso de "preocupaciones sociales" y de "protección a los más débiles", entre otros eufemismos. Al discurso de las "preocupaciones sociales" se agrega también el que postula las virtudes económicas de una cierta reanimación de la demanda interna.
Paralelamente, el Gobierno cuestiona algunos fundamentos de las privatizaciones más escandalosas, como es el caso sobre todo de la TAP [línea aérea de bandera], y se pone freno a la voracidad demasiado exagerada de los varios candidatos a la privatización de la Caja General de Depósitos.
Más aún: la "jeringoza" sale favorecida no sólo si se lo compara con el Gobierno Passos-Portas. Gana también por puntos cuando se lo compra con otras experiencias europeas. En tanto que la fórmula portuguesa sobrevivió a su primer año, otras tentativas de plantar ante Bruselas una alternativa al fundamentalismo austeritario fracasaron o están al borde del fracaso.
En Grecia, el gobierno de Syriza apostó a convencer a la Comisión Europea y apostó a la viabilidad un acuerdo en que todos quedasen satisfechos. Olvidó la lucha de clases y, cuando ésta le cayó sobre la cabeza bajo la forma de un ultimátum del enemigo, capituló. Hoy, manda a la policía a dispersar jubilados y ancianos a los bastonazos y con gases lacrimógenos.
En España, Podemos apostó a obtener una votación que lo ubicara como segundo partido más fuerte en el parlamento. Y apostó a que, con ese triunfo, repetiría en versión mejorada la fórmula de la "jeringoza": ellos en el gobierno, con el PSOE a la rastra. Falló en el cálculo electoral y falló en la solución de recambio que podría haber sido un Gobierno de Pedro Sánchez.
En el momento en que Victor Orbán modifica autoritariamente la constitución húngara, Marine Le Pen aparece como seria candidata a la presidencia de Francia y Boris Johnson administra la victoria xenófova del "Brexsit", en el momento también en el que Syriza traicionó y Podemos perdió un importante primer round, queda pese a todo en pie la modesta alianza parlamentaria portuguesa, a la que Portas, echando espuma por la boca, con furia y desprecio, había clasificado como "jeringoza".
 
¿Aritmética parlamentaria o lucha de clases
 
El cambio del ambiente político no es mérito del PS. Había sido un gobierno del PS, liderado por José Sócrates, el que abrió las puertas a la orgía austeritaria de Passos-Portas. Si fuese por su voluntad, Costa retomaría el curso del compatriota socialista e imitaría desde el Gobierno la orientación de otros correligionarios europeos, como fue notoriamente el caso del PASOK, en Grecia.
En lo que de él depende, el gobierno del PS limitó drásticamente la restitución del poder de compra de asalariados y jubilados. El prometido aumento del salario mínimo sigue a cuenta gotas, una gota por año, y los aumentos de pensiones mínimas lindan con el ultraje.
A lo largo del año, otros episodios, tal como la designación de los administradores de la CGD o la impunidad política de los secretarios de Estado que viajan por cuenta de la GALP fueron revelando la naturaleza del Gobierno Costa. La manifestación de los viejos tics de prepotencia y aprovechamiento personal del PS solo está inhibida porque, esta vez, gobierna en minoría.
Si Costa no es, en esencia, muy diferente de Sócrates, y si el Gobierno Costa es por su naturaleza tan inclinado como el PASOK a seguir las órdenes de Bruselas, la explicación de la tregua muy relativa en la ofensiva austeritaria debe estar en otro lado. Hay quien la busca, precisamente, en la aritmética parlamentaria. El factor de contención representado por comunistas y bloquistas sería, según esta explicación, la clave para comprender que Costa mantuviese el rumbo a pesar de las presiones de Bruselas.
La teoría de las virtudes de la gobernación en minoría pretende incluso aclarar una notable paradoja: con las manos atadas por sus compromisos a la izquierda, Costa mantiene una gestión de gobierno más independiente de Bruselas que la de Syriza, que comenzó más a la izquierda pero capituló y tiró al piso todo su programa.
Lo que no explica esta teoría es porqué motivo el PS, después de haber hecho una campaña electoral de derecha, terminó aceptando hacer compromisos con la izquierda. En tanto partido de insospechada lealtad con la burguesía, el PS muy bien pudo haber rechazado la vía de la negociación con el BE y el PCP, tal como el PSOE la rechazó con Podemos. Claro que después tendría el dilema de abstenerse o de votar en contra de una nueva edición del Gobierno Passos-Portas. Pero podemos suponer que Costa, con su reconocida versatilidad política, hubiera entendido más rápido que Sánchez que cerrar una puerta a la izquierda implicaba abrirla a la derecha. Y no perdería, para sacar conclusiones, tanto tiempo como su correligionario español.
Ahora bien, fue precisamente su lealtad para con la burguesía la que llevó al PS, en circunstancias diferentes, a optar por una vía diferente a la del PSOE y abrir ese diálogo con la izquierda que el partido español rechazó. El PS había terminado de perder las elecciones contra una derecha odiada por muy buenos motivos. Entre el original y la copia que anunciaba el discurso de Costa, hubo más electores que votaron por el original. Y hubo más electores que emitieron un voto comunista y sobre todo bloquista, para expresar la voluntad de un auténtico viraje.
Ese resultado electoral fue un efecto diferido del gran susto que sacudió a la burguesía entre el 15 de septiembre de 2012 y el 3 de marzo de 2013. Que en el lapso de seis meses una pequeña capital como Lisboa fuese inundada por dos manifestaciones con 1 millón de personas, era una señal equívoca del abismo al que podía conducir la política austeritaria de Passos-Portas. En el 2015, los socialistas y la derecha pensaban que esa onda había pasado. Las elecciones vinieron a recordarles que no. La fórmula de la "jeringoza" fue entonces aceptada por la burguesía como medio profiláctico, para impedir nuevas explosiones que amenazarían con llevar a una auténtica primavera ibérica.
 
¿Hace falta una alternativa de lucha?
 
Volvemos pues a la pregunta inicial. Puede decirse que hace falta una alternativa al PS, pero que la izquierda parlamentaria ha mostrado capacidad para hacer cumplir los compromisos que negoció con él. Ocurre sin embargo que la profilaxis preventiva de nuevas explosiones dejará de tener peso en la política de Lisboa y Bruselas en el momento mismo que una prolongada desmovilización desacredite la amenaza de la calle.
Un ala izquierda de la "jeringoza" podrá instar al gobierno a restablecer el poder de compra de la clase trabajadora, aumentar salarios y pensiones, trabar la liquidación a precio de saldo del patrimonio público -en definitiva, oponerse a la conspiración entre Bruselas y Lisboa contra el pueblo. Pero el día en que el esfuerzo para ejercer esa presión haya pasado a depender sólo de la aritmética parlamentaria, el Gobierno Costa no dudará en acoplarse a las exigencias de Bruselas y convertirse en su más convicto paladín.
Cierto es que ni el BE ni el PCP pueden fabricar una ola de luchas. Tampoco un partido revolucionario podría hacerlo. Pero las fuerzas parlamentarias podrían repetir incansablemente que el factor decisivo está fuera del parlamento y que la fuerza decisiva es la que se tiene en la lucha.
En cuanto al Presupuesto del Estado, el BE ya prácticamente señaló que reclama modificaciones que son negociables y que irá de todos modos a votarlo favorablemente. El PCP no anticipo el sentido de su voto, porque quiere mantener hasta el último instante un suspenso que ayude a conseguir del Gobierno algunas concesiones menores. Pero el Gobierno sabe perfectamente que puede contar con el voto favorable del PCP.
El gran problema no es tanto que el BE y el PCP hayan colaborado con el PS para torpedear la solución Passos-Portas, y tampoco lo es haber viabilizado al Gobierno Costa y seguir viabilizándolo con la aprobación anual del Presupuesto. El gran problema es que formulan una ecuación exclusivamente parlamentaria y que no agitan sus propuestas en la sociedad, haciendo de ellas el centro de la batalla agitativa que debería preceder a la aprobación del Presupuesto.
Pero para concluir, entremos por un instante en el terreno contrafáctico, lo que es imperdonable para la ciencia social e indispensable para la lucha política. Un movimiento de masas despertado para el debate presupuestario, participativo y activo, sería medio camino andado para que comenzara tomar cuerpo una alternativa política liberada de la obsesión parlamentaria. Si la derecha, con sus fantasías de regresar al poder, encontrase ahora enfrente suyo una alternativa de lucha, seguramente daría un golpe de riñón y se haría cargo de dar viabilidad al Gobierno Costa para impedirle negociar con la izquierda.
Así pues, luchar más y mejor, luchar donde debemos y con quién debemos hacerlo, no significa estar reabriendo el camino a la derecha.
 
Lisboa, 10 de octubre de 2016
 
Historiador, periodista, trabajador de la RTP. El artículo fue traducido del portugués por Aldo Casas.
 
1 Así se refieren los medios a una extraña combinación político-institucional: con la cobertura institucional de un Presidente de derecha, se constituyó un Gobierno del Partido Socialista que, sin tener mayoría parlamentaria, se sostiene en base al apoyo condicionado de los diputados del Bloque de Izquierda (Bloco de Esquerda, BE) y del Partido Comunista de Portugal (PCP).    

 

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