16/04/2024

Micropolíticas.

Los condenados de la tierra. Pedro Orce, un personaje de la última novela de José Saramago La balsa de piedra, percibía que la tierra temblaba ante sus pies. Sentía una especie de murmullo que le producía un suave cosquilleo en la planta de sus pies. Sólo Orce sentía ese murmullo mientras la Península Ibérica se iba lentamente desprendiendo de Europa, que a través de una grieta abierta a lo largo de los Pirineos se producía la separación del continente europeo de la península, transformándola en una gran isla flotante... Camino de una utopía nueva, decía Saramago.

 

Orce percibía el murmullo de lo real, del desprendimiento peninsular. Lo micropolítico es la expresión de un suave murmullo, a veces imperceptible, que los condenados de la tierra, los excluidos del mundo comienzan a expresar. Algunos no lo perciben. Son los que escuchan sólo los ruidos de los medios que nos intentan ensordecer todos los días. Es un problema clínico de auscultación. Son las voces nuevas que, con otras tácticas, se contagian por todos los continentes expresando sus balbuceos en sus diferentes singularidades. Pero el murmullo existe y hay que saber percibirlo. Se expresa a veces como murmullos inaudibles de los condenados, que quieren sólo recuperar la potencia de su dignidad humana en nuevas formas de expresión. Ninguna protesta se parece a la otra. Cada una expresa su propia diferencia y singularidad.
Los nuevos movimientos micropolíticos alertan al mundo. No hacen revoluciones. Despiertan conciencia y la recuperación de las voces acalladas de la protesta. Nuevas formas de insurrección se estarán gestando en este momento. Por los bordes. Por fuera de lo previsible. “Se puede”, parecen insinuar. Todavía se puede. Cuerpos juntos otra vez. Potencia de acción. Nuevas formas de individuación civil y un gran alerta que se avecina.
A veces los movimientos insurreccionales son demasiado rápidos y se adelantan a los mismos aparatos represivos, como ocurrió en Seattle.
 
 
La micropolítica es un descentramiento de lo que ya está indagado y estudiado, de lo que constituye la macropolítica: el Estado – el problema de la lucha entre partidos –, la constitución orgánica de un partido político y lo intelectual orgánico, etc. Todo esto constituye lo macropolítico.
La micropolítica sale de allí – a través de líneas de fuga – inventando nuevos territorios sociales existenciales, abiertos a la comunidad rizomáticamente. Es aquello que no pueden capturar los sistemas de representación – que no puede capturar fácilmente el Estado. Tiene que ver con lo resistencial y lo incapturable. Se maneja siempre fuera de los sistemas de representación habituales. Es lo que Deleuze define como acontecimientos o devenir. Paradigmas de estos fenómenos micropolíticos fueron en sus comienzos el movimientos zapatista y el Movimiento de los Sin Tierra brasileños.
 
Antonio Negri le preguntó a Deleuze sobre el tema de los devenires micropolíticos: ¿qué política puede prolongar en la historia el esplendor del acontecimiento y de la subjetividad?
 
Lo que más nos falta es creer en el mundo. Perdemos el mundo y nos ha sido tomado. Creer en el mundo es también suscitar acontecimientos, producir nuevos sentidos y subjetividades – aún pequeños-- que escapen el control o hacer nuevos espacios tiempos, aunque sean de superficie y volúmen reducidos. Es a nivel de cada tentativa que son juzgadas la capacidad de resistencia o por el contrario la sumisión a un control. Son necesarios al mismo tiempo creación y pueblo.
 
Los límites impuestos a lo macropolítico darán lugar a estallidos sociales micropolíticos y también a la creación de nuevas máquinas represivas, cuyo último eslabón es el control social.
 
Peter Pal – filósofo brasileño -- nos relató el fenómeno de lo que ocurrió   en las calles de su país como expresión micropolítica resistencial e incapturable en los días previos a la caída de Collor.
Un desastroso llamamiento del presidente para que el pueblo saliese en su defensa con los colores verdes y amarillos, hizo que el negro se apoderase de las ciudades.
           
No sólo se estaba protestando contra Collor, se creó allí una dramaturgia política específica, un modelo inédito. Tal vez tenga que ver con el “teatro filosófico” de Foucault, cuando habla del modelo teatral de las ideas de Deleuze. Una coreografía particular, un ritual fuera de lo común, que hacía resonar la elegancia y el luto, la extravagancia y la morbidez, la máscara y el cuerpo, el teatro y la vida, los indígenas, las banderas brasileñas, el negro del alma. Una producción colectiva que en ningún momento yo vacilaría en calificar como estética, y cuya atmósfera era la de la improvisación del arte, del gesto intempestivo que inventa una nueva composición, con los colores, con los cuerpos, con la ciudad. Allí, durante esas pocas horas, en esa irrupción creativa, cada cual hizo de su cuerpo una obra de arte, un estandarte. Cada cual hizo de su rostro una superficie de inscripción para el lema “fuera Collor”, “fuera Collor”. Cada persona se transfiguró y asumió un estado negro, devenir indígena, devenir punk, devenir saltimbanqui, devenir mago, devenir noche. O sea, se creó allí un espacio tiempo inédito, pues nunca Brasil había asistido a aquello: un espacio tiempo con una resonancia inmemorial. Es ahí, en esos momentos intempestivos, que la suspensión de la continuidad temporal viene a interrumpir la mansa o conflictiva secuencia de los días y las noches. Es en esos instantes de pequeños desvíos que algo escapa a la historia y que perturba a la historia, altera a la historia. Claro, al día siguiente el Brasil ya no era el mismo. Después, el Supremo Tribunal Federal aprobaba el rito del juicio propuesto por la Cámara y el Congreso votó contra Collor. Las instituciones incorporaron y deglutieron rápidamente esta modificación. El acontecimiento recayó en la historia. Mientras tanto, por un instante, el acontecimiento estuvo por encima de la historia, alzado en un autoposicionamiento inmanente que extrapolaba en gran medida todo lo que podía explicar o situar. Gesta de los cuerpos embanderados en una taciturna alegría, arrojando la historia de los caminos, ejerciendo la práctica de la interrupción del tiempo, inventando una fiesta sin tiempos. Simplemente, dejó de vivir un día después del otro. Un buen ejemplo del intempestivo de Nietzche.
 
Se ordenaban nuevas formas y velocidades que se gestaban en pleno proceso de violencia. Fenómenos de nuevos devenires sociales, que no se pueden explicar en la intensidad de su despliegue sólo por las causas que parecen motivarlo. La historia puede explicar el porvenir. Pero no el devenir. El devenir estalla con sus nuevos órdenes. Lo que angustia a los dirigentes es la velocidad y el contagio de sus producciones. Nada teme más la dirigencia que la velocidad de los acontecimientos. Nadie puede creer lo que está viendo. La velocidad en la intensidad de las imágenes del estallido produce temor. Es el terror que produce el cuerpo del que ya no tiene nada que perder. Este cuerpo es veloz, intenso y contagioso. Cada vez que no entendemos la producción de los nuevos órdenes de los acontecimientos, apelamos a la palabra caos. Nuevas producciones de máquinas sociales. Se produce un motín en una cárcel y se irradia el contagio a varias cárceles simultáneamente. La energía del pueblo yace intacta. El cuerpo social en pleno movimiento y las voces que, como coro griego, gestan un nuevo discurso inédito.
En ese momento sólo se cree en la solidaridad y en el agenciamiento, que se produce en el cuerpo a cuerpo, que se gesta en pleno movimiento.
A la cotidiana violencia, a la cotidiana marginación, a la cotidiana corrupción, a la cotidiana soberbia, a la cotidiana ausencia de justicia, a la cotidiana inmoralidad desplegada por la clase dirigente, surge el basta de la contraviolencia, en pleno estallido como acontecimiento puro.
Nuevas formas de justicia se están gestando en Latinoamérica, nuevas éticas del cuerpo social en movimiento. La represión también trabaja.
Santiago del Estero en 1993 fue una lección para no olvidar. El incendio se puede propagar.
 
También existe una micropolítica del fascismo tan bien estudiada por Wilhelm Reich en Alemania. Existió entre nosotros una micropolítica de la complicidad civil. Un gran sector de la clase media y alta, “la mayoría silenciosa” o la “masa gris astizforme”, producía una subjetividad de la complacencia. Lo interesante es que muchos de ellos ni siquiera apoyaban al gobierno militar. Funcionaban sin embargo como un gran colchón social acrítico. Insisto en el sector de la población que funcionó como masa acrítica, porque fue ese sector -precisamente- el que facilitó, a veces sin saberlo, que un país del horror tuviera la contrapartida de un país supuestamente feliz. Esa indiferencia que se extendía micropolíticamente entre los cuerpos acríticos y complacientes fue la que permitió que las Fuerzas Armadas pudieran cometer los crímenes aberrantes con tan alto nivel de impunidad. No existe Terrorismo de Estado sin complicidad civil. Hace años tuve la ocasión de asistir a la proyección de una película realizada por un joven cineasta alemán donde se abordaba la temática familiar durante el nazismo y donde se mostraba el entretejido micropolítico familiar durante el nazismo. El entretejido hitleriano de los vínculos familiares. Según me informaron, esa película fue prohibida en Alemania occidental. Tal era el patetismo de los lazos familiares hitlerianos en la Alemania nazi (Goldhagen. Los verdugos voluntarios de Hitler).
La complicidad civil como fábrica familiar, en un entretejido que atravesaba los cuerpos de los miembros de la familia. Cada uno vigilando al otro. La SS casera. Micropolítica en el fascismo. Micropolítica de nuestra complicidad civil durante la dictadura militar.
En relación a la política impuesta por el FMI a los gobiernos latinoamericanos, que produce aumento del desempleo, ajuste, precarización laboral y el efecto de la “exclusión” que sufre como consecuencia un gran sector de la población latinoamericana, es casi natural esperar que se produzcan movimientos sociales micropolíticos que expresen la resistencia civil a este sistema. Su necesidad de convertirse en sujetos activos de la historia a los que, con la exclusión, se intenta hacer “desaparecer”.
De lo que intentamos hablar es de la singularidad específica de este tipo de acontecimientos, de la dignidad de su aparición.
 
Se podría analizar también, en sus pormenores, la noción fuertemente polisémica de “mundialización”, que tiene por efecto si no por función ahogar en el ecumenismo cultural o el fatalismo economista los efectos del imperialismo y hacer aparecer una relación de fuerza transnacional como una necesidad natural (...) El remodelamiento de las relaciones sociales y de las prácticas culturales de las sociedades avanzadas conforme al patrón norteamericano fundado en la pauperización del Estado –la mercantilización de los bienes públicos y la generalización de la inseguridad social– es aceptado hoy con resignación como el desenlace obligado de las evoluciones nacionales.
 
Se interioriza la mundialización (globalización) –imperialismo, según Petras- como obvio natural y normal. (Bourdieu, Intelectuales política y poder.)
El obispo ecuatoriano Raúl López señala que no hace mucho tiempo existían avisos en los periódicos de Ecuador ofreciendo en venta campos con un número determinado de indios adentro – como si fueran ovejas o caballos. (The Guardian, Londres.)
 
En algunos lugares del mundo el nivel de los excluidos lleva a la animalización del ser humano. Los niños de algunos países tercermundistas, por sus grandes carencias alimentarias, parecen más cerca de lo animal que lo humano. ¡Y nosotros lo vemos por TV!
 
Una insurrección civil de extraordinaria magnitud ocurrida en Seattle (EE.UU.) impidió que la Organización Mundial de Comercio inaugurara la importante conferencia bautizada como Ronda del Milenio. Trabajadores, decenas de miles de jóvenes, campesinos y familias se unieron para rechazar la Ronda de la elite financiera del mundo globalizado. reunida en esa ciudad norteamericana de 500.000 habitantes.
Cincuenta mil personas desfilaron manifestando su repudio a la OMC. Los activistas se adelantaron al aparato represivo. Invento imaginativo. La policía llegando tarde. “La agricultura es cultura, no sólo negocio”; “Codicia más ignorancia es igual a OMC” eran algunas de las pancartas que portaban los manifestantes. Las velocidades y contagios en la multitud tomaron de sorpresa a las fuerzas gubernamentales. Independientemente de la complejidad de su constitución, el fenómeno Seattle se inscribe dentro de los nuevos movimientos civiles que se oponen a la globalización despiadada del capitalismo. “Nunca una reunión de esta magnitud –la cita del comercio mundial más grande de la historia– había sido perturbada por protestas”. En Londres también se produjeron enfrentamientos contra la conferencia. “La privatización mata” era una de las pancartas que exhibían un millar de manifestantes por las calles londinenses. Micropolítica pura. Nuevas formas de insurrección insospechadas. Por los bordes. La velocidad de los manifestantes norteamericanos desconcertó a las fuerzas represivas. Es imposible no resaltar la importancia del fenómeno Seattle: como fenómeno de formación de subjetividad.
Que se entienda: los movimientos civiles micropolíticos de resistencia no buscan hacer la revolución – pero logran “revolucionar” las cabezas adormecidas. Logran volver a creer en la “potencia de actuar” de este tipo de acontecimientos. La macropolítica nunca logra capturar del todo este tipo de movimientos civiles insurreccionales. Porque los “acontecimientos” fluyen por contagio. Son velocícimos. Estimulan la esperanza y la fuerza de la magnitud de las protestas civiles. Devuelven la “humanidad” perdida. Seattle representa el grito ahogado de quienes han perdido la palabra. Aquellos que parecen apresados por el desaliento.
“No quiero terminar sin llamar a apoyar a todos estos movimientos, o sea las FARC, el MST, los zapatistas, en esta gran lucha antiimperialista y anticapitalista que tiene posibilidades de ganar”. La esperanza de un luchador infatigable como Petras contagia alegría, pasión, admiración y respeto por las formas insurreccionales “sociales” a inventar que construyen en Latinoamérica la utopía de un nuevo modelo de socialismo. Por fuera de los partidos políticos tradicionales de izquierda. El nuevo socialismo será alegre o no será.
Hace pocos meses almorcé con Petras en Buenos Aires donde trató el tema del MST y surgieron nuestras pequeñas diferencias respecto a Chávez o al acontecimiento venezolano.
En cuanto a la concentración de ingresos en Estados Unidos. Hace 20 años –dice Petras– un Chief Executive Officer ganaba 80 veces más que un obrero. Hoy gana 430 veces más. Los trabajadores norteamericanos trabajan 2.000 horas por año, un 20% más que hace 20 años. Hay 55 millones de norteamericanos sin ninguna cobertura de salud, ni privada ni pública, y existe una prosperidad visible de un 30% de la población.
Veamos los puntos fundamentales, según Petras, del MST brasileño:
 
Movimiento social con enormes capacidades, opera en todos los estados de Brasil, con una fuerza importante en 24 estados (240.000 familias. Más de un millón de trabajadores rurales cooperativistas en el país)...
... que muestra, no teóricamente sino en la práctica, que la ofensiva neoliberal puede ser derrotada.
... tienen su propia dinámica, su propia inserción y su propia singularidad de concienciar la explotación y la necesidad de organizarse en la lucha de las expropiaciones de tierras.
... la influencia que tuvieron las bases de la Iglesia Católica de Brasil en su formación (muy pocos conocen esta afirmación).
... la importancia fundamental de la educación en el movimiento del MST. Escuelas de meses de educación política, historia, concepciones sobre el problema agrario, marxismo, el problema del imperialismo, etc.
... sus redes de solidaridad y extensión.
... la singularidad de la ética. No ética de proclamas. Sino del “cómo” vives.
... la ausencia de líderes carismáticos y existencia del liderazgo colectivo. Ocupar, resistir y producir.
... la existencia de dos luchas, una la expropiación de las tierras y la otra la presión ejercida al gobierno para que cumpla financiar la expropiación (basada en una cláusula de la Constitución de 1988).
... no excluyen la lucha electoral –pero los ritmos electorales no influyen en el ritmo de las expropiaciones.
... descripción de la relación con los partidos políticos –pero sin perder nunca la singularidad y ritmo del propio movimiento. La necesidad de adquirir un poder político para enfrentar la estructura jurídica vinculada con el sector latifundista.
 
También Petras se refiere a las luchas en Ecuador, México, el movimiento zapatista y su mística como creación revolucionaria, como ejemplo de este siglo. Colombia y las FARC.
 
Cada día, 30.500 niños y niñas menores de cinco años mueren en el mundo por causas evitables, mientras que 8.500 chicos y jóvenes se contagian el VIH, según reveló el informe titulado Estado Mundial de la Infancia 2000, presentado ayer en la Argentina por Unicef. De acuerdo con el documento, en 1998 el sida se cobró las vidas de 510.000 niños menores de 15 años y se estima que hay 1,2 millón comprendidos en esas edades que viven con el virus. El número de niños huérfanos a causa del sida es de cerca de 13 millones. Por otra parte, cada año fallecen 585.000 mujeres debido a complicaciones en el embarazo y el parto que podrían haberse prevenido.
 
Una curiosidad: la Ruckus Society (fundada en 1998 en Berkeley, California) ofrece seminarios y entrenamiento para preparar a jóvenes para protestas por mejorar el desarrollo ambiental y grupos de derechos humanos han entrenado a cientos de activistas para actos de desobediencia civil. (The Guardian.)
 
Primer mundo.
La miseria en el mundo. Bourdieu.
 
En 1990 la ciudad de Chicago (EE.UU.) registraba 849 asesinatos por 100.000 habitantes, uno cada 28 horas. El 40% de las víctimas son menores de 21 años. La mayoría de las víctimas residen en los seis distritos policiales correspondientes a los barrios del cinturón negro. El 80% son de origen afroamericano. Loic Wacquant –del equipo del sociólogo francés Bourdieu– establece que recientes trabajos epidemiológicos sugieren que los varones negros jóvenes tienen una probabilidad de sufrir una muerte violenta que es superior a la de los soldados enviados al frente en el punto culminante de la guerra de Vietnam. La miseria aplastante de este enclave vaciado de toda actividad económica y del que El Estado –con excepción de sus componentes represivos– virtualmente se ha retirado, son algunas de las causas fundantes del deterioro social.
La escuela es la que mejor simboliza la pauperización del gheto. El sistema educativo de Chicago se convirtió en una especie de “reserva escolar” donde se deposita (esa es la palabra) a los niños del gheto: de familias negras y latinas (85 por ciento) que viven por debajo del umbral oficial de pobreza (el 70 por ciento).
Es de allí de donde surge el “hustler profesional” – término aparentemente intraducible que en un nivel aproximativo puede identificarse mediante las nociones de "rebusque, astucia, chanchullo, timo, ratería y robo mediante arrebato” en la comunidad.
Uno tiene que vivir y hacer vivir a los suyos, y debido a esta insuficiencia crónica de las entradas obtenidas con el trabajo y la poca o casi ninguna ayuda social, casi todos los residentes del gheto deben recurrir a algún hustler para su supervivencia.
Es por el contrario una figura genérica que ocupa un lugar central en el espacio social del gheto norteamericano. No sólo no es “raro”, sino que reúne ejemplarmente un repertorio de propiedades y conductas valoradas en el gheto. La “inteligencia callejera” de los hustler es el único bien otorgado a todos, que hace más soportable la atmósfera opresiva de todos los días. El hustler es el efecto de llevar al extremo una lógica de exclusión socioeconómica y racial que afecta a todos.
Sugieren los investigadores que hay que evitar dos tipos de lecturas posibles: la que se conmueve y compadece del espectáculo de la miseria y la lectura populista que podría ver el fenómeno hustler como una estrategia heroica de “resistencia”, cuando en el fondo no es sino una táctica económica de autopreservación frente a un orden de dominación tan brutal y despiadado.
De estas condiciones excepcionales de exclusión social surge el hustler como formando parte natural, obvia y necesaria del gheto norteamericano (Primer Mundo).
 
En junio de 1990 la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador hizo el primer levantamiento indígena que paralizó el país.
Primer acto de masas de los indígenas – pero también fue la primera voz de alerta a las elites política y empresariales. Había nacido un nuevo actor que cuestionaba a todo el sistema.
Ahora, en los días previos al levantamiento, decían: “Las clases dominantes siempre nos han quitado todo. No sólo este gobierno que, al igual que los anteriores, nos trata como si fuéramos gente que no propone ideas y trabajo para sacar al Ecuador de su crisis”.
Se les contestó desde el gobierno: “Las propuestas indígenas son subversivas y el gobierno no las va a tolerar por ningún motivo”.
Días más tarde integraban una junta cívico-militar. El recorrido indígena había llegado a la Casa de Gobierno. Cuerpos indígenas llegaron hasta allí. Más allá de la traición posterior –por parte del general Mendoza– y de la retirada de los indígenas de Quito, no se debe evaluar el paso de los indígenas como fracaso. No son los resultados finales lo que miden el triunfo o el fracaso de los movimientos sociales. Lo importante fue el recorrido realizado y la fuerte producción de subjetividad que realizaron con este acontecimiento. Esta es la clave.
Hubo una fuerza protagónica del movimiento indígena, que supo ensayar su potencia de acción y seguramente de allí surgirán futuras creaciones micropolíticas de resistencia civil. Muchas veces los acontecimientos no hay que medirlos por el resultado transitorio, sino por la protagonicidad de una fuerza que se probó a sí misma frente todo Ecuador. Que poseía una voz que debió ser más escuchada que nunca para llegar a integrar la Junta cívico–militar. El futuro es lo que interesa. Las nuevas invenciones y máquinas micropolíticas insurreccionales de resistencia. Las nuevas voces. El levantamiento indígena dejó una fuerte huella y hay que volver a transitarla de nuevas formas. Y a las nuevas voces hay que saber “auscultarlas”, como Pedro Orce, el personaje de la novela de Saramago, que sentía que la tierra temblaba ante sus pies cuando la Península Ibérica se iba lentamente desprendiendo de Europa.
           
Como define Petras, las nuevas luchas de Ecuador, el movimiento zapatista y su mística revolucionaria de enorme producción de subjetividad y de alta capacidad simbólica, el MST brasileño, Colombia y las FARC... la esperanza en el triunfo final.
 
La utopía de nuevas formas de socialismo. Micropolítica de las resistencias. Pasan por allí. Allí están. Creando un murmullo inaudible y ensordecedor al mismo tiempo “en esta gran lucha antiimperialista y anticapitalista que tiene posibilidades de ganar”. Recobremos la gran esperanza de Petras: la ilusión y la utopía de un nuevo socialismo alegre y revoltoso (esto lo digo yo). Porque no hay nada más pobre que un socialismo burocrático y triste.
Recordemos también el desembarco del Gramma, con la mayoría de los guerrilleros muertos. Los catorce restantes crearon la utopía del contagio revolucionario en la población; y entonces los catorce se convirtieron en decenas de miles que lograron tomar el poder. El motor fue la esperanza irracional de Fidel.
 
Bibliografía recomendada:
 
Pierre Bourdieu, Contra fuego.
 

G. Deleuze y F. Guattari, Mil Mesetas.

G. Deleuze y Guattari, Diálogos.
Daniel Goldhagen, Los verdugos voluntarios de Hitler.
 

Lo Grupal 10, E. Pavlovsky, Subjetividad y devenir social, Artículo: Estética de la Multiplicidad.

Lo Grupal 10, E. Pavlovsky, ¿Qué hacemos con lo que sabemos?.      
 

Toni Negri, Entrevista a G. Deleuze, Revista Futura Anterieur, 1990.

Peter Pál, Ponencia en las Jornadas G. Deleuze – F. Guattari – T. S. Martins, 1995.  
E. Pavlovsky, Micropolítica de la resistencia.
E. Pavlovsky y H. Kesselman, Escenas y multiplicidad y Multiplicación dramática.
James Petras, Ciclo de conferencias en la Argentina, organizado por Herramienta, 1999.
 

 

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