20/04/2024

La periferia como centro, la palabra como arma: una aproximación a José Gandarilla

Colonialismo neoliberal: modernidad, devastación y automatismo de mercado de José Guadalupe Gandarilla Salgado, resalta por la amplitud de sus referentes y la profundidad de su mirada en asuntos que van desde la economía política, la historia y la sociología, hasta la ontología, la fenomenología, la psicología, los estudios culturales, la teoría decolonial y la teoría crítica. A pesar de su gran rigor académico, su redacción fluye de manera fácil y accesible, captando la atención de la lectora o el lector de manera sostenida a través de sus 365 páginas. El libro se construye como una compilación de escritos de diferentes momentos del proyecto coordinado por el autor en la UNAM entre 2014 y 2016, titulado “El programa de investigación modernidad/colonialidad como herencia del pensar latinoamericano y relevo de sentido en la Teoría Crítica”. Aun construido así, el texto tiene una coherencia impecable, algo muy singular en un momento en que el libro como forma está prácticamente en peligro de extinción.

No obstante, la importancia de la obra reside sobre todo en el tipo de preguntas que se plantea. Son preguntas que rara vez se hacen en el ámbito académico contemporáneo dada la prevalencia de cierto automatismo disciplinario y disciplinante, razón por la cual es fundamental hacerlas. Hoy en día se habla mucho de la interdisciplina y de la transdisciplina, pero con frecuencia estas prácticas están domesticadas y desvinculadas de la praxis verdaderamente transformadora del pensamiento y del mundo que éste articula. Ese ciertamente no es el caso de Colonialismo neoliberal… . Aunque son vastas las discusiones que abre el texto, me concentraré en cuatro puntos que considero de particular interés para aquellos que trabajamos problemáticas contemporáneas en las ciencias sociales y en las humanidades hoy en día.

 

Marxismo desde el Sur, un universalismo situado

En la sección introductoria, José Gandarilla traza un panorama de la historia del marxismo y su cartografía bipolar, con el marxismo frío o cálido, occidental o soviético, etcétera. En vez de situarse en un lugar de este mapa, examina la artificialidad de sus divisiones y cómo han dejado de ser operativas en el mundo que intentan mapear. Mediante el gesto dialéctico de develar la artificialidad de dichas divisiones a lo largo de todo su texto, el autor hace operativo el diálogo entre los elementos opuestos de las construcciones binarias de nuestro imaginario teórico, político y metodológico. Desde luego que, como planteó Theodor W. Adorno, todo concepto y toda clasificación violentan la realidad de la que pretenden dar cuenta, por lo cual la violencia es intrínseca al acto de teorizar (1983:146-148). Aunque el acto de selección como tal sea necesario, qué se selecciona y qué se excluye es una decisión ideológica: a costa de qué se privilegian ciertos rasgos abstraíbles y teorizables es una decisión que varía históricamente, por lo cual es imperante replantearse la teoría con el paso de la historia.

Hoy en día, nos demuestra Gandarilla, es preciso reposicionar distintos cuerpos críticos, incluido el marxismo, para volver a hacerlos operativos. Sin olvidar nunca cómo el colonialismo neoliberal opera mediante jerarquías radicales –e incluso brutales– entre ricos y pobres, blancos y negros, hombres y mujeres, la aproximación de Gandarilla responde al poder multipolar de hoy –que no por ser multipolar es menos hegemónico– mediante una suerte de táctica de guerrilla teórica, igualmente multipolar, con ataques desde diversos frentes y siempre situados. El sistema que nos rige y que incluso nos constituye como sujetos, debe atacarse con un uso reflexivo de su propia lógica de liquidez y desplazamiento[1].

El resultado es una apropiación y revivificación del marxismo, pertinente, incluso necesaria, en el contexto del colonialismo neoliberal. La reconciliación dialéctica entre distintas vertientes del marxismo, de la crítica decolonial latinoamericana, de los estudios poscoloniales anglófonos y de autores contemporáneos que discurren en clave posestructuralista, se logra remando en contra de la presuposición de la alta filosofía como un ejercicio supuestamente deslindado de condicionamientos ideológicos e intereses externos a sí. Gandarilla logra su cometido situando la enunciación propia e irguiendo desde lo más concreto aproximaciones teóricas, críticas y metodológicas de peso. El que se planteé una actualización del marxismo desde América Latina no quiere decir que esté construyendo un marxismo de interés parroquial. A sabiendas de que toda teoría que ha alcanzado el estatus de universal se construye desde un sitio particular, Gandarilla se compromete con la construcción de una teoría de alcance universal elaborada a partir de experiencias particularmente significativas al mundo globalizado: aquellas de las ex-colonias europeas, neocolonizadas en la mayoría de los casos por Estados Unidos.

Del mismo modo en que Marx elaboró su teoría de El Capital a partir del conocimiento concreto de la experiencia en las fábricas inglesas del siglo XIX, Colonialismo neoliberal… se ancla en la experiencia latinoamericana contemporánea y ubica la inauguración del neoliberalismo en el golpe de Estado chileno de 1973 que, con el apoyo de Estados Unidos, utilizó a Chile como laboratorio para instituir sus políticas económicas a nivel global. Tal inauguración muestra la indivisibilidad actual entre colonialismo y neoliberalismo, idea que da título al libro y que en la última sección del mismo encuentra amarre en las discusiones en torno al embate a la educación en México. El autor analiza no sólo desde la tradición decolonial de nuestro continente y desde distintas escuelas críticas europeas, sino también desde los estudios poscoloniales de Asia y África. Al trabajar hilando distintos continentes, distintas disciplinas y distintas escuelas de pensamiento, el autor realiza una ardua labor, indicando que el valor del trabajo académico reside en la relectura pertinente de herramientas de transformación social e ideática preexistentes, no en la mera valorización de su propio nombre como autor individual.

 

El trabajo dialógico como autoría

Al igual que retrabajar a Marx desde el locus latinoamericano no da por resultado una suerte de Marx periférico, sino que es nodal a la reformulación pertinente de Marx para la actualidad global, el amplísimo abanico de referencias que maneja Gandarilla en este libro –a través de una gama de disciplinas, escuelas filosóficas, tradiciones ideológicas, sensibilidades literarias y lugares y tiempos de proveniencia– no es detrimental a la coherencia del libro como obra acabada, sino constitutivo de ésta. La originalidad de Colonialismo neoliberal… reside en su entendimiento de toda escritura como un acto de relectura, como una voz que llega a instalarse en el entrecruce de una serie de tradiciones preexistentes. Lo que es inédito no son las fuentes, sino cómo Gandarilla las pone a discutir entre sí, en diálogo con contextos históricos, geográficos o disciplinarios inusitados y cómo las lee, desde dónde, desde cuándo, para qué y con quiénes. Como argumentó Edgar Morin en otro contexto: “a mayor dependencia, mayor autonomía” (2005); es decir, la originalidad es resultado no de la falta de dependencias externas sino, al contrario, de la mayor multiplicación y variedad de las dependencias que se establecen. Las referencias de Gandarilla son múltiples y variadas porque así lo exigen nuestros tiempos, es una demanda histórica a la cual responde este libro.

El moverse de la economía política al análisis estético, a la referencia literaria, a la teoría psicoanalítica, al análisis coyuntural, a la teoría crítica y a los estudios culturales, y de América Latina a Europa o a África, o de lo macroeconómico a la interioridad de los sujetos, es una verdadera labor que hace de este libro un trabajo en el sentido estricto del término. De esta manera, encontramos en Colonialismo neoliberal… algo que rara vez sucede en la producción intelectual contemporánea: congruencia entre forma y fondo, entre el contenido del discurso y su función performática. La metodología transdisciplinaria en un diálogo Sur-Sur, más allá de una mera inscripción latinoamericana, es la manera en la cual este libro demuestra que pensar es un trabajo siempre compartido y que toda autoría es una forma de coautoría. La inclusión de escritos en coautoría también apunta hacia el cuestionamiento del valor de la autoría individual como bien fetichizado por el sistema neoliberal de evaluación académica, objeto expreso de investigación en la Tercera Parte del libro.

De cara a la división entre la academia y el activismo político como estrategia neoliberal que despolitiza el pensamiento crítico y superficializa la actividad política, esta obra entiende que discurrir en torno al embate neoliberal no es suficiente: hace falta deconstruir esa unidad mínima del neoliberalismo académico que es el autor individual mediante coautorías explícitas, mediante un despliegue constante de la multiplicidad de referentes y del acto de escritura como lectura y reescritura de otros ante nuevas circunstancias históricas, con nuevas preguntas y formas de interpelación, como resultado de exigencias históricas sin precedentes. Hoy en día, como lo discute el propio Gandarilla, el solipsismo y la auto-referencialidad son el signo de los tiempos, por lo cual el diálogo auténtico entre posiciones y visiones distantes se despliega como herramienta de transformación (2018:232).

Esta lógica del diálogo, de la transposición, queda grabada de manera contundente en cómo Gandarilla transpola dos frases centrales al psicoanálisis, por un lado, y a la economía política, por el otro, en dos analogías en las que mantiene la lógica gramatical, estructural, de Lacan y de Marx, respectivamente, para transformar tanto esos cuerpos teóricos (mediante el trabajo de la lectura), como el mundo que examinamos a través de dichas herramientas teórico-analíticas.

Comencemos por Lacan. Gandarilla cita la frase clásica del psicoanálisis lacaniano, el principio que le distingue de Freud y que dice: “el inconsciente está estructurado como un lenguaje” (1977:739); pero no lo cita tal cual, sino con la siguiente variación: “el colonialismo está estructurado como un lenguaje” (2018:92, énfasis añadido). Esta frase, al inicio del capítulo sobre la obra de Frantz Fanon, opera como una llave de entrada para entrecruzar los análisis intra-subjetivos y macroestructurales que le conciernen al libro de Gandarilla como un todo. Más que cuestionar y simplemente invertir la jerarquía de la economía sobre la cultura, se cuestiona la presuposición dicotómica que aísla ambos ámbitos. “El colonialismo está estructurado como un lenguaje” es una tesis que nos permite entender que la estructura del colonialismo neoliberal da forma no sólo a instituciones e intercambios bursátiles, a índices poblacionales o ataques militares, sino que también impregna la constitución epistémica, sensible y ontológica de objetos y sujetos en el mundo y que éstos no son independientes de las condiciones estructurales que primero enlisté. Básicamente indica que la liberación en un ámbito es imposible sin la transformación del otro.

Es significativo que Marx y Lacan, como signos de dos de los polos más distantes que articula este libro, sean precisamente los casos –en sus respectivas estructuras gramaticales– de los que el autor se vale para explorar su funcionamiento con nuevos contenidos. La cita original en que se invoca a Marx es con la que inicia su obra magna El Capital y lee: “La riqueza, en las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista, se expresa en un ‘enorme cúmulo de mercancías’ y la mercancía individual es su unidad elemental” (1990:125).

Parafraseadas estas palabras de Marx por Gandarilla quedan como sigue: “El engrandecimiento cognitivo, en las ‘universidades’ en las que domina el ‘modo de producción del capitalismo académico’ se expresa en un ‘enorme cúmulo de evaluaciones’ y los ‘instrumentos estandarizados’ son su unidad elemental” (2018:297).

Esta paráfrasis es la que permite al autor explorar cómo, contrariamente al sentido común, la universidad contemporánea no es un sitio limpio y neutro desde el cual se observa al colonialismo neoliberal circundante, sino parte de la maquinaria que lo produce. La crítica al sistema no puede desentenderse de las condiciones de su propia posibilidad, de los usos a los que está expuesta, de los motivos que la disparan, y es por ello que Colonialismo neoliberal… –cuyo análisis arranca desde la época del colonialismo clásico– concluye con nuestro presente temporal, geográfico, cultural y de clase, para poner en diálogo sus teorías con nuestra realidad histórica inmediata, para tomar una distancia crítica de nuestro sitio de enunciación y de las posibilidades de praxis que éste habilita o concluye.

 

El colonialismo neoliberal está estructurado como un lenguaje

Como he querido indicar, un rasgo característico de Colonialismo neoliberal… es que logra superar la falsa dicotomía entre lo material y lo cultural, discusión retórica y circular que despolitiza el análisis y presupone la disciplina como preexistente a la complejidad del mundo analizado. Esa falsa dicotomía responde muchas veces a intereses burocrático-institucionales y rara vez funciona para otra cosa que no sea justificar financiamiento académico.

La consciencia que despliega el libro sobre la imbricación entre las subjetividades y las macroestructuras del colonialismo neoliberal encuentra un anclaje importante en el capítulo sobre Frantz Fanon. El colonialismo atraviesa tanto las formas de producción global como lo más íntimo del ser: la relación del sujeto consigo mismo. Como apunta Gandarilla, en el mundo fanoniano nos encontramos ante “la inscripción de un código de significación tan potente como el lenguaje y la herida colonial, [por lo cual] el problema [...] de la alienación del sujeto colonizado es justamente su incapacidad de formular un horizonte simbólico propio [ya que] el lenguaje, es decir, la manera de simbolizar el mundo, es ya de suyo colonial” (2018:96). Esto reduce al negro al lugar del no-ser y a un aspiracionismo ideológico en el que su autoimagen siempre está mediada por el otro. En palabras de Fanon: “el negro no tiene resistencia ontológica ante los ojos del blanco” (citado en Gandarilla, 2018:100) y, en palabras de Achille Mbembe, este sujeto se ve forzado a “odiar aquel que era y pretender ser aquel que no será” (citado en Gandarilla, 2018:100). Gandarilla y Ortega lo formulan de la siguiente manera:

[...] el colonizado no tiene la posibilidad de reconocerse, necesita siempre de la mediación del blanco, es este último quien le permite la relación especular [...] No hay ninguna ilusión de sujeto transcendental, soberano, autoconsciente, de ahí la imposibilidad de la ontología [...] Lo que existe es un colonizado siempre “tejido” construido y constituido en su forma simbólica, desde fuera, es decir, por [...] los ojos y la lengua del blanco. El negro es el no-ser [...] (2018:101).

Este planteamiento fanoniano, como se argumenta en Colonialismo neoliberal…, pone de cabeza los fundamentos mismos de la ontología occidental y es, en ese sentido, una filosofía de envergadura universal, particularmente relevante al capitalismo tardío a nivel global. Volviendo a Gandarilla y Ortega:

[...] podemos adentrarnos a la denuncia radical que brota de la interpelación de Fanon: la de la miseria de la ontología de Occidente, del logos [...lo cual...] es al mismo tiempo denuncia de una aspiración destructiva, apropiativa, cuyo eje articulador es el despojo. Despojo de la tierra, despojo de la lengua, despojo del horizonte simbólico, despojo de la capacidad de reconocimiento [...] (2018:101, énfasis en el original).

Es desde este lugar del no-ser que Fanon articula la furia revolucionaria del oprimido. Aunque dicha forma de lucha resulte quizás más apropiada a la guerra de independencia de Argelia en la que participó Fanon, o a los movimientos posteriores de los sesentas y setentas que se nutrieron de su pensamiento y no tan abiertamente a tiempos más recientes, Gandarilla logra incorporar el empuje y las ideas de Fanon mucho más allá del capítulo en que se tematiza a dicho autor, su tiempo y lugar[2]. Una serie de proposiciones a lo largo del libro motiva o modula a partir de la relectura de Fanon en otros contextos como, por ejemplo, cuando se discute la negación ontológica del otro en México en el caso de Ayotzinapa (2018:294). Con Fanon tras bambalinas, Gandarilla retorna en distintos momentos a la densidad ontológica de dispositivos macroestructurales, o a la identificación con el lugar del no-ser, o al auto-reconocerse en la falta como posible herramienta transformadora. Pero lo hace siempre tomando distancia histórica del revolucionario caribeño. Así, por ejemplo, analiza –sumando al diálogo a Byung-Chul Han– la condición de auto-explotación del precariado contemporáneo y la necesidad de estrategias distintas a las requeridas en años anteriores para afrontar, como sujetos intervenidos por el colonialismo neoliberal, las nuevas estrategias de la hegemonía del poder (2018:230).

La capacidad de Gandarilla de extrapolar a Fanon, como lo hace con Marx y con varios otros, no se debe, como he apuntado, a una deshistorización de dichos autores sino a lo contrario: a su profunda historización tanto de su momento de producción como del momento presente de su recepción. La contemporaneidad exige una forma de combatir al poder que sea constantemente móvil y vigilante de las posibles contradicciones entre lo que la crítica propia dice que hace y lo que realmente hace, de cómo le podemos hacer el juego al sistema al aparentar lo opuesto (o incluso al proponernos lo opuesto). A través de Aníbal Quijano –y valiéndose de metáforas de Charles Baudelaire– Gandarilla problematiza la distancia entre lo que el discurso realmente hace y lo que el discurso dice que hace hoy en día (2018:322). Concluye la idea con el siguiente párrafo:

La gramática de lo que nos dice la universidad el día de hoy no puede eludir, entonces, la semiótica del capital, no puede estar ajena al código entero de la cadena de significación, no es ajena a su afuera, eso es enteramente cierto, sin embargo, la entidad universitaria no está subsumida de pleno al código simbólico del capital corporativo y su voraz comportamiento apropiador y rentístico (2018:325, énfasis en el original).

Abriendo esta grieta de posibilidad, esta rendija, pequeña pero concreta, el autor de Colonialismo neoliberal… imagina la posibilidad de que accedamos a un lenguaje más allá de aquel impuesto por la hegemonía, la posibilidad de un horizonte simbólico propio o, al menos, apropiable. En contraste a Gayatri Spivak (2003), plantea que el orden hegemónico y el orden simbólico no son idénticos, existe la posibilidad de transformación a pesar de que siempre hablamos en un lenguaje impuesto. Esto debido a que el lenguaje, determinado por su gramática, no puede determinar las infinitas conjunciones posibles ni la evolución histórica de una lengua y de un hablar.

 

Transformación

Para la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, la transformación de la realidad es la medida más pertinente para evaluar qué es una teoría crítica y qué no lo es; así lo planteó en su texto fundacional de 1937 Max Horkheimer (2003:36). En el autoentendimiento de este libro como un “relevo de sentido en la Teoría Crítica” (2018:18), resulta inevitable la pregunta: ¿podemos pensar, en el sentido planteado por Horkheimer, a Colonialismo neoliberal… como una teoría crítica?[3]

En la introducción, reflexionando sobre cómo su volumen está construido a partir de una serie de textos diversos, Gandarilla reflexiona en torno a qué es un libro (2018:19). Me parece que esta discusión se puede reformular de acuerdo al énfasis en la transformación que hace el mismo autor a lo largo de distintos capítulos. Pensaría yo, no tanto en qué es un libro, sino en qué hace un libro, qué transforma. Para ello hay que entender la transformación no sólo como un cambio a nivel directamente material sino un cambio en nuestros modos de imaginar, pues la imaginación es coconstitutiva del mundo. Pregunto si para transformar la realidad es necesario cambiar nuestras formas de pensar en abstracto, las cosas que pensamos, con quienes las pensamos y cómo las pensamos. Pregunto si se puede llevar a cabo tal transformación a través de una praxis crítica acotada en nuestro contexto inmediato: la universidad, repensando desde dónde, qué y por qué compartimos nuestro pensar.

Para comenzar a trazar respuestas, cabe recordar que Gandarilla se enfila a cerrar el libro abriendo la posibilidad de una universidad transmoderna, partiendo del entendimiento dusseliano del término (2018:327-328). Habiendo revelado las estrategias mediante las cuales el colonialismo neoliberal captura afectividades, inteligencias y fuerza de trabajo, Gandarilla ofrece a lo largo de su libro un potencial distinto hacia el cierre, aclarando que el prefijo “trans” en “universidad transmoderna” ha de entenderse en el sentido de nuestro potencial como sujetos transformadores (2018:323). Mientras que al inicio del libro Gandarilla relata su voluntad –inscrita colectivamente– de construir una teoría crítica propia a nuestro tiempo y lugar (2018:17-19), a lo largo del mismo articula distintas voluntades para forjar nuevas formas de idear el mundo, quizás precondición necesaria para su cambio material.

La teoría crítica hoy en día se enfrenta a una totalidad que, como sugiere el propio Gandarilla, posiblemente ni la misma Escuela de Frankfurt ante el fascismo pudo haber imaginado. Como también ha observado Mark Fisher (2013), nunca antes en la historia estuvimos ante un sistema tan totalizador, nunca antes nos llenamos tanto la boca con discursos sobre la importancia de la comunidad, y a la vez nunca antes nos concebimos de una forma tan individualizada. Colonialismo neoliberal… parece dirigirse a encontrar un afuera a este embrollo, pero a la vez indica que ese afuera está adentro nuestro y adentro del sistema, en una relacionalidad distinta, en el sujeto dialógico, colectivo y situado, no afuera del individuo sino en su reconstitución mediante la socialización de sus padecimientos existenciales, que son también padecimientos políticos y económicos.

Se abre una posibilidad para mí al leer este libro como un proceso de liberación de mi propia relación con las historias que me preceden, me circundan y me ocupan, forjándome como lectora, como sujeto, como sujeta. Este libro, como todo discurso, construye subjetividades y nos interpela como el tipo de sujeto colectivo que queremos seguir luchando por ser, un poco con Fanon, Samir Amin, Silvia Federici, Bolívar Echeverría y Saskia Sassen, otro poco con Pierre Bourdieu, Walter Rodney, José Carlos Mariátegui y Enrique Dussel, un tanto con Giorgio Agamben, Jacques Derrida, Spivak y Lacan, un tanto más con Marx, Antonio Gramsci, Immanuel Wallerstein y Walter Benjamin, con nuestros colegas, con nuestros escuchas y lectores. No porque sean estas colectividades ideales o armoniosas, sino precisamente por las rupturas y desacuerdos que nos obligan a pensar siempre más allá, desde la periferia del capitalismo y de la modernidad, periferia que es, en realidad, su centro y su fundamento renegado. Esta centralidad filosófica y económica renegada de la periferia contemporánea es lo que José Gandarilla Salgado bautiza como Colonialismo neoliberal: modernidad, devastación y automatismo de mercado.

 

José Guadalupe Gandarilla Salgado
Colonialismo neoliberal: modernidad, devastación y automatismo de mercado
Buenos Aires
Ediciones Herramienta
2018
368 pp.

 

Paulina Aroch Fugellie es Licenciada en Letras Inglesas por la UNAM, maestra en Estudios de África por el Colegio de México y doctora en Humanidades por la Universidad de Ámsterdam. Profesora en el Departamento de Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana, Cuajimalpa. Líneas de investigación: diálogo Sur-Sur, relación entre la producción literaria, artística e intelectual de y sobre la periferia global y sus contextos de producción y circulación, combina críticamente las herramientas de la literatura, la economía política, los estudios culturales, la teoría crítica y el psicoanálisis. Publicación reciente: Shylock y el Socialismo Africano: el Shakespeare poscolonial de Julius Nyerere, México/ Colombia, Universidad Autónoma Metropolitana, Cuajimalpa/Universidad del Rosario, 2019. Email: <[email protected]>.

 

Bibliografía

ADORNO, Theodor W. (1983) [1966], Negative Dialectics, Nueva York, Continuum, traducción de E. B. Ashton.

BETANCOURT, Alberto (2019), “Presentación”, Colonialismo neoliberal, Ciudad de México, Auditorio CEIICH, UNAM, 21 de agosto. Dirección URL: , [consulta: 28 de agosto de 2019].

FISHER, Mark (2013), “Exiting the Vampire Castle”, en Open Democracy, 22 de noviembre, Dirección UR L: , [consulta: 28 de agosto de 2019].

GANDARILLA SALGADO, José Guadalupe. “Presentación”, Colonialismo neoliberal, Ciudad de México, Auditorio CEIICH, UNAM, 21 de agosto. Dirección URL: , [consulta: 28 de agosto de 2019].

HORKHEIMER, Max (2003) [1937], “Teoría tradicional y teoría crítica”, en Teoría Crítica, Buenos Aires, Amorrortu Ediciones, traducción de Edgardo Albizu y Carlos Luis.

LACAN, Jacques (1977) [1958], “The Agency of the Letter or Reason since Freud”, en Écrits: A Selection, Nueva York, W.W. Norton, editor y traductor Alan Sheridan.

SPIVAK, Gayatri Chakravorty (2003) [1988], “¿Puede hablar el subalterno?”, en Revista Colombiana de Antropología 39, traducción de Antonio Díaz G. Dirección URL: , [consulta: 27 de agosto de 2019].

MARX, Karl (1990) [1867], El Capital, Londres, Penguin, vol. I, traducción de Ben Fowkes.

MORIN, Edgar (2005), “Complejidad restringida, complejidad general”, en UPCommons. Dirección URL: https://upcommons.upc.edu/bitstream/handle/2099/3883/Complidad%20restrinjida%20complejidad%20general.pdf , [consulta: 26 de agosto de 2019].

 

[1] Durante la presentación del libro en cuestión, Gandarilla (2019) formula el objetivo como un intento por integrar referencias contemporáneas y clásicas para hacer transitar un cierto pensamiento desde Marx y el marxismo que sea sensible a formulaciones enunciadas desde otras tradiciones.

[2] Gandarilla (2019) enfatiza la importancia de que Fanon escribiese en los años cincuenta, con el lugar que ocupaba la fenomenología en aquel entonces, antes del pliegue hacia el postestructuralismo.

[3] Respondiendo indirectamente a esta pregunta, Alberto Betancourt (2019) cita a Gilles Deleuze para proponer que entendamos Colonialismo neoliberal… como un artefacto de combate. Agrega que podemos concebir este libro como una política libidinal que sirva a la tarea transformadora, un dispositivo pulsional en el cual la lectora o el lector encuentren placer en la estética de la rebelión que el libro ofrece.

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