20/04/2024

La crisis migratoria europea: causas e ilusiones

Por

 
Curtis Doebbler
 
No se puede negar: muchos europeos creen estar padeciendo una crisis migratoria. En efecto, miles de africanos y de ciudadanos del Oriente Próximo abandonan sus regiones buscando un futuro menos incierto en Europa. (…)
 ¿Por qué no deberían sorprenderse los europeos de estar recibiendo tantos inmigrantes que huyen de la muerte, la destrucción o la explotación en sus lugares de origen? Responder a esa pregunta pasa por comprender la causa de la llamada "crisis migratoria europea".
Casi siempre, los inmigrantes procedentes de África y de Oriente Próximo se mueven huyendo de guerras, violencia o explotación provocadas por Europa, los EEUU y sus aliados.
 Fueron los EEUU quienes iniciaron guerras contra los pueblos de Irak y de Afganistán, guerras sostenidas por la OTAN, a veces con apoyo aliado local, y responsables de una carnicería recientemente estimada en 4 millones de muertos desde que empezó. Y eso, sin contar el sinnúmero de civiles mutilados y heridos de que andan rebosantes los hospitales de las zonas circunstantes.
Ni en 100 años habrían conseguido los llamados "regímenes del mal" en esos países matar y mutilar a tanta gente como han hecho los EEUU, la OTAN y sus aliados en poco más de un lustro. Y sin embargo, no se ha aprendido la lección de ese baño de sangre sin sentido.
En vez de reconocer los yerros de sus violentas acciones, esos mismos países se han implicado en nuevos actos de agresión contra los pueblos de Siria, de Libia y, una vez más, Irak. No es por casualidad que Siria, Libia e Irak contaran otrora entre los países más desarrollados en Oriente Próximo y el África Septentrional. No sólo proporcionaban a sus pueblos sanidad y educación públicas y de buen nivel, sino que eran ellos mismos receptores de flujos migratorios procedentes de África, de Oriente Próximo y de zonas más alejadas todavía.
Los trabajadores que llegaban como inmigrantes a Siria, Libia e Irak no eran casos desesperados de gentes que hubieran perdido todo y que estuvieran demasiado traumatizados como para poder contribuir a la sociedad a la que terminaban llegando. Los inmigrantes que llegaban a Siria, Libia e Irak eran normalmente trabajadores, calificados y menos calificados, que contribuían a la sociedad de llegada. Ayudaron a construir las sociedades en que trabajaban, y las remesas de dinero que mandaban a sus países de origen contribuían a sostener a sus familias y ayudaban a sus economías de origen.
Libia era el país más tico de África y se hallaba en el umbral mismo de[l programa de NNUU de] los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Siria era un centro de cultura y enseñanza árabe e islámico, y el país del mundo en que más libros se traducían de otras lenguas al árabe. E Irak estaba a pique de convertirse en un país desarrollado industrializado, con tasas de mortalidad infantil (por debajo del año y de los cinco años) comparables a las de Europa Occidental y los EEUU.
 
Hoy, tras la intervención de Europa y de los EEUU, Libia es un estado fallido. La riqueza de Libia se ha agostado o ha sido bombeada a bolsillos privados. Hoy, tras la intervención de la OTAN, Libia no cumple ni uno sólo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. En Siria, el pueblo se ha visto obligado a centrarse en la defensa  de su soberanía ante múltiples agresiones foráneas, mientras contempla cómo los EEUU y sus aliados de la OTAN bombardean las ruinas de villas y ciudades ya devastadas por la guerra. En lo que hace a Irak, luego de dos guerras que, promovidas por los EEUU y sus aliados, mataron –según las mejores estimaciones— a no menos de un millón de niños iraquíes y arruinaron las condiciones de vida de varias generaciones venideras; Irak es un Estado incapaz de sostenerse por sí mismo y totalmente a merced de la inseguridad.
Quienes toman las decisiones en Europa, en los EEUU y en los cuarteles generales de la OTAN en Bruselas, parecen no haber prestado la menor atención a las dos décadas de conmoción social que ellos mismos han causando instigando la violencia en África y en Oriente Próximo. Diríase que han actuado movidos por intereses egoístas a corto plazo. Ni siquiera han observado el derecho internacional que ellos mismos escribieron. Al contrario, han violado impunemente ese derecho para asegurar sus miopes objetivos.
 Hasta la fecha, muy pocos, y desde luego ninguna autoridad norteamericana o europea, han sido perseguidos judicialmente por el terror infligido a la región. Sin embargo, las acciones de esos dirigentes norteamericanos o europeos sobrepasa con mucho incluso a los horrores perpetrados por al-Qaeda, ISIL, ISIS y otras entidades no-estatales africanas, que siguen las huellas dejadas en la arena por los EEUU y los Estados europeos.
Puede que las causas de la migración subsahariana sean más complejas, pero no son menos retrotraíbles a Europa y a los EEUU. En vez de guerras y un proceso relativamente inopinado de destrucción de Estados en rápido proceso de desarrollo, los africanos han padecido una larga y sostenida tortura y muerte a fuego lento..
 La explotación de África se retrotrae a siglos, comenzando por el sometimiento de millones de africanos a la esclavitud y la colonización, señaladamente a manos de europeos y norteamericanos. Buena parte de Europa y los EEUU se construyeron con la sangre y el sudor de esclavos africanos y con los frutos de la colonización europea.
La esclavitud y la colonización son crímenes internacionales, y los Estados que llevan a cabo tales acciones son responsables de actos delictivos que, de acuerdo con el derecho internacional, exigen compensación. Sin embargo, hasta la fecha, no ha habido compensación para los países africanos por parte europea o norteamericana, las partes que se beneficiaron de la esclavitud y la colonización.
Y no por falta de demandas. Las demandas de reparaciones y compensación se presentan regularmente en foros internacionales, pero son ignoradas o dejadas de lado con excusas o triviales o inconsistentes. Los europeos y los norteamericanos sostienen que los árabes o los africanos eran ellos mismos responsables del comercio esclavista, minimizando sus propias responsabilidades, harto más significativas. Por otro lado, a veces replican a la demanda de reparaciones afirmando que ellos, europeos y norteamericanos, ya sufrieron suficientemente a causa de la indignidad de haber llevado a cabo empresas de comercio esclavista.
 
¿Acaso hay alguna jurisdicción legal europea o norteamericana que absuelva a los criminales de la responsabilidad de sus crímenes alegando que la vileza de cometer un crimen es ya suficiente castigo? Por supuesto que cometer un crimen es una indignidad para quien lo comete, pero más aún lo es para la víctima. Precisamente por eso la ley castiga a los delincuentes o instituye sistemas que apuntan a su rehabilitación.
 En el caso de Europa y de los EEUU, diríase que la rehabilitación no ha funcionado, puesto que a pesar de la existencia de bien dotadas universidades y de sistemas político-electorales formalmente en funcionamiento, esos países no han aprendido a respetar el imperio del derecho internacional. Reflejando este punto de vista, ampliamente difundido en la academia occidental, la Sra Tzipi Livni, la aliada de los EEUU, entonces ministra de Justicia de Israel, declaró redondamente estar "contra el derecho, y en particular, contra el derecho internacional". Esta declaración refleja hoy el modo de actuar de las autoridades ejecutivas y judiciales en las jurisdicciones legales de Europa y Norteamérica.
 Y como si siglos de esclavitud no fueran suficiente castigo infligido a África, ahora el castigo continúa en forma de explotación económica. Luego de presionar para que fueran ignoradas sus propias propuestas para un Nuevo Orden Económico Internacional –adoptado como programa por NNUU en numerosas resoluciones en los 70—, los países en vías de desarrollo, particularmente los países africanos y de Oriente Próximo, han sido forzados a aceptar un orden económico injusto para ellos.
Aunque ese orden económico incorpora un modelo de desarrollo, creó para los europeos y norteamericanos la figura de países donantes.  El modelo de desarrollo ha sido un fracaso abyecto. Lo atestigua el reducidísimo número de Estados que han logrado pasar de la condición de países en vías de desarrollo a la de desarrollados (incluso conforme al bajo umbral fijado por la ONU en los últimos 50 años).
 Al mismo tiempo, el hiato entre los Estados desarrollados y los Estados en vías de desarrollo no ha dejado de crecer. Los ricos se han hecho más ricos, y los pobres, más pobres. Conforme a varios criterios, hay menos equidad e igualdad en el mundo de hoy que la que ha habido en el tiempo de vida de todas las personas actualmente vivas.
 No obstante, los europeos y los norteamericanos se oponen a los afanes de equidad. En las conversaciones sobre el cambio climático, ignoran las obligaciones jurídicas de financiación, de construcción de capacidad y de acceso tecnológico unánimemente acordadas hace más de 20 años en el Marco de la Convención de NNUU sobre el Cambio Climático. Desafían incluso el principio mismo de equidad establecido por ese tratado, arguyendo que el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas es ya obsoleto, a pesar de la persistencia de groseras desigualdades.
 En las negociaciones para la Agenda Post-2015 para el Desarrollo y los Objetivos de Desarrollo Sostenible que deberían informarla, los países europeos y los EEUU rechazan cualquier formulación que los responsabilice de las desigualdades en el mundo.
Con tal ceguera ante las realidades más palmarias, no es de extrañar que la BBC británica informara tan ignaramente sobre la llamada "crisis migratoria europea". En una emisión reciente, la BBC ni siquiera aludió una sola causa de fondo. Cuando una tertuliana de Save the Children apuntó indirectamente a causas de fondo, fue abruptamente interrumpida por el presentador del noticiario de la BBC con la excusa de que el tiempo se había terminado. La BBC pasó entonces al pronóstico metereológico para el fin de semana, un asunto al que no venía, obviamente, de 15 o 30 segundos: los que habría necesitado una somera alusión a las causas de fondo de la llamada "crisis migratoria europea".
Del tratamiento dispensado por la BBC a la "crisis migratoria europea" se hicieron eco unos días después los dirigentes europeos cuando se reunieron en Bruselas. El Primer Ministro italiano buscaba soluciones compartidas que pasaban por más violencia. Una violencia destinada a destruir los barcos que transportan a los inmigrantes, propuesta que sólo puede llevar a que los potenciales migrantes vengan en esquifes menos detectables y aún más precarios.
Otros Estados europeos propusieron llegar a acuerdos con autoridades norteafricanas, pero eso tiene por efecto el robustecimiento de gobiernos que llegaron al poder a punta de fusil y que violan sistemáticamente los derechos humanos.
La contención de la "crisis migratoria europea", particularmente la que entraña el uso de la fuerza, está más destinada a cobrarse vidas que a salvarlas. La respuesta correcta exige una consideración mucho más honda. Mientras los Estados europeos y los EEUU y sus aliados no atiendan a las causas de fondo de los movimientos migratorios y las afronten adecuadamente, la "crisis migratoria europea" no hará otra cosa que intensificarse. La actual estrategia de levantar barreras frente a los potenciales inmigrantes no hará sino estimular la creatividad de inmigrantes y traficantes a la hora de sortear obstáculos.
Si Europa y los EEUU quieren de verdad lidiar con la llamada "crisis migratoria europea", tienen que empezar por admitir, ante sí mismos y ante el mundo entero, que ellos son la causa principal. Europeos y norteamericanos tienen que sentarse con la parte africana y de Oriente Próximo. Tienen que romper con las inhibiciones guardianas de estrechos intereses nacionales. Tienen que comprometerse de manera abierta y transparente con el objetivo de cooperar para enfrentarse de concierto a las causas de fondo de la crisis, y no meramente a sus manifestaciones temporales.
Lo que a su vez requerirá que Europa y los EEUU compartan los beneficios de su inveterada explotación de Oriente Próximo y de África de una manera mucho más equitativa. También requerirá que Europa y los EEUU ofrezcan reparaciones a los africanos y a los pueblos del Oriente Próximo por la violencia y la explotación padecida a manos de europeos y norteamericanos.
¿Tendrán europeos y norteamericanos el coraje y la integridad necesarios para enfrentarse a las causas de fondo de la "crisis migratoria europea"? Millones de potenciales inmigrantes procedentes de Oriente Medio y de África no lo creen ahora mismo. Pero hay todavía en Oriente Próximo y en África casi 2 mil millones de personas deseosas de conceder a europeos y norteamericanos el beneficio de la duda. Sólo el tiempo dirá si éstos también se verán forzados a actuar como hacen ya sus compatriotas.
 
Curtis Doebbler es un abogado internacionalista, profesor de derecho internacional público.
Traducción para www.sinpermiso 
info: Casiopea Altisench

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