29/03/2024

Elementos para una teoría materialista del estado

Por Revista Herramienta

 Joachim Hirsch

 
I. Sobre el concepto general del estado burgués
 
La sociología burguesa actual apenas se atreve a plantear en el terreno teórico la cuestión del estado. Su carácter burgués no se manifiesta menos en el hecho de declarar natural la forma actual del estado y eliminar enseguida tal problema del horizonte. Como es incapaz de desarrollar un concepto a partir de las leyes históricas del movimiento de la sociedad actual, su “estado” se manifiesta como un aparato organizador contingente, una concha vacía, de tal suerte que no le importa sino describir su función técnica, así como las diversas influencias políticas que se ejercen sobre él. La forma misma queda sin explicar y el contexto social de los procesos políticos se pone entre paréntesis.[1] La renuncia, sin duda necesaria debido al carácter de clase de esta ciencia, a una teoría social que refleje la ley del desarrollo histórico, reduce la teoría burguesa actual del estado al rango de una sociología formal de las organizaciones o de una teoría abstracta de sistemas, despojada de toda perspectiva histórica o social, cuya característica más evidente es, con esa abdicación a todo juicio histórico, la orientación hacia un manejo socio-tecnológico y una utilización ideológica.[2] Eludimos aquí una presentación detallada de la teoría burguesa del estado, que sería una historia de su vulgarización y de su funcionalización, e igualmente renunciamos a discutir puntos de vista más recientes, de lo que apenas podría salir una crítica ideológica respecto al estado desconsolador de la situación. En lugar de ello, partiremos de las bases de una teoría materialista del estado, tal como fueron sentadas por Marx y Engels en el transcurso de su examen de “la anatomía de la sociedad burguesa” y ampliamente negadas hasta hoy, por razones comprensibles, por la ciencia burguesa. Por ello y supuesto previamente que “las condiciones jurídicas como las formas políticas no podían comprenderse por sí mismas ni a partir de lo que ha dado en llamarse el desarrollo general del espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de vida”[3] y supuesto también que estas condiciones materiales de existencia deben ser comprendidas primeramente como modos de producción, es decir, como modalidades sociales por las cuales los individuos producen y entran en contacto, Marx dice a ese respecto: “en todos los casos es la relación directa entre los propietarios de las condiciones de producción y los productores directos -relación ésta cuya forma eventual siempre corresponde naturalmente a determinada fase de desarrollo del modo de trabajo y, por ende, a su fuerza productiva social donde encontraremos el secreto más íntimo, el fundamento oculto de toda la estructura social, y por consiguiente también de la forma política que presenta la relación desoberanía y dependencia, en suma, de la forma específicadel estado existente en cada caso”. [4]
La sociedad burguesa está constituida sobre la división del trabajo, sobre la producción privada que descansa en la propiedad privada y en el cambio. La forma específica de la socialización está determinada por los trabajos privados ejercidos independientemente unos de otros, y la cohesión social, que se impone necesariamente a espalda de los productores y sin su control consciente, “se expresa en el valor de cambio, y sólo en éste la actividad propia o el producto se transforman para cada individuo en una actividad o en un producto para él mismo [...­] El carácter social de la actividad, así como la forma social del producto y la participación del individuo en la producción, se presentan aquí como algo ajeno y con carácter de cosa frente a los individuos; no como su estar recíprocamente relacionados, sino como su estar subordinados a relaciones que subsisten independientemente de ellos y nacen del choque de los individuos recíprocamente indiferentes […] su conexión reciproca […] se presenta ante ellos mismo como algo ajeno, independiente, como una cosa”.[5]
Mientras más se desarrolla el intercambio entre los productores privados, con la penetración de la sociedad burguesa, más está el valor de cambio en la base de la cohesión social y más pronto desaparecen la posibilidad y la necesidad de instaurar la cohesión de la sociedad a través de las formas de relación de dependencia personal y de sujeción directa. Con el desarrollo histórico del modo de producción capitalista, esas formas (el “feudalismo”) se convierten en obstáculos al desarrollo social, que deben ser suprimidos. Pero como los individuos “no están subsumidos en una entidad comunitaria de origen natural, ni, por otra parte, subsumen a ellos, como seres conscientemente colectivos, la entidad comunitaria, ésta debe existir frente a ellos -los sujetos independientes- como un ente que para esos sujetos es como una cosa, igualmente independiente, extrínseco, fortuito. Es ésta precisamente la condición paraque esas personas privadas e independientes estén a la vez en una interconexión social”.[6] De la misma manera que el lazo entre sus trabajos, ajeno como es a los individuos, se representa por una cosa (el dinero), es preciso que la totalidad social revista una forma particular. Igual que el valor de cambio -incorporado al dinero- produce independientemente de la voluntad de los individuos la unidad social de la producción, esa totalidad social tiene necesidad del estado para garantizar las condiciones generales de la producción y de la reproducción, que se encuentran fuera de los productores individuales. La particularización, desligada de los individuos y de sus intereses, de esa totalidad social en un estado es, por esa razón, de algún modo el supuesto histórico y la condición de la sociedad burguesa: “Esta plasmación de las actividades sociales, esta consolidación de nuestros propios productos en un poder material erigido sobre nosotros, sustraído a nuestro control, que levanta una barrera ante nuestras expectativas y destruye nuestros cálculos, es uno de los momentos fundamentales que se destacan en todo el desarrollo histórico anterior, y precisamente, por virtud de esta contradicción entre el interés particular y el interés común, cobra el interese común, en tanto estado, una forma propia e independiente, separada de los reales intereses particulares y colectivos […]”.[7]
Frente a la sociedad burguesa, el estado necesariamente debe comportarse como entidad particular, como forma contradictoria e ilusoria de la totalidad.  En ese sentido, es la relación “recíproca entre estos propietarios iguales y libres, su vínculo contra el exterior, y es, al mismo tiempo, su garantía”,[8] “la forma de organización que se dan necesariamente los burgueses, tanto en lo interior como en lo exterior, para la mutua garantía de su propiedad y de sus intereses”.[9] La particularización del estado en tanto que “institución” (Max Weber) o bien como dicen los teóricos del sistema, hasta este punto de manera pertinente, la “diferenciación del sistema político”, se desarrolla, pues, según la lógica histórica del florecimiento de la sociedad de producción mercantil. Se necesitaría describir ese proceso de manera histórica como la aparición del aparato administrativo moderno en oposición a la estructura de dominación personal del feudalismo y del absolutismo, la separación de los administradores de la posesión personal de los cargos administrativos, la autonomización del aparato de estado en tanto que persona jurídica abstracta frente a la persona concreta del monarca y el nacimiento del parlamento en cuanto mediador necesario entre la sociedad burguesa y el aparato de estado que se ha separado de ella.[10]
Con el desarrollo histórico de una sociedad de producción mercantil en la que reina la división del trabajo, encontramos en la particularización del estado la definición más general de la forma del estado burgués. Esta particularización del estado se instaura como encarnación ilusoria y contradictoria de la totalidad social, que se basa en un sistema de independencia personal formal, al mismo tiempo que en una dependencia objetiva.
El problema teórico central sería entonces no contentarse con esa definición del estado (que es característica de los primeros escritos de Marx) derivada del concepto de sociedad de división del trabajo y de producción mercantil sino, al contrario, desplegar su carácter contradictorio propio, en relación con las funciones concretas del estado. Ese carácter contradictorio reside en que la producción mercantil simple constituye lógica e históricamente la condición del modo de producción capitalista, cuya aparición (acumulación primitiva, libertad del trabajo asalariado) es en sí misma la condición del pleno despliegue y de la generalización de la producción mercantil. Con el concepto en sentido lato de sociedad de producción mercantil se da asimismo la oposición entre trabajo asalariado y capital, explotación y producción de plusvalor. El intercambio de equivalente no rige la producción y la apropiación de plusvalor más que en apariencia. Por lo tanto, si se define el estado como específico de la totalidad de la sociedad burguesa que tiene por función garantizar las condiciones comunes de la reproducción de esta formación social, se debe analizar el proceso de reproducción como un proceso capitalista, es decir, como un proceso que se basa en la producción del plusvalor y que se amplía y, por lo tanto, como un proceso de acumulación. Además de la definición general del estado burgués, derivada del concepto de sociedad de producción mercantil, hay que deducir también las definiciones concretas de las funciones de aquel a partir de las condiciones, variables históricamente, del proceso de acumulación capitalista, a partir del desarrollo de las fuerzas productivas conllevado por ese proceso y, por fin, a partir de las formas, mutables con él, de la socialización. Se trata de descubrir las leyes y la formación histórica concreta de un sustrato económico y social variable en el curso del proceso de acumulación, leyes que por cierto están contenidas en las definiciones generales mencionadas, pero sin que estén ahí de ninguna manera desarrolladas. A ese respecto hay que tomar en consideración -aunque sea a otro nivel lógico- las “diferentes circunstancias empíricas, condiciones naturales, relaciones raciales, influencias históricas operantes desde el exterior, etc.” que condicionan el hecho de que un mismo sustrato económico (y con él la forma y la función del estado) “pueda presentar infinitas variaciones y matices en sus manifestaciones, las que sólo resultan comprensibles mediante el análisis de estas circunstancias empíricamente dadas”.[11] Tal método de deducción de las funciones del estado a partir de las condiciones y de las normas del proceso de reproducción capitalista, tomado en tanto que proceso de acumulación, se encuentra en clara oposición con las teorías burguesas de izquierda del estado, que reconocen, por supuesto, la importancia fundamental de las condiciones económicas, pero que no están en condiciones de investigar la anatomía de la sociedad burguesa en la economía política[12] y, por esta razón, no pueden tampoco desarrollar la noción de leyes del movimiento social.[13]
 
II. Sobre el desarrollo histórico de la relación entre la sociedad burguesa y el estado: el estado como “potencia económica”
 
Según lo que se expuso hasta aquí acerca de la anatomía de la sociedad burguesa, la teoría del estado es ante todo la economía política del aparato de estado. Es decir, que las categorías de la crítica de la economía política son fundamentales para un análisis del estado. El estado no puede, fundamentalmente, ser una “potencia extra-económica” colocada al lado o por encima de la economía como se afirma parcialmente en la teoría del capitalismo monopolista de estado y, en todo caso, en las teorías burguesas de izquierda favorables a la intervención del estado, sino, al contrario, debe ser deducido en su forma y en su modo de funcionamiento a partir del análisis del proceso social de reproducción y de sus leyes. Su “particularización” se obtiene necesariamente a partir del carácter de ese proceso de reproducción y adquiere ahí su forma contradictoria. Por supuesto, surgen algunas dificultades durante el análisis de formas de aparición históricas, concretas, del estado, porque, en las definiciones contenidas hasta aquí, la constitución de la sociedad burguesa y la penetración compleja de las relaciones capitalistas han sido presupuestas como hipótesis lógicas, lo cual, en el mejor de los casos, sólo corresponde a la realidad histórica de cada situación únicamente de una manera aproximada. Esto impone introducir ciertas categorías suplementarias en el transcurso de los análisis históricos y adoptar ciertas modificaciones en las definiciones generales. Esto aparece de una manera especialmente clara durante el análisis del estado en la fase del desenvolvimiento histórico donde el capital, insuficientemente desarrollado, no determina todavía completamente las leyes de funcionamiento de la reproducción social y donde la burguesía, débil, y que todavía necesita aliarse con clases y poderes no capitalistas para afirmarse y para impregnar la sociedad, es forzada a utilizar en su beneficio las oposiciones entre éstos (por ejemplo entre los monarcas absolutos y las castas, entre la ciudad y el campo). Aquí “el estado” aparece ahora efectivamente como una “potencia extra-económica”, unida al proceso de reproducción del capital. No obstante, de ninguna manera debe concebirse “el estado” feudal y absolutista como “extra-económico” en el sentido estricto, sino que su sustrato económico corresponde a otro modo de producción, históricamente más antiguo. En esta medida, y solamente en esta medida, es una “potencia extra-económica” frente al capital. El aparato de dominación, así investido, aparece aquí como un soporte para el capital todavía no desarrollado, instaurando sus condiciones (separación de los productores de los medios de producción, comercio de las mercancías y economía monetaria) en tanto que agente del “proceso histórico de disolución y como autor(es) de las condiciones de existencia del capital”.[14]
Esto se modifica con la penetración progresiva de las relaciones capitalistas, donde “sólo mediante la fuerza de las condiciones económicas”[15] establece la organización de dominación como instrumento para que se instauren las relaciones capitalistas y para que el capital se reproduzca a sí mismo y donde, finalmente, la “subordinación plena del organismo estatal”[16] al capital determine su forma y su función.
Desde este punto de vista, se presenta un problema importante para caracterizar las formas históricamente determinadas del aparato del estado, debido a la no simultaneidad y al curso variable de la penetración de las relaciones capitalistas en las diferentes partes del mundo y a las diferentes formas que reviste la desintegración de las anteriores relaciones de dominación y de producción. En los siglos XVIII y XIX y todavía a principios del XX, se desprenden de este hecho diferencias específicas en la organización y el carácter del aparato del estado en los estados capitalistas avanzados. Así, en los EEUU, “el estado (…) estuvo subordinado desde un principio a la sociedad burguesa, a su producción, y nunca pudo plantear la pretensión de constituir un fin en sí mismo”,[17] mientras que la Alemania prusiana mostraba una penetración retardada -y durante largo tiempo incompleta- de las relaciones capitalistas, que apenas si tocaban a los latifundios donde todavía reinaba un modo de producción agrario - feudal o, cuando menos, no los modificaban de manera decisiva en un sentido capitalista. Por eso la “alianza” de la burguesía con otras clases, característica de la fase de aparición del capitalismo, todavía es válida ahí, en tanto que el desarrollo del capital a escala mundial se halla en transición hacia la fase monopólica e imperialista. Por tal razón aparece una “autonomización” específica del estado frente al capital y la penetración de la república burguesa se retrasa. Marx y Engels caracterizan esto así: “la independencia del estado sólo se da, hoy día, en aquellos países en que los estamentos aún no se han desarrollado totalmente hasta convertirse en clases, donde aún desempeñan cierto papel los estamentos, eliminados ya en los países más avanzados, donde existe cierta mezcla y donde, por tanto, ninguna parte de la población puede llegar a dominar sobre las demás.”[18]
A partir de ese punto de partida, Engels funda su tesis de la posibilidad de un “equilibrio entre las clases” en relación con el estado bismarckiano.[19] Pero entonces se manifiesta el problema citado al principio, que surge cuando ciertas fases históricas de la penetración del capital se erigen abstractamente en generalizaciones teóricas a propósito del estado. La renuncia a un análisis que tome en cuenta las leyes y el desenvolvimiento histórico del proceso capitalista de acumulación y de reproducción desde su punto de partida conduce necesariamente en Engels a una definición casi restrictiva del estado, resultante de la “teoría de las clases”, según la cual el estado aparece como una potencia reguladora de los conflictos de clase, situada por encima de la sociedad.[20] La construcción así sugerida implícitamente y adecuada a los aspectos bonapartistas (del gobierno de Bismarck) de una “neutralidad” especifica del estado deja totalmente al margen la modificación de las funciones del aparato del estado que se produce en esa época, en el momento de la transición hacía un capitalismo monopólico e imperialista.[21]
El fenómeno -que provoca dificultades metodológicas extraordinarias- de la penetración incompleta o no uniforme de las relaciones capitalistas a escala mundial tiene hasta hoy una importancia cardinal para el análisis del estado, aunque el nivel de desarrollo económico de los países capitalistas más avanzados haya alcanzado mayor uniformidad.
 
III. El proceso capitalista de acumulación y de crisis
 
Podría así suponerse, aunque sin razón, que nos preocupamos poco de un “concepto general” del estado burgués si no es posible a la vez deducir de él, sistemáticamente, las funciones concretas del estado, que se desarrollan con el despliegue de las contradicciones capitalistas, y precisarlas en el marco del proceso social de la reproducción. Por eso se plantea la exigencia de no obrar solamente según una clasificación general y abstracta de las funciones del estado, que resultaría en descripciones generalizantes, sino, al contrario, de deducir esta clasificación sistemáticamente y sobre la base del concepto general, a partir del desarrollo concreto de las contradicciones de la formación social capitalista y de las modificaciones del “sustrato real” que de ahí emanan.
El despliegue lógico y ordenado de las leyes generales de la acumulación capitalista, bajo reserva de “que prescindamos transitoriamente de todos los fenómenos que ocultan el juego interno de su mecanismo”[22], es, por esta razón, la condición para analizar el desarrollo histórico concreto por el cual las leyes generales de la acumulación capitalista se abren paso bajo la forma mediata de “numerosas circunstancias empíricas”, particularidades históricas, condiciones naturales. [23] La definición precisa de las leyes de la acumulación y de la reproducción capitalista constituye la condición primera, en el análisis de los movimientos económicos, de las estructuras de clases, de las formas del estado y de las relaciones de dominación política que se desarrollan, para no quedarse en la diversidad desordenada de las apariencias sensibles sino, al contrario, desplegar, a través de las particularidades naturales e históricas, variables, un concepto concreto de la estructura global del contexto social y de sus modificaciones que permita aprehender como tales esas particularidades, modificaciones y desigualdades, y ordenarlas analíticamente. Finalmente tendrá que partir de ahí el modo y la manera de poner en claro las leyes generales, a fin de plantear las preguntas fundamentales en el análisis del estado, para evaluar los desarrollos recientes en materia de la intervención del estado y del mecanismo “político” de las crisis que de él emanan.
El proceso capitalista de producción y de reproducción, que se desarrolla sobre la base de la producción mercantil y que es la condición para la plena penetración de ésta,[24] está, a diferencia de formaciones sociales anteriores, caracterizado por el hecho de que “el proceso de trabajo aparece tan sólo como medio para el proceso de valorización, la reproducción no se pone de manifiesto más que como medio de reproducir como capital el valor adelantado, es decir, como valor que se valoriza a sí mismo”.[25] Este proceso supone “la libre disposición por parte del obrero sobre sus propias capacidades, y por parte del poseedor de dinero o de mercancías la libre disposición de los valores que le pertenecen”.[26] El capitalista, que compra la fuerza de trabajo en su valor medio y la utiliza en el proceso de producción, recobra así el valor de los medios de producción y se apropia por añadidura el plusvalor, que representa para el capital el valor de uso específico de la fuerza de trabajo empleada en la producción. El proceso histórico, que ha conducido a la aparición de esas condiciones (la acumulación primitiva), no será analizado aquí.
Lo esencial es el hecho de su reproducción permanente y ampliada sobre la base de las relaciones capitalistas, una vez desarrolladas éstas. “Pero lo que en un comienzo sólo era punto de partida, es siempre producido de nuevo por medio de la mera continuidad del proceso, de la reproducción simple, perpetuándose como resultado propio de la producción capitalista. Por una parte, el proceso de producción transforma continuamente la riqueza material en capital, en medios de valorización y disfrute para el capitalista. Por otra parte, el obrero sale del proceso de producción, constantemente, tal como entró en él. Como antes de ingresar al proceso su propio trabajo ya se ha convertido en ajeno, ha sido apropiado por el capitalista y se ha incorporado al capital, dicho trabajo se objetiva constantemente, durante el proceso, en producto ajeno. Como el proceso de producción es, al mismo tiempo, proceso de consumo de la fuerza de trabajo por el capitalista, el producto del obrero no sólo se transforma continuamente en mercancía, sino además en capital: valor que succiona la fuerza creadora de valor, medios de subsistencia que compran personas, medios de producción que emplean a los productores. El obrero mismo, por consiguiente, produce constantemente la riqueza objetiva como capital, como poder que le es ajeno, que lo domina y lo explota, y el capitalista, asimismo, constantemente produce la fuerza de trabajo como fuente subjetiva y abstracta de riqueza, separada de sus propios medios de objetivación y efectivización, existente en la mera corporeidad del obrero; en una palabra, produce al trabajador como asalariado. Esta constante reproducción o perpetuación del obrero es la condición sine qua non de la producción capitalista.” [27] Con la continuidad de ese proceso y con la reconversión permanente del plusvalor en capital, “es evidente que la ley de la apropiación o ley de la propiedad privada, ley que se funda en la producción y circulación de mercancías, se trastrueca, obedeciendo a su dialéctica propia, interna e inevitable, en su contrario directo. El intercambio de equivalentes, que aparecía como la operación originaria, se falsea a tal punto que los intercambios ahora sólo se efectúan en apariencia, puesto que, en primer término, la misma parte de capital intercambiada por fuerza de trabajo es sólo una parte del producto de trabajo ajeno apropiado sin equivalente, y en segundo lugar su productor, el obrero, no sólo tiene que reintegrarla, sino que reintegrarla con un nuevo excedente. La relación de intercambio entre el capitalista y el obrero, pues, se convierte en nada más que una apariencia correspondiente al proceso de circulación, en una mera forma que es extraña al contenido mismo y que no hace más que mistificarlo. La compra y venta constantes de la fuerza de trabajo es la forma. El contenido consiste en que el capitalista cambia sin cesar una parte del trabajo ajeno ya objetivado, del que se apropia constantemente sin equivalente, por una cantidad cada vez mayor de trabajo vivo ajeno”.[28]Fundándose sobre la apariencia necesaria del intercambio de equivalentes, la formación social capitalista se reproduce constantemente sobre la base de la ley de valor. La cohesión social es producida por las leyes de la producción mercantil y del cambio de las mercancías. El proceso de producción, regido por la ley del valor a espaldas de los productores individuales, produce y reproduce continuamente sus propias condiciones sociales, sin que haya necesidad para ello de una intervención exterior. “No solo las condiciones objetivas del proceso de producción se presentan como resultado de este, sino igualmente el carácter específicamente social de las mismas; las relaciones sociales y por ende la posición social de los agentes de la producción entre sí, las relaciones de producción mismas son producidas, son el resultado, incesantemente renovado, del proceso”.[29]
Sin embargo, el proceso histórico del desarrollo capitalista no debe ser entendido en ningún caso como la reproducción quasi “equilibrada” de las relaciones capitalistas; al contrario, está determinado decisivamente por el despliegue de sus contradicciones internas en el transcurso del proceso de acumulación. El proceso capitalista de reproducción es una reproducción en escala necesariamente ampliada, es un proceso de acumulación. La reconversión permanente de plusvalor en capital se impone al capitalista individual a través de la competencia como una ley coercitiva externa. “Lo constriñe a expandir continuamente su capital para conservarlo, y no es posible expandirlosino por medio de la acumulación progresiva”.[30] Lo que determina en los hechos de manera decisiva el proceso de acumulación y constituye, según Marx, el punto capital de la investigación, son las modificaciones en la composición del capital que se generan necesariamente en el curso de ese proceso en razón del desarrollo de las fuerzas productivas que él impulsa, es decir, las modificaciones de la relación entre el trabajo reificado y el trabajo vivo en el proceso de producción, cuyas consecuencias culminan en la baja tendencial de la tasa de ganancia.[31] Para Marx, esa ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia es “en todo respecto, la ley más importante de la moderna economía política y la esencial para comprender las relaciones más dificultosas”.[32] Es la expresión de la tendencia, inherente al capital mismo, del desarrollo de las fuerzas productivas.
El carácter necesario de las modificaciones de la composición de valor del capital, que suscitan la baja tendencial de la tasa de ganancia, se explica por las contradicciones de clase fundamentales del modo de producción capitalista: “una vez dados los fundamentos generales del sistema capitalista, el curso de la acumulación alcanza siempre un punto donde el desarrollo de la productividad del trabajo social se convierte en la palanca más poderosa de la acumulación”[33], es decir, en donde las modificaciones técnicas del proceso de trabajo y el despliegue de las fuerzas productivas aparecen como la condición de una acumulación ulterior. La revolución técnica del proceso de producción se convierte en un instrumento necesario en la controversia entre el capital y el trabajo asalariado, así como la autoafirmación del carácter expansivo de los capitales individuales en el combate de la competencia. “El acrecentamiento del capital implica el incremento de su parte constitutiva variable, o sea de la que se convierte en fuerza de trabajo. Una parte del plus valor transformado en plus capital tiene que reconvertirse siempre en capital variable o fondo suplementario de trabajo. Si suponemos que, a condiciones en lo demás iguales, la composición del capital se mantiene inalterada, esto es, que para poner en movimiento determinada masa de medios de producción o capital constante se requiere siempre la misma masa de fuerza de trabajo, es evidente que la demanda de trabajo y el fondo de subsistencia de los obreros crecerán en proporción al capital, y tanto más rápidamente cuanto más rápidamente crezca éste. Como el capital produce anualmente un plus valor, una parte del cual se suma cada año al capital original; como este incremento mismo se acrecienta todos los años con el volumen creciente del capital que ya está en funciones, y finalmente, como bajo un acicate particular del afán de enriquecerse –apertura, por ejemplo, de nuevos mercados, de esferas nuevas para la inversión de capital a causa de necesidades sociales recién desarrolladas, etc.– la escala de la acumulación se puede ampliar súbitamente sólo con variar la distribución del plus valor o del plus producto en capital y rédito, cabe la posibilidad de que las necesidades de acumulación del capital sobrepujen el acrecentamiento de la fuerza de trabajo o del número de obreros, y de que la demanda de obreros supere su oferta, a raíz de lo cual los salarios pueden aumentar.”[34] A través solo del mecanismo de su propia acumulación, pues, el capital se ve forzado a realizar modificaciones técnicas del proceso de producción, con cuya ayuda el trabajo vivo debe volverse relativamente prescindible, excedentario.[35]
El mecanismo de su propia valoración obliga pues al capital a desprenderse continuamente de su fundamento, la fuerza de trabajo humano directo. No puede sacar provecho de la fuerza productiva del trabajo más que a condición de desarrollarla, y esto a su vez significa: agravación de la división del trabajo y sujeción de la fuerza de trabajo viva al sistema de las máquinas.[36] Cuando las relaciones capitalistas se desarrollan, el proceso de producción deja de ser un “proceso de trabajo en el sentido de ser controlado por el trabajo como unidad dominante. El trabajo se presenta, antes bien, sólo como órgano consciente, disperso bajo la forma de diversos obreros vivos presentes en muchos puntos del sistema maquínico, y subsumido en el proceso total de la maquinaria misma, sólo como un miembro del sistema cuya unidad no existe en los obreros vivos, sino en la maquina viva (activa)”.[37] “El desarrollo del medio de trabajo como maquinaria no es fortuito para el capital, sino que es la metamorfosis histórica del medio de trabajo legado por la tradición, transformado en adecuado para el capital. La acumulación del saber y de la destreza, de las fuerzas productivas generales del cerebro social, es absorbida así, con respecto al trabajo, por el capital y se presenta por ende como propiedad del capital, y más precisamente del capital fixe, en la medida en que este ingresa como verdadero medio de producción al proceso productivo. La maquinaria, pues, se presenta como la forma más adecuada del capital fixe y el capital fixe –en cuanto se considera al capital en su relación consigo mismo– como la forma más adecuada del capital en general […] El pleno desarrollo del capital, pues, tan sólo tiene lugar – o el capital tan sólo ha puesto el modo de producción a él adecuado –cuando el medio de trabajo está determinado no sólo formalmente como capital fixe, sino superado en su forma inmediata y el capital fixe se presente frente al trabajo, dentro del proceso de producción, en calidad de máquina; el proceso entero de producción, empero, no aparece como subsumido bajo la habilidad directa del obrero, sino como la aplicación tecnológica de la ciencia.”[38]
Con la penetración de su modo de producción y con la ampliación permanente de su esfera (el mercado mundial), el capital instaura progresivamente la división del trabajo social y el enorme acrecentamiento de la maquinaria como encarnación de la fuerza productiva social en relación con el trabajador individual. Este movimiento aparece a los ojos del capitalista individual, lanzado en el combate de la competencia a la búsqueda de un sobrebeneficio, como la necesidad permanente de reducir el salario -que representa una amputación del capital adelantado- mediante la racionalización, es decir, mediante el reemplazo del trabajo vivo por máquinas. Mutaciones radicales de la técnica de producción (las diferentes fases de la “revolución industrial”) son así incluidas en el concepto mismo de capital. Puesto la forma capitalista de explotación se concreta en el hecho de que el trabajo reificado se comporta con hostilidad hacia el trabajo vivo en una medida creciente y bajo una forma constantemente cambiante, y puesto que el trabajo reificado atrae y rechaza al trabajo vivo, la ciencia y la técnica aparecen históricamente como ingredientes necesarios del capital en su combate con el trabajo asalariado.
El proceso de progresiva acumulación y el desarrollo de las fuerzas productivas que emanan de él encuentran, sin embargo, un límite que le impone la modificación de la composición del capitalismo mismo. Una fuerza productiva del trabajo creciente significa que el trabajador individual pone en marcha una masa siempre mayor de medios de producción, de materias primas, etc. -la composición técnica del capital, que es la relación entre la masa de medios de producción y la fuerza de trabajo (MP/FT), se modifica. Y de tal suerte que, permaneciendo todo lo demás igual, la composición del valor del capital (C/V) también debe modificarse, si no proporcionalmente, por lo menos en el mismo sentido. Marx llama “a la composición de valor del capital, en tanto se determina por la composición técnica del mismo y refleja variaciones de esta, composición orgánica del capital”.[39] Para una tasa de plusvalor (p/v) constante y para una composición orgánica del capital creciente, la tasa de ganancia en relación con el capital total (p/(C+V)) debe bajar. Cuando con una tasa de ganancia en descenso se alcanza el punto en que la masa de ganancias producida se vuelve demasiado pequeña para poder capitalizar todavía fructuosamente el nuevo plusvalor generado y, de esta suerte, se genera una sobreproducción relativa de capital, el proceso de acumulación debe abatirse.[40] En esta baja tendencial de la tasa de ganancia reside la necesidad absoluta de la crisis general del capitalismo, que únicamente existe como posibilidad si se atiende a la circulación del dinero.[41]
Pero ahora se vuelve evidente, en la crisis, la oposición entre las clases, que va agravándose con el avance del proceso de acumulación: la capacidad del trabajo vivo de valorizar sostenida y crecientemente al capital conforme se desenvuelve el proceso de acumulación al ritmo del desarrollo de su propia fuerza productiva y, por este mismo hecho, de producir una masa creciente de valores de uso, explica a la vez su permanente cantidad excesiva, el continuo desplazamiento de la masa de los trabajadores en un sentido y en otro y la constitución de un ejército industrial de reserva.[42] Pues con el crecimiento del capital (total), crece igualmente su parte variable, pero en proporción constantemente decreciente.[43] Así pues, conforme se desarrolla el modo de producción capitalista, mayor es la masa de capital requerida para emplear una fuerza de trabajo idéntica o creciente.[44] El ejército de reserva, que había permanecido en estado latente durante la acumulación progresiva, sale manifiestamente a la luz, aunque solamente durante la ulterior disminución e interrupción del proceso de acumulación. Es sólo en el momento de la disminución o del colapso de este proceso, cuando se pone en evidencia por este motivo el carácter contradictorio del desarrollo de las fuerzas productivas en las condiciones capitalistas, donde interviene abiertamente la agravada oposición entre las clases. La acumulación progresiva o el “crecimiento estable” representa así una condición decisiva pero tendencialmente insostenible para mantener en estado latente los conflictos de clase.
Si la “tendencia progresiva de la tasa general de ganancia a la baja sólo es, por lo tanto, una expresión peculiar al modo capitalista de producción, al desarrollo progresivo de la fuerza productiva social del trabajo”[45], entonces resulta que el modo de producción capitalista encuentra el mismo su límite en el desarrollo que imprime a las fuerzas productivas. “La contradicción de este modo capitalista de producción consiste precisamente en su tendencia hacia el desarrollo absoluto de las fuerzas productivas, la cual entra permanentemente en conflicto con las condiciones específicas de producción dentro de las cuales se mueve el capital, y que son las únicas dentro de las cuales puede moverse”.[46] “El verdadero límite de la producción capitalista lo es el propio capital”.[47]
Después de haber realizado esta derivación de la tendencia a las crisis y a la destrucción del sistema capitalista resultante de las implicaciones de la propia ley del valor, queda por examinar en especial la cuestión de saber por qué esa destrucción no tuvo lugar hasta ahora, es decir, de qué factores concretos modificaron y modifican el cumplimiento de la ley general.[48] He ahí un punto decisivo para definir las funciones del estado. Por eso es necesario abordar más de cerca el mecanismo capitalista de las crisis.
Un elemento fundamental del mecanismo capitalista de las crisis estriba en el hecho de que, mediante las actuaciones de los capitales individuales en la competencia y en razón de la lucha de clases, “las mismas causas que provocan la baja de la tasa general de ganancia, suscitan acciones de signo contrario que inhiben, retardan y en parte paralizan dicha caída”.[49] Tales reacciones descansan ante todo en el hecho de que, por una parte, los avances en la fuerza productiva del trabajo no dejan sin cambio ni la composición en valor del capital ni la tasa de plusvalor, y, por la otra, de la posibilidad existente de concentrar masas siempre crecientes de plusvalor en los centros industriales de la acumulación. Marx describió estos “factores que juegan en sentido inverso” en el capítulo 14 del libro III de El capital, pero no hizo sino esbozar esta descripción y, por otra parte, no podía ser de otra manera: en efecto, no se puede determinar la ley misma a partir del desarrollo concreto del proceso de acumulación, sino solamente las “contra-tendencias”; y su modo de aparición así como su significación varían según la fase alcanzada en ese momento por el desarrollo capitalista.
Si se los expresa en términos subyacentes de valor y se renuncia en un primer momento a un análisis del sistema capitalista que los haría emanar del mecanismo de las crisis y de las luchas de clases, se pueden distinguir esos “factores que juegan en sentido inverso” y sistematizarlos de la manera siguiente:[50]
 
A.    Factores que retardan el aumento de la composición orgánica del capital.
A esta categoría pertenecen: la posibilidad de una acumulación fundada en una tecnología estática y la inclusión en el proceso reproductivo capitalista de nuevas ramas de producción que tengan menor composición orgánica, ligadas ambas cosas a la presencia de una población relativamente excedentaria, siempre que ésta vaya restringiéndose a medida que avanza la penetración capitalista en el mundo, es decir, conforme se intensifica la competencia en el mercado mundial. Más decisiva es la acción que se deriva del crecimiento de la fuerza productiva del trabajo mismo, la cual se manifiesta bajo la forma de un descenso del precio de los elementos del capital constante y de un aumento de la eficiencia en su utilización, lo que conduce a un crecimiento relativamente retardado de C en el proceso de acumulación.[51] En fin, pertenecen a esta categoría las diferentes formas de la destrucción y de la desvalorización del capital adelantado: en el curso de la crisis cíclica, por la guerra o bien en razón de nuevos descubrimientos.
 
B.     Factores que elevan la tasa de explotación.
De la misma manera que la creciente fuerza productiva del trabajo no deja inmutable el valor de los elementos del capital constante, puede conducir a una baja relativa de los precios de los bienes de consumo de los trabajadores y, por esa razón, a una baja del valor de la fuerza de trabajo como mercancía. Para un tiempo de trabajo que supuestamente permanece idéntico, la relación entre el trabajo necesario y el plustrabajo se modifica en beneficio de este último: la tasa de plusvalor relativo se eleva y, manteniéndose, por otra parte, la igualdad de lo demás, a continuación también se eleva la tasa de ganancia. Todas las medidas con miras a un acrecentamiento del plusvalor absoluto tienen un efecto idéntico: prolongación del tiempo de trabajo e intensificación del trabajo, así como reducción del salario por debajo del valor de la fuerza de trabajo.[52]
 
C.    Factores que conducen a la concentración del plusvalor y de la ganancia en los centros industriales en donde se hace la acumulación.
A esta categoría pertenecen la reducción de la cuota de los sectores no industriales de la burguesía en el plusvalor total[53] (la disminución de la renta de bienes raíces, la eliminación del beneficio comercial y el fenómeno que Keynes llama “la eutanasia del rentista”) y también -pero esto sucede cada vez menos en los hechos a consecuencia del desarrollo de la capacidad que tiene el capitalismo de afrontar las crisis- la disminución de los grupos de la población que son improductivos y que viven de amputaciones hechas al ingreso global, tales como las profesiones liberales, los servidores del estado, los militares. Se cuenta también en esta categoría el aumento de velocidad de rotación del capital (reducción del tiempo de producción y de circulación), que es igualmente un producto fundamental del progreso técnico (por ejemplo, como consecuencia del desarrollo de las técnicas de automatización, de control, de dirección, en razón del mejoramiento de los medios de comunicación). En fin, lo que se vuelve decisivo en el capitalismo desarrollado es la no repartición equitativa de las tasas de ganancia, o bien su escisión, que es suscitada por la monopolización (internacional), por la aparición del capital por acciones, así como por la toma a su cargo por parte del estado de sectores no rentables de la producción y también por las transferencias permanentes de valor que, a través del intercambio desigual en el mercado mundial, afluyen desde los países dominados por el imperialismo hacía las metrópolis industriales avanzadas.[54]
Presentado de esta manera el sistema de las contratendencias, no se ha dicho mucho acerca de su influencia efectiva. Esta debe ser puesta en claro con apoyo en un examen del desarrollo concreto del proceso de acumulación, de la competencia entre los capitales individuales y de la crisis, por lo cual las leyes de la teoría del valor que se han indicado se abren paso efectivamente bajo su forma contradictoria. Pero previamente hay que hacer algunas observaciones generales a ese respecto. Como la tasa de acumulación no puede disminuir en la misma proporción que baja la tasa de ganancia -al contrario, debe ser puesta en marcha progresivamente por los capitales individuales en competencia en la acumulación, so pena del estallido abierto del conflicto de clases y bajo la presión del capital ya acumulado-,[55] una crisis estalla cuando la masa del plusvalor producida y apropiada por los capitales individuales ya no es suficiente para mantener la tasa de acumulación necesaria y, por esa razón, la masa de plusvalor existente ya no puede capitalizarse rentablemente. “La superacumulación del capital se produce siempre al final de un período de acumulación, en el curso del cual se amplía la producción paralelamente a la expansión del capital. Cuando las condiciones de explotación existentes [es decir, la relación de valor entre el trabajo muerto y el trabajo vivo, la tasa de plusvalor, etc. -J. H.] excluyen una acumulación ulterior del capital, se produce una crisis”.[56] La masa de plusvalor, relativamente decreciente, aparece por esa razón como una sobreproducción de capital. Esto significa que “la acumulación ha alcanzado un punto en el cual las utilidades que derivan de él no son ya bastante grandes [para el término medio de los capitales individuales -J.H.] para justificar una expansión ulterior. Ya no hay estímulo para las inversiones, y como falta nueva inversión de capital invertido, o por lo menos no la hay en volumen significativo, la demanda de todas las mercancías disminuye”[57]“Una sobreproducción de capital nunca significa otra cosa que una sobreproducción de medios de producción –medios de trabajo y medios de subsistencia– que puedan actuar como capital, es decir que puedan ser empleados para la explotación del trabajo con un grado de explotación dado; pues la disminución de ese grado de explotación por debajo de un punto dado provoca perturbaciones y paralizaciones del proceso de producción capitalista, crisis y destrucción de capital”.[58] “La resultante falta general de demanda aparece como una sobreproducción de mercancías, y esta aparente sobreproducción sugiere al problema de la realización como la causa de la crisis”.[59]
Desproporcionalidades, desigualdades en la estructura económica y dificultades en la circulación, que permanecen ocultas en tanto el proceso de acumulación no se perturba, se muestran abiertamente en la crisis y son violentamente suprimidas por ella.[60] Ciertamente, no hay que considerar estos elementos como la causa de la crisis general, sino solamente como elementos que la agravan o, cuando mucho, la desencadenan. En consecuencia, la función de la crisis no consiste solamente en eliminar desproporcionalidades existentes en el aparato de producción; es al mismo tiempo, y sobre todo, un medio por el cual las contratendencias a la caída de la tasa de ganancia son efectivamente movilizadas (por ejemplo, por una racionalización acrecentada, o por una agravación de la explotación imperialista). “En cualquier momento dado, los límites reales a la expansión del capital están determinados por las condiciones sociales generales, que incluyen el nivel de tecnología, el volumen de capital ya acumulado, la disponibilidad de mano de obra asalariada, el grado de explotación posible, la extensión del mercado, las relaciones políticas, los recursos naturales conocidos, y así sucesivamente. No es únicamente el mercado sino la situación social total y todas sus ramificaciones lo que permite, o limita, la acumulación del capital”.[61] Como esas condiciones sociales y generales de la producción no se adaptan a la acumulación del capital, la crisis aparece cuando el proceso de la acumulación llega a tropezar con los límites que éstas le imponen; en las crisis, estos límites se perfilan de nuevo en los hechos y así las condiciones generales de producción se reorganizan.[62] La necesidad de reorganizar siempre fundamentalmente las condiciones de producción y las relaciones de explotación cuando no corresponden ya al nivel alcanzado por la acumulación pero, por otra parte, también su relativa rigidez y su relativa dependencia respecto al proceso de producción inmediato en cada nivel que alcanzan, explican entre otras cosas la periodicidad de las crisis.[63] Los ciclos de las crisis aparecen como una reproducción abreviada del curso que sigue a largo plazo la acumulación capitalista, como una “tendencia discontinua a la destrucción”.[64] Entendemos por eso que las “contratendencias” a la caída de la tasa de ganancia no deben ser  interpretadas como la suma de factores aislados, sino al contrario, como la expresión de un conjunto social complejo de condiciones de producción que son establecidas por el propio capital de una manera tendencialmente portadora de crisis; en todo caso, esas condiciones no aparecen solamente en el curso normal del proceso de acumulación y de reproducción ampliado de las relaciones capitalistas. La movilización de las contratendencias significa en los hechos la reorganización de un conjunto histórico y complejo de condiciones sociales generales de producción y de relaciones de explotación en un proceso que no puede seguir adelante sin acarrear la crisis.[65]
El curso real del proceso de desarrollo y de acumulación de la sociedad capitalista, en el que necesariamente abundan las crisis, depende así, de manera decisiva, del éxito de la necesaria reorganización de las condiciones de producción y de las relaciones de explotación y de la manera en que se logre esta reorganización. Esta reorganización está influenciada fundamentalmente por las acciones de los capitales individuales en competencia y por el resultado de los conflictos de clase a escala internacional. Por eso es que no existe un curso mecánico del desarrollo del capitalismo que se desenvuelva siguiendo una ley natural; en el marco de las leyes generales, ese desarrollo está mucho más determinado por las acciones de las clases y de los sujetos en movimiento, por las condiciones concretas de la crisis que resulten de ello y por sus consecuencias políticas.[66]
Ahora, hay que hacer igualmente una observación sobre el carácter lógico de la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia en relación con la realidad empírica: la ley describe el contexto social y el punto de articulación entre las estrategias del capital y los conflictos de clase, cuyos resultados en el nivel de las magnitudes económicas empíricas (la composición del capital, la masa de salarios, las ganancias) no pueden aparecer sino en forma mediata y contradictoria.[67]
En la medida en que el capital, en su lucha por la tasa y la masa de ganancias, deba movilizar las “fuerzas contrarrestantes” de una explotación intensificada, la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia describe los fundamentos objetivos de las luchas de clase efectivas.[68] La formulación del contexto social que permite la teoría del valor autoriza en primer término a definir las acciones de las clases en lucha como estrategias, en tanto que, bajo el dominio de la ley del valor, sus protagonistas no reconocen, o sólo deficientemente reconocen, su contexto social. Del resultado de estas estrategias y del resultado de estas luchas depende que la baja tendencial de la tasa de ganancia sea empíricamente visible o no. La misma ley, cuya existencia puede permanecer oculta durante largos períodos por el efecto de “contratendencias”, queda al descubierto con la marcha hacia la crisis.[69] La ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia formula la coherencia de las relaciones objetivas del desarrollo histórico de los enfrentamientos de clase; los “factores que actúan en sentido inverso” describen los resultados y las condiciones, que adoptan la forma de relaciones sociales complejas. En otros términos, la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, tomada como tal, no puede explicar el curso empírico del desarrollo de las sociedades capitalistas, sino que, al contrario, es la formulación de sus momentos contradictorios, que se expresan a la manera de luchas de clases, de estrategias del capital y del desarrollo de las crisis -modificadas en cada caso por múltiples circunstancias empíricas y particularidades históricas.
El proceso histórico de desarrollo de la sociedad capitalista debe ser comprendido así como el despliegue progresivo de las fuerzas productivas impulsado por la acumulación del capital, desarrollo que entra constantemente en conflicto con la estrecha base de las relaciones capitalistas de producción.[70] Esta contradicción se manifiesta en la tendencia absoluta del capitalismo a las crisis y al colapso, que no puede ser compensada sino mediante la reorganización permanente, en el momento de las crisis, de las condiciones sociales de producción y de las relaciones sociales de explotación. Las “contratendencias” a la caída tendencial de la tasa de ganancia, deducibles lógicamente de la ley de valor, como se indicó arriba, se realizan concretamente en la forma de cambios de las relaciones sociales complejas para cuya imposición vuelve a adquirir creciente importancia el aparato del estado. Este interviene por encima de las acciones de los capitales individuales y de los conflictos de clase existentes. Antes de llegar a deducir, a partir del contexto de la reproducción y de las crisis del sistema capitalista ya explicados, el modo de funcionamiento del estado y su carácter cambiante, es necesario entender el concepto de “reorganización de las condiciones de producción” [Reorgaisation der Produktionsbedingungen] de una manera un poco más precisa. Se trata de modificaciones analíticamente diferenciables, aun cuando están estrechamente ligadas unas a otras, de las bases económicas en su conjunto, y de su instauración objetiva como estrategias del capital para la organización de “reacciones” complejas. En este sentido aparecen como históricamente determinantes ante todo: en primer lugar las modificaciones de forma del capital mismo -la monopolización, la modificación de las relaciones de propiedad y de dirección (sociedades por acciones), la formación del sistema de crédito-; en segundo lugar, la expansión del capital en el mercado mundial, la exportación de capitales y la constitución de un sistema mundial imperialista; en tercer lugar, el desarrollo frenético de las fuerzas productivas y la aceleración del progreso científico y técnico.
1. El curso cíclico del proceso de acumulación capitalista está relacionado con una concentración y una centralización progresivas del capital: una parte de los capitales es aniquilada en la crisis y desaparece, otras partes pierden su autonomía y son absorbidas por capitales mayores.[71] En la medida, entonces, en que se reduce el valor total del capital fijo y se retiran capitales individuales menos productivos, este proceso será en sí mismo un elemento cardinal de la reorganización periódica de las condiciones generales de la valorización. La tendencia a la monopolización no es solamente una manifestación consecutiva a la crisis, sino también una de sus funciones más fundamentales, en tanto que mecanismo de reorganización de la estructura del capital. Esto es cierto sobre todo en la medida en que, con un desarrollo de las fuerzas productivas que sigue adelante, solamente los capitales individuales más importantes todavía están en condiciones de realizar las modificaciones técnicas del proceso de producción necesarias para la reproducción (el paso hacia la producción en masa mecanizada y automatizada) y de sus condiciones económicas (por ejemplo, el control de vastos mercados y la formación de amplias redes de distribución).[72] La formación del sistema de crédito y la creación de las sociedades por acciones son condiciones y palancas determinantes de una centralización progresiva del capital.[73] En cuanto éstas son“supresión del capital como propiedad privada dentro de los límites del modo de producción capitalista mismo”[74] y en tanto que “la disposición absoluta (…) de capital ajeno, de propiedad ajena y en consecuencia de trabajo ajeno”[75], permiten desarrollar las fuerzas productivas más allá de los límites marcados por la propiedad privada inmediata de los medios de producción. Al darse una socialización objetivamente creciente de la producción, crean un espacio en que el capital pueda funcionar como capital social en el seno de las relaciones de producción capitalistas privadas. El aumento de la productividad del trabajo bajo el efecto de una depreciación de los elementos del capital constante y la elevación de la tasa de plusvalor relativa, la racionalización del aprovechamiento de los medios de producción y de las materias primas, así como el aumento de la velocidad de rotación del capital, siempre y cuando avance el desarrollo de las fuerzas productivas, están ligados a la constitución de fuertes capitales individuales -sobre la base de la sociedad por acciones y del sistema de crédito- y a la concentración, vuelta así posible, de poderosas masas de valor y de plusvalor bajo una misma dirección. Este efecto es reforzado por la centralización de plusvalor que se funda en la abolición del mercado de libre competencia. Las estructuras monopólicas de mercado permiten a los monopolios y a los cárteles vender sus productos por encima del precio de producción y acrecentar así cada vez más sus tasas de ganancia en detrimento de otros capitales, también en el plano internacional. La monopolización progresiva que se deriva de esto aparece entonces como condición para que se conserve la acumulación capitalista en los centros decisivos para el desarrollo de las fuerzas productivas; entonces, el reparto inequitativo de las tasas de ganancia que se establece de manera permanente por esta razón, así como el no funcionamiento parcial del mecanismo regulador del mercado, agravan las contradicciones, que se manifiestan en la perturbación del proceso de reproducción equilibrada del sistema en su conjunto sobre la base de la ley del valor y en el ensanchamiento permanente de las desproporcionalidades estructurales, cuyo efecto de crisis es tendencialmente realzado por la ampliación de la “superestructura del crédito”.[76]
2. Puesto que la causa más determinante del mecanismo capitalista de las crisis reside en la contradicción entre el desarrollo progresivo de las fuerzas productivas y la estrecha base de las relaciones de producción, la ampliación constante del mercado y el campo externo de la producción y la constitución del mercado mundial son tendencias absolutas del capital.[77] La suspensión de la acumulación al nivel que la producción alcanzó en ese momento debe superarse a través de la inclusión de espacios y poblaciones siempre nuevos en el seno del modo capitalista de producción (es decir, la posibilidad de una acumulación sobre una base tecnológica inmodificada) o bien a través de la creación de un plusvalor relativo, que a su vez está necesariamente ligado a la amplitud de la división del trabajo, al descubrimiento de nuevas necesidades, al desarrollo de nuevas ramas de producción a escala mundial: “por lo demás, la producción de plusvalor relativo –o sea la producción de plusvalor fundada en el incremento y desarrollo de las fuerzas productivas– requiere la producción de nuevo consumo, que el circulo consumidor dentro de la circulación se amplié así como antes se amplió el circulo productivo. Primeramente: ampliación cuantitativa del consumo existente; segundo: creación de nuevas necesidades, difundiendo las existentes en un círculo más amplio; tercero: producción de nuevas necesidades y descubrimiento y creación de nuevos valores de uso […] De ahí la exploración de la naturaleza entera, para descubrir nuevas propiedades útiles de las cosas; intercambio universal de productos de todos los climas y países extranjeros; nuevas elaboraciones (artificiales) de los objetos naturales para darles valores de uso nuevos”.[78] Dicho de otra manera, esto significa que existen límites claros, para una acumulación en progreso, respecto de una reorganización exitosa de las condiciones de explotación en el marco nacional, que es demasiado restringido. La baja tendencial de la tasa de ganancia impone la ampliación de la esfera del capital más allá de las fronteras nacionales; la ampliación progresiva del mercado y la exportación de capitales son, por esa razón, la consecuencia directa de la baja de las tasas de ganancia y de la restricción relativa de las masas de valor. “El capitalismo está en crisis, no porque hay un exceso de plusvalor, sino al contrario, porque no puede acrecentar suficientemente el plusvalor sin reorganizar la estructura del capital en el mundo entero.”[79] La capitalización progresiva del mundo y la constitución del mercado mundial, en tanto que producto y condición de la reorganización de las condiciones de producción, significan a la vez un agravamiento de la competencia, una presión creciente a la monopolización, una generalización de las crisis y una agresividad intensificada de los países capitalistas avanzados en la lucha por el control de las materias primas, de los mercados y de las esferas de inversión.[80] Si esta capitalización del mundo representa una necesidad absoluta para la reorganización permanente de las condiciones de producción, para la elevación de la fuerza productiva del trabajo y para la elevación (absoluta o relativa) del plusvalor, al mismo tiempo su instauración incompleta y las desigualdades de desarrollo económico a escala mundial que resultan de ello son el fundamento de una transferencia permanente y unilateral de masas de valor entre los propios países desarrollados, pero sobre todo de los países atrasados hacia las metrópolis imperialistas. Este “intercambio desigual” [nicht äquivalente Tausch] no es sino agravado por la existencia de monopolios y cárteles internacionales (por ejemplo, los cárteles de los compradores de materia primas). Este intercambio desigual se instala necesariamente sobre la propia base de las diferentes composiciones orgánicas del capital y de las diferentes productividades del trabajo a través de la nivelación internacional de las tasas de ganancia, en la que el país menos desarrollado “da más trabajo reificado, en especie, de lo que se recibe por él” y en la que el país más desarrollado toma “en cambio más trabajo (que el país menos desarrollado) a cambio de menos trabajo”.[81] Así, pues, si las pérdidas y las ganancias resultantes del intercambio se equilibran dentro de un país, no necesariamente sucede lo mismo en el comercio exterior. “La ley del valor experimenta aquí una modificación fundamental”.[82] Las transferencias permanentes de valor con destino a las metrópolis capitalistas industrializadas (que aparecen en las estadísticas comerciales como “deterioro” de los terms of trade [términos de intercambio] para los países atrasados) son agravadas por las diferencias en el valor de la fuerza de trabajo, por  las posibilidades, en los países subdesarrollados, de comprimir los salarios incluso por debajo de su valor y arruinar así físicamente a la población trabajadora, para finalmente transferir sin cesar a los centros capitalistas los beneficios extraordinarios del capital invertido en ellos. Con la creciente tendencia a la crisis que tiene el desarrollo económico en los países capitalistas avanzados, la explotación de los países dependientes, productores de la mayor parte de las materias primas o de los productos semielaborados, sobre la base de un intercambio desigual, y la concentración y centralización imperialistas de masas de plusvalor se convierten en una condición decisiva para lograr compensar las tendencias generales a las crisis  y al colapso, así como para mantener el proceso de acumulación en los centros. En contradicción con la tendencia hacia una capitalización progresiva del mundo y hacia una generalización de las relaciones capitalistas, se manifesta una tendencia hacia el crecimiento continuo de las diferencias de desarrollo existentes y de las desigualdades económicas.[83]
Sobre la base de la lógica y de las leyes del proceso mismo de acumulación, la concentración de las metrópolis en las producciones tecnológicamente más avanzadas es siempre impulsada por las transferencias de valor procedentes de los países dependientes. La consecuencia es una intensificación extraordinaria de la “división del trabajo” imperialista, que aumenta al mismo tiempo la dependencia económica real de las metrópolis respecto a los países menos desarrollados: ciertas materias primas, ciertos textiles, ciertos alimentos, ciertos productos elaborados básicos no pueden sino provenir de esos países, si se quiere evitar que la tasa de ganancia no caiga demasiado. Por esa razón, las metrópolis están obligadas, so pena de declinación, a un desarrollo acelerado de la tecnología de producción y, al  mismo tiempo, a un control eficaz de esos países y de sus relaciones comerciales.[84] El imperialismo desarrollado se diferencia del antiguo colonialismo esencialmente por el hecho de que, para los estados imperialistas, ya no se trata de manera predominante de organizar pillajes inmediatos, sino de garantizar las esferas de inversión existentes, las fuentes de materias primas y, ante todo, las relaciones de intercambio desiguales.  Con la progresión del proceso de acumulación y las consecuencias de la reorganización de las relaciones de producción aparece en las metrópolis una dependencia aumentada de éstas en su conjunto respecto al Tercer Mundo y, por esa razón, una globalización latente de la lucha de clases.
3. La tendencia, inherente al concepto de capital, hacia un desarrollo progresivo de la ciencia y de la técnica se impone así a los capitales individuales de modo cada vez más apremiante con la ampliación del mercado mundial imperialista y la intensificación de la competencia en el mercado mundial.[85] La reorganización de la estructura del capital por el trastorno continuo de la técnica de producción y la multiplicación de los valores de cambio sobre la base de una utilización sistemática de la ciencia no se establece de una manera históricamente determinante más que con la completa constitución del mercado mundial y la universalización del mecanismo capitalista de las crisis que de ello se deriva. En tanto que es medio de la reorganización de la estructura del capital con miras a la intensificación de la explotación, en el sentido de un aumento del plusvalor relativo, y con miras a la explotación imperialista de los países dependientes, el desarrollo de la técnica y de la ciencia significa una reacción siempre más fuerte a la tendencia a las crisis y al colapso en los países capitalistas desarrollados: la depreciación de los elementos del capital constante, la caída del valor de la fuerza de trabajo como mercancía y el aumento relativo del tiempo de plustrabajo, la aceleración de la velocidad de rotación del capital, la intensificación del trabajo y el sistema imperialista de concentración y centralización de masas de plusvalor en las metrópolis caracterizan en especial el conjunto de las “contratendencias” que están ligadas directamente al despliegue de la ciencia y la técnica.
Con el progreso de la ciencia y de la técnica se agravan al mismo tiempo las contradicciones inmanentes al desarrollo capitalista de las fuerzas productivas: una primera contradicción reside en el carácter de valor propio de los resultados científicos que, una vez producidos, son por definición utilizables a voluntad y se deterioran apenas, es decir, no ocasionan ningún costo de reproducción y por esta razón no poseen en sentido estricto tampoco ningún valor de cambio.[86] Eso significa que están planteadas ciertas limitaciones a la producción de resultados científicos sobre la base de la producción capitalista. Estas se manifiestan concretamente por el hecho de que, tendencialmente, los capitalistas individuales no producen y no realizan técnicamente en la producción la masa de conocimientos científicos y tecnológicos necesarios para la estabilización del sistema en su conjunto, y esto tanto menos cuanto que la masa exigida se vuelve más grande y se vuelve más pequeña la que puede atribuirse a conocimientos obtenidos fuera de la producción mercantil capitalista, en tanto que “fuerza productiva gratuita”.[87] En segundo lugar, con el trastorno continuo de la técnica de producción se refuerza la tendencia a la destrucción de la base natural de la producción y de la base natural de la civilización, que también fueron puestos a disposición del capital en las fases anteriores de su desarrollo como “fuerza productiva gratuita”. Por esa razón aparecen con el avance del proceso de acumulación, y extendiéndose progresivamente, “efectos externos”, negativos, que no pueden ser absorbidos a través del proceso de autorreproducción del capital: el capital no solo no produce sus condiciones generales de producción sino que, al contrario, las destruye (“destrucción del medio ambiente”). De esta manera se concreta, en tercer lugar, la contradicción fundamental del desarrollo capitalista de las fuerzas productivas, cuya forma y contenido están ligados a las condiciones de explotación del capital: esas condiciones se vuelven tendencialmente más difíciles y se abren paso en una medida creciente de manera monopolista, se desarrolla la ciencia como potencialidad del capital, como fuerza ajena frente al trabajador y como instrumento de explotación y de lucha de clases.[88] La contradicción entre la forma monopólica del desarrollo de las fuerzas productivas, las necesidades sociales y las necesidades de la reproducción del sistema en su conjunto debe, por esa razón, acrecentarse constantemente con la progresión del proceso de acumulación. Finalmente, en cuarto lugar, independientemente de eso existe un límite a la efectividad del progreso técnico como contratendencia a la baja de la tasa de ganancia por el hecho de que el acrecentamiento de la fuerza productiva del trabajo no puede aumentar el plusvalor relativo en la misma proporción. “Por consiguiente, cuanto más desarrollado sea ya el capital, cuanto más plus trabajo haya creado, tanto más formidablemente tendrá que desarrollar la fuerza productiva para valorizarse a sí mismo en ínfima proporción, vale decir, para agregar plusvalor”.[89] Potenciada por las restricciones que se oponen al progreso de la ciencia y de la técnica sobre la base de la competencia entre los capitales individuales, esta contradicción pierde su fuerza, como reacción estabilizante, con el desarrollo continuo de las fuerzas productivas y la capitalización acrecentada del mundo. La “cientifización de la producción”, que se vuelve históricamente determinante con la progresión del proceso capitalista de acumulación y crisis, es una forma dentro de la cual se realizan las reacciones a la caída de la tasa de ganancia y, al mismo tiempo, potencia las contradicciones internas de ese modo de producción, engendrando progresivamente su límite absoluto.
 
IV. Las funciones de estado
 
Según lo que se ha presentado hasta aquí, el análisis del estado debe partir del análisis de la penetración de la ley del valor en su forma pura, es decir, desembarazada de las circunstancias accesorias o de las particularidades históricas que pudieran oscurecer este análisis. Este punto de partida, sin embargo, debe desarrollarse -según el método que va de lo abstracto a lo concreto- hasta las formas por medio de las cuales “las configuraciones del capital […] se aproximan por lo tanto paulatinamente a la forma con la cual se manifiesta en la superficie de la sociedad, en la acción reciproca de los diversos capitales entre sí, en la competencia, y en la conciencia habitual de los propios agentes de la producción”.[90] La realización previa de una derivación sistemática, a partir de la “estructura íntima” de las relaciones capitalistas, de esos movimientos en la “superficie” (las modificaciones en las formas del capital en el sentido del monopolio, la formación o la no formación de una tasa media de ganancia, el movimiento de los precios, la diferenciación de las clases, la existencia de países no completamente capitalistas, los movimientos del mercado mundial, entre otras) permite el análisis real de las funciones y del modo de funcionamiento del aparato del estado a partir de la “estructura íntima” de las relaciones capitalistas. La concreción lógica e igualmente histórica de los movimientos del capital y de sus configuraciones, de las luchas de clases y de la competencia, sería así el resultado de un examen de los procesos políticos que no cayera en el sesgo de un determinismo económico mecanicista o de una generalización abstracta.[91] Marx mismo, en el libro III de El capital, abordó la continuación de su análisis desde el nivel del “capital en general” hasta las “realizaciones concretas”, aun si no lo llevó hasta el final.[92] Nos parece en todo caso que, en el desarrollo de la “ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia”, en el libro III de El capital, todavía hay que asegurar el punto de enlace, lógicamente necesario, entre el examen del “capital en general” y los movimientos que aparecen en la superficie de la sociedad, las acciones conscientes de los sujetos sociales y, por consiguiente, los procesos políticos.[93] Ciertamente, no estamos todavía en condiciones de desplegar sistemática y rigurosamente esta lógica del desarrollo. Por eso es que debemos contentarnos en un primer momento con ordenar sistemáticamente las funciones aparentes del aparato de estado e interpretarlas basándonos en las categorías desarrolladas. Su derivación categoríal una por una sigue estando pendiente.
Las “modificaciones de funciones” radicales del aparato de estado desde el capitalismo primitivo hasta el capitalismo actual son ciertamente un hecho indiscutido. Si se trata de deducirlas a partir del despliegue de las contradicciones de la formación social capitalista, asoma entonces como punto decisivo la incapacidad del capital, creciente en el curso de la historia, de reproducirse con su propia fuerza, es decir, sobre la base de los capitales individuales en competencia.[94] Esto conduce al hecho de que el aparato de estado, cuya definición primera y fundamental residía en la garantía de las condiciones generales y externas de las relaciones capitalistas, es conducido de un modo creciente a intervenir en el proceso de valorización de los capitales individuales y adopta finalmente una significación decisiva para el desarrollo ulterior de las fuerzas productivas, relativamente estancadas en las condiciones del capitalismo monopolista. El curso, salpicado de crisis, del proceso de desarrollo capitalista obliga a una ampliación continua de la actividad del estado, en el curso de la cual los “acrecentamientos de funciones” resultantes puede sistematizarse, respecto a su relación con el proceso de reproducción del capital, de la siguiente manera: la función fundamental del estado es garantizar las condiciones generales y externas del proceso de reproducción y de las relaciones capitalistas en tanto que son la estructura determinante de una formación social compleja, incluyendo aquellas condiciones generales de la producción que fundamentalmente no pueden ser producidas por los capitales individuales. Una tendencia creciente del desarrollo capitalista (monopolización, imperialismo) hacia la crisis obliga a la conservación de las relaciones capitalistas y de la reproducción del capital y, en segundo lugar, necesita la intervención directa del estado en el proceso de reproducción por medio de una redistribución sistemática de ingresos y de una regulación económica de la esfera de la circulación. Finalmente, el proceso conduce a una garantía organizada administrativamente del desarrollo de las fuerzas productivas, relativa y tendencialmente estancado en las condiciones del capitalismo monopolista.
Ahora bien, esos “acrecentamientos de funciones” no deben en ningún caso ser entendidos como una simple ampliación cuantitativa de un catalogo establecido, de una vez por todas, de los “ámbitos de la actividad del estado” sino que, al contrario, implican  modificaciones cualitativas en el carácter y en el modo de funcionamiento del aparato del estado, cuya significación para la reproducción del conjunto del sistema social y para el desarrollo de las contradicciones fundamentales de la sociedad capitalista debe ser precisamente definida. En este sentido es esencial que no se trate, en la definición de las funciones aquí examinadas, de una categorización ahistórica o de una sistematización empírica de funciones parciales, como sucedió hasta ahora con mucha frecuencia.[95] Las definiciones citadas se refieren más bien a las relaciones complejas entre las funciones del aparato de estado, que se deducen lógica e históricamente a partir del desarrollo de la sociedad capitalista, y precisamente esto representa una condición esencial para un análisis satisfactorio de las contradicciones del moderno intervencionismo de estado. En el curso del desarrollo capitalista, con el despliegue de las fuerzas productivas, de la socialización y de las relaciones entre las clases, así como con la agravación de la crisis y las consecuencias de ello que se indicaron, los conjuntos de funciones mencionados adquieren históricamente más significación, determinante para la reproducción del sistema capitalista; es decir, que nuevas funciones del estado, que quedan por determinar y por ordenar según el método analítico indicado, vienen a agregarse a las existentes, se superponen a ellas y las preservan, en el sentido especifico en que la penetración de los nuevos conjuntos de funciones del estado es una condición para la realización y el éxito de las que ya existen, y de que al mismo tiempo las contradicciones que contienen son agravadas y reproducidas en un nuevo nivel.
 
1. Garantía de las relaciones capitalistas y de las condiciones generales de la producción
 
Primeramente es necesaria una precisión metodológica: como nuestra presentación presupone la penetración histórica de las relaciones capitalistas, no consideramos aquí las funciones que el estado, en tanto basado en un fundamento económico y social preburgués, toma a su cargo para instaurar las relaciones capitalistas.[96] Aceptado esto y establecido sobre la base de una sociedad capitalista que se reproduce esencialmente por su propio movimiento, la garantía de las relaciones capitalistas y de las condiciones generales del proceso de reproducción caracteriza la definición histórica y sistemáticamente fundamental de las funciones del estado burgués. Resulta de esto que, aún suponiendo un despliegue sin trabas del capital, subsiste la necesidad de garantizar socialmente las condiciones fundamentales de su autorreproducción, es decir, separada de las condiciones de valorización de los capitales individuales y de sus intereses. Esto significa ante todo: la salvaguarda de la propiedad privada y la observancia de las reglas de intercambio, el establecimiento de reglas formales homogéneas para la competencia, la protección y la seguridad del capital en el exterior, la garantía de la disponibilidad de un trabajo asalariado libre en condiciones provechosas para el capital, así como la creación de condiciones de infraestructura para la producción (vías de comunicación y de tráfico, instalaciones para la calificación de la fuerza de trabajo, etc.), en la medida en que los capitales individuales no puedan producirlos por sí mismos.
El cumplimiento de estas funciones presupone que el estado se sitúe, tanto frente a los capitalistas individuales como frente al proletariado, como un aparato externo de dominación y de administración: refrene (puesto que puede) a los capitales individuales -por ejemplo, cuando violan las reglas del interccambio o cuando su ávida búsqueda de ganancias amenaza con aniquilar física y psíquicamente la existencia del trabajo asalariado (legislación de empresa, protección del trabajo, duración del trabajo, reposo, salud)-[97] y, al mismo, tiempo mantenga políticamente al proletariado dentro de ciertos límites, ya sea por medidas puntuales de compensación o de pacificación (política social) o por medio de la represión ideológica o violenta. A partir de la necesidad de “sostener las condiciones generales externas del modo de producción capitalista contra ataques de los trabajadores o de los capitalistas individuales”[98], la necesidad de “particularización” del estado frente a la sociedad burguesa, derivada primero de manera general, aparece de nuevo ahora de una manera más concreta. Por eso es que el aparato político de dominación está equipado con medios específicos (fuerza de ley y de organización, justicia, aparato policíaco y militar). La existencia del estado burgués significa, en otros términos, la confesión de que la conservación de la sociedad en sus estructuras concretas a través únicamente de la autorreproducción del capital en el proceso de acumulación no estuvo ni está asegurada en ninguna época. Hasta cierto punto, siempre hubo necesidad, en las diferentes fases del desarrollo capitalista -aunque, por supuesto, con una intensidad variable- de una “reacción planificada y consciente de la sociedad sobre la figura natural de su proceso de producción”.[99] Por esta razón, el estado no puede presentarse a priori como defensor de los intereses de los capitales individuales sino que, al contrario, debe asegurar la conservación del proceso de reproducción capitalista en su conjunto, así como la salvaguarda de toda la formación social, como sistema socioeconómico de todo punto complejo. En este sentido especifico, es “una máquina esencialmente capitalista, el estado de los capitalistas”, “el capitalista colectivo ideal”.[100].
En el concepto de “capitalista colectivo ideal” está, sin embargo, contenida una contradicción fundamental: en las condiciones de la producción mercantil y de la competencia, la totalidad social no puede tomar ninguna forma real. Esto significa que las medidas y las acciones concretas del aparato del estado no pueden imponerse más que bajo la presión de los conflictos y de las luchas entre las clases, así como bajo la acción de los capitales individuales unos sobre otros y sobre el estado.[101]La “particularización” del estado frente a los capitales individuales y al proletariado, así como quizá frente a otras capas y clases no inmediatamente comprendidas en las relaciones capitalistas, sigue siendo por esta razón contradictoria y debe siempre establecerse y realizarse de nuevo en el proceso de enfrentamiento entre las clases y los grupos sociales.[102] De este carácter contradictorio surgen la imperfección, la irresolución y la inconsistencia de las medidas del estado pero, igualmente, por la misma circunstancia, la contingencia relativa, que no puede ser definida a partir del “concepto general del capital”, del proceso político. Independientemente de esto, las estructuras fundamentales de este proceso y el carácter del estado siguen siendo por supuesto determinados por las relaciones capitalistas, es decir, que los límites absolutos de las acciones del estado residen siempre donde el proceso de explotación del capital es alcanzado en su fundamento y donde las relaciones capitalistas mismas son puestas en duda.
 
2. La inclusión del aparato de estado en el proceso económico de reproducción: redistribución administrativa del ingreso y regulación de la circulación
 
Ahora lo decisivo es que la garantía de las relaciones capitalistas y de la reproducción del capital en el curso del proceso capitalista de acumulación exige una ampliación sucesiva de las funciones del estado, que significa una redefinición cualitativa del carácter de la actividad del estado. La inclusión del aparato de estado en el proceso económico de reproducción, con miras a la salvaguarda de las condiciones particulares de explotación de capitales individuales y de grupos de capitales en el contexto del mercado mundial, se vuelve esencial históricamente en el momento del paso al estadio monopolista e imperialista del capitalismo, que es él mismo una consecuencia de la tendencia a la crisis del desarrollo capitalista, tendencia acrecentada bajo la presión del proceso de acumulación y del desarrollo de las fuerzas productivas. El cambio de forma de la competencia, vuelta monopólica, y la expansión imperialista resultante, en tanto que “reacción” a la baja tendencial de las tasas de ganancia, engendran de manera amplificada formas de actividad del estado que no solamente surgen de las condiciones generales, sino también directamente de ciertas condiciones particulares, de la reproducción y de la explotación de porciones del capital mundial. La garantía de las relaciones capitalistas no está asegurada más que a condición de que el estado pueda estar acoplado a la tarea de mejorar las condiciones específicas de explotación de capitales o de grupos de capitales decisivos desde el punto de vista económico o político. Así se amplifica igualmente la contradicción contenida en el concepto de “capitalista colectivo ideal”: garantizar la reproducción del capital en su conjunto a condición de que se expandan los monopolios.
Externamente, en el mercado mundial que va universalizándose, el estado aparece como instrumento de una potencia que tiene por función asegurar, en los conflictos con otros estados, las zonas de inversión, de abastecimiento y de ventas necesarias para la explotación del capital nacional. El “poder político es […] decisivo en la lucha económica de competencia, y para el capital financiero la posición del poder estatal es vital desde el punto de vista del beneficio”.[103]Las políticas de protección aduanera, las políticas comerciales, las políticas monetarias y cambiarias internacionales, el colonialismo y el neocolonialismo, la guerra de expansión, la protección militar de las inversiones externas y de las relaciones de dependencia comercial adquieren una significación esencial, y esto de una manera tanto más brusca y tirante en el curso de la historia cuanto que el país en cuestión haya llegado  con retraso al “reparto del mundo” y al control del mercado mundial.[104]
Una circunstancia decisiva de la reproducción del capital en condiciones monopólicas reside en que la ley del valor, en tanto que mecanismo de regulación que rige la división del trabajo social e instaura la proporcionalidad entre las diferentes esferas de producción, funciona -aunque sin ser superada- de una manera mucho más indirecta y contradictoria que en las condiciones del capitalismo de competencia.[105] El aparato de estado adquiere en ese proceso la función contradictoria de favorecer la centralización monopólica de plusvalor con miras a la conservación del proceso de acumulación, o por lo menos de no estorbar esa centralización, debiendo sin embargo preservar el equilibrio de la reproducción, perturbado precisamente por aquella, por medio de intervenciones directas o indirectas en el proceso de circulación y de explotación. La intervención del estado se convierte así en un factor de penetración en la ley del valor. La repartición equitativa de las tasas de ganancia que se encuentra entorpecida en el plano nacional, así como a nivel del mercado mundial, por la monopolización y por el desarrollo técnico no proporcional, obliga al aparato de estado a intervenir en beneficio de grupos de capitales individuales al influir aduanal, monetaria o fiscalmente en las condiciones de explotación, o bien al subvencionar una redistribución directa de los ingresos. Como al mismo tiempo el crecimiento del capital fijo vuelve tendencialmente más difícil la orientación del capital, con toda la flexibilidad deseada, hacia las esferas de inversión con mayores tasas de ganancia, aparece una presión creciente en dirección de las “ayudase al ajuste” del estado y aun una presión por una estatización o cuasi-estatización de las producciones no rentables.[106]
Por otra parte, la conservación del proceso de acumulación en un período de progresión de las fuerzas productivas requiere formas y órdenes de magnitud de los capitales individuales que, por una parte, el capital ya no suscita directamente en su proceso de reproducción y que, por esa razón, solo pueden ser alcanzados mediante la participación del aparato de estado; por la otra, ese proceso exige justamente intervenciones “reactivas” del estado para mantener un relativo equilibrio en el proceso global de reproducción. La protección que otorga el estado a la formación de monopolios, las “exigencias de la concentración” y la “movilización del capital”[107] en provecho de grandes capitales se encuentran en clara contradicción con medidas de redistribución del ingreso, cuyo objetivo es una compensación parcial del reparto no equitativa, monopólico de las tasas de ganancia. Estas dos cosas exigen un fuerte aparato de crédito y un fuerte aparato financiero de estado, o controlados por el estado, que tiene como condición un sistema bancario amplio y centralizado y el establecimiento de un “sistema recolector de capitales” (seguros, fondos de inversión) de gran envergadura. La significación especial del aparato de estado reside en que, en tanto que instancia separada respecto de los capitales individuales, desligada de las condiciones inmediatas del proceso de explotación y al mismo tiempo provista de la fuerza coercitiva necesaria para cobrar impuestos y para crear crédito deficitariamente, está en condiciones de establecer medidas financieras con miras a estabilizar el sistema o a favorecer a fuertes grupos de capitales, y esto incluso contra la oposición de capitales individuales.[108] A este respecto hay que observar que la creciente centralización y redistribución del ingreso no solamente vienen a ahondar en los gastos del estado, sino que también son realizadas por medio de una imposición diferenciada y de un financiamiento deficitario e inflacionario del crédito. [109]
El sistema de presupuesto del estado, estrechamente ligado con el aparato de crédito, permite en su forma desarrollada el empleo flexible de masas financieras, financiadas mediante impuestos o déficits, pero cuyo volumen y modo de actuación son bastantes difíciles de determinar empíricamente, por lo menos en un primer momento. Un peso especial recae de esta manera en los presupuestos anexos del estado y en todos los “parafiscales” (por ejemplo, el fondo ERP[110], el fondo de seguros sociales) que funcionan en parte como las instituciones bancarias, es decir, con atribuciones de crédito amplias y variables, y que permiten asegurar el necesario ajuste a condiciones estructurales y a condiciones de explotación en plena mutación, porque pueden ser administrados de manera flexible y no están sometidos a las reglas de la administración pública por medio de las cuales se administra el presupuesto. La disgregación del sistema de presupuesto del estado en una red de presupuestos secundarios y de fondos especiales corre pareja con una centralización creciente de las finanzas del estado, que es una consecuencia de la inclusión del aparato del estado en el proceso económico de reproducción. El sistema estatal del presupuesto está, por los depósitos estatales, por el financiamiento de préstamos y el descuento de documentos, estrechamente ligado al aparato bancario de estado (el Banco Federal, el Instituto de Crédito para la Reconstrucción, la Sociedad de Crédito para la Exportación, la Sociedad Hermes de Crédito y de Seguros), a los monopolios bancarios privados y a los establecimientos financieros internacionales (el Fondo Monetario Internacional, la Corporación Financiera International, el Banco Mundial). La significación cuantitativa que adquiere la redistribución del ingreso por el Estado no se manifiesta solamente por la extensión del presupuesto de las subvenciones, también se muestra claramente en la influencia creciente del estado sobre el volumen de las inversiones económicas. La contribución de las inversiones del estado con relación al total de las inversiones pasó, en la RFA, del 9.5% al 15.8% entre 1950 y 1970.[111] Si se cuentan también todas las inversiones privadas alentadas por ventajas fiscales, por ayudas a la inversión, etc., se llega a una participación de aproximadamente un 40% del total de las inversiones.[112] La posibilidad para el capital, creada por la aparición del sistema de crédito, de adquirir “la disposición del capital y de la propiedad ajena”[113] sube otro escalón con esta organización monopólica de estado, del aparato de las finanzas y del crédito.
No obstante, dada la progresión de la monopolización del capital, se acrecienta la necesidad de una redistribución del ingreso por el estado que tenga como objetivo la salvaguarda de la fuerza de trabajo y de la “paz” social. La polarización de las clases, la agravación de las relaciones de explotación resultante de las modificaciones tecnológicas del proceso de producción (desgaste físico y psíquico creciente de la fuerza de trabajo), así como la disgregación de formas tradicionales de reproducción y de garantía del trabajo asalariado (las estructuras familiares tradicionales, los modos de producción semiagrarios, la beneficencia privada) amplían el ámbito, necesario para la reproducción de la formación social en su conjunto, de la “política social” del estado en el sentido más amplio. Al mismo tiempo, con la tecnificación creciente de la producción y el crecimiento del ejército de reserva (latente), se vuelve siempre más importante para el capital que la sociedad, es decir, el estado en tanto que instancia social universal, tome a su cargo “en beneficio del señor capitalista, de la tarea de mantenerle su instrumento virtual de trabajo […] en reserva para un uso ulterior”[114] (subsidios de desempleo, medidas para formación profesional, etc.).
A estas intervenciones del estado, que pueden definirse sobre todo como estructurales, se superponen funciones de control y de regularización en relación con el movimiento cíclico del proceso de reproducción. Con la monopolización creciente, las modificaciones técnicas del proceso de producción, el crecimiento del capital fijo y la interrupción parcial del mecanismo regulador del mercado, crece, a partir de un ciclo coyuntural abandonado a sí mismo, la posibilidad de una actualización, peligrosa para el sistema, de la crisis general de sobreproducción. Esto condujo, cuando muy tarde desde la crisis económica mundial de 1929, a una elaboración reforzada de las herramientas del estado para la regulación de la esfera de la circulación. Con relación a la exigencia objetiva, nacida del desarrollo de las fuerzas productivas, de una planificación y de una administración social de la producción, se genera en las condiciones capitalistas una reacción que se manifiesta bajo la forma específica de un “control global” por parte del estado, y ambas cosas se plantean como tentativas de coordinación contradictoria de un conjunto complejo de variables en la esfera de la circulación. Por “control global” hay que entender todas las medidas que, por medio de un ajuste cíclico de las condiciones generales de la explotación, tienden a establecer un debilitamiento del ciclo coyuntural (política coyuntural monetaria y fiscal que tiene por objeto operar un desacoplamiento relativo entre las inversiones privadas y el consumo de masas, garantías estatales del riesgo, subvenciones a la exportación, etc.). Por eso es que se manifiestan, de una parte, la necesidad de un perfeccionamiento de las “herramientas de política coyuntural” estatal (herramientas para la regulación del sistema de crédito, ajuste del derecho y de la técnica presupuestarios a las exigencias de ese control económico, leyes de estabilidad), y, de la otra, la necesidad de instituir un aparato de previsión y de análisis económico como “sistema de alarma anticipada” (institutos de investigación coyuntural, consejos de expertos). Ya que la organización de análisis y pronósticos eficaces no puede, por supuesto, más que afirmar la propensión fundamental a la crisis del proceso económico, y como las manipulaciones en la esfera de la circulación no pueden descartarla, se manifiesta la necesidad de intervenciones concretas más potentes en el seno de las condiciones de explotación del capital. Tienen una significación decisiva, a ese respecto, las “políticas estatales de ingresos” y la ampliación del “consumo del estado”.
Pero la “política de ingresos” estatal no es menos[115], en último análisis, una consecuencia del hecho de que la monopolización progresiva y la organización del capital vayan al encuentro de la colectividad organizada de los trabajadores, con ocasión de lo cual, por la organización y el desarrollo de aparatos sindicales fuertes y vastos, las “condiciones competitivas” del trabajo asalariado serían tendencialmente mejoradas. La inflexibilidad relativa de las tasas de salario garantizadas por convenios colectivos en relación con las oscilaciones cíclicas del proceso de acumulación y las posibilidades, limitadas por la fuerte cartelización del mercado mundial, de compensar las fluctuaciones cíclicas de las ganancias por un alza inflacionaria de precios, provocan una intervención siempre mayor del estado en las negociaciones tarifarias. Una “política de ingresos” estatal tal como se la práctica, por ejemplo, en la República Federal Alemana en el marco de la “concertación”, con el establecimiento más o menos oficial de una administración autoritaria de salarios, propende, en realidad (si se hace abstracción de lemas como el de “simetría social”, entre otros, que no sirven más que a un oscurecimiento propagandístico), gracias a la acción de los aparatos sindicales integrados, a impedir que los asalariados aprovechen oportunidades cíclicas del mercado con el fin de hacer bajar tendencialmente las tasas de aumento de los salarios reales, cuando no se trata simplemente de organizar disminuciones de salario real.[116] Las experiencias más recientes enseñaron que esto no se resuelve en los hechos en la “consolidación de los datos del plan”, es decir, la posibilidad para los empresarios de calcular a largo plazo el crecimiento de los salarios, tal como un consejo de expertos afirmó todavía hace poco,[117] sino, por el contrario, en la elevación directa de las ganancias en detrimento de los asalariados. Esto explica el lugar preeminente que alcanzó mientras tanto la “política de ingresos” en el conjunto de los instrumentos de la política coyuntural.[118]
Una contra-estrategia también eficaz contra una caída de la “propensión a invertir” -caída que podría conducir a una crisis, es decir, en el caso en que las espectativas de ganancia de los empresarios estén en baja- es la ampliación del “mercado estatal”, esto es, el aumento de la compra de bienes por parte del estado, financiada por medio de los impuestos a las masas o bien de la expropiación inflacionaria. Como a este respecto el estado no puede competir con el capital privado (por ejemplo, al comprar y repartir bienes de consumo masivo), solamente queda -si se hace abstracción de ciertas inversiones de infraestructura- la producción, inducida y financiada por el estado, de bienes no- reproductivos, es decir, la destrucción de valor administrativamente impuesta por medio del armamento y de industrias similares (las que constituyen la big science, como la investigación espacial, la construcción aeronáutica, entre otras). La significación económica de la producción de armamentos en relación con otras formas de realización del plusvalor por medio del estado y, por esa razón, la cuestión de la necesidad absoluta de los gastos de armamento para estabilizar el capitalismo, no pueden ser analizadas aquí con todas las diferenciaciones necesarias. Lo cierto es el hecho de que la contribución del “consumo del estado” (incluyendo las medidas y los gastos de armamentos) al consumo económico global y al producto social crece manifiestamente desde el final del “período de reconstrucción” en la RFA, mientras que la relación entre los gastos “civiles” y militares del estado permanece más o menos constante.[119]
A partir de las leyes del proceso de acumulación capitalista y de la consecuente tendencia progresiva a la crisis de la reproducción del sistema social en su conjunto se puede derivar de manera bastante exacta el crecimiento constante de las intervenciones del estado y el volumen de la redistribución del ingreso organizada por el estado.[120] Y por esa razón se agravan igualmente los conflictos sociales y las contradicciones que aparecen en los conflictos por el volumen y por el reparto de las finanzas del estado. El sistema, que va ampliándose, de una redistribución estatal del ingreso con miras a la salvaguarda y al reparto equitativo de las tasas de ganancia y con miras a la conservación y a la pacificación del trabajador asalariado suscita a su vez la resistencia de los capitales no rentables y provoca por consiguiente conflictos intercapitalistas (por ejemplo, del sector monopólico contra el sector no monopólico) y conflictos intermonopolistas (de los “antiguos” monopolios unidos contra los “nuevos”). Al mismo tiempo, tiene lugar una lucha del capital en su conjunto contra un exagerado crecimiento de la “participación” del estado en el producto social, porque con esto se corre el riesgo de restringir tendencialmente el campo de la acumulación privada.[121] Estas contradicciones y estos conflictos sólo pueden ser parcialmente limitados o disfrazados por una inflación progresiva y conducen, dada una “crisis de las finanzas estatales” que se agrava tendencialmente, a la intensificación de los conflictos alrededor de los destinos y el reparto de las finanzas del estado.
 
3. Garantía del desarrollo de las fuerzas productivas
 
La creación de las condiciones de infraestructura del proceso de reproducción capitalista y de las condiciones generales de la producción del capital (todo lo que pertenece al dominio de los transportes, de la comunicación y de la salud, así como la educación y la formación) pertenece a las funciones fundamentales del estado burgués (véase más arriba el punto 1). Este conjunto de funciones conoce, sin embargo, una expansión cuantitativa y una redefinición cualitativa decisivas en la fase del desarrollo capitalista en la que el crecimiento progresivo de la productividad del trabajo que corre parejo con un desarrollo frenético de la ciencia, de la técnica y de la calificación de la fuerza de trabajo, dada una competencia cada vez más intensa en el mercado mundial, se desenvuelve como reacción a la tendencia a la crisis y al colapso propia del sistema capitalista, y la destrucción de valor que realiza el estado mediante la tecnología constituye a la vez el fundamento de los beneficios de fuertes grupos monopólicos (armamento y producciones afines). Históricamente, esta etapa se inicia con la aparición del capitalismo monopólico e imperialista, en el último tercio del siglo XIX, pero no se actualiza sino a mediados del siglo XX, después de la crisis económica mundial de 1929 y su “solución” definitiva, en el curso de la segunda guerra mundial, mediante una destrucción general y completa.
Lo decisivo dentro del terreno de la teoría del estado es la incapacidad, cada vez más visible durante ese proceso, de los capitales monopólicos individuales de producir las tasas de progreso de la ciencia y la técnica y, en consecuencia, de desarrollar las fuerzas productivas, necesarias para la reproducción del capital en su conjunto,a partir de sus propias fuerzas. La socialización de la producción, impulsada por el proceso de acumulación y de crisis del capital, conduce a formas inéditas de organización monopólistas de estado y a una modificación radical del carácter de la actividad del estado en general. Las consecuencias de esto sólo pueden bosquejarse aquí a grandes rasgos y requerirían un análisis detallado.[122]
Los capitales en expansión de las metrópolis industriales manifiestan la tendencia a la crisis del proceso de acumulación y de reproducción -fundada en la tendencia a la caída de la tasa de ganancia- mediante una presión creciente hacia la innovación técnica, determinada por la competencia en el mercado mundial.[123] Al mismo tiempo, en las condiciones actuales de la política mundial, las medidas de destrucción de valor que se toman por vía administrativa con miras a asegurar las ganancias, en el campo del armamento y sectores afines, están ligadas cada vez más al progreso continuo de la tecnología de armamentos y al “desgaste moral” de las armas y de los dispositivos anexos.  Pero, a la hora de la fabricación de productos tecnológicamente avanzados, el capital puede remitirse cada vez menos a las condiciones naturales existentes y a un saber social libremente disponibles. Estas dos cosas deben ser organizadas socialmente en una medida creciente. Pero esto viene a chocar de dos maneras con los límites inmanentes del modo de producción capitalista. Por una parte, los conocimientos y las tecnologías no monopolizables, es decir, no valorizables por capitales privados, son producidos por el capital mismo en una medida tendencialmente insuficiente;[124] por la otra, los recursos necesarios para esto, en el terreno organizativo y financiero, con el desarrollo técnico continuo, sobrepasan en parte la capacidad incluso de los grandes trusts (en la técnica nuclear o en los viajes espaciales). No son solamente los requerimentos de capital para la realización de proyectos de investigación y de desarrollo más amplios los que aumentan, sino también, dado ese acelerado “desgaste moral” del capital fijo, el considerable riesgo al que los capitales individuales exponen sus beneficios. Así pues, la producción sistemática de ciencia y tecnología, relativamente desligada de las condiciones de la competencia y de la explotación de los capitales individuales, se convierte en un campo esencial de las funciones administrativas del estado [125], es decir, el desarrollo de las fuerzas productivas alcanza un nivel en el que la socialización de la producción debe romper aun los límites impuestos por los monopolios privados. Se vuelve necesario, para garantizar una tasa de innovación suficiente, edificar y desarrollar, con ayuda del aparato del estado, un vasto sistema general de producción científica y tecnológica y de calificación,  así como asegurar el desarrollo de la tecnología de producción de los monopolios en expansión, directamente, mediante subsidios financieros del estado.[126] Los capitales individuales privados llegan cada vez más a una situación en que el plusvalor que han reunido no basta para realizar la reorganización de las condiciones tecnológicas de producción necesarias para mantener el proceso acumulativo.
Esto conduce a nuevas formas especificas de “movilización de capital” por parte del estado en el dominio de la tecnología, en las que, naturalmente, el monto relativo y las condiciones de competencia de los capitales involucrados determinan cada vez, a escala mundial, la forma y amplitud de la intervención del estado. Lo que es característico, en todo caso, es que las subvenciones del estado a los monopolios en expansión (las “industrias del crecimiento”, es especial la industria electrotécnica y las industrias espaciales y aeroespaciales) aumentaron considerablemente en los últimos años en relación con los sectores estancados (las minas, la agricultura).[127] Se amplía como contrapartida, con la “cientifización” de la producción impulsada por el capitalismo, la necesidad de manejar administrativamente la destrucción de los recursos naturales por parte del capital (protección del medio ambiente, saneamiento de las ciudades, organización del espacio). Y, finalmente, la necesaria desigualdad del desarrollo de las tecnologías de la producción en las condiciones monopólicas obliga a programar actividades sectoriales suplementarias para la administración del estado (políticas estructurales por regiones y por ramas), con miras a conservar un equilibrio relativo del proceso de reproducción económico global, así como a evitar la aparición de crisis estructurales y sociales. El grado de socialización de la producción, alcanzado con la progresión del proceso capitalista de acumulación y de desarrollo, conduce en los complejos del armamento y de la investigación a una expansión cualitativa de las formas de organización monopolistas de estado así como a un cambio fundamental del carácter y del modo de funcionamiento del estado burgués. Aumenta la significación del aparato de estado, en tanto que instancia organizadora relativamente separada de los capitales individuales y provista de medios particulares, mientras que se agranda el grado de cartelización monopolista de estado.[128] Con ayuda del potencial de organización y financiamiento y de los medios de coerción específicos de los que está provisto el aparato de estado, deben crearse, a una escala mayor, instituciones y formas de organización no realizables al nivel y con los medios de los capitales individuales. Esto no concierne solamente al terreno de las condiciones infraestructurales generales de la producción. Junto a ellas, adquieren cada vez mayor importancia determinadas formas de “producción indirecta”; así, sobre todo, los procesos de investigación y de desarrollo en el ámbito de la big science, bajo la regencia directa o indirecta del estado, son retirados del campo de organización directa de los capitales individuales. Esto parece ser especialmente importante ahí donde deben promoverse ciertos desarrollos científicos y técnicos, en algún sentido amplios, hasta el punto de juntar varios campos de la producción o varios grupos monopolistas; o bien, cuando la magnitud de los proyectos sobrepasa las capacidades de los grupos de capitales “nacionales” y deben tomar la forma de “cooperación internacional” (Euratom, Cerm, Esco, Programa Post Apolo, etc.).[129]
Esto hace igualmente necesaria la creación de nuevas formas de derecho, porque las instituciones actuales del derecho privado y público, todavía impregnadas de la época del capitalismo de libre competencia, resultan cada vez menos utilizables -este avance se afirma igualmente con los inicios de un derecho empresario “europeo”, que ofrece facilidades para la formación de grandes monopolios “multinacionales” en el terreno europeo - americano.[130]
La significación del estado en tanto que “potencia organizadora” naturalmente cobra mayor importancia con la intensificación de la competencia en el mercado mundial y con la profundización de las relaciones imperialistas de explotación a escala internacional. A este respecto, el grado y la amplitud del desarrollo de las formas de organización monopolistas de estado dependen hasta cierto punto de la posición competitiva de cada monopolio en el mercado mundial. Así pues, un retraso tecnológico considerable condicionado grosso modo por el grado relativo de concentración y otros factores de este género, puede conducir al aparato de estado, por ejemplo, a forzar el paso del desarrollo tecnológico, en especial si éste es de una importancia fundamental para la reproducción del capital en su conjunto, y esto sin la presión de los monopolios involucrados e incluso, eventualmente, con la oposición de algunos grupos monopolistas.[131] En esto se expresa una relación fundamental para el modo de funcionamiento del estado burgués, aun cuando, condicionado por las disparidades del desarrollo económico, dicho funcionamiento es determinado por diferentes influencias: la actividad del aparato de estado y su relación con los capitales individuales son influenciadas determinantemente por la posición de esos capitales en el mercado mundial y en el sistema imperialista mundial. No menos importante es, por lo tanto, analizar e interpretar el desarrollo de la contradicción entre la necesaria “particularización” del estado frente a los capitales y la “cartelización” monopolista de estado del estado y de los monopolios, que avanza con la socialización de la producción.
Con el estímulo directo e indirecto a la tecnología industrial por parte del aparato de estado, los motores del desarrollo de las fuerzas productivas se desplazan al seno del complejo tecnológico-científico monopolista de estado. En la medida en que el aparato de estado, ampliando la división del trabajo, organiza formas de “producción indirecta” en los sectores científicos, tecnológicos y de infraestructura, la ampliación de la división del trabajo social en algunos sectores de la reproducción social ya no se realiza solamente a través del movimiento y las metamorfosis de los capitales individuales, sino también, administrativamente, con la ayuda de la “central social”. Las implicancias de esto para un concepto concreto de “obrero social colectivo” [gesellschaftliche Gesamtarbeiter] y para el significado de las categorías de trabajo “productivo” e “improductivo” quedan aún por analizarse. En todo caso, el aparato de estado ya no toma solamente a su cargo aquí la regulación de la circulación sino que, al contrario, asume en cierto sentido funciones directas del capital.
Con el desacoplamiento parcial y relativo del desarrollo de las fuerzas productivas respecto del proceso de explotación de los capitales individuales, la estructura material del aparato de producción está mediada en cierta medida por procesos administrativos de regulación y de planificación estatales. En la medida en que la intervención del estado da este paso decisivo que la eleva desde la regulación determinada cuantitativamente en la esfera de la circulación hasta la influencia sobre la estructuración material de la producción, debe integrar cálculos de valor de uso al proceso estatal de planificación.[132] Pero entonces se plantea la pregunta de si el aparato de estado burgués, cuya forma depende de los fundamentos de la capacidad de autorreproducción del capital, está en condiciones de desarrollar tales cálculos a partir de la estructura de sus procesos de tratamiento de la información y de decisión. Sería necesario analizar minuciosamente el carácter y las consecuencias de esta contradicción, que quizás esté ampliándose, entre la forma y la determinación de las funciones del estado “tardocapitalista”. También pueden derivarse déficits de funciones manifiestos, que evidentemente agravan la contradicción contenida en el concepto de “capitalista colectivo ideal” con el desarrollo creciente y organizado administrativamente de las fuerzas productivas: de la necesidad de garantizar la reproducción del capital en su conjunto mediante la producción estatal de la infraestructura, de la ciencia y de la tecnología surgen complejas formas de organización monopolista de estado en ese mismo campo. Es un hecho notorio, que debe interpretarse como una de las consecuencias económicas globales de una “dinámica del armamento” desencadenada en los EEUU aún más que en la RFA,  que la aparición de estructuras monopolistas de estado en el complejo científico-tecnológico-militar paraliza al aparato estatal, en tanto que instancia relativamente autónoma, situada por encima del proceso de reproducción del sistema capitalista en su conjunto y desligada de los capitales individuales. Esta parálisis es al menos parcial y quizás esté ampliándose.[133]
La organización monopolista de estado del desarrollo de las fuerzas productivas significa, por lo demás, que la reorganización de las condiciones de explotación del capital en el proceso de acumulación está hasta cierto punto duraderamente desligada de su curso cíclico y mediada administrativamente. Se deduce que el movimiento cíclico de la crisis capitalista toma en cierta medida la forma sustitutiva de crisis estructurales prolongadas, cuya causa parece residir en el fracaso, necesario, por supuesto, del aparato de estado en cuanto a la resolución de los problemas sociales.
 
V. Contradicciones del capitalismo intervencionista de estado
 
En perspectiva histórica, hay que reconocer que el aparato de estado, que tenía por lo menos en las condiciones feudal-absolutistas el carácter de partero y sostén de la sociedad capitalista en vías de aparición, está “contenido” dentro de ciertos límites en el período de pleno despliegue del capital, tendencialmente reducido a la función de garante de las relaciones capitalistas y de las condiciones generales de la producción capitalista, para convertirse finalmente, con la agravación de las contradicciones en el proceso de desarrollo capitalista, en una instancia que sigue siendo un aparato de coerción interna y externa pero también una potencia “económica”, es decir, directamente incluida en el proceso de reproducción, dotada de una importancia cada vez más determinante. La fase liberal de la sociedad burguesa, con una burocracia de estado comparativamente poco desarrollada -aun si esto variara de un país a otro- y con un parlamentarismo relativamente funcionante, aparece desde este punto de vista como un simple episodio (que por lo demás en Alemania, en vista de las condiciones históricas especiales, fue de poca significación).
El cambio de funciones del estado burgués, el crecimiento y la diferenciación de las actividades del estado, deben ser comprendidos como la configuración de una forma propia del sistema capitalista en la cual la contradicción entre socialización creciente de las fuerzas productivas y apropiación privada puede provisoriamente moverse.[134] El análisis de las funciones del estado debe realizarse por esta razón a partir del análisis de las categorías del proceso capitalista de reproducción y de sus contradicciones, en ocasión de lo cual debe advertirse el hecho de que no puede tratarse en este sentido de una deducción lógica a partir de leyes abstractas, sino de un inventario, determinado por categorías, de un proceso histórico en cuyo curso se abren paso las tendencias objetivas definidas por la ley del valor y por las relaciones capitalistas, tanto a nivel nacional como a nivel internacional, por medio de movimientos y procesos políticos concretos, de luchas de clase y de conflictos entre los capitales individuales y entre los grupos de capitales. El análisis teórico del estado no debe limitarse al despliegue de las categorías de la ley del valor y de la reproducción del capital en general, sino que debe comprender el conjunto de las condiciones sociales, políticas y naturales existentes, que determinen la reproducción de la formación social en su conjunto.[135]
Las contradicciones del intervencionismo tardocapitalista resultan ciertamente del antagonismo fundamental de la sociedad capitalista pero, sin embargo, sus formas de aparición y las condiciones de su relativa resolución están determinadas por las relaciones de fuerzas políticas concretas entre las clases involucradas. Como el estado a priori no puede ser el agente inmediato ni del capital colectivo ni de grupos de capitales individuales sino que es, según su forma histórica, el “capitalista colectivo ideal”, situado por encima de la reproducción de la formación social capitalista en tanto que totalidad compleja, las actividades concretas del estado se definen como resultado de procesos políticos que ciertamente tienen por fundamento el proceso económico de reproducción y las relaciones entre las clases, pero que están signados y modificados concretamente por la política y por la fuerza de las clases o de las fracciones de clases, de los grupos de capitales individuales o de los monopolios.[136] A este respecto, hay que considerar primeramente que la contradicción entre los restringidos intereses de los capitales individuales y la garantía de las condiciones materiales generales y a largo plazo de la reproducción del capital total y la conservación de las relaciones políticas de dominación existentes como condición de la salvaguarda de las relaciones capitalistas, se refuerza tendencialmente con la agravación de la crisis capitalista, con la monopolización creciente y con la inclusión, necesaria por esa razón, del aparato de estado en el proceso de reproducción.[137] El modo y la manera en se desarrolla su “solución” relativa sigue dependiendo del desarrollo de las luchas políticas -dentro de la alternativa última un cambio revolucionario de las relaciones de producción o bien del desencadenamiento del terror a rostro descubierto.
La investigación que hemos llevado adelante ha mostrado la incapacidad del capital para el desarrollo ulterior de las fuerzas productivas, y en consecuencia para reproducirse, incapacidad acrecentada conforme avanza el desarrollo capitalista, lo que tendencialmente erige el aparato de estado en “máquina capitalista”que penetra y abarca la totalidad social compleja. Esto significa, a la vez, que el sistema político no se conforma ya simplemente con reaccionar ante las crisis económicas sino que, por el contrario, las reproduce en su seno: el mecanismo intervencionista de estado en las crisis económicas, que tiende a instalarse permanentemente, aparece de manera relativamente inmediata en una forma política (como crisis de las finanzas del estado, en la forma de luchas administrativas en torno de los problemas de distribución, como “disparidades”  infraestructurales, etc.). Si se admite la tesis según la cual la capacidad de autorreproducción del capital, basada en el movimiento de los capitales individuales, está estructuralmente comprometida, se entenderá que la reproducción de la formación social debe ser sistemática y continuamente mediatizada por el aparato político-administrativo. El antagonismo entre las clases y la competencia entre los capitales muy organizados se convierten así completamente en elementos que configuran las funciones del sistema político y determinan inmanentemente su contradictoria manera de actuar. Esto quedaría de manifiesto claramente en las formas y las acciones que resultan del parcial entrelazamiento “monopolista de estado” de las burocracias industriales con las estatales, en la propagación de las administraciones semiestatales o en la integración de los partidos de masas y de los sindicatos en el aparato del estado. Por esa razón también se hace sentir claramente la necesidad de definir con mayor precisión en un sentido operativo el concepto de “estado”, pues el “sistema político” funcionalmente erigido por encima de la reproducción de la formación social capitalista en su conjunto manifiestamente no coincide con el aparato institucional del estado en su sentido jurídico (parlamento, gobierno y administración estatal, tribunales) sino que, al contrario, incluye de cierto modo organizaciones de masas como los partidos y los sindicatos, unidades administrativas que formalmente tienen carácter “privado” (la Fundación Alemana de Investigación o los grandes institutos de investigación) e instituciones formalmente independientes o bien “socialmente” controladas como el sistema bancario público -que está estrechamente ligado a los grandes bancos- o las oficinas radiofónicas. En el carácter difuso del concepto empírico de “estado”, que todavía resta definir funcional-analíticamente, se manifiesta entre otras la contradicción creciente entre la “generalidad” y la “particularización” del estado burgués en las condiciones del capitalismo monopolista. Algunos teóricos de sistemas justamente comprobaron, aunque lo hayan hecho de manera insuficiente con relación al contexto social e histórico, la existencia de perturbaciones patológicas en la “diferenciación” del sistema político, que ponen aún más en duda el éxito de medidas de intervención y de regulación tomadas con miras a estabilizar el sistema.[138] Dada esta comprobación, la problemática de la legitimación de la dominación política en el capitalismo se agudiza necesariamente: la “lealtad de las masas” frente a las relaciones de dominación existentes y sus agentes dependerá de la relativa ausencia de crisis en el proceso económico de reproducción, crisis cuya presencia puede ser imputada a un aparato político segmentado y conflictivo: base tanto de “la ilusión del estado social” como de una “extinción de lealtad”, ya sea incontrolada y latente, ya manifiesta y portadora de crisis.[139]
Para evaluar convenientemente las consecuencias políticas de estos desenvolvimientos es necesario un análisis, aunque sea poco concluyente y detallado, de las formas concretas de aparición de las contradicciones del intervencionismo de estado. Bastará aquí con indicar a primera vista algunos puntos de partida para este trabajo, que en conjunto está todavía por hacerse: con la modificación de forma del capital (el monopolio) surgida de las crisis del proceso de acumulación, se refuerza la contradicción que encierra el concepto de “capitalista colectivo ideal”. Se bosqueja el problema en la observación de Müller y Neusüss según el cual “el estado sólo puede representar al capital colectivo en la medida en que representa los intereses de los capitales individuales o, al menos, de su fracción más poderosa”.[140] Esta contradicción se agrava en las condiciones de un desarrollo relativamente estancado de las fuerzas productivas y de una creciente organización monopólica de estado, es decir, cuando se fusionan sectores del aparato de estado principalmente con grupos monopolistas privados (para los fines del complejo militar-industrial y en los campos de la investigación y de la tecnología). Seguir el curso de la realización de los intereses (de largo plazo) de la clase capitalista en su conjunto quizás se vuelve considerablemente más difícil debido a la presión de poderosos monopolios estrechamente unidos a fracciones del aparato del estado, si no es que resulta francamente imposible hacerlo. Entonces hay que preguntar en qué medida la monopolización creciente y la progresión de las formas monopolistas de organización de estado tornan más difícil y aun contrarrestan la garantía estatal de la reproducción del capital en su conjunto y qué consecuencias tiene semejante acontecimiento. En efecto, hay que considerar a ese respecto que la relación del estado con los capitales individuales y el capital en su conjunto está fundamentalmente determinada por la posición de esos capitales en el mercado mundial y por el entrelazamiento creciente de los grandes capitales en este mercado.[141] Aquí intervienen, por lo tanto, modificaciones, comparables a las que intervienen en razón de las particularidades históricas del desarrollo de la burocracia (mayor capacidad de rendimiento de las burocracias tradicionales centralizadas en el continente europeo que en los EEUU), que, por supuesto, en nada modifican el hecho de que el cambio de forma del capital y la importancia creciente de las funciones del estado, que se erigen por encima del proceso de explotación, de los intereses de los monopolios o grupos de monopolios privados, entren en una contradicción que va acentuándose con la definición fundamental de las funciones del estado, que consisten en asegurar en su totalidad la reproducción de las relaciones capitalistas y la formación social capitalista.
No obstante, aun una intervención del estado óptimamente exitosa tendría sus límites. Una contradicción fundamental del estado reside en el crecimiento necesario de sus gastos en subvenciones, en la supresión del capital, en el desarrollo de las fuerzas productivas, en la paz social, etc., que exigen deducciones crecientes de valor mientras que simultáneamente el proceso de acumulación esta en vías de detenerse.[142] Es decir, que intervenciones del estado, cuya función es organizar las reacciones a la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, mantener la marcha “equilibrada” del proceso de acumulación y descartar las implicaciones “sociales desestabilizadoras” de las oposiciones de clase y de la forma del desarrollo de las fuerzas productivas determinada por el capitalismo, paralizan en realidad el proceso de acumulación y conducen a otro nivel las contradicciones que aquellas intervenciones deberían compensar.
La “crisis fiscal del estado”, con frecuencia mencionada, es ciertamente hoy en día una manifestación decisiva del “tardocapitalismo” estancado y vuelto incapaz de reproducirse sobre su propia base.[143] En la medida en que esta crisis no pueda ser frustrada, o sólo pueda serlo de una manera restringida, por la inflación y por la bancarrota (disfrazada) del estado, es decir, por cuenta de los pequeños capitalistas, de los asalariados, de los rentistas y de las capas medias, ya no queda ya sino la alternativa de, o bien descuidar “tareas públicas” necesarias para la reproducción,[144] o bien actualizar la lucha alrededor de la distribución, es decir, reducir sistemáticamente el precio de la fuerza de trabajo como mercancía, entre otros medios a través de un aumento de los impuestos, con el objeto de salvaguardar las tasas de ganancia.[145] Entre las consecuencias de esta alternativa se encuentra el hecho de que no es practicable más que hasta cierto punto en el marco de las relaciones democrático-formales y liberal-constitucionales, punto más allá del cual la utilización abierta de la violencia contra el proletariado (o al principio solamente contra los “grupos marginados”) se vuelve ineluctable. Una evaluación precisa de este desarrollo supone ciertamente el conocimiento preciso de toda clase de “contratendencias”, de la acción de ciertas estrategias que tienen por objeto apoyar administrativamente el proceso de acumulación, tales como la aceleración de la productividad, de la ciencia y de la investigación, y de la situación general del imperialismo.
Por otra parte, hay que tomar en consideración el hecho de que la necesidad creciente de una organización administrativa del desarrollo de las fuerzas productivas (investigación, tecnología, infraestructura) suscita al nivel del aparato del estado problemas de planificación y de decisión que con muchas dificultades son reprimidos por las formas de organización y las técnicas del estado burgués. La estructura de los procesos políticos de información y de decisión está organizada en el estado burgués con miras a reaccionar de manera compensatoria sobre los resultados de los procesos de producción dirigidos de acuerdo con los principios de la explotación del capital, y con miras a interceptar y a canalizar las necesidades de las masas conforme a las necesidades del proceso de explotación. Si, no obstante, el aparato de estado es obligado a intervenir de una manera organizadora y directiva en el desarrollo de las fuerzas productivas y a influir en una medida importante sobre la futura estructura material del aparato social de producción, ello supone la introducción sistemática de cálculos de valores de uso y de necesidades sociales en el proceso estatal de planificación y de decisión; pero a este respecto las únicas técnicas de planificación y de tratamiento de la información que existen no pueden de ninguna manera ser suficientes. Igualmente, no sería justo considerar que esto sería “el aparato de formación de la voluntad general” del parlamentarismo burgués, en realidad esencialmente modelado en función de la defensa, la filtración y la canalización de las necesidades sociales, arrojando como resultado anticipar las necesidades sociales y convertirlas en cálculos concretos de planificación, sin modificar radicalmente la estructura fundamental de dicho aparato.[146] Aun cuando la incapacidad de los capitales individuales para impulsar un ulterior desarrollo progresivo de las fuerzas productivas obliga a adoptar ciertas formas de organización social, esto no significa que esta dirección se tome en función de las necesidades sociales. Ello sería mucho más realizable mediante una planificación social de la producción material en general, lo que significaría, en cambio, la abolición del estado burgués en su forma de encarnación ilusoria de la totalidad social. La planificación estatal en los campos de la ciencia, de la tecnología y de la infraestructura se caracteriza porque extrae de datos e informaciones decisivas de un terreno de la producción material que se sustrae de su horizonte de planificación, lo cual significa que están a priori signados por los intereses de la explotación de los capitales  importantes involucrados. Pero no es en última instancia de ahí de donde resulta la manifiesta incapacidad del estado para desarrollar conceptos amplios y una planes de largo plazo. Independientemente de cada influencia particular de los monopolios sobre la planificación y sobre las decisiones del estado, las características del proceso administrativo de planificación y de decisión garantizan que la dirección capitalista del desarrollo de las fuerzas productivas, aún cuando fallida, será administrativamente perpetuada, a pesar de la socialización creciente de las mismas y de la intrusión del aparato de estado en el proceso de reproducción -e incluso será reforzada, como sucede por ejemplo en el dominio de la tecnología espacial y de los armamentos.
En el terreno de la estrategia política, debe tomarse en cuenta el hecho de que justamente las modificaciones de las funciones del estado que nacen de la incapacidad del capital para autorreproducirse han ampliado considerablemente la base de la “ilusión del estado social”. Por el hecho del “carácter sistemático” que adquiere el estado de modo cada vez más notable, su carácter de clase pierde su evidencia inmediata;[147] mientras se convierte cada vez más efectivamente en una “maquina capitalista”, tanto menos aparece de manera perceptible como “comité de la burguesía”, igualmente condicionada como está por las modificaciones en la forma del capital. Según parece, precisamente la incapacidad del capital de autorreproducirse y la tendencia manifiesta al estancamiento del capitalismo amplían de manera muy considerable la base del revisionismo y del reformismo.
La instauración tendencialmente acabada de las relaciones capitalistas en los estados capitalistas más altamente desarrollados modifica finalmente la base política de la organización de la dominación de una manera bastante fundamental. Lo que Forsthoff por ejemplo deplora como “pérdida de soberanía” del estado no es otra cosa que el relegamiento por el proceso económico de capas sociales que son los apoyos y los soportes tradicionales del estado autoritario-burocrático (los propietarios terratenientes feudales, la mediana burguesía, como campo de reclutamiento tradicional para la función pública). Pero cuanto más se vuelve el estado efectivamente un estado capitalista, más se cumple la polarización entre capitalistas y asalariados, más las relaciones capitalistas se politizan en razón del intervencionismo creciente del estado y en mayor grado depende la lealtad de las masas, en definitiva, del hecho de que se logre o no mantener, aunque sea un poco y sin demasiados perjuicios, el proceso de reproducción ampliada del capital (pleno empleo y crecimiento del producto social), lo que equivale a garantizar el desarrollo ulterior de las fuerzas productivas. Que a la larga esto no pueda lograrse, puede afirmarse basándose en todo lo que expusimos. No obstante, las consecuencias políticas de una “crisis abierta del estado social e intervencionista” permanecen abiertas. Como las contradicciones económicas se manifiestan primeramente como déficit administrativos, errores de planificación, “insuficiencias de la política de estabilización”, y como la crisis de la administración horada en primer lugar ciertos sectores sociales y ciertas zonas marginales, hay que contar con un crecimiento de las revueltas sectoriales y con un retroceso cada vez más amplio de la lealtad de las masas, cuya supresión y neutralización, a través de la violencia o de la manipulación, será una carga creciente para el aparato político. Por otra parte e independientemente de esto, existe una potencial base de masas para un refuerzo tendencial fascista y autoritario-burocrático de la violencia del estado, en la medida en que su debilidad y sus insuficiencias aparecen como el origen de las faltas de la sociedad. La crisis de la reproducción del capital no aparece ya en todo caso inmediatamente como tal sino, al contrario, antes que nada como crisis del aparato de estado. Por ahora no se trata de decidir si, en oposición a esto, la politización tendencial de las relaciones capitalistas contribuirá a volver más transparentes las relaciones sociales existentes o si la represión abierta y el uso de la violencia creciente suscitarán reacciones políticas masivas. Lo que importa es que, durante la elaboración de los análisis políticos y el desarrollo de las estrategias políticas, el estado debe ser tomado en cuenta sobre la base de una teoría firmemente desarrollada. Es evidente que la relación entre la “base” y la “superestructura” se volvió más compleja. La “ilusión del estado social” y sus implicancias políticas deben ser rechazadas como obra de algunos ideólogos, lo que permitiría concentrase en la contradicción fundamental, a saber, la relación entre el trabajo asalariado y el capital, y en la preparación de la “gran subversión”.


[1] A este respecto, la situación actual se diferencia todavía fundamentalmente del relativo apogeo de la teoría burguesa del estado subsistente hasta el final de la república de Weimar [1927 -NdT], que está asociada a los nombres de Jellinek, Gumplowitz, Oppenheimer, Smend, Kelsen, C. Schmitt y Heller. A primera vista puede ser interpretada como eco ideológico de la revolución burguesa abortada y de la tardía instauración del estado burgués en la Alemania prusiana. Igualmente, no por azar se encuentran, en el período reciente, críticos del estado democrático burgués, sobre todo conservadores, como Ernst Forsthoff, que en una primera etapa llegan a hacer evaluaciones todavía utilizables del estado. Representativo de la situación presente de la “teoría” burguesa del estado es el artículo recapitulador de Martin Drath en la Encyclopédie protestante de l´Etat (Evangelishes Staatslexikon, Stuttgart, 1966, pp. 2114 s.), que adopta un análisis “histórico-genético”, aceptable hasta el momento histórico de la formación del estado burgués, pero que interrumpe bruscamente este análisis en el momento de la determinación del “estado moderno”, y parte de nuevo entonces con un punto de vista funcional muy confuso. Ciertamente describe el desarrollo histórico hasta la formación del estado burgués usando una herramienta conceptual que se relaciona con las modificaciones históricas de las condiciones de producción y de las relaciones entre las clases, pero aparecen en el análisis términos tan difusos como “necesidad de orden”, “sistema”, “modificación”, “coordinación”, “motivación” -en suma, el sustrato material de la investigación se volatiliza entre sus dedos.
[2]Para una crítica de algunos puntos de vista modernos, véase Hirsch, J. y Leibfried, S.: Materialen zur Wissenschafts- und Bildungspolitik, Frankfurt am Main, 1971, pp. 248 y ss.
[3] Marx, K.: Contribución a la crítica de la economía política, México, Siglo XXI, 2008, p. 4.
[4] Marx, K.: El capital, México, Siglo XXI, 2009, tomo III, p. 1007.
[5] Marx, K.: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. (Grundrisse) 1857 – 1858, México, Siglo XXI, 2009, volumen I, pp. 84 - 85.
[6]Marx, K.: Elementos fundamentales…, op. cit., volumen III, p.171.
[7] Marx, K., y Engels, F.: La ideología alemana, Bs. As., Santiago Rueda, 2005, p. 34.
[8]Marx, K.: Elementos  fundamentales…, op. cit., volumen I, p. 437.
[9] Marx, K., y Engels, F.: La ideología alemana, op. cit, p. 72.
[10] Véase Blank, H. J.: “Verwaltung und Verwaltungswissenschaft”, en G. Kress y D. Senghaas: Politikwissenschaft, Frankfurt am main, EuropäischeVerlagsanstalt, 1969., pp. 368 y ss. (con una bibliografía detallada).
[11]Marx, K., El capital, op. cit.,  tomo III, p. 1007.
[12] Véase Marx, K.: Contribución a la crítica…, op. cit., p. 7.
[13] Esto vale particularmente para autores como Hermann Heller o como Otto Kirchheimer.
[14][NdE: no encontramos en los Elementos fundamentales… ni en El Capital las citas textuales referidas, pero Marx trata los temas aludidos en un modo similar, entre otros, en los siguientes apartados de las obras referidas en el texto: Marx, K.: Elementos fundamentales…, op. cit., VolumenII, p. 86 y ss..;Ibidem, Volumen III, pp. 92 y ss., 130 y ss.; Marx, K., El Capital, op. cit., Tomo III, pp. 413 y ss.]Véase a ese respecto Hans Mottek, WirtschaftaschichteDeustschlands, vol. I, Berlín 1971, pp. 247 y ss.
[15]Marx, K., El Capital, Tomo I, p. 326.
[16]Marx, K.: Elementos fundamentales…, op. cit., Volumen II, p. 270.
[17]Ibidem, Volumen III, p. 92.
[18] Marx, K. y Engels, F.: La ideología alemana, op. cit., p. 72.
[19] Véase Engels, F.: El origen de la familia la propiedad privada y el estado, Bs. As, Planeta - Agostini, 1992, p. 294.
[20] Ibidem, pp. 289 y ss.
[21] Las consecuencias de semejante abstracción del desarrollo histórico se manifiestan igualmente en Müller y Neusüss, quienes no pueden interpretar la evolución hacía un “estado social” -proveniente de la presentación que hace Marx del análisis de la legislación industrial en Inglaterra- más que como el resultado de luchas de clases pasadas. Y al mismo tiempo deben admitir, como si se hubieran resignado, que el resultado de las luchas es siempre obtener del estado la salvaguarda de las condiciones del trabajo asalariado, en la medida en que esto significaría la garantía material de la libertad de aquél. Las luchas del proletariado y el interés objetivo del capital tienen de alguna manera el mismo punto de escape: la conservación de la estructura social existente. Lo que resta es la espera de una acción liberadora del proletariado, situada en un momento cualquiera, pero cuyas condiciones materiales y sociales jamás podrán ser precisadas. Véase “La ilusión del estado social y la contradicción del trabajo asalariado y del capital” [incluido en el presente volumen; NdE].
[22] Marx, K., El capital, op. cit., tomo I, p. 693.
[23] Ésta es generalmente la forma bajo la cual actúan las leyes sociales (véase Marx, K.: El capital, op. cit., tomo I, pp. 633-634; tomo III, pp. 222 - 223; 239 - 245).
[24]Grundrisse, t. I, pp. 472-473; Marx, K.: El capital, op. cit., tomo I, pp. 722-723.
[25] Ibidem, p. 696.
[26] Ibidem, p. 720 [NdT: El traductor al francés da su propia versión de esta cita, ya que no se encuentra en la traducción de Editions sociales.]
[27]Ibidem, pp. 701-702.
[28]Ibidem, pp. 720 - 721 [NdT: vale la misma observación de la nota 26].
[29] Marx, K.: El capital libro I capítulo VI (inédito). Resultados del proceso inmediato de producción, México, Siglo XXI, 2009, p. 107.
[30] Marx, K.: El capital, op. cit., tomo I, p. 732 [NdT: vale la misma observación de la nota 26.] Véase también Marx, K.: Elementos fundamentales…, op. cit., volumen II, pp. 138 y ss.
[31] Véase Marx, K.: El capital, op. cit., tomo I, p. 771 y ss.
[32] Marx, K.: Elementos fundamentales…, op. cit., volumen II, p. 281.
[33]Marx, K.: El capital, op. cit., Tomo I, p. 772.
[34] Ibídem, pp. 759 – 760. Para esto véase también Robinson, J.: The accumulation of capital, London, Palgrave – Macmillan, 1956.
[35] Ibidem, pp. 782 y ss.; Marx, K.: Teorías sobre la plusvalía, México, FCE, 1980, volumen I, p. 350 y ss.
[36]Véase Schmiede, R.: Zentrale Probleme der marxschen Akkumulations – und Krisentheorie, memoria de diploma, Frankfurt am Main, 1972.
[37] Marx, K.: Elementos fundamentales…, op. cit., volumen II,  p. 218.
[38] Ibídem, p. 220.
[39] Marx, K.: El capital, op. cit., tomo I, p. 760.
[40] Ibidem, tomo III, pp. 309 yss.
[41] Ibidem, tomo I pp. 137-139; tomo III,  pp. 269 y ss.; Marx, K.: Elementos fundamentales…, op. cit,  volumen II, pp. 280 y ss.
[42] Véase Marx, K.: El capital, op. cit., tomo I, p. 760.
[43] Ibidem, pp. 782 y ss.
[44]Ibidem, tomo III, pp. 269 y ss..
[45]Ibidem, tomo III, p. 271.
[46] Ibidem, p. 330.
[47] Ibídem, p. 321.
[48] “Si se observa el desarrollo económico del último siglo, el gigantesco despliegue de las fuerzas productivas del trabajo y la pujante acumulación de capital, así como su cada vez más alta composición orgánica, entonces el problema – teniendo en cuenta la ley recién mencionada de las tendencias del desarrollo de la acumulación de capital – no consiste en preguntarse si el capitalismo alguna vez se derrumbará si no que, por el contrario, uno debe asombrarse de porque el capitalismo aún no se ha derrumbado” (Grossmann, H.: La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista, México, Siglo XXI, 2004, p. 188). La obra de Grossmann apareció en 1929, poco antes de que se desencadenara la crisis económica mundial, en la cual por primera vez la destrucción del sistema capitalista no estuvo lejos de convertirse en realidad.
[49] Marx, K.: El capital, op. cit., tomo III, p. 305.
[50] Véase Marx, K.: El capital, op. cit., tomo 3; Marx, K.: Elementos fundamentales…, op. cit; Grossmann, H.: La ley de la acumulación…, op. cit.; Mattick, P.: Marx y Keynes. Los límites de la economía mixta, México, Era, 1975; Mattick, P.:Value theory and capital accumulation”, en Science & Society XXIII (1), 1959.; Gillmann, J.: Das Gesetz des tendenziellen Falls der Profitrate, Viena, EuropäischeVerlagsanstalt, 1969; Wygodski, S. L.: Der gegenwärtige Kapitalismus, Köln, DietzVerlag, 1972.
[51] Véase Gillmann, J.: Das Gesetz des tendenziellen Falls der Profitrate, op. cit.; Grossmann, H.: La ley de la acumulación…, op. cit.;  Mattick, P.: Marx y Keynes, op. cit.
[52]Véase Gillmann, J., Das Gesetz des tendenziellen Falls der Profitrate, op. cit.; Grossmann, H.: La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista, op. cit.;  Mattick, P.: Marx y Keynes. Los límites de la economía mixta, op. cit.
[53]NdE: Frase modificada de acuerdo a una versión posterior (Hirsch, J.: “Aparato de Estado y Reproducción Social: Elementos para una Teoría del Estado Burgués”, incluido en este volumen). La versión original en español del artículo que estamos publicando decía: “A esta categoría pertenece la reducción de la contribución de los sectores no industriales de la burguesía a la plusvalía total”, lo que es inconsistente con la teoría del valor de Marx.
[54] Véase sobre todo Grossmann, H.: La ley de la acumulación, op. cit.
[55] Véase Marx, K.: El capital, op. cit., tomo III, pp. 309 y ss.; Grossmann, H.: La ley de la acumulación…, op. cit.
[56] Mattick, P.:Value theory and capital accumulation”, op. cit., p.32.
[57] Ibidem, p.43.
[58] Marx, K.: El capital, op. cit., tomo III, p. 328.
[59]Mattick, P.:Value theory and capital accumulation”, op. cit., p.43. Autores como Gillman o Baran y Sweezy, que intentan derivar la crisis del capitalismo a partir de la dificultad para realizar un excedente creciente, adoptan un enfoque limitado a las formas aparenciales y por lo tanto invertido, un enfoque que no puede explicar ni la dinámica básica de la acumulación capitalista ni los mecanismos y el funcionamiento de la crisis. Sobre todo, no son capaces de mostrar las bases para el desarrollo de las fuerzas productivas y el curso del progreso técnico. Esto debe introducirse –al igual que en la teoría económica burguesa– como un dato positivo. Véase Gillmann, J.: Das Gesetz des tendenziellen Falls der Profitrate; Baran, P. y Sweezy P.: El capital monopolista: ensayo sobre el orden económico y social de Estados Unidos, México, Siglo XXI, 1986.
[60]Véase Marx, K.: Elementos fundamentales…, op. cit., volumen I, pp. 402 y ss.
[61]Mattick, P.: Marx y Keynes., op. cit., p. 54. Véase también Grossmann, H.: La ley de la acumulación…, op. cit.; Marx, K.: Elementos fundamentales…, op. cit.
[62] Véase Marx, K.: Elementos fundamentales…, op. cit., volumen II, pp. 282 y ss.
[63]Mattick, P.:Value theory and capital accumulation”, op. cit.; véase Mandel, E.: Marxistisch Wirtschaftstheorie, Frankfurt, pp. 370 y ss.
[64] Véase Grossmann, H.: La ley de la acumulación…, op. cit.; Mattick, P.: Marx y Keynes, op. cit.
[65] Hasta aquí aun no hemos llegado a la cuestión de saber en qué medida se desenvuelve en el “capitalismo tardío” un proceso que, en virtud de modificaciones cualitativas y cuantitativas, establezca, cuando menos parcialmente, la reorganización de condiciones de producción -mediante medidas administrativas- que altere de esta suerte el curso “clásico” del ciclo de las crisis.
[66] Véase Mattick, P.: Marx y Keynes, op. cit.
[67] Esta es la objeción general contra las tentativas de probar la eficacia o ineficacia de la ley recurriendo inmediatamente a la experiencia, apoyándose en magnitudes de precios reales. Véase Gillmann, J.: Das Gesetz des tendenziellen Falls der Profitrate, op. cit. ;Wygodski, S. L.: Der gegenwärtige Kapitalismus, op. cit., pp. 239  y ss., 269.
[68] Véase Dobb, M.: Economía política y capitalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1973; Dobb, M.: “The falling rate of profit”, enScience & Society 23 (1), 1959.
[69] En este sentido es falso decir, como Mattick, que “hablar de una baja tendencial de las tasas de ganancia y hablar de contratendencias significa hablar, al mismo tiempo, en términos de análisis del valor y en términos extraídos de la realidad concreta. Esto es admisible mientras se recuerde que solamente las contratendencias son fenómenos reales que descubren por su existencia la caída de la tasa de beneficio, caída que no es palpable” (Mattick, P.:Value theory and capital accumulation”, op. cit., p. 35) ¡Los capitalistas llegan de cuando en cuando a percibir completamente la “realidad” de la caída en la tasa de ganancia!
[70] Véase Marx, K.: El Capital, op. cit., tomo III, p. 321.
[71] Véase Ibidem, p. 779.
[72]Véase Ibidem, pp. 437 - 438; Gillmann, J.: Das Gesetz des tendenziellen Falls der Profitrate, op. cit.,, pp. 83 y ss.; RKW Forschungsproject: 1970: Wirtschaftliche und sozialeAspekte des technischenWandels in der BRD, Frankfurt A. M.,EuropäischeVerlag-Anst, 1970,  Vol. 1, pp. 72 y ss., 120 y ss.
[73]Véase Marx, K.: El Capital, op. cit., tomo I, p. 779, tomo III, p. 561.
[74]Ibidem, p. 562.
[75]Ibidem, p. 566.
[76]Ibidem, Tomo III, p. 562.
[77] “La tendencia a crear el mercado mundial está dada directamente en la idea del capital. Todo límite se le presenta como una barrera a salvar. Por de pronto someterá todo momento de la producción misma al intercambio y abolirá la producción de valores de uso directos, que no entran en el intercambio; es decir, pondrá la producción basada sobre el capital en los modos de producción anteriores, más primitivos desde el punto de vista del capital (Marx, K.: Elementos Fundamentales para la Critica de la Economía Política,op. cit., Tomo I, p. 360).Véase también, ibídem, Tomo II, pp. 33 y ss., y Marx, K.: El Capital, op. cit.  Tomo III , p. 314.
[78] Marx, K.: Elementos fundamentale…, op. cit., volumen I, p. 360.
[79] Mattick, P.:Value theory and capital accumulation”, op. cit., p. 48. Sobre esto véase especialmente Lenin, V.I.: El imperialismo, etapa superior del capitalismo, en Obras escogidas, Moscú, Progreso, 1973,tomo V; Hilferding, R.: El capital financiero, Madrid, Tecnos, 1985; Grossmann, H.: La ley de la acumulación…, op. cit.
[80] Véase Lenin, V.I.: El imperialismo…, op. cit.; Grossmann, H.: La ley de la acumulación…, op. cit.
[81]Véase Marx, K.: El Capital,op. cit.,Tomo III, p. 304; véase también Marx, K.: Elementos Fundamentales para la Critica de la Economía Política, op. cit., Tomo II, p. 451; Grossmann, H.: La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista, op. cit.; Mandel, E.: Marxist economic theory, London, MerlinPress, 1962; Bujarin, N. La economía mundial y el imperialismo, México, Siglo XXI, 1984.
[82] Marx, K.: Teorías sobre la plusvalía, México, Fondo de Cultura Económica, 1989, Tomo III, p. 91.
[83] Véase Lenin, V.I.: El imperialismo…, op. cit..
[84] Véase Grossmann, H.: La ley de la acumulación…, op. cit.
[85] Véase Marx, K.: Elementos fundamentales…, op. cit., volumen II, pp. 30-31 [NdE: párrafo modificado de acuerdo a una versión posterior (Hirsch, J.: “Aparato de estado y reproducción social: elementos para una teoría del estado burgués”, incluido en este volumen). La versión original en español del artículo que estamos publicando decía: “La tendencia, que se asocia con la idea de capital, hacia un desarrollo de la ciencia y de la técnica, es así sometida a los capitales individuales…”].
[86] Véase Marx, K.: El capital, op. cit., tomo III, p. 128.
[87]Véase Marx, K.: El Capital, op. cit., Tomo I, pp. 469-470, 753-754; Marx, K.: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, op. cit., pp. 220-221, 302.
[88] Véase Marx, K.: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, op. cit., pp. 218-219; Véase Marx, K.: El Capital, op. cit., Tomo I, pp. 530 y ss., 794 y ss.
[89]Marx, K.: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, op. cit., p. 283.
[90]Marx, K.: El capital, op. cit., tomo III, p. 30.
[91] “Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta --las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema de dogmas-- ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que, a través de toda la muchedumbre infinita de casualidades (es decir, de cosas y acaecimientos cuya trabazón interna es tan remota o tan difícil de probar, que podemos considerarla como inexistente, no hacer caso de ella), acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico. De otro modo, aplicar la teoría a una época histórica cualquiera sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado” (Engels, carta a Joseph Bloch, del 21 de septiembre de 1890, en Marx, K. y Engels, F.: Obras escogidas, Moscú, Progreso, 1974, tomo III).
[92] Véase Rosdolsky, R.: Génesis y estructura de El Capital de Marx, México, Siglo XXI, 2004, p. 36.
[93] El error de partida de Flatow y Huisken reside por lo mismo en que no han logrado establecer el vínculo entre las “manifestaciones en la superficie” y las contradicciones y debilidades del proceso de reproducción capitalista. Mientras se deriven la “particularización” del estado y sus modos de manidestación solamente a partir de la hipostatización y la ontologización de una conciencia invertida y no a partir de las condiciones histórico-materialistas de producción y de reproducción, no se llegará a una derivación “materialista” del estado. Véase Flatow, S. V. y Huisken, F.: “El problema de la derivación del estado burgués. La superficie de la sociedad burguesa, el estado y las condiciones generales de producción” [incluido en este volumen].
[94]La observación de Altvater sobre la incapacidad fundamental de los capitales individuales en competencia para producir sus condiciones comunes de producción no lleva muy lejos en ese nivel dado de abstracción. En un primer momento, sólo puede derivarse de ello, como hicimos más arriba, un momento de la necesaria particularización del estado en tanto que encarnación desprendida de la totalidad social (véase Altvater, E.: “Algunos problemas del intervencionismo estatal” [incluido en este volumen]). La determinación sistemática de sus modificaciones de forma y de función necesita, como intentamos aquí al principio, un análisis previo del desarrollo histórico del proceso capitalista de reproducción y de las leyes que lo determinan.
[95] Véase sobre esto Hirsch, J.: “Funktionsveränderungen des Staatsapparats in spätkapitalistischen Industriegesellshaften”, en Blätter für deutsche und internationale Politik 14, 1969, pp. 150 y ss.; y de nuevo Altvater, E “Sobre algunos problemas del intervencionismo estatal”, op. cit.
[96] Véase a este respecto la sección precedente.
[97] Véase Marx, K.: El capital, op. cit, tomo I, pp. 585 y ss., 683 y ss.
[98] Engels, F.: La revolución de la ciencia de Eugenio Dühring (Anti-Dühring), Moscú, Progreso, 1973, p. 276. Debe prestarse una mayor atención a la formulación de Engels. Existe una diferencia entre las acciones del estado contra los trabajadores como clase y las sanciones con las que interviene contra los capitalistas individuales. El estado burgués no puede intervenir contra la burguesía como clase.
[99] Véase Marx, K.: El capital, op. cit, tomo I, pp. 585.
[100] Engels, F.: Anti- Dühring, op. cit., p. 276.
[101] Véase también a este respecto Müller, W. y Neusüss, C.: “La ilusión del estado social y la contradicción entre trabajo asalariado y capital” [incluido en este volumen].
[102] Véase a este respecto Basso, L.: Zur Theorie des politischen Konflikts, Frankfurt, 1969, p. 40, así como Libertini, L.: “Der neue Autoritarismus”, en L. Colleti et al.: Uber Lenins“Staat und Revolution”- heute, Berlín, 1970, pp. 21 y ss.
[103] Hilferding, R.: El capital financiero, op. cit., p. 374.
[104] La relación de la Alemania prusiana con Gran Bretaña antes de la primera guerra mundial o bien la política fascista de expansión podrían citarse como ejemplo a este respecto. No se abordará más aquí la cuestión de las formas concretas y variables de la inclusión de los aparatos de estado nacionales en las estrategias imperialistas del capital. Véase, en lo tocante a este conjunto de cuestiones, el trabajo de Claudia von Braunmühl en este mismo volumen [se refiere al volumen del del que está extraido el texto original de Hirsch; NdE.].
[105]Véase Wygodski, S. L.: Der gegenwärtige Kapitalismus, op. cit., pp. 79 y ss.; Zieschang, K.: “Zu einigen theoretischen Problemen des staatsmonopolistischen Kapitalismus”, en Wirtschaftswissenschaft 5, 1956, p. 702; Zieschang, K.: “Zu den Entwicklungstendenzen des kapitalistischen Grundwiderspruchs unter den Bedingungen der wissenschaftlich-technischen Revolution”, en Wirtschaftswissenschaft 6, 1969, p. 872; Magri, L.: “Für einen neuen Realismus”, en L. Colletti et alii : Über Lenins Staat und Revolution - heute, op. cit. ; Boccara, P.: Etudes sur le capitalisme monopoliste d ’état, Paris, Editions sociales, 1973.
[106] Como por ejemplo en el caso de la empresa alemana occidental Ruhrkohle A. G. [la Ruhrkohle AG, o Carbón del Ruhr, era la mayor corporación minería del carbón alemán, con sede en la zona del Ruhr; NdE].
[107] Esto significa una redistribución del ingreso por parte del estado o mediada por el estado cuyo objetivo es una elevación de las tasas de acumulación de los grandes capitales y no un simple “reparto equitativo de las tasas de ganancia” por medio de subvenciones.
[108]Véase en este sentido Zieschang, K., “Grundfragen des ökonomischen Inhalts des staatsmonopolistischen Kapitalismus -dar gestelltam Beispiel der ökonomischen Rolle der Staatfinanzen”, en Konjunktur und Krise 9 (1), 1965, pp. 1 y ss., así como del mismo autor: “Probleme der Haushaltsstruktur und des Haushaltsvolumens in Westdeutschaland und ihre Bedeutung für den Rekonstruktionsprozess”, en Konjunktur und Krise 9 (4), 1965, pp. 295 y ss.
[109] Véase Höhme, H.-J.: “Der Staatshaushalt der BRD”, DWI-Forschungshefte 1, 1971, p. 44.
[110] [Los ERP-Fonds son los fondos del European Recovery Program o Programa de Recuperación Europea, fondos destinados a la inversión creados en el marco del Plan Marshall; NdE.]
[111] Véase Rectenwald, H. C.: “Die Entwicklung der öffentlich en Ausgeben in der Bundersrepublick”, en  H. Köning (ed.): Wandlungen der wirtschaftsstruktur in der Bundersrepublik Deutshland, Berlín, 1962, p. 228, así como Statistisches Jahrbuch für die BRD 1971. Las cifras dadas no comprenden más que las inversiones propias de las autoridades locales -no están comprendidos ni los gastos de armamento, ni la adquisición de bienes muebles, tampoco los gastos de inversiones de los ferrocarriles federales, de los puestos federales ni de los seguros sociales.
[112] Véase Recktenwald, H. C.: “Die Entwicklung…”, op. cit., pp. 226 y ss. El apoyo y la garantía estatales han sido instaurados a gran escala en el período de reconstrucción de la posguerra cuando, en el caso de la ley sobre el apoyo a las inversiones, se obtuvieron recursos hasta por un método coercitivo de administración de las inversiones (en beneficio de la industria pesada y de la industria de materias primas). Véase Stolper, G.; Häuser, K. y Borchardt, K.: Deutsche Wirtschaft nach 1870, Tübingen, 1964, así como -con comparaciones internacionales- Kidron, M., Rüstung und wirtschafitliches Wachestum, Frankfurt, 1971, p. 17; véase igualmente Chmelnizkaja, J.: Der westdeutsche Monopolkapitalismus, Berlín, 1962, pp. 123 s.
[113] Marx, K.: El capital, op. cit., tomo III, p. 448 y ss.; Engels, F., Anti- Düring…, op. cit., pp. 200 y ss.
[114] Marx, K.: Elementos fundamentales…, op. cit., volumen II, p. 117.
[115] [NdE: Frase modificada de acuerdo a una versión posterior (Hirsch, J.: “Aparato de estado y reproducción social: elementos para una teoría del estado burgués”, incluido en este volumen). La versión original en español del artículo que estamos publicando decía: “Pero la “política estatal de ingresos” no es, en último análisis, una consecuencia del hecho…”].
[116] Véase Kidron, M.: Western capitalism since the war, London, Weidenfeld and Nicolson, 1968, p. 104; Mandel, E.: Die deutsche Wirtschaftskrise, Frankfurt, EuropäischeVerlags,1969; Dobb, M.: Organisierter Kapitalismus, Frankfurt, Suhrkamp, 1966; Shonfield, A.: Geplanter Kapitalismus: Wirtschaftspolitik in Westeuropaund USA, Köln, Kiepenheuer & Witsch, 1965; Galbraith, J. K.: El nuevo estado industrial, Madrid, Ariel, 1984; Huffschmid , J.: Die Politik des Kapitals, Frankfurt, VSA Verlag, 1969.
[117]Véase Sachverständigenrat zur Begutachtung der gesamtwirtschaftlichen Entwicklung: Stabilität im Wachstum, reporte anual para 1967- 1968, Stuttgart- Mayence, 1967, p. 236.
[118] Véase a ese respecto especialmente el reporte anual para 1972-1973 del mencionado consejo de expertos.
[119] Tanto en 1960 como en 1970, la contribución de los gastos en armamento al consumo del estado asciende aproximadamente al 23%. Desde 1950, el consumo del estado en la RFA se desarrolla de la siguiente manera:
 
 
Año
Parte
del consumo económico global
(en %)
Parte
del producto social neto al costo de los factores
(en %)
1950
18.3
18.6
1960
19.2
13.6
1970
22.3
15.7
Fuente: Recktenwald, H. C. “Die Entwicklung…”, op. cit., p. 228; Statistisches Jahrbuch für die BRD 1971. En los EEUU, la contribución del armamento al conjunto de las compras del estado asciende aproximadamente al 73%. Naturalmente hay que observar a este respecto el hecho de que el volumen de los gastos noteamericanos de armamento, dado el grado de cartelización del mercado mundial, es indirectamente significativo para la “estabilidad” coyuntural de la economía alemana occidental; véase para los EEUU Weidenbaum, M. L.: The modern public sector, Nueva York -  Londres, 1969, pp. 35 ss.
[120] Este es el fundamento económico de la “Ley de la actividad creciente del estado”, que Adolf Wagner formuló pero que ni él ni los economistas burgueses que lo siguieon han comprendido. La contribución de los gastos públicos totales (incluyendo los seguros sociales) al producto social neto al costo de los factores se desarrolla desde 1913 de la manera siguiente (en porcentajes):
 
1913
15.7
1959
39.5
1928
27.6
1961
40.0
1950
37.5
1969
42.5
 
Según Recktenwald, H. C.: “Die Entwicklung…”, op. cit., p. 208 y ss., así como el Statistisches Jahrbuch für die BRD-1971.
[121] Véase Mattick, P.: Marx y Keynes...., op. cit.
[122] Esto es objeto de un proyecto iniciado por algunos miembros de la unidad especializada 3 de la Universidad de Frankfurt bajo el nombre de “Wissenschaftsplanung” [“Planificación de la ciencia”]. Véase igualmente, en este sentido, Mandel, E.: El capitalismo tardío, México, ERA, 1979.
[123] Véase en este sentido OCDE (ed.): The growth of output 1960-1970, París, 1970, así como OCDE (ed.): The conditions for success in technological innovation, París, 1971.
[124] Véase Leontief, B. W.: “The economic problem of organised invention”, en Rivista di politica economica 51 (12),1961; Nelson, R.; Peck, M. y Kalachek, E.: Technology, economic growth and public policy,  Washington, Brookings Institution, 1968.
[125] Véase Zieschang, K.: “Zu den Entwicklungstendenzen…”, op. cit., p. 874.
[126] Véase OCDE (ed.): The conditions for success…, op. cit., así como OCDE (ed.): Gaps in technology. Analytical Report, París, 1970.
[127] Las ayudas estructurales por sector para algunas ramas de la industria en la RFA en los últimos años se han desarrollado, según los datos del plan de finanzas, de la manera siguiente (cifras en millones de DM):
 
 
 
Año
Ayuda para la energía nuclear
Tratamiento de los datos electrónicos
Industrias espaciales aero-espaciales
Ayuda para el petróleo
Ayuda para el carbón
1967
572
48
30
-
779
1968
593
70
54
-
946
1969
718
96
79
2
500
1970
1010
180
190
115
457
1971
1108
290
190
115
359
1972
1129
400
200
115
337
1973
1224
466
200
115
323
 
(Fuente: Deutsche Bundestag IV/1976, Bonn, 1970.)
[128] Véase a este respecto Hirsch, J.: Wissenschaftlich-technischer Fortschritt und politisches System, Frankfurt, 1970, así como Micolarïev, V.: Forschung und Entwicklung im Imperialismus, Berlín, 1972.
[129]Véase Klein, D.: “Über die inneren Widersprüche des modernen Imperialismus”, en Wirtschaftswissenschaft 6, 1967, p. 975.
[130] Véase en este sentido, para el ámbito de la big science organizada por el estado, Cartellieri, W.: Die Grossforschung und der Staat, Munich, Bundesministerium für wissenschaftliche Forschung, 1967-69.
[131] Una situación parecida se produce verosímilmente cuando el gobierno federal comienza a estimular el tratamiento electrónico de los datos. Véase a este respecto Hirsch, J.: Wissenschaftlich-technischer…, op cit., pp. 179 y ss.
[132]Véase a ese respecto el programa fundamental “nuevas tecnologías” del Gobierno Federal, Bundesforschungsbericht IV, pp. 53 y ss., 104 y ss.
[133] Véase a este respecto Rödel, U.: Forschungsprioritäten und technologische Entwicklung, Frankfurt, 1972.
[134] Marx definió el desarrollo de la mercancía como una forma parecida de “resolución” de las contradicciones: “vimos ya que el proceso en que se intercambian las mercancías implica relaciones contradictorias, recíprocamente excluyentes. El desarrollo de la mercancía no suprime esas contradicciones, mas engendra la forma en que pueden moverse. Es éste, en general, el método por el cual se resuelven las contradicciones reales. Constituye una contradicción, por ejemplo, que un cuerpo caiga constantemente sobre otro y que con igual constancia se distancie del mismo. La elipsis es una de las formas de movimiento en que esta contradicción se realiza y al mismo tiempo se resuelve” (Marx, K.: El capital, op. cit., p. 127).
[135] Véase Maitan, L.: “Notwendigkeit des revolutionären Bruchs”, Colletti, L. et alii: Über Lenins…, op. cit., p.36.
[136] Véase en referencia a esto que la investigación de Marx sobre las luchas relativas a la legislación fabril y a la duración normal de la jornada de trabajo en Inglaterra muestra muy claramente de qué manera mediata y contradictoria las necesidades objetivas de la reproducción capitalista se insertan en el proceso político (Marx, K.: El capital, op. cit., tomo I, capitulo X).
[137]El carácter contradictorio del intervencionismo de estado ya está representado en los años posteriores a 1873 por la política de Bismarck de esa época, es decir, en las condiciones todavía relativamente simples de los comienzos del imperialismo. La característica central de esta política reside en su tentativa, por otra parte no completamente exitosa, de operar un acoplamiento, con miras a “estabilizar el sistema”, de medidas económicas subsidiarias que moderaran la crisis en beneficio de grupos de capitales individuales (protección aduanera, política colonial), de opresión declarada de la clase obrera (leyes contra los socialistas) y de medidas sociales tomadas por el estado con miras a un apaciguamiento del proletariado, todavía amenazado en esa época por la aniquilación física (seguridad social). Véase a ese respecto (con una bibliografía detallada) Hirsch, J.: Wissenschaftlich…, op. cit., pp. 11 y ss.
[138] Véase sobre todo Luhmann, N.: “Soziologie des politischen Systems ”, en Kölner Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie 20, 1968; Luhmann, N.: “Komplexität und Demokratie”, en  Politische Vierteljahresschrift 10, 1969; Naschold, F.: “Demokratie und Komplexität”, en Politische Vierteljahresschrift 9, 1968; Naschold, F.: “Vernachlässigte Aspekte der Regierungs und Verwaltungsreform”, en Kommunikation 5,1969. Para una discusión de estos intentos de reformular la teoría política, véase Hirsch, J. y Leibfried, S.: Materialien zur Wissenschafts und Bildungspolitik, Frankfurt,Suhrkamp, 1971.
[139]Véase a ese respecto Bergmann, J. et al.: “Herraschft, Klassenverhälnis und Schichtung”, en Adorno, T. W. (ed.): Spätkapitalismus oder Industriegesellchaft, Stuttgart, 1969, pp. 67 y ss. y Offe, C.: Strukturprobleme des kapitalistischen Staates, Frankfurt, Suhrkamp, 1972 -sin embargo, estas dos obras carecen de un análisis satisfactorio del sustrato económico-, así como Magri, L.: “Für einen neuen Realismus”, en Colletti, L. et alii: Über Lenins…, op. cit., igualmente Fortshoff, E.:“Verfassung und Verfassungswirklichkeit der Bundersrepublick, Merkur 22, 1968, pp. 401 y ss.; y del mismo autor: Der Staat der Industriegesellschaft, Munich, 1971.
[140] “La Ilusión del estado social y la contradicción del trabajo asalariado y del capital” [incluido en este volumen].
[141]Este contexto solamente podrá ser definido satisfactoriamente por un análisis del desarrollo del mercado mundial y del sistema imperialista en su conjunto. La cuestión de saber si, y en qué medida, los análisis teóricos del Estado tienen todavía una relación general con los Estados nacionales, debe permanecer por ahora sin respuestas. La forma del Estado nacional se basa esencialmente en la penetración históricamente desigual de las relaciones capitalistas a escala internacional, y entra constantemente en contradicción con la tendencia a la capitalización continua del mundo (“tendencia del capital a propagarse”). Desde el principio de la fase imperialista, como consecuencia de la propensión del desarrollo capitalista a las crisis, la función del Estado nacional, en tanto que “organización común” de los capitales que tiene por objeto servir de apoyo a condiciones comparables de competencia y de explotación, se ha intensificado considerablemente con dirección al exterior. Pero, después de una cierta internacionalización del capital y de una cierta cartelización multinacional del capital, esto es rebasado por diversas tentativas de constituir organismos político-administrativos de gran tamaño (CEE), así como instituciones gubernativas internacionales cuya tarea es la formulación y el establecimiento de los intereses comunes de los grupos de capitales más altamente desarrollados, pero por otra parte, ni los del resto del mundo capitalista, ni los del “Tercer Mundo” (Fue “Club de los Diez”, OCDE). Las condiciones en que tales organizaciones inter o supra estatales funcionan o fracasan -como en el caso de Eurotom- quedaría todavía por analizar.
[142] Véase a este respecto el trabajo de Mario Godoy en este volumen [se trata de Cogoy, M.: “Werttheorie und Staatsusgaben”, incluído en el volumen donde apareció originalmente este trabajo de Hirsch; NdE].
[143] Véase Mattick, P.:“Value theory and capital accumulation”, op. cit., p. 162 y ss.
[144] En conjunto este es el contexto analítico en el que debe plantearse la constitución de las “disparidades” sociales que Offe pone en evidencia (véase Offe, C.: Strukturprobleme des kapitalistischen Staates, op. cit.).
[145] Véase por ejemplo, la significativa toma de posición sobre este problema del consejo de expertos en el Jahresgutachten 1971, pp 110 y ss., así como en el Jahresgutachten 1972-1973.
[146] Esto se observa claramente en la RFA en razón de que el Parlamento no está asociado en la práctica a las decisiones estratégicas centrales de investigación, en tanto que la burocracia gubernamental se ha rodeado de una red de “consejeros” procedentes del complejo científico-industrial. Las decisiones políticas sobre investigación incumben en la práctica a estos círculos administrativo-industriales. Véase a este respecto Hirsch, J.: issenschaflich…, op. cit.
[147] Véase Magri, L.: “Für einen neuen Realismus”, op. cit., p. 68.

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