28/03/2024

El darwinismo y las ciencias del hombre.

Por Tort Patrick , ,

 

En 1996 se publicó el Diccionario del darwinismo y de la evolución (Dictionnnaire du Darwinisme et de L'Evolutión, 3 volúmenes, PUF, París), una monumental obra colectiva dirigida por Patrick Tort. Consideramos importante destacarlo porque en ella no solo se reexaminan los trabajos de Darwin y los diversos desarrollos del "darwinismo" en lo que hace a la Biología, sino que se ponen en evidencia sus relaciones con el conjunto de las Ciencias del Hombre, así como los alcances ideológicos y aún políticos que de ello resultan. Los artículos escritos por un centenar y medio de especialistas en diversas disciplinas cubriendo unas 5.000 páginas, difícilmente podrían ser abarcados en un comentario. Sin embargo, se encuentra una interesante y fecunda aproximación a través de las opiniones que el director y otros colaboradores del Diccionario formularon para la revista francesa Critique Communiste. La traducción del francés fue realizada por Ana Robledo y revisada por Aldo Andrés Romero, quien es también responsable de la selección de textos, títulos y subtítulos.
 La antropología darwiniana
(...)

Durante más de un siglo -en Francia, esto se remonta a la traducción problemática y deplorablemente prologada por Clemence Royer de El Origen de las Especies-, se quiso ver en Darwin al inspirador de las teorías modernas de la desigualdad, al mentor de la eugenesia en sus versiones más duras, al teórico de la eliminación de los débiles, al gran legitimador naturalista del expansionismo occidental y especialmente del imperialismo victoriano, al ideólogo fundador del "racismo científico", al padre del "darwinismo social" y de casi todas las sociobiologías evolucionistas y al justificador oficial del triunfalismo egoísta de los poseedores. Se vio en él, simultáneamente y sin preocupación por las incompatibilidades, a Herbert Spencer, Francis Galton, Cecil Rhodes, Arthur de Gobineau y Thomas R Malthus.

Sin embargo, semejantes alegatos no solo son erróneos, sino que se oponen por el vértice a la más documentada verdad historiográfica y a la lógica de la teoría de la descendencia que el mismo Darwin aplicara en el campo de la antropología.
La responsabilidad de esta extraordinaria confusión que durante tanto tiempo ocultó una correcta interpretación de Darwin -como testimonian tantos comentarios basados en versiones y prefacios absurdos a una obra no leída-, le corresponde en primer lugar a la pantalla levantada ante el darwinismo por el evolucionismo filosófico de Spencer. Este sistema de pensamiento, que brindó un marco ideológico integral al ultra-liberalismo radical de la industria victoriana, ya estaba establecido en sus puntos esenciales cuando emergió la teoría darwiniana en la Inglaterra de los años 1860, en un contexto saturado de luchas ideológicas.
El evolucionismo filosófico-sociológico de Spencer
«Quién es Spencer? Un ingeniero inglés que repartió su vida entre invenciones ya hechas, el periodismo, los ferrocarriles y, a partir de 1840, la conformación de la filosofía y la sociología política requeridas por una concepción ultraliberal del progreso. Apasionado por las grandes visiones sintéticas que buscan remitir el conjunto de datos fenoménicos accesibles al conocimiento a un principio único de inteligibilidad, fue influido inicialmente por la ley del desarrollo enunciada por von Baer en el campo de la embriología. Preocupado por dar a esa "ley" una formulación con mayor grado de generalidad, expresó su propia "ley de evolución" en 1860 -en el "Prospectus" de sus Primeros Principios que aparecieron en 1862. La "ley de evolución" define el pasaje desde estados indefinidos, incoherentes y homogéneos a estados definidos, coherentes y heterogéneos a través de un proceso de integración y de diferenciación (un proceso que se corresponde con el aumento de la complejidad que lleva a los extremos perfeccionamientos organizativos de los cuerpos vivos, los seres humanos y las sociedades). La "ley" así enunciada se aplicará a todas las categorías de fenómenos, a todos los dominios del saber y a la misma teoría del conocimiento. La vertiente sociológica del pensamiento spenceriano es particularmente representativa de las aspiraciones de la burguesía industrial inglesa: la sociedad es un organismo y evoluciona como un organismo. La adaptación (pensada por Spencer fundamentalmente en términos lamarckianos, solo integra al darwinismo para traicionarlo) es la regla de supervivencia en el seno de una competencia interindividual generalizada: los menos adaptados deben ser eliminados sin miramientos. Así, Spencer se opondrá a cualquier medida que fuera en ayuda de los más desfavorecidos y a todo tipo de leyes asistenciales. Lo que toma de Darwin (pero a este nivel, podría ser también de Malthus) es pues el "núcleo duro" de la teoría selectiva que descubre en el mes de octubre de 1858 al conocer la intervención común de Darwin y Wallase ante la Linnean Society de Londres. Desde entonces, su preocupación será aplicarlo no al dominio en el que legítimamente debía usarse (la evolución de los organismos), sino al universo dentro del cual explícitamente Darwin rehusa hacerlo (la marcha de las sociedades humanas).
Por otro tipo de razones, relacionadas con la lucha común contra el establishment científico ingles conservador y antitransformista, aunque Darwin no apreciara a Spencer (su Autobiografía de 1876 es inequívoca al respecto) aceptó una lejana convivencia y una importación terminológica ("supervivencia de los más aptos") que probablemente han tenido más efectos negativos a largo plazo que ventajas momentáneas.
En efecto, la confusión entre Darwin y Spencer, entre la teoría de la descendencia modificada por medio de la selección natural y el evolucionismo filosófico-sociológico, tuvo nefastas consecuencias conceptuales, teóricas y políticas en Europa y en el mundo hasta que empezó a reconocerse la real diferencia y oposición entre las dos teorías. Evidentemente en el medio político-cultural de la clase intelectual victoriana se seleccionó la confusión (obviamente a costa de la claridad) a través del uso relativamente indiferenciado de términos confusos para el publico, pero con cargas semánticas y connotaciones profundamente diferentes. El deslizamiento que se opera mediante la adopción de un vocabulario de extracción "filosófica" que progresivamente se hizo dominante entre los mismos biólogos, testimonia la potencia contaminante de la ideología spenceriana: la evolución spenceriana (noción filosófica) vs. la descendencia darwiniana (concepto naturalista), el triunfo o la supervivencia de los más aptos -que rápidamente se transformará en los "mejores", los más "meritorios" o los más "fuertes" (nociones de uso esencialmente sociológico en Spencer) vs. la selección de variaciones orgánicas e instintivas ventajosas (concepto que en cuanto a lo instintivo en 1871 culminará desembocando en las posiciones antropológicas de Darwin -éticas, sociológicas y políticas- diametralmente opuestas a las del portavoz del integrismo liberal).
El primer acto de esta historia es bastante claro: en el mismo texto darwiniano. Spencer -que ya operó su reducción de Darwin a Malthus (en Principios de Biología 1864-1867)-, se detiene en la expresión "selección natural" del texto darwiniano, haciendo una crítica ya clásica y ampliamente aceptada por Darwin (la de exceso de "personalización" antropomórfica en una expresión con resabios voluntaristas, sino finalistas) y la reemplaza por "supervivencia de los más aptos". Pero no lo aplica donde sería legitimo que es la esfera de lo viviente (terreno en el que se mantiene aferrado a la "acción directa" y los "factores primarios" lamarckianos) sino que lo utiliza como llave para una antropología social evolucionista y una sociología, haciendo una utilización que se contrapone con el uso sutilmente dialéctico que empleará Darwin.
Por esto es importante identificar en la lógica de la antropología de Darwin, tal como se expresa magníficamente en La Descendencia del Hombre y la Selección Sexual (1871) lo que la opone a la hiper-selectividad biológico-social de Spencer, el verdadero inventor del mal llamado "darwinismo social" y creador de los paradigmas comunes a todos los ulteriores "sociobiólogos" de la historia.
Por qué Darwin no es un "darwinista social"
El efecto reversible de la evolución (así designado por nosotros en 1983) es un concepto-clave de la antropología darwiniana, que no se debe confundir con la antropología evolucionista. Permite pensar con Darwin el pasaje desde lo que por razones de comodidad y aproximativamente llamaremos la esfera de la naturaleza, regida por la estricta ley de la selección, a la situación de una sociedad civilizada en cuyo interior se generalizan e institucionalizan conductas que se oponen al libre juego de esa ley. Aunque este concepto no aparece formulado expresamente en los textos de Darwin, está descripto y es utilizado en pasajes importantes de La Descendencia del Hombre (especialmente en los capítulos. IV, V y XXI) obra que debe ser considerada como su tercera gran síntesis y la continuación coherente en el campo de la historia evolutiva del Hombre natural y social, de la teoría selectiva desarrollada en el Origen de las Especies. Proviene de una paradoja identificada por Darwin en el curso de sus intentos por extender al Hombre su teoría de la descendencia, y del esfuerzo por pensar el devenir social y moral de la humanidad como una consecuencia y un desarrollo particular de la aplicación anterior y universal de la ley de selección en la esfera de los seres vivos.
Tal paradoja se puede formular así : el principio directriz de la evolución que es la selección natural e implica la eliminación del menos apto en la lucha por la vida, en la humanidad selecciona una forma de vida social cuya marcha hacia la civilización tiende cada vez más a excluir los comportamientos eliminatorios, a través del juego entrelazado de la ética y las instituciones. Dicho de manera más simple, la selección natural selecciona la civilización, que se opone a la selección natural. «Cómo resolver esta aparente paradoja?
Se resuelve simplemente desarrollando la misma lógica de la teoría selectiva. Un punto fundamental en Darwin es que la selección natural no solamente selecciona las variaciones orgánicas que presentan ventajas adaptativas, sino también los instintos. Entre esos instintos ventajosos, fueron retenidos y especialmente desarrollados los que Darwin llama instintos sociales, como lo prueban el triunfo universal del modo de vida social en el seno de la humanidad, y la tendencia hegemonía de los pueblos "civilizados". Ahora bien, en el estado de "civilización", resultante complejo del crecimiento de la racionalidad, del dominio creciente del sentimiento de "simpatía" y de diversas formas morales e institucionales del altruismo, se asiste a una inversión cada vez más acentuada de las conductas individuales y sociales con respecto a lo que sería la prosecución pura y simple del funcionamiento selectivo anterior: con la civilización aparece en lugar de la eliminación de los menos aptos, el deber de asistencia que pone en marcha múltiples mecanismos de auxilio y rehabilitación; en vez de la extinción natural de enfermos, su cuidado movilizando tecnologías y de saberes (higiene, medicina, deportes) orientados a la reducción y a la compensación de las deficiencias orgánicas; en lugar de la aceptación de las consecuencias destructivas de las jerarquías naturales de la fuerza, del número y de la aptitud vital, un intervencionismo reequilibrador que se opone a la descalificación social. La selección natural, por los vericuetos de los instintos sociales ha seleccionado así, sin "salto" ni ruptura su contrario, vale decir: un conjunto de comportamientos sociales regido cada vez por más normas antieliminatorias (o sea antiselectivas en el sentido que el término selección tiene en la teoría del desarrollo del Origen de las Especies) y correlativamente, una ética antiselectiva (= anti-eliminatoria) traducida en principios, reglas de conducta y leyes. El surgimiento progresivo de la moral aparece pues como un fenómeno indisociable de la evolución, lo que es una simple consecuencia del materialismo de Darwin y de la inevitable extensión de la teoría de la selección natural a la explicación del devenir de las sociedades humanas. Muchísimos teóricos, engañados por la pantalla tejida alrededor de Darwin por la filosofía evolucionista de Spencer, interpretaron esa extensión a la ligera en base al modelo simplista y falso del "darwinismo social" liberal (aplicación a las sociedades humanas del principio de la eliminación de los menos aptos en el seno de una competencia vital generalizada). Pero tal extensión solo puede hacerse con rigor bajo la modalidad del efecto reversible que obliga a concebir la inversión misma de la operación selectiva como base y condición del acceso a la "civilización". Esto es lo que definitivamente impide que la sociobiología tenga derecho a reivindicarse darwinista, puesto que defiende lo contrario oponiendo a la lógica antropológica de Darwin la idea de una continuidad simple (sin inversión) entre naturaleza y sociedad. La operación de reversión es la que en última instancia fundamenta correctamente la oposición naturaleza/cultura, evitando la trampa de una "ruptura" mágicamente instalada entre ambos términos: la continuidad evolutiva, a través de esa operación de inversión progresiva ligada al desarrollo (también seleccionado) de los instintos sociales, produce así no una ruptura efectiva sino un efecto de ruptura, proveniente de que la selección natural encontró en el transcurso mismo de la evolución -sometida ella misma a su propia ley- una nueva forma seleccionada que favorece la protección de los "débiles", superando porque es ventajosa a la anterior forma, que privilegiaba su eliminación. La nueva ventaja ya no es de orden biológico: se ha transformado en social.
He simbolizado esta inversión progresiva con la imagen topológica de la torsión del anillo de Moebius, señalando siempre que el verdadero modelo darwiniano era el de la divergencia evolutiva seleccionada en el interior mismo del devenir del principio selectivo.
Así, como lo he dicho repetidamente, Darwin permite concebir la relación naturaleza/civilización escapando al doble dogmatismo de la continuidad (discurso de tipo "sociobiológico) y de la ruptura (discurso del tipo levi-straussiano), evitando tanto la exteriorización de lo biológico y lo social (un sociologismo que excluirá metodológicamente tomar en cuenta cualquier factor naturalista) como el reduccionismo vulgar para el que lo social no es mas que la traducción de pulsiones surgidas de determinado nivel de la biología (variable según el estado histórico de las investigaciones sobre lo viviente). En síntesis, con la concepción de esta compleja relación, Darwin posibilita imponer un continuismo materialista al concebir una inversión progresiva (como una divergencia seleccionada en el interior de la selección natural, que también evoluciona y por tanto se somete a su propia ley antes de entrar en regresión), dejando de lado el artefacto teórico del "salto cualitativo" al mismo tiempo que salva evolutivamente la independencia final de las ciencias del Hombre y la sociedad. Correlativamente, a través del tratamiento dialéctico de la selección de conductas anti-selectivas y del sentimiento de simpatía, acoplado con el del crecimiento de la racionalidad y de la importancia creciente acordada por cada sujeto a la "opinión publica", Darwin produce una teoría naturalista de los fundamentos de la moral que preserva la independencia conquistada por las decisiones y la reflexión ética (gracias al efecto de ruptura producido por la inversión), al mismo tiempo que permite que estas reflexiones se sustraigan a la influencia dogmática de las morales de la obligación trascendente.
Lo dicho, plantea inmediatamente el esquema dialéctico del "pasaje" entre lo biológico y lo cultural (para seguir con oposiciones consagradas que aquí adquieren un sentido auténticamente evolutivo). El hecho es que con Darwin, tomando en consideración la formidable conversión del universo mental que implica comprender este continuismo evolutivo, se desvanece la distinción teorizable entre dos tipos de realidades de tipo esencialista (biológica y cultural) y se reformula como dialéctica. He aquí el resultado de una teoría materialista consecuente y no cabría la sorpresa. Pero el vocabulario y los esquemas didácticos e ideológicos no se pliegan fácilmente a la dialéctica y prefieren las oposiciones tajantes, ya sea porque son más fáciles o son más prácticas frente a cuestiones en las que la exactitud parece menos importante que la claridad. Exactamente esto es lo que pasó con la interpretación de la antropología de Darwin. Sin conocerla, y en nombre de la supuesta información que se creía tener sobre el "nudo" de la teoría (continuismo bio-selectivo simple y homogéneo) se la colocó en la categoría de las sociologías biológicas, vale decir, una vez más con Spencer (pero también junto a Espinas, Vacker de Laponge, etc.).
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Darwin contextualizado
El mismo Darwin fue condicionado por una convergencia de intereses a veces muy diversos. Sus partidarios, fortalecidos pero todavía poco consolidados por el éxito de el Origen de las Especies, lo incitaron con una insistencia y un poder de convicción proporcionales a su compromiso con el autor, a salir de su reserva en lo referente al Hombre y a incluirlo en el marco de la teoría de la descendencia. Es decir: extender al Hombre que vive en sociedad y a toda forma de civilización, la teoría de la descendencia modificada por medio de la selección natural. Simplemente, se esperaba que Darwin franqueara la frontera metafísica que separaba aún al Hombre del resto del universo, derribando el último tabú al identificarlo expresamente como un miembro evolucionado del reino animal que compartía con éste y especialmente con sus representantes evolutivamente más próximos, una gran cantidad de características comunes, orgánicas y eventualmente psíquicas y de conducta. Lo que los amigos de Darwin esperaban, y con ellos un público cada vez más ansioso, era la continuación del Origen de las Especies. Por eso, desde su aparición La Descendencia del Hombre fue saludada como esa prolongación homogénea, y como el complemento que se esperaba para la constitución -cumplida la necesaria transgresión de los obstáculos teológicos- de una doctrina naturalista global y coherente basada en la aplicación de la teoría selectiva al conjunto de las criaturas.
Esto explica que no se lo leyera, porque todos creían saber lo que estaba escrito, o que incluso leyéndolo los comentaristas solo prestaran atención a los elementos que explicitaban los lazos con la animalidad, sin percibir la particular suerte -la regresión- que allí sufría la selección natural en su versión estrictamente biológica.
Escribe Darwin:
En las naciones civilizadas, aunque a la selección natural se deban originariamente los principales instintos sociales, su influencia con todo parece ser muy pequeña cuando se trata de un grado eminente de moralidad y de crecido número de hombrees que poseen bellas cualidades.
Y también:
A pesar de lo importante que ha sido y aún es la lucha por la existencia, hay, sin embargo, en cuanto se refiere a la parte más elevada de la naturaleza humana otros agentes aún más importantes. Así, pues, las facultades morales se perfeccionan mucho más, bien directa o indirectamente, mediante los efectos del hábito, de las facultades razonadoras, la instrucción, la religión, etc., que mediante la acción de la selección natural; por más que puedan atribuirse con seguridad a éste último agente los instintos sociales que suministran las bases para el desarrollo del sentido moral.
La antropología darwiniana fue pues interpretada antes que conocida. El "progresismo" naturalista -cuyo mayor interés era asestar el último golpe al dogma creacionista estableciendo una teoría de la descendencia unitaria y completa-, no podía adivinar que llevando a ese terreno sería arrastrado en una deriva bio-sociológica en la que el darwinismo real se perdería. Y es rigurosamente cierto que el principal efecto de la batalla a favor de las ideas de Darwin hasta los umbrales del siglo XX solo fue imponer tendencialmente el transformismo, sin que se hiciera justicia a la originalidad de las ideas y el método darwiniano. Los "darwinistas sociales" spencerianos o haeckerianos lo arrastraron a un terreno -el Hombre- en el que Darwin todavía dudaba considerarse experto a pesar de su magnifica obra de 1871, en tanto que Spencer preparaba su enorme Sociología descriptiva y que Haeckel meditaba su Antropogénesis. Marx mismo, apurado por su lectura del Origen de las Especies y pasado el momento inicial de entusiasmo materialista de 1860, respondía más a los "darwinistas" que al mismo Darwin cuando le recriminó proyectar sobre la naturaleza los esquemas funcionales y dinámicos de la sociedad competitiva liberal. Engels tiene menos excusas cuando en el Anti-Duhring de 1873 habla del "error maltusiano" de Darwin, y repite la misma critica en 1875 en la Dialéctica de la Naturaleza, cuatro años después de la Descendencia del Hombre. De igual manera, hoy como ayer, y por el juego de presiones históricas fácilmente identificables, a despecho del interés por una teoría materialista que fundamente el porvenir, y de las analogías que puede encontrar entre la lucha histórica de clases y la lucha natural por la existencia, cierta izquierda de inspiración marxista suele atacar a Darwin, así como inversamente lo elogia la derecha ultra-liberal (social-darwinista o eugenista), cometiendo el mismo errar de confundir la antropología de Darwin con el "darwinismo social" de sus epígonos.
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Darwinismo social, eugenesia y racismo
La cuestión de las relaciones entre darwinismo social, eugenesia y racismo está desarrollada en el Diccionario del Darwinismo con una agudeza probablemente sin precedentes. Existen distinciones históricas y teóricas entre estas tres corrientes al mismo tiempo que superposiciones parciales. Una cosa esta fuera de duda: la eugenesia en su formulación moderna (galtoniana) está profundamente penetrada por la idea generalizada de que en las sociedades civilizadas debido a las medidas de protección social y sanitaria, así como a las condiciones generales de confort que preservan las existencias individuales de mayores riesgos, la selección natural ya no juega el rol discriminatorio y eliminatorio que cumplía en la "naturaleza" con el resultado de privilegiar las mejores cepas en el plano de la supervivencia diferencial y de la reproducción. De allí el temor, abonado por miles de ejemplos, de la "degeneración" global (tema ya introducido por la psiquiatría hereditaria) de las poblaciones humanas a nivel de las características biológicas. De allí, por último, la recomendación de medidas institucionales de intervención correctiva y compensatoria orientadas a restaurar la cualidad biológica del grupo aplicando a sus miembros una selección artificial. Allí se encuentra el nudo teórico de la moderna eugenesia, y ya se ha visto hasta que punto se oponía Darwin a ello.
La extraordinaria complejidad de las relaciones entre eugenismo y darwinismo social en los diferentes países que fueron escenario de la difusión de las ideas nacidas de la biología moderna es tal que posiblemente no pueda formularse ninguna regla constante sobre una homogeneidad doctrinaria realmente estable, a excepción, tal vez, del esquema de básico que hemos descripto (Carencia de selección natural-Degeneración-Selección artificial).
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De Darwin al nazismo, hay un camino sinuoso y atravesado por corrientes cuya característica común es la traición al pensamiento integralmente desarrollado de Darwin. Porque la verdad de lo que Darwin escribió sobre el Hombre no debe ser buscada en la obra donde no dice ni una palabra (El Origen de las Especies), sino en aquella donde sí habla de eso (La Descendencia del Hombre). El transformismo darwiniano en antropología era un humanismo materialista abierto hacia una ética asimilativa y opuesto a cualquier forma de opresión y de coerción basada en desigualdades. Uno de los méritos del Diccionario es permitir el acceso a los textos que lo demuestran definitivamente.
Salvo que logremos que se lea La Descendencia del Hombre entendiendo su articulación dentro de la coherencia dialéctica de la teoría, deberemos seguir repitiendo durante mucho tiempo que Darwin no era ni eugenista, ni racista, ni neo-maltusiano, ni imperialista, ni pro-esclavista, sino por el contrario enemigo de todos esos dispositivos de las fuerzas ideológicas que repetidamente intentaron utilizar su razonamiento científico para darse el fundamento naturalista que necesitaban en cada una de sus reapariciones. Darwin se posicionó claramente contra la eugenesia de Galton, se comprometió personalmente contra el racismo oponiéndose como miembro de La Sociedad Etnológica al racismo reivindicado por James Hurt y la Sociedad Antropológica, y argumentando esta posición ética en La Descendencia del Hombre. Por otra parte, aunque tomó de Malthus un elemento de modelización matemática para aplicarlo a la dinámica de crecimiento de las poblaciones vegetales y animales en territorios con recursos limitados, rechazo la aplicación de las recomendaciones maltusianas a las sociedades humanas. Asimismo combatió la extenuación física y moral de las poblaciones indígenas introducida en las colonias como resultado por la mortífera ruptura producida por el dominio colonial. Odió la esclavitud y toda forma de dominación y humillación brutal del hombre por el hombre, como puede verse leyendo el Viaje de un naturalista, las cartas a Asa Gray sobre la esclavitud de los negros en USA durante la Guerra de Secesión , y también La Descendencia.
La porfía en mantener el error de responzabilizar a Darwin por las plagas desigualitaristas y suprematistas -contra toda evidencia lógica, histórica y textual- no puede ser completamente inocente en los que desde siempre tuvieron la posibilidad de acceder a las fuentes y constatar la vacuidad de semejantes acusaciones infundadas. Contra semejantes "errores", entre otros, se levanta desde ahora el Diccionario del darwinismo y la evolución.
* Director del Diccionario del darwinismo y de la evolución. Autor, entre otros textos, de El pensamiento jerárquico y la evolución, Aubier, París, 1983; Miseria de la Sociobiología, PUF, París, 1985; Darwinismo y sociedad, PUF, París, 1992.
 
Un instrumento cada vez más efectivo
Charles Devillers 
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Los seudo-evolucionistas ya no pueden esconderse detrás de excusas fáciles: "conozco mal", "no sabía dónde encontrar la información". Reconozcamos que la documentación estaba dispersa en obras y revistas solo disponibles para los especialistas con acceso a las grandes bibliotecas. Ahora la documentación está al alcance de la mano, y dispuesta en orden alfabético.
1859.- Primera edición de El Origen de las Especies, en la cual Darwin expone su sistema explicativo del proceso evolutivo, que corregirá y completará en las sucesivas ediciones (6ta. en 1872). De este sistema que -aunque muy frecuentemente se olvida- incluye muchas proposiciones, habitualmente se retienen dos: la interacción variación/selección natural como motor del cambio evolutivo y la posible intervención del azar en la historia del mundo orgánico, para horror de los curas y ciertos racionalistas.
ªCuántas estupideces se le han hecho decir a Darwin y a sus continuadores! Repasemos algunas de las más flagrantes y valoradas entre evolucionistas domingueros.
La interacción variación/selección es el proceso fundamental («el único?) que explica la adaptación de los organismos a las presiones del medio ambiente que los rodea. Pero conviene precisar el significado de cada uno de los términos del par y sus respectivos roles.
La única fuente de variación hereditaria, establecida experimentalmente, es la mutación (tomada en su sentido más amplio), es decir, la modificación, espontánea o provocada, en el material hereditario del individuo. Las otras modalidades de variación propuestas aquí y allá por algunos autores solo son palabras sin fundamento.
La mutación no solo afecta minúsculos caracteres carentes de importancia vital, como frecuentemente se afirma. Hoy sabemos que puede ocasionar múltiples cambios orgánicos, tanto "pequeños" como "grandes". Las capacidades de variación del material genético de cada individuo son enormes.
La selección no se limita a eliminar todo lo que se aparta excesivamente de la norma de la especie. Puede orientar el cambio evolutivo de manera activa.
La variación genética es la única creadora de cambios que la selección organiza según direcciones que se pueden reconocer como líneas evolutivas en el material fósil.
Evidentemente, los seres vivos no pueden ser obra del azar. Solo algunos pobres de espíritu o desinformados continúan atribuyendo tal despropósito a la teoría de la evolución de inspiración darwiniana. Ningún evolucionista sensato dijo nunca semejante tontería. Lo que reconocemos, es que la historia del mundo orgánico (animal y vegetal) a lo largo de unos 3.500 años está sembrada de acontecimientos imprevisibles (término preferible al de azar para un biólogo). De esta manera, un grupo animal adaptado a un entorno puede enfrentar una modificación, rápida o lenta, de sus condiciones de vida (desertificación, glaciación, alzamiento de montañas, etc.). Semejante cambio climático o físico no puede ser previstos por la presencia de animales. En tal caso, la vida animal y la modificación del medio no están ligadas causalmente; un acontecimiento imprevisible modificó, pues, el curso de la historia animal.
En el estado actual de nuestros conocimientos, la génesis de la variación es aleatoria, pero su acción sobre el devenir de los individuos, las poblaciones y las especies está permanentemente controlada por la selección actuando como anti-azar que imprime una direccionalidad (líneas evolutivas) a las transformaciones del mundo orgánico. La historia del poblamiento del planeta no es, pues, resultado de un azar soberano (que engendraría el caos), ni el de una necesidad absoluta (la evolución no reconoce leyes eternas).
Lo que se sigue llamando darwinismo -a mi juicio de manera muy restrictiva- a partir de su formulación original no dejó de enriquecerse, de incrementar su valor explicativo cuestionando determinados conceptos e incorporando nuevos datos aportados por las disciplinas cada vez más numerosas que desde una mayor o menor proximidad se interesan por "el problemas de los problemas" según lo calificara el paleontólogo norteamericano G.G. Simpson.
Los fundamentos de la actual Teoría sintética de la evolución son de origen darwiniano, pero las superestructuras han sido elaboradas progresivamente a partir de la genética (mendeliana, poblacional, molecular), de la bioquímica, de la embriología, de la sistemática, de la ecología, de la paleontología. «Qué nos deparará el porvenir? El darwinismo original no ha desaparecido, pero ha sido incorporado en una construcción más vasta, actualizada, la Teoría sintética de la evolución (así como la Teoría de la relatividad englobó la mecánica newtoniana sin suprimirla).
Darwin no elaboró un dogma intocable, un darwinismo que debe repetirse por generaciones: formuló las bases de un programa de investigaciones que, por enriquecimientos sucesivos, deviene un instrumento de trabajo cada vez más efectivo.
* Zoólogo. Universidad de París VII
 
Darwin: El materialismo, la moral
Quiniou
El interés del Diccionario es múltiple. Señalaré dos aspectos que tocan mi propio enfoque filosófico.
Veo en primer lugar -aunque no sea su objetivo explícito- una importante contribución no solo a la historia del materialismo, sino a su fundamentación sobre bases científicas.
En efecto Darwin, hombre de ciencia, es materialista y la obra lo muestra constantemente. Su teoría de la transformación de especies, extendida al Hombre, afirma la unidad natural de lo viviente, incluido el pensamiento, y recusa tanto el dualismo de la materia y la vida tanto como el de la vida y el pensamiento, sostenido por el creacionismo cristiano. Impone pues una concepción monista y materialista del mundo y del Hombre en filosofía: no como una opción personal entre otras a cuenta de grandes opciones metafísicas entre las que es imposible elegir, ni como una interpretación agregada por inconfesas motivaciones que podrían ser políticas, sino como el mismo sentido filosófico de la ciencia, intelectualmente imperativo.
El materialismo, cuya dignidad teórica es sistemáticamente menospreciada por razones ideológicas frecuentemente condenables, aparece así validado por la ciencia. Inversamente, significa que la ciencia invalida otras concepciones del mundo y del Hombre que ocupan el primer plano en la escena filosófica, y funda el deber de una critica intransigente en ese dominio -en caso de querer pemanecer fieles a la intención de verdad constitutiva de la filosofía, ser "filósofos" y no "filodoxos". Podría temerse que esta intransigencia se pagase con un esquematismo reduccionista: «reabsorbiendo al Hombre en la evolución natural, no perderemos su especificidad cultural y moral?
El segundo interés del Diccionario es mostrar que la extensión universal del materialismo no implica un déficit de comprensión. En esto hay que rendir homenaje a P. Tort y su teoría del "efecto reversible de la evolución" que comparto en lo esencial. (...) La ganancia teórica lograda con esta nueva comprensión de la obra es enorme va más allá de Darwin. Muestra que no es preciso optar entre dos modelos de relación entre la naturaleza y la cultura: uno de los cuales reduce la cultura a la naturaleza y la reabsorbe (como lo hace, por ejemplo, la sociobiología vulgar) y otro que separa la cultura de la naturaleza enraizándola en una misteriosa trascendencia del Hombre (como lo hace, por ejemplo, el espiritualismo cristiano). En realidad, la cultura "rompe" con la naturaleza por el mismo efecto de la transformación evolutiva de ésta, por lo tanto, de una manera natural. Así se comprende la especificidad de lo humano sin abandonar el terreno de la inmanencia natural (o material) propio de la ciencia.
Se vuelve a encontrar la fecundidad de esta teoría a propósito de la moral, que puede explicarse sobre ese mismo terreno. Me detengo en este punto porque mi propio trabajo apunta a elaborar una teoría materialista de la moral. Ahora bien, las concepciones que gozan aquí de autoridad, en particular la de Kant, actúan también como pantalla en la medida que consideran la moral como una esfera aparte, que trasciende la materia y escapa a la inteligencia científica. En sentido inverso, el intento de Nietzsche por producir "una ciencia de la moral" partiendo de la vida (en lo que se reencuentra a Darwin, pero con otro signo), termina por destruirla so pretexto de naturalizarla: para él las diferentes morales solo son formas más o menos encubiertas de la voluntad de poder erigida en esencia ultima de la vida; desde este punto de vista no hay pues ni bien ni mal, ni valores objetivos, encargados de invertir el salvajismo vital, sino solo una ética vitalista del poder cuyos efectos devastadores no es preciso subrayar.
Darwin permite -me ha permitido- evitar tal consecuencia: la moral entendida como "efecto reversivo" de la evolución se explica sí por la vida, pero como una forma de vida especifica que se opone a las anteriores formas animales y nos conduce a dominarlas. Si se quiere es una "antinatura", pero surgida de la naturaleza misma. Así se evitan con fundadas razones teóricas, la trampa o la tentación del "inmoralismo teórico" que con demasiada facilidad se le atribuye al materialismo.
La consecuencia política de todo esto no es despreciable para quien se reclama del ideal de una sociedad emancipada: no es posible apoyarse en Darwin para justificar el liberalismo salvaje, no todo está permitido so pretexto del origen animal del Hombre. El "darwinismo social" que subyace en las peores prácticas actuales del capitalismo no es darwiniano.
* Filósofo. Autor de Problemas del materialismo (Meridiens-Klincksieck) , de Nietzsche ou l'impossible immoralisme (Kime) , y recientemente de Figures de la derasion politique (Kime).
 
Una aventura intelectual
Jean-Michel Goux
(...) Digamos, ante todo, que sumergirse en la lectura del Diccionario es una verdadera aventura intelectual , que nos traslada al corazón de la biología moderna, tal como viene siendo elaborada desde hace siglos y tal como puede comprendérsela actualmente. Aunque pone el acento sobre los aspectos genéticos y evolutivos, se encuentran numerosas apreciaciones sobre otros sectores.
Puede parecer paradójico que una obra centrada en la figura emblemática de Darwin en primer lugar destaque el número y diversidad de espíritus que participaron en el movimiento del descubrimiento y de la interpretación de la evolución biológica, desde Lamarck hasta nuestros días. Cuando el análisis histórico alcanza un cierto grado de profundidad, rebate la concepción de una ciencia desarrollada por la acción de algunos pensadores solitarios y geniales. No se trata de poner en duda la importancia de los grandes pensadores, sino de constatar hasta qué punto piensa un Darwin a través de los trabajos y opiniones de muchísimos investigadores, sintetizando la inmensa experiencia acumulada por los seleccionadores de animales y vegetales y tomando muy en serio las críticas o los comentarios que le dirigieron después de publicar sus obras.
Por otra parte, uno de los méritos del Diccionario es presentar numerosas referencias, a veces con la dimensión de un libro, sobre el darwinismo fuera de Inglaterra y USA. Es sabido que la "industria darwiniana", como se ha llamado al fuerte movimiento de estudios desarrollado desde hace un cuarto de siglo, tiene un marcado rasgo anglosajón. Son muy interesantes las secciones sobre darwinismo alemán, darwinismo árabe, darwinismo cubano, darwinismo español, darwinismo francés, darwinismo italiano, darwinismo ruso.
No es sorprendente que el Diccionario estudie de cerca la influencia de las ideas darwinianas sobre las concepciones filosóficas y sociales. Es particularmente interesante su contribución a la critica del darwinismo social. (...) También se estudian las relaciones entre darwinismo y marxismo (...)
Dada la gran cantidad de autores reunidos en la obra, no sorprende constatar puntos de vista diferentes sobre el estado actual de la ciencias y de la interpretación de su historia . En algunos casos se presentan puntos de vista contradictorios, por ejemplo a propósito de la teoría neutralista que atribuye la diversidad de los objetos vivientes a una deriva aleatoria. El Diccionario se abre a los debates en curso en la biología.
Impacta la actualidad de las obra. Pese a las apariencias, el lugar acordado en nuestra cultura a la ciencia, a sus métodos y a su historia, es muy limitado. La historia del arte, por ejemplo, es mucho más conocida y se le han dedicado muchos más esfuerzos eruditos. Y estos señalamientos son particularmente verdaderos para la teoría de la evolución, que ha cuestionado tanto todo espiritualismo. Y sería equivocado creer que se trata de combates del pasado (...)
* Genetista de poblaciones, Universidad de París VII
 
Marxismo y darwinismo social
Michael Lowy
La objetividad científica no implica neutralidad en los debates que atraviesan el campo teórico: como lo explica claramente el director de la obra Patrick Tort, en su "Introducción" , una de las principales motivaciones para lanzarse a esta gigantesca empresa era oponerse a las "desviaciones filosóficas y sociológicas del evolucionismo vulgar, siempre inagotablemente spenceriano y masivamente dominante..." En otros términos: ajustar cuentas con el complejo discursivo formado, a partir de Spencer, por el "darwinismo social", la eugenesia y la sociobiología.
Desde este punto de vista, el Diccionario es también una obra de combate político, científico e intelectual contra una nebulosa de ideologías elitistas y retrógradas que están lejos de haber perdido nocividad. Como lo mostró P. Tort en sus obras anteriores, y nuevamente en esta, el supuesto "darwinismo social" no corresponde para nada al pensamiento antropológico de Darwin, desarrollado en su libro La Descendencia del Hombre (1871). (...)
La desmitificación del "darwinismo social" exige también a los marxistas un regreso crítico sobre el pasado. En efecto, la extraordinaria influencia del social-darwinismo a fines del siglo XIX y comienzos del XX no perdonó al socialismo ni al movimiento obrero. El marxismo de la Segunda Internacional fuertemente signado por el cientificismo, el positivismo y el determinismo, fascinado por las "leyes naturales de la vida social", era muy vulnerable a la ofensiva ideológica social-darwinista, especialmente a través de la mediación de la sociología de Herbert Spencer. La afinidad electiva entre marxo-positivismo y social-darwinismo, permite comprender la obra de numerosos autores importantes de esta época. Buscando dar una legitimidad "científica" a las ideas socialistas, terminan legitimando la ideología liberal de las clases dominantes en el seno del movimiento obrero.
En la tentativa de liquidación del marxismo por el social-darwinismo, algunos temas son privilegiados: la evolución social lineal (frecuentemente opuesta a la revolución) predeterminada por las "leyes generales de la evolución", la lucha por la vida y la supervivencia de los más aptos, el carácter "orgánico" de la vida social, la interpretación de la historia a la luz de las "leyes naturales" sociobiológicas.
Se pueden encontrar signos de esta desviación pseudo-darwinista y pseudo-marxista en casi todos los movimientos social-demócratas de fin de siglo, tanto en Europa como en USA, pero -por razones aún por dilucidar - en Italia es donde juega el rol más importante.
Su primer representante es el criminólogo positivista -discípulo de Lombroso- Enrico Ferri. Diputado radical convertido al socialismo y profesor de derecho penal en Roma, Ferri es el autor de una obra cuyo titulo es todo un programa: Socialismo y ciencia positiva: Darwin-Spencer-Marx. Publicado en 1894, será traducido al francés, alemán, ingles y español, encontrando una amplia acogida (también algunas críticas) en la socialdemocracia internacional. Su idea principal es que el socialismo científico "no es otra cosa que el resultado lógico y vital a la vez del darwinismo y del evolucionismo spenceriano". La evolución humana obedece a "leyes estables y confirmadas por la ciencia social positiva", leyes que nos permiten afirmar "con una certeza matemática" que la trayectoria de la evolución conduce al socialismo. Dado que el socialismo es una fase "natural y espontanea y por lo tanto inevitable e irrevocable" de la evolución, no hay necesidad de revolución, es decir, "revuelta violenta y tumultuosa" . No vacila en apelar a la autoridad marxista dela socialdemocracia alemana: "El socialismo científico, especialmente en Alemania, bajo la influencia directa del marxismo, abandonó completamente sus viejos métodos del romanticismo revolucionario".
Ferri pretende así reconciliar -mejor dicho asimilar- las tesis social-darwinistas de la lucha por la vida con el socialismo científico. Para lograr su trabajosa explicación, afirma primero que el objetivo del socialismo no es la igualdad -utopía irrealista- sino la garantía de que todos los hombres son iguales "en el punto de partida de la lucha por la vida". Como resultado de la ley darwiniana de la supervivencia de los más aptos, algunos serán vencidos en el duro combate por la existencia: los débiles, los enfermos, los locos, los "criminales congénitos", etc.
Asegurando la victoria de los que "poseen las más grandes y fructíferas energías morales y físicas", la economía colectivista, "necesariamente debe mejorar la raza humana física y moralmente". Solo entonces - y no en la economía capitalista que tiene efectos negativos desde el punto de vista de la selección darwiniana - "el efecto de la lucha por la existencia será la supervivencia de los mejores". En consecuencia, gracias al socialismo científico, "el darwinismo social", continuador del darwinismo natural, desembocará en la selección de los mejores!
El caso de Enrico Ferri es posiblemente extremo y un poco caricaturesco por su biologismo primario. Pero no dejó de ejercer una influencia determinante sobre algunos de los principales dirigentes del socialismo italiano, como Filipo Turati y Claudio Treves. Por ejemplo, Turati escribió, en una de sus primeras publicaciones socialistas, que el objetivo del socialismo científico no es otro que la "selección de los mejores" mediante la supresión de la herencia, asegurando así "la igualdad del punto de partida" de los competidores. La lucha por la existencia entre los seres humanos no desaparecerá jamas: la vida social es necesariamente "un eterno y feroz, aunque providencial, holocausto de víctimas". Felizmente, existe, "la norma moderadora del derecho" para equilibrar un poco esta ferocidad darwiniana de la realidad social.
Uno de los primeros críticos de esta desviación fue Antonio Labriola , pionero de una lectura dialéctica y anti-positivista de Marx -y uno de los primeros autores marxistas estudiados por León Trotsky. Ironizando contra la moda del "darwinismo político y social" (que) "invadió como una epidemia, y por muchos años, el cerebro de numerosos investigadores y de muchos abogados y declamadores de la sociología", denuncia a los que se han "agitado para completar a Marx ya sea con Spencer, ya sea con el positivismo en general, ya sea con Darwin, ya sea con Dios sabe quién".
Una generación más tarde, se vuelve a encontrar esta polémica contra Ferri , Turati y Treves en la pluma afilada del joven Gramsci, para quien esos "filisteos del socialismo" han hecho de la doctrina socialista "un repasador del pensamiento", son gente incapaz de concebir la "historia como un libre desarrollo ... diferente de la evolución natural, así como el hombre y las asociaciones humanas son diferentes de las moléculas y de los agregados de moléculas". Atacando a fondo a Claudio Treves, critica a quienes llama "los socialistas positivistas", que han "arrastrado la doctrina de Marx a un esquema exterior, a una ley natural que se realiza fatalmente, fuera de la voluntad de los hombres, fuera de su actividad de asociativa...". Así quedaron planteados los términos de un debate que atraviesa la historia del marxismo del siglo XX.
* Sociólogo CNRS.
 
La revolución darwiniana
Jean Rosmorduc
(...)
Quisiera abordar mis breves comentarios bajo dos enfoques: el del historiador de ciencias en que me transformé en el plano profesional, y el del marxista que no he dejado de ser.
Ser historiador de física conduce inevitablemente a leer la historia de las ciencias y de las ideas científicas considerando como "hilo conductor" (según decía Einstein) la sucesión de concepciones y de teorías que marcaron esta ciencia. Tengo tendencia a privilegiar a Galileo sobre Vesale o Harvey, a Newton y Huygens sobre Buffon, a Fresnel sobre Lamarck, etc. Sin embargo la importancia de lo que se puede llamar legítimamente la revolución darwiniana -ªno solo en biología!- golpea (en el sentido más fuerte del termino) incluso a quien está más atraído por Maxwell que por Darwin. Se trata de una mutación que toca no solamente una disciplina o un campo de disciplinas científicas, sino al conjunto de las concepciones de una sociedad e incluso a la misma sociedad Es una revolución cultural en el pleno sentido de la expresión (no la desnaturalizada acepción de los acontecimientos de 1966 en China). Por ejemplo como transformación en la ciencia misma: sabemos que un cambio no se opera haciendo "tabla rasa" del pasado; inciden cambios graduales preparando y precediendo esta ruptura decisiva que es la revolución. En este caso las obras de Maupertuis, Bonnet, Buffon, Lamarck, Geoffroy, Saint Hilaire... jugaron ese rol (sin que por eso tales autores sean "precursores" de Darwin). También como fenómeno de una época, determinado en parte por esta e inversamente condicionándola fuertemente -un poco como lo hizo la revolución copernicana en el marco del siglo XVI y XVII. En efecto, el siglo XIX, fue un periodo marcado por sucesivas conmociones: en política por supuesto, en el terreno económico y social, en muchas disciplinas científicas (la biología, la química, y también la física, las matemáticas, la geología...); en el marco cultural tanto como en el de las teorías económicas.
La historia científica nació en el siglo XIX, igual que la termodinámica , la astrofísica o la genética. La idea de evolución esta profundamente anclada en las concepciones de lo que Michelet llamó "el siglo de la máquina". Posiblemente el genio de Darwin no hubiera tenido oportunidad de manifestarse tan espectacularmente sin la existencia de ese clima favorable, sin lo que Galileo llamaba el espíritu de la época. Más allá de las incomprensiones que pudieron haber existido entre Marx y Darwin (el Diccionario consagra un artículo a este tema), ambos innovadores pertenecen a la misma época, aunque no haya una relación causal entre la publicación de El Origen de las Especies y la Introducción a la Critica de la Economía Política.
La teoría científica de Darwin , a través de sus diversos seguidores es un ejemplo espectacular de las repercusiones, negativas y positivas, que puede tener una obra de esa dimensión. Positivas, especialmente en el dominio científico. Negativas, a través de las desviaciones del eugenismo, de la sociobiología... Es verdad que, incluso para pensadores bien intencionados (ªy no todos lo son !) la extrapolación es tentadora. «Acaso no sucumbieron los mismos Marx y Engels? En todos los aspectos, la obra de Darwin fue modeladora y ejerció una profunda influencia en el pensamiento de las décadas -o siglos- posteriores.
* Historiador de ciencias. Facultad de Brest.
 
Las dos vías de la antropología biológica
Jean Benoist
La antropología biológica lleva en sí dos caminos a menudo contradictorios . Uno se esfuerza por mostrar la historia natural del Hombre, el otro la historia humana de la naturaleza. El primero se limita a confinar a la especie humana en un espacio común con las otras especies vivientes, mientras que el segundo, tomando en cuenta lo que le enseña la antropología social y cultural, busca establecer su propio espacio.
Ambas vías buscan situar al Hombre en el gran movimiento de la evolución, pero solo la segunda incorpora a ese movimiento las fuerzas surgidas del Hombre mismo, de su organización social, de la estructura cognoscitiva y técnica de sus relaciones con lo que lo rodea.
Sin llegar a la exageración de quienes ven en el Hombre una especie autodomesticada, ningún antropólogo biológico puede divorciar las fuerzas que modelan el patrimonio genético de la especie humana y que canalizan su evolución, de las que resultan de la adopción por el Hombre de opciones sociales que tejen relaciones y las técnicas que aseguran la supervivencia y la expansión territorial de la especie.
Leyendo más o menos al azar a través de tal grilla los artículos del Diccionario, este antropólogo biológico cree percibir voces que semejan un eco de la preocupación que preside su propio enfoque. En particular, por supuesto, la de Patrick Tort que converge a través de un itinerario completamente distinto. Se encuentran en los textos donde Darwin se vuelve hacia la especie humana y las fuerzas que actúan en su evolución. «Acaso no se define al núcleo de la antropología moderna como la biología del Hombre social? (...) La tarea de la antropología es poner en evidencia la organización de esta sociedad, identificar las conductas y descubrir su impacto en un sentido opuesto al "libre juego" de la selección. Las reglas de opción colectiva a partir de las estructuras del parentesco; la delimitación de poblaciones por barreras genéticas que no son los encierros de un archipiélago sino las que construyen la lengua, la religión, las relaciones sociales; la modulación de las relaciones con el medio a través de técnicas que inciden en la alimentación; el hábitat; las agresiones patógenas: todos esos hechos sociales son "conductas" que intervienen en el control por el Hombre de fuerzas sobre las cuales las otras especies actúan muy limitadamente. Parece pues que en la especie humana las cosas ocurren de tal modo que la sucesión de adquisiciones de conocimientos, y también la acumulación de reglas y de códigos que rigen las relaciones de los individuos y los grupos, desembocaran en un inmenso trastrocamiento de las fuerzas en juego. Mientras que las especies vivientes son de alguna manera absorbidas por esas fuerzas, sometidas a ellas sin otra posibilidad que reaccionar, el Hombre las supera poco a poco. Sin que eso sea necesariamente intencional, pasa a manipular lo que en última instancia lo transformará. Desde la aparición de las civilizaciones agro-pastoriles a la de las sociedades industriales, se opera una formidable redistribución de equilibrios, el Hombre toma en sus manos no su destino biológico, sino instrumentos que construyen ese destino sin que él mismo lo sepa.
Sin embargo el antropólogo necesita de una prudencia que puede oponerlo al filósofo. Y esta obra refleja, aquí y allá, dispersas a lo largo de los textos, dos tendencia que parecen herederas de dos formas bastante poco conciliables de pensar, o de acceso al conocimiento. «Será porque Darwin está en una encrucijada? Por un lado, está la marcha a tientas del biólogo, que procede de hecho en hecho para la elaboración de teorías parciales que se encajan y se desarrollan sin ser nunca un conjunto cerrado, ni siquiera acabado. Incluso una teoría tan unificadora de sus distintos aspectos como la de Darwin ofrece, en la medida que se considera científica, zonas propicias al cuestionamiento, a la corrección.
Por otra parte está la búsqueda del filósofo. Colocado ante uno de los problemas que tiene los más resonantes ecos en el pensamiento humano, un problema que funda las filosofías y las religiones, aunque Darwin sea un naturalista está también en el centro de esa búsqueda. Y no se lee igual al filósofo que al científico. Su pensamiento es ante todo un hecho de pensamiento que no muere con su autor ni con los fundamentos científicos sobre los que se apoyaba. No solo se sitúa relación con un problema, ni solo encuentra su legitimidad en la calidad de la respuesta que aporta a los problemas planteados: existe, tiene lectores, efectos sociales y filosóficos. No es solo un resultado, sino también una fuente.
«Leer a Darwin no es también oscilar entre esas dos lecturas? Una mantiene distancia ante el sabio que hizo una contribución, pero muchas de cuyas afirmaciones merecen ser retocadas - lo que por otra parte, ha sido hecho-. La otra percibe la coherencia del discurso del pensador, más importante aún porque tiene raíces en el conocimiento de la naturaleza al mismo tiempo que ubica en ella el lugar que ocupa el Hombre «qué importan, pues, los retoques que la biología moderna pueda aportar? « O las contradicciones que surgen cuando evidencia la parte no selectiva de la evolución? Lo importante no reside allí. Está en un pensamiento que tuvo efectos tales que -llevando las cosas al extremo- aún si todos los datos científicos que le permitieron nacer se revelaran falsos, no por eso dejaría de ser una de las fuerzas que han dado al siglo su visión del Hombre y el mundo.
Sin embargo, a los ojos de un antropólogo que intenta hacer las dos lecturas por razones igualmente importantes aflora un peligro y a veces uno se pregunta si el filósofo lo advierte: es el de extralimitarse, leer más allá de la obra misma, adaptando su interpretación no a la preocupación por conocerla, sino a la de ampliar su sentido a escala del mundo actual. De convertirla ya no en la obra de un investigador y de un pensador, que tiene sus límites y sus errores, sino en la de un fundador. Se asistiría entonces, si se me permite la paráfrasis, a un "efecto reversible del pensamiento": la verdad, lo que motiva la búsqueda del investigador, ya no serían más ese conjunto de fragmentos que acumuló en las alforjas a lo largo de su vida; sería su palabra, independientemente de lo dicho, por el solo hecho de emanar de él. Ya no seria ni sabio, ni filosofo: se convertiría en profeta. Un último voto del antropólogo: ªque jamás se rebaje a Darwin al rango de profeta!
* Médico y Antropólogo CNRS. Universidad de Aix-Marsella.
 
De Darwin a Piaget
Phillippe Geneste
Darwin es conocido en psicología por haber abierto el campo de la psicología animal instaurando al mismo tiempo la existencia de una psicología comparada interespecífica.
En La Expresión de las emociones de los animales (1872), luego de un gran número de observaciones saca la conclusión de que la filiación entre el animal y el Hombre se confirma en el terreno de los actos expresivos relacionados a los estados emocionales. (...)
El Diccionario permite volver al fin del siglo XIX y sus proyecciones, período en el cual se elaboran los fundamentos de la psicología como ciencia independizada de la tutela filosófica. Así, a través de los artículos consagrados a Helmholtz, Fechner, Wundt, James, Spencer, Darwin, y también Pavlov, se reconstituye el contexto ideológico y científico del nacimiento de la psicología. Se siguen los progresos en las técnicas de medición surgidos de la física (por ej. la del tiempo de reacción del individuo a un estímulo o situación), los progresos de la psicología del movimiento y de las sensaciones, luego la instauración de la psicología animal y comparada. Por eso uno sus principales intereses es de carácter histórico y epistemológico, fruto de una valiosa y efectiva actividad interdisciplinaria.
La obra permite, por otro lado, rever algunas difundidas afirmaciones sobre Darwin, como la de que el postulado de la herencia biológica y psicológica lo colocaría en una posición relativamente próxima a Lamarck. Pero Piaget en su biogénesis de los conocimientos, evita asimilarlos. Escribe en Biología y conocimiento que Darwin "integró lo esencial del lamarckismo a su concepción de la evolución", pero agrega en una nota elíptica que "retuvo la influencia del medio y del ejercicio, pero no la idea de continuidad integral, ni el nominalismo, ni el progreso, etc." (p.161). Cuando critica el empirismo, Piaget critica el lamarckismo y las teorías del aprendizaje exógenas. Pero su teorización constructivista del aprendizaje lo conduce también a oponerse al innatismo (ver el coloquio de Royaumont y las controversias con Chomsky -1979- o los estudios críticos de los trabajos de Lorenz durante las presentaciones de la La epistemología genética). Para Piaget los diferentes niveles de equilibración y el continuo proceso de equilibración inherente al desarrollo cognitivo de todo sujeto, reposan en la interacción permanente del sujeto con el medio. Así, entre el innatismo y el empirismo, existe otro principio de interpretación del devenir cognitivo fundado en las interacciones y las autoregulaciones, que lleva a afirmar la existencia de un funcionamiento constitutivo de las estructuras y de una construcción endógena, de "un poder endógeno de mutación y de recombinación", nociones evidentemente ausentes en Lamarck, así como la del "poder activo de la autorregulación" (ver La epistemología genética, 1970). Acá Piaget se encuentra con la biología contemporánea de Dobzhansky y de Waddington: si el fenotipo es una respuesta del genoma "a las incitaciones del medio, esta respuesta no significa que el organismo haya sufrido la marca de una acción exterior, sino que hubo una interacción en el sentido pleno del término, es decir, que a continuación de una tensión o de un desequilibrio provocado por un cambio en el medio, el organismo inventó por medio de combinaciones una solución original, desembocando en un nuevo equilibrio" (Ibídem). El Diccionario también permite esclarecer ese acercamiento (...)
Uno de los mayores problemas de la psicología es dar cuenta del pasaje de la biología humana a las facultades "superiores" de lo humano - en términos piagetianos, el pasaje de mecanismos biológicos a las operaciones formales, de las autoregulaciones orgánicas a las operaciones lógico-matemáticas. Los análisis de Piaget y sus sugerencias encuentran acá un nuevo marco de formulación sin alejarse de su base epistemológica. «Acaso no es uno de los objetivos del Diccionario ser un espacio en el que se esbozan prospectivas y nuevas problemáticas?. El análisis de P. Tort sobre La Descendencia del Hombre y la selección sexual permite, por ejemplo, recolocar los desarrollos de la psicología piagetiana en la oposición que separa la dialéctica de la relación evolutiva de lo humano y de lo natural, de la banal idea de la determinación de lo humano por lo natural. En este marco, seria interesante examinar la teoría de la equilibración en los estadios del desarrollo de la inteligencia, desde el punto de vista de la inversión que se opera entre el nivel sensorio motriz -especialmente el de los esquemas reflejos- y el nivel de las operaciones formales. En efectos, si esta teoría permite "proveer un status causal a la noción de estructura" (Greco), deberá analizar los mecanismos que aseguran la transición de una estructura a la otra, descubriendo la cuestión de la naturaleza de los "saltos cualitativos". Podemos dar un ejemplo que no tomamos de Piaget: « Cómo pasa el niño de las representaciones cognitivas a las verbales? «Qué mecanismos subyacen en esa conjunción entre la "cosa por decir" (digamos: "el sentido") y el vocablo (la acomodación sonora) para decirlo? «No habrá luego un nuevo juego de esos mecanismos iniciales hasta la construcción del signo adoptado en común en una sociedad, un signo estable? «De la acción a la operación, de la acción o coordinación de acciones al significado no hay una inversión paradójica o alejamiento de lo real que ofrece al sujeto humano una mejor aprehensión de lo real? Así, considerando las lenguas y su adquisición en una perspectiva evolutiva (la de un lingüista histórico y comparativo estructural al estilo de Gustave Guillaume) tomamos la estimulante reflexión de P. Tort sobre el concepto del "efecto reversible de la evolución".
Un aporte considerable del Diccionario es ser interdisciplinario, abierto a la confrontación y planteando con claridad que desde el punto de vista de las opciones estratégicas que se inscriben en determinados contextos, no hay ciencia neutra -aunque sus contenidos no sean "partidistas". Con tantos "sabelotodo" en temas sociales dando vueltas es saludable que un compendio científico de esta envergadura se enfrente al dogma liberal. (...)

 

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