09/05/2025
Autor: Eduardo Rosenzvaig
Cualquier parecido con la realidad sería un atropello.
Desarbolado, en el centro de la plaza hablaba el auténtico busto en bronce de Evita. Una leyenda, de apresuradas e irreconocibles letras en alquitrán, le manchaba el pie de ladrillos. Claro que, el mismo día sofocante del golpe de Estado del año 55, pobladores humedecidos y legionarios de la "libertad" en saco y corbata silenciaron la estatua de cuajo. Al arrastrarla a ella por las calles insoladas, el gesto ninguneó justamente eso, "ninguna compasión con los peronistas". Arrastrar a la leyenda por las calles fue relativamente fácil, pero de consecuencias impensadas.
Este episodio ocurrió en una ciudad del sur tucumano en la que cualquier parecido con el Bagdad de las tropas invasoras norteamericanas arrancando la estatua en bronce de Saddam corre por cuenta del lector. Cuando la realidad atropella, se sabe, la lógica queda embestida contra una pared.
Aún así el "Burra" Mercado no había nacido todavía. Hablamos del que fuera arquero del New Véri y se persignaba besando una medallita del Santo de la Escoba, un sujeto morocho el santo, al que el "Burra" había oído como "protector de las manos", pero no tipo crema suavizante de la piel, sino de algo tan elocuente como permanecer reclamando con las manos abiertas frente a una cancha que representa con exactitud aquello que está por fuera de uno, desde la pelota a los hombres, mientras al Santo de la Escoba le encarecía al "Burra", antes de pisar el pedrerío infame de esos potreros sin pasto, reflejos, reacciones espontáneas e instintivas, automáticas al abrazar la pelota en el aire. Dijimos que los dos, el Santo y el arquero, formaban en el New Véri, un equipito de fútbol refregándose en las calles donde, en el lugar de Evita, apareció insistimos una mañana retraída, como de diez soles aplastando en vez de uno los lomos, la estatua de otra libertad, copia mal hecha del centro de otra plaza, como acuartelada esta nueva libertad en hormigón sustituyendo a la innombrable. El escultor Iramaín debió ejecutarla apresurado para que el vacío central no siguiera recordando a la ausente. Al fin de cuentas, el acto reunió a los escolares adormecidos, a sus maestros respetuosos de la libertad natural que el Estado argüía para echarlos en caso de no asistencia al acto, no se sabe si al escultor y por supuesto al desvariado Regimiento 19 de infantería con la banda de redoblantes y trompetas extrovertidas por las dudas. La Libertad fue reinstalada en el lugar en que la arrastrada estatua, cuyo paradero se desconocía, quitando al perno social las robladuras en bronce, se podía empujar a martillazos el tiempo hasta afirmar esta pieza de gran volumen llamado país.
Nacido once años después del número recordable y duplicado en los dos dígitos del 55, fue que en el 66 también inolvidable fechaje facsímil del calvario, del forúnculo y los garabatos indescifrables de la economía, que su madre lo parió entre abismos de generales y redoblantes y empresarios estrangulando a 11 ingenios -asimismo los dos dígitos idénticos- y doscientos mil desocupados que hacían cualquier cosa por huir a alguna de las partes del mundo conocido que no fuese Tucumán. Trescientos mil según otras fuentes, pero el "Burra" Mercado nació vigoroso como quinientos cerdos en medio del bautismo adelantado de la exclusión. Tampoco nadie le explicaría alguna vez al "Burra" que esta ecuación nunca cerró del todo, porque un 66 militar menos 11 ingenios pateados no regresaba necesariamente al 55 de la estatua de "Libertad", menos al 55 del busto de Evita con la leyenda alquitranada abajo, volvía a la nada. Las ausencias de todo precisamente empezaban recién en las coordenadas del azúcar, lugar y tiempo en que su madre se quitó leche de tres pechos, de seis, de seiscientos de los que fueran para que su "Burrita" saliera ileso del descarrilamiento del cielo, del tiempo periclitado, de las zozobras despreciables en el año de los dos seis mientras la tierra vomitaba cañas cada vez más duras a los dientes y óptimas a la fabricación. El "Burra" no terminó la escuela. Había un Santo de los estudiantes que él no supo cuál en medio del desbarajuste, "que sino capaz que termino" reía sin arrepentirse de la desprotección porque lo eficaz, allí donde crece la caña y se quiere salir del estrujamiento descalzo, es jugar al fútbol. El "Burra" atajaba en el arco, la portería que también le llaman, porque él no sería un portero de cualquier edificio, había nacido para arquero y en cuánto alguien le dijo "Cuidate las manos Burrita, es lo único que tenés", no hizo caso. Un arquero jamás protege las manos como un tecladista de los Wawancó sabe que la cumbia verdadera es sacar de quicio a las ventanas y puertas de la imaginación en la cancha, a las cabezas que creen que lo vieron todo en el fútbol, hasta trastornar y desquiciar en goce a los hinchas. Fraguado el texto, el suyo, sobre la vigilancia sórdida de la red atrás, adquirió un estilo: bajo ningún aspecto mirar el partido, no importarle las siluetas volátiles del arquero contrario como tampoco la labor de esos trabajadores del New Véri que los domingos hacían de futbolistas con camisetas agujereadas defendiendo su valla, menos a otros con "esos pieces de negros catingas sudados" según escupía el vulgo opositor. Algunos de los jugadores -se ganara o perdiera era sabido- festejaban o lloraban con damajuanas vineras hasta ver el futuro incompatible con el devenir. El "Burra" no se protegía la cabeza ni las manos ni la columna, nada que ver paseándose por el arco se concentraba en una pelota cósmica. Todo lo demás, incluso la hinchada, pasaba por resaca. Su mecánica parecía abrevar en la mirada del jugador contrario que le patearía el alma hasta rompérsela de ser necesario él contra el poste sin que el balón acaricie las entrepiernas de la red. Vigilaba como una monja la virginidad del nylon roto. Era, lejos, el mejor arquero de los desgraciados.
No trabajaba, no madrugaba, su vida cómoda y desgraciada no hacía más que hacerlo amateurista los domingos en el club amado. Destrozaba los huesos a cambio de un hueso menor, el partido invicto y, para el caso, "un sanguche de milanesa" de vaquillona estresada de parásitos, pero cargando mayonesa de papa y mostaza de panchitos.
En el New Véri (así se pronunciaban las letras del equipo que unos cuántos sabían interpretar como Newbery), el "Burra" Mercado atajaba "los penales" imaginando ojos a la pelota. Era invencible. Era ilimitado en el arco. Por lo menos hasta que, en más de un partido decisivo y necesario para que el equipo pasara a mayores, se vendía. Arreglaba con el DT de los contrarios dejarse golear por el equivalente a algunas cajas tetrabrick de vino rosado y tres kilos de carne de costilla cortada "finito". Entonces hacía un asado para los compañeros del equipo y pasaba por el más popular de los arqueros vendidos. Parecía evidente que, para algunos integrantes del New Véri, resultaba tan exitoso como ganar, comer ese día y, tratándose del asado, quedaba poco por discutir. Pero el "Burra", ídolo en todas las gamas desheredadas de la palabra, empezó a tener miedo por las manos. Las suyas. Un miedo incontrastable, inconsistente entre algunos monosílabos salivados en esos potreros convertidos en canchas donde ni siquiera se acordaban de su madre, menos él de la leche que le hiciera, literalmente hablando, "paredón del arco". Rompía alentado la cabeza contra los palos, rompía acorralado de gritos los omoplatos y las rodillas contra los palos, rompía embarrado en "¡qué hijo de puta qué grande la tiene!" con estruendos el esternón y los fémures contra los palos para empezar a proteger, inconsciente, a los carpios y metacarpios de los dedos. Los rezos a la medallita del Santo de la Escoba se alargaban horas antes del partido donde la hinchada eluctable asistía para verlo nada más que romperse el alma contra el travesaño, tal que si no tuviera manos, el arquero manco en un partido general de jugadores ennudecidos en silla de ruedas.
Su juventud fue la del empleo desconocido. Nulo más que precario en economías tuberculosas, salarios en negro desalariados, desmovilizaciones excluyentes y frustraciones alejando tanto a estos hombres de la reflexión o la cultura que, mutados a buscavidas sin otras nociones de su condición de parte de una clase o grupo social, alejados de los sindicatos inexistentes, renunciaban al poder colectivo como si las clases trabajadoras se desentendieran de sí mismas y, en el final, algo parecido al fascismo larvado por un provinciano vivillo, Carlos, o sea Carlitos Menem, el hacedor de un Partido de Buscavidas al que le asesinaron un hijo siendo Presidente, otra mafia y él, en el centro irredimible de la aflicción y el pánico personal por su vida, ordenó a toda la seguridad de su país esconder cualquier investigación bajo la alfombra, y a sus jueces caratular el caso de "accidente", y a la madre del chico que gritaba el crimen -su ex esposa- amenazarla con el encierro en un loquero de seguir con los gritos, ordenando despedazar la primera autopsia sobre el chico, alguien ideó, cambiar la cabeza del cadáver del hijo en la segunda para que un crimen nunca pasara del accidente, hasta abandonar el duelo por la campaña electoral a su segunda gran presidencia, aprovechando, de paso se dijo, el acompañamiento fúnebre del "pobrerío" que siempre prefiere regalar el voto a un exitoso que, de golpe, es alcanzado por un percance de sufrimiento que no es justo lo tenga por exitoso y rico y lloraron todos con el Presidente reeligiéndolo Presidente. El "Burra" entró a esa instancia de la democracia política ruinosa alentado por un país convertido en campo fregado de crímenes y muertos de hambre y viejitos reclamando en las plazas vacías el pago corregido de sus jubilaciones muertas. ¿Qué alternativa para un hundido en estos territorios? Una buena era acariciar el poder individual desde un aparato colectivo que privilegie, entre ampollas, al estado anímico, moral y lúdico de los buscavidas. Un Partido por ejemplo que desplume a esa gallina Estado que es de nadie -nada más que por venir picoteando en la calle y sacar la conclusión de su despropiedad- y un Partido por los asados, que son de todos. Un Partido que sea el final de cualquier relato. La metamorfosis de sí mismo. El discurrir de la historia por un presente imaginario. La rectificación de la moraleja. Una antología de las astucias, las agachadas, la inmoderación y el filtro que vaya cargando todas las basuras e impurezas del camino, incluso hasta los héroes. El Presidente Menem alumbró su corazón. Estado y asados.
Todo ocurrió muy rápido. Más que el desplume a la gallina. Más que el asesinato de un hijo y el pánico del poderoso Presidente cuando el secretario le puso las medias en el velatorio del hijo amado. No podía ponerse las medias pensando que su vida corría peligro, que no debió vender las armas de los arsenales que pertenecían al otro grupo, tanto ahora que su hijito Carlos del alma no aterrizaría más con ningún helicóptero en ninguna parte del mundo copioso de demandas. Si por lo menos no le temblara el pulso para ponerse las medias. Tomó un Rohinol, el Presidente, dosis doble para no acordarse de que iban camino a la reelección, que para eso había cambiado la Constitución Nacional en Olivos, tanto esfuerzo para no poder con un par de medias por eso, él no lo sabía, uno de los suyos lo sabía, el sindicalista Barrionuevo, Luis, suboficial del Ejército que cuando terminaba la dictadura militar lo mandaron de interventor a gastronómicos y bajo sujeción militar hizo elecciones "libres" -las primeras y únicas de renovación sindical- y ganó "libremente" en dictadura para quedarse para siempre con el sindicato y agregar, antes del velatorio del cadáver escondido, la célebre frase del si dejamos de robar cinco años el país se compone, pero organizando desde el propio velatorio, desde el celular, que sus muchachos llenasen las calles de acceso de la comitiva fúnebre hacia el cementerio con carteles como "Vamos Presidente", "¡Ánimo!" "¡Por la reelección!", bocineando en la sala del último adiós a su entorno: "¡Este hijo de puta de Menem capaz que ahora se nos bajonea!"
Tuvo que ver con el "Burra", con su formación, el intendente de esa ciudad adonde el arquero llegara atajando y cuyos pobladores ni siquiera lograban recordar el episodio de la innombrable "arrastrada" hasta hacer de sus heces fecales y en general de todo lo referente a estas, los enemigos un estudio acabado de su psiquismo y vocación. De otra manera eran ciudades amnésicas, tanto el shock de pobreza instantánea y ricos fabulosos, entrados en la fábula o sea que parecían salir de la tele pero no, salían del Partido de los Buscavidas. Era como la lámpara de Aladino.
Tenía un ingenio la ciudad del New Véri siempre bordeando el caos, con rojos suculentos y final imprevisible. Por eso el intendente era feudatario del gobernador Palito Ortega o el cantor del twist que, en cuarenta países, había grabado La Felicidad ja ja ja, que no era twist a la postre sino chacota y alegraba. Llegaba el intendente al control de la ciudad hablando sobre su madre a todos aquellos humildes con madre porque él, único vástago al que la pobrecita dio todo pobrecita, debía dedicarle el triunfo y su gobierno. Hablaba también para los hijos olvidados de su madre como el "Burra". Hablaba al "pobrerío" que lloraba el tango de la vieja y lo votaban. "Ya no llegará/ en punta de pies/ a darme un beso". Un intendente que colgaba pasacalles con la treintayúnica consigna de "gracias mamá" complicada con un "Te debo lo que soy vieja", "Mamita soy tu inversión", decidió dar empleo en la Municipalidad a cada integrante del club New Véri para que el equipo promocionase sin hambre, dando gloria sobada al gobierno municipal dirigido por el alma de "mamá gracias". Se fijó en el arquero refractario que, habiendo olvidado a su propia madre, sin embargo era tan popular entre la muchachada como un padre, un héroe del fútbol rural y antihéroe vendedor autónomo de ciertos domingos adversos. Una supuración del desguace de nación al que el intendente dio la tarea institucional de supervisar gastos de combustible. Incombustible, el "Burra" pasó a superiores. Pasó a atajar con la cabeza las facturas arregladas con las estaciones de combustible para que, cada cien pesos de gasoil, entraran a la municipalidad el equivalente a cuarenta y el vuelto para él de manera que los camiones se paraban a mitad del trayecto con las cargas de ripio o basura o materiales. La época era renuente a las cuentas claras. Más bien terca en convalidar cualquier cuenta que no fuese oscura. Evitando contratiempos, los camiones no salían y sus empleados -haciéndose de no ver mientras profesaban a Santa Lucía- ganaban días franco con la consiguiente celebración y abrazos al "Burra", el gran compañero que los llenaba de libres para hacer changas con que recuperar la autoestima de los salarios detenidos "a por siempre" según la política del Presidente del cadáver escondido de su hijo, o sea del ministro de la Economía que paseaba estentóreo y lúbrico su pelada por la realidad concebida justamente como un saber centrado en los valores monetarios vinculados a proteger la cabellera de la deuda externa. La vida económica, llevada a ninguna relación con los seres humanos, menos con los cartones en los techos de los seres cartoneados, abrevaba con esa calvicie del ministro en la idea de la "cuenta calva" hacia adentro, la cuenta cero del Estado, ideal en la perspectiva del almacén y promulgada por ley en el Parlamento dirigido y controlado por los buscavidas porque, si hay déficit fiscal que ponga en peligro el milagro de la inflación cero o calva asimismo, se bajan los salarios y chau, se suprimen las jubilaciones hasta que Debe y Haber en amortiguación se equilibren y chau, sentenció académica y realista la pelada que tenía miedo, a veces, no siempre, a que una manifestación piquetera o subversiva le rayara con una navaja el cuero ex cabelludo. Era una obsesión que lo despertaba a los alaridos por las noches. Después, cuando privatizaba otra empresa estatal, se le pasaba.
Un tiempo antes el Presidente había empezado a abordar con su gente o su gente con él los arsenales para vender armas sin factura a los enloquecidos por el mundo, lo cual tarde o temprano y por diferencias con un grupo a que él adelantó, acabaría con la vida de su hijo en un helicóptero cruzado a agraviados balazos, cadáver que el padre escondió como "accidente" en alguna parte de su cabeza porque tal señal indicaría a todas luces, que su propia vida corría peligro. Con esas empresas no se juega se dio cuenta tarde y todavía les hacía chistes a esos tipos que no entendieron, sin chispa ni gracia hasta perforarle el cráneo al chico que se llamaba como él para peor, según los análisis químicos y físicos de balística sobre la nave voladora tan segura como que la usó un Presidente de los Estados Unidos, y el padre debió sepultar con aletas y motor y cabina, Dios mediante con las palas de los jueces, las de servicios de inteligencia y las excavadoras del entorno mecánico, hundirlo en el fondo perdido de la Tierra y en un lugar remoto de su conciencia a su hijo querido.
Para convocar al neoliberalismo como estrategia de civilización, el Presidente enterró un crimen, el del chico que era su sosías, en el fondo del Universo. Es lo primero que el "Burra" aprendió del genio, del jefe, el ídolo, su maestro y gurú en política, el Presidente. Lo aprendieron todos. Al miedo hay que doblegarlo con coimas y excavadoras mecánicas. Para crear un mito de morondanga se necesitan chistes, aprendieron todos, y crímenes escondidos. Por eso "su" gobernador del twist, el gobernador del Presidente, recién llegado de Miami sin entender todavía cómo hacer negocios propios en una provincia donde vegetaba además la ciudad del New Véri, quebrada, con caña de azúcar "inviable" según los Bancos Mundiales o sea uno, territorio al que dejara de niño y ahora gobernaba de grande sin entender menos, proponía como remedio al cáncer provinciano la terapia de choque del mercado o conjunto de valores que llevan a entender la sociedad como circunscripta al gondolaje y al twist, a los exitosos y neomillonarios mientras poblaciones enteras lo elegían convencidas que traería "inversiones de Miami" para calmar el dolor obsequioso de la desocupación insoportable y, según crecía el delirio efectivo general, tanto él les cantaba sobre la tribuna, en actos políticos, La felicidad jajaja sobre las orejas a los desesperados y anómicos gestuales, que ya lo llamaban, los íntimos, el gobernador del jazz a propósito, la música creada por los negros que se gozan los blancos. Deslumbrante. Una epopeya. Nada de rezongar. El que se queja es un maricón. A mascullar al carajo. Secarse el sudor de los votos con la albiceleste.
Todo demasiado parecido a una orquesta en Auschwitz. A la postre. Pero el gobernador del twist mercado también escondía, entre los labios, un pánico. Recurrió a psicólogos y terapeutas para que le borrasen ese gesto en la boca de sacarse la lengua continuamente o mojarse los labios, el tic como de una serpiente de lengua bífida. Estaba seguro que, sin envejecer nunca, se le iría secando la cabeza de pelo negro, es decir el interior de la cabeza, fijándole en la boca la lengua afuera como secante de labios. Los terapeutas -incluso los de Nueva York- no pudieron hacer nada al respecto -la lengua bífida era la mueca ríspidamente ordinaria en su conservación, cosa que no ocurría al cantar, entonces en vez de hablarle de algo a las masas que tampoco sabían qué escuchar, les cantaba con la boca feliz, jajaja, sin tics. Un cheque de ciento veinte millones de dólares que llegó de la Nación al Banco provinciano que privatizó al otro día no estaba en las cuentas, o sea dejó de estar y se lo llevó con él al mandarse a mudar de la provincia natal y querida. El resto propinas.
El "Burra" no entendía nada de lo que era la Historia, de su impecable pureza porque él aprendía a erosionarla desde el arco, a ser pragmático y sarcástico, a atajar laberintos, negociar, pintarse de sombra, inquietar, restaurar, impensar, detestar cualquier pasado que no sea la línea del presente y darle vuelta por el bolsillo, también a la frase de Cooke, que él nunca oyera por otra parte, "El peronismo es el hecho maldito del país burgués" reconvertida ahora en el hecho burgués del país maldito.
El "Burra" aprendía en horas lo del intendente, sujeto que creaba una antropología basada en la comprensión de la madre genérica como simbología de pobres que lo "eligen", y él los premia como a mercancías en las góndolas donde ubicarse. Pero con el miedo recurrente y rectilíneo y por tanto benigno, el intendente, de que su madre se levantara de la tumba a decirle "No hijo, no lo estás haciendo bien. Te estás volviendo boludo con todo lo que sacás", entonces las mañanas, a veces, se le oscurecían al mediodía. Para que alguien atajara a su madre izada sobre las lápidas, cualquier sermón era desagradable y poco práctico, por eso eligió al "Burra" Mercado en su lista de concejales: porque era un tipo sin memoria, se había olvidado de la madre, y por arquero genial, por chupador indiscutido de combustible, por fiestero gratuito y, naturalmente, fue electo por el Partido del general Perón que, en su tiempo, hizo representara a los trabajadores con algún que otro buscavidas, y ahora era el Partido que representaba a los buscavidas con algún que otro trabajador, habida cuenta del país convertido en un campo fabuloso para buscarse el salame con lo que venga, pero sobre todo con los pechos exhaustos, sin corpiños de lo que iba quedando de Libertad o de Estado peronista violado y pateado por militares primero, el Partido de los demócratas temerosos a renglón seguido, y, de inmediato, por el Partido de los buscas audaces como el "Burra" que elegían a la política como un arco y no tenían nada que perder salvo algunas enseñanzas de la madre que había conocido y amado a Evita antes de ser innombrable. Se mataba de risa el "Burra" de la incapacidad de los "zurdos" para llegar a esto que era el gobierno de los elegidos por el pueblo que nunca se equivoca. "Sí juro" pronunció al ser consagrado concejal con la mano sobre la Constitución provinciana que del gobernador para abajo ya estaban pensando "hacerla bosta" porque no contemplaba la reelección del gobernador en jefe precisamente. Alguien se acercó a felicitarlo con las palabras mal enganchadas del ministro de la Economía o del Presidente o de alguien: "Burra sos la libertad atajada por el mercado". Inobjetable. Inimpugnable.
Fue entonces que un joven recién recibido en el departamento de Artes de la propia ciudad se presentó al "Burra" Mercado concejal con el proyecto "merecido" de una estatua "barata" o un busto "barato" de Evita, porque -le explicó al concejal- es lo "posible" y ella había sido arrastrada por las calles del pueblo en 1955 con su cabecita golpeada una y otra vez contra cunetas, árboles, paragolpes de los autos, veredas hasta abollarse y ser vendida por el peso en bronce por un desvergonzado botellero gorila. Se trataba de una reparación histórica. El "Burra" quedó entusiasmado y con miedo. Contestó al artista que hablara con sus hombres porque ellos lo entenderían y porque él estaba para otras cuestiones, "la política o sea lo diferente". Fue en esos días minoristas que empezó a tener miedo incontrolable por las manos, las suyas, no las del general Perón que ya habían sido cortadas, robadas y escondidas, las propias aunque ya dejara el fútbol por la nueva profesión de arquero político. Sus "manos políticas". El concejal atajaba la estatua con las manos y atajaba los penales de la oposición comprando -para bajarlas- las manos alzadas. Porque el otro, el intendente, tampoco tenía cómo atajar estallidos prontos de empleados que no cobraban y poblaciones rayadas que no podían vivir bajo el imperio depilado del déficit cero, e ignorando cómo el intendente había llegado con la madre muerta a encabezar una maquinaria de corrupción y saqueo tan enorme de los pocos recursos que entraban al municipio a no ser por ella precisamente, heroica como una Eva, nombre de la primera mujer bíblica. Por eso entraba a las asambleas de los descontentos diciendo místico, con su secretario al lado, el "Cacho" Solórzano, "Se me acusa de corrupción pero yo no toco nada de lo que no es mío, es un mandato de mamá y le agradezco siempre a esa vieja inmortal las enseñanzas de criarme como hombre de bien. ¿Miento o no miento Cacho?" y "Cacho" al lado, sumiso y con cara de cacho, bajaba una y cien veces la cabeza en señal afirmativa. "En mi gobierno anterior no cobré mi salario de intendente, donándolo todo al pueblo. ¿Miento o no miento Cacho?" Y "Cacho" asentía con la cabeza, pero sólo unos pocos sonreían atrás pensando que "Cacho" reafirmaba el "miento".
Al "Burra" lo había atacado un sueño persistente, una pesadilla sangrienta, unos fundamentalistas islámicos lo acusaban de haber infringido alguna norma del Corán o la Biblia o El libro de Disney, le cortaban las manos y se las comían rociadas con una sustancia edulcorante sustitutiva del azúcar, sintetizada desde el petróleo y prohibida en los Estados Unidos, no en Sudamérica, informaban los manocidas. Él corría despavorido por las calles de la ciudad con pintadas en los muros tales como "Burra sos el arquero manco del PJ, viva Perón" con los muñones ensangrentados corría a los gritos, manipulado por la historia, afeitada en el pubis vertiginoso y ajeno mundo de los mancados, sin posibilidades de acceder a la comprensión rapada de lo real que él mismo estaba creando, resignado a atajar con los muñones roedores ese secreto sin elucidar de sus verdugos. Necesitaba un santo o una virgen que lo protegiera y se lo dijo un viejo al oído, una santa incluso para los instantes de desorientación que duraban escasamente unos minutos luego de lo cual el "Burra" volvía a la cancha política de número uno.
Para atajar conflictos el intendente no servía. No creaba una sociedad responsable y mancomunada para el desguace. A veces ni siquiera compartía los vueltos con su grupúsculo íntimo, creando por consiguiente centenares de descontentos y animadversores varios. Eso sí, jugaba muchas noches al póker y perdía. Casi todas las noches. Pero los jueces honorables, abogados, empresarios, lo esperaban con cierta ansia mezclada a una desazón creciente porque, inevitablemente, perdía. Por momentos ellos no querían un rival tan frágil como el intendente, tan elemental como una ameba en el juego, alguien con más personalidad sí, incluso con algo de intuición pero perdía infaltable. Ya ni siquiera festejaban o bromeaban como al comienzo por el paleolítico azar del intendente, se aburrían viéndolo perder y quedándose con su plata. No invocaba siquiera en estos casos él a su madre, perdía a lo que sea, dados, cartas, billar, ruleta clandestina. Después jueces honorables, abogados y empresarios le ofrecían favores gratuitos a un tipo de tan mal augurio en el juego, a alguien que les dejó ganar noches enteras. Los jueces borraban o desaparecían las causas contra el intendente; los abogados asumían su defensa sin otro requerimiento y aplastaban a los adversarios municipales; los hombres de empresa le derivaban negocios para realizar sociedades anónimas y la mansedumbre y docilidad bañaba las aguas del poder de alguna manera compartido entre el pequeño grupo del juego. Por eso el jugador intendente eligió al "Burra" como arquero de las explosiones por abajo y, entre tanto, el muchacho de la escultura a Evita conversaba con los amigotes del concejal que lo invitaban por una cerveza en un bar del frente a la Plaza hablándole del partido último del New Véri que había llenado de goles imposibles al contradictorio local de Atlético.
Bajo y retacón, al borde de perder definitivo la línea del arco desde la panza, convencido de la posibilidad muy seria de que cualquier mentira y otras similares pasen a la historia, porque lo bueno de la manera moral de esta economía es la renuncia total a la idea de que la historia pueda escribirse con arreglo a la verdad, el "Burra" casado con la "Burro" -llamada así con ausencia absoluta de cualquier metáfora, aunque lindita- se desamoró sin buscar relevo en el banco de suplentes. Su única preocupación, su único deseo, su prerrogativa redonda era la ciencia del Partido de los Buscavidas, la confianza en él, medir la presión con el manómetro del Partido. O sea, la organización como una pesadilla donde el jerarca más alto controla u otros controlan por él, no sólo el futuro, también el pasado contado como joda, de cualquier modo. El mundo de los buscavidas vueltos poderosos incapaz de hacerse realidad en la cabeza de las viejas familias tradicionales, de las gigantescas corporaciones trasnacionales, a menos que se los aceptara como socios. ¿La estatua de Evita cerraría la operación de la historia, como atinó a filosofar con la pregunta y algo de temor el artista? La innombrable del 55 empezó a ser nombrada por las familias antiguas y los directores de empresas y Bancos, los account managers con el menos dos años de experiencia en venta de servicios de Recursos Humanos, capacitación y selección masiva, mencionada como la leyenda propia por los profesionales dinámicos, preactivos, orientados a resultados y por los de excelentes niveles de contacto y conocimientos en sence, utilización de franquicias, modelo de gestión de competencias y edad máxima de treinta años más conocimientos de legislación laboral, tributaria y comercio exterior, conocida por los jóvenes egresados universitarios incorporados al Programa Trainee rotando en áreas afines a una gran empresa y desarrollando habilidades en proyectos y manejo de programas computacionales Flexline o similares, comocida por los coordinadores generales de merchandising para reposición oportuna de productos de reconocida marca del canal Retail para control y seguimiento diario de tareas de su equipo y focalizando funciones en el punto de venta, por los de mínimo cinco años de experiencia en cargos de jefatura también conocida, capacidad de liderazgo, trabajo bajo presión, metodología orden psicología todo terreno, manejo usuario avanzado de Office, y por los especialistas en incubación de empresas y departamentos e ingeniería en gestión con diseño e implementación de cursos e -learning y tutoriales para microempresarios, también conocida por los asistentes de choferes con conocimiento de sistemas contables, experiencia comprobada en el cargo, cursos de atención a clientes aprobados, excelentes relaciones interpersonales, manejo del idioma inglés avanzado y experiencia mínima tres años. Cabía entonces la esperanza de la estatua a Evita. El Presidente encabezaba la operación toda vez que el cadáver de su hijo, sin cabeza o con la cabeza cambiada para esconder el orificio de las balas, permanecía escondido en el fondo del Universo. A veces el Presidente lloraba: "¡soy un hijo de puta fantástico!", pero se calmaba en cuanto llegaban los movileros de la televisión a fantasearle el ego. "Haciendo sexo con la historia" decía en un tono un poco más grosero, sin embargo necesitaba de un secretario para ponerse el par de medias. Tenía miedo de fallar el pie en el agujero de la media desde entonces, desde aquella vez innominable. Su ministro de Economía, murmurado en las pesadillas de que los indios piqueteros le arrancarían el cuero cabelludo -porque en la película se veía con pelo hasta la cintura- lo llamaba entre los propios "musaraña", al Presidente, "mi musaraña" argüía serio porque era el único ministro de Economía de la historia patria con sentido de humor por lo vulgar, incluso hasta vulgarizar a las teorías monetarias en sus discursos de ajuste para las doñas Rosas de la tele encendida detrás de los platos con grasa del mediodía, porque la musaraña es un animal que no existe, que se puede parecer a cualquier sabandija, insecto o animal que no existe, que se puede parecer a cualquier sabandija, insecto o animal pequeño, que puede ser una figura contrahecha de persona, un simulacro incluso de ser humano que no logra ponerse un par de medias, algo inasible como un simulacro que no tiene realidad alguna detrás, una copia sin original, una mueca en los pies de quien acaba de apisonar la tierra donde escondió el crimen del cadáver de un hijo.
Con dos días de gestión de concejal, el "Burra" propuso el capitalismo en estado puro, sin trabas, sin límite alguno a la lógica de ganancia, un arquero del equipo del sistema desnudo. Fue el hallazgo más espectacular del intendente y entusiasmó a todos los gobernadores siguientes, porque era alguien que se metía en las barricadas de los pobres, entre las gomas que ardían contra el gobierno de los buscavidas y los profesionales con elevada orientación en las góndolas, capacidad de liderazgo, orientación al cliente externo e integrados a destacadas compañías globales, rentas acorde al mercado preferentemente ingenieros en ejecución con fuerte iniciativa, empuje, alta autodisciplina en el cumplimiento de funciones, excelente plataforma de beneficios y edad entre treinta y treinta y cinco años pero no considerados sus antecedentes si careciesen de respaldo e indicación de la consultoría extranjera, soporte, manejo y administración de servidores, profundidad en la orientación de los objetivos junto a los buscas, con capacidad de toma de decisiones en entornos complejos de buscas, conocimientos sólidos en subcontratación, subjornadas de trabajo, subremuneraciones a pobres incalificables, atractivo plan de comisiones, seguro de salud y dental, bonovacaciones y vacaciones adicionales, compromiso en el cumplimiento de resultados entre los buscas y los gerentes de los Bancos, excelente ambiente laboral para trabajar en proyectos de subusuarios, subcapacitados, suboperarios y, para toda esta resaca sobre ventas de telecomunicaciones y redes, supervisión call center y áreas de picking, recepción y despacho de subtitulados, subalfabetos, consecuentemente especialistas con alta inteligencia de Mercado, calificaciones académicas para investigaciones, análisis y desarrollo sobre los clientes políticos en la manera de generar información que aporte al fortalecimiento de la marca política, las estrategias afines, profunda abstracción y éxitos asegurados en el cargo más el pánico a cada segundo de ser desalojados por tipos de veinteañeros más geniales, más inmorales, más astutos y, sobre todo, con mejores undicaps en tecnologías informáticas por venir. El "Burra" se metía a propósito entre los gases lacrimógenos "de la cana, esos hijos de puta sin madre", repetía entre los gaseados, que no responden a ninguna madre, "ni siquiera a la muertita del intendente" hacia chistes con los suyos y con los intoxicados. Tenía ese ojo constituido como un saber centrado en los valores monetarios y sociales, ajeno a aquello que no se expresara en los términos de the position will be responsible for generating and testing target leading to the discovery, and this role is to support our brownfields and greenfields generating new opportunities in the region using best practices in all technical work, por eso el "Burra" concejal puso un almacén y el intendente de la madre y el miedo a que ella se levantara de la tumba recriminando -en realidad la viejita no había muerto pero a los efectos de los cómputos electorales adecuados a presupuestos públicos, evaluación de riesgos, cumplimiento de estándares de calidad en los asaltos prometidos al entorno, matriz de riesgo para liderar equipos de trabajo en proyectos de vendedores senior y vendedores trainees del aparato de Estado estaba remuerta-, entonces el intendente, que les pagaba a los empleados con bonos provinciales o billetes neofeudales, descendió todavía a pagarles con vales de adquisición de alimentos en el ahora supremarket proveeduría del "Burra" que no necesitaba fiar pero sí celebrar con su clientela, transformando a los más avispados entre los buscavidas en sus punteros políticos. Clientes a los que adiestraba en una "filosofía" estricta de la experiencia inmediata, vívida, con el rechazo indignado por todo lo académico y concentrándolos en la frivolidad de las costumbres que se deben crear. Se compró una cuatro por cuatro al contado. El "Burra" los estaba naciendo y sus seguidores entraban en la virtualidad de una nueva lengua hecha de un busca español rotoso, con partes televisivas y tinéllicas y sofóvicas, colorido en dos tonos de gritos de gol mezclados con trozos de cumbias villeras como si tu padre es zapatero, ¡sí! zarpale la lata ¡sí!, o sea el poxirrán, una lengua hecha de poxirrán y goles, paco y literatura oral de los deschapados por el cartón y la física cuántica del misterio de sobrevivir. Un populismo cultural de mercado reventado. Compró otra cuatro por cuatro a la "Burro" de su mujer que, con todo, estaba lindita. Señalaba con su ojo maestro sobre la cancha a los mejores delanteros populares, los que fatalmente patearían golazos al arco del palacio municipal, y los anticipaba saltando sobre ellos con un subcontrato de subtrabajo cuya subextensión dependía de que los subsusodichos dejen de patear al arco del gobierno. Delanteros del equipo contrario a los que el "Burra" transformaba en hinchada propia. Los atajaba a todos. Los sacaba de las revueltas y ponía en un lugar a espantar revueltas y, especialmente en los sembradíos de protestas, para espantar a los pájaros despreciables que no entienden del esfuerzo justicialista por regalarle cosas a los pobres, repetía el "Burra". Estaba allí donde ocurrían las centenas de experiencias que forman goleadores espontáneos, anticipándolos -hay que repetirlo- con su córnea de arquero supremo a los que mutaba como hinchada propia sobre los tablones traseros al arco, en la lógica del lucro, del mercado de jugadores a los que habrá pronto que pasar a retiro. La organización de la vida social y el saqueo se producían en sociedad entre dirigentes de esta hinchada y empresas con analistas financieros con conocimientos IFRS. Se compró una casa. Creyendo en Perón y Evita, los vendedores/as de iluminación sin experiencia sin orientación al cumplimiento de metas sin actividad ganadora sin manejo computacional nivel usuario sin sueldo base sin comisiones y sin CV, o sea los humillados, calculaban con acierto ¿cuál otro Partido hará que seres sin estudios ni conocimientos alguno para postulaciones de ninguna clase por la web o enviando CV y certificado de experiencia laboral cero -tal que la pelada del ministro- hará que seres sin perspectivas, sin nada como el "Burra" o el intendente o "Cacho" que baja afirmativo la cabeza hasta los cementerios, sean las máximas autoridades de las zonas en descomposición del país? Ninguno. Perón y Evita no se habían equivocado, se automitologizaban exhaustos estos hombres. Con el dinero del combustible y el supermarket, más la práctica de "atajapenales" haciendo de enemigos clientes, de pateadores contrarios barrabravas propios, compartiendo partecitas del análisis financiero del saqueo con sus seguidores hasta la muerte, el "Burra" se financió su campaña a intendente, "porque comparte, es algo egoísta pero deja hacer" homenajeaban los suyos a la solidaridad de la época. Enzarzaba matorrales en la cancha enemiga. El país se quedaba sin enemigos. Se compró un rolex.
Pero al "Burra", que era el contrapoder de los territorios desolados por una guerra, como ocupados por invasores buscas y managers audit services, el Santo de la Escoba ya no le servía y escondía las manos. A veces no dormía. Los huesos largos de las manos le parecían seguir creciendo como durante los años infantiles y cartilaginosos, y cuya osificación progresiva producía el crecimiento del hueso longitudinal de su yo. La epigénesis del "Burra", sus rasgos de ser busca y humano, se modelaban en el curso del desarrollo político, sin estar preformados en el germen que su vieja había amamantado con seiscientos pechos. Tanto escondía las manos, que la mal llamada "Burro" de su mujer le reclamaba a los gritos la tocase por lo menos con la nariz. La oían los vecinos, lo que es peor. Él se defendía de la vergüenza proclamando ante los vecinos tener una "negrita", lo cual era una subverdad justo ahora que la ofensiva de transformar los votos "democráticos" en salidas individuales sería posible y se arrastraba la conciencia del "sálvese quien pueda" como algo presentable. Al ganar la lotería de la realidad posible, el "Burra" fue convertido en intendente flamante bajo el ardor desquiciado de sus bases supervisoras de ninguna venta, ni siquiera como agentes de seguro de vida y generales. "¡Oléoléolé olé… oleeé Burra!" Recibió en su despacho, con un retrato al frente de Perón y Ella como presidentes coloridos, al muchacho de la estatua de Ella que entraba con no menos eufórico entusiasmo por un mangazo, lo cual le hacía un nuevo cliente. El "Burra" le puso una tarjeta en el bolsillo e hizo que le diera "Cacho", el nuevo tesorero, otros pesos sin factura, o alguien se los puso en el bolsillo que se parecía mucho a "Cacho" para que el escultor se pagara un buen almuerzo en el Club Social, donde cerraban las puertas para que no volaran las moscas en la luz, habida cuenta que "no eran tiempos propicios para estatuas" alegró con una risotada el nuevo intendente al chico, señalando el cuadrito de los esposos Perón, porque había que actuar, atajar como empresario cien centros a la olla cada día y resolver "las carencias de la familia argentina".
Estaba tan preocupado el nuevo intendente con la convicción de la necesidad de socios capitalistas más fuertes para algo más grande, que no hacerlo era poner las manos para ser rebanadas. No encontraba los socios. Tenía fiebre por sus manos. Socios. Precisaba armar una corporación en breve y escasísimo tiempo ¿pero dónde? Se compró dos estancias. Calculaba en compadres accionistas mientras miraba al escultor como a un pelotudo ilustre y tuvo una idea brillante. No tuvo ninguna idea. Compró acciones de un Banco. Había tirado en un descampado la medallita del Santo de la Escoba inservible para lo que se venía mientras el escultor se resolvió, dijo, a empezar un magíster en "Empresas de consultorías acreditando haber ejecutado servicios de inspección técnica de obras de a lo menos un proyecto de similar complejidad técnica, cuya construcción se haya materializado dentro de los últimos 5 años y cuya inversión total ser igual o superior a las 500.000 U.F. sin estatuas ni monumento alguno, acreditados mediante la presentación de estados financieros certificados". El escultor le habló un rato del magíster que estaba siguiendo porque llegaba la hora de la minería en estos andes inexplorados y desiertos para tal vez impresionar al mandatario lo dijo. Luego, de pura casualidad, el escultor comentó sobre un tema que interesó a quien lo oía, los santos sin inspección técnica. El "Burra" cayó en la cuenta de que el territorio estaba lleno a rabiar de santos sueltos que había que aprovechar, reunir, movilizar en ómnibus y, como intendente, cerró trato veloz con el nuevo gobernador, un ex vendedor de garrafas con miedo hermético a las explosiones, un pánico biológico, pasteurizado, sicótico, que otrora inventara un sindicato petrolero para dirigirlo y, como tal, -"trabajador sindicalizado en una provincia sin petróleo"- pasó a jefe de los trabajadores "sindicalizados" de la provincia en la CGT simbólica y de allí a gobernador electo por los buscas y gerentes financieros, cerrando una sociedad ahora con el "Burra" basada en el axioma: "La virtud de la corrupción no está en su extensión sino en la impunidad para extenderla".
Jueces, fiscales, legisladores, secretarios y ministros, doctorados en economía, empleados, lo sabían todo y, naturalmente, lo exculpaban todo con los ojos al cielo explicativos "¿qué se puede hacer?", muchos bajándolos con un "¿habrá otro momento superior para que hagamos lo mismo?" El contrapoder arcaico del "Burra" arquero pasado al poder pululante del "Burra" intendente tuvo la lógica globalizada de una moral en desarrollo, distante de la obviedad y sujeción de las masas, constructora de clientela y convicta en buscavidas convertidos en vendedores asistenciales de lo público, con los cuatro poderes suyos, incluyendo a los gerentes -el cuarto- como soporte para cualquier convicción de que por las buenas o por las malas, concluya no haber otro sistema, y alinearse en él es el destino para no fracasar, perecer, desaparecer como millones y, pensaba, en un sexto poder el "Burra", que no era el quinto de los medios de información formativa, algo que fuera como la esencia de la inmunidad, calculaba. La prensa no le servía para nada porque no quedaba un solo periodista local al que el "Burra" no extendiera un subcontrato de "trabajo". Ese quinto poder de la prensa eran sus fotógrafos, sus locutores y sus cronistas particulares, se sabía. No. Otra cosa. El sexto poder, el corazón del subrayado, un espacio de gran vastedad narrativa, sin pulcritud, de clara contextualización en lo onírico, es decir durante el momento en que el "pobrerío" descansaba: los Santos. Pero no fue su descubrimiento, ya se le habían adelantado muchos. Una iconología poblada de santidades para encarar la soledad, la desprotección, las alteraciones psicológicas enrevesadas en el desparramo social del silencio gritado a las orejas. Ministros, concejales, jueces, gerentes, periodistas y santos. He aquí los seis poderes dinámicos. Se le habían adelantado no obstante. Necesitaba de una sociedad rápida y profunda con los santos que bañara con aceite a los escaldados por las calles furibundas, a los abrasados por el fuego de las decisiones económicas operativas, a los escocidos en la piel y especialmente en las ingles con las declaraciones presidenciales desfiladas del estamos mal pero vamos bien, a los quemados en tercer grado por las leyes privatizadoras largadas al agua, a la luz, al aire, con los millones de desocupados escaldufados de la olla, recelosos, sin escarmiento todavía mientras el ministro del cuero cabelludo sin arrancar en las películas hablaba de un cono social cuyo eje no es perpendicular a la base "¿por qué?" preguntaba ante las cámaras, y todos musitaban "¡cómo sabe! ¡es un genio de la geometría social!" Por eso el "Burra" prometió a los desaparecidos sociales la aparición de un milagro, la manipulación de algo milagroso como un efecto especial en las películas de Hollywood, aunque sea un asado, porque fue en el acto de asunción a intendente municipal con empanadas donde pronunció lo que sería su programa absoluto, escaleno y confiable, envanecido a rajatablas: "En nombre del Señor, no vengo a prometer ninguna obra pública en mi gestión, pero me voy a poner las pilas junto al Señor de la Salud, para que cada empleado de mi municipalidad cobre en tiempo y forma su sueldo". Los aplausos y rezos estallaron con los bombos que se llevan a la cancha de fútbol y a todo acto político con banderas celeste y blancas, más los redoblantes que salieron siempre de los actos militares y de los boy scouts y las parroquias seguidoras de San Roque que este perro no me toque, el leproso con el perrito al lado entrando en una representación al acto, mientras se servían las empanadas, que sean felices. La Iglesia felicitó al "Burra" con una bendición. Al acto asistió además el escultor de Evita que supo, con esa inmediatez que da empezar a leer la época, que no habría estatua a Evita, pero pudiendo conseguir un plan personal para desocupados de estatuas, un contrato para contabilizar bolsas de cemento inexistentes o algo próximo y parecido. Quedaba claro para estos empleados aplaudiendo a rabiar en el acto junto al "Burra" y San Roque escenificado con perro y herida de lepra pintada en la rodilla descubierta por el pantalón roto, que en los próximos cuatro años cobrarían, lo que no siempre ocurría, y que no habría dinero para otra cosa -por crisis o piratería daba igual-, de manera que sin hacer nada como no sea marcar la tarjeta de entrada y salida del "trabajo", llegaba una edad de oro. Las mujeres de los bombistas lloraban el fragor en sus oídos, lloraban viendo a San Roque curado por fin de sus milenarias heridas y su perrito al lado. Todos serían felices junto al "Burra" con sus poderes. Demacradas por la inseguridad en todo lo referente a la vida para unas horas después, las poblaciones y San Roque ni alcanzaban a preguntarse: ¿acaso las comunas y municipios no se crearon para organizar y dirigir obras públicas? El perro menos se preguntaba. La esquizofrenia masticaba a los profesantes con enormidad. ¿Pero San Santiago en nombre de Cristo no se ocupaba de decapitar moros con la espada? Sí, serruchaba cabezas y más cabezas de moros. El "Burra" frenético y frenéticamente aplaudido por la promesa del programa de gobierno con cero obras públicas, cero gestión, cero de nada, una dirección calva de cualquier infraestructura, acogotando en la cuna la función municipal para que los trabajadores puedan por fin dar de comer a sus familias, llamaba a ello la vuelta de todo a su "curso normal". Por eso el gobernador "garrafero" del ex sindicato del petróleo pronunció éste es mi arquero, lo dijo con el secreto temor de que volase todo por los aires, y lo habló oliendo desde la boca a nafta super, "Fangio XXI" de Repsol, porque era increíble pero olía por los labios a manguera de surtidor, como si se la hubiese tragado.
Su reelección a intendente el "Burra" la perdió groseramente y esa fue su suerte. Un "atajahuelgas", un "atajapiquetes" no puede ser desperdiciado por la economía así como así en esta época carente de dirigentes y llena de magisters, por eso el próximo gobernador del Partido ya no vino de abajo, sino que fue un empresario entre los más ricos que elevó al "Burra" a ministro para manejar al volante la cartera de cien de comunas y alguna docena de municipios del interior provinciano al borde de volar por los aires según el temeroso acertijo del aliento garrafero del gobernador saliente convertido ahora, por imperio de la extensión de la impunidad, en Senador nacional, el único lugar del país, al parecer, protegido por vallas y mangueras y extintores de las detonaciones de las almas que ya no pueden más. De las almas retrocedidas. De las almas malgastadas. De las almas con las almas desaparecidas. El Senado era el spa de los ex gobernadores y ex presidentes. Ahí caían todos ellos a guarecerse del fuego. Porque para colmo el nuevo gobernador, de apellido "ruso" o sea que no militaba en la religión de los santos, sino del dinero público administrado empresarialmente como propio, es decir privado, no articulaba del todo con el "Burra" para quien la plata servía para entrenarse y festejar y sobornar para ser alguien espectacular y venerado como un grande, por eso le faltaba un socio al "Burra". No bastaba con verse San Diego -el santo del fútbol- en una noche de copas con los enquistados. Necesitaba socios como la gente. "Atender" el interior como ministro resultó fácil para él, era dar dinero o arrebatarlo como carterista en moto según el otro fuese cómplice o adversario y, en cualquier caso, el responsable del tesoro ministerial quedaba con una comisión. Comunas y municipios pasaron a feudatarios del arquero ministro que atajaba instituciones hasta convertirlas a su equipo, negociando como con los combustibles pero en grande. Su fortuna afortunadamente crecía como la de un arquero del Real Madrid o del Manchester, pero con más ejercicio del poder de pases. Compró más y más barato. La "Burra" y el nuevo gobernador "ruso" se disputaban poderes mientras el primero, primer ministro a la sazón, iba a hacerle compañía a la madre viva del ex intendente que lloraba por la felicidad de su hijo todo el día. El joven de la estatua consiguió un plan social y se olvidó de la estatua tres meses, cuando se lo arrebataron porque no "trabajó" consiguiendo votantes en las elecciones, tal como enrabietaron los funcionarios punteros del barrio: "No se puede vivir sin trabajar" le amonestaron rancios, en realidad le escupieron a la cara la frase estos tipos cuyos trabajos eran eso y lo hacían eficientemente. Antes de cada elección el gobernador reclamaba a los gritos y a propósito, que con esta negrada anárquica no se puede hacer una economía de mercado seria como en Chile. "Chile es un ejemplo, allí los hombres de Partido son managers no resaca". Pero a la noche terminaba amando a la resaca porque "era suya", repetía riendo solo, porque cualquiera sabe que un empresario no tiene amigos, tiene clientes y todos ellos lo llamaban por el nombre de pila, "Juan" o algo así para no pronunciar el apellido que abjuraba de la identidad popular, que es la de los santos, las vírgenes y también las santas. El gobernador tenía clientes y dientes. El artista en cambio empezó a pensar en un busto del "Burra" para una plazoleta por ejemplo, con ganas de imitarlo, un héroe del tiempo que corría y, por eso, llevaba en el bolsillo un croquis enroscado, tipo esfinge más su emplazamiento que incluía una cita copiada de un libro de frases célebres que colocaría abajo, en una lápida de plástico dado que las de bronce, a esta altura, se las robarían los votantes del "Burra": "Quien lucha demasiado tiempo con dragones se convierte en dragón, y si mira demasiado tiempo al abismo, el abismo te devolverá la mirada". Los punteros políticos que miraban el papelito del escultor, repetían perturbados: "¿Qué significa esta cagada?"
El gobernador empresario, para el cual la provincia ya era su empresa a medida, no veía con buenos ojos al arquero. Lo necesitaba y lo miraba mal. Lo re miraba mal. Lo sentía a las espaldas como un gerente con ínfulas de presidente del directorio, le tenía miedo, un temor obsesivo y repentino e incontrastable, mientras el "Burra", ahora arquero defensor y mediocampista de la cancha política animado a jugar de número diez, sintió que el goleador empresario de su propio equipo, un mediocre para él, elevado a delantero por la crisis general de la política futbolera, no lo soportaría, pateándolo en la cabeza a la primera de cambio, máxime que el "Burra" aspiraba a ser santo y el gobernador no podría con ello por su religión. Fue cuando el "Burra" encontró la alianza que buscaba. Era con los santos, precisamente. Lo hizo rápido. Se trataba de un principio providencial de autodefensa. Un "arreglo" con los actos divinos, cincuenta y cincuenta. Una disposición a la maquinaria de los milagros. Sin mortificación, sin turbación mística. Una religión a medida. El comienzo de otra fe siempre igual. Fueron los hermanos "trillizos" del interior, intendente, legislador y narcotraficante que, enrocando cada cuatro años las tres funciones entre ellos y siempre desde el Partido de los Buscavidas, a uno de los tres le fue mal por matar a un cadete que se había ido con una entrega de la narcoempresa y fue a dar a la cárcel el victimario, de casualidad no la víctima como era habitual, en este caso por fallecimiento eventual. A los "trillizos de oro" les caían juicios por corrupción y golpizas a opositores, pero no tenían miedo, el "Burra" se los limpiaba. Ellos habían sido feriantes y sabían cómo comprar las verduras y las frutas en el mercado al mejor precio, que es cuando se empiezan a pudrir resultado de una maduración acelerada. Tenían miedo de Dios, no obstante, eran creyentes y, a la entrada de la ciudad que dirigían, alrededor de una rotonda desolada, hicieron construir una hilera de nichos para los santos que los protegerían llegado el caso de la ira de Dios. No tenían otra ideología los "trillizos" que la de la feria, de eso se ufanaban pero el "Burra" trataba de educarlos en el principio del Partido de Buscavidas donde formaban, "Nuestra ideología es la realidad", les repetía al tuntún porque los otros seguían construyendo nichos para San José Obrero, Santa Rita, San Simeón, San Calixto, San Azul Turquí… "¿Y ese?", les preguntó el "Burra" sorprendido, pero nadie sabía la respuesta, había aparecido nada más, "de la nada", aunque el "Burra" tenía fundadas sospechas como para argumentar que era un santo que trabajaba nada más que para los "trillizos" y, sin encontrar el poder milagroso del oscuro, consultado el artista que llegó junto a un joven peligroso, contestó este también artista pero llamado Pereira, o sea que no podía ser artista alguien con un apellido así según el ministro, tendría que llamarse raro tipo da Vinci pero no Pereira, un subversivo que contestó que el Azul Turquí es el más oscuro de los azules, el sexto color del espectro solar pero no un santo, es el color del cielo cuando de él casi no se puede arrancar una veta más de claridad. "¿Acaso ustedes los zurdos entienden la realidad?, ¡nunca la entendieron!" cortó en seco y por lo sano el "Burra" que oyó del Pereira ese la respuesta: "Y ustedes sólo entienden de la verdura agusanada". Había que prepararse para la contraofensiva de los delincuentes, renegó toda esa mañana el "Burra" pensándolo, había que hacer algo y por algo el intendente del gracias mamá había dado dos pasos al costado, bajando el perfil hasta donde ya no pudiera verse su cabeza. Cambiaban los tiempos. Compró dos cuatro por cuatro más por las dudas.
Sí, el "Burra" estaba actuando en la dirección de los santos, pero le cayeron dos gravísimos juicios porque de cien comunas a su cargo de ministro, había hecho que presentaran rendición de cuentas tres, es que no había facturas ni recibos ni nada más que la palabra suya en ese interior a cuyos delegados les repetía, en vez de cien te entrego cincuenta, vos quedate con la mitad y buscá a un contador para que haga bien los libros, pero las cosas no se hacían bien porque los delegados comunales se quedaban con el dinero del contador asimismo. "¡Puro amateurismo!" vociferaba apocalíptico el "Burra", desaforado como sin fueros, gritaba contra los arrepentidos posibles, contra los deshonestos que no se atrevían a mantener la indecencia hasta el final, puteaba contra la picaresca que no está a la altura de la historia presente y empieza a tener un juicio o una cadena de procesos. Además el gobernador aborrecía que en su empresa se saquearan fondos sin su parecer, cuando en un negocio cada dueño saca lo suyo sin límites gritaba a sus ayudantes, no tarda en quebrar. El empresario estaba jugando al gobierno de la provincia sin que el arquero del "Burra" le pasara una sola pelota, éste sin embargo detenía cualquier avance del equipo contrario como si fuera defensor, mediocampista y delantero. No podía vivir sin el "Burra" el gobernador y no podía vivir con él. Era intolerable esta relación toda vez que, además, el ex arquero se apoyaba en la batería de santos de los "trillizos de oro" y en el poder de gestión eficaz de estos en los negocios non santos de lo que fuere. Entonces el artista llegó al despacho del ministro después de meses de intentos frustrados con el boceto en el bolsillo de la estatua al "intendente genérico", titulado así con dos alegorías azufrosas, extrañamente en estado pulverulento antes que empezarse a fabricar, como quebradizas por el aspecto, crasas al tacto, que por frotación se electrizarían fácilmente pero con un olor caracterizado a masa esponjosa de vinaza en medio de una llama azul que, ardiendo por siempre, desprendía anhídrido sulfuroso, las alegorías de la "Administración Digna" del lado izquierdo y la del "Deporte Limpio" al derecho.
El "Burra" se complicó demasiado en el ministerio, tal vez por profesar a varios santos, como si desconfiara de la fuerza particular de uno solo y ello debilitaba el milagro, lo reducía a polvo y humedad. De allí que los "trillizos de oro" le colaboraron con la invocación a San Expedito. Sucedió al tiempo que el "Burra", trillizos, empresario gobernador, "Cacho", los punteros y consecuentemente los votantes pasaban al programa de "centro izquierda" del Presidente "K" en masa, defendiendo a rajatablas su política de Derechos Humanos porque había que rescatar de la Memoria hundida los martirios de los años militares y, al lado de las heroicas Madres de la Plaza, los exegetas del prototipo se blanqueaban adquiriendo repentina y respetuosa santidad militante después de la debacle de 2001 con el pueblo asaltando las calles del "que se vayan todos", que se vaya hasta el último, que no aparezca uno más, que los vamos a ajusticiar en las plazas, que son delincuentes genocidas, que inconfundiblemente un país no puede existir con estos "Burras" y "trillizos" y "gobernadores de garrafas y mangueras y empresas", que basta, que ni siquiera reconozcan su venialidad, que se vayan a la mierda, gritado ello en todas las plazas del 2001 entre gases lacrimógenos y "Burra", trillizos gobernadores, todos ellos reentendieron la llamada "K" como la lucha contra la impunidad de los militarizados años setenta para resolver con silencio la impunidad ferial de los años noventa. Más o menos. Con las panzas hilarantes concluían los "Burras" sin concluir nada que esos "militares asesinos" debían purgar con sus huesos la cárcel en memoria "de nuestros compañeros desaparecidos". Los nuevos gobiernos nacionales del Partido, primero el del ex vicepresidente de Menem y luego el del ex gobernador de Santa Cruz para Menem, prometieron acabar con la impunidad en la Argentina para siempre sin otra hermenéutica que la de este Partido de los "Burra" Mercado, el Partido de los Buscavidas reformulado después de 2001 como el Partido de los Derechos Humanos.
Parecía saldada la cuenta del ex Presidente con el asesinato de su hijo y la cripta del silencio más oscuro de la "historia patria", uno de purísimo azul turquí, cuando lo asaltó el pánico a la vejez, porque se agrietaba, se le iba pelando el cráneo, se arrugaba como "pasita", se hacía "chiquito" mientras su joven esposa ex miss universo chilena y pinocheta lo "corneaba", lo "carneaba" según los votantes para sacarse la "turra" fotos "en bolas" de paparazzis "cachándolo" con furia tenaz, embarcada y avenida en cualquier cama hidrante con cualquier "pendejo", y, lo que era peor todavía, el ex Presidente que llamó al "Burra" desesperado al teléfono para que lo ayudase en su campaña electoral a gobernador de La Rioja, le pagaría por atajar la propaganda de los opositores y el arquero contestó "no pongo las medias a nadie fuera de mi provincia" haciendo chistes, pero más serio luego, cortando a lo dragaminas que él era en todo caso un manager que se debía a la presidencia que había tenido el arrojo de derogar los indultos a los militares "esa vergüenza ensayada por usted". En la elección a gobernador de La Rioja, en su feudo amado y cristiano, el ex Presidente quedó derrotado por la mutación de sus votantes a la realidad del Partido, en un tercer celíaco lugar, mal de los intestinos, del vientre, huyendo despavorido al baño al oír los resultados reducidos a un impotente tercer lugar, entonces dejó para los suyos de ser un "macho" en todos los sentidos, por todos los costados y le dio como una lipotimia y cayó sentado en una tribuna "por vejestorio" dijeron los asistentes o sea que le dio un infarto después y quedó "pelotudo" según los ex seguidores que pasaban en masa al presidente "K", la versión de la Memoria contra los militares del Partido de los Buscavidas, "menos mal" repetían los reentrados que supimos conseguir esta recuperación de la historia, rescatados del naufragio del 2001 cuando al ministro de la Economía poco faltó para que le arrancaran en vivo el cuero cabelludo que no tenía, la piel de la cabeza pelada íntegra por parte de las asambleas enrojecidas, entonces se fugó a los Estados Unidos a dictar conferencias en las Universidades sobre "el orgullo de hacerlo". El ex Presidente "ya no se encama con la Yuyito, se encama con un sillón y se duerme" festejaban sus opositores, ex leales hasta la muerte no, es una palabra fea la lealtad cuando queda tanto por conseguir de la realidad en feria.
Para que el empresario gobernador de apellido peligrosamente "ruso" pudiera ser reelecto cambió la Constitución provinciana que se lo prohibía. En realidad había gobernado y asumido con el pánico a esa Constitución que no le dejaría continuar formalmente en el gobierno de una empresa. Para cambiar la Constitución o estatuto de dicho negocio, necesitó al arquero del "Burra" y a los "trillizos de oro" y a todos los hombres leales al Partido de la Realidad. Los dólares por el pago de servicios al asumir la responsabilidad de coordinar y dirigir las actividades de reparación de la Carta Magna por la capacidad de trabajar en equipo y bajo presión, disponibilidad inmediata, buen manejo de relaciones interpersonales, organizada y metódicamente, flexible preactiva y muy buena disposición, alto entrenamiento, condiciones para liderar técnicamente la introducción de nuevos productos "y apoyar a nuestra fuerza de ventas en el diagnóstico y solución de problemas en terreno", dominio avanzado del idioma de los buscas, infelices y desheredados seguidores, le permitió retornar al puesto directivo de gobernador empresario al que ya veía, sin miedo al "Burra", como suyo en un líquido incoloro, de olor fuerte y desagradable, o solución acuosa en formaldehído al cuarenta por ciento. O sea le asaltó, arrancándole de la felicidad eterna de ordenar, un miedo a verse en un frasco con ese líquido incoloro, como un feto de los que muestran en los museos, es decir por fuera de la realidad, en vez de tener un monolito, una esplendorosa estatua que lo inmortalice -aunque no pensaba jamás en algo tan poco económico y empresarial como la inmortalidad- verse el gobernador en un frasco de vidrio dentro, en posición fetal, con bigotes antes de haber nacido, así que organizó rápido todo, absolutamente como para que su esposa, que era diputada nacional, fuera la presidente del Partido provincial de la realidad, y la tercera vicepresidenta del Partido nacional de la realidad. Lo de "buscavidas" pertenecía al pasado, dada la política de la Memoria por los "compañeros desaparecidos" del nuevo gobierno del mismo Partido. "La realidad es una fórmula" hacía que le dijera su esposa a la mañana, con las facturas y el café con leche, alguna de esas mañanas en que la veía, para combatir el miedo "al frasco" o como se llamara, porque fórmula venía del latín, seguro, o sea de los más hondo de nuestra civilización romana, es un medio práctico propuesto para resolver un asunto controvertido, el Partido de los Buscavidas Empresarios junto a los empresarios de buscavidas había dejado a la mitad de la población bajo el agua para crear la riqueza de los elegidos por la fórmula, y ahora dicha fórmula consistía en repartir salvavidas o planes sociales a esa mitad de náufragos, para que los elegidos continuaran con la riqueza y/o siguieran acrecentándola en el transatlántico de placer.
Pasado el miedo de la prohibición de la vieja Carta Magna y en posesión del nuevo miedo del "frasco" apenas morigerado con su esposa al frente del Partido, fue gobernador reelecto el empresario, por eso el "Burra" resultó descendido a legislador provincial bruto, por las dudas, había que acabar con su extensión en el sistema integrado de poder político con formación de empresas líderes en el mismo rubro y atractivos paquetes de compensación. Pero el "Burra" atajó el tiro sospechoso del gobernador delantero haciendo lo eligieran presidente de esa Cámara única que dicta las leyes que no hacen falta cumplir. Como tal y por mandato de la Constitución modificada, convertido en gobernador subrogante y encabezando el riguroso poder subrogable de legislar sobre la vida de un millón setecientos mil conciudadanos y en aplicación de esa nueva carta magna, cuando el gobernador se aleje del territorio tiene que delegar el mando en el arquero.
Asumió como gobernador interino el mismo día en que "Su" en la tele, Susana Jiménez en la realidad, entrevistaba al matrimonio del ex cantante del twist, ex gobernador ex senador nacional y a su esposa ex maestra de jardín en la ex ficción de la tele, cumpliendo cuarenta años de casados ambos ante la alegría, felicidad pecuniaria de la conductora: "Chicos [a la pareja con nietos] qué emoción ¡cuarenta años de felicidad y amor!" Pero sólo contestaba la esposa ex jardinera ficcional con esa voz de maestrita "Pepe Colorete" real sobre las alternativas del casamiento cuarenta años ha, mientras el marido, callado, como alcoholizado o atacado por un voluptuoso alzheimer o por el pánico a quedar con la lengua de víbora seca, petrificada por afuera de los labios, no podía hablar y si lo hacía fallaba dejando que su maestra jardinera lo hiciera por él sin mencionar, obviamente ella, las cientos de putitas que se había llevado respetablemente su marido a la cama para que -según los medios- le corrigiesen el gesto tiránico de la lengua bífida. Ese día del programa, como gobernador interino, el "Burra" dirigía la jura de un nuevo intendente del interior. Para el caso estaba aprendiendo a hablar, aunque nadie entendiera lo que decía mientras los asistentes parloteaban de mil cosas por lo general serias, no tanto, entonces -sin que nada tenga que ver- contó al desorden general de la sala una anécdota que leyera en una peluquería desde el Readers Digest en la mesita, pero al introducir el final por el medio de la historia el público perdió interés en la siguiente mitad contada donde volvió a contar el final anticipado y que nada tenía que ver con el acto ni con nada, cerrando con un "gracias compañeros" seguido de una ovación con sinfonía de redoblantes y bombas de estruendo más la marcha peronista. Dos de los "trillizos" habían traído a sus muchachos al acto, porque el tercero, después de dos años de prisión vip por el asesinato frío y calculado de su joven empleado, pasó a prisión domiciliaria o sea estaba en libertad luego de una celebración en la cárcel, para todos los reclusos, pagadas por el intendente y el legislador hermanos y antes de enrocar otra vez funciones entre ambos. El trío trillizó la vida por el "Burra" a cambio de que éste interfiera con los jueces, los ataje, los envuelva como a una pelota con el pecho y los dulcifique un poco más. Cualquiera que no entienda a la política como un partido de fútbol tampoco entendería, en este punto, que es ya otra cosa, una cuestión religiosa, dijo alguien, cualquiera, da lo mismo, tampoco es una época para filósofos ni cronistas.
En el acto de asunción del intendente, con el "Burra" primer mandatario del territorio provincial, se acerca el escultor con una "repropuesta" dice, de un "rebusto" a Ella agrega, "la arrastrada por las calles ¿se acuerda señor gobernador?", le recuerda, recibiendo a cambio un abrazo efusivo de quien ataja una pelota con la garganta, cuidando las manos envueltas en crema de lechuga, y el escultor -convertido en pelota- oye: "Arreglá con mi gente chango, yo estoy en política; a mis cuarenta años tengo que formar la nueva dirigencia! Es el mandato de Perón y Eva".
Pero el artista es tentado durante el acto por dos de los "trillizos" para ejecutar una estatua a San Expedito dado que las causas judiciales por cohecho en contra de ellos resultaron eliminadas de inmediato y están seguros que es Dios quien libra sus expedientes a través del santo, vale decir que el temor al Juez Supremo pasa por tener bien "atendido" al primer secretario del juez, en este caso totalmente expeditivo. Hoy no hay nada más escandaloso que un expediente.
Los "trillizos" no profesan a San Cayetano porque tienen trabajo y porque es el "pobrerío" el que abandona al santo por Expedito, porque más fácil que conseguir trabajo son los planes salvavidas salidos como cuchillo, cuestión de resolver los papeles, la documentación que de otra manera estaría "cajoneada" por Dios en internet. Bloqueado el santo para toda la documentación girada por los "trillizos", el "Burra" y el artista, pensaron que ya no podrían obtener su favor divino. ¡Qué desgracia! Se festejó la "liberación" en la prisión domiciliaria del tercer "trillizo", adonde invitado el "Burra", por una cuestión de protocolo -le aconsejaron-, no concurra esta vez. El "trillizo" domiciliario esperaba a propósito una prueba de San Antonio, el santo de los objetos perdidos y recobrados, las causas judiciales perdidas y amnistiadas. Por su parte, el escultor, entusiasmado de la propuesta para la estatua de San Expedito en la rotonda de entrada a la ciudad propiedad de los "trillizos", santo al que él personalmente dejó de seguir porque el plan social pedido nunca se ejecutó, fue a agradecer a San Cayetano por la changa de la estatua justo un 17 de octubre que, en otra época, era llamado de la Lealtad al líder, pero ahora era el día de la lealtad a los santos patronos de los planes sociales, patrones a los que se daba en llamar la "nueva dirigencia".
Entonces se metieron a la casa del artista dos punteros que lo encontraron haciendo el negativo a la estatua de San Expedito pero animándolo a otra cosa: "¡No seas boludo no seas, una estatua a San Burra!" chacoteaban invitándolo a una cerveza en la esquina, directo del drugstore a la vereda, parados desde la botella de litro a la boca, insistiendo sobre su patrono: "Roba y festeja, roba y festeja, roba y festeja, nos va a hacer felices, es un santo…"
El ex Presidente que en el año 2007 no pronunció una sola palabra en el Senado, ni una enrarecida sílaba tentadora aquel que durante años había enranciado los medios de todas palabras posibles, hasta las parafraseadas a Borges en sus novelas, a Perón, a Discépolo arrepentido, se levanta por las noches desorientado, buscando el cadáver de un hijo, a los gritos entre el olor a transpiración agria de los calmantes, porque no se acuerda dónde dejó escondido el cadáver. Llora con el par de medias de seda natural hecho un diminuto bollo de angustia sobre la mesa de luz. La mucama no sabe qué hacer y llama al secretario que oye: "¿Dónde puse al chico? ¿Vos te acuerdas? ¡Decime dónde!" El secretario lo calma, lo seca en la frente con una toalla y lo retorna a acostar: "Jefe, lo escondimos en el lugar dónde nadie puede hallarlo ¿se acuerda? El único lugar donde nadie puede pensar que lo escondimos". Y se vuelve a dormir el ex Presidente asaltado por la plebe, el "pobrerío" como llamaba a su gente, una pesadilla dramática y monstruosa y degradada en sus votantes, ganados por las luz gris de un amanecer borroso y sangriento que seguían asaltando el cementerio, -el único sitio donde nadie hallaría otra cosa que muertos- y licitaban internacionalmente el cadáver de su hijo, hermoso y audaz como no podía serlo nadie.
El "Burra" hizo que su gente aprendiera un versito de memoria, previendo que, en cualquier momento, habría que empezar a abandonar los Derechos Humanos: "Es cierto que no soy nadie, pero al menos no soy un zurdo".
El busto machucado de Evita, desde alguna parte, con los ojos llenos de bronce, miraba hacia este escenario de cemento y guirnaldas.
Trabajo enviado por el autor para su publicación en Herramienta.
El autor es doctor en Historia, profesor y director del Instituto de Investigaciones sobre Cultura Popular de la Universidad Nacional de Tucumán. Premio "Casa de las Américas", La Habana (Cuba), 1996; Premio internacional de novela "Luis Berenguer" Cádiz (España), 1994; Premio nacional "Jorge Sábato", Buenos Aires, 1989. Colaborador de Herramienta.