04/12/2024
Debate a partir de la Declaracion de solidaridad con Ucrania
"Con la resistencia del pueblo ucraniano. Por su victoria contra la agresión
Por Silvio Schachter
La invasión rusa de Ucrania ha impactado de manera abrupta sobre el mundo, creando un nuevo cuadro internacional, con graves consecuencias humanitarias y profundos efectos sociales, políticos y económicos.
A medida que el conflicto militar se intensifica, las bajas civiles crecen y la evidencia de crímenes de guerra aumenta. Después de tres meses de una guerra devastadora, el número de muertos se acerca a los 40.000 y hay millones de refugiados y desplazados. Según UNICEF cinco millones de niños necesitan ayuda. Los incesantes bombardeos y ataques aéreos han reducido a escombros grandes zonas de muchas ciudades y pueblos ucranianos, impactando y destruyendo centros de salud y establecimientos educativos. En cuanto a los soldados rusos, las bajas pueden superar las pérdidas de los diez años de la intervención soviética en Afganistán. Son estimaciones, pues se hace difícil realmente saber cuántos combatientes o civiles han perdido la vida, debido a que las versiones oficiales son imposibles de verificar. Por otra parte, según reconoció el propio presidente Volodymyr Zelensky : “Rusia ya ocupa el 20% del territorio ucraniano”.
Recientemente EEUU liberó miles de millones dólares, para financiar el esfuerzo bélico de Ucrania, con armamento pesado y lanzadores misiles, varios gobiernos europeos se han sumado. Ya forma parte del análisis concreto llevar la guerra a territorio ruso, con lo cual crece el peligro de una escalada que marche en dirección a una colisión entre fuerzas que aun no han intervenido directamente. Incluso algunas mentes criminales, capaces de incendiar a toda la humanidad, analizan la hipótesis donde EEUU podría ganar una guerra nuclear contra Rusia.
Las numerosas sanciones impuestas al gobierno y el Estado ruso, como consecuencia de la brutal agresión, se multiplican hacia la población civil, abarcando ámbitos de la cultura, el deporte y la educación. Los efectos globales de esta situación son innegables, cuando aún se vive el impacto que generó la pandemia del COVID, la economía mundial sufre las consecuencias de con alza en los precios de los combustibles, alimentos y la escases de otros productos básicos.
En las redes sociales y medios de comunicación se reproducen noticias , artículos y columnas de opinión donde predomina una mirada simplificadora, que limita la reflexión y el análisis crítico y favorece la reaparición del campismo y de algunas categorías absurdas, propias de la Guerra Fría, atravesadas por las herramientas y armas siglo XXI.
Está en discusión cuales son los intereses, no explicitados, detrás del conflicto. Se tensiona la disputa entre los principales centros del capitalismo mundial para lograr un nuevo reacomodamiento en Europa y el mundo. Todo apunta al objetivo de aumentar la presencia e influencia de EEUU basada en la prepotencia militar, con el despliegue de la OTAN y la competencia económica y comercial con el frente de Eurasia, conformado por el eje Rusia-India- China.
La historia de Ucrania en su relación con el Imperio ruso, con la URSS, la era pos-soviética y la violenta confrontación interna en la crisis de 2014, son periodos que están siendo revisitados para tratar de interpretar las raíces de la contienda en la actualidad. Sin embargo, es claro que, si bien en el núcleo de la guerra está la invasión de Rusia y la legítima resistencia de Ucrania, el origen, el desarrollo y las hipótesis de posibles desenlaces, involucran a otros actores, cuyo papel no es meramente secundario.
¿Cómo detener la matanza? Zelensky dijo “la guerra terminará cuando gane Ucrania” ¿Que significa ganar? ¿Sigue siendo sostenible el discurso de una victoria militar a toda costa? ¿Es posible hoy un alto el fuego y abrir el camino a una solución diplomática? Es evidente que más allá de la condena contundente que merecen las acciones bélicas del gobierno de Putin, algunos líderes mundiales no están deseosos de ver el final inmediato del conflicto.
Cuanto más avanza la guerra, crece el dolor por las pérdidas y las heridas infligidas, el drama alimenta el odio que podrá ser utilizado por los sectores más autoritarios y revanchistas, lo cual hará más difícil aun lograr una paz justa y estable. Antes de iniciada la invasión, muchos dudaban sobre su factibilidad, lo cierto es que en ese momento no se hicieron los esfuerzos necesarios para impedirla. Primaron los apetitos expansionistas del gobierno de Putin, las posiciones cerriles de un sector de la sociedad ucraniana y las acciones provocadoras de la OTAN. En las primeras semanas de la guerra todavía estaba en la agenda internacional la búsqueda de una posible mediación y lograr un acuerdo un alto el fuego, ahora el tema central pasó a ser cómo "ganar la guerra". Quienes alientan esta opción no meditan sobre los peligros que encierra esta postura incendiaria.
La incuestionable solidaridad con el pueblo y las fuerzas democráticas de Ucrania, pasa por evitar más sufrimiento y nuevas víctimas y parar la destrucción. Es imperioso detener la agresión, abrir un camino creíble para garantizar la paz, que se base en la autodeterminación de los ucranianos, el derecho a decidir su futuro y obturar los proyectos militaristas imperiales
Ante este cuadro de extrema gravedad, un conjunto de intelectuales, de nuestro país y de otras latitudes, han dado a conocer la Declaración: "Con la resistencia del pueblo ucraniano. Por su victoria contra la agresión". A pesar de la gravedad de los acontecimientos y ante una sociedad mundial paralizada, es sin duda muy valorable la voluntad de fijar posición y asumir el compromiso de convocar públicamente a expresar activamente la solidaridad con el pueblo ucraniano. Si bien la condena a la agresión es clara y mayoritariamente compartida, el contenido de la declaración ha generado, en diversos espacios de izquierda, reparos en torno a lo que se señala como omisiones, por lo cual se abstuvieron de suscribirla. Así lo expresó Aldo Casas, cuya postura disparó un amplio, polémico y fraternal intercambio.
Ver ambos textos en Herramienta web: https://herramienta.com.ar/declaracion-amp-quot-con-la-resistencia-del-pueblo-ucraniano-amp-quot-y-posicion-de-aldo-casas-sobre-la-misma
De este debate participan algunos de los y las que suscribieron la Declaración y quienes sin ser firmantes de la iniciativa, sostienen opiniones coincidentes y divergentes.
Como parte de nuestro compromiso, abierto a las distintas ideas que se producen en torno al conflicto, damos a conocer este intercambio del que participan: Aldo Casas, Andres Figueroa Cornejo, Eduardo Grüner, Alfons Bech, Zbigniew Marcin Kowalewski, Horacio Tarcus, Ariel Petruccelli Jean Batou, , Claudio Katz, Ricardo Antunes, Marcos del Roio, Aldo Sauda, Silvia Beatriz Adoue, Jesus Jaen, Antonio Louçã, Pablo Regalsky, Manuel Aguilar Mora.
La difusión de este debate se suma a los dos Dossiers y articulos que, sobre la guerra en Ucrania, las causas y sus consecuencias, ha publicado recientemente Herramienta
https://herramienta.com.ar/dossier-sobre-la-guerra-en-ucrania
https://herramienta.com.ar/guerra-en-ucrania-dossier-2
https://herramienta.com.ar/la-conquista-de-ucrania-y-la-historia-del-imperialismo-ruso
Secuencia cronológica del debate
Andrés Figueroa Cornejo: Estoy completamente de acuerdo contigo, estimado Aldo. Una declaración contra la invasión de la Rusia capitalista a Ucrania no puede obviar el papel protagónico de la OTAN y del predominio indiscutible del guerrerismo estadounidense en ella. El socialismo revolucionario se posiciona con claridad ponderando la totalidad de factores en juego. Igualmente, creo difícil omitir, sin dejar de acentuar el carácter intercapitalista del conflicto, que EEUU y sus aliados, también golpean a Rusia con el objetivo estratégico de debilitar el imperialismo chino.
E. Grüner: Estoy de acuerdo con Aldo. El derecho a la autodeterminación del pueblo ucraniano es inalienable, pero la defensa de una causa justa corre el riesgo de quedar en abstracción si no se condena el rol de todos los responsables de la situación. Y por supuesto, más allá de mi posición, hago circular el texto.
Horacio Tarcus: Estimados Aldo, Andrés y Eduardo, creo que ninguno de los que estamos inmersos en este debate abriga la menor duda sobre el carácter de la OTAN como gendarme mundial ni deja de señalar la hipocresía de su condena a la Rusia de Putin cuando la propia Alianza Atlántica llevó a cabo sus propios ataques a países soberanos.
Los internacionalistas y antiimperialisitas condenamos oportunamente todas las invasiones a países soberanos, ya se llamen Guatemala, Hungría, Checoslovaquia, Panamá, Afganistán, Irak o Ucrania. Pero la declaración que suscribimos hoy no pretende ser un tratado de geopolítica, ni un análisis de cómo se encadenaron a lo largo de décadas sucesivas las responsabilidades de los distintos actores nacionales e internacionales en el acontecimiento actual. Creo que abundan excelentes estudios, sobre todo desde que el 24 de febrero la Rusia de Putin inició la invasión militar en Ucrania.
Lo que discutimos aquí es la oportunidad y el alcance efectivo de una intervención colectiva en tales o cuales términos. Nuestra declaración nació de un pedido expreso de solidaridad de diversos compañeros y espacios políticos de la izquierda ucraniana, que nos señalaron, sobre todo a los latinoamericanos, el empeño puesto en imputar la responsabilidad última de la OTAN cuando quien los estaba bombardeando era el ejército ruso. Seguramente los compañeros se referían a los textos que hicieron públicas figuras como Atilio Borón desde Buenos Aires, Evo Morales desde La Paz o Heinz Dieterich desde México, que tuvieron amplia repercusión internacional. También es posible que hayan reaccionado al abstracto "No a la guerra" de la declaración de algunos de los grupos de trabajo de CLACSO. Varios compañeros, desde distintos puntos del globo, nos propusimos elaborar (en un tenor totalmente distinto) una intervención colectiva de expresa solidaridad a la resistencia ucraniana frente a la invasión rusa (invasión, dicho sea de paso, que no hizo más que reforzar el poder de la OTAN en Europa, y más allá de Europa).
No hablo aquí en nombre de ese colectivo sino en el mío propio: creo que una intervención en el tenor que propone Eduardo, que señale a todos los responsables, diluye el efecto político urgente buscado por la declaración: la solidaridad incondicional con la resistencia ucraniana, hasta el retiro de las tropas rusas. No estoy diciendo aquí que lo que nos señalan los compañeros sea equivalente a las posiciones de Dieterich o Borón, quienes en su encadenamiento de los hechos convalidan en última instancia la invasión (Putin como una suerte de "víctima" de la expansión de la OTAN, a quien no le quedaría más remedio que llevar a cabo una invasión "defensiva"). Digo que en virtud de una intervención pública efectiva, lo que justamente "queda en la abstracción" es una condena a "todos los responsables de la situación".
Es mi posición. No quisiera desatar una catarata infinita de respuestas, me limito a exponer las motivaciones de la declaración, al menos desde mi punto de vista. Creo que en principio es positivo reconocer las diferencias. Respeto a los compañeros que plantean las objeciones, comprendo --pero no comparto-- sus puntos de vista. Solo quisiera decir que las clásicas posiciones "campistas" propias de los años de la Guerra fría merecen al menos una puesta en discusión. Me permito en ese sentido concluir con un párrafo de un notable artículo de Santiago Alba Rico publicado en la revista española Contexto al día siguiente de iniciada la invasión. Creo que incluso tres meses después de publicado, resume de modo claro y elocuente lo que vengo expresando:
"La consigna 'No a la guerra, no a la OTAN' es completamente inapropiada para el contexto y para el acontecimiento [...] no me parece mal la consigna 'no a la guerra', a condición, por ejemplo, de que todas las manifestaciones se convoquen delante de las embajadas y consulados rusos. Y no me parece mal, a condición, además, de que no se añada en los carteles ese absurda jaculatoria sin sentido: 'No a la OTAN' rutinario reflejo izquierdista de un mundo que no existe y que, con razón, dejará fuera de las manifestaciones a miles de personas que solo reconocen ahí el sello de una vieja izquierda cerrada y autocomplaciente, más antiamericana que anti-imperialista, más pendiente de sí misma que del sufrimiento de los ucranianos (o de la valentía de los rusos que -estos sí con fundamento- se manifiestan en Moscú “contra la guerra” desencadenada por su gobierno). Cuidado: no es que la OTAN no exista o que no tenga ninguna responsabilidad en lo que está ocurriendo [...]. La OTAN es dañina para Europa y para el mundo. Todos los días del año son buenos para manifestarse contra ella; todos, sí, menos éste. Ucrania no pertenece a la OTAN; no hay soldados de la OTAN combatiendo en Ucrania; y no hay, desde luego, aviones de la OTAN bombardeando Moscú; ni intención alguna, por parte de la OTAN, de frenar militarmente la agresión rusa. A la OTAN se la puede –y debe– incluir en un artículo de análisis o en un ensayo histórico sobre la cronología del conflicto, pero no en una manifestación de protesta contra una guerra cuya responsabilidad señala con el dedo una sola fuente: Putin. En 2003 todos sabíamos que Sadam Hussein era un dictador, que había matado chíies y utilizado armas químicas contra los kurdos; y a nadie se le ocurría pensar que los cientos de miles de españoles que se manifestaban contra la inminente invasión de Irak fueran sus cómplices. ¿Por qué hablar hoy de la OTAN? Nadie puede pensar tampoco que los manifestantes contra Putin son por ello partidarios de la OTAN. ¿Nadie? Solo paradójicamente ese sector de la izquierda que o bien busca mitigar la responsabilidad del gobierno ruso o tiene miedo de que sus propios compañeros los acusen de ser complacientes con el “único y verdadero” imperialismo, que es, ha sido y será siempre el de EE.UU."
Alfons Bech: Estoy de acuerdo con Aldo. Creo que sería más justo poner esta denuncia del papel de la OTAN porque ahora van a chantajear al gobierno ucraniano y a todas nuestras sociedades europeas con el aumento del armamentismo. Debemos empezar a plantear la paz que queremos para los pueblos, los trabajadores, mientras que los imperialistas querrán la suya y llegaran a acuerdos. Recordemos la paz de Dayton...
Lo firmaré igualmente, pero creo que es mejor poner esa denuncia.
Zbigniew Marcin Kowalewski: En este caso, Alfons, habría otros como yo, que retirarían sus firmas. Los que pusieron las suyas, lo hicieron bajo la declaración tal cual, porque se les ha asegurado que era tal, y no admiten que se cambie luego, ya firmada por ellos. Cuando una declaración está en el proceso de recolección de firmas, no se cambia el contenido. Pedir un cambio en el curso de este procedimiento, es pedir que las firmas ya recogidas se anulen y el procedimiento comience de nuevo, recogiéndoselas entonces bajo una nueva declaración. Esto, creo, es evidente e indiscutible.
Pero hay también razones de fondo. Si de verdad, honestamente, no sabes a estas alturas porque retiraríamos nuestras firmas no solo por una razón que he evocado, ya en sí suficiente, sino también por una razón política, pregunta y yo te contestare a nombre de los que se absolutamente que las retirarían también por esta segunda razón.
Jean Batou: En primer lugar, quiero decir que firmé este recurso y que lo considero fundamentalmente correcto, aunque podría haber incluido otros aspectos. ¿Pero cuáles?
Me gustaría que Aldo escribiera la frase que le hubiera gustado añadir a este texto para asegurarme de que entiendo su punto de vista.
Me parece que comparte las posiciones básicas de este llamamiento, pero que le hubiera gustado ver una referencia al papel de la OTAN, no en el inicio de esta guerra, sino en su voluntad de instrumentalizarla en su propio beneficio.
Personalmente, me temo que la OTAN pronto intentará dictar las condiciones de un alto el fuego a Ucrania, basándose en las conquistas territoriales limitadas que el ejército ruso habrá realizado en el Donbass, porque esta guerra es un factor de perturbación de la economía capitalista mundial, y porque se habrán conseguido tres objetivos desde su punto de vista:
1) Debilitar al imperialismo ruso en lo político, lo económico y lo militar, dejándole al mismo tiempo una salida (ganancias territoriales a costa de Ucrania).
2) Dar a los miembros de la OTAN garantías sobre la capacidad de la alianza para protegerlos, aumentar los presupuestos militares de sus miembros y aumentar su número.
3) Dar una advertencia al imperialismo chino.
En este sentido, me parece absolutamente correcto defender que es el pueblo ucraniano - un pueblo dominado por el imperio ruso desde hace tres siglos - y sólo él quien debe negociar un posible alto el fuego y que nos oponemos a cualquier intento de compromiso entre imperialistas a sus espaldas.
Aunque entiendo que una llamamiento no puede cambiarse en el transcurso de su recorrido, me gustaría que tuviéramos este debate.
Alfons Bech: He dicho que firmo el documento ya que lo considero esencialmente correcto. Creo que lo estamos debatiendo aquí no es acerca de los principios del apoyo incondicional al pueblo ucraniano en su lucha por su libertad, sino en torno a la política. Las reservas expresadas entiendo que van en ese sentido.
Por ello, estando de acuerdo en que quizás es complicado cambiar un texto que ya ha sido propuesto y hay firmas recogidas en él, sí creo que el debate que ha suscitado y las preguntas que tenemos (yo no tengo soluciones a muchas de ellas) nos merecerían ver en qué forma nos las podemos responder. A veces lo práctico (tener ya un documento con un acuerdo previo) no acelera la inclusión de otras personas que podrían estar de acuerdo con una posición de principios que señale también la responsabilidad de la OTAN. No para diluit el ataque y responsablidad del imperialismo ruso, sino para mostrar nuestra independencia de cualquiera de los bandos imperialistas. Sois los primeros firmantes los que debeis ver si ello es posible y conveniente hacerlo (aunque sea a costa de alargar un tiempo las consultas), o no. De todas formas yo apoyo ya el documento tal como está, aunque creo que podría mejorar.
Como todos, creo, queremos aprender en esta guerra y preparar alternativas para salir reforzada la izquierda de esta situación. Este debate va sobre eso.
Zbigniew Marcin Kowalewski: “Condenar el rol de todos los responsables de la situación”, dice, entre otros, Eduardo. Visiblemente no estamos para nada de acuerdo sobre quienes son los responsables. Es un desacuerdo de fondo. He explicado mi posición al respecto en un artículo reciente, accesible en castellano en el sitio de Herramienta y en portugués en la revista brasileña Movimento. ¿Acaso entre los responsables están los pueblos de Europa del Este que, después de vivir bajo la dominación de Rusia, optaron, para protegerse de ella, por adherir a la OTAN y exigieron ser admitidos? La OTAN se extendió al Este no porque nos impuso su extensión sino porque los pueblos del antiguo bloque sovietico, a comenzar por el polaco, lo solicitaron. Fue una decisión soberana de estos pueblos. Son ellos los que protagonizaron la extensión de la OTAN. Porque ellos son también protagonistas de la historia, lo que una gran mayoría de la izquierda internacional de hecho nos niega o ignora.
¿Por qué Polonia se adhirió a la OTAN? Vean su historia: después de su reparto entre las tres grandes potencias vecinas, hubo 130 años de opresión zarista en el reparto ruso, el de lejos más duro de los tres. Luego, desde 1918, 20 anos de independencia nacional, genocidio de la minoria polaca en la URSS durante el Gran Terror, nuevo reparto de Polonia, esta vez entre Hitler y Stalin, dos años bajo un terrible terror de los dos lados, luego la ocupación alemana completa del pais, y su liberación por el ejercito ruso para... dominarnos de nuevo, y así hubo 45 años de una nueva dominación rusa. Dominación mantenida con la amenaza de una intervención militar, si el pueblo se atrevía a "mover" un partido inamovible, instaurado en el poder no por ese pueblo sino por el aparato de seguridad soviético y dirigido por los burócratas que antes de asumir la función de primer secretario tenían que obtener la bendición de Moscú. Cuando en 1956 uno de ellos no la obtuvo ni pidió y sin embargo decidió asumir la función con el apoyo de su partido, las tropas soviéticas marcharon inmediatamente sobre Varsovia (se detuvieron a 100 kilómetros de ella y luego se retiraron a sus bases, porque una parte de las fuerzas armadas polacas, escapando del control de los militares soviéticos, decidieron enfrentarlas con las armas si entraban en la capital. Tuvimos entonces nuestros "generales de octubre" como Portugal tuvo en 1974 sus "capitanes de abril").
Hasta 1989, durante 200 años anteriores, vivimos 175 años ya sea como colonia, o bien como dependencia de Rusia, es decir, bajo la dominación del imperialismo ruso. Por esto, después de iniciar exitosamente el derrumbe del bloque sovietico, el pueblo polaco decidió protegerse del nuevo y perfectamente previsible auge de este imperialismo en un futuro, pidiendo la extensión de la OTAN, y por esto fue seguido por otros pueblos colonizados o dominados anteriormente por Rusia. Si quería protegerse, en el estado actual de las cosas en el mundo no tenía alternativa. Taras Bilous, militante de la izquierda radical ucraniana, lo explica bien en un reciente artículo de gran valor que el New Left Review campista no quería publicar: The War in Ukraine, International Security, and the Left https://newpol.org/the-war-in-ukraine-international-security-and-the-left/
No somos títeres de la historia de las grandes potencias. El pueblo cubano era un protagonista de lo que sucedió en octubre de 1962, aunque en su suelo tenía instaladas armas ¡nucleares! que estaban bajo el control exclusivo de una superpotencia, no el del pueblo cubano o Fidel. En A la luz del relámpago Adolfo Gilly mostró de manera magnífica ese protagonismo, a pesar de que los cubanos no ejercían en aquella coyuntura un control sobre su propio destino. Si a pesar de todo eso su papel fue protagónico, lo es hoy también sino tanto más él del pueblo ucraniano.
Cuando la adhesión a la OTAN se votaba en el parlamento polaco, en 1999, 409 diputados votaron por, siete diputados (de extrema derecha) votaron en contra y tres (de izquierda) se abstuvieron. Casi todos de los pocos polacos que estaban sobre la misma posición que yo, de oposición a esta adhesión, la han abandonado ahora y dicen: en 1999 nos equivocamos, pero gracias a dios éramos una minoría. Con la bandidesca invasión rusa a Ucrania, el 94% de los polacos apoyan nuestra pertenencia a la OTAN y piden que haya sus tropas y armas en Polonia, mientras que se opone ¡apenas un 0,3%! Incluso los Estados tradicionalmente neutrales, Finlandia y Suecia, cambian bruscamente su orientación y con un apoyo popular mayoritario deciden adherir a la OTAN.
¿Quién es el responsable de esta situación? La OTAN, responde masivamente la izquierda internacional. A Ucrania invade el ejército ruso, destruye ciudades enteras, de las cuales quedan escombros como en Varsovia destruida por los nazis después de la insurrección de 1944, asesina, viola mujeres y niños, comete crímenes horrendos, y a pesar de ello nosotros escuchamos siempre la misma voz: "pero la OTAN".
La independencia de Ucrania, conquistada por Rusia hace siglos, oprimida durante siglos, rusificada, saqueada, sometida en 1932/33 a un genocido stalinista, fue un factor decisivo del retroceso del imperialismo ruso. Si ahora Ucrania pierde esta guerra, los polacos seremos, una vez más, un país fronterizo de Rusia. Sabemos muy bien lo que esto significa para nosotros y para otros pueblos de la región, vistos histórica y sucesivamente, por Rusia de los zares, de Stalin y sus sucesores, y ahora de Putin y su camarilla burocrática-oligárquica tan degenerada y criminal como lo eran las anteriores camarillas zaristas y stalinistas, como una periferia colonial o dependiente que le corresponde a Rusia a poseer o dominar.
Sabíamos que si Rusia se recuperaba como potencia imperialista después del colapso de la URSS, repetiría lo que hizo Stalin, quien repitió lo que hicieron los zares: procuraría volver a anexarnos o dominarnos una vez más, porque este coloso anacrónico o expande su dominación, en especial, al oeste más desarrollado, o se estanca y al final queda rezagado en su desarrollo con respecto a los países más desarrollados y se derrumba. Teníamos razón. Ucrania se desnuclearizó unilateralmente - el segundo y último Estado del mundo que lo hizo - para que Rusia la dejara tranquila. Pero qué va, no bastó. No logró adherir a la OTAN, porque no la querían. El efecto: el imperialismo ruso la invade, porque no puede vivir sin ella.
Durante un largo periodo de historia reciente, no solo el movimiento comunista subordinado al Kremlin, sino también la izquierda radical internacional no stalinista y hasta antistalinista no permitían que se hablara del imperialismo ruso. Si uno, como yo, era de Europa del Este y adhería a esta izquierda, no podía hablar de él bajo la amenaza sino de una exclusión, en todo caso de una marginalización. Yo comencé a tomar conciencia del carácter imperialista de la URSS desde 1956, desde la edad de 13 años. Pero luego, para pertenecer a la izquierda radical internacional, tuve que callarme, porque si tú hablabas en el seno de esta izquierda sobre el imperialismo ruso, te trataban como un bicho raro y ajeno políticamente. El imperialismo es capitalista, y la URSS no es capitalista; si dices que hay imperialismo ruso, esto significa que niegas el carácter no capitalista de la URSS. Esto se decía. La identificación del imperialismo con el capitalismo no era sino un efecto de una dogmatización esteril y ademas muy selectiva del pensamiento de Lenin, pero no había que "revisarla".
Cuando en los años 80, en el exilio en Francia, comencé a escribir sobre la ignorada internacionalmente cuestión nacional ucraniana, tuve que cuidarme y autocensurarme. La ignorancia de la opresión nacional en la URSS era constitutiva de esta izquierda, aunque había sectores muy minoritarios en su seno, entre otros o incluso en especial en América Latina (en México, en Argentina) que la descubrían con un verdadero interés y traducían y publicaban mis escritos sobre esta cuestión (algunos de ellos, como Manuel Aguilar Mora o Aldo Casas, están en esta lista).
Pero el cuento de hadas, según el cual la Revolución de Octubre y los bolcheviques resolvieron la cuestión nacional en el antiguo imperio ruso, dominaba prácticamente por doquier. Me atreví a romper mi silencio, comenzar a hablar abiertamente sobre el imperialismo ruso y analizarlo públicamente apenas en 2014, cuando comenzó la agresión rusa a Ucrania. Fue para mi un importantísimo acto de autoemancipación política en este plano.
Durante los últimos ocho años la abrumadora mayoría de la izquierda internacional, en vez de denunciar y oponerse, a propósito de Ucrania, al imperialismo ruso, reproducía ampliamente su propaganda y lo justificaba de mil maneras, recitando constantemente el mantra "pero la OTAN". Autodesarmada políticamente frente a ese imperialismo y a su guerra de reconquista de Ucrania, sigue sin hacer un examen de conciencia al respecto. Pero la situación ha cambiado. Los de izquierda, en Ucrania, en Polonia, etc., nos hemos emancipado y hablamos con nuestra propia voz. En Europa del Este, los de izquierda siempre hemos denunciado el imperialismo norteamericano y otras potencias imperialistas occidentales. Pero la aplastante mayoría de la izquierda eurooccidental y nor- y suramericana no quería oír nada sobre el imperialismo ruso y hasta hoy se elabora en su seno negaciones de la existencia de este imperialismo. El caso más reciente es el de Claudio Katz.
Nuestra posición, la de los firmantes polacos de esta declaración, es clara. Hay un solo responsable: el imperialismo ruso, como el único responsable de la invasión a Irak era el imperialismo norteamericano. Si en esta declaración se pusiera lo que algunos compañeros piden en esta lista, no la firmaríamos, porque sería una concesión al mantra predominante sobre Ucrania, del cual estamos hartos y al cual decimos: basta.
La lucha contra el aumento del gasto militar o, en general, contra la militarización y contra la OTAN: si, es muy importante, pero debe manifestarse en otras declaraciones, iniciativas y movilizaciones. Lo que debería unirla con la solidaridad con Ucrania no debe ser "pero la OTAN", sino la lucha por la seguridad internacional, en especial, la de los pueblos que no son grandes potencias. Un programa de transición en este terreno lo esboza desde Ucrania Taras Bilous en el artículo ya señalado.
La declaración concreta, de la cual hablamos aquí, es una declaración de solidaridad con la resistencia del pueblo ucraniano al imperialismo ruso, no otra cosa.
Ariel Petruccelli; Desde el punto de vista de los principios, yo no estoy de acuerdo en un apoyo incondicional a un Estado como el ucraniano, que ha desarrollado durante años una política de nacionalismo étnico, entre otras cosas. Putin lo utiliza con el descaro que todos sabemos, pero la guerra en el Dombass no es un invento suyo, ni lo son los millones de rusófonos de Ucrania que vieron menoscabados sus derechos incluso lingüísticos. Si Rusia pudo anexionarse Crimea sin que en Crimea haya una resistencia mínimamente importante es una muestra de que las cosas no son blanco/negro. Al nacionalismo gran ruso no se lo puede combatir con nacionalismo ucraniano: es indispensable una política federal, intercultural e incluso plurinacional, que ha estado mayormente ausente en Ucrania. Una cosa es la condena sin atenuantes a la invasión rusa, otra el apoyo militar (con o sin condiciones) a los defensores ucranianos. Así como condenar la invasión de USA a Afganistán o a Irak no tiene por qué comprometernos con el apoyo militar al Talibán o a Sadam; la condena de la invasión no tiene por qué entrañar apoyo militar a Zelensky. Siempre es conveniente tratar de traducir las declaraciones políticas a acciones prácticas. Si fuéramos ciudadanos Rusos, ¿qué deberíamos hacer?: manifestarnos en contra de la guerra. ¿Si fuéramos conscriptos rusos? Desertar, sin duda. Pero, ¿deberíamos unirnos a las tropas ucranianas? Opino que no, salvo que hubiera allí algo parecido a un proyecto anti-capitalista creíble. Pero no somos rusos, ni ucranianos. Debemos condenar la invasión, pero no me parece ni aceptable de principios ni prudente ir a luchar con los ucranianos o enviarles armas. Con esto paso a la cuestión de la prudencia.
Me asombra que no se hable, o se hable tan poco, del peligro nuclear. Ucrania no es a Rusia lo que Vietnam, Afganistán o Irak son a USA. Uno puede considerar que Rusia exagera con sus reclamos de seguridad, y que todo eso es una concepción de gran potencia que no vale para los pequeños estados, con lo que su planteo es anti-igualitario e hipócrita. Sin duda es así. Pero me parece que hay que tomarse en serio este asunto. Es cierto que Rusia se comprometió a respetar la integridad de Ucrania, pero también lo es que la OTAN se había comprometido a no expandirse hacia el este. Por otra parte, la renuncia de Ucrania al arsenal nuclear es una historia mucho más sórdida de lo que deja entrever la declaración, que poco o nada tiene que ver con ninguna convicción pacifista. La comparación correcta es la crisis de los misiles con Cuba en 1961/62. USA podía permitirse una derrota en el sudeste asiático, pero en modo alguno estaba dispuesta a tolerar la presencia de misiles tan cercanos a su territorio. ¿Tenía Cuba derecho a tener misiles nucleares? Evidentemente sí, si otros los tienen. ¿Pero arriesgaríamos una guerra de potencialidad exterminista en nombre de este principio? A mí no me lo parece. Que USA y la URSS negociaran sin considerar a Cuba no es evidentemente lo deseable, pero no creo errar si digo que se halló una buena salida a la crisis. Una escalada en 1962, era una locura. Los que sueñan con una completa derrota rusa en Ucrania parecen no tomarse en serio que ello muy probablemente implique el uso de armas nucleares tácticas (como Putin ya ha advertido entre líneas). Si eso sucediera: ¿qué hará la OTAN? Compañeros, me asombra cómo hemos olvidado las discusiones de los años setenta y ochenta en torno al exterminismo, la guerra nuclear y el pacifismo. Ahora muchos y muchas parecen comprender que el cambio climático y la crisis energética "lo cambia todo", como dijera Naomi Klein. Pero parecemos haber olvidado lo que muchos comprendieron hace más de medio siglo: que la posibilidad de una guerra nuclear también lo cambia todo. Las concepciones de la guerra y del pacifismo se modifican en este punto. Manuel Sacristán y E. P. Thompson, entre otros, escribieron páginas magníficas al respecto, que creo habría que volver a leer.
Hay que discutir muy seriamente todo esto, y esta crisis requiere de una salida negociada. Apostarlo a todo o nada, a continuar la guerra, supone un riesgo demasiado grande, que yo estaría dispuesto a considerar si hubiera en ello alguna posibilidad de acabar con esta sociedad depredadora, pero no cuando sólo se trata de lo que se trata ahora.
Claudio Katz : Estimados compañeros. Mi posición frente a la guerra está expuesta en:
Diagnósticos y controversias sobre Ucrania, 12-4-2022, www.lahaine.org/katz
Y sus fundamentos en:
¿Es Rusia una potencia imperialista? I Gestación no hegemónica,29-4-2022, w.lahaine.org/katz
¿Es Rusia una potencia imperialista? II. El legado de Lenin, 5-5-2022, www.lahaine.org/katz
¿Es Rusia una potencia imperialista? III Continuidades, reconstituciones y rupturas, 18-5-2022, www.lahaine.org/katz
¿Es Rusia una potencia imperialista? IV. Miradas benévolas, 25-5-2022 www.lahaine.org/katz
Un fraternal saludo
Alfons Bech :Gracias Zbigniev por tu directa y personal explicación acerca del documento. Lo personal es político. Aunque, como veo, tenemos muchos debates pendientes, la explicación y comparaciones con Polonia son pertinentes y me ayudan a comprender mejor el problema del imperialismo ruso... que teneis al lado los países que estuvisteis bajo la bota rusa (en tiempos zaristas o estalinistas).
En cierto sentido lo que ocurre ahora lo veo como una continuación del estallido de la URSS, en el que la libertad nacional siempre ha jugado y juega un papel tan importante como motor de la lucha de clases. También para el resto de Europa y del mundo. Por eso la batalla que se libra en Ucrania nos importa mucho que sea ganada en favor de la libertad y del avance de las izquierdas y no un apaño por arriba entre potencias.
Horacio Tarcus: Querido Ariel, te comparto algunas consideraciores acerca de tus objeciones a la declaración. Creo que tu perspectiva parte de una cierta equidistancia respecto de dos actores en pugna: una Rusia cuya invasión considerás repudiables, versus una Ucrania que vendría hostigando a la población rusoparlante del Donbass. Mucho me temo que los tópicos de la ideología gran-rusa se han filtrado irresponsablemente en diversos medios de izquierda. Ya es un hecho evidente que los soldados rusos que esperaban ser recibidos como libertadores por los ciudadanos de las "Repúblicas Populares" de Donetsk y de Lugansk se encontraron con una feroz resistencia popular (y la invasión de Crimea, dicho sea de paso, que tampoco fue una operación defensiva, fue convalidada con un referéndum trucho).
Solo un acto de malabarismo semántico puede convertir una declaración de "solidaridad con el pueblo de Ucrania" definido como "incondicional e independiente de cualquier juicio sobre su dirección política, ya que corresponde únicamente a los ucranianos y ucranianas decidir el futuro de su paí" en el apoyo a un Estado o a un presidente, incluso cuando la resistencia se encuadre en ese Estado-nación en concreto y está encabezada por determinada figura política. Los que apoyamos la resistencia de un pueblo para sacudirse un yugo imperial podemos ser acusados de estatistas, nacionalistas o zelenskistas? Ariel, no puedo creer lo que estoy leyendo... Si hay hoy en el mundo una resistencia antiimperialista que deberíamos apoyar desde la izquierda, sin "peros", sin reticencias, es la ucraniana.
Vos decís: "Si fuéramos ciudadanos Rusos, ¿qué deberíamos hacer?: manifestarnos en contra de la guerra. ¿Si fuéramos conscriptos rusos? Desertar, sin duda. Pero, ¿deberíamos unirnos a las tropas ucranianas? Opino que no, salvo que hubiera allí algo parecido a un proyecto anti-capitalista creíble". Te pregunto: ¿no deberíamos apoyar, simbólica y materialmente, en lo que esté a nuestro alcance, a un pueblo que resiste una devastadora invasión imperialista? O deberíamos abstenernos hasta que de pronto la resistencia aparezca encabezada por un proyecto anti-capitalista? Y por si fuera poco, "creíble"? ¿Ariel, no es pedirles demasiado a los ucranianos que además de expulsar al ejército invasor emprendan en su territorio devastado el camino al socialismo?
Respecto del peligro nuclear, me sorprende que no menciones que Ucrania se desnuclearizó unilateralmente, y ni siquiera así el imperialismo gran-ruso la dejó vivir en paz. Tu argumento ("Es cierto que Rusia se comprometió a respetar la integridad de Ucrania, pero también lo es que la OTAN se había comprometido a no expandirse hacia el este") está sostenido en, nuevamente, una equivalencia campista: el campo ruso no cumplió, pero la OTAN, el campo occidental, tampoco. ¿Entonces? ¿Que Ucrania se joda por coquetear con la OTAN? ¿Es un peón a sacrificar, no sin cierto pesar, en el ajedrez de la geopolítica internacional? ¿Te parece que Thompson y Sacristán puedan servir de fundamento a una visión campista a la que justamente se dedicaron a cuestionar cuando abandonaron sus respectivos partidos comunistas?
Por otra parte, la OTAN no se expandió a la fuerza en Europa oriental. Creo que Kowalewsky lo ha expresado desde Polonia de un modo inmejorable en este mismo intercambio: "La OTAN se extendió al Este no porque nos impuso su extensión sino porque los pueblos del antiguo bloque sovietico, a comenzar por el polaco, lo solicitaron. Fue una decisión soberana de estos pueblos. Son ellos los que protagonizaron la extensión de la OTAN". Yo añado algo, que creo que ya es evidente: nadie ha trabajado más a favor de un mundo unipolar que el propio Putin (Suecia y Finlandia pidiendo su ingreso a la OTAN!).
Creo que desde América Latina, donde padecemos directamente la hegemonía estadounidense desde hace más de un siglo, nos cuesta comprender que para ciertas naciones del Este, la OTAN pueda ser un escudo para defenderse del yugo del imperialismo más inmediato que vienen padeciendo. "Pero la OTAN...", me dirás. Si, desde luego, la hegemonía de la OTAN es en definitiva un peligro para la paz global, y sobre todo para los pueblos más débiles. Será un peligro para Ucrania en su futuro. Sin embargo, la cuestión ahora es que esos pueblos necesitan defenderse de una agresión brutal con los recursos disponibles, no imaginarios.
Querido Ariel, todos estamos por la paz, todos queremos el desarme nuclear, no hay proposición más prudente que la tuya. Pero hay una invasión feroz sobre Ucrania y un pueblo que está resistiendo armas en mano, con un enorme sacrificio. Es el pueblo ucraniano el que en todo caso debe decidir hasta dónde puede sostener la resistencia, a partir de qué momento negocia y qué concesiones está dispuesto a hacer. Entre tanto, yo quiero expresar toda mi solidaridad a su resistencia, sin dejar de lamentar que ese apoyo esté tan menguado en nuestro continente a causa de nuestra incapacidad de descentrarnos de nuestra propia experiencia regional de hegemonía-USA para comprender otras opresiones imperiales, no menos agresivas, no menos repudiables. Hubiera esperado de las izquierdas de nuestro continente, como sostiene expresivamente Zbigniew, una solidaridad con la resistencia ucraninana sin tantos "pero la OTAN...".
Zbigniew Marcin Kowalewski:A propósito de las preocupaciones en sectores importantes de la izquierda internacional por la minoría ucraniana rusófona.
En estas preocupaciones que duran ya ocho años no he visto jamás una sola fórmula, una sola expresión, un solo "dato", un solo "argumento" que no vendría de la propaganda rusa, transcritos textualmente, aunque desprovistos de comillas. Lo más grotesco es que estos sectores jamás se preocuparon en el pasado por la condición de la lengua ucraniana en la URSS o más tarde, en Ucrania ya independiente, bajo los regímenes (cien veces más oligárquicos que el ex-gobierno de Poroshenko, pero nunca calificados así por esta izquierda) de Kuchma (1994-2005) y Yanukovych (2010-2014).
La burocracia soviética llevaba a cabo, desde los años treinta, una política ofensiva de rusificación lingüística de Ucrania. Algunos sectores de la burocracia ucraniana, bajo la presión popular, la resistieron de vez en cuando. Ante todo fue el caso del gobernante de Ucrania Petro Shelest (1963-1972), que intentó llevar a cabo una política de reucranización lingüística y cultural de su país (el mundialmente famoso entonces libro de Ivan Dziuba, Internacionalismo o rusificación?, fue el producto del ambiente renovador que había en Ucrania en aquellos memorables "años Shelest").
Shelest terminó acusado evidentemente de nacionalista y sacado de la dirección de Ucrania (probablemente, en contra de sus calculos, no lo salvó el hecho de que, conjuntamente con otro "nacionalista", el polaco Gomulka, fue el mas fervoroso partidario de la intervención de los ejecitos del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia, en 1968). Lo sustituyó (1972-1989) un agresivo rusificador de turno, Shcherbytsky (el mismo que luego ocultaba criminalmente las dimensiones de la catástrofe nuclear de Chernobyl).
La lengua históricamente discriminada en Ucrania, incluso después de la independencia, hasta la revolución de Maidán, era la ucraniana, no la rusa, que era una lengua muy privilegiada. Después de Maidán, y a muy justo título, se abandonó finalmente la política lingüística soviética y se instauró la progresista, prevista ya en la época de Gorbachev. Por fin, se restituyó al ucraniano lo que le correspondía como la lengua nacional mayoritaria. Ha sido un logro histórico. Pero nuestros defensores de la "rusofonía perseguida" en Ucrania orquestaron a este propósito lamentos a escala mundial y los continúan orquestando desde hace ochos años ya. No saben nada de todo eso ni intentan leer algo al respecto, aunque haya bastante literatura seria y fidedigna, pero con un gran defecto: no viene de Moscú y de sus transmisores.
Entre las más importantes ciudades rusófonas de Ucrania están, en especial, Jarkiv y Mariupol. Justamente allí hubo en esta guerra los más encarnizados combates. De Mariupol no queda nada: para conquistar esta ciudad rusófona, los rusos tenían que borrarla de la faz de la tierra y hacer huir a toda su población. Jarkiv logró defenderse exitosamente. La ciudad fue defendida con verdadero heroísmo por las tropas e incluso los mandos que masivamente hablaban ruso.
En cuanto a Donbass, en las ciudades predomina el ruso, mientras que el campo, donde vive la mayoría de la población, es, muy mayoritariamente, desde el punto de vista lingüístico, ucraniano. Sobre eso y otras cosas importantes que conciernen a Donbass puede leerse en mi articulo de 2014, La rebelión oligárquica en Donbass, recientemente traducido al espanol pour un voluntario que no conozco personalmente y puesto en la Red:
https://izquierdaweb.com/ucrania-una-mirada-alternativa-sobre-el-donbass/
Una observación sobre Crimea. Históricamente nada tiene que ver con Rusia. Sede del kanato tártaro desde el siglo XIII, en 1783, cuando lo conquistó Rusia, estaba casi exclusivamente poblado por los tártaros. Convertido en una colonia de asentamiento ruso (muy típicamente colonial), comenzó a evolucionar en su composición étnica. Cuando se instauró el Estado sovietico, la más numerosa nacionalidad mayoritaria seguía siendo aún la tártara, pero el fruto de la política dicha "de nacionalidades" de Stalin, aún más colonial que la zarista, llevó en 1944 a la deportación de Crimea de todos los tártaros, que eran entonces uno de varios pueblos, como lo eran también los chechenos, culpables todos en los ojos de Stalin de nacionalismo y deportados hasta el último de sus tierras natales. Esto se produjo en el marco de una de las más bárbaras políticas "de nacionalidades" -de desnacionalización forzada- de la modernidad, a escala mundial. Una parte de los tártaros volvieron a Crimea en el periodo del derrumbe de la URSS, legalmente apenas desde 1989. Quedan pocos, constituyen menos de un 10% de la población crimeana, y una vez más, después de la anexión de Crimea en 2014, son políticamente perseguidos, porque consideran que esta tierra pertenece legítimamente a Ucrania.
¿Cuánta gente de izquierda que, en el mundo entero, se preocupa por los rusos de Crimea y su "derecho de autodeterminación", se ha preocupado alguna vez por la suerte tan trágica de los tártaros crimeanos? En todo caso, la lógica típicamente colonialista que los orienta en su actitud frente a Ucrania sugiere que durante la guerra de liberación del pueblo argelino probablemente se preocuparían del "derecho de autodeterminación" de los colonos franceses, al menos en determinados territorios de Argelia.
La política del Estado ruso -de sus sucesivas clases y capas dominantes- siempre combinaba las conquistas territoriales con colonización por la población rusa, o sea, el hoy llamado colonialismo de asentamiento, incluyendo, si necesario, la desintegración de los conjuntos territoriales nacionales no rusos mediante la construcción, bajo protección militar, de los exclaves rusos. Aunque Rusia se encuentra geográficamente muy lejos de Polonia y Lituania, en la frontera nororiental de nuestro país y la suroccidental de Lituania tenemos, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, un muy extraño exclave ruso, con la capital en Kaliningrado, antiguo Koenigsberg, la ciudad de Kant. La población natal fue expulsada por el ejército sovietico y se trasladó allí, desde Rusia, una nueva población, evidentemente rusa, en calidad de una avanzada imperial -un clavo ruso, "accidentalmente" nuclear, clavado entre Polonia y Lituania-.
Si algún día Polonia o Lituania reclamara este exclave -esto no va pasar, les aseguro-, me imagino cuantos partidarios del "derecho de autodeterminación de la población de Kaliningrado" se movilizaran en las filas de la izquierda mundial a la siguiente señal dada desde Moscú: ¡Los antifascistas rusos en peligro mortal, los fascistas polaco-lituanos quieren exterminarlos con la ayuda de las genocidas legiones ucronazis, aerotransportadas por la OTAN, para resucitar la nazifascista República de las Dos Naciones de la época feudal y desencadenar una guerra nuclear contra la madre patria rusa! ("Ucronazi" es un término utilizado por cierta prensa latinoamericana "de izquierda" ardientemente putinófila y maladivamente ucranófoba, tipo Resumen Latinoamericano editado en Argentina).
No es una fantasía: vean el papel que, en la política imperialista rusa, juega otro muy extraño exclave ruso (incluso llamado ¡"república"!, prototipo, engendrado en 1990 por el ejército ruso, de las "repúblicas" de Donbass, y en realidad un puesto avanzado muy lejano más) de Transnistria, clavado en el corazón de Moldavia, entre Ucrania y Rumania.
Alfons Bech: Siento no conocer apenas sobre la política de rusificación forzada de Ucrania, pero todo lo que dice Zbigniew coincide bastante con lo que aún hace el Estado español respecto a la persecución de la lengua catalana. También el Estado español y su "justicia" toman protestas de algunas poquísimas familias castellano-parlantes en Catalunya (la mayoría de ellas familias de policías y guardias civiles españoles) para decir que la educación en las escuelas catalanas "discrimina" el castellano. Y ahora los jueces han hecho una reciente ley que obliga a impartir el 25% de asignaturas en castellano. Todo para atacar el programa de inmersión linguística de la lengua catalana en la escuela, que es un programa de éxito. La mentira de ese "ataque al castellano" es que al final del ciclo lectivo, los alumnos de Catalunya tienen en general mejores notas y mejor comprensión lectiva del castellano que otras comunidades de España.
Es el idioma catalán el que necesita ser protegido, so riesgo de decadencia, por mil factores, entre ellos el poder comercial, de publicaciones, películas, etc. en idioma castellano. Pero si el dictador Franco prohibió el catalán y jamás logró erradicarlo, ahora vuelve a haber una fuerte lucha política entre el Estado español (jueces, fiscales fiundamentalmente, pero también gobierno "progresista" PSOE-Podemos) y sociedad y gobierno catalán.
El tema del "ataque" a los rusófonos en Ucrania es, en efecto, uno de los "argumentos" constantes de ciertas izquierdas para no defender Ucrania ahora. Y ahí, hasta sectores independentistas me parece que caen presa de la propaganda del Kremlin. Por tanto agradezco las informaciones al respecto y considero que desmontar esas mentiras y acercar la verdad a aquellas personas que quieren de verdad saber qué pasa en el Donbas, en la parte rusófona y entender porqué precisamente ciudades que hablan ruso son las más castigadas, es esencial.
También agradezco que no se obvien los errores que hayan podido cometerse en el respeto a la lengua rusa, si es que también así ha sido. La nación debe respetar a sus minorías. La defensa de las lenguas nacionales es un aspecto clave del derecho a la autodeterminación nacional. De ahí el interés de algunos ideológos del Estado ruso por "desucranizar" Ucrania.
Ariel Petruccelli: Querido Horacio: No creo que mi posición pueda ser definida correctamente como "equidistante", ni mucho menos de "campista", Mi posición, como la de Sacristán y la de Thompson en los años ochenta, es pacifista. Desde luego que no niego el derecho de los ucranianos a defenderse. Condeno la invasión Rusa, pero no condeno a la resistencia ucraniana. El tema es que no somos ucranianos. Yo no veo ninguna diferencia en mi posición actual de condena a la invasión sin apoyo militar al agredido, con las posiciones que adoptamos tanto vos como yo en el caso Afagano e Irakí. Entonces no se nos pasó por la cabeza reclamar apoyo militar o envío de armas al "pueblo" irakí o afgano (entre otras razones porque no hay manera de enviárselas directamente al "pueblo", y con ninguna organización de las "realmente existentes" en el terreno podíamos identificarnos). No veo ahora ninguna diferencia esencial. Y veo un elemento adicional no menor: el problema nuclear.
En medio de una guerra las declaraciones pesan poco. Por eso traté de traducirlas a ejemplos prácticos, más allá de las declaraciones. Y en el caso práctico, a mi no se me pasa por la cabeza ir a luchar a Ucrania, mi solidaridad no llega tan lejos. Pero sí se me hubiera pasado por la cabeza -de vivir por entonces- en el caso de la guerra civil española. Muchos latinoamericanos se lo pensaron en 1936, y varios cientos fueron a defender la república española. En ello influía que allí estuviera la CNT, la UGT, etc, organizando la resistencia. Nada de eso hay en Ucrania. Y si lo hubiera, habría que analizarlo muy bien a la luz de la situación nuclear. Es esa situación la que llevó a militantes marxistas como Thompson (que participó en la SGM) y Sacristán a defender posiciones pacifistas a finales de los setenta y comienzos de los ochenta.
Puedo aceptar, sin embargo, si bien con reservas, que mi posición tiene algo de equidistante en el tema del Dombass y de Crimea. La situación es muy compleja y creo que tu visión de que los rusos fueron recibidos uniformemente como invasores a los que había que enfrentar peca de cierto esquematismo. No es lo mismo Kiev que Lugansk, Jarkiv que Donetsk. Un autor completamente insospechado de simpatías putinistas como Argimino Barros publicó a principios de 2020 un libro (Historia de Rus) en el que muestra que el conflicto en el Dombas es real y genuino, más allá de los usos y manipulaciones políticas, e intenta comprender sus causas, que son muchas: desde ciega bronca por la precariedad económica, a justa indignación por la prohibición del idioma ruso. En el Dombass ha habido decenas de miles de desplazados en años previos, y las tropas rusas ocuparon casi dos tercios de esa región en pocos días, sin mucha resistencia popular visible. Yo no se qué grado de apoyo tienen o dejan de tener los rusos, pero dado que hubo un conflicto armado de ocho años de duración, la cosa no puede ser completamente artificial.
Por otra parte, la guerra de Ucrania es esencialmente convencional, con pizcas de no-convencional (por si pensáramos que una guerra no-convencional tiene necesariamente más apoyos populares, lo cual es discutible). Y no está claro qué bando emplea más fuerzas no convencionales (tema bien tratado por el general español Pedro Pitarch, que ocupó cargos en la OTAN, y por el argentino Lafferriere). La población ha huido en masa de las zonas de conflicto e incluso de las zonas no afectadas directamente. Se estima que no menos del diez por ciento de la población de Ucrania ha abandonado el país. A mí esto me hace pensar que lo mejor que puede ocurrir es que termine la guerra cuanto antes, cosa que no sucederá si lo que se busca es una salida puramente militar. Una salida posible en teoría (improbable a corto plazo en la práctica) es el cese de los combates y de los bombardeos, el retiro de las tropas rusas de todo el territorio ucraniano, el retiro también de las tropas ucranianas del Dombas, el regreso de la población desplazada y un plebiscito con veedores internacionales para ver qué es lo que quiere esa población (yo sería partidario de regiones autónomas pluriligüísticas, etc.).
(Hago a un lado el tema histórico de la desnuclearización de Ucrania en 1994, asunto que tiene muchos bemoles y no creo que sea ahora importante. Apunto simplemente que Ucrania no destruyó o desactivó ese arsenal, cosa posible, sino que lo cambalacheo por dinero y otras cosas, asunto bien tratado por Carlos Taibo).
La declaración tiene un toque belicista a mi juicio peligroso y poco meditado. Habla del derecho a recibir armas adecuadas y se pronuncia por la victoria ucraniana (no recuerdo que nos pronunciamos por la victoria afgana de la misma manera, tampoco recuerdo que reclamáramos armas para Chechenia o Georgia, que también fueron invadidas por Rusia). Ahora bien, ¿cuáles son las armas adecuadas para obtener la victoria? Para que Ucrania venza en la guerra (que, como dije, es masivamente convencional, no de insurgencia o no-convencional) es necesario proveerla de cobertura aérea tanto táctica como estratégica. La OTAN le da cualquier cosa menos esto, por una razón muy sencilla: el riesgo de escalada nuclear. Es decir, se le da armas a Ucrania para que pueda defenderse, pero no para que pueda vencer. El riesgo aquí es una guerra prolongada indefinidamente (esa es seguramente la apuesta de USA, pero no necesariamente de todos los miembros de la OTAN o de la UE), e incluso se corre el riesgo de la balcanización de Ucrania (ya ha habido preocupantes declaraciones de Polonia sobre su derecho a territorios hoy ucranianos). Quizá los ucranianos, en el fragor de la batalla, no lo perciban así, pero no creo que nuestra tarea sea alentar ilusiones. Todo esto está muy bien explicado en el canal de Youtube "análisis militar" del coronel argentino Guillermo Lafferriere, quien se define así mismo como liberal en lo político y en lo económico, pero procura hacer una análisis lo más objetivo posible como profesional. No es uno de los nuestros, pero es alguien que sabe de guerra y de armas, es realista y se toma en serio la posibilidad de una escalada nuclear (en su caso la cree probable a nivel táctico, no tanto estratégico ... pero cuando se abre la caja de Pandora, nunca se sabe).
Desgraciadamente, la victoria ucraniana en una guerra convencional es una posibilidad extremadamente improbable a corto/mediano plazo, y si se acercara esa situación, Rusia podría traspasar el umbral nuclear, con consecuencias imprevisibles. Anatol Lieven ha sostenido en un artículo que pude leer ayer en Sin Permiso que el riesgo nuclear es incluso mayor que durante la crisis de los misiles. No creo que esté muy errado. Así las cosas, insisto una vez más, yo elijo el pacifismo. Como Sacristán y como Thompson. Condeno sin atenuantes la invasión imperialista rusa, y no condeno a la resistencia militar ucraniana. Insisto, militar y ante todo convencional. Y no hay que olvidar que hay otras formas de resistencia, militar y no militar. Creo que se debe apoyar sin reservas a la resistencia no militar e incluso -aunque aquí tendría ciertas dudas que sería largo y tedioso exponer- a la resistencia armada no-convencional. Pero esta guerra necesita una salida negociada. Apostar a la victoria militar es jugar con fuego. Salida negociada, por supuesto, preferentemente con participación popular; aunque como están las cosas lo más probable es que la población civil (hable el idioma que hable) sea convidada de piedra.
Marcos del Roio: Estou estarrecido com as posições defendidas aqui, que apenas incorporam a propaganda estadunidense da OTAN e dizem, que se vê é apenas propaganda russa. Na Europa as informações vindas da Rússia estão virtualmente bloqueadas e se difunda uma russófoba irracional.
A guerra contra a Rússia se prepara com o avanço da OTAN / UE em direção ao Leste, ignorando o acordo em contrário firmado em 1991. Aos poucos a Europa oriental vem sendo ocupada por regimes fascistas agressivos. Decisivo foi o golpe nazista de 2014 (não é tão complicado ver fotos da euromaidan com suásticas por todos os lados e a glorificação de Bandera, o colaborador de Hitler na Ucrânia). Os bandidos que estavam refugiados na siderúrgica de Maripuol foram filtrados entre que portava suásticas nazistas e outros que eram simplesmente soldados. A avenida principal de Kiev, que se chamava Moscou, hoje se chama Bandera. Foram localizados laboratórios de guerra bacteriológica na Ucrânia, com papel importante do filho de Biden. Os ucri, que julgam os russos uma subespécie, entendem serem descendentes dos atlantes e depois dos nórdicos,
Muito armados e treinados pela OTAN, os nazis do batalhão Azov estavam para atacar o Leste da Ucrânia ao modo de uma solução final. O parlamento russo, a oposição solicitou o reconhecimento das repúblicas populares e aceitaram o pedido de auxílio para evitar o massacre.
OS Estados Unidos é que fazem a guerra contra a Rússia e usam os povos da Ucrânia para testar novas armas. A guerra econômica é contra a Rússia, mas tb, e talvez principalmente contra a Europa. O esforço se combater a crise do capital implica investimentos em armas e em guerra. Os países europeus aumentam o investimento em armas pra a felicidade da indústria bélica da Alemanha e até da Suécia. É necessário submeter a Europa pra evitar a aproximação com a China.
A guerra não é mais rápida na Ucrânia porque a Rússia não ataca objetivos civis. A resistência tem sido maior porque não param de chegar novas armas.
A Ucrânia foi parte da Rússia ou URSS por mais de 300 anos. O separatismo teve pouco sucesso no século e apareceu com alianças fortemente reacionárias.
A Polonia de hoje sonhe em restaurar o reino polaco lituano do séc. XVI, que se estendia até a Ucrânia ocidental, óbvio objeto de desejo do atual fascismo polaco lituano.
Qualquer que seja o andamento das coisas a Ucrânia, que nunca existiu como um verdadeiro Estado, está com sua existência comprometida. A solidariedade deve se exprimir em relação aos trabalhadores e povos espezinhados pela guerra econômica e pela produção de armas. O inimigo principal é o imperialismo dos EUA e seu braço armado, a OTAN. “Compreender” como os pobres fascistas polacos tem razão em odiar os russos sai completamente dos objetivos da luta revolucionária.
Aldo Casas: Estimado compañero Marcos del Roio, debo decir que me sorprenden tus expresiones. No encuentro en ellas ni argumentos, ni sustento fáctico. Resultan más bien una recopilación de las peores justificaciones de la invasión esgrimidas por Putin y sus escribas, sin argumentos, ni sustento fáctico. Especialmente inadmisible me parece la insultante descalificación de los ucranianos y polacos que resisten esa agresión.
Ojalá pudiéramos continuar la discusión en otros términos y con argumentos reales
Zbigniew Marcin Kowalewski:Desde la anexión casi completa (en un 80%) de Ucrania por Rusia a fines del siglo XVIII, en Ucrania la lengua ucraniana estaba prohibida y ella comenzó a imponerse apenas con la revolución de 1917. En los años veinte y a comienzos de los treinta, durante la ucranización lingüística y cultural, decretada por el poder sovietico ucraniano, ella se impuso por primera vez en la historia desde la anexión por Rusia. Pero bajo el régimen stalinista se le quitó la posición que obtuvo, instaurando la preponderancia del ruso y, en general, sustituyendo la ucranización por una re-rusificación. Así que durante dos siglos hubo apenas un corto periodo de alrededor de 10 años en el cual el ucraniano dominaba oficialmente. Luego, hasta el final de la URSS, se restringía cada vez más su presencia en la vida pública, especialmente universitaria: por ejemplo, en 1970 se prohibió presentar y defender en ucraniano las tesis de doctorado.
Cuando una lengua es minoritaria en un Estado, pero privilegiada, lo que significa determinados privilegios para los que la utilizan, y pierde esta posición, aparecen, evidentemente, tensiones, que pueden ser fuertes. En los años veinte y comienzos de los treinta, durante la ucranización, eran muy fuertes, porque todo el personal de los aparatos de Estado soviéticos en Ucrania era rusófono y de repente tuvo que aprender y hablar ucraniano; si no lo hacía, perdía sus puestos. Esto era duro: las ciudades eran rusas, rusificadas y judías y no hablaban sino ruso; en el campo, donde vivía la mayoría aplastante de la población de Ucrania, se hablaba exclusivamente ucraniano y además la tradición muy fuerte era que la población rural, para protestar contra la opresión lingüística, rechazaba a entender ruso, a pesar de que lo entendía relativamente bien.
En 2014 la situación era muy diferente, el ucraniano se hablaba en la mayoría de ciudades, y en la mayoría de las ciudades era la lengua mayoritaria. Pero la instauración formal de su posición de lengua mayoritaria y la pérdida por el ruso de su posición históricamente privilegiada y que privilegiaba a la minoría rusófona, no era fácil, tanto más que las tensiones que esto produjo eran muy intensamente explotados por Rusia y los sectores prorrusos de la oligarquía (estos sectores, concentrados en Donbass, eran los más poderosos en el seno de la oligarquía ucraniana).
Sin embargo, esas tensiones se resorbieron en el curso de varios años. La explotación política del nuevo estatus del ruso, ya no privilegiado, dejó de prosperar y por esto un rusófono como Zelensky, públicamente muy conocido como tal, porque era un actor muy popular y exclusivamente rusófono en su profesión, pudo ser elegido presidente. Ejerciendo sus funciones de presidente Zelensky habla, evidentemente, ucraniano, que domina perfectamente, pero es, en el plano personal, su segunda lengua, que anteriormente no era la suya en la vida privada y profesional.
António Louçã: Realmente, si la guerra es del lado de Ucrania una guerra nacional, defensiva, contra la invasión rusa, hay que ser consecuente y reconocer que Ucrania tiene que armarse y aceptar las armas de donde vengan. La guerra recién cambiará de carácter si y cuando la NATO comience a intervenir activamente con sus tropas, lo cual haría de ella no más una guerra nacional, y ni siquiera una proxy war, sino una guerra interimperialista en la que tendríamos que seguir apoyando los manifestantes rusos contra la guerra (y como han sido admirables, ellos y ellas!), y al mismo tiempo tendríamos que luchar con todo y con prioridad contra nuestro mismo bando imperialista.
A partir de esta cuestión general, creo que comienzan los problemas y las zonas grises, en las que identifico principalmente tres:
1 - En los países occidentales, aliados o vasallos de EEUU según los casos, no podemos hacer como si la actual guerra en Ucrania fuese una guerra sin pasado y sin futuro. Y, si llega a tener un futuro, será el futuro de la NATO contra Rusia, lo cual hoy mismo ya está determinando la configuración de alianzas en el movimiento de solidaridad con Ucrania. O sea, que en las manifestaciones hay fuerzas políticas a las que les importa mucho más la NATO que Ucrania (siendo cierto que, en caso de una guerra generalizada, Ucrania sería el primer país en ser barrido del mapa). Creo que el grueso error del BE viene siendo el de pensar que puede pesar algo en un movimiento de solidaridad que es, por su misma naturaleza, imperialista. Por eso nuestra opción ha sido la de participar en iniciativas minoritarias y rechazar las unidades amplias que no suman sino restan.
2 - Como dice Gilbert Achcar, recomendarle a Ucrania que luche hasta garantizar la integralidad de su territorio significa, o bien reclamar una intervención de la NATO para cambiar la relación de fuerzas (y con ella la naturaleza de la guerra), o bien que Ucrania se siga desangrando por reivindicaciones territoriales que, aún en el caso de que fuesen totalmente legítimas, no corresponden a la actual relación de fuerzas en el terreno. Por eso, el apoyo del movimiento de solidaridad al esfuerzo bélico ucraniano no tiene que estar condicionado a ninguna fórmula de paz, que solamente Ucrania misma podrá encontrar. La legitimidad de la guerra de Ucrania no depende de tal o cual diseño de sus reivindicaciones territoriales, sino del hecho de que está siendo invadida y agredida.
3 - Aunque, en definitiva, el hecho cualitativo que cambiaría el carácter de la guerra fuesen acciones de combate de la NATO, forman parte de las zonas grises de este conflicto realidades como una buena parte de las sanciones económicas, la inteligencia yanqui que, al parecer, fue decisiva para hundir el navio-almirante ruso en el Mar Negro y para bajar los varios generales rusos muertos en la guerra y la presencia de los instructores militares occidentales capturados en Azovstal (presencia que era inevitable, a partir del momento en que se le entrega a Ucrania hardware que los militares ucranianos no saben manejar). O sea, no sólo por el futuro posible de esta guerra, sino por su presente, tenemos que estar ya planteando en todos lados algún párrafo anti-NATO, como vos lo planteaste en tu respuesta sobre la petición.
Manuel Aguilar Mora
Estimado compañero Aldo. Gracias por enviarme la declaración en solidaridad con la resistencia ucraniana firmada por varios camaradas de varios países. Estoy de acuerdo con la mencionada declaración, si me pidieran mi firma con gusto la pondría. Con respecto a la polémica entre compañeros antiimperialistas afines, concuerdo también con quienes consideran que es necesario enfatizar el papel criminal de Washington y la OTAN. Pero entiendo los argumentos de Tarcus al respecto después de la amplia circulación de los textos de Boron, Evo Morales y Hanz Dieterich, se imponía necesario un texto diferente y de tajante e incondicional solidaridad con la resistencia ucraniana. Sería necesaria otra declaración centrada precisamente en ese punto, el papel de la OTAN y de Washington, el verdadero amo de la misma, en última instancia un factor provocador clave de todo el conflicto. Te mando adjunto el texto que escribí yo mismo que circula en nuestro boletín de la LUS, Unidad Socialista.
El significado de la guerra de Putin en Ucrania. Ver en https://periodistasunidos.com.mx/2022/05/el-significado-de-la-guerra-de-putin-en-ucrania/ Saludos revolucionarios
Aldo Casas: Amigues y compañeres:
Entiendo que el intercambio de opiniones ha sido y es útil, interesante y en general constructivo.
Yo difundí en la página de Herramienta el texto de la declaración de respaldo a la resistencia del pueblo ucraniano y mi observación al mismo.
Quiero ahora agregar el hilo de los sucesivos comentarios y reacciones que ello suscitó, sin agregar ni quitar nada. Si alguno de los que intervino no quiere que su opinión sea difundida me lo hace saber y, naturalmente, su decisión será respetada.
Creo que no son muy frecuentes las discusiones respetuosas en el seno de la izquierda, por eso me interesa rescatarla. Con mi más cordial saludo.
Eduardo Grüner: Me parece muy bien esta iniciativa de Aldo. El debate que se ha generado aquí es de primerísima importancia (posiblemente el más importante desde el “debate Del Barco”, en lo que se refiere a mi país). Ciertos desbordes de trabajo y algún problemita de salud me impidieron hasta ahora una mayor intervención, y ahora es tal la acumulación de argumentos que me resultaría imposible comentarlos todos –no solo por falta de tiempo sino de competencia, ya que estoy muy lejos de ser un especialista en el tema-. Sin embargo, aunque sea de manera parcial y esquemática, no quisiera abstenerme de tres o cuatro puntos:
1. No me terminan de convencer los señalamientos (como el de Horacio, por ejemplo) a propósito de que incluir el rol de la OTAN sería “abstracto” y minimizaría el tema central, que desde ya es –en esto coincido ampliamente- el apoyo a la resistencia del pueblo ucraniano. Aquí no se trata de enunciar generalidades del tipo “Abajo el imperialismo yanqui” o similares. Mucho menos de pergeñar no se sabe qué teoría de “los dos demonios”. Muchísimo menos de atemperar la culpabilidad asesina de Putin, como parecen insinuar algunas intervenciones. La víctima indudable de la invasión es el pueblo ucraniano, y punto. Y como bien dice Horacio, la invasión putinista ha servido, entre otras cosas, para justificar y fortalecer el avance de la NATO hacia el Este. Pero entonces, justamente: ¿por qué habría que evitar apuntar el dedo a la geopolítica hegemónica de la NATO (subordinándola, si se quiere, al “título principal” de la resistencia popular ucraniana), cuando ella forma parte bien concreta de la muy compleja situación de conjunto? Y encima esa mención serviría para duplicar la crítica a Putin, haciéndolo responsable, por su provocación “objetiva”, del fortalecimiento de la NATO…
2. Dentro de la misma lógica, tampoco me convencen del todo los argumentos sobre el carácter voluntario del ingreso de Polonia y otros países del Este a la NATO. Sin duda eso es cierto. Pero habría que ver –ya adelanté que no soy un experto en la cuestión- cuáles fueron los condicionamientos internos y externos que empujaron a esa decisión, que por otra parte no pueden analizarse por fuera de la caída de la URSS y todas sus consecuencias. Sea como sea, no veo cómo esa voluntad (es fuerte la tentación de decir servidumbre voluntaria, que diría La Boétie) anularía a su vez, de nuevo, la voluntad hegemónica -y frecuentemente criminal- de la propia NATO. Si se me disculpa el anacronismo con fines puramente polémicos, es bien conocido que, durante la conquista de América, muchas sociedades sometidas al imperio azteca se aliaron a los españoles contra el opresor más inmediato, para inmediatamente después caer víctimas del nuevo amo. ¿Disminuye eso en un ápice el carácter genocida del imperio español?
3. Por supuesto que sería preferible que la resistencia del pueblo ucraniano (subrayo una vez más “pueblo”, porque del gobierno no cabe esperar lo que sigue) se estuviera dando una estrategia revolucionaria rumbo al socialismo, etcétera. Pero no es así, entre otras razones porque por ahora esa resistencia la organiza desde arriba el gobierno, más allá de focos más o menos espontáneos o “autoorganizados”. No tenemos pues más remedio que someternos al canónico “análisis concreto de la situación concreta”. La causa de la autodeterminación nacional del pueblo ucraniano contra la invasión putinista es defendible por sí misma, y acuerdo con que hay que apoyarla sin reservas porque es de primerísima importancia en el mundo actual. Claro que no es la única: no está mal que recordemos que desde hace décadas sigue abierta la causa palestina, y que hoy hay entre 18 y 20 otras guerras desarrollándose en África y el Medio Oriente merced a la injerencia del imperialismo (no solo ruso). Pero como atinadamente señala alguna intervención, en este conflicto hay armas nucleares disponibles, y eso aumenta el dramatismo de aquella causa nacional. Esta, repito, es defendible en sus propios términos, independientemente de cual sea su “salida” política, si la hay. Además –y ahora me atengo a otras tesis clásicas como las del “desarrollo desigual y combinado” y la “revolución permanente”- es imprevisible lo que pueda suceder en el curso mismo del movimiento de resistencia del pueblo. Para ejemplificar con algo que he trabajado un poco, la revolución de los esclavos haitianos estallada en 1791 empezó por un simple pliego de reivindicaciones “gremiales” (jornadas más cortas de trabajo, descanso dominical, menos castigos corporales y así); pero a poco de andar los rebeldes descubrieron que no las iban a conseguir sin exigir la abolición de la esclavitud, y que esta no iba a ser posible sin la toma del poder y la declaración de independencia. O sea: de la “reforma” a la “revolución” en la marcha misma del proceso. Digo lo anterior sin dejar de señalar que, en el año 2022, quienes subordinen el apoyo a un movimiento nacional-anticolonial a su carácter nítidamente “revolucionario”, deberían empezar por explicarnos qué quiere decir eso, exactamente, hoy. No se trata de renunciar a la palabra, ni al concepto, ni a la praxis que lo haga posible (soy el primero en protestar contra esas resignaciones); pero convengamos en que, cuando estamos todos de acuerdo en que hoy ya no se trata de la receta del “palacio de invierno”, sigue siendo una gran deuda de la izquierda “revolucionaria” –en primerísimo lugar la partidaria, pero también de los feamente llamados intelectuales “independientes”- una discusión profunda sobre las estrategias actualmente posibles.
4. El tema de la legitimidad de proporcionarle armas a Ucrania es delicadísimo y tiene muchas aristas. Es cierto que se pueden invocar muchos ejemplos históricos, como el del IRA aceptando armas de los nazis para combatir al imperio británico durante la II Guerra. Pero el IRA no era un Estado ni un gobierno, sino –más allá de la opinión que se tenga sobre sus tácticas- un movimiento de liberación nacional. Otro tanto, con las diferencias del caso, se puede decir de los republicanos españoles aceptando asistencia de Stalin. Pero aquí, como dice alguna intervención, las armas van al gobierno, no al pueblo ni a ningún soviet de soldados, obreros y campesinos. Y aún aquellos ejemplos quedan abiertos a la discusión: de haber sido resistentes en Hungría 1956 o en la primavera de Praga, ¿hubiéramos aceptado ayuda de la CIA? Desde ya, no tengo respuestas unívocas para estas preguntas: nuevamente –se me disculpará el mal chiste- me avengo a la “abstracción” del análisis concreto de la situación concreta.
Bien, para poner punto final a lo interminable, reitero mi satisfacción por este estupendo intercambio, y envío mis fraternales saludos.
Silvia Beatriz Adoue: Me gustaría contribuir con una breve reflexión, no sobre la invasión de Ucrania en sí, sino sobre las polémicas que ella suscita.
Hace mucho tiempo, el análisis geopolítico puro viene ocupando los espacios de un debate más anclado en la dinámica del capital y de la lucha de clases. Esa práctica deviene de la lealtad a la "patria proletaria" (expresión más que discutible), que llevó erigir ese excesivo prestigio de la geopolítica, indagando cada vez menos el suelo de la dinámica de las luchas de clases. "O uso do cachimbo entorta a boca", decimos en Brasil. Y privilegiar el análisis geopolítico terminó presentándose como sinónimo de referencia a la totalidad. Lo que suena muy bien a los oídos marxistas.
Solemos decir que no podemos quedarnos con lo episódico, que hay que ver como lo episódico se articula con la totalidad. Pero, de qué totalidad estamos hablando? Lo que está ocurriendo es que la operación de selección, descarte y jerarquización de los datos que consideramos relevantes está determinada por una totalidad que permanece muchas veces en un cono de sombra, pero que organiza esos datos. A veces, se impone arriba de la estructura de sentimientos que nos lleva a inmediatamente la lealtad para con la gente de a pie de los territorios agredidos, con los jóvenes soldados rasos, conducidos a una guerra cuyas causas raramente comparten. Eso que, antes que nada, es una estructura de sentimientos, venimos llamando por más de un siglo y medio de internacionalismo proletario, y es la reacción primera y casi impensada. A veces, decía, las elecciones que hicimos en el pasado nos arrastran a reacomodarnos, confundiendo "ciencia de los fatos" con el fatalismo de "ciencia de los fatos consumados" según la cual fue bueno, porque así ocurrió -y no habría podido ser de otra manera. Me quedo con Brecht, para quien no podemos aproximarnos a la realidad concreta sin considerar que ella contiene su reverso: lo que podría ser. Al contrario, veo que se hacen malabarismos para justificar que no nos equivocamos. Y, terca y neuróticamente, repetir análisis de totalidad que ni de lejos se asemeja a la totalidad de la dinámica histórica en la que nos encontramos.
Por eso, con Maria Orlanda Pinassi, Gabriela Guillén y Judite Strozake optamos por no dedicarnos tanto a la invasión de Ucrania como a la dinámica del capital y los intereses de las potencias que la desataron*. Más allá de las justificativas ideológicas que circulan, que forman parte de la inteligencia y contrainteligencia de las potencias y que vemos replicar sin mayor análisis entre muchos de nuestros compañeros. La web se ha tornado al mismo tiempo infraestructura irrecusable del nuevo modelo de acumulación e instrumento ideológico del mismo. Forma un tipo de recepción y circulación al estilo bombardeo de paquetes cerrados que recibimos y repasamos en un ritmo alucinado, ajeno al tiempo humano de reflexión.
Aldo Sauda:Companheiro Del Roio. O que mais questiono no seu texto é esta ideia das relações internacionais com uma arena centrada nos EUA enquanto Deus Ex Machina.
Com certeza, em 1991, logo após a primeira guerra americana no Iraque, os EUA se impuseram hegemonicamente sobre todo Oriente Médio e no leste em geral, mas este ápice, o "unipolar moment" do Krauthammer, passou faz muito tempo.
As grandes derrotas militares americanas no Oriente Médio, primeiro em Bagdad (2005-2008) com a vitória do Irã na guerra civil iraquiana [ver, por exemplo, o relato do Iraq Study Group Report], seguido na mesma época pela rearticulação do Taliban e da resistência Pashtun em Kandahar [ver Anand Gopal, No Good Man amongst the Living], qualquer perspectiva de dominação unipolar americana na região - e no mundo - foi enterrada.
Não me refiro apenas na esfera militar, mas principalmente econômica. Para além dos fluxos de circulação de mais-valia relativa extraídas da China (a maior potência industrial do mundo) metamorfoseadas em aquisição de petróleo e gás natural do golfo, que por sua vez se transforma em aquisição de armas exportadas pelo complexo militar industrial norte-americano aos países árabes, é preciso também destacar que o próprio capitalismo russo está plenamente integrado a região. Esqueçamos o açougueiro de Damasco e vejamos apenas o grau de integração entre a economia dos Emirados Árabes e a Rússia; ela está estampada na imprensa financeira global! O dinheiro russo hoje, fugindo das sanções europeias e americanas (para não falar dos Yachts dos oligarcas) corre a Dubai e Abu Dhabi, não por acaso. É exatamente porque os EUA é apenas mais um ator capitalista no golfo pérsico e no mundo - o mais forte, mas longe de ser o último. Estes fluxos de capitais, multipolares, estão muito bem expostos por Adam Hanieh em Money, Markets & Monarchies.
Inclusive, o debate de que os EUA está em declínio, possivelmente terminal, é realizado pela própria burguesia anglo-americana. Ontem mesmo, na capa do FT, estava a pergunta, "os EUA caminham para uma guerra civil?" - este tema não é novo, em dezembro do ano passado, o Gideon Rachman, provavelmente o mais sofisticado dos analistas de geopolitica da burguesia, publicou um artigo muito interessante - chamava-se "a tale of two cities, Washington e Beijing". Segundo Rachman, uma rápida análise da bibliografia recente publicada nos EUA e China revelam sentimentos (e possivelmente tendências) opostas; enquanto a burguesia americana só fala sobre seu próprio declínio, fragmentação e a hipótese de guerra civil, a classe dominante chinesa publica mais e mais sobre o crescente sentimento de empoderamento nacional.
Mas o principal problema em colocar os EUA como Deus Ex Machina, ao meu ver, está em apagar a autonomia, espontaneidade e ação direta das massas - em particular das novas gerações.
É quase não aceitar o balanço dessas novas gerações (seja no Brasil em 2013, na primavera arabe ou na Belorussia ano passado) sobre o verdadeiro e inquestionável desastre que foi o socialismo real do século XX. As novas gerações não querem repetir os erros passados - e isso é bom, não ruim.
A Ucrânia atravessou uma Revolução em 2013-14. Esta revolução foi limitada, rapidamente direcionada para um dos dois campos burgueses em disputa, marcada por todas as contradições possíveis, mas ao se ignorar a Euromaidan (transformando-a em uma conspiração unidimensional) se ergue uma barreira intransponível para se entender oq ocorre hoje na Ucrânia.
Marcos Del Roio: Apelo ao meu direito de divergir mais uma vez. Me parece que a debate perdeu o foco essencial do que está em jogo na Ucrânia. A Ucrânia é apenas uma peão numa partida muito maior que é o empenho desesperado dos USA de retardar o seu declínio e enfrentar a crise estrutural do capital. Precisa controlar as fontes de energia como o gás e o petróleo, submeter a Europa para que se volte contra a Rússia e a China. Todos os movimentos de ampliação da OTAN / NATO em direção a Europa oriental tiveram esse objetivo. Atravessar a Rússia significa controle de recursos e fechar o cerco a China. Evidente que pra a China e para a Rússia a vantagem é atuar a novel do comercio. Mais óbvio pra a China, mas também para a Rússia, a qual interessaria as melhores relações com a Alemanha pra poder absorver tecnologia em troca de energia e alimentos. A intervenção dos USA na Ucrânia, patente desde 2004, pelo menos, se consolidou com o golpe de Estado de 2014, quando forma mobilizadas milicias neonazistas – muito visíveis nas mídias e reconhecíveis pelas saudações e pelas suásticas. A declaração explicita da posição de classe foi o incêndio no prédio dos sindicatos de Odessa, que matou dezenas de militantes operários. Assessores americanos e ingleses, seguidos também de mercenários (alguns presos recentemente) começaram a aparecer em maior número. A colocação fora da lei dos comunistas e de toda a esquerda foi um passo a mais na instauração da ditadura, que se mostrou sanguinária e genocida contra as regiões orientais de população operaria e russofona. A proibição da língua russa foi o cumulo nessa senda. Avalia-se em 14 mil mortos nas regiões bombardeadas pelo batalhões neonazistas (que foram incorporados ao exército ucraniano). Treinados e armados pelos anglo-americanos (mas não só) o regime ucraniano se preparava para o ataque às regiões que resistiam a nova ordem.
A Rússia percebeu a clara manobra de cerco e procuro negociar termos de garantia pra a sua segurança, já que a instalação de misseis na Ucrânia poderia colocar em risco a própria Moscou. O acordo de Minsk (setembro de 21, se não erro) era o caminho para um compromisso. Acontece que USA e forças internas da Ucrânia sabotaram o acordo, Alemanha e França nada fizeram para evitar o desastre. A opção foi pelo conflito militar e a Rússia, por pressão interna, da esquerda da Duma, foi obrigada a intervir: estavam em risco os interesses existenciais da Rússia.
Nesses 100 dias de conflito as coisas mudaram bastante. Antes a Rússia pedia uma Ucrânia neutra do ponto de vista militar (algo como a Finlândia, até alguns dias atrás), federada (que respeitasse a diversidade etnolinguística do pais (e que mantivesse o comercio ativo, é claro).
Agora a tendencia é que a as republicas federadas da Ucrânia oriental possam se juntar a Rússia, mantido tb o território já ocupado ao redor do mar de Azov. A questão é Odessa, cidade russofona, de tradição revolucionária, martirizada mias uma vez pelo neonazistas.
Como disse certa vez Karl Liebknecht “o inimigo esta em casa”. O maior inimigo dos povos da Ucrânia é o regime político entreguista que se beneficia com armas e mais armas que lhe são enviadas que faz dos ucranianos a vítima maior, meros instrumentos da estratégia do grande capital financeiro pra se manter vivo.
Uma ultima nota sobre as contradições no campo imperialista ocidental (o principal inimigos dos povos). USA e Grã-Bretanha tem posição mais agressiva, de esticar os riscos ao máximo, contam com apoio da Polonia e Lituania na linha de frente (cujos interesse em abocanhar pedaços da Ucrânia é mais que evidente). Alemanha e França começam a perceber no labirinte em que se meteram. A guerra econômica e cultural contra a Rússia rebate contra a Europa, com inflação em alta, moeda desvalorizada, crise energética e alimentar. O rublo é a moeda que mais se valorizou no mundo neste ano.
Aos que defendem a paz e lutam pelo socialismo o cerne da luta deve ser: contra o imperialismo USA-Europeu, pela dissolução da OTAN, pela solução negociadas dos conflitos internacionais. Certo que apoio ao regime neonazista do comediante de Kiev só pode manter esses objetivos mais distantes.
Horacio Tarcus: Estimadoxs, yo también celebro el intercambio. Tratando de no sobreabundar (creo que se ha argumentado muy bien desde diversos posicionamientos), quisiera hacer apenas dos observaciones.
Una, dirigida sobre todo al argumento de Eduardo. Si el apoyo a la defensa de los ucrananos frente a su opresión imperial es "incondicional", no deberíamos exigirles que se pronuncien hoy contra la OTAN. Lo que ofreceríamos es un apoyo "condicional". Queremos que si los apoyamos en sus luchas y sus principios, ellos también apoyen los nuestros. Entonces: no al imperialismo ruso, no a la OTAN, y todos contentos. Pero la Declaración está pensada como el apoyo a una resistencia que tiene lugar aquí y ahora, de ahí la urgencia y el llamado a lo concreto. Si la resistencia apela a las armas de la OTAN, y Ucrania ingresa incluso en la Asociación Atlántica, se topará a su turno con la hegemonía estaodunidense y sus aliados occidentales. No creo que ningún combatiente ucraniano lo ignore. Creo que es el único escudo que tienen disponible hoy por hoy. Si es un escudo que les sirve para detener la agresión, e incluso para salir victoriosos en la defensa de su territorio y de su pueblo, creo que deberían contar con el respaldo realmente incondicional de las izquierdas.
Eduardo objeta mi apelación a lo abstracto de la "posición de principios" de añadir "Abajo la OTAN" o consignas por el estilo. No creo que sea este el espacio para discutir sobre la dialéctica de lo abstracto y lo concreto. Cada uno tendrá su Karel Kosik a mano, su Ilienkov al uso. Creo que un ejemplo que hemos vivido los argentinos (y no sólo nosotros) puede ser ilustrativo. En septiembre de 1979, bajo la dictadura militar que asoló nuestro país, llegó a Buenos Aires la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, un organismo que depende de la Organización de los Estados Americanos. La CIDH seguía entonces los lineamientos de la política de derechos humanos de Jimmy Carter. Recuerdo el clima de desconcierto que se generó en la izquierda argentina: Prestar declaración, se decía, seguramente debilitaría a la dictadura militar pero implicaba legitimar la política imperialista, que desatendía en su propio país los derechos de las mujeres, de los afrodescendientes, de los migrantes... Hubo que optar, y sectores de las izquierdas participaron de la declaración --recuerdo ahora en particular, entre otros, el valiente testimonio del abogado Enrique Broquen. Creo que llegar a la sede de la Comisión con una pancarta que dijera "Abajo el imperialismo yanqui!", "La OEA, ministerio de colonias estadounidense" hubiera sido "abstracto". Porque el imperialismo yanqui es una realidad, y la OEA efectivamente un ministerio de colonias. Pero en ese momento, esas verdades, que la izquierda argentina nunca dejó de enunciar, no podían ser enrostradas: "Señor imperialista, vengo a presentar mi denuncia, ayúdeme por favor".
Segunda objeción, dirigida a otro amigo argentino. Ariel, si proclamás el desarme unilateral (y yo te acompaño en tu reclamo), luego tenés que sostener el derecho de resistencia a un país como Ucrania que justamente renunció a su arsenal nuclear... ¡para que lo dejaran en paz!
Silvia, en una reflexión aguda de hace un par de días, se refirió a cierta estructura de sentimientos que nos lleva a solidarizarnos con los que son oprimidos y nos reclaman solidaridad con su lucha y su resistencia. Creo que todos intentamos adecuar esa sensibilidad social, política, cultural con nuestros encuadres teóricos, y viceversa. Por eso, no puedo menor que desacordar con mi amigo Ariel cuando afirma "Yo no soy ucraniano". Compañero: hace 100 días todos somos ucranianos. Quiero decir: me siento interpelado por esos compañeros del Movimiento Social de Ucrania (SRU) que han señalado la falta de solidaridad de los latinoamericanos, me siento interpelado por los compañeros anarquistas que participan en las brigadas de voluntarios. Abajo copio algunos enlaces sobre estas experiencias que me hicieron llegar dos compañeros.
Y me siento avergonzado por el "campismo" latinoamericano, por el poder de veto que todavía ejercen sobre nuestras cabezas los Estados de Cuba, Venezuela y Nicaragua, sobre todo a través de sus intelectuales orgánicos. Me alegra que dos compañeros hayan señalado sus discrepancias con quien ha señalado que "Ucrânia é apenas uma peão numa partida", un peón que bien debería sacrificarse en función del ajedrez geopolítico. Me suena a neo-stalinismo, aunque los "Estados-guía" hoy sean otros. Eduardo, Ariel, les pregunto expresamente: ¿no les parece que hay un "inconsciente político" putinista en América Latina, aunque sean pocos los que lo expresen tan abiertamente como Del Roio, Borón y Heinz Dietrich..?
Jesus Jaen: Estoy de acuerdo con la declaración. Me parece una base suficiente. Clara y valiente ante los graves errores que está cometiendo un sector importante de las izquierdas a nivel internacional.
Pablo Regalsky: Muchas gracias Aldo, muy buena la discusión aunque creo que tratar de hilar demasiado fino es innecesario. Está en cuestión la resistencia a una invasión imperialista, no hay mucho que discutir frente a eso para decidir de qué lado está uno. Saludos
Zbigniew Marcin Kowalewski : La amenaza del uso de las armas nucleares por los EE.UU. apareció ya durante la batalla de Dien Bien Phu. Las ideas de Thompson, Sacristan y Ariel se aplican, me imagino, ya a la primera guerra de Indochina. En vez de combatir, ganar la histórica batalla mencionada y expulsar el imperialismo francés, abriendo el camino a escala mundial a la liberación de los pueblos coloniales y dependientes, lo sensato sería que Ho Chi Minh ordenara un desarme unilateral prometiendo a los vietnamitas que en dos generaciones "absorberian" al colonialismo francés (aunque no lo lograron hasta entonces, durante varias generaciones más). O que, en vez de construir un ejército, armar al pueblo, llevar a cabo una guerra de liberación e ir a la decisiva batalla de Dien Bien Phu, que Ho Chi Minh y el general Giap se sumaran en una profunda meditación sobre el "aparente utopismo de los pacifistas" que ya entonces, me imagino, "resulta[ba] ser la única vía realista de salida". Si no lo hicieron entonces, en todo caso deberían imperativamente hacerlo durante la segunda guerra de Indochina, cuando el peligro de una conflagración nuclear mundial era aún más grande.
En vez de seguir su camino guerrerista y después de haber derrotado el imperialismo francés derrotar también el norteamericano, deberían operar una conversión mental indicada por Sacritan y Ariel. Bien. No lo discutiré porque lo que me distingue de los pacifistas es que, cuando se desata una guerra como la de Indochina, primera y segunda, o la de Ucrania, soy guerrerista. Lo digo sin reserva, aunque a alguien le suene feo, para que no nos olvidemos que los pacifistas y los guerreristas no se entienden ni un ápice, por lo cual las discusiones entre ellos son estériles.
En cuanto a otras cosas, como sus afirmaciones de que Ucrania "ha desarrollado durante años una política de nacionalismo étnico" y "lo son los millones de rusófonos de Ucrania que vieron menoscabados sus derechos incluso lingüísticos", etc., diré solamente lo que dije ya en un mail anterior: que la fuente de esta "información" es siempre una sola; dije también donde se ubica y como se la transcribe y firma sin ponerla entre comillas. Una cosa es sistemática en este plano: las transmiten personas que jamás han dicho una sola palabra sobre la opresión nacional, rusificación, colonialismo de asentamiento, exterminación, expansionismo, etc., por el Estado ruso.
Aprovecho la ocasión para decirle a Ariel que no me siento ofendido ni molestado en lo más mínimo por Eduardo. Lo único que me repugna aquí, contra los elogios de una discusión supuestamente respectuosa que hemos tenido, es la aparición, comentada ya por Aldo, de la voz de un profesor universitario que, me imagino, pertenece a una secta "rojiparda", de extrema derecha, de inspiración moscovita, y nos transmitió un discurso fascista que llega desde Moscú sobre los pueblos ucraniano y polaco, amenazandonos con la exterminación.
Respondiendo a Eduardo: Mi mail precedente no era un comentario a su posición. Lo terminaba cuando llegó el suyo. Entonces anadi en el párrafo final una breve referencia al suyo, limitada a la cuestión de las, llamadas así por el, delicadezas concernientes al suministro de las armas a Ucrania. Discutí en mi mail exclusivamente una cuestión, la del apoyo a las luchas o guerras por o en defensa de la independencia nacional, independientemente del carácter de clase u otro de la dirección política del pueblo que lleva a cabo una lucha o guerra así. Sin embargo, Eduardo esquivó el problema al contestar: "¿Lenin y Trotski apoyaron en su momento al gobierno “feudal” afganistano? Claro que sí, pero eran Lenin y Trotski: dirigentes de un estado revolucionario, no de la OTAN. No veo la comparación posible". ¿Qué tiene que ver aquí la OTAN, sobre la cual en mi mail no dije una sola palabra? Se trataba del principio de apoyo de la izquierda internacionalista, independientemente de si ejerce el poder o no, a este tipo de luchas o guerras.
En lo que concierne el carácter de clase de la dirección, en el cual Eduardo insistió tanto hace algunos días, ahora relativiza el asunto poniendo feudal entre comillas y de repente escamotea el carácter de clase de la monarquía etíope en la época de la agresión italiana. Parece que para Eduardo basta atribuirle una intención modernizadora o "progre" a un Haile Selassie para que su insistencia en el carácter de clase de la dirección se esfume. Que "progre" o modernización experimentó bajo este monarca la relación de explotación, a la cual estaban sometidos los campesinos etíopes, y que le quitó su carácter feudal?
Para resumir: me he educado políticamente en la idea firme que frente a los acontecimientos históricos de la talla de las guerras y revoluciones se toma una posición decidida desde el primer momento. Meditar, reflexionar, filosofar, proclamar "pero la OTAN", considerar "delicadísimas" las cuestiones como el suministro de las armas a los invadidos por un inmenso imperio y la más grande potencia nuclear del mundo a los que defienden desesperadamente su independencia conquistada hace apenas treinta años, después de siglos de opresión, que incluian, en 1932/33, un genocidio llamado hoy Holodomor, y algunos anos mas tarde el Gran Terror estalinista: hacer todo eso tres meses despues del estallido de la guerra o es un lujo de los que estiman de hecho que no les concierne, o la expresión del desarme politico, mientras que ciudades enteras se borran de la faz de la tierra.
Lujo o desarme, tanto más que se trata de una guerra que era previsible desde hace ocho años, al menos para los que entendían o querían entender sinceramente que es el imperialismo ruso y por que su necesidad existencial de reconquistar Ucrania, en vez de fijarse, siguiendo la orientación que venía durante todos estos años desde Moscú, en un que otro monumento de Stepan Bandera (sin leer sobre él siquiera lo que hay en wikipedia), en una unidad militar que constituía alrededor de un 0,2% del personal de las fuerzas armadas ucranianas, o en los caudillos militares rusos de extrema derecha en Donbass que, según lo contó aún recientemente, con toda seriedad, Claudio Katz, "propiciaron la creación de una «república social» y actuaron muy brevemente bajo el mando de un líder apodado «el Che Guevara de Lugansk». Enarbolaron estandartes de izquierda, reivindicaron al mundo soviético y retomaron la tradición bolchevique con recitados de la Internacional."
Eduardo Grüner: Lamento mucho que la nueva intervención del compañero Zbigniew (nombre de pila que me encanta, porque me hace acordar al gran actor de Wajda, Zbigniew Cybulski, si lo estoy escribiendo bien) sea tan descomedida y por momentos insultante (“antimperialismo de pura apariencia o fachada, ficticio, hipócrita”, etcétera), perdiendo el tono de respeto –dentro de la firmeza de las posiciones en debate- que se venía sosteniendo. Pero bueno, passons, como dirían los franceses. Me voy a concentrar en la cuestión de las armas, puesto que Zbigniew solo responde a ese punto de los cuatro en que consiste mi propia intervención –un método polémico raro, ya que está claro que el punto 4 es en cierto modo una conclusión “inconclusiva” de los otros tres –pero, de nuevo, passons-. Si digo “inconclusiva”, es porque precisamente yo digo allí que no tengo respuestas inequívocas a mis preguntas, y él me retruca como si yo hubiera abogado taxativamente por no darle armas a Ucrania, algo que jamás salió de mi “pluma”. Lo siento, pero –yo también puedo ejercer alguna leve ironía- no tengo las recetas ready-made para ser un buen “revolucionario internacionalista”: reivindico mi derecho a tener dudas, como buen intelectual vacilante de estirpe hamletiana. A continuación se me arrojan a la cabeza ejemplos históricos cuya pertinencia, seguramente por la debilidad de mi antiimperialismo, se me escapa. ¿Lenin y Trotski apoyaron en su momento al gobierno “feudal” afganistano? Claro que sí, pero eran Lenin y Trotski: dirigentes de un estado revolucionario, no de la OTAN. No veo la comparación posible. En cuanto al apoyo a Selassie –ese tema lo he estudiado un poco más, en vinculación con mi interés teórico por el fascismo italiano-, me suena un poco traído de los pelos. Para empezar, Selassie no era tan unilateralmente “feudal”, sino, siempre en términos comparativos, un gobernante relativamente modernizador y “progre”, por eso décadas después fue adoptado como una suerte de líder mítico por el movimiento rastafari jamaiquino (el verdadero nombre de Selassie era Tafari, y en la lengua vernácula “líder” o “jefe” se dice Ras). Pero más allá de este dato anecdótico, está claro que nada podemos saber del hipotético apoyo de Lenin, que hacía mucho que había muerto (la invasión italiana a Etiopía fue en 1934). En cuanto a Trotski, que yo recuerde (prometo revisar la bibliografía) efectivamente manifestó su apoyo, pero no está en mi memoria que haya propuesto que los británicos le dieran armas. Pero aun cuando así fuera –lo cual es perfectamente plausible- sin duda no lo hizo sin diferenciar la justa causa del pueblo etíope (o antes afgano) de la naturaleza de su régimen gobernante, que es exactamente lo que hace Zbigniew cuando recuerda, correctamente, que los dirigentes bolcheviques sabían perfectamente qué representaba el gobierno afgano. Insisto en que Zbigniew sí está haciendo la distinción, porque además, de otra manera, sería superflua la aclaración de que debe darse el apoyo a Ucrania “independientemente de su dirección política”: si se explicita esa independencia, es porque hay una diferenciación, entiendo yo. Y eso está muy bien: si no fuera así, durante nuestra guerra de Malvinas la izquierda no debería haber distinguido la justicia de esa causa antiimperialista de la dirección del gobierno genocida de Galtieri. Eso había que hacerlo. Repito que Zbigniew lo está haciendo, y no otra cosa hago yo en mi intervención. Entonces, al menos respecto de este punto, no veo cuál es el problema. La respuesta me parece un tanto forzada, y sus diatribas un tanto desmesuradas.
Siempre con mis fraternales saludos
Ariel Petruccelli: Compañeras, compañeros, hago mía la apelación de Eduardo a mantener la mesura crítica. Puedo entender la pasión de Zbigniew, quien se halla mucho más cerca del teatro de operaciones. Pero en sus diferentes intervenciones hay muchas apreciaciones, como poco, unilaterales. Eduardo se ha referido a algunas. Apostando a la mesura reflexiva, quisiera recordar lo poco que pesan nuestras declaraciones en medio de una guerra. Creo que es más positivo e interesante lo que podamos desarrollar intelectualmente para aclararnos sobre lo que está sucediendo, que los posicionamientos políticos que adoptemos, siempre y cuando haya una condena clara a la invasión.
Como introduje el tema nuclear y defendí una posición pacifista, me permito reproducir un fragmento de Manuel Sacristán, a los efectos de rastrear el origen de esta posición mía. En el intercambio posterior a su conferencia "Tradición marxista y nuevos problemas" (incluida en Seis conferencias, editado por El Viejo Topo, decía el filósofo en las páginas 152-154:
"Personalmente, una de las cosas a las que más tiempo dedico es ésta, la lucha por la paz, y la otra es el trabajo para una de las organizaciones salvadoreñas. Tengo muchos amigos del FLNFM. Por supuesto. Lo que he hecho es reconocer lo contradictorio, lo problemático de la situación. Y no hay más remedio que aceptarlo como es. Es así. No se puede tomar alegremente el riesgo de una guerra ahora, pero tampoco se puede decir, en vista de que no se puede tomar alegremente una guerra, hay que dejar que los gorilas salvadoreños aplasten y se acabó. A mí me parece que tenemos que navegar, como siempre, en una situación de suma complejidad.
Ahora bien, tanto es esa complejidad como la cuestión suscitada por otro aspecto de la intervención, lo que se refiere a la idea de conversión, lo que sí está sugiriendo es un plano todavía más profundo de la complejidad. A saber, la evidencia de que la política, tal como se practica hoy, es algo ya incoherente con las condiciones del mundo contemporáneo, de las políticas de zonas de influencias, de desarrollo de armamentos. Rebasado cierto umbral de calidad de esos armamentos han llegado ya a lo sumo, de tal modo que lo que parece realismo y sentido común de los políticos revela ser una insensatez suicida, mientras que el aparente utopismo de los pacifistas resulta ser la única vía realista de salida. Cuando el movimiento de desarme nuclear europeo, fundado por Thompson en Inglaterra, o la Fundación Rusell, o los Verdes alemanes, se dedican a predicar el desarme unilateral en cualquier país existente, eso desde el punto de vista del político tradicional es un absurdo: cómo me voy a desarmar unilateralmente, el otro entonces podría atacarme. Pero, desde el punto de vista de la eficacia del armamento contemporáneo y su destructividad, a mi me parece ya el único camino realista. Que alguien de verdad dijera "yo me salgo", provocando una dinámica que no sabríamos qué resultados iba a tener.
Thompson, el historiador, ha hecho una vez la siguiente reflexión: supongamos que la Gran Bretaña se sale y que los rusos en vez de ser esas personas más bien gordas, concienzudas y reflexivas que son, se vuelven locos y nos invaden. Pues en dos generaciones la cultura británica reaparece y absorbe la invasión. En cambio, si nos resistimos, lanzamos una bomba y ellos lanzan otras, no reaparecemos nunca. Es, naturalmente, una formulación paradójica, pero que genera el irrealismo radical del supuesto realismo político y, en cambio, el sentido de la realidad de la aparente utopía. Y tiene que ver con la conversión. Claro que hace falta una conversión mental para que lo que era realismo es ya una utopía y lo que parecía pensamiento utópico es ahora realismo. Claro que hay que desarrollar un cierto volver al revés el cerebro tradicional".
El párrafo que sigue a los que he citado es muy interesante, exponiendo una "conversión menos drástica", tomando como base la concepción militar del general alemán Afheldt, la cual, aplicada al presente conflicto, acaso permitiera un tipo de defensa diferente. Tengo mis dudas. Pero en todo caso es una discusión muy técnica.
En cualquier caso, creo que este pasaje de MSL, y otros varios de tenor semejante, merecen una lectura atenta y una discusión calmada. Con cierta disposición a probar "pensar al revés".
Ariel Petrucelli: Permítame saludarlo fraternalmente, más allá de las diferencias presentes. La tradición polaca ha sido sumamente importante para mí, con tres figuras que me han marcado profundamente: Rosa Luxemburgo, Isaac Deutscher y Román Rosdolsky.
Sólo quisiera agregar un comentario -creo que decisivo- sobre sus referencias a la guerra de Indochina. No creo que las ideas de Thompson y Sacristán que he hecho mías se apliquen a la primera guerra de Indochina. Esas situación no es equiparable con la guerra actual. La guerra en el sudeste asiático fue una guerra fundamentalmente de insurgencia/contrainsurgencia. El uso de las armas nucleares tácticas (a las que no habría que confundir con las estratégicas; y tendría que chequearlo, pero creo que ya existían en los años sesenta) no era posible en tal contexto. Esas armas están pensadas para ser usadas contra grandes concentraciones enemigas: una base aérea o naval, un cuartel, una gran concentración de blindados. Nada de esto había en Vietnam. Si a esto agregamos que Vietnam se halla muy lejos tanto de USA como de la antigua URSS, el empleo de armas nucleares tácticas era una posibilidad tan remota que podía ser descartada. La presente, en cambio, es una guerra básicamente convencional que se libra en una frontera rusa.
Para decirlo todo: las posibilidades ucranianas de derrotar a los rusos en una guerra convencional son sumamente escasas (basta observar los resultados de las guerras libradas por las potencias imperialistas para que se haga patente que han ganado casi sin excepción las guerras convencionales, pero han tendido a perder las de insurgencia). USA y la OTAN se cuidan de no desequilibrar el teatro de operaciones, no proporcionando a Ucrania el tipo de armas que podrían generar ese desequilibrio: fuerza aérea táctica con reservas estratégicas. Así las cosas, el escenario es el de una guerra prolongada (o una victoria rusa en el sudeste). Ahora bien, si las tropas ucranianas, aún careciendo de fuerza aérea, tuvieran éxitos decisivos, entonces Rusia podría emplear armas nucleares tácticas para aniquilar a las fuerzas militares ucranianas. Si eso ocurre hay tres posibilidades principales: a) se acaba la guerra con victoria rusa al pasar a un escalón superior en el que Ucrania no puede competir; b) interviene la OTAN y no sabemos dónde terminamos; c) Ucrania cambia tardíamente el tipo de guerra, pasando a no-convencional insurgente.
Lo mejor que podemos hacer para ayudar al pueblo ucraniano es atar las manos de Putín, ayudando a generar un fuerte movimiento de oposición a la guerra dentro de Rusia. Pero no creo que colabore en esta tarea las innumerables muestras de rusofobia fanática (con casos grotescos como la suspensión de actividades académicas sobre clásicos de la cultura de origen ruso en universidades europeas) que se están observando, y que se potencian con las apelaciones belicistas.
Zbigniew Marcin Kowalewski
Ariel, gracias por tu explicación. Pero es para mi muy problemática porque se sabe hoy que en EE.UU. se tomaba real y muy seriamente en cuenta el uso de las armas atómicas tácticas en la batalla de Dien Bien Phu. Por ejemplo, tenemos a este propósito el artículo publicado en 2016 en el Bulletin of the Atomic Scientists, https://thebulletin.org/2016/02/we-might-give-them-a-few-did-the-us-offer-to-drop-atom-bombs-at-dien-bien-phu/ Para la mayor comprensión de la gravedad de aquella situación, o lo que queria decir entonces una bomba atómica apenas tactica, tenemos que tener en cuenta que las bombas atómicas lanzadas en 1945 en Japón eran apenas tacticas.
No estoy de acuerdo con tu idea de que "lo mejor que podemos hacer para ayudar al pueblo ucraniano es atar las manos de Putín, ayudando a generar un fuerte movimiento de oposición a la guerra dentro de Rusia", porque para mi es obvio que un movimiento así en Rusia no se va a generar. Quisiera, desde luego, que esto pasara, pero sé cómo funciona la sociedad rusa. Hubo un modesto comienzo de un movimiento antiguerra, pero inmediatamente quedó muy duramente aplastado y desde hace tiempo no existe. Sin una fuerte derrota militar de Rusia es prácticamente imposible o muy poco probable que un movimiento así se levante allí de nuevo y sea capaz de cambiar la situación. Por esto en nuestra declaración nos hemos pronunciado, desde el título mismo ya, por la "victoria sobre la agresión"; como lo decimos en el texto, deseamos la victoria militar de Ucrania.
Además, creo que contar con que podamos, desde el exterior, “ayudar a generar un fuerte movimiento de oposición a la guerra dentro de Rusia”, es contar con una ficción y de hecho no hacer nada, porque es irrealizable.
En cuanto a Rosdolsky: no era polaco sino ucraniano; se identificaba claramente como tal. La idea de que era polaco viene de la tradición o reflejo que consiste en la reproducción histórica de la invisibilidad de la nación ucraniana. Si no era ruso, entonces era polaco. No, aquí hay un numeroso pueblo distinto de los polacos y los rusos.
En 1918-1919, como voluntario, Rosdolsky combatió durante la guerra polaco-ucraniana como voluntario en las filas del Ejército Ucraniano de Galicia, fuerza armada de la República Ucraniana Occidental, contra el ejército polaco. De este ejército insurgente venían luego los cuadros de todos los partidos ucranianos, desde la más radical izquierda hasta la más radical derecha, en Polonia. Luego militó en el Partido Comunista de Ucrania Occidental (KPZU), que era un fuerte partido independentista, en el Estado polaco. Desde Moscú se lo destruyó a este partido ya a fines de los 20. Se quedó de él un pequeño partido, títere moscovita, liquidado, en 1938, como siempre, desde Moscú, conjuntamente con el Partido Comunista de Polonia (KPP), del cual formaba parte como formalmente una organización regional. Como los del KPP, los cuadros del KPZU fueron exterminados completamente en la URSS durante el Gran Terror y después de la anexión de Ucrania Occidental en 1939-1941 por la URSS. La aplastante mayoría de los comunistas ucranianos (en las dos partes de Ucrania), como también polacos, fueron exterminados por Stalin.
Rosdolsky, aunque era comunista (antiestalinista, desde luego), tenía un gran prestigio entre todas las fuerzas políticas ucranianas en Polonia. Durante la ocupación nazi, metido en el campo de concentración y exterminación de Auschwitz, se salvó porque lo sacaron de alli los nacionalistas ucranianos, los tan famosos como completamente desconocidos por los que gritan tanto sobre ellos en el mundo, “banderistas”. Los llamados "banderistas" lo salvaron, porque entre ellos estaban sus alumnos (una parte importante de los "banderistas" venian del comunismo ucraniano) y porque lo consideraban un gran intelectual que a sus ojos contribuyó mucho a la formación de la conciencia nacional ucraniana.
Ariel Petruccelli:Yo tampoco me hago muchas ilusiones sobre la resistencia a la guerra en Rusia, aunque apoyaré sin reservas toda movilización pacifista, toda deserción, todo acto de sabotaje al esfuerzo militar ruso. Desgraciadamente, la situación es muy delicada. Por eso me parecen importantes estos intercambios. No crea que yo soy un pacifista a ultranza. Elijo el pacifismo en este caso, por las razones que he aducido. Puedo equivocarme, desde luego, pero no pudiendo intervenir materialmente en la guerra, creo que lo mejor que puedo hacer es tratar de pensar con la mayor información y calma posible. Un comandante guerrillero de mi país decía: "los fierros (las armas) pesan, pero no piensan". Bueno, sólo trato de pensar, de alertar sobre ciertos peligros que me parecen están siendo subestimados. Dice usted que “ayudar a generar un fuerte movimiento de oposición a la guerra dentro de Rusia, es contar con una ficción y de hecho no hacer nada, porque es irrealizable". La verdad es que hagamos lo que hagamos en América Latina, será intrascendente. Por otra parte, no creo que tenga Ucrania ninguna chance en una guerra convencional, que es además, precisamente el tipo de guerra que acerca el peligro nuclear. Otra cosa podría ser una guerra de insurgencia. Y en ese caso la opción pacifista se la podría reconsiderar.
En cuanto a Rosdolsky, tiene usted toda la razón. Fue un error de mi parte.
Zbigniew Marcin Kowalewski: Los militares polacos que observan y analizan muy atentamente la situación militar (y cuyos analisis y previsiones por lo general se confirman como validas) plantean que Ucrania vencera si tiene el armamento necesario, pero en este plano hay muchos problemas, muchos retrasos en los suministros, sabotajes importantes por varios gobiernos de los Estados miembros de la OTAN. Por ejemplo, el gobierno polaco quiere suministrar ciertos tipo de armas que Ucrania pide y que no puede suministrar porque la pertenecia de Polonia a la OTAN lo impide o fuertemente obstaculiza. Las primeras semanas eran un horror: la OTAN no creia que los ucranianos combatirian fuerte y eficazmente y no los armaba como hacia falta, aunque fuera perfectamente posible. Esto era la verdadera razón de las grandes perdidas materiales que sufrieron Jarkiv, alrededores de Kiev, Mariupol y otras ciudades. Solo despues de la visita de Biden en Polonia a fines de marzo, cuando el conoció la situación mas de cerca y se encontró bajo una fuerte presión gubernamental y popular polaca, se dio cuenta del clamor generalizado de los polacos: armas para Ucrania, la politica de suministros de armas por la OTAN cambió, pero pasaron otras semanas antes de que comenzara a realizarse en practica, siempre con retrasos, bajo pretextos diversos, grandes incumplimentos, decisiones que se toman y no se ejecutan... Esto es constante. Desde aqui esto se ve bien y es observado con mucha atención por mucha gente y muy criticado.
Horacio Tarcus:Estimadxs compañerxs, quisiera concluir con el presente correo mis intervenciones en este ya prolongado debate. Creo que las cartas están echadas, y los diversos posicionamientos debidamente argumentados y desplegados.
Me permito solamente una breve reflexión sobre el cuestionamiento de Eduardo al “Todos somos ucranianos”. No puedo sino estar de acuerdo con él en que la eficacia de una declaración de solidaridad internacional con un pueblo que resiste proviene justamente de estar enunciada por aquellos que no están sufriendo esa opresión, o están sufriendo una opresión equivalente en otro rincón del mundo. Convengamos: es una verdad de perogrullo. Pero un slogan como “Todos somos judíos-alemanes” o “Todos somos indeseables”, como levantaron los estudiantes parisinos aquel 23 de mayo de 1968 en solidaridad con Daniel Cohn-Bendit, tuvo un extraordinario plus de significación y de radicalidad. Jacques Rancière ha tomado justamente ese slogan como ejemplo para mostrar la producción de subjetivación “cuando un nombre de sujeto y una forma de predicación instituyen una comunidad inédita entre unos términos y dibujan de este modo una esfera de experiencia inédita que no puede incluirse en los repartos existentes sin hacer explotar las reglas de inclusión y los modos de visibilidad que los ordenan”. Una subjetivación —sigue Rancière— es una “predicación impropia” que “crea lo común poniendo en común lo que no es común”.
Como bien sabemos, el slogan tuvo numerosas derivas: “Nous sommes tous des enfants d’immigrés”, “Nous sommes tous des étrangers”, “Nous sommes tous des sans-papiers”. En 1940, cuando el antisemitismo arreciaba en Europa, un gendarme francés le preguntó a Víctor Serge si era judío. Serge respondió: “No tengo el honor”. No se asumió judío pues no lo era, pero tampoco dijo “No lo soy, soy ciudadano ruso” o “Soy ciudadano belga”, y punto. Era una respuesta riesgosa en medio de una deportación bajo el régimen de Vichy, pero con ese acto tan simple Serge quería manifestar su solidaridad con los judíos en un contexto de antisemitismo feroz. Entonces, como Serge, muchos no judíos tuvieron el coraje se “ser judíos”. De modo equivalente, décadas después muchos corearon “Todos somos palestinos” durante la primera Intifada. Podría proseguir con otros usos políticos semejantes, pero no lo creo necesario.
Mi apelación al slogan “Todos somos ucranianos” fue una reacción a lo que leía (y leo) como un sentimiento de ajenidad ante a un pueblo sometido a una invasión imperial de una crueldad inaudita: “Yo, argentino”. El argumento de la diferencia cultural entre Ucrania y América Latina se desvanece al instante si recordamos que ante la Revolución rusa de 1917 los latinoamericanos no tardamos en incorporar a nuestro vocabulario político innumerables términos de origen ruso. Fuimos “bolcheviques”, “leninistas”, “trotskistas”, “stalinistas”, “bujarinistas”, denunciamos a nuestros adversarios como “mencheviques”, alertamos contra los “kornilovasos”, propiciamos “soviets”, señalamos los límites de la “intelligentsia”, admiramos los “koljoses”, nos enviamos “úcases”… El vocabulario político de las izquierdas occidentales se rusificó en pocos años a partir de 1917, a pesar de la diferencia cultural con la cultura rusa. ¿Por qué esgrimir ahora la diferencia cultural con Ucrania?
Quisiera concluir entonces señalando que la barrera que nos separa de una solidaridad plena con los resistentes ucranianos (en los términos que ellos mismos la están llevando adelante y no en los que a nosotros se nos ocurren) es de carácter político. Ante los ojos de muchos, la Rusia de Putin aparece en el mejor de los casos como “el enemigo de nuestro enemigo principal” (la OTAN). Todo enemigo del globalismo neoliberal sería, en última instancia, nuestro aliado. Por lo tanto, les resulta preferible una victoria rusa, aunque sea al costo del exterminio o la sujeción de todo un pueblo. A los ojos de esta perspectiva “geopolítica”, una victoria ucraniana, o al menos una resistencia ucraniana eficaz, no haría más que fortalecer la hegemonía de la OTAN en Europa. Contra esta concepción va nuestra Declaración. La inspira la ilusión de una izquierda capaz de arrojar de una vez por todas el lastre de ese tipo de visiones instrumentales. No sostengo que Eduardo y Ariel suscriban plenamente a esa concepción, sólo lamento que la mayor parte de sus esfuerzos retóricos y sus estrategias argumentativas estén dirigidos a diferenciarse de nosotros antes que en responder a un reclamo de solidaridad internacional. Lamentablemente, no creo que los intelectuales de izquierda estemos exentos del “narcisismo de las pequeñas diferencias” al que alude Eduardo. A tales partidos, tales intelectuales...
La declaración está bien, señalan varios compañeros con cierta condescendencia, pero hay "principios" que faltan. Sin duda, faltan muchos "principios". Para empezar, falta la condena a la OTAN (una falta tan grave que hace dudar a António de las credenciales antiimperialistas de Zbigniew y a Eduardo de las mías: ¿no abrigaremos simpatías encubiertas por la OTAN?). Añadamos que también falta reivindicar la perspectiva de género, falta reconocer la causa de los pueblos originarios, falta la denuncia al colapso medioambiental, la solidaridad con el pueblo sirio y con todos los refugiados y con los migrantes... Falta todo eso y mucho más. Los compañeros que redactaron la Declaración no se propusieron elaborar el Programa de la Sexta Internacional. Era un llamado urgente a la solidaridad internacional con un sujeto real, actuante y combatiente. Esos sujetos que para la “geopolítica”, la razón de Estado, los "Estados guía", la rusofilia o el rojipardismo son perfectamente ajenos o invisibles. O sospechosos incluso hacerle, consciente o inconscientemente, "el juego al enemigo".
En fin, he dicho lo mío. Si algunos compañeros quisieran responderme, dejaré en ellos la última palabra.
Ariel Petruccelli: Compañeras, compañeros: No hay mucho que agregar a lo dicho por Horacio. Efectivamente, las cartas están echadas. En cuanto a la consigna "todos somos...", lo dicho por Eduardo es correcto, y lo sostenido por Horacio también: son planos diferentes.
Personalmente firmé esta declaración:
https://lis-isl.org/2022/04/14/firma-declaracion-sobre-ucrania/
con la que no tengo acuerdo completo pero en su momento me pareció importante firmarla, a modo de pronunciamiento. Con los compañeros que me la enviaron debatí también ciertas cuestiones. No me parece conveniente el silencio. Pero tampoco creo que debamos comprometernos con posiciones con las que tenemos diferencias.
Eduardo Grüner
Coincido totalmente con Horacio en que ya es hora de parar este intercambio “saturado”. Sin embargo, no quisiera hacerlo sin un par de breves reflexiones finales:
1. En todo momento procuré (cualquiera es libre de pensar que no lo he conseguido) ser absolutamente respetuoso, en el entendido de que este es un debate entre compañeros que estamos del mismo lado. No me reconozco –aunque admito que no siempre es fácil autorreconocerse en lo malo- como cultor del “narcisismo de las pequeñas diferencias”. Si hablo de ellas, es para clarificar las posiciones políticas (no “personales”) en lo que juzgo una importante discusión política (no “personal”). Hace mucho que perdí el interés por diferenciarme a como dé lugar: simplemente considero que los camaradas ucranianos merecen aquella clarificación en el contexto de nuestra declaración de solidaridad, que es por supuesto el objetivo principal. No solo respeto absolutamente, sino que defiendo la postura de quienes objetan la inclusión de la OTAN. La entiendo perfectamente, aunque no la comparta. Es por esto que me cuesta discernir donde leyó Horacio algo sobre “una falta tan grave que hace dudar a António de las credenciales antiimperialistas de Zbigniew y a Eduardo de las mías: ¿no abrigaremos simpatías encubiertas por la OTAN?”. En lo que a mí respecta –no puedo hablar por António- nunca me pasó eso por la cabeza, ni lo escribí en parte alguna, ni creo que pueda leerse entre líneas de lo que sí escribí. Si alguien pudo entenderlo de ese modo, será que me expresé muy mal, y pediré disculpas. Mientras tanto, pido por favor que no imaginemos agravios ficticios, ya tenemos bastante con los reales que nos propina este mundo de mierda. Lo mismo vale –y si ahora soy yo el que malentiende, él me corregirá- para las cáusticas alusiones de Zbigniew a la “meditación”: se trata de un buen lector, cuesta creer que se le haya escapado la ironía. Si así fue, es otra vez mi culpa.
2. En otra época he leído mucho a un interesante filósofo polaco –seguro que Zbigniew lo conoce bien-, Leszek Kolakowski, lamentablemente devenido en su vejez un neocon de derecha, pero que en los años 60 / 70 escribió algunos textos deliciosos (incluidos tres gruesos volúmenes sobre las principales corrientes del marxismo, que no son para nada lo mejor de su obra). En alguno de ellos se burla de la idea de que “todo tiempo pasado fue mejor”, como si las épocas pudieran compararse linealmente, sin atender a sus respectivos contextos históricos, que provocan también desiguales combinaciones de sus propios desarrollos. Digo esto porque quienes hemos alcanzado más o menos sanos y salvos una provecta edad, hemos conocido la felicidad de aquellos años 60 / 70, cuando, convencidos de la inminencia de la revolución mundial o algo así, nuestras polémicas pasaban por cuáles eran las estrategias más adecuadas para ese fin ineluctable (foquismo vs. Insurrección de masas, antiparlamentarismo vs aprovechamiento de las elecciones, socialismo nacional vs internacionalismo proletario, y via dicendo). Ahora estamos discutiendo por la inclusión o no de la palabra NATO en una concisa declaración (una más, como decíamos). Parecería entonces que nuestra época nos ha obligado a bajar mucho, casi hasta el sótano, nuestras intensidades activistas. Pero eso sería hacer oídos sordos al sobrio sarcasmo de Kolakowski. Aquí no se trata de ninguna traversiana “melancolía de izquierda”, sino del realismo crítico (algún Lukács siempre será pertinente) de tomar en cuenta los condicionamientos de la desigualdad de nuestras propias combinaciones del desarrollo actual. Y sabemos muy bien, por otra parte, que las palabras no son superestructuras abstractas ni “significantes vacíos”, al menos respecto del tema que nos ocupa: para volver a Freud: “Se empieza por ceder en las palabras, y se termina entregando las cosas”. El valor para mí enorme que ha tenido este debate –y que insisto en reivindicar, a riesgo de parecer cargoso- es precisamente que se ha desarrollado con ese espíritu, y que a los enojos que puedan haber existido no se les permitió opacar el rigor intelectual ni la camaradería firme. Alguna vez me permití escribir que “hay que desconfiar de los intelectuales que sufren”, así que todo esto es para mí una alegría.
Ahora sí, como hubiera dicho Borges (miren a quien nos asocio), damos por finalizada la discusión. Un fuerte abrazo
...