18/04/2024

Dana Densmore: entre la revolución feminista y la autodefensa

Por Revista Herramienta

En el periódico feminista radical de la organización, No More Fun and Games. A journal female liberation (No más diversión y juegos: un diario de liberación femenina) Roxanne Dunbar y Lisa Leghorn aconsejaban a sus pares "separarse de los hombres que no trabajan conscientemente para la liberación femenina". Mabel Bellucci, activista feminista queer e integrante del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) en el Instituto de Investigación Gino Germani (IIGG)-UBA y de la Cátedra Libre Virginia Bolten de la UNLPlata revisa la genealogía del separatismo y las células de destrucción del orden jerárquico sexista de fines de la década del 60.

Hacia 1968, Dana Densmore surgió de las entrañas del movimiento de mujeres de Boston como una activista feminista con proyección futura. Hija de la historiadora con especialización en economía, Donna Allen, quien fundó, en 1965, Women Strike for Peace (Mujeres en Huelga por la Paz), organización que luchaba contra las armas nucleares y la Guerra de Vietnam, entre otras tantas reyertas. Convocar a una huelga era, por cierto, un llamamiento a la desobediencia civil. Una desmesurada apuesta estratégica de la resistencia antibelicista que pulsó a mujeres varones jóvenes a usurpar las calles de New York, Chicago, Washington y California, bajo la emblemática consigna que trascendió hasta el presente, “Hagamos el amor, no la guerra”.

Por ejemplo, la poeta feminista Margaret Randall, en el prólogo de su libro Las Mujeres, agosto de 1969, contaba lo que acontecía dentro del movimiento antiimperialista donde las feministas se desenvolvieron con soltura: “han sido esenciales las acciones más radicales antibelicistas: quemaban los archivos de reclutamiento del ejército; destruían las credenciales electorales para impugnar al sistema político; repudiaban el sufragio bajo la consigna “devolvamos el voto”; sostenían huelgas de hambre en prisión hasta llegar a inmolarse, todos eran gestos de desobediencia civil”1. Por consiguiente, Dana desde su adolescencia se socializó en ese clima familiar de resistencia social y política dentro de un contexto histórico tan hostil como fue la guerra fría en pleno período macartista. A lo largo de la década del cincuenta, Estados Unidos desencadenó un extendido proceso de declaraciones, acusaciones infundadas, de deslealtad, subversión o traición a la patria, denuncias, interrogatorios, procesos irregulares y listas negras contra personas sospechosas de ser comunistas. Durante esta «caza de brujas» al estado le obsesionaba la infiltración y subversión comunista de la intelectualidad, la política y artistas de Hollywood. No obstante, Dana se involucró en grupos y publicaciones que bregaban por la liberación de la mujer con un viraje crítico contra el régimen de dominación del varón sobre la mujer y en pos de la revolución feminista. Su segunda prioridad fue la autodefensa. Estudió Tae Kwon Do en la escuela de artes marciales feministas de Jayne West.

Entre tantas palabras y verdades sin sosiego, el activismo feminista fue al encuentro de la acción. Así, nació en 1968 y se mantuvo activo hasta 1973, el colectivo Cell 16 fundado por Roxanne Dunbar, quien colocó un anuncio en el subterráneo de Boston llamando a la creación de un frente de liberación femenina. Las primeras en acercarse fueron Dana Densmore, Lisa Leghorn, Betsy Warrior y Abby Rockefeller. Dunbar, profesora emérita en el Departamento de Estudios Étnicos de la Universidad Estatal de California, cuenta en la página She’s Beautiful When She’s Angry (Ella es hermosa cuando está enojada) que “en Cell 16 decidimos hacer de la defensa personal una prioridad para la organización, porque parecía muy importante en Boston. En el verano de 1968 hubo asesinatos en masa de mujeres, y nunca fueron identificados. Y los titulares fueron “More Slain Girls” en los periódicos, en todos los quioscos. Así que empezamos a patrullar en las calles de las fábricas que se encontraban junto al río, donde las mujeres eran constantemente asaltadas y violadas. Formamos todo un proyecto en torno a la violación”.

Para ciertas entendidas en quitarse de encima los lastres del ideal romántico, esta célula se la conocía por su propuesta de apartar mujeres de varones como así también por el aprendizaje de autodefensa de sus militantes. Además, disponían de un grupo de estudio feminista. Allí, activaron las referentes más conspicuas del Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM), entre ellas, Dana.

En el periódico feminista radical de la organización, No More Fun and Games. A journal female liberation (No más diversión y juegos: un diario de liberación femenina) Roxanne Dunbar y Lisa Leghorn aconsejaban a sus pares “separarse de los hombres que no trabajan conscientemente para la liberación femenina”2. A Cell 16 se lo señaló como la primera organización en promover el concepto de feminismo separatista heterosexual. A la vez, aconsejaban la idea de celibato o períodos de celibato, en lugar de relaciones lésbicas como una estrategia política. Y así fue que junto con el placer físico prometido por los varones heterosexuales se derrumbó, como en el crepúsculo de los dioses, el orgasmo vaginal, la penetración y la pretendida frigidez femenina. Tanta agua fue al cántaro que al final se propuso como panacea de la liberación feminista la abstención sexual con los hombres. Pese a ello, historiadoras acreditaron que el Cell 16 ayudó a establecer la base teórica para el separatismo lesbiano. Con certeza, este llamado a la resistencia en la cama posibilitó un cuestionamiento declarado contra la heterosexualidad obligatoria, sin que aún apareciese la oportunidad de asumir públicamente el lesbianismo, como la alternativa sexo-afectiva y política de las mujeres. Todavía no había llegado el turno para que Adrienne Rich y Monique Wittig sean reconocidas como voces propias.

Dana Densmore en su famoso texto La independencia de la revolución Sexual desnudó la serie de hartazgos de las féminas para alcanzar la consumación amatoria: “¿Es acaso una solución salir a coleccionar orgasmos para compensar de todos esos años frustrantes, lamentables? Pero, lo peor, es que aún con una perfecta satisfacción sexual, con un placer libre de culpa, seguimos oprimidas. Después de todo, suficientes mujeres se arreglaron lo mismo para tener orgasmos y seguir oprimidas, sometiéndose completamente a la voluntad del hombre y adorando ser mujer y todo lo que ello lleva implícito”. Primero se publicó en el periódico No More Fun and Games. A journal female liberation. Luego, en noviembre de 1972, apareció reeditado en Buenos Aires en el libro Para la liberación del Segundo Sexo, Ediciones de La Flor, con prólogo de Otilia Vainstok. Ella fue la responsable de seleccionar todos artículos escritos por teóricas y activistas feministas estadounidenses de arrolladora trascendencia internacional. Mientras que en octubre 1973 salió en un paperback (libro de bolsillo) llamado Radical Feminism, coordinado por Anne Koedt, Ellen Levine y Anita Rapone. En su tapa aparecía el siguiente lema: Una antología de escritos feministas radicales del movimiento actual de mujeres. Cuarenta y cinco artículos que van desde lo personal a lo teórico y se basan en gran medida en las notas anuales feministas.

La Independencia de la revolución sexual representó un escrito que aún tiene una actualidad sin precedentes a la hora de pensar los sexos y las sexualidades. Versa de todas los vicios de su época (mezcla entre la vulgata marxiana de condiciones objetivas y subjetivas, la idea de prioridades, la cuestión liberal de pensar el mundo de los afectos en términos económicos de inversión, el biologicismo recalcitrante, el esencialismo mujeril). Sin más, Dana Densmore metió el dedo en la llaga acerca de la tragedia de la emancipación de las mujeres, para citar a Emma Goldman.
De una u otra manera, ellas con sus plumas y protestas radicales, todas integrantes del Movimiento de Liberación de la Mujer, contagiaron el fermento de estallido contra la tiranía del régimen patriarcal y su anhelo de inminente destrucción del orden jerárquico sexista.

1 Randall, Margaret, Las Mujeres, México: Siglo XXI, agosto de 1969, p.21. 

2 Dunbar, Roxanne y Lisa Leghorn, “El problema del hombre”, No More Fun and Games, A journal female liberation, n*2, noviembre de 1969.

Publicado por LAFTEM el 18/12/2018

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