29/03/2024

Constitución, dinámica y desafíos de las "vanguardias" en la revolución bolivariana

Uno de los fenómenos más llamativos y alentadores del proceso revolucionario que vive Venezuela es la emergencia y renovación constante de su base social militante. Por base social militante queremos significar la actividad de cientos de miles de jóvenes, mujeres y hombres que a diario realizan acciones sociales y políticas de diversa índole y maneras. De esa masa, decenas de miles se organizan en forma permanente para la actividad política en diversas agrupaciones de la vida económica, social, política y cultural.

Pero no lo hacen dentro -o a través- de las formas conocidas del siglo XX, excepto el sindicato. Han acudido a diversos tipos de organismos sucedáneos donde lo reivindicativo y lo político se combinan en niveles desiguales pero sin separaciones que constriñan la lucha a una o a otra acción. Por suerte, o por lo que sea, estas organizaciones de lucha viven en estado constante de conflicto entre la presión para ser estatizadas y la natural tendencia a ser autónomas e independientes. Un detalle las caracteriza: todas las organizaciones aparecidas se subordinan al liderazgo del comandante Chávez. Y aún este aspecto no se ha dado en forma ciega, sorda y muda, sino en medio de contradicciones que en 2004 y 2006 han tenido expresiones parciales de fricción con el presidente, aunque nunca de ruptura.

Estas acciones tienen masividad, alta combatividad y sacrificios humanos, y una manera dinámica y desaforada de expresarse: desde 1999 han renovado sus formas organizativas unas veinte veces, expresando en ello tradiciones culturales, fragilidad social, necesidades defensivas y políticas gubernamentales.

Hasta 2002 fue notoria la participación de las mujeres de los barrios, que junto a los jóvenes vivieron un verdadero despertar político en medio siglo. Pero en ambos casos, en forma difusa e inorgánica. Diversos testimonios y documentales mostraron a las amas de casa y jóvenes de entre 14 y 20 años organizando la resistencia al golpismo en los barrios pobres, en las marchas multitudinarias, en los diversos comités sectoriales, en las cooperativas, en la defensa militar y en la aplicación de las Misiones Sociales del gobierno.

Desde 2003, la mujer y la juventud mantienen su protagonismo, pero compartido con la clase obrera organizada en la UNT y con un sector de los campesinos que comienzan a activarse. En los tres casos, lo difuso e inorgánico fue haciéndose más definido, un poco más organizado en los barrios y lugares de trabajo. Puede medirse por la cantidad de organizaciones en las que se agrupan desde 2002. Este ha sido el principal elemento constituyente de su experiencia entre 2001 y 2004.

En ese lapso nacieron casi todas las organizaciones que existen en 2006, entre ellas la central obrera bolivariana, los dos movimientos campesinos, un centenar de agrupaciones barriales, 9 de cada 10 medios alternativos donde militan unos 3 a 5 mil adolescentes y jóvenes menores a los 25 años y un pequeño segmento de viejos y nuevos intelectuales.

También aparecieron las Misiones, que entre 2003 y 2006 llegan a sumar 14. Las cooperativas, que en 2000 no pasaban de 3.800, en 2006 llegan a casi 150 mil, así como la organización nacional de la reserva militar, con casi 700 mil movilizados que además del entrenamiento militar participan de debates políticos dentro y fuera de los cuarteles y en el entrenamiento mismo. Por último, una pequeña organización llamada "Clase Media en Positivo" (contra la otra, que apoyó la conspiración golpista), que moviliza algunas decenas de miles a nivel nacional.

 

MOVIMIENTO Y SECTOR SOCIAL

CARACTERÍSTICAS BÁSICAS

Comités Constituyentes 

Nacieron en 1999 para la Asamblea Constituyente. Se calculan más de 500 en todo el país, pero no hay una cifra creíble. Sirvieron para politizar a la base chavista con la promoción entre las masas de las ideas y debates de la Asamblea Constituyente.

 

Círculos Bolivarianos

Nacieron en 1999-2000 sobre la experiencia de los Comités Constituyentes. Hasta 2003 se registraron unos 150 mil con 13 personas en promedio por círculo. En 2006 quedan unos 5 mil, una parte manejados por funcionarios y parlamentarios.

 

Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora 

Nació en 2002. Es el frente mayoritario, con decenas de miles de campesinos organizados, sobre todo en las zonas llaneras de oriente y occidente. Su programa nacional proclama la revolución agraria y la lucha contra la corrupción y la burocracia.

 

Coordinadora Campesina Ezequiel Zamora 

Nace de una división del FNCEZ, con menos afiliados, pero mantiene un programa de revolución agraria.

 

UNT, Unión Nacional de Trabajadores

Nació en abril de 2003 con 120 mil afiliados. A julio de 2006 contaba 1 millón 800 mil afiliados o seguidores en todo el territorio nacional. Tiene una dirección de pacto con 23 Coordinadores.

 

Consejos Comunales de Planificación

Nacieron en 2006. "....son ya formas de autogobierno que son ley para el Estado y el Estado está obligado a descentralizar recursos y ubicarlos directamente en manos de estos ‘consejos comunales’" (R. Dénis, 2006). Nacieron por Ley de la Asamblea Nacional. No hay cuantificación de participantes; tienden a concentrar a otras agrupaciones barriales como las Mesas, pero sin disolverlas. En su seno está planteado el mismo conflicto de otros organismos: control del Estado vs. Independencia.

 

Asambleas barriales en Caracas 

Algunas reúnen más de mil personas. Todas son de barrios pobres, predominan mujeres y jóvenes. Aparecen según las necesidades, no tienen funcionamiento regular. Algunas reúnen 2 y 3 mil participantes por reunión. 


Indígenas

Existen unos 280 mil aborígenes, 30 o 40 mil están organizados en sus tierras y tribus y tienen parlamentarios propios.

 

14 Misiones sociales

Nacieron a mediados de 2003. Las más militantes fueron las de Salud y la de Alfabetización. Chávez las impulsó contra la burocracia del Estado, pero vivieron el conflicto entre la estatización y su independencia. En 2005 se realizó un Encuentro Nacional de militantes de la Misión Barrio Adentro (Salud).

 

Unidades de Batalla Endógena 

Sustituyeron a las Patrullas y Unidades de Batalla Electoral creadas para la "Campaña de Santa Inés" en julio de 2004 por el Referéndum. Se aplican al plan económico llamado de Desarrollo Endógeno. Tienden a ser funcionales a los ministerios que los financian, pero incluyen a miles de militantes.

 

Frentes Regionales de Salud 

Nacieron en 2003. Se componen de amas de casa, profesionales medios y jóvenes. En algunas ciudades, se organizan debates políticos semanales con centenares de pobladores y participación de ponentes internacionales de cualquier tendencia ideológica.

 

Clase Media en Positivo 

Nace en 2002. En 2005 se convirtió en partido político chavista. Tiende a integrarse al régimen.

 

Comités de Seguridad e Higiene Laboral 

Nacieron en 2003. Funcionan por fábricas y empresas de Estado.

 

Comités de Tierras Urbanas 

Nacieron en 2004. Se organizan dentro y fuera del Frente Nacional Zamorano, reúne alrededor de 4 mil familias en 2006.

 

Comités Guía de PDVSA 

Surgieron como organismos de lucha de base en medio del saboteo a la industria petrolera entre diciembre de 2002 y febrero de 2003. Participaban obreros, empleados, ingenieros y gerentes chavistas. Fueron decisivos en la reconquista de PDVSA. Desaparecieron en 2005.

 

Mesas de Agua 

Nacieron en 2003. En casi todos los barrios de Caracas, Miranda, Maracay y Valencia. Mujeres y jóvenes. Se dedica a organizar la presión sobre los organismos públicos para obtener agua corriente en barrios carenciados.

 

Mesas de electricidad 

Nacieron en 2004. Luchan en los barrios pobres por el servicio de energía eléctrica. Amas de casa y jóvenes.

 

ANMCLA, Asociación Nacional de Medios Comunitarios, Libres y Alternativos 

Nación en 2004. 324 medios de prensa tradicional, de la web, semanarios, quincenarios, radios, canales de televisión y cine, controlan salas de cine. Militantes: 3 a 5 mil.

 

Redes de Conexión Social 

Comenzaron en 2002. No es un organismo permanente. Actúan como mecanismos de articulación entre sectores y movimientos locales para grandes problemas, como la corrupción.

 

Colectivos de base 

Agrupa a movimientos de variado interés barrial, educativo o cultural sin ubicación territorial fija. Aparecen y desaparecen con meses de diferencia.

 

Cooperativas 

Registradas 158 mil en julio de 2006. No todas tienen una función política, pero un amplio sector de ellas actúa en red con las Misiones o con las otras organizaciones como la UNT en la lucha por PDVSA, para recuperar fábricas (ejemplo: la papelera VENEPAL) o en la lucha por la propiedad de la tierra rural y urbana. Unas 30 mil son usadas por patrones y burócratas.

 

Reservistas 

Se calcula entre 700 mil y 1 millón.

 

Religiosos 

Se calcula un millón de evangélicos con Chávez, de los cuales algunos miles se organizan en barrios para llevar "la palabra de Dios contra el imperialismo y el diablo Bush" (cita de un pastor en la Plaza Bolívar de Caracas, agosto 2004).

 

Colectivos de Vivienda 

Nacen en 2004. Luchan por la vivienda urbana y por su propiedad.

 

De artistas 

Nacen en 2004-2005. Artistas, educadores, intelectuales. Son el sector más pequeño de las "vanguardias" del proceso. En 2004 se fundó el Sindicato Nacional de Trabajadores de Museos.

 

Unión Popular Bolivariana

Organización política militante dirigida por la líder barrial Lina Ron, organiza miles de vendedores ambulantes y otras formas de "trabajo informal". Su base son los barrios más pobres, pero actúa como una organización política de la Capital. Su sede es una plaza céntrica bautizada por Lina Ron como "La Plaza de la Revolución". Ha sido útil en la defensa contra las conspiraciones golpistas y las "guarimbas". Lina Ron es el símbolo del antihéroe de la "revolución bolivariana".

 

La masividad del fenómeno se puede medir de una manera estadística y daría un resultado poco alentador, pero cuando la valoración la hacemos en su contexto y dinámica y sobre todo por el peso cualitativo de esa novedad en una sociedad tradicionalmente desordenada y una izquierda de igual signo, entonces el resultado es otro: es un proceso nuevo, enriquecedor, de un acelerado aprendizaje político superador de todo lo que vivió antes. Citemos la opinión de uno de los principales referentes de la vanguardia venezolana, Roland Dénis, intelectual-militante y miembro del Proyecto Nuestra América - Movimiento 13 de Abril (PNA-M13A). Dénis sostiene que el desarrollo es escaso a partir de una relación poblacional:

Esta es una sociedad de 24 millones de habitantes y estamos hablando que esa dinámica progresiva de nuevas organizaciones, nuevos valores, de nuevas prácticas toca alrededor de unas 2 millones de personas. O sea estamos hablando de un 10% de la población en su conjunto.[1]

En sentido contrario, creemos que su argumento es el mejor para demostrar la potencia de la novedad.

Surge el chavismo como movimiento nacionalista

Para comprender la pujanza y vitalidad de la vanguardia venezolana, debemos ubicarla en su dinámica histórica reciente, sin la cual puede resultar un espasmo sociológico.

La investigadora venezolana Margarita López Maya muestra en su libro Protesta y Cultura en Venezuela que

La última década del siglo XX venezolano se distinguió por la sorpresiva vitalidad de la movilización popular callejera en sus principales ciudades, de manera especial en Caracas, la capital y asiento de los poderes públicos. Este fenómeno evidenció la activación de una política de calle, es decir, una peculiar forma de relación y negociación entre diversos sectores sociales y el poder: según la organización civil de derechos humanos Provea, en los últimos diez años que transcurren entre octubre de 1989 y septiembre de 1999, hubo un promedio no menor a 2 protestas diarias en Venezuela (7.092 protestas en total), correspondiendo la etapa de mayor movilización a los años entre 1993 y 1995, que fueron de crisis política, y al año 1999, cuando la protesta se reavivó por el acceso al poder de una nueva alianza de fuerzas. Estos datos de Provea no incluyen las decenas de paros laborales realizados por los empleados públicos en estos años, una de las formas de protesta que más afectó las rutinas de esta sociedad.[2]

Conviene ubicar esta marejada de luchas en el proceso de rupturas sociales, políticas y culturales que produjo la insurrección del Caracazo (febrero de 1989), que a pesar de su apelativo, reducido a la capital venezolana, en realidad se produjo en siete ciudades y decenas de pueblos. Y sobre todo, constituyó un cimbronazo sobre la estructura del poder y la conciencia popular como no se había vivido desde la Revolución popular de 1958. La mayoría de esas luchas (72%) contuvieron violencia callejera, definidas por la investigadora como luchas "confrontacional" y "violenta": 224 cierres de vías, 163 tomas e invasiones, 504 disturbios, 194 quemas y 116 saqueos.[3]

Este mar de acciones contra los tres gobiernos anteriores al de Chávez se concentró, desde la campaña electoral 1998, en un nuevo movimiento nacional, o nacionalista, con el liderazgo del ex teniente coronel conspirador. Sin embargo, dentro de ese movimiento, fueron configurándose experiencias militantes nuevas que desde muy temprano buscaron -y buscan en 2006- salidas o soluciones que trasciendan el antiimperialismo frente a otras que prefieren congelarlo. Pero eso está en curso.

Las perspectivas revolucionarias cuentan en este aspecto clave. Constituye una particularidad si lo comparamos con fenómenos nacionalistas conocidos, menos blandengues al interior, más aparatizados, orgánicos y estatizados que el chavismo al día de hoy.

Dos ejemplos de ello son las Misiones y la prensa comunitaria. Las Misiones nacieron como instrumentos para la redistribución de la renta petrolera, se realizaron por fuera de los ministerios por iniciativa de Chávez para evitar la burocracia propia y ajena (de la IV República). Rolan Dénis se refiere a ellas con acierto:

Por ejemplo, las Misiones en sus inicios -luego se institucionalizan muchísimo- tenían explícitamente una intención de forjar un campo de poder de Estado anti-Estado, anti-burocrático. Es decir, que la gestión de gobierno esté en manos de los movimientos populares...

Dénis define este tipo de movilización militante "movimiento popular administrado", porque "es un movimiento que es muy administrado desde ‘arriba’, desde las direcciones de Estado".

Miles de amas de casa, profesionales y empleados públicos hicieron su primera militancia en las Misiones dentro de los barrios, allí fueron aprendiendo a reconocer enemigos y amigos y a luchar, incluso contra funcionarios del propio gobierno. Un caso conocido fue la huelga de casi 5 mil enfermeras de la Misión Barrio Adentro contra el ministro de Salud Roger Capella, por el pago de los sueldos en 2004. Las enfermeras triunfaron, el ministro fue removido, hoy es embajador en la Argentina.

Los medios comunitarios se mantienen independientes en su mayoría, a 7 años de régimen, como detalló en sus conferencias en Buenos Aires el director de Aporrea, Gonzalo Gómez.

Hemos logrado mantenernos independientes del aparato de poder, aunque hemos colaborado muchas veces con él en diversas tareas que el gobierno no podía asumir, negociamos pequeñas cuotas de financiamiento a cambio de espacios o producciones documentales, pero son muy contados los casos en los que medios alternativos terminaron manejados por algún burócrata o por el gobierno central.[4]

Esa independencia de los medios alternativos domina por ahora las relaciones de la vanguardia con el poder en el sensible terreno de la libertad de información, uno de los instrumentos más codiciados por todo poder establecido. Eso ha garantizado un amplio margen de libertad de prensa, sólo manchado por una decena de casos de censura. El primer caso importante de censura periodística dentro del régimen chavista apareció en 2005 contra el reconocido conductor de noticieros de TV, el uruguayo-venezolano Walter Martínez, amigo del presidente, cuyo programa televisivo fue levantado por condenar la corrupción. Es el primer caso donde el presidente se pronuncia a favor de la medida. Aparecieron otros casos contra radios comunitarias o programas, pero no se ha hecho masivo ni sistemático. Son los signos del conflicto entre estatización y autonomía dentro de la fase de "amesetamiento petrolero" de 2005-2006.

Casi todas las misiones contuvieron el mismo conflicto entre su estatización y su autonomía, vivido por la mayoría de las organizaciones surgidas con -o impulsadas por- el chavismo. Este espacio de conflicto permite la movilidad de reorganización y aprendizaje a las vanguardias venezolanas, dentro de una gran democracia de libertades políticas.

Estos datos son inéditos en procesos similares del continente, si los comparamos con experiencias políticas dentro de movimientos nacionalistas del siglo XX. Incluso en el caso de Juan Velasco Alvarado, que expropió casi toda la prensa capitalista y la entregó a la izquierda, le sirvió para sumar cuadros intelectuales que terminaron por ser promotores acríticos de todas las políticas de su régimen. Más totalizantes fueron los casos del peronismo o el de Getúlio Vargas en Brasil. Tampoco se parece a la malograda experiencia sandinista, que sólo aguantó unos meses de libertades para la izquierda.

El año que despertaron los trabajadores

En el año 2003 entraron a escena los trabajadores como cuerpo de clase, sobre el triunfo revolucionario contra el saboteo golpista en la industria petrolera (diciembre 2002 a febrero del año siguiente). Lo hicieron como siempre lo han hecho en la historia: cuándo y cómo les dio la gana: con sus organizaciones, métodos y vanguardias de clase. No hubo fuerza humana, o sobrehumana, que los obligara a militar masivamente antes de 2003. Pero tampoco hubo nada que se lo impidiera cuando los acontecimientos nacionales los pusieron en el centro de la escena en enero de ese año. Para expresarlo en palabras de su principal dirigente, Orlando Chirino, "...los trabajadores fueron el sujeto protagónico y donde el cuestionamiento era frontal al empresariado y su ‘propiedad privada’ sobre las empresas".[5] Chirino define ese triunfo y el ingreso militante de los trabajadores como "una nueva revolución de carácter obrero", expresión exagerada o equívoca, pero en todo caso expresiva de la fuerza transformadora de aquella acción que, sin duda, marcó -y tres años después sigue determinando- la conducta de la vanguardia política y social venezolana.

La máxima expresión organizativa de esa movilidad de la clase obrera venezolana es la formación de la Unión Nacional de Trabajadores, UNT, fundada en abril de 2003, tras un acuerdo de las principales corrientes y dirigentes que lideraron el triunfo contra la conspiración en la industria petrolera, tres meses antes. El carácter "acuerdista", por arriba, sin asambleas de base, que permitió la creación de la UNT, no le borra ninguna de sus características progresivas, genuinas al servicio del proceso revolucionario. Aunque, es cierto, dejó sembrada la semilla en la central, que año y medio después afloró como enfrentamiento público.

De hecho, la UNT nace en el crisol de las acciones conmovedoras de abril de 2002 a abril de 2003, un año templado de enfrentamientos y tensiones de todo tipo. Unas 8 mil fábricas fueron cerradas por sus patrones, una parte de ellas tomadas o recuperadas por sus trabajadores, centenares de huelgas y movilizaciones. En ese escenario se templó el nuevo movimiento obrero venezolano nacido con la UNT. Es un movimiento que releva históricamente a la CTV (Confederación de Trabajadores de Venezuela, fundada en 1948), central burocrática pasada al golpismo proyanqui en 2002. En 2006, la UNT reúne a casi dos millones de trabajadores, mientras que la CTV sobrevive con unos 200 mil afiliados sin motivación alguna. La UNT se fundó con unos 120 mil trabajadores. La aluvional afiliación y organización en UNT regionales y zonales, en menos de tres años, la convirtió en la más importante organización de masas y de vanguardia del proceso político venezolano. Después de las Fuerzas Armadas, es la más importante estructura nacional con fuerza territorial que existe en el país.

Estas características permiten comprender la furiosa batalla política que se vive en su seno. Cinco fracciones dirimen su destino político y el de la Central, desde el Congreso de mayo de 2006. Las cinco fracciones se dividen en dos partes, cuatro de ellas con las mismas posiciones y propósitos, unidas por su relación de dependencia con el aparato de Estado y el gobierno.

La otra posición, identificada con las siglas C-CURA (Corriente Clasista Unitaria, Revolucionaria y Autónoma), expresa en sus cuatro apellidos el programa que la sostiene frente a las otras. Al mes de septiembre de 2006, C-CURA representa alrededor del 50-60 por ciento de la central. La segunda fuerza la representa la dirigente demócrata-cristiana Marcela Máspero, hija de un burócrata sindical argentino, con alrededor del 30 por ciento. El resto se reparte en las otras tres fracciones.

En forma simultánea, sobre la fuerza desatada por los mismos acontecimientos, irrumpe un sector del campesinado -y de los indígenas como parte de él-, movidos también por la Ley de Tierras (de septiembre de 2001) que habilitó la vía constitucional para enfrentamientos rurales por el derecho a cultivar y poseer "tierras ociosas" que la burguesía abandonó hace décadas o que usufructúa sin derecho de propiedad registrado. Esto colocó, por primera vez desde la Guerra Federal (1860), al campesino pobre contra el campesino rico (que hace mucho ya no es campesino) y generó dos movimientos de militancia ruralista de la que Venezuela no tenía memoria: la Coordinadora Agraria Nacional Ezequiel Zamora (CANEZ) y el Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora. El movimiento campesino es la otra gran conquista social del proceso bolivariano, completando su carácter de clase en los sectores más posternados de la sociedad contemporánea: los campesinos y los indígenas.

Amesetamiento petrolero

La conspiración sistemática patronal-imperialista desarrollada entre 2001 y finales de 2004 no se ha detenido, pero vive un aplacamiento desde finales de ese año, tras siete sucesivas derrotas electorales y dos en la acción física, que obligaron al imperialismo a modificar su estrategia -y sobre todo sus modos- para derrocar a Chávez y derrotar el proceso venezolano.

Un dato indicativo de esa baja de presión del imperialismo es que entre noviembre de 2004 y 2006 el gobierno no ha convocado ninguna otra concentración masiva para enfrentar conspiraciones, excepto las acciones policiales contra los paramilitares colombianos sorprendidos en los primeros meses de 2005.

Desde entonces domina la inversión social a través de las Misiones, la expansiva "diplomacia petrolera" internacional, el ingreso al Mercosur y cosas por el estilo.

Nada de lo anterior ha eliminado las bases del enfrentamiento, pero ahora se expresa en la forma rutilante de una guerra verbal sin precedentes históricos del presidente Chávez contra el presidente G.W. Bush y sus principales voceros. Le ha proferido al jefe del imperialismo mundial no menos de 10 epítetos altisonantes, apodos lujuriosos e improperios de alto escarnio, que en otro contexto histórico habrían sido pretextos para el desembarco de los marines, como en 1902 en Panamá u otros casos de la historia del imperio británico.

Esta pugna verbal adoptó forma institucional en Estados Unidos aún en medio del aplacamiento de 2005-2006.

"En una comparecencia ante el Comité de Relaciones Exteriores del Congreso, Rice hizo un llamado a la comunidad internacional a desempeñar ‘un papel más activo’ y a ‘observar muy de cerca lo que está pasando en Venezuela’, país que este año celebrará elecciones presidenciales." (Agencia Bolivariana de Noticias, 17/02/06). Esta declaración apareció un día después "que el republicano por Indiana Dan Burton emitiera un comunicado en el cual destacaba las preocupaciones de la administración de George W. Bush por las relaciones establecidas entre el Gobierno venezolano y países como Irán y Cuba". (Ibíd.)

Más institucional fue la declaración de un documento del Pentágono sobre planificación a largo plazo:

menciona por primera vez a Venezuela como una preocupación, reflejando la creciente percepción de Washington de que el incendiario populismo del presidente Hugo Chávez representa un desafío a la seguridad de Estados Unidos. La Revisión Cuatrienal de Defensa (QDR) de 2005 dice que una mala distribución de ingresos y débiles instituciones democráticas han llevado al "resurgimiento de los movimientos autoritarios y populistas en algunos países, como Venezuela". [6]

Estas declaraciones, con toda la delicada importancia que revisten, se producen en un contexto distinto al de 2001-2004, de frontal enfrentamiento. Hoy el imperialismo intenta lograr algún tipo de acuerdo -aunque sea transitorio- con Chávez y su gobierno. Para ello se apoya en las inversiones internacionales (22% de crecimiento en 2005), el acomodamiento de la burguesía golpista que desea participar del incontenible chorro petrolero, y el ingreso de Venezuela al Mercosur.

Quien mejor lo reflejó fue el canciller español Miguel Ángel Moratinos:

Él explicó a través de la Red de Diarios América y El País de España lo que conversaron y acordaron en una reunión clave con la jefa Condoleza Rice y Tomas Shanon los días 17 y 18 de junio de 2006. "Washington desea lanzar su agenda regional en la que puede necesitar apoyo". El canciller español aclaró que "España está concentrada en la construcción de una nueva agenda latinoamericana" después de los remezones producidos en los últimos años en la región. Informó que lograron acuerdos parciales para ese fin: "Ya pactamos con Chile, México y Brasil".[7]

La otra característica resaltante de esta fase es que la confrontación se trasladó al interior del movimiento bolivariano.

Este "amesetamiento" del proceso revolucionario venezolano no ha congelado el desarrollo político de su poderosa vanguardia, aún a pesar de la cooptación estatal y corrupción de muchos de sus cuadros, el cansancio, o acomodación de otros y el desenfrenado consumo que abrió la redistribución de la renta petrolera desde comienzos del año 2004. Más bien, produjo efectos imprevistos. Uno: trasladó al interior del movimiento bolivariano la lucha que antes se hacía contra "la oligarquía y el imperialismo". Dos: generó una corriente obrera radicalizada y masiva que sostiene a C-CURA y la figura nacional de Chirino.

Una particularidad del caso venezolano es la característica de su bonapartismo. Su fuerza es al mismo tiempo su debilidad. La sobresaliente concentración del poder en Chávez no se apoya desde su nacimiento en sólidos aparatos nacionales intermedios. Los tres principales partidos de gobierno (Movimiento V República, Podemos y Patria para Todos) no movilizan ni controlan la voluntad popular. La única organización fuerte del bonapartismo venezolano son las Fuerzas Armadas, que desde 1999-2002 viven un proceso de politización que apenas comenzó a ser frenado en 2005. Esta realidad es la que ha permitido los espacios donde han surgido las vanguardias del proceso. La confianza se las dio, sobre todo, haber sido protagonistas de dos triunfos revolucionarios en 2002 y 2003.

Profundizadores y gradualistas

Los cuatro años que van de 2001 a finales de 2004 sedimentaron en Venezuela un estado de conciencia nacional radical antiimperialista. Desde 2005 comenzó a mezclarse con otras formas ideológicas. En buena medida se le debe a Chávez, que promovió la autoorganización de las masas, llamada por él "empoderamiento popular", el debate franco de las ideas y el respeto por la crítica a su gobierno. En esta fase el gobierno se relacionó con intelectuales marxistas o semi marxistas, como Itzván Mészáros, Alan Goods, Petras, Katz, Chomski y otros.

Esa conciencia nacional antiimperialista comenzó antes que Chávez proclamara en julio de 2004 "la apertura de la etapa antiimperialista". Inmediatamente dio paso a la discusión sobre socialismo, desde enero de 2005, cuando habló en el Foro de Porto Alegre sobre el "socialismo del siglo XXI".

Lo interesante es que, en la lucha viva del proceso, la amplia vanguardia venezolana ha ido aprendiendo, a tientas y a golpes de ilusión, que esa "oligarquía" es mucho más que algunos "empresarios malos".

Ese lapso de cuatro años, 2001 a 2004, mostró un cuadro de acciones y enfrentamientos de alta concentración y polarización política. En él ocurrieron dos golpes de Estado, el primero triunfante por 47 horas, el segundo intentado ocho meses después, ambos derrotados por una movilización masiva que acudió a métodos revolucionarios de acciones directas, ocasionalmente armadas y organizadas en forma progresiva; también pertenece a este período el Referéndum Revocatorio Presidencial de agosto de 2004, que se constituyó desde abril de ese año en un acontecimiento nacional e internacional de enfrentamientos que casi condujo a una guerra civil y a una intervención imperialista.

Durante esos meses cruciales apareció, por primera vez, una brecha dentro del chavismo y la militancia bolivariana, adelanto imprevisto de las batallas ideológicas que vive la izquierda y la vanguardia venezolana desde 2005.

Este mismo año, las organizaciones comunitarias venezolanas fueron las garantes de que el fraude del Referéndum no pasara como pretendían el Grupo Carter y la OEA en su negociado con el Comando Ayacucho, formado por los principales diputados del chavismo. Las organizaciones de base se levantaron, paralizaron Caracas e impusieron la suspensión del Comando Ayacucho y la organización de uno nuevo bajo la dirección política de Chávez, aunque sin participación de las organizaciones comunitarias.

Fueron éstas las que se movilizaron por decenas de miles el mismo día del fraude, tomaron la ciudad e impusieron una nueva realidad política que tres días más tarde se trasformó en una acto de más de 250 mil personas con el presidente Chávez en la Plaza Bolívar. Allí se proclamó la famosa "Batalla de Santa Inés", con la que fue derrotada la derecha el 15 de agosto en el Referéndum Revocatorio.

Antes de 2005 esa diferenciación existía pero en formas difusas, todas envueltas en la marea nacionalista y la impronta sobredeterminante del liderazgo de Chávez. Las denominaciones inventadas en la realidad venezolana para identificar ambas corrientes fueron "los profundizadotes" y "los gradualistas", original manera de reeditar la vieja polémica secular entre reformistas y revolucionarios. Como es natural en esos casos, ambas corrientes eran en realidad "espacios" difusos que concentraban militancia nueva que aprendía y militancia más tradicional que hacía frente común, sin que los identificaran los mismos programas y métodos de acción política. Desde 2005, esas diferencias adquirieron vida propia y pública en cada forma organizativa. El espacio donde se manifiesta de manera más sensible y polarizada es en la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), porque es la organización social donde el carácter de clase es más definido y por un dato subjetivo de peso: sus principales dirigentes y cuadros regionales transmitieron a la flamante central una de las tradiciones del marxismo revolucionario del siglo XX: el trotskismo, una corriente que no tiene más de 30 años de tradición instalada en el país.

La mutación del aprendizaje

Esos movimientos "de vanguardia" han mutado tantas veces como lo ha exigido la tensa y cambiante situación política desde 1999. Viven en una permanente creación y recreación constructiva, como ocurrió con los más ilustrativos procesos revolucionarios del último siglo, aunque preñada de una movilidad transversal que a veces asombra.

En 2005, ese desarrollo ha llevado a una maduración política distinta, superior. En primer lugar, comenzó a develar en estos movimientos que la "revolución bolivariana" no avanzará un solo paso más sin la participación activa de estos movimientos, y que eso significa la capacidad de asumir el poder en todas sus formas.

En segundo lugar, se instaló el debate sobre el socialismo entre ellos y de ellos con las masas y los sectores refractarios del poder. Este delicado tema venía siendo sostenido y proclamado por una minoría de esos movimientos (o de dentro de ellos), pero hoy es conversación cotidiana, especialmente a partir de 2005, cuando el presidente Chávez decidió proclamar la necesidad del socialismo del siglo XXI.

Esta nueva conciencia política nacional comenzó a constituirse desde la derrota del golpe de Estado en abril de 2002. Aunque fue alentado por Chávez cada vez que declaraba que él fue salvado por el pueblo y lo invitaba a organizarse para defender sus conquistas. Aunque Chávez hacía esta invitación con Cristo en una mano y Simón Bolívar en la otra, despertó efectos que no buscaba en un sector de la vanguardia.

La materia prima de lo consciente

Este proceso de constante organización de "la vanguardia" bolivariana avanzó a lo largo del año 2003 con las Misiones sociales. Éstas les enseñaron a los movimientos sociales que sin ellos no era posible la aplicación de estas políticas públicas transformadoras. Las más abarcadoras se realizaron por fuera del aparato estatal, con cuadros surgidos de la noche a la mañana, o al revés, da lo mismo. Las Misiones concentran las principales inversiones sociales dentro del Presupuesto Nacional. Continuó a comienzos de 2004 con la derrota fulminante en las calles caraqueñas de las llamadas "guarimbas" (grupos de la derecha de desorden urbano).

Los organismos que determinaron el triunfo del presidente y la continuidad del gobierno fueron las "patrullas electorales" que sumaron a más de 900 mil activistas al nivel nacional. La mayoría de estas personas se integraron por primera vez a una actividad política.

Cuando las situaciones de enfrentamiento son agudas tienden a conectarse en formas intermedias que desaparecen ni bien pasa la coyuntura. La fuerza y dinámica de este movimiento-proceso no deja en paz a ninguna institución estatal o partidaria, dirigentes o funcionarios apoltronados o con deseos de apoltronarse. Han adoptado casi 20 formas distintas desde 1998.

La vieja vanguardia a la retaguardia

En sentido contrario, la mayoría de los partidos y dirigentes de la izquierda tradicional venezolana jugó un papel "de retaguardia" en abril de 2002 y en todas las coyunturas desde entonces. De hecho, representan la franja conservadora del proceso revolucionario. Ellos quisieran que todo se detenga en el punto adonde ha llegado y "vivir felices para siempre".

En la prueba más importante que tuvieron hasta ahora, el golpe de abril, la mayoría sufrió una regresión perversa a sus nostalgias juveniles. Muchos de ellos soñaron con organizarse para "subir los montes y hacer la guerra popular prolongada", como me contaron, sin la menor reflexión, semanas posteriores al 13 de abril. La realidad los hizo descender en forma estrepitosa de su fantasía vanguardista irremediable: los barrios de las nueve principales capitales ya tenían paralizados los cuarteles y el Palacio de Miraflores. La mayoría de la izquierda que acompaña a Chávez en el proceso venezolano había descartado de sus escritos, luchas y conversaciones, la palabra socialismo. Esto fue así hasta los primeros meses de 2005. Tuvo refracción internacional. En la Argentina, por ejemplo, las organizaciones Barrios de Pie y Patria Libre votaron en su plenario nacional del verano de 2004 "suspender la lucha por el socialismo. Estamos en medio de la batalla mundial contra el imperialismo. Chávez es su expresión". (Documento, Barrios de Pie, 2004).

Un año después no sabían qué hacer con las descarriadas páginas, cuando escucharon a su líder proclamando lo que ellos habían suspendido en una extravagante forma oficial, pocas veces vista, excepto en la URSS durante la última guerra mundial cuando se decidió la "suspensión" de la III Internacional.

Esta reacción se repitió en la vieja militancia socialista de Venezuela. Cuando Chávez comenzó a hablar de socialismo, reaccionaron con frases como estas: "El socialismo es uno solo y desde siempre, no se puede refundar", o esta otra: "Hablar de socialismo ahora puede poner en peligro todo lo que se ha hecho en su nombre".

Todo esto es dicho bajo la misma gastada justificación de que "no estamos en esa etapa", o "eso está bien, pero para el futuro"; algunos con excusas peores, como "esta revolución puede resolver los problemas sin meterse en el lío del socialismo", o como me dijo Carlos Asnárez, un nacionalista de la izquierda peronista argentina: "El socialismo es un lindo sueño, pero ahora no se puede, estamos en la etapa de la lucha contra el imperio".

Chávez -y la realidad- los asaltó de nuevo. De repente, todos se pusieron a hablar, y lo más peligroso: a escribir tesis sobre "el socialismo del siglo XXI", cuando hasta el día anterior lo negaban o les asustaba su sola mención.

Felizmente, una parte de esta vieja guardia militante comprendió, se adaptó y se puso a trabajar al lado de la nueva militancia comunitaria y sindical. Otra parte no soportó el desafío y aspira a seguir disfrutando del portaaviones del poder, o se fue, pero no a la montaña sino a la derecha.

La vanguardia se expresa de múltiples maneras y a una velocidad política determinada por los acontecimientos. Esta virtud constituye el motor de la revolución bolivariana, pero se convierte en su principal enemiga al no tener una expresión política nacional o regional de envergadura.

Retos de una vanguardia nueva

Mientras exista el actual proceso político, los movimientos comunitarios serán su sangre y sus vértebras; a pesar de sus carencias y fragilidad ofrecen una base social sobre la cual intentar superar las actuales contradicciones mortales entre una dinámica política francamente revolucionaria y un Estado capitalista aparatoso, fracasado y corrupto por los cuatro costados.

Como dijo con socarrona mordacidad un dirigente popular chavista en el barrio 23 de Enero de Caracas, "entre Chávez y nosotros no hay nada y lo que hay huele a fo" ("fo" es una expresión venezolana que alude a mal olor). No es exactamente así porque están las Fuerzas Armadas como estructura nacional y el aparato estatal distribuyendo renta. Pero es una expresión que refleja el patetismo de un aspecto clave de la realidad venezolana. Para decirlo en una palabra de moda en Venezuela, sin el "empoderamiento" de estos movimientos la revolución bolivariana se vaciaría de contenido social. Y eso, a estas alturas, significa la responsabilidad histórica de ser capaces de desarrollar un proyecto político nacional que sirva de base para la democratización del Estado desde abajo, nutrido por -y apoyado en- estas organizaciones populares genuinas.

La cogestión y las cooperativas que se aplican hoy podrían ser un camino alterno hacia el objetivo, siempre que el objetivo sea la reorganización socialista de la sociedad venezolana.

Socialismo: el último desafío

Chávez, como fenómeno político viene tomando por asalto a la izquierda venezolana y latinoamericana desde 1992. Primero, la puso a pensar en "revolución", luego vino un camino de búsquedas que fue de izquierda a derecha y de derecha a izquierda hasta 2002, ese año nació el Chávez que volvió a enfrentarse al imperialismo, desde la romántica jornada insurrecta de 1992. El último asalto es la propuesta de luchar por un "socialismo del siglo XXI".

La idea del socialismo en Chávez fue precedida, en noviembre de 2004, por la declaración oficial pronunciada por Chávez en un encuentro nacional de dirigentes políticos, populares y del Gabinete, en el Círculo Militar donde negó la perspectiva del "comunismo".

Allí planteó que la economía capitalista debía ser superada por otra, que definió como no "comunista".

"¿Es el comunismo la alternativa? ¡No! No está planteado en este momento, aquí están los grandes rasgos de la Constitución Bolivariana del modelo económico social, la economía social, la economía humanitaria, la economía igualitaria. No nos estamos planteando eliminar la propiedad privada, el planteamiento comunista, no. Hasta allá no llegamos. No, nadie sabe lo que ocurrirá en el futuro, el mundo se va moviendo. Pero en este momento sería una locura, quienes se lo planteen no es que estén locos, no. No es el momento."

A esta declaración le siguió, mes y medio después, el pronunciamiento de Porto Alegre sobre "la necesidad de avanzar hacia un socialismo del siglo XXI". Desde entonces ha repetido la palabra socialismo como bandera discursiva.

El asunto es que a Chávez se le está complicando el tránsito entre sus palabras y la realidad de los movimientos sociales venezolanos. Estos han tomado la declaración sobre el socialismo del siglo XXI como si fuera "un programa de Estado", aún sin saber a qué se refiere la frase. Lo que planteó en el Círculo Militar, en noviembre de 2004, a pesar de constituir un real programa oficial de Estado, terminó desconocido, o no conocido, por las vanguardias. Ellos le han impuesto su propia dinámica.

Decenas de revistas de entidades oficiales se publican en Venezuela desde 2005 para debatir sobre esa idea de socialismo, la mayoría con elaboraciones simplistas y declamatorias, pero con una virtud: debaten sobre el socialismo. Desde 2005 se han publicado siete libros sobre el tema, algunos a manos de intelectuales internacionales como Heinz Dieterich; además de miles de artículos de prensa y varias encuestas que preguntan a la población si le gustaría "vivir en el socialismo". Las encuestas arrojaron cifras curiosas desde 2005. Un 20% no opina, pero el resto se divide en parte casi iguales a favor y en contra de vivir en el socialismo. Lo novedoso es la medición de la opinión de calle sobre socialismo a través de un mecanismo, abierto, no partidario, como la encuesta.

La realidad es que se ha ido conformado una conciencia anticapitalista difusa, a veces con incrustaciones de la simbología bolivariana sincréticamente mezcladas con alusiones al Che Guevara, Simón Rodríguez, Alí Primera o Franz Fanon. Una suerte de magma ideológico recubierto de religiosidad revolucionaria.

Por ahora aparece como una conciencia segmentada, recubierta de expresiones vagas como la lucha contra la "oligarquía nacional". En palabras de Chávez esa expresión se reduce a nombres o grupos de empresarios, haciendo confuso el carácter clasista del proceso. En la realidad, los movimientos tienden a convertirla en emblema de batalla y denuncia contra los empresarios en general.

Este es el nuevo desafío político para la vanguardia comunitaria: "refundar el socialismo del siglo XXI", o sea, hacer ese experimento en Venezuela, o mantener el estado de cosas como está, con el tipo de Estado capitalista que existe, y retroceder.

La vanguardia bolivariana ha comenzado a hacer este nuevo aprendizaje del "socialismo del siglo XXI" con la misma libertad que hizo los anteriores, desde 1999, o antes. Esa libertad política es el dato clave de la dialéctica actual del proceso bolivariano.

El problema no está en ella, sino en la contradicción de no constituir todavía una opción de poder alterno frente a los que se asustan con la palabra que más sigue asustando a la burguesía y al imperialismo. Ese es el desafío actual.


 

[1] Entrevista con Roland Denis, "Venezuela bolivariana: ¿Revolución dentro de la revolución?", abril 2006, Caracas, Venezuela., María Cecilia Fernández.

[2] M.L. Maya, Protesta y Cultura en Venezuela: los marcos de la acción colectiva en 1999, Colección CLACSO-Asdi, Buenos Aires 2002, págs. 9 y 10.

[3] Ibíd., pág. 19, con datos de El Bravo Pueblo, 2000.

[4] Conferencia, Hotel Bauen, Buenos Aires, agosto 2006.

[5] "Orlando Chirino Responde", ApoReportajes, Gonzalo Gómez, Américo Tábata y Nelson Gámez, Caracas, junio 2005, pág. 11.

[6] Diario, Estados Unidos, 15 de febrero de 2006.

[7] Modesto Emilio Guerrero (2006), El Mercosur y la Revolución Bolivariana, Caracas, Ediciones Fundación de Museos de Venezuela, pág. 67.

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