29/03/2024

China: La emergencia de un nuevo imperialismo, por Pierre Rousset

La formación de un nuevo imperialismo[1] es un evento extremadamente raro. Requiere múltiples condiciones previas relacionadas con la situación internacional y las características específicas del país en cuestión. Desde este doble punto de vista, el surgimiento de China nos plantea preguntas inusuales.

Sabíamos que el imperialismo podía surgir fuera del ámbito occidental. Este fue el caso de Japón. Sin embargo, se inscribió en un marco de análisis bastante clásico. La creación de los imperios occidentales no llegó a finalizarse en el noreste de Asia, las grandes potencias competían por el control de China, la potencia japonesa pudo reaccionar de manera preventiva. En cuanto a la estructura social del país, nos parece esencialmente similar a la de los países europeos. El advenimiento del Meiji (1868) aseguró el paso de un feudalismo tardío a un capitalismo moderno: industrialización acelerada, constitución de “un poderoso ejército que se probó magistralmente contra Rusia: por primera vez, una potencia europea fue derrotada por un país asiático, un evento importante que provocó un terremoto geopolítico”[2]... Japón fue así el último Estado imperialista formado a principios de siglo XX.

La transformación del inmenso Imperio Ruso en imperialismo moderno fracasó, en particular debido a las consecuencias de su derrota contra Japón durante la guerra Ruso-Japonesa (1904-1905): sus capacidades militares colapsaron, su flota naval fue destruida en dos etapas: primero la basada en Siberia y luego la basada en el Báltico, enviada como refuerzo. En el plano político interno, la debacle tuvo como contragolpe la revolución de 1905 que inició la crisis del régimen zarista. Derrotada en Oriente por el nuevo imperialismo japonés, luego en Occidente por Alemania durante la Primera Guerra Mundial, Rusia iba camino de convertirse en un Estado dependiente o desmembrado, destino del que escapa gracias a la revolución de 1917.

 Con la formación de los imperios coloniales, casi se logra una primera división del mundo; en adelante, lo que estará en juego en los conflictos interimperialistas será su cuestionamiento.

 

En el corazón de la globalización capitalista y las tensiones geopolíticas

 Al principio del siglo XXI, la China de Xi Jinping se ha convertido en la segunda potencia mundial, en el centro de la globalización capitalista. Se proyecta en todos los continentes y todos los océanos. Para Xi, “En esta era de globalización económica, la apertura y la integración son una tendencia histórica imparable. La construcción de muros o el ‘desacoplamiento´ va en contra de las leyes económicas y los principios del mercado” . Philip S. Golub señala así que "el Partido-Estado se presenta como un campeón del libre comercio y las finanzas globales" , facilitando el acceso, en favor de los grandes grupos estadounidenses, a“ciertos segmentos de los mercados de capitales nacionales (…) y la concesión de licencias para que operen filiales de propiedad total o mayoritaria (…)” . Para The Economist del 5 de septiembre de 2020, “China está creando oportunidades [que el capital extranjero no esperaba, al menos no tan rápido]". La magnitud de las entradas de capital de Estados Unidos en China es difícil de estimar porque "muchas empresas chinas que emiten acciones tienen filiales en paraísos fiscales extraterritoriales". Según un informe de Investment Monitor del 13 de julio de 2021, China tiene más filiales en las Islas Caimán que cualquier otro país "después de Estados Unidos, Reino Unido y Taiwán"[3].

 "Capaz de dictar sus condiciones en sectores industriales clave", el Estado chino está pilotando el avión China, alimentando una vasta red de patrocinio reforzada por la capacidad del partido para imponer una vigilancia generalizada de la sociedad. No se trata de un ‘socialismo de mercado con características chinas’, sino de un capitalismo de Estado dotado efectivamente de ‘características chinas’”[4]. Desde India hasta Corea del Sur, el Estado que impulsa el desarrollo económico no es nada nuevo en Asia. De diversas formas, muchas oligarquías dominantes combinan capital privado, capital militar y capital estatal. El vínculo entre ellos a menudo se establece a través de grandes familias adineradas.

 Heredera de una larga historia particularmente compleja, la formación social china es muy heterogénea. Taller del mundo, su economía sigue dependiendo en parte del capital extranjero y de la importación de componentes o repuestos. Por otro lado, proporciona la base para un desarrollo internacional independiente. En algunas áreas produce tecnologías avanzadas, en otras no puede ponerse al día, como los semiconductores avanzados. Está atravesando crisis de sobreproducción (y deuda) de tipo capitalista que golpean duramente al sector inmobiliario, simbolizadas por la virtual quiebra del gigante Evergrande[5]. Hasta el momento se han desmentido todas las previsiones que anunciaban el estallido de la burbuja inmobiliaria.[6] Pero eso no significa que seguirá siendo así. Como señala Romaric Godin, “aún no se ha dicho la última palabra sobre una posible crisis china, pero las contradicciones del capitalismo de Estado en la República Popular parecen hacerse cada vez más profundas".

 A partir de la década de 1980, el liderazgo chino se preparó para su expansión internacional. Discretamente bajo Deng Xiaoping, agresivamente bajo Xi Jinping. Esta expansión tiene resortes económicos internos (encontrar salidas a sectores de baja rentabilidad y sobreproducción, como el acero, el cemento o la mano de obra). Apela a fuentes culturales profundas: restaurar al "Imperio del Centro" su centralidad, borrar la humillación de la dominación colonial, ofrecer una alternativa global al modelo  de civilización occidental. Alimenta un nacionalismo de gran potencia que legitima al régimen y su ambición de desafiar la supremacía de Estados Unidos.

 Nos encontramos en una situación “clásica” en la que la gran potencia establecida (Estados Unidos) se enfrenta al surgimiento de una potencia en crecimiento (China).

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Condiciones previas internacionales

¿Por qué lo que fue imposible a principios del siglo XX (la aparición de un nuevo imperialismo) podría ocurrir a comienzos del siglo XXI ? A riesgo de simplificación, señalemos dos pasos.

Después de las revoluciones rusa (1917) y china (1949), la mayor parte de Eurasia escapó del dominio directo de los imperialismos japonés y occidentales, conquistando una posición de independencia sin la cual nada de lo que ha sucedido después habría sido posible.

Tras la derrota internacional de los movimientos revolucionarios en la década de 1980 por un lado y, por otro lado, la desintegración de la URSS, el ala dominante de la burguesía internacional cometió el pecado del triunfalismo, creyendo que su reinado sin división estaba asegurado en lo sucesivo. No consideró, al parecer, que el orden mundial neoliberal que impuso podría ser utilizado por Beijing para su beneficio, con el éxito que conocemos.

 

Mutaciones chinas

Los análisis que afirman que la actual política internacional china no es imperialista se basan en la continuidad del régimen desde 1949 hasta la actualidad, pero esta continuidad es solo nominal: República Popular (PRCh), Partido Comunista (PCCh), importante sector económico estatal. Ciertamente hay continuidades, especialmente culturales, incluida la larga tradición burocrática del Imperio, que adorna los regímenes contemporáneos con una “normalidad” histórica. Las discontinuidades prevalecen, sin embargo, y con mucho. En efecto, hubo revolución y contrarrevolución, como atestiguan los sucesivos trastornos de las clases sociales.

 La posición del proletariado industrial. Cuando se proclamó la República Popular, el PCCh tuvo que reconstruir una base social en los centros urbanos. Para ello, se ha adherido a la clase obrera, en los dos sentidos de la palabra: subordinándola a sí mismo y asegurándole considerables ventajas sociales.

 Políticamente, la clase trabajadora se mantiene bajo el control del partido; no "dirige" ni las empresas ni el país. Los trabajadores están asignados a unidades de trabajo un poco como los funcionarios territoriales en la tradición francesa. No obstante, la clase trabajadora de las nuevas empresas estatales se beneficia de considerables ventajas sociales (empleo de por vida, etc.). Ningún otro estrato social tiene una posición social tan ventajosa, aparte, por supuesto, de la burocracia de los órganos de poder político-estatal.

 El estatus de la mujer popular. Las dos leyes emblemáticas aprobadas al día siguiente de la conquista del poder benefician a las mujeres del pueblo: igualdad de derechos en el matrimonio y una reforma agraria que las incluye[7].

 Las viejas clases dominantes. Una vez que la República Popular se hubo consolidado[8] y cualquiera que fuera el destino individual de un miembro particular de las élites chinas, las viejas clases dominantes (burguesía urbana y aristocracia rural) se desintegran.

 El régimen maoísta se consolida después de una revolución social, nacionalista, antiimperialista y anticapitalista, un proceso de revolución permanente[9]. Tiene profundas raíces populares, pero, no obstante, es autoritario, marcado notablemente por décadas de guerras. La herencia democrática de las movilizaciones sociales propias de la estrategia de la “guerra popular” permanece viva, pero el Partido-Estado constituye, no obstante, el marco dentro del cual se desarrolla la burocratización (un proceso). No es el socialismo, sino una sociedad en transición cuyo resultado es incierto[10].

 La crisis del régimen maoísta. Todas las contradicciones inherentes al régimen maoísta estallan durante la mal llamada Revolución Cultural (1966-1969)[11]: una crisis global de gran complejidad que no es posible resumir aquí, durante la cual se hizo añicos la administración y el Partido - sólo el Ejército siguió siendo capaz de intervenir de manera coherente a nivel nacional. Mao finalmente le hizo un llamamiento para forzar un retorno represivo al orden, volviéndose contra los Guardias Rojos y los grupos de trabajadores que le apoyaban. Durante la década de 1970, allanó el camino para la dictadura oscurantista de la "Banda de los Cuatro", la victoria final de la contrarrevolución burocrática. El catastrófico resultado del GRCP[12] sanciona la crisis terminal del régimen maoísta y la muerte política de Mao Zedong, diez años antes de su muerte física[13].

 La contrarrevolución burocrática creó un terreno fértil para la contrarrevolución burguesa, haciendo añicos las movilizaciones populares y haciendo que la vuelta al favor de Deng Xiaoping, un superviviente de las purgas del GRCP, pareciera una vuelta a la razón. Unos años más tarde, se supo que lo que en la década de 1960 fue una calumnia que justificaba las purgas se había convertido en una realidad en la década de 1980: Deng  encarna la opción capitalista dentro de la nueva dirección del PCCh.

La contrarrevolución de los 80. Bajo el ímpetu de Deng Xiaoping, el ala económica de la burocracia prepara su mutación, su “burguesificación” y la reintegración del país al mercado mundial capitalista. Para ello, se beneficia de ventajas excepcionales:

• Respecto al legado del régimen maoísta: un país independiente, industria y tecnología, una población educada y calificada ...

• Respecto al legado del período colonial: Hong Kong (colonia británica), Macao (colonia portuguesa), Taiwán (protectorado de EE. UU.) son puertas abiertas de par en par al mercado mundial y las finanzas internacionales que ofrecen conocimientos de gestión que no existen en el continente y permiten transferencias de tecnología (Macao es un canal ideal para eludir leyes y regulaciones) ...

• La posibilidad de colaborar con el poderoso capital transnacional chino sobre la base de un compromiso sólido: este último recibe un trato privilegiado en China, mientras que sabe que solo el gobierno y el PCCh pueden garantizar el mantenimiento de la unidad país-continente.

• El peso intrínseco de China (su tamaño geográfico y demográfico): un país como Vietnam puede seguir la misma evolución que su vecino, pero no puede pretender ser una gran potencia por todo eso.

La acelerada transformación capitalista de China no se logró sin infligir una derrota histórica a las clases populares durante la llamada represión masiva de Tiananmen en abril de 1989 (todo el país se vió afectado y no solo Beijing)[14]. Una derrota que forma parte del nuevo ordenamiento de clases sociales.

 • El proletariado. La clase trabajadora de las empresas estatales ha opuesto tenaz resistencia a la intensificación del trabajo exigida por las autoridades, por lo que, como último recurso, las autoridades han decidido retirar la mayor parte de la producción, sin dejar de reducirla, bajo diversos artificios. El éxodo rural permitió constituir un nuevo proletariado, en particular en las zonas francas. 70% mujeres, en ese momento eran trabajadores chinos indocumentados (en China estaba prohibido cambiar de residencia sin autorización oficial). La mano de obra perfecta para la sobreexplotación que caracteriza el período de acumulación primitiva de capital. La primera generación de inmigrantes del interior sufrió mientras esperaba regresar al pueblo. El segundo inició la lucha por su regularización con el apoyo de muchas asociaciones.

• Se invierte el orden social e ideológico. Las élites intelectuales, ayer en lo más bajo de la jerarquía social, vuelven a ser elogiadas. Las mujeres populares son invisibles. Deng Xiaoping defiende las virtudes del "ejemplo" (se supone que el enriquecimiento de uno anuncia el enriquecimiento de todos). El sector económico estatal ahora opera en simbiosis con el capital privado. China tiene un número récord de multimillonarios, que se encuentran en los órganos rectores del PCCh.

 

Gran potencia, imperialismo e interdependencia

No hay gran potencia capitalista que no sea imperialista. China no es una excepción. Algunos ejemplos.

• El control de su “periferia”. Gracias al desarrollo de una red de transporte de alta velocidad, el Tíbet se ha convertido en objeto de una colonización de asentamiento. En el este de Turkestán (Xinjiang), la población predominantemente musulmana uigur está sujeta a una serie de medidas que van desde la asimilación forzada hasta el internamiento masivo con el objetivo de, al menos, un genocidio cultural[15]. El tratado que garantizaba el respeto de los derechos democráticos reconocidos al pueblo de Hong Kong durante la devolución de la colonia ("un país, dos sistemas") fue denunciado unilateralmente por Xi Jinping. Después de años de resistencia popular, Beijing ha impuesto su orden represivo, criminalizando a las organizaciones independientes (obligadas a disolverse), condenando todo disidente a duras penas[16]. El derecho a la autodeterminación, la libertad de los pueblos para disponer de sí mismos, ya no es defendible en los márgenes del Imperio.

 • Para proteger sus inversiones en la era de las "nuevas rutas de la seda" y garantizar el acceso al Océano Índico (los "corredores")[17], Beijing no duda en apoyar las peores dictaduras (como en Birmania) e interferir en los asuntos internos de un país (como en Pakistán).

 • La parálisis temporal de Estados Unidos (atrapado en Oriente Medio) permitió a Xi Jinping militarizar todo el Mar de China Meridional, tomando el control de zonas marítimas pertenecientes a los países ribereños, desde Filipinas hasta Vietnam. Beijing (con razón) denuncia la política de las grandes potencias estadounidenses en la región, pero no duda en utilizar la abrumadora superioridad de sus fuerzas navales frente a sus vecinos.

 • Para asegurar sus rutas marítimas (comerciales o militares), Beijing toma posesión de puertos en muchos países, desde Sri Lanka hasta Grecia, utilizando el arma de la deuda cuando es necesario. La falta de reembolso puede permitirle exigir que el territorio de un puerto se convierta en una concesión china por un período de hasta 99 años (¡que era el estado colonial de Hong Kong!).

 • Al proyectarse internacionalmente, China participa ahora en la división de zonas de influencia en el Pacífico Sur al reclamar un importante espacio marítimo[18].

 Estados Unidos fue y sigue siendo la principal potencia imperialista, la principal fuente de militarización, guerras e inestabilidad global. Es importante enfatizar esto. No volveré a esto aquí, excepto para señalar que Joseph Biden logró reorientar la estrategia estadounidense en el principal teatro de operaciones del Indo-Pacífico. Obama lo quiso, pero no pudo hacerlo, atrapado en el Medio Oriente[19]. Su política es mucho más coherente que la de Donald Trump[20].

 Frente a la amenaza estadounidense, el régimen maoísta había desarrollado una estrategia defensiva cuyo eje era el ejército, la movilización popular y el tamaño del país: un invasor se perdería en él. Por otro lado, una gran potencia debe afirmarse en los océanos (también, hoy, en el espacio y en la inteligencia artificial). Las fuerzas aéreas navales fueron el primer eje militar de la política de Xi Jingping, que moviliza los recursos del país para avanzar rápidamente en otras áreas.

 Al hacerlo, el actual régimen chino está participando en la dinámica de militarización del mundo (y por lo tanto en el agravamiento de la crisis climática). Algunos, en la izquierda, evocan el “derecho” de China a reclamar su lugar bajo el sol, pero ¿desde cuándo deberíamos estar defendiendo los “derechos” de una potencia, y no los de los pueblos?

 La tensión entre Washington y Pekín sobre la cuestión de Taiwán está hoy en su apogeo[21]. Se oponen dos lógicas. La de los Estados en competencia severa y duradera, y la de la globalización capitalista donde prevalece la interdependencia en términos de tecnologías, cadenas de producción - las "cadenas de valor" -, comercio o finanzas. La competencia se libra en todas las áreas y aparecen "campos" en el mercado y las finanzas globalizados. Cualesquiera que sean las contradicciones que enfrenta la globalización hoy, la "desglobalización" capitalista de la economía parece ser un desafío. La interdependencia es tal que uno puede pensar que una guerra no beneficia a las clases burguesas ni a China ni a Estados Unidos; pero la tensión es tal que no se puede excluir un deslizamiento con consecuencias explosivas.

 La situación es aún más inestable ya que tanto los presidentes Biden como Xi enfrentan una frágil situación interna.

 ¿A dónde va China? Por mi parte, tendría cuidado de no intentar responder a esta pregunta, que dejo a otros más sabios que yo. Tampoco es ya el PCCh histórico quien gobierna el país. Es la camarilla de Xi Jinping. Este último ha impuesto un cambio de régimen político[22]. Ayer, una dirección colegiada permitió preparar la sucesión de las generaciones al frente del partido, factor de estabilidad. Hoy, solo la facción de Xi Jinping controla los distintos poderes. Tras sangrientas purgas y la modificación de la Constitución, pretende liderar por vida.

 También en China, la selección de personal político se está volviendo irracional en relación con los intereses colectivos de las clases dominantes.

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(Artículo publicado originalmente en Europe Solidaire Sans Frontières, 13-11-2021Traducción de G. Buster, de la web Sin Permiso)

Pierre Rousset, veterano militante de la IV Internacional y de la izquierda anticapitalista de Francia, cuyo trabajo de solidaridad con Asia ha sido fundamental, actualmente publica la página web Europe Solidaire Sans Frontieres.

[1] El término imperialismo se puede utilizar en varios contextos históricos. Aquí tiene el de una gran potencia capitalista.

[2] Pierre Rousset, 4 de junio de 2017, “La crisis coreana y la geopolítica en el noreste de Asia: del pasado al presente”, ESSF (artículo 41214):  http://www.europe-solidaire.org/spip.php?  

[3] Philip S. Golub, “Against Washington, Beijing bets on finance”, Le Monde diplomatique, noviembre de 2021, p.13.

[4] En Loongyu, mayo de 2014, “¿Cuál es la naturaleza del capitalismo en China? - Sobre el ascenso de China y sus contradicciones inherentes”, Europe solidaire sans frontieres (ESSF, artículo 35764): http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article35764

[5] Ver Romaric Godin, 9 de septiembre de 2021, “Las contradicciones del modelo chino”, Mediapart. Disponible en ESSF (artículo 59659), “ China: el gigante inmobiliario Evergrande al borde - Las contradicciones del modelo chino”: http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article59659

[6] Lo que Paul Krugman reconoce sobre su propio pronóstico en el New York Times del 22 de octubre de 2021.

[7] Por supuesto, el "techo de cristal" y el patriarcado no desaparecen de la sociedad.

[8] A pesar del calvario de la Guerra de Corea que se inició en 1953 y constituyó un verdadero escenario de desastre para Pekín, que tenía como prioridad la reconstrucción del país.

[9] Pierre Rousset, “La experiencia china y la teoría de la revolución permanente”, Revista de L'Anticapitaliste n ° 126 (mayo de 2021). Disponible en ESSF (artículo 58489), " La experiencia china y la teoría de la revolución permanente":  http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article58489

[10] Por eso es mejor no utilizar la fórmula de una sociedad en transición al socialismo.

[11] Se ha convertido en una práctica común denominar a todo el período 1966-1976 como “Revolución Cultural”. Esto es confundir en la misma periodización los años de "tumulto" que preceden a la represión de 1968-1969, y los de inestable normalización burocrática.

[12] GRCP: Gran Revolución Cultural Proletaria.

[13]  Pierre Rousset, "China XX th century revolutions - II - 1949-1969: crisis sociales y transformaciones en la República Popular", FSSA (artículo 13546): http://www.europe-solidaire.org/spip.php?

[14] Véanse en particular los dos artículos de Jean-Philippe Béja recopilados sobre ESSF (artículo 46572): http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article46572

[15] Daniel Tanuro, "Review of the history of East Turkestán", 28 de abril de 2021, Anticapitalist Left (Bélgica). Disponible en ESSF (artículo 57947), "Xinjiang (China) - Review of the history of East Turkestan and the geopolitics of Central Asia”: http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article57947

[16] Alain Baron, 27 de agosto de 2021, “El movimiento de 2019 en Hong Kong y su aplastamiento”, Europe solidaire sans frontières (ESSF, artículo 59294), http://www.europe-solidaire.org/spip.php?

[17] Para obtener una descripción general de este tema, consulte Globalization Monitor, Inversiones extranjeras de China en la era de la Franja y la Ruta. Perspectiva de las personas y del medio ambiente, agosto de 2021.

[18] Véase en particular el mapa que acompaña al artículo de Nathalie Guibert en Le Monde con fecha 10 y 11 de octubre de 2021.

[19] Biden se basa en particular en Israel, Arabia Saudita y Egipto para "vigilar" esta región del mundo.

[20] Dan La Botz, 13 de octubre de 2021, "Biden centra su política exterior en China", L'Anticapitaliste: https://lanticapitaliste.org/actualite/international/aux-usa-biden-concentre-sa-politique-etrangere-sur-la-chine Disponible en ESSF (artículo 59821), "Estados Unidos - Biden centra su política exterior en China": http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article59821

[21] Brian Hioe, 4 de noviembre de 2021 “Atrapado entre las dos superpotencias. Taiwán en medio de la rivalidad entre las grandes potencias entre EE. UU. y China”, Spectrehttps://spectrejournal.com/caught-between-the-two-superpowers/ Disponible en ESSF (artículo 60077),“Atrapado entre las dos superpotencias - Taiwán en medio de EE. UU. y China Gran rivalidad de poder ”: http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article60077

[22] En Loongyu Pierre Rousset, 22 de octubre de 2017, "El XIX Congreso del Partido Comunista Chino - Modernización de una burocracia premoderna", FSSA (ítem 42298):
http://www.europe-solidaire.org/spip. php? article42298 Pierre Rousset, 3 de diciembre de 2017 FSSA (artículo 42569), " el 19ºCongreso del Partido Comunista Chino y las ambiciones globales del liderazgo Xi " http://www.europe-solidaire.org/spip.php? artículo42569

 

 

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