28/03/2024

Caza de brujas en el laborismo inglés

Este sábado 14 de agosto el Partido Laborista decidió expulsar de sus filas al mundialmente reconocido cineasta Ken Loach, alineado con los sectores más de izquierda de la organización. La decisión se hizo pública a través de una serie de tuits del propio Loach, en los que denuncia que el nuevo líder laborista Keith Starmer está llevando adelante una «caza de brujas» al interior del partido, generando vehementes e inmediatos repudios y hasta una campaña en redes bajo el hashtag #IStandWithKenLoach.

Pero la expulsión de Loach es simplemente la última manifestación de una profunda purga laborista contra un ala izquierda que durante los últimos años había crecido más allá de lo tolerable para un aparato partidario que responde a los intereses más conservadores del blairismo.

«El cuartel general laborista finalmente decidió que no soy apto para ser miembro de su partido, ya que no repudiaré a los que ya han sido expulsados. Bien… Estoy orgulloso de apoyar a los buenos amigos y camaradas víctimas de la purga. De hecho, hay una caza de brujas», escribió el cineasta —director de clásicos como Riff-Raff (1990), Tierra y Libertad (1995), La canción de Carla (1996), El viento que agita la cebada (2006) o Yo, Daniel Blake (2016), con la que ganó la Palma de Oro en el festival de Cannes de ese año— desde la cuenta de Twitter Ken Loach & Sixteen Films, firmando «KL» para dejar claro que se trataba de un posteo personal. «Starmer y su camarilla nunca liderarán un partido del pueblo. Somos muchos, ellos son pocos. Solidaridad», concluyó el histórico referente socialista (habitualmente asociado al trotskismo por sus históricos vínculos con dirigentes de este sector, aunque no se le conoce militancia orgánica alguna).

La decisión laborista generó un inmediato escándalo en las filas de la izquierda inglesa e internacional. Además de la campaña en redes #IStandWithKenLoach, cientos de afiliados (especialmente muchos de la camada juvenil que se había sumado a la organización con el esperanzador liderazgo de Corbyn) anunciaron su alejamiento de la organización, por lo que consideran el inicio de un giro conservador comparable al impuesto por Tony Blair a mediados de los noventa, cuando alineó al laborismo con el neoliberalismo triunfante a nivel mundial, continuando las políticas antiobreras de Margaret Thatcher y apoyando activamente todas las iniciativas bélicas estadounidenses.

YanisVaroufakis, el docente y economista griego que encabezó el gabinete de Economía durante el período más progresivo de Syriza, escribió: «Me acabo de enterar de que Kier Starmer expulsó a Ken Loach del Partido Laborista. Espero que esto sea una noticia falsa. Si no, todo lo que logró fue expulsar el alma laborista, dejando atrás un Partido Laborista árido y desalmado, uno que es aún más pobre que bajo Blair y sus compañeros criminales de guerra».

Owen Jones, autor del imprescindible ensayo Chavs, la demonización de la clase obrera y uno de los intelectuales jóvenes más relevantes de la izquierda británica, tuiteó: «Los laboristas han expulsado a Ken Loach, el cineasta vivo más grande de Gran Bretaña, cuyas películas han conmovido e inspirado a millones, al tiempo que readmitieron a Trevor Phillips. Eso dice todo lo que hace falta saber sobre el estado del actual Partido Laborista». Tiene toda la razón, sobre todo porque la decisión constituye apenas la confirmación del curso reaccionario, antizquierdista y prosionista en el que se ha embarcado el histórico partido ingles tras la demolición del izquierdista Jeremy Corbyn y su reemplazo por el blairista encubierto Sir Keir Starmer (el nuevo líder del laborismo es «sir» del Imperio Británico, sí).

El otro personaje que menciona Jones, Trevor Phillips, es un conductor televisivo y dirigente laborista de 66 años, nacido en la Guyana británica, que presidiera durante años la Comisión para la Igualdad y los Derechos Humanos (EHRC, por sus siglas en inglés), un organismo público de Inglaterra y Gales. Phillips fue expulsado del laborismo a inicios del año pasado por declaraciones «islamofóbicas» y readmitido algunos meses después, tras la asunción de Starmer. Años atrás, había logrado la hazaña de cuestionar a Blair por derecha, criticando su defensa del «multiculturalismo» (respecto del que planteaba la necesidad de que el gobierno afirme un núcleo de valores de «lo británico»), una línea que luego ratificó reiteradamente.

La Red Laborista Musulmana cuestionó su readmisión en un comunicado oficial: «Una vez más, nos encontramos en una situación en la que debemos expresar una profunda decepción y decepción entre los miembros y simpatizantes musulmanes en todo el Reino Unido». Y agregó: «El caso Trevor Phillips es uno de los ejemplos recientes más llamativos de islamofobia en el Partido Laborista, y su silenciosa re-recepción a puerta cerrada, sin disculpas ni confesiones, solo causará más preocupación y dolor entre los musulmanes».

Una caza de brujas contra la izquierda en nombre del antisemitismo

Las implicancias de la readmisión de Phillips se entienden mejor al enmarcarla en la evidente ofensiva de la nueva dirección laborista contra personalidades y organizaciones del ala izquierda de la organización, particularmente contra aquellas que hayan expresado su solidaridad con la lucha del pueblo palestino y críticas a las políticas racistas y genocidas del Estado de Israel. Starmer, que en su momento afirmó apoyar «al sionismo sin reservas», hoy está liderando la «caza de brujas» denunciada Loach contra estos sectores, perversamente señalados como «antisemitas», incluyendo a grupos de judíos antisionistas.

Los «buenos amigos y camaradas víctimas de la purga» con quienes Loach manifestó una solidaridad que también le costó la expulsión, son los integrantes de los grupos Resist (vinculado al diputado Chris Williamson, también expulsado del partido por acusaciones de «antisemitismo»), Socialist Appeal (la corriente de la organización trotskista The Militant) y Labor in Exile Network y Labor Against the Witchhunt, dos grupos organizados precisamente para denunciar la caza de brujas (witchhunt) en curso. La purga ejecutada por el Comité Ejecutivo Nacional (NEC, por sus siglas en inglés) implicó la expulsión de más de mil miembros, pero esto todavía aparece como insuficiente para algunos referentes de la derecha laborista que piden también la salida de Jewish Voice for Labour (JVL), una organización de judíos críticos de las políticas del Estado de Israel.

Es que precisamente el eje de la lucha contra el presunto antisemitismo fue una de las herramientas privilegiadas por los sectores más derechistas del laborismo para torpedear el liderazgo de Corbyn, y hoy siguen utilizándose sus amañados argumentos para llevar adelante una «limpieza» partidaria que prevenga una nueva irrupción izquierdista como la que lideró Corbyn en 2015, cuando se impuso en las primarias con el 60% de los votos.

Sin pretender un balance global de su período al frente del Laborismo, lo cierto es que el triunfo de este parlamentario, consecuente opositor al blairismo y portavoz de un programa claramente superador de la «Tercera Vía» de la Internacional Socialista, despertó una oleada de esperanzas en cuanto a la posible recuperación del histórico partido obrero del Reino Unido para posiciones más de izquierda. Apenas 24 horas después del triunfo de Corbyn, el laborismo recibió 15 mil nuevas solicitudes de afiliación. Durante los primeros años de su liderazgo se estima que casi duplicó la cantidad de activistas, llegando a contabilizar casi 600 mil (convirtiéndose en el partido con más afiliados de Europa), con una serie de políticas que apuntaban especialmente a consolidar su presencia entre los sectores trabajadores y de la juventud (incluyendo la renacionalización de los ferrocarriles y la gratuidad universitaria).

Fue este masivo apoyo popular el que permitió que Corbyn se sostuviera al frente de la organización, en medio de una violenta oposición interna de los sectores conservadores. Y fue esto también lo que garantizó que en las elecciones de 2017 el laborismo lograra sumar 30 nuevos escaños en el Parlamento y registrar el mayor crecimiento electoral entre comicios de su historia, en medio de un brutal boicot interno.

Los sectores más conservadores del laborismo sabotearon el liderazgo de Corbyn desde su asunción en 2015, propagando todo tipo de calumnias (incluyendo la de su supuesto rol como espía ruso) y boicoteando desde la misma estructura política y administrativa del partido todas sus iniciativas. Un punto álgido fue durante la campaña electoral de 2017 cuando —según lo prueba un informe interno de más de 850 páginas— referentes vinculados a la gestión blairista usaron todo su poder para buscar el fracaso electoral del partido, sabiendo que eso forzaría la salida de Corbyn.

Tras el notable desempeño laborista en las elecciones de ese año (que dejó a Corbyn a 2200 votos de ser Primer Ministro), Tracy Allen, responsable administrativa de la oficina del secretario general (del partido, entonces Iain McNicol), expresó con claridad la posición del blairismo escribiendo al grupo de WhatsApp de los principales responsables administrativos del laborismo: «[El equipo de Corbyn] lanza gritos de alegría y nosotros, con la cara triste, ni una palabra, no decimos nada. ¡Todo lo contrario por lo que había estado trabajando desde hace dos años! Tendremos que ser pacientes. La gente ha hablado. ¡Bastardos!».

En la previa de las elecciones de 2019, la reacción interna volvió a la carga, esta vez enfatizando el eje del supuesto «antisemitismo» de Corbyn y, más en general, de toda la izquierda partidaria. En julio de ese año, el mismísimo Tony Blair (miembro de la Asociación de Amigos de Israel del laborismo e histórico aliado del sionismo) denunció durante una conferencia en la universidad israelí Bar-Ilan a Corbyn como «antisemita», afirmando que esta posición se debe a un estado de «ignorancia» tal que el parlamentario ni siquiera se reconoce como antisemita, y pidió que el Parlamento tome medidas concretas contra el flagelo en las filas del laborismo.

Pese a que había encuestas que estaban lejos de confirmar un auge del pensamiento antisemita en el partido (particularmente una de la encuestadora YouGov que, además de confirmar el esperable dato de que los niveles de prejuicio antisemita eran mucho menores en el laborismo que en el Partido Conservador, también mostraba que habían descendido durante el liderazgo de Corbyn), se le dio una enorme difusión a una investigación de la EHRC sobre el antisemitismo laborista. Insólitamente, no solo no se investigó el antisemitismo tory sino que el único antecedente de este tipo de investigaciones sobre un partido era del año 2010, cuando se sancionó al British National Party, una organización de ultraderecha fundada en 1982.

El tratamiento político y mediático sobredimensionó a sabiendas el tema, ya que el informe ni siquiera encontró casos muy graves al interior de una organización de más de medio millón de afiliados, limitándose a criticar cuestiones de procedimiento e identificando dos presuntos casos de «acoso» a miembros judíos del partido. La brutal campaña incluso llegó a la BBC cuando en julio de 2019 una emisión del programa político Panorama se dedicó al tema «¿Es el Partido Laborista antisemita?», convocando a una serie de supuestos expertos sobre el tema (la mayoría con vínculos con el blairismo, el sionismo o ambos) y explicando el aumento de la afiliación laborista por la «creación de una cultura» dentro del partido «que hace que los antisemitas sientan que es su hogar político».

Aunque las acusaciones contra Corbyn eran tan inconsistentes que ni siquiera se lo culpaba directamente por dichos antisemitas (sino que se lo responsabilizaba por «minimizar» la gravedad del problema tras plantear que el informe de la EHRC constituían una “exageración” políticamente intencionada para dañar al laborismo), el tema fue el eje casi excluyente del debate preelectoral de 2019, logrando generar un gravísimo daño en la imagen del líder laborista con el objetivo de garantizar no solo su alejamiento del poder laborista sino también de prevenir cualquier posible intento de regreso.

La expulsión de Corbyn del partido, su readmisión y la nueva separación a las 48 horas por iniciativa de Starmer, así como la excomunión de las organizaciones del ala izquierda, busca «esterilizar» a una organización que durante los años de liderazgo de Corbyn se ubicó mucho más a la izquierda de lo que la conservadora elite blairista estaba dispuesta a tolerar.

La polémica definición de antisemitismo de la IHRA

El complejo escenario político planteado por el Brexit y la implacable campaña de acusaciones contra Corbyn finalmente hicieron que, tras la elección de 2019 (en la que el laborismo logró una de las peores votaciones de su historia), este presentara su renuncia. La disputa en torno al caballito de batalla derechista del «antisemitismo» generó un terremoto en la vida interna del laborismo y finalmente se saldó con una derrota para los sectores más progresistas, al incorporarse a los estatutos la cuestionada definición de «antisemitismo» de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés), que en los últimos años ha sido asumida también por varias naciones, incluyendo Argentina, a inicios del gobierno de Alberto Fernández.

Esta definición, jurídicamente no vinculante, plantea: «El antisemitismo es una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos. Las manifestaciones físicas y retóricas del antisemitismo se dirigen a las personas judías o no judías y/o a sus bienes, a las instituciones de las comunidades judías y a sus lugares de culto».

Para orientar respecto de su aplicación práctica, la IHRA incorporó una serie de ejemplos que además de definir como antisemitas una serie planteos de incuestionable cariz racista (ataque «en nombre de una ideología radical o de una visión extremista de la religión», así como la formulación de «acusaciones falsas, deshumanizadas, perversas o estereotipadas sobre los judíos, como tales, o sobre el poder de los judíos como colectivo», el negacionismo del genocidio nazi o la culpabilización a los judíos o al Estado de Israel «de inventar o exagerar el Holocausto») incorporan como manifestación antisemita «denegar a los judíos su derecho a la autodeterminación, por ejemplo, alegando que la existencia de un Estado de Israel es un empeño racista», una cláusula que de hecho permite definir como «antisemita» toda denuncia del genocidio israelí contra el pueblo palestino o el apoyo a la lucha por la creación de un estado independiente para Palestina. En el mismo sentido se añaden como ejemplos de antisemitismo «establecer comparaciones entre la política actual de Israel y la de los nazis» y «considerar a los judíos responsables de las actuaciones del Estado de Israel».

En un documento contra la adhesión argentina a la definición de la IHRA, el Comité Argentino de Solidaridad con el Pueblo Palestino, la Cátedra Libre de Estudios Palestinos «Edward Said» de la Universidad de Buenos Aires, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y la Red Internacional Judía Antisionista diferencian con claridad «antisemitismo» de «antisionismo» y denuncian que asumir estos parámetros implica aceptar un «chantaje retórico» para «deslegitimar y criminalizar cualquier posición antisionista en defensa de los derechos del pueblo palestino». Luego sostienen que la Alianza para el Recuerdo del Holocausto «ha sido cooptada por diferentes organizaciones sionistas para este fin espurio». Y detallan:

Por ejemplo, hemos visto en el caso del Partido Laborista de Inglaterra, con ayuda de dicha definición, la destrucción sistemática de las posiciones a favor de los derechos palestinos liderada por el internacionalmente reconocido activista político antirracista Jeremy Corbyn. En Estados Unidos, esta definición ha sido usada como arma para intimidar a rectores de universidades y miembros del cuerpo académico para silenciar el activismo universitario a favor del boicot académico por Palestina, una legítima modalidad de lucha no violenta (parte del BDS) que busca concientizar acerca de la complicidad del fuerte sistema académico y científico israelí con el apartheid antipalestino estatal, y promover la solidaridad con la situación de persecución y restricción de la libertad académica que sufren las universidades palestinas ocupadas militarmente por el estado israelí.

Los desafíos Loach y los sectores a la izquierda del laborismo

Para cerrar el caso Loach con una serie de inquietudes respecto de los posibles cursos de acción para la izquierda en el Reino Unido, recordamos que en 2013 el cineasta había impulsado la fundación de Left Unity, un nuevo partido de izquierda por fuera del laborismo, por considerar que la centenaria organización era irrecuperable para proponerse una lucha transformadora desde adentro. El programa de la nueva organización anticapitalista, de cuya fundación también participó el escritor China Miéville, se proponía

unir las diversas corrientes de la política radical y socialista en el Reino Unido, incluidas las organizaciones de trabajadores y los sindicatos; gente común, organizaciones de base y cooperativas arraigadas en nuestros vecindarios y comunidades; individuos y comunidades que enfrentan pobreza, discriminación y opresión social debido a género, etnia, edad, discapacidad, sexualidad, desempleo o subempleo; activistas medioambientales y ecológicos; activistas por la libertad y la democracia; todos aquellos que buscan expresar y representar auténticamente los intereses de la gente trabajadora corriente.

En su origen, Left Unity logró convocar a más de 2 mil afiliados en 70 sedes de Gran Bretaña, pero el 2015 abrió una fuerte grieta interna en el marco de la que algunos sectores consideraron apresurada la fundación de una nueva organización ya que la irrupción de Corbyn mostraba que era posible «recuperar» al laborismo para posiciones de izquierda. Así, todo un sector de la nueva organización, incluyendo a Loach, decidió volver al partido tradicional para apoyar el giro progresista que proponía su nuevo liderazgo. Aunque Left Unity apoyó activamente las mejores iniciativas de Corbyn, llamó a votarlo e hizo pública su solidaridad ante la oleada de calumnias en su contra, la organización fue desgranándose rápidamente, perdiendo buena parte de su potencia inicial, hasta ser un pequeño grupo más en el archipiélago de izquierda.

La contradictoria experiencia laborista, que probó al tiempo las posibilidades de captar el entusiasmo de grandes sectores sociales jóvenes y trabajadores y la irreductible resistencia al giro hacia la izquierda del aparato blairista (atado por historia, negocios, intereses, compromisos y lazos de clase a los sectores más reaccionarios de la sociedad británica), requerirá que Loach y los miles que como él están abandonando el laborismo (voluntariamente o expulsados) realicen un balance riguroso y abierto respecto de la potencialidades y límites de la reciente apuesta y reevalúen la alternativa de fundar una organización de izquierda amplia y democrática por fuera del laborismo.

(Artículo publicado originalmente en Jacobin América Latina)

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