09/05/2025

Capitalismo y Criminalidad

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Si se quiere entender  la llamada cuestión de la seguridad- en su total complejidad  no puede separarse su análisis de un  encuadre histórico político y económico que permita enlazar la fenomenología de sus efectos sociales y políticos con las bases  estructurales materiales del proceso  histórico  y los cambios que permanentemente se producen en ellas.
De este modo  nos vemos obligados a  hablar del proceso capitalista que  es el marco  de referencia obligado  de cualquier análisis  histórico político serio. Y al hablar de este proceso capitalista  advertimos  en forma inmediata que el mismo ha venido sufriendo cambios  de mayor y menor envergadura a  lo largo de su desarrollo,  algunos de los cuales marcan verdaderas épocas o etapas  en su desarrollo total.
La transformación  interna del capitalismo  más conocida es aquella en que el capitalismo de “libre competencia” (o capitalismo salvaje) inicial se transformó en capitalismo monopolista de estado,  inaugurando la etapa que  fue mundialmente conocida por todos (después de Lenin ) como imperialismo.
 Más allá de los desastres bélicos   y las múltiples manifestaciones de violencia política que fueron características de la época,  en términos de inseguridad  de las áreas urbanas de las grandes ciudades, el imperialismo resultó ser  una etapa en general de baja  cantidad de delito y violencia cotidiana,  tanto en el llamado mundo desarrollado como en el subdesarrollado  Y esto sin lugar a dudas estuvo vinculado al modelo de tendencia inclusiva  paradigmático del periodo histórico  cual fue  el de estado benefactor, intervencionista, keynesiano (aunque los tres términos tengan sus particularidades y diferencias).
Se puede decir que  durante el imperialismo  las terribles  expresiones de violencia bélica  y de represión política anti comunista y antirrevolucionaria, que  caracterizaron la estrategia capitalista  general mundial, contrastaron con los bajos niveles de violencia doméstica y cotidiana  particularmente de sus grandes metrópolis en tiempos de paz.
 


Fuente  Revista Cuadernos de Seguridad  de Ministerio de Justicia  Seguridad y Derechos Humanos año 2010

EE UU


Fuente Datos  del FBI en página Web

Por supuesto que estas tendencias  generales  de la actividad delictiva  no son lineales  ni regulares, como no lo es ningún proceso social  y menos aún si se lo considera a nivel mundial  y de toda una época,  pero  aun así la tendencia es claramente apreciable

Por ejemplo  la variación de la tasa de homicidios dolosos en EEUU  seguiría la tendencia  general si no fuera por los altos niveles de violencia que se produjeron en  el proceso de  reparto de territorios y estabilización de las mafias urbanas  (y rurales)  que surgieron al auge del desarrollo de los grandes centros industriales como Chicago y Nueva York, sobre todo durante la época de la prohibición del comercio de alcohol (1920-1930) y los altos niveles de violencia   de los 70 y 80  con motivo de la guerra  por el territorio  de las mafias de la cocaína y el crack, como se ve en gráfico que sigue.
Fuente  datos del FBI pagina web

Pero si  se hace un balance  de las tendencias delictivas mundiales en  diversas grandes ciudades y zonas rurales  del mundo (teniendo en cuenta lo difícil que resulta  acumular información confiable de todo el período) se puede afirmar  con  cierta certeza que  los niveles de delitos  son francamente menores  que los de la etapa anterior  y aún que  la que siguió después de los 80.
En este sentido debe quedar en claro  algo que por lo demás  indica el sentido común  y la observación racional de los procesos sociales cual es el hecho de que  en la etapa imperialista  el objetivo de las políticas del sistema estuvo puesto en la emulación con el campo socialista a partir de la estrategia desarrollista , lo que exigía tender al pleno empleo , la contención social  y la pacificación interna  mientras se desplegaba una lucha feroz interimperialista por los mercados y particularmente una guerra  de exterminio o en su caso tensión de guerra de posiciones contra el enemigo comunista mundial.

La globalización
La etapa imperialista  que había venido a negar  el capitalismo inicial  se agotó  y con  ello sobrevino el nuevo giro histórico  en el que el imperialismo es negado a su vez por  el  proceso socio político y económico capitalista mundial denominado globalización, con fuerte sesgo financiero  y una fuerte tendencia  hacia formas del liberalismo  inicial del primer capitalismo,  de producción no planificada  y competencia salvaje, pero haciendo síntesis con este y el imperialismo,  en la nueva dinámica del capital, neoliberal globalizado, depredadora y frenética que estamos viviendo.
Más allá de las características generales de esta nueva  etapa capitalista ,  como  el neo liberalismo, la burbuja financiera, el antiestatismo, la ola privatizadora y la cultura del individualismo, los efectos de esta mezcla sintética propios de la negación de la negación, en que se ha constituido  la globalización, dentro del proceso total  del capitalismo, (lo que la transforma en su tercer y última etapa  ),  en lo que  al fenómeno del conflicto y el control respecta, son varios  y se encuentran claramente determinados por estos efectos  económicos, políticos y sociales, generales.
La violencia interpersonal  vuelve  a tomar envergadura  principalmente en las zonas urbanas  de muchas regiones  evocando la del primer capitalismo salvaje  que se desarrolló hasta el siglo XIX con altas tasas de bandidaje pillaje y violencia   y una brutal y cruel represión por parte del poder público. Sin embargo este fenómeno  adquiere ahora particulares características. Las clases bajas no son consideradas como entonces un problema  que se iría solucionando con el desarrollo del sistema,  sino que,  como ya lo habían dejado entrever las últimas teorías criminológicas burguesas de las postrimerías de aquella  primera etapa (como el biologicismo racista lombrosiano)  son consideradas un mal irremediable, una carga para la civilización  que debe ser pasada a perdida, aislarse lo más posible  de modo que ( y esto no se dice expresamente pero queda claro como inevitable consecuencia  de las estrategias que se adoptan oficialmente)  se extingan  o se autodestruyan,  o, al menos, se autoparalicen, pasando a una suerte de existencia vegetativa social. En este esquema neomalthusiano se inaugura el fenómeno nunca antes visto de la marginalidad social que se extiende a continentes enteros como África o  a culturas enteras como la islámica. Ante la desaparición del campo socialista, que se había estructurado  para subsistir en la etapa imperialista pero no en el nuevo esquema globalizado del capitalismo, este se proclama vencedor  absoluto y con él los “valores” de occidente y de las clases ricas y medias, las primeras consolidadas  en un estadío de hiperconcentración de riquezas ( nunca antes había habido individuos que concentraran en sus manos tamañas proporciones de riqueza y poder económico) y las segundas  en situaciones inestables  sufriendo permanentemente la  tentación del enriquecimiento y el terror  de la degradación  hacia la marginalidad.
En este esquema socio económico  se acrecentaron ya desde  los años previos y primeros de la globalización  los delitos particularmente  aquellos de contenido económico como los robos y hurtos pero también  los circuitos de comercios  ilegales.
La decadencia del capitalismo en su última y más corta etapa tiene pocos  emergentes más demostrativos  de su fracaso que la alienación generalizada  en vastos sectores sociales,  particularmente de jóvenes encerrados entre  el hastío y la angustia  de un mundo superficial, utilitarista al extremo, mercantilista que condena al encierro individualista  y a la tensión competitiva permanente, en fin, una selva invisible  en la que,  como no podía ser de otra manera, las únicas salidas,  en términos individuales, son la violencia  o la evasión  y muchas veces ambas combinadas .
 En este fértil terreno se ha propagado como una epidemia particularmente entre las clases medias  y también bajas de los países más desarrollados el consumo de estupefacientes. Así la venta de  drogas se ha transformado en un negocio multimillonario generando estructuras mafioso-empresariales de gran poder económico y por tanteo de alta influencia política.
¿Cual ha sido la estratagema de control que desarrolló el sistema frente  a este escenario generado por el propio sistema? Una   que reproduce  y resulta funcional al propio sistema.
Frente al aumento de la violencia y criminalidad urbana  la propuesta es la de aplicar la represión penal sin más ni más, abandonando toda consideración a las causas,  siquiera inmediatas,  como  lo proponían las teorías sociológicas de la socialdemocracia de la época imperialista. Mediante un artificio ideológico que pretende,  de modo neocontractualista, que todos estamos en las mismas condiciones de obedecer las leyes  y tenemos los m ismos recursos para vivir dignamente y elegir opciones de vida atractivas  y con futuro (justamente cuando la realidad de las distancias sociales indica todo lo contrario) , las estrategias  frente al delito de la globalización , las más famosas de la cuales se agrupan bajo el slogan de “tolerancia 0”, proponen que lo que debe hacerse es  reprimir lo más severamente posible hasta la más mínima falta y poblar las cárceles  con los infractores de las leyes. Con ello se asegura  la reproducción de las desigualdades  y la fractura social, la estigmatización de las clases  bajas  y pone a las clases medias  en una situación de desesperación  permanente y de consecuente expectativa  sobre las acciones “protectoras” del estado. Un escenario ideal  para evitar la integración de los diversos sectores sociales  y la reflexión  sobre el funcionamiento de todo el esquema económico y político que pondría en evidencia la estratagema de hiper acumulación de quienes están detrás del mantenimiento del statu quo.
Frente  a la cuestión de las drogas el planteo estratégico es similar. Se declara la “guerra a las drogas”  ¿Pero en que consiste tal acción bélica?  De ninguna manera  en  abocarse  al examen de las causas de  la demanda sostenida por las sociedades de los países más desarrollados, que son precisamente los que  están detrás de la proclama guerrera. No, esa situación no se toca  más que con políticas  superficiales  hacia los síntomas, con acciones   generalmente provenientes de esfuerzos de la propia sociedad civil.
 Los estados  de los países dominantes,  principalmente  de EEUU,  ponen el acento en el combate  a los productores y transportadores de las sustancias fronteras afuera. Allí es donde están las inversiones millonarias   de la guerra  contra el narcotráfico, como el “Plan Colombia” o el “Plan Mérida”. Frontera s adentro  la labor policial  es bien discreta y marginal  ya que  de otra manera no se explicarían semejantes niveles de distribución  interna para el gran mercado de consumo. Esto queda en evidencia  en tanto que  la venta minorista de estupefacientes, cuyos puntos de venta necesitan ser conocidos por los numerosos compradores,  son  siempre comidilla de los vecindarios  por lo que  es imposible que escapen al conocimiento de las policías y los servicios de inteligencia.
Este esquema les permite seguir teniendo  amplios sectores sociales encerrados en sus propios circuitos individualistas, consumistas y alienantes , fácilmente dominables ideológicamente , sistemas  entramados de corrupción policial, administrativa y política  que pone a casi todos  en estado “herético” permanente  y transforman al aparato del estado en un rehén de la política de los poderosos y el establecimiento de despliegues geopolíticos externos, los   que  resultan  indispensables para  camuflar  su estrategia militar imperial  ya profundamente desacreditada.-
Como se ve la globalización ha generado un conflicto criminal y un control penal a su medida, tal como sucedió en  las anteriores etapas del sistema.
En tanto avanza la globalización  ha ido haciéndose aún  más complejo el panorama de la conflictividad delictiva  ya que  los espacios del delito, desde la marginalidad  y desde la delincuencia organizada,  han ido siendo condimentados  con imputaciones sobre reales o ficticias  relaciones con el terrorismo internacional, particularmente  de corte islámico,  y con  el fenómeno de la inmigración, que se agudiza  a la par de la profundización de las desigualdades. En esta complicada situación nos hallamos ahora   por supuesto con diferentes y cambiantes escenarios  según la parte del  planeta de que se trate.
La izquierda  en general ha tardado en  tomar nota de la nueva situación. Su reflejo inicial  ha continuado  el impulso político que  tenían las posiciones  de la izquierda  frente al problema del delito en  la época del imperialismo,  que, como venimos diciendo es parte de otra etapa histórica ya superada  por el movimiento interno del propio  capitalismo. Esta inercia  ha llevado a los sectores más progresistas a  ver  en la cuestión criminal solo estrategias  de comunicación y propaganda de la derecha  para distraer la atención  general de los problemas reales  y fortalecer los aparatos represivos mediante las  campañas de “ley y orden” tal como fue hasta los años 80 del siglo pasado.
 Pero esto ya no es así.  El criminólogo marxista Jock Young , uno de los más preclaros  analistas del tema por aquellos años 60 y 70, publicó,  en la entrada de la década de los 80,  un trabajo  denominado “Que hacer con la ley y el orden” . El título parafrasea el famoso “Que hacer” de Lenin   y advierte sobre la situación que comentamos. Allí se señala que  en estas nuevas épocas la izquierda debe “tomar el delito en serio”, es decir  debe entender la complejidad de la actual situación y ver que la manifestación de la violencia delictiva  ya no es “solo”  un elemento que puede manipular mediáticamente la derecha para sus propósitos  de desestabilización política y concentración de poder,  sino que se ha transformado en una cuestión que castiga seriamente a los sectores populares  y se articula como un campo realmente existente de conflictividad, en el que se dirimen cuestiones de poder social y político. Es decir es un escenario en el que la izquierda debe tomar posición  y proponer acciones concretas,  como frente a todos los otros problemas sociales que se han agudizado y de los que en última instancia  la violencia delictiva es un emergente.
 Digamos que la reducción de los niveles de violencia social que genera el delito  y la construcción de la seguridad  ciudadana    es una legítima  reivindicación popular, de la que la izquierda  debe hacerse cargo a riesgo de que, de no hacerlo así, su “comunicación” con las masas se vea alterada y vaciada de contenido real, lo que  tiene como consecuencia la cooptación de este importante ámbito de la lucha política ideológica por el discurso de la derecha y el fascismo.
Es obvio que no se puede abordar  la cuestión con el discurso  de derecha  ni con un endulzado discurso socialdemócrata que como siempre  encierra  las mismas ideas de la derecha pero camufladas. En estas trampas ha caído hasta ahora la izquierda  que  cuando no eludió el problema  o lo subestimó, remitiendo a  la denuncia de una construcción social  o aún conceptual elaborada desde  “ el poder”, quedó presa de  estrategias represivas edulcoradas, de la “neosocialdemocracia”  que se presentan como  una suerte de “represión blanda” o asistencialismo social clientelar.
Aquí es donde  adquiere  dimensión el interrogante acerca del ¿Qué hacer? de Young.
La cuestión la hemos tratado de bordar  ya  en anteriores publicaciones . La respuesta legítima de izquierda debe tener su base  en los propios postulados leninistas desarrollados  en su aplicación a las nuevas situaciones. La izquierda debe promover  frente al problema de la inseguridad la movilización y organización de masas detrás de la reinvindicación concreta.
En este sentido  el camino  es el de apoyar y comprometerse con la participación popular  para el tratamiento del problema en cada  área barrio o sector urbano y aun rural. Pero esta participación  no puede ser  un mero ejercicio de democratismo que legitime políticas represivas o clientelares asumidas desde otros ámbitos sino que debe  estructurarse a partir del objetivo de la profundización de la democracia  en todos los niveles , el desarrollo de las formas de presupuesto participativo , de cogobierno  municipal y local de control  y participación en la administración y distribución de los recursos existentes  para la prevención del delito y la violencia ( ya sean recursos de vigilancia  o desactivación  de situaciones de violencia en curso, como recursos disponibles para la atención de las necesidades de personas en situación de alta vulnerabilidad social, por parte de todos los sectores  de la comunidad, y de permanente rendición de cuentas por parte de los niveles de gobierno. Este camino no solo garantiza  la mejor  y más racional aplicación de  recursos que hoy se manipulan política y corporativamente sino que, lo que es más importante,  inicia un ejercicio de  asunción  de poder popular,  comuna por comuna, generando el clima  necesario de movilización y organización para el regeneramiento de los lazos sociales  y la motivación social general, para la construcción de ámbitos  de vida de nuevo tipo, que son los únicos que podrán garantizar una verdadera seguridad democrática y popular.

Mariano Ciafardini
Profesor de Criminología UBA y UNQUI
Presidente del Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia (ILSED)

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