18/04/2024

El enigma de Lula: ¿ruptura o continuidad?

La elección de Luiz Inácio Lula da Silva por una amplia mayoría, acompañada por el logro de una notable bancada en el congreso no sólo parece el fin de la era FHC, sino también del largo ciclo de la "vía pasiva" brasileña. Respecto a esta controvertida expresión, que viene de Gramsci, evidentemente, entendámonos: tratamos de pensar la expansión capitalista en la periferia contradictoriamente sin mercado, por la vía autoritaria de una poderosa coerción estatal. Además, la forma de prácticamente todos los casos de "capitalismo tardío", no en el sentido mandeliano.

Los votos dados a Lula fueron, indefectiblemente para la promoción de cambios en sentido opuesto al estancamiento en que cayó el gobierno FHC luego del estruendoso éxito del Plan Real y el evidente deterioro del segundo mandato. Es un calidoscopio de protestas, promesas, posibilidades, frustraciones, inseguridad, falta de horizontes. Es una suma negativa, como en el álgebra, donde menos con menos da más.

Fue de esa indefinición calidoscópica que surgió la suma de votos de Lula. Basada en el peso electoral construido por el PT a lo largo de sus 22 años, pero que tropezaba siempre en las elecciones presidenciales anteriores con un rechazo infranqueable del rechazo de clase, en una sociedad fuertemente influida por los medios de comunicación de masas. La confusión continua en el armado de los apoyos, en el gobierno y en las primeras propuestas. Cuando se publiquen estas notas, los titulares del gobierno ya estarán en plena función, de modo que algunos puntos del enigma comenzarán a ser descifrados. Los ya anunciados ministro de Hacienda, y el presidente del Banco Central ya comienzan a disipar algunas incógnitas. Aquella suma negativa no se constituye en una hegemonía sino sólo en una victoria electoral; ni siguiera ésta puede ser tomada rigurosamente como una indicación del camino para la hegemonía.

La era FHC comenzó apoyándose en una indefectible alianza de clases, para lo cual el paradigma clasista aún retenía todo su poder heurístico. Pero la vía neoliberal elegida no fue producto de la alianza; al contrario, la alianza fue el producto de la elección neoliberal. O en otras palabras, los aliados "atrasados", Antônio Carlos Magalhães (ACM) et caterva, nunca dieron el tono del gobierno FHC. El centro irradiador de consenso que FHC lideró era su propio grupo: el PSDB como partido, y el núcleo universitario-burgués-plutocrático como vanguardia. La base electoral se formó con el éxito del Plan Real. Pero la unidad del núcleo que le daba sustentación a FHC estalló con los cambios radicales operados en la propiedad del capital, y el estancamiento producido por el "modelo" elegido, de inserción en la globalización, destruyó el apoyo electoral. En otras palabras, el paradigma clasista, válido para el primer período de la alianza, voló por los aires. Lo que quedó fue una enorme indeterminación en la política: un calidoscopio.

La victoria de Lula es el producto directo de esa indeterminación. A partir de su propio caudal, representado por el PT, Lula intenta ahora la formación de un consenso por medio de la incorporación de intereses del calidoscopio. No es la formación de un consenso por el predominio de un centro irradiador, al modo de FHC en su primera elección. En política, tal formación es siempre muy frágil y depende en todo el tiempo de acuerdos ad hoc, que no se pueden prever. Lo que está ausente entonces, es la previsibilidad en la política, sin la cual no funciona la reproducción sistémica. Iniciativas como la propuesta de un consejo de desarrollo económico y social, una especie de foro mayor de articulación del calidoscopio, son presentadas como disposición para el diálogo, pero lo que muestran es la ausencia de hegemonía y el procedimiento de incorporación que la intuición de Lula percibió rápidamente. Tal vez la paradoja de la elección resida en que el único que no se engañó respecto del resultado que lo puso presidente es el propio elegido. Lo que confirma su trayectoria, donde la intuición siempre se colocó al servicio de la experiencia, pero no es suficiente para resolver el problema de la hegemonía.

En la suma negativa del resultado electoral, ningún sector se impone claramente a otro; la única excepción es el propio PT. Pero sus bases sociales no tienen la capacidad para dirigir el proceso de construcción hegemónica. De hecho las fuerzas del trabajo fueron altamente erosionadas en la era FHC, en parte como resultado de la inserción en la globalización y en parte por la estrategia deliberada del grupo dominante. No se reivindica un programa laborista, apoyado en la base social, ni tal vez pueda ser propuesto. Los otros grupos sociales y sectores de clase tampoco pueden proponer su programa como el programa del calidoscopio, ni existe la posibilidad de definir clases o sectores de clase de la burguesía que perdieron o ganaron con los ocho años de FHC, para entonces definir aliados: la metamorfosis del capital en capital ficticio anula esa posibilidad. [1]

El capital productivo ciertamente perdió mucho en el último período; por otro lado, los balances de los bancos muestran una rentabilidad en permanente ascenso en la era FHC. Pero, ¿qué capitalistas están en uno u otro lado? Igual indefinición ocurre en lo que se refiere al capital extranjero, antigua piedra de toque de los programas del PT. Como controlan los sectores de punta, y en su origen estaban mezclados con el capital financiero, ni se puede discriminarlos puesto que son ellos los que traen el capital de afuera, ni se puede hacer una distinción que busque favorecer sólo al capital que "ayuda a crear empleos" [2]. Lo que queda es un desarrollismo retrô, en el que todos ganarán (?), con un programa social indefinido, en cuya punta aparece el "Hambre Cero" que carece de consistencia para imponerse como filtro por donde pasará toda la definición de un programa más completo. Pues el programa "Hambre Cero" no es estructuralmente viable, en el sentido de formar parte de la reproducción del capital, tal como el Instituto de Seguridad Social se volvió el Welfare post-segunda guerra mundial, organizando el mercado de trabajo, en ese entonces el más importante "costo" de la economía. En los términos de Polanyi [3], una no-mercancía que regula la economía. No parece que programas tipo "Hambre Cero" tengan esa virtud.

En el futuro inmediato, entonces, lo que se impondrá es, sorprendentemente, una continuación de la política económica de FHC, adornada con una política social tipo Hambre Cero. Que no es tan original, pues los programas compensatorios, que tampoco se estructuran en la reproducción del capital, ya son casi obligatorios urbis et orbis. No hay prácticamente prefectura, gobierno estadual y de la unión que no esté aplicando programas de "bolsa-escuela", "bolsa-trabajo", "primer empleo", registrados en el capítulo general de programas de generación de empleo y renta. En muchos casos, la canasta básica fue incluida como un salario indirecto en la remuneración de los empleados del sector aún formal de trabajo, y en los que no están incluidos en él, sobre todo en el Nordeste de las sequías, del desempleo, de los camiones-cisternas, y ahora las canastas básicas. El salario mínimo tiene más dignidad semántica: se llama mínimo.

¿Existe la posibilidad de ruptura o esta sólo fue una ilusión electoral? Contradictoriamente, la posibilidad está dada por la misma indeterminación que vuelve tan fluidos e invisibles los límites de los intereses de cada clase y cada sector de la sociedad. Justamente porque la crisis final del gobierno FHC es una crisis de hegemonía. In altri tempi, ella sería una crisis revolucionaria. Una crisis de hegemonía puede prolongarse indefinidamente, sin resolución. Como lo está mostrando la vecina Argentina. El peronismo perdió sus bases y la posibilidad de imponer su programa: en verdad la crisis de hegemonía argentina ya era visible desde la última, sanguinaria dictadura. El menemismo realizó una política muy parecida a la que FHC practicó poco después, de aprovechar el momento de apertura indiscriminada y privatización salvaje como "acumulación primitiva" para relanzar un desarrollismo radical. A la hora en que la "acumulación primitiva" se agotó, la acumulación de capital strictu sensu no se produjo. La deuda externa contraída mostraba que la reproducción del capital estaba mucho más allá de la capacidad de las fuerzas de acumulación interna, y en este sentido la tragedia argentina, como la brasileña, reside en que entrando en el camino de la deuda, la autonomía de la acumulación interna se extravía. O se sigue indefinidamente con las inyecciones de capital externo, o el proceso entra en stop and go. El radicalismo fue la tentativa de un consenso por sumatoria de intereses depredados por la política de Menem-Cavallo, pero las bases internas de la acumulación no fueron suficientes.

La enorme disposición en las bases sociales cuyos límites son fluidos, las iglesias y hasta la poderosa iglesia católica, las ONG cívico-republicanas, las centrales sindicales de distintas tendencias, los movimientos sociales como el MST, un sentimiento difuso mas intenso de buena voluntad, ese momento que Juárez Guimaraes califica acertadamente como ético-republicano [4], muestra que la hegemonía puede ser construida. Pero es preciso, como él mismo señala, que la economía no subordine a la política. En estos momentos, el programa de Lula está a medio camino entre la continuidad de FHC y el equívoco De La Rúa. En la prudencia, es continuidad; en la tentativa de consenso por sumatoria para un desarrollismo que está más allá de la capacidad de acumulación de capital, es equívoco. Este momento de indeterminación debería provocar una reflexión teórica. Podemos estar frente a una nueva forma de una sociedad de control, que ni es democracia, ni totalitarismo. El capital tiene sus invenciones. Veremos si ese precario equilibrio logra mantenerse o si la iniciativa ético-republicana es capaz de desbloquearlo. In dubio pro reo.

(Traducción: Francisco T. Sobrino)


 

[1] El propio PT tampoco sabe distinguirlo: los anunciados grupos de trabajo con Bovespa demuestra que se considera entre las tareas del nuevo período estimular las bolsas de valores como mecanismo de ahorro para el desarrollo, y al mismo tiempo un programa desarrollista que no se compadece con el estímulo al capital financiero. Una algarabía pragmática para esconder una indigencia teórica y la imposibilidad de reconocer la condición no hegemónica del condottiere.

[2] Es el caso por ejemplo de las telecomunicaciones, donde grupos portugueses, españoles e italianos dominan las principales empresas en el Brasil, y en sus países originales están ligados a bancos. Embratel, capturada por el grupo norteamericano de WorldCom, quedó inviable debido al escandaloso concordato de la casa matriz. Nuevamente el pragmatismo del PT sólo muestra la imposibilidad de imponer reglas a los poderosos oligopolios que internalizó FHC.

[3] Karl Polanyi, A Grande Transformaçao

[4] Charla en el II Seminario Internacional sobre Democracia Participativa. Mesa "A Democracia no Brasil: Novas Perspectivas", realizado en São Paulo, 9 y 10 de diciembre de 2002. Prefectura Municipal de Sao Paulo. Auditorio de la FGV. Para el fundamento de sus posiciones que llevan al "momento ético-republicano", ver "A crise do Paradigma Neoliberal e o Enigma de 2002", São Paulo en Perspectiva, nº 15, vol.4, Fundaçao Seade, 2001.

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