29/03/2024

«Negatividad y revolución. Theodor Adorno y la política» de John Holloway, Fernando Matamoros y Sergio Tischler (compiladores)

Por Salerno Gustavo , ,

Buenos Aires, Ediciones Herramienta - Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2007, 252 páginas.

La primera línea de la Introducción de este volumen colectivo se conecta con el marco teórico que adopta y se resuelve consistentemente por la vía negativa: los compiladores anuncian lo que la reunión de los trabajos no son: un libro sobre Adorno. Negación inicial. Liberados de la pretensión de asumir el rol de eruditos, tampoco se trata de una obra sobre la arquitectónica completa adorniana. Segunda negación. El lector desprevenido podría esperar (quizá exigir, ingenuamente) una negación de las negaciones antedichas en búsqueda de la Aufhebung hegeliana reparadora, reconciliadora. Y, sin embargo, lo que encontrará es un plexo de artículos que brindan una afirmación que permanece en la apertura, en la oposición al cierre, en la contradicción. Tercera negación. Infinitas negaciones de la lógica identitaria, de las clasificaciones funcionales a una forma de comprender el mundo, la de la relación capitalista.

De este modo, cada trabajo trata de pensar con Adorno y más allá de Adorno en un contexto preciso: "el debate gira en torno al significado de la dialéctica y de su papel en el pensamiento revolucionario", y frente a (o, mejor dicho, contra) el abandono de dicho concepto por parte de una serie de intelectuales (Althusser, Deleuze, Foucault, Hardt, Negri, etc.) que lo identificaban con la clausura del materialismo dialéctico ortodoxo. Es decir, contra el reemplazo de la dialéctica por los conceptos de "diferencia" y "multitud" (qua multiplicidad de singularidades e identidades específicas -es decir, como positivización del pensamiento, pérdida de la negación, rechazo al eje heurístico de la crisis, y como abandono de la síntesis y del movimiento por medio de la contradicción)- se trata de destacar que "es necesario insistir en una dialéctica negativa, un movimiento sin descanso de negación que no necesariamente conduce a un final feliz". La negatividad dialéctica se presenta, entonces, como respuesta a un mundo errado, equivocado, injusto y violento. Ante ello, sólo cabe pensar-contra y hacer-contra. En esta concepción, el quiebre y la apertura de la dialéctica no busca una reconciliación final, sino lo no-idéntico y la creatividad. En este sentido puede comprenderse la afirmación de que el libro "es un argumento y una exploración": tiene que pensar con conceptos, con argumentos, con estructuras lógico-pragmáticas del lenguaje (¿es éste el callejón sin salida de, entre otros, y principalmente, Holloway?), aunque quiere a la vez romper ese marco para ir hacia el vértigo y el riesgo de un camino que se hace preguntando (tesis que, en clave del zapatismo, se asume explícitamente).

En "¿Por qué Adorno?" (11-16) y "Autonomismo positivo y negativo" (89-94) John Holloway realiza una fundamentación de la opción por la dialéctica negativa y precisa un concepto clave de su pensamiento. En el primer sentido, se trata de compartir el diagnóstico adorniano respecto del fracaso político-teórico de la ortodoxia marxista y la comprensión de la dialéctica como "la desgarrada relación entre el pensamiento y los objetos del pensamiento". De este modo, toda identificación desborda hacia la no-identidad, hacia una fuerza social, hacia un nosotros que no puede ser definido. Esta concepción quiere Holloway complementarla con el proyecto autonomista (u operaísta) de Tronti, ya que con él se pone en el centro de nuestra comprensión del mundo la lucha de la clase trabajadora, la cual -con Adorno- puede concebirse como una fuerza no-identitaria. Este aspecto se conecta con una de las ideas centrales del proyecto marco de Holloway: el de "autodeterminación social". En efecto, se reconoce parte de la tradición autonomista siempre que sea concebida en sentido negativo, es decir, no ya como la construcción del "paradigma" de la clase trabajadora (que, así, resulta presa de los mecanismos de la identificación), sino más bien como un sujeto anti-clase y anti-trabajador. Este "nosotros", por tanto, siempre tiene que aparecer entre comillas: Holloway quiere hablar de él, señalarlo, precisarlo, distinguirlo (por lo pronto, de quienes no están en ese "nosotros"), pero sólo puede afirmar que se trata de "el movimiento de la revolución sin nombre".

Adrián Wilding ofrece en "Flautistas de Hamelin y eruditos: sobre las últimas conferencias de Adorno" (17-36) una interesante defensa de las intuiciones básicas de éste si se tiene en cuenta el contexto político-académico al que se enfrentó. En la última década de su vida Adorno realizó una serie de exposiciones en la Universidad de Frankfurt que sirven a una mejor comprensión de la postura adoptada ante la "inmediatez" de los acontecimientos -un clima de posguerra en el que los estudiantes radicalizaban sus acciones y, en general, se denunciaba la huída de la teoría en momentos prácticos acuciantes-, toda vez que se esperaba de él un liderazgo intelectual en tales circunstancias. Frente a ello, hay que notar según Wilding que Adorno "reconocía cómo este radicalismo podía ser instrumentalizado por aquellos que pretendían hablar en nombre de los estudiantes". El autor del artículo ensaya la hipótesis de que un trabajo de Habermas pudo haber servido a la reserva que Adorno adoptó ante un inminente "fascismo de izquierda" que, no obstante sus aspiraciones, terminaba legitimando el cuadro de situación que denunciaba. Por ello, el objetivo de Wilding es el siguiente: "ir más allá del aparente silencio de las conferencias de Adorno sobre lo que estaba sucediendo extra muros y darse cuenta de que los acontecimientos políticos, a pesar de las apariencias, se reflejan en ellas a un nivel más profundo, a través de los temas académicos, los conceptos y el lenguaje que Adorno escogía". En este sentido, el filósofo se muestra como un escritor de su tiempo, revelado frente a la espontaneidad y la inmediatez de los acontecimientos desde el críptico de unas conferencias que, entre Kant, Hegel y la filosofía de la historia, quieren recuperar el papel de la teoría crítica sin ascender hacia una "torre de marfil".

Entre los variados trabajos que componen la obra se destaca el de Alberto Bonnet "Antagonismo y diferencia: dialéctica negativa y el posestructuralismo ante la crítica del capitalismo contemporáneo" (37-72). Con un riguroso análisis de las premisas fundamentales de la filosofía contemporánea francesa e italiana, con especial referencia a Deleuze (aunque aludiendo también a Negri, Virno y Foucault entre otros), Bonnet elige atender al contraste entre los conceptos de "contradicción" en clave adorniana y de "diferencia" en el contexto del posestructuralismo. El objetivo del trabajo es el de vislumbrar las potencialidades de uno y otro concepto respecto a una posible crítica del capitalismo actual. Por un lado, es menester tener en cuenta que la distancia principal entre las propuestas es la de que "mientras Deleuze convocaba a prescindir de la dialéctica para pensar ´un concepto de la diferencia sin la negación´, Adorno convocaba a construir una dialéctica negativa entendida como ´conciencia consecuente de la diferencia´". Esta distinción señala, por otra parte, la posición general que Bonnet defenderá a lo largo de su escrito, en el sentido de que argumentará a favor de la idea de que la filosofía de la diferencia deleuziana es presa de un carácter ambiguo, mientras que la dialéctica negativa adorniana se presenta en lo esencial como crítica. Más aún: el autor sostiene que si se presta verdad a la opción de Deleuze debe asumirse que su posición tiene consecuencias políticas evidentes y que el énfasis en la diferencia puede conducir al liberalismo; es decir, se muestra inviable para la tarea de una crítica al capitalismo contemporáneo. Bonnet sostiene que "el liberalismo es un fantasma que recorre insistentemente las páginas deleuzianas" (algo que, por lo demás, también se encuentra latente en el concepto de "multitud"), ya que, por ejemplo, cuando tematiza el concepto de "fuga" (o "anorexia") no pude sino presentarlo como un éxodo que reemplaza al antagonismo, es decir, como una opción que no ha sido crítica y contradictoriamente asumida por los sujetos, sino más bien impuesta por el orden del capital. El instrumental teórico que ofrece Deleuze, a diferencia de Adorno, no sirve para aprehender la tensión existente entre la universalización de las relaciones sociales capitalistas y la subordinación de las diferencias; por el contrario, aparece para Bonnet como consecuente con una nueva razón relativista en ascenso, dentro de los límites del mercado y la democracia capitalista. Frente a ello, una lectura de la Dialéctica negativa en tanto texto que trata sobre la lucha de clases -en tanto insiste en el carácter antagónico de las relaciones sociales capitalistas- aparece como diestra para una crítica del presente.

El artículo "Adorno y la posvanguardia" (73-88) de Darij Zadnikar se instala en una perspectiva similar al precedente, aunque pone énfasis en la contraposición entre el concepto de "multitud" y las aspiraciones de cierta (neo)vanguardia emergente de un tipo de pensamiento que ha dado partida de defunción al carácter contradictorio de la dialéctica y a cualquier versión poshegeliana de la misma. En virtud de la óptica general del libro en el que se inserta este trabajo, el lector debería reparar en un nota al pié en la que Zadnikar afirma: "no creo que el debate sobre el término multitud en el sentido de Negri o de Virno y su relación con la noción de clase sea de gran importancia en este momento para los nuevos movimientos [de oposición al capitalismo]. Así como necesitan subrayar su heterogeneidad a través del primer término, también necesitan el concepto (no sociológico) de clase para situarse respecto a las relaciones del capital." En este sentido, el autor puede valerse de un concepto que en otras perspectivas que aparecen en Negatividad y revolución es cuestionado, cuando no impugnado. Si se tiene esto en cuenta, el aspecto fundamental de la posición de Zadnikar es destacar las características nómades y contingentes de las multitudes que se oponen a las organizaciones jerárquicas, a la visión lineal de la historia y al vanguardismo en el movimiento; de modo que puede adherir un aspecto productivo e inventivo a través de la negatividad. Esta opción hacia Adorno permitiría también a las multitudes propiciar procesos de autorreflexión dialógicos estrictos (que faltan en las vanguardias); es decir: dia-léctico comunicativos en el que "no se trata sólo de abordar las cosas, sino también de reconstruirlas y reestructurarlas", respetando y preservando las diferencias.

"La crítica del progreso en Adorno" (95-109) de M. Löwy y E. Varikas se ocupa de un aspecto que la obra de Adorno no desarrolla sistemáticamente, aunque lo atraviesa en sus trabajos principales. Tanto el romanticismo clásico como el neorromanticismo sirven programáticamente a la crítica adorniana de las ilusiones progresistas de una manera que enlaza con la dialéctica del Iluminismo: junto a ésta, hay una dialéctica del progreso cuyo objetivo "no es la conservación del pasado, sino la realización de las esperanzas del pasado", con lo que en realidad es posible extraer de Adorno una cierta visión del progreso esperanzada. Ésta no consiste en la ilusión retrógrada y ciega de una vuelta al pasado por sí mismo sino más bien en la medida en que a través de la memoria (en clave benjaminiana) salva las promesas y el potencial emancipador del progreso. Seguidamente, Sergio Tischler muestra en "Adorno: la cárcel conceptual del sujeto, el fetichismo político y la lucha de clases" (111-128) la importancia que tiene la crítica de Adorno a la totalidad y su preferencia por la óptica de la particularidad. La derivación significativa del planteo adorniano aparece en un agotamiento del modo de interpretar y organizar la lucha de clases, en tanto éste se condensa en los límites del partido. Sin embargo, Tischler cree necesario retornar a Marx para evitar o bien hipostasiar lo particular o bien dejarlo completamente indeterminado. De lo que se trata es de promover una nueva lectura de Marx en clave adorniana, a resultas de la cual se obtiene una mutua aclaración para la cuestión de la figura política que se pretende: "la categoría de valor de uso, de trabajo vivo [Marx], permite entonces eludir el lastre metafísico que ronda las categorías de particularidad y de constelación. Pero, a su vez, la categoría de particularidad como crisis de la totalidad [Adorno] permite pensar la lucha de clases en clave antiidentitaria y trabajar el valor de uso como categoría fundamental."

Seguidamente el artículo de W. Bonefeld "Praxis y constitucionalidad. Notas sobre Adorno" (129-156), y luego de una introducción con menciones a la biografía de Adorno, problematiza la posición de éste respecto la Begrifflichkeit (conceptualidad), la cual estima uno de los elementos más importantes de la dialéctica negativa. Precisamente el trabajo de Bonefeld destaca por recoger el aspecto negativo-pesimista presente en la posición adorniana que postula que "el todo es falso" y que "cualquier cosa que uno haga es falsa", cuestión que se torna relevante para la dimensión práctica de su filosofía. De allí que "la concepción de Adorno de la sociedad burguesa nos obliga a pensar en lo que significa decir no en un mundo negativo" y, aún, a pensar más allá de él ya que el no plantea la incertidumbre, es decir, aquello con lo que Adorno no podía convivir. Hacia el final se encuentra una mención del marco teórico de preferencia del autor para pensar en una experiencia de la realidad de la lucha (Rosa Luxemburgo). A continuación M. Stoetzler ("Todo lo fluido se convierte en piedra: sexo e individuo en el contexto moderno"; 157-190), plantea una proximidad heurística de la no-identidad adorniana con la política de la sexualidad relativa a "minorías" como el feminismo y los gays. El aspecto fundamental de la posición del autor consiste en un análisis de la distinción binaria de lo masculino y lo femenino, valiéndose de un repertorio sumamente basto de referencias (Sade, Marx, Darwin, Krahl, Herat, Sastre, y el propio Adorno entre otros). Stoetzler sostiene que "todos los aspectos de la subjetividad moderna burguesa son elementos intrínsecos de un conjunto de relaciones sociales, el modo capitalista", manifiesto en la genitalidad como modo de organización de la sexualidad y la sublimación del deseo.

En "Solidaridad con la caída de la metafísica: negatividad y esperanza" (191-223) de F. Matamoros, el lector encuentra un extenso trabajo dedicado a recobrar la fuerza de la metafísica como utopía crítica, en el contexto de un cuestionamiento del mundo cosificado y monótono. En este lugar se indagan las proximidades entre Adorno, Benjamin y Bloch respecto a la comprensión de aquella, señalando que "aunque el motivo esencial de la crítica de Adorno se encuentra en las críticas a la cultura de la barbarie y la identidad genocida del capitalismo como espíritu del mundo, debemos destacar que la metafísica no debe buscarse en otra filosofía de la estética: esa que se sustituye a la filosofía de la muerte del otro." En virtud de este posicionamiento general, Matamoros avanza hacia el pensamiento de que en tiempos de indiferencia metafísica es necesario (e inevitable) tender hacia la intuición de que otro mundo es posible, de que nos movemos hacia un todavía-no deseado, a lo cual sirve la dialéctica negativa ya que permite resaltar las saturaciones del tiempo y resignificar las posibilidades de la salvación en luchas de la no-identidad en el presente. La obra se cierra con el artículo de J. M. Martínez "Distancia y mimesis en la teoría estética de Adorno y en el arte y la literatura contemporáneos" (226-241). Allí el autor propone una discusión respecto del alcance político de la teoría estética de Adorno, aspecto de su filosofía que cobra lugar destacado por vez primera en este volumen colectivo. El propósito de Martínez es proponer una lectura continuada entre la Dialéctica negativa y Teoría de la estética, en el sentido de que "guardan con las formas del arte contemporáneo, el de la sociedad globalizada y del sujeto después de la muerte del sujeto esa relación arqueológica, la de corresponder a una crítica de su período formativo -las vanguardias, pero también el modernismo- y una crítica de las formas epigonales de la filosofía moderna y su política: la metafísica y el fascismo." Continúa con un análisis de la noción de mimesis adorniana, la cual se conecta con una consideración respecto a la relevancia de las obras revistadas para una crítica al capitalismo contemporáneo.

Como resultado, el interesado hallará a lo largo de Negatividad y revolución un plexo de interpretaciones ricas y polémicas en torno a la filosofía de Adorno, y se encontrará en situación de tomar posición propia respecto a la pretensión anunciada en la Introducción: ¿no es este un libro sobre Adorno? Ciertamente no se trata de adosar una "identidad" al cúmulo de trabajos que se presentan sino quizá pensar desde la apertura y la contradicción, incluso respecto a las ideas de los autores. Sólo así se cumpliría una radical dialéctica negativa.


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