28/03/2024

El Movimiento de los Trabajadores sin Tierra (MST) del Brasil: sus orígenes y el carácter de su lucha. Tierra viva

Este ensayo tiene por objeto analizar uno de los movimientos sociales más importantes de América Latina en la actualidad: el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) del Brasil, y es fruto de una visita y convivencia que tuvimos en uno de sus asentamientos en el Estado de Santa Catarina, en el transcurso del año 2000 [1] . Además de representar una nueva clase de revuelta campesina (tomar la tierra sin emplear las armas), ofrece la posibilidad de analizar la crisis de acumulación del capitalismo latinoamericano y la lucha social en torno al trabajo y la tierra. El trabajo examina la definición –por los miembros del MST– del carácter de su lucha y del concepto de libertad.

Sin Tierra

En distintos documentos electrónicos [2] y en numerosos folletos de circulación interna, el MST relata sus orígenes y la naturaleza de sus batallas. Nace en “las luchas concretas” que los trabajadores rurales del Brasil fueron desarrollando en la región del Sur por la conquista dela tierra. El MST quiere la expropiación de los latifundios improductivos (actualmente en posesión de hacendatarios nacionales o de monopolios extranjeros) y quiere la definición de un máximo de hectáreas para la propiedad rural. Se manifiesta en contra de los proyectos de colonización y reclama una política agrícola destinada al pequeño productor. Exige la democratización del agua en la región nordestina y el cobro del impuesto territorial rural para destinarlo a la reforma agraria.

El movimiento remonta su historia a las luchas de indios y negros durante la Colonia hasta el final del siglo xix, uniendo la lucha por la libertad con la lucha por la tierra propia. También recupera como propios los movimientos campesinos mesiánicos de los Canudos, del Contestado y el Cangaço, así como numerosas revueltas regionales del siglo xx. Entre 1950 y 1964, surgieron las Ligas Campesinas, la Unión de Labradores y Trabajadores Agrícolas del Brasil y el Movimiento de Agricultores sin Tierra, todos ellos destruidos por la dictadura militar que derrocó a Joao Goulart en 1964 (precisamente cuando éste intentó aplicar una reforma agraria) En la década de los ochenta, al calor de la lucha por la democratización del país, surgieron las ocupaciones organizadas, protagonizadas por centenares de familias. En 1984, en su primer Congreso, se dieron el nombre de Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra o MST.

Al día de hoy, 140.000 familias conquistaron la tierra atravesando dos etapas (una tan difícil como la otra): las de acampado y asentado. El movimiento se extendió a 22 estados y tiene una organización muy sólida, fundada en la democracia de base. La unidad de organización es la cooperativa, la propiedad colectiva de los medios de producción y la distribución igualitaria del producido comunitariamente. La tierra conseguida por el MST, a través de la ocupación, es tenida en condominio por los trabajadores pero vuelve al MST cuando los hijos (la nueva generación) llegan a la edad productiva para una nueva distribución. Cada miembro del MST debe conquistar tierra volviéndose un “acampado”, ya que la misma es inalienable y no se hereda. Las cooperativas locales están asociadas a la Confederación de Cooperativas de Reforma Agraria del Brasil y, principalmente, son las dedicadas a la agroindustria las que han elevado el nivel de vida de los asentados. La media de la renta en los asentamientos agrícolas es de casi cuatro salarios, mientras que en la agroindustria [3] es de casi seis. El MST promueve la capacitación agraria y está asociado a numerosos profesionales en esa materia y en otras. [4] Asimismo, está asimilando a su sistema de producción y comercialización a numerosos productores pequeños (no ocupantes) que han visto la posibilidad de progreso en el sistema productivo del MST.

El movimiento pone gran atención a la educación de sus miembros y afirma entenderla como mucho más amplia que la escolaridad y la alfabetización; particularmente, como un proceso de toma de conciencia y de liberación.

[...]

Cada ocupación amplía la base social de la lucha por la tierra ya que representa la lucha contra el hambre y la miseria, es decir, por la vida. En sus orígenes, el MST tenía profundas conexiones con el trabajo de las pastorales sociales de la Iglesia Católica (Comisión Pastoral de la Tierra, Pastoral Obrera, CIMI y PPL). En ocasión de la Asamblea Nacional Constituyente de 1988, la reforma constitucional incluyó en su texto la reforma agraria, comisionando al Ejecutivo para expropiar y entregar tierra improductiva, proceso que los sucesivos gobiernos cumplieron en una medida muy escasa y a través del ejercicio de violencia militar (legal e ilegal). Los hacendados se agruparon en la Unión Democrática Rural, utilizando a paramilitares para intentar parar la expansión del MST.

El movimiento invoca el mayor momento de violencia institucional como fundacional de su razón histórica: el 17 de abril de 1996, los acampados de El Dorado dos Carajás fueron masacrados por el gobierno de Brasilia. La policía militar disparó con metralletas contra la gente desarmada que bloqueaba una carretera, después de haberles prometido negociar. Todo lo ocurrido fue grabado por cámaras de televisión que inesperadamente estaban en la escena. Allí murieron 19 acampantes, quienes son considerados desde entonces como mártires del MST. El hecho concitó el interés y la simpatía de vastos sectores de la sociedad brasileña.

La existencia de grandes masas humanas sin tierra en el campo brasileño es resultado del coronelismo, del latifundio improductivo y de la modernización capitalista. El coronelismo fue y es la oligarquía rural que se perpetúa en el poder político del Brasil, colocando al Estado a su servicio y cuyo origen está en la distribución colonial de las tierras y su régimen de concentración y herencia. Los terratenientes, pero también el capital extranjero, monopolizan grandes extensiones de tierra, muchas de las cuales no se dedican a la producción y son defendidas con verdaderos ejércitos privados. La modernización técnica y de procedimientos comenzó durante la dictadura militar procurando una reconversión capitalista del campo. Se produjo la expulsión de población hacia las grandes ciudades, el desempleo rural y la quiebra de los pequeños productores. En el sur, muchos eran de origen alemán o polaco y acostumbrados a la agricultura intensiva en parcelas pequeñas, sistema que no resistió el avasallante ingreso del capital nacional y extranjero. Por lo tanto, la secuencia de acontecimientos en el ámbito rural resultó en la concentración de la propiedad tanto de la tierra como de los medios de producción y de la propia producción.

[...]

Tierra Viva

El MST dice tener tres grandes objetivos: la tierra, la reforma agraria y una sociedad más justa. La reforma agraria necesaria debería garantizar el trabajo para todos, con la consiguiente distribución de la renta; la producción barata de alimentación barata y de calidad para toda la población brasileña posibilitando su seguridad alimentaria; garantizar el bienestar social, la justicia social, la igualdad de derechos; difundir los valores humanistas y socialistas en las relaciones entre las personas, eliminando la discriminación religiosa, racial y de género; crear las condiciones de participación igualitaria de las mujeres en la vida social; preservar y recuperar los recursos naturales (suelo, aguas y selvas) e implementar la agroindustria y la industria como factores de desarrollo en el interior del país.

Las medidas estructurales empezarían con la democratización de la propiedad de la tierra y de los medios de producción, con la supremacía del trabajo sobre el capital; la tierra debe ser entendida como un bien de la naturaleza al servicio de toda la sociedad. El MST denuncia la manipulación monopólica por parte de las empresas agroquímicas y de transgénicos que desvía la producción doméstica campesina hacia la producción intensiva de exportación y, particularmente, a la Organización Mundial del Comercio (OMC) por propiciar el libre comercio, pero simultáneamente favorecer a las transnacionales que controlan, de hecho, el 85% de la producción mundial de alimentos. El derecho a la tierra no consiste solamente en acceder a una parcela sino en poder sacar rendimiento de las conquistas de forma organizada y en crear puestos de trabajo para los jóvenes que no se hallan atraídos para trabajar la tierra. Después de cada ocupación el MST desarrolla una alternativa a la improductividad. Se trata de ocupar la tierra para trabajarla y producir.

Otra de las formas de lucha (dirigida a sostener su perspectiva ideológica ante la sociedad civil brasileña) es la marcha popular, caminatas de miles de personas a través de miles de kilómetros [5] con el fin de realizar la pedagogía del ejemplo: demostrar a la sociedad brasileña que hay otras maneras de hacer política y de luchar por los intereses colectivos haciendo ver que alguien tiene que gritar.

El MST propone organizar a los trabajadores en sindicatos, cooperativas, asociaciones, comités, movimientos, etc., de acuerdo con su experiencia, tradición y realidad local; la organización popular es garantía de ciudadanía. La vía de acción es el planeamiento orientador de la producción, estimulando la participación, el control, la organización de cooperativas, la autogestión o la coparticipación en las empresas donde trabajan asegurando para los trabajadores derechos laborales y sociales (salario digno, condiciones justas de trabajo, jornada de trabajo adecuada, participación en el resultado económico de las empresas, capacitación y especialización permanentes). Este programa deberá ser un instrumento para llevar la industrialización al interior del país. El aumento de la productividad del trabajo y de la tierra será logrado preservando el medio ambiente y los recursos naturales.

Tensiones centrífugas, contextos autoritarios

América Latina es un continente cuyos productos básicos siempre han sido importantes para el mundo industrializado y, por lo tanto, su subdesarrollo es el “... resultado de la penetración imperialista que crea –a través de las inversiones extranjeras– una gigantesca bomba de succión del excedente y la transferencia del control de gran parte de sus recursos productivos a las grandes corporaciones imperialistas” (Cardoso y Brignoli, 1987). Teóricos clásicos en la formación académica latinoamericana como Celso Furtado (1961), Paul Baran, Paul Sweezy (1966), Gunder Frank (1967) y Darcy Ribeiro (1972) ponían el acento en que este proceso se llevaba a cabo a través de la sobre-explotación de la mano de obra y el predominio de la plusvalía absoluta.

El modelo de organización social fundamental, históricamente constituido durante la época colonial, pero sostenido desde su colapso hasta el presente, ha sido la gran propiedad. Ella es un modelo de relaciones sociales propicio a la servidumbre y a la miseria endémicas y, también, un modelo político basado en el patronazgo del propietario. Las grandes ciudades son reservorios de trabajadores expulsados en el curso de la modernización posterior a la Segunda Guerra Mundial. América Latina, aún con sus diferencias regionales, es una gran sociedad pigmentocrática, estamental, autoritaria hasta la crueldad. La vida personal de los desposeídos no cuenta mucho y actualmente se verifica un movimiento regresivo hacia situaciones colectivas parecidas al período anterior a los estados populistas, los cuales realizaron una mediana distribución del PBI sin eliminar la geografía de la pobreza estructural: desempleo, extensión de la jornada laboral, inestabilidad en el empleo, trabajo por fuera de los contratos formales o de los contratos colectivos, descenso del poder de los sindicatos, fragmentación de la fuerza laboral y pérdida de derechos previsionales y de seguridad en el trabajo.

[...]

Después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos se transformaron en la primera potencia de Occidente y su industria armamentista consiguió continuar haciendo buenos negocios a través de una estrategia de belicismo permanente. La Guerra Fría enriqueció a esa industria y favoreció que los excedentes de capital presionaran para tener el control de la economía de América Latina difundiendo el mito de la modernización y del consumo y preparando las condiciones para que se instalara el capital monopolista. Se multiplicaron en todos los países filiales de las grandes compañías norteamericanas y el gobierno norteamericano empezó a vincular su política exterior con los intereses privados de estas compañías. Si bien el continente era (y es) un mercado restringido (ya que son minorías las que pueden acceder a estándares de consumo equiparables a los de los países occidentales desarrollados, el proceso requirió el control de los gobiernos nacionales o, en caso contrario, su desestabilización e implantación de dictaduras militares sangrientas. La consecuencia fue la profundización de las desigualdades sociales, la expoliación de las riquezas nacionales y la sangría financiera.

[...]

En los años cincuenta (inmediata posguerra) la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), cuya acción técnica e interpretativa de los acontecimientos latinoamericanos fue de gran influencia política e intelectual, comenzó a formular un modelo desarrollista, basado en la postulación de que el desenvolvimiento económico se producía por etapas y que el atraso latinoamericano no era sino un estadio que debía ser superado a fin de alcanzar los estándares europeos y norteamericanos. A tal fin, la CEPAL recomendaba una industrialización nacional sustitutiva de importaciones (a fin de equilibrar los términos de intercambio) e integrar las masas populares al consumo. Existían dos requisitos: la desaparición de las viejas oligarquías y la combinación de la acción del Estado y la iniciativa privada.

Después de colapsado este sistema teórico, los intelectuales latinoamericanos (liderados por Fernando Enrique Cardoso) pusieron el acento en la dependencia, ya que la experiencia histórica demostró que el comercio exterior era deficitario para los países del continente, requería de los recursos de la exportación para financiar las importaciones industriales y las multinacionales remitían a sus matrices la mayor parte de la riqueza producida. La teoría demostraba que el capitalismo periférico poseía límites estructurales para el desarrollo, así como que centro y periferia eran parte del mismo contexto y no economías más y menos desarrolladas, más y menos favorecidas, más y menos capaces.

Entre otras consecuencias, esta realidad impidió la reforma agraria: sea por la represión de sus conatos, como por la formación de una opinión pública no favorable a ella en la población urbana de clase media, que resultó así aliada de la oligarquía terrateniente.

[...]

Tierra y Libertad

La ascendente marginalidad en el mundo es una consecuencia del dominio y portentoso crecimiento de los grandes conglomerados capitalistas. Para éstos, sus auténticos progenitores, se trata de un subproducto despreciado y despreciable. No se le puede tomar en cuenta frente a los requerimientos de la explotación, ni figura en los cálculos económicos. Vive en los poros de la sociedad capitalista, pero son poros que se dilatan peligrosamente. Sus condiciones existenciales no se rozan con el resto de la comunidad, aunque despliegan sus actividades dentro del mismo espacio físico. Allí establecen su vínculo: el de la delincuencia y la degradación social. (Cerletti, 1993: 38)

[...]

El MST es un movimiento campesino con carácter popular, sindical y político y se manifiesta contra la base económica, social y militar de la sociedad clasista brasileña. Sus integrantes saben que toda su dirigencia está condenada a muerte por los hacendados y que los acampantes pueden ser atacados en cualquier momento por las fuerzas represivas del Estado. Sostienen que la forma de vivir parte de las formas del hacer y hoy se constituyen en una realidad territorial en el Brasil.

¿Su forma de pensar afecta nuestro pensamiento sobre lo social, formado en el seno epistemológico de las ciencias sociales contemporáneas?. Este problema lo desarrollamos a continuación.

Pensamiento y Sociedad

[...]

En América Latina la extracción de plusvalía y de recursos materiales alimenta el flujo de riqueza que va hacia el exterior (los grandes mercados internacionales de capital financiero); el capital interno y externo genera ”periferia” en la medida en que la sociedad que genera es una sociedad basada en la ganancia y en las clases sociales y determina una geografía de pobreza bien demarcada en las ciudades y en el campo. La última etapa asumida por el capital, la globalización (es decir, el mundo unificado por el totalitarismo del capital), requiere verticalidad, una suerte de eficientismo autoritario que consume, a través del acatamiento a las decisiones de los grandes centros financieros, la acumulación de ganancia necesaria para asegurar su continuidad y crecimiento.

[...]

La ciencia social latinoamericana estudió intensamente el problema de la explotación, de la sobredeterminación ideológica por la base material de la producción y el papel del Estado en la garantía de ese proceso. En las dos últimas décadas dedicó su atención –particularmente con la teoría gramsciana de la hegemonía– a la dominación ideológica y a los mecanismos de reproducción de la sociedad gobernada por el principio del capital, de modo que si bien capital y trabajo están enfrentados secularmente, la superficie de la vida social exhibe un equilibrio comprometido con distintas modalidades de subordinación. Este equilibrio, su funcionalidad, su carácter sistémico, la racionalidad de sus actores o agentes, encubre la guerra económica y cultural que se lleva miles de vidas anualmente y la crueldad del orden social y anestesia la posibilidad de reacción de millones de personas. Pero, lo más grave es que exhibe ese orden y a su gobierno como un orden “natural” [6] .

Gilberto Freyre (1984) presentó, en su libro Casa Grande e Senzala, al Brasil como una sociedad integrada e híbrida, donde a los amos y a los esclavos, a la casa europea y rica y a la barraca donde vivían, respectivamente, blancos y negros, le sucedió una raza armónica y creativa a causa de su hibridez. Blancos y negros (e indios) se mezclaban sin mezclarse para hacer nacer al Brasil moderno. Ese mito social alimentó la ideología de las clases alta y media como contracara de la geografía real de la exclusión y de la periferia social. La Casa Grande quedaba así, ornamentada por la virtud de ordenar –desde el Estado– a las clases sociales frente a sí, aplicando un férreo sistema de explotación y de dominación [7] . Los sueños populistas del varguismo, el progresismo desarrollista de Janio Quadros y de Joao Goulart solamente representaron instancias políticas para desenvolver la ficción de un país moderno e industrializado (tarea que quedó finalmente bajo el dictum del golpe militar, aliado y fomentado por los dueños rurales y los empresarios nacionales y extranjeros.

[...]

El MST adquiere fortaleza política en la organización. Es una organización constituida a partir de tres columnas: dirigencia, moral productiva y disciplina democrática. Y esto, por sí mismo, tiene efectos epistemológicos en el sentido de dónde encontrar su verdad. Las personas que han sido “acampantes” y que ahora son “asentadas” expresan que el período de campamento fue muy doloroso. Lo fue por las condiciones en que vivieron (sin agua, sin luz, sin medios de transporte, con escasa o nula atención sanitaria, por el frío, la humedad o las alimañas) y por el desprecio social sufrido. Todos expresan que valió la pena, pero que no saben si tendrían fuerzas para volverlo a intentar. El terror nocturno y la espera de la represión policial o militar se volvió –más que una amenaza– una forma de existencia. [...]

El dolor colectivo y personal afrontado ante la exigencia de seguir conquistando tierra exige volver continuamente a la historia del movimiento. Tarea que realizan continuamente la dirigencia y los asentados. Esa historia es sintetizada como historia de una liberación y, por lo tanto, de libertad. Esta afirmación de la libertad afecta el análisis de lo social y lo hace mediante tres propuestas que son programáticas para el MST: la acción directa no violenta, la conquista de la tierra (a la que llaman territorialización) como sufrimiento y organización, y la conquista de la libertad a través de la tierra.

[...]

El MST otorga valor fundacional al campamento como experiencia porque en él el tiempo de vida (la espera, la duración) carece de alienación en la medida que genera más vida. Es una duración autoconstituida y autodeterminada, realizada a través de una moral productiva emancipada de la tensión entre la cantidad y el tiempo libre de vida.

[...]

La territorialización posee un efecto trascendente: es el momento en que cada miembro del pueblo, de la masa popular, descubre los tremendos efectos de su participación. Éstos son básicamente una nueva dignidad y un nuevo pensamiento colectivo, los que permiten coagular la energía social de los excluidos transformándolos en una “humanidad organizada”.

[...]

La paradoja es que el campamento consiste en un acontecimiento (histórico) pero, a la vez, es una experiencia transhistórica: un campamento contiene a todos los otros campamentos de la territorialización del MST. Comienza –como atestiguan los protagonistas– con una experiencia subjetiva y objetiva intransferible (para muchos de los ahora asentados, casi irrepetible, increíblemente larga); la carpa materializa el mundo doméstico que se hace heroico (lavar, preparar la comida, atender a los niños y a los enfermos, alfabetizarse, participar de las asambleas, hacerse “cada vez más conciente”) y que se encuentra siempre al borde de la muerte, esperando la llegada de la policía, de las tropas, de los pistoleros, del hacendado. Cuando la carpa se transforma en “casa”, se alcanza la primera victoria heroica y se va desarrollando una politicidad que –según ellos definen– es democrático-socialista. El principio de realidad de este pensamiento social es seguir ocupando como derecho de sobrevivencia; este derecho es derecho político y derecho de verdad: justicia e igualdad.

[...]

Ésta es la historia

[...]

La historia del sudoeste de Paraná (y de Santa Catarina, los dos estados donde comenzó el movimiento) empieza por los pueblos indígenas, los cuales fueron ferozmente perseguidos y muertos, ya que colonos y criadores de ganado armaban grupos para salir a cazarlos. Los indios eran considerados fuera de la ley y su asesinato era estimulado y considerado como una obra meritoria para permitir “...a marcha ascendente da nossa civilizaçao...” [8] .

A mediados del siglo xix toda la región al oeste de los campos de Curitiba y del camino hacia el sur estaba prácticamente abandonada y era una preocupación para el rey de Portugal. El interés por ocuparla fue atrayendo la atención de los hacendados y de los criadores de ganado que se fueron aproximando a los campos de Palmas. Las regiones, hoy conocidas como Sudoeste de Paraná y Oeste de Santa Catarina, hasta el final del siglo pasado eran tenidas como Tierras de Nadie, aunque ocupadas por 9601 habitantes, de los cuales 4.173 eran indios. Los gobiernos y las empresas colonizadoras invertían sumas de dinero razonables para contratar cazadores de indios. Esta región era conocida como Contestado porque era reclamada, por un lado, por la Argentina y, por otro, por Paraná y por Santa Catarina.

La estrategia de los portugueses fue dividir a los indios en “bravos” (no sometidos) y “mansos” (los que colaboraban con ellos). Así, los portugueses penetraron en los campos de Palmas, que se volvieron el municipio más antiguo y de mayor concentración de latifundio. Después de 1839 los indios bravos fueron sometidos o masacrados. En 1892 se inició una revolución federal en Río Grande do Sul. Tuvo como telón de fondo la revuelta popular campesina contra la política fundiaria del gobierno estadual y del gobierno federal. Un gran número de poseedores de tierra la perdieron a favor de los “coroneles”, amigos del poder. Los federalistas (o maragatos) luchaban contra los “legalistas” (o chimangos). Los primeros avanzaron hasta Santa Catarina y hasta Paraná, cuando fueron derrotados por las tropas de Floriano Peixoto. Hubo ejecuciones en masa y degüellos y, como final de la revolución, muchos maragatos debieron incursionar en regiones desconocidas, donde nadie tenía control efectivo.

En 1911, con la construcción del ferrocarril San Pablo-Río Grande, una multinacional norteamericana recibió del Gobierno la autorización para ocupar una faja de 15 kilómetros a cada lado de la vía. Fue el comienzo de la guerra del Contestado que terminó en 1915 con más de 8.000 muertos. Después de innumerables batallas, los “invencibles” (como eran conocidos) fueron exterminados por una fuerza de 7.000 soldados. Los indios y los caboclos que vivían en aquellos lugares perdieron el derecho a poseer tierra y se volvieron asalariados en la construcción de caminos o en las madereras. Cuando estas obras terminaron, miles de personas quedaron sin empleo y sin tierra. Entonces, hacia 1920 vivía en esta región una población de aproximadamente 6.000 habitantes. Eran indios que no se dejaron someter y caboclos desempleados de las haciendas de ganado de la región de Palmas, Clevelandia, Campo Eré y Guarapuava. Eran argentinos que avanzaban detrás de la yerba mate y de la madera. Eran refugiados de la justicia. Eran maragatos derrotados en la Revolución Federal. Eran desempleados sin tierra de la “ferrovía” y derrotados de la guerra del Contestado. “A resistencia contra as companhias colonizadoras, nos anos 50, vem dessa gente valente e corajosa, herença de uma passado de muito sofrimento, luta e resistencia...” [9] .

[...]

En 1951 se instaló en la región la CITLA (Clevelandia Industrial Territorial Ltda.) y trata de implantar un modelo de colonización en el que la venta de la tierra era la actividad principal. Los colonos se levantaron contra esa compañía y sus subsidiarias por su acción arbitraria y violenta, la especulación inmobiliaria y la explotación de la madera. Al principio actuó mediante la persuasión y, a partir de 1956, por la violencia. Al principio, la reacción de los habitantes fue reivindicatoria, luego se constituyó un embrión de organización, cuando percibieron que la vía judicial era inútil. Las compañías empezaron a usar un instrumento desconocido hasta entonces en la región: el jagunço. Eran traídos desde afuera como asalariados que debían desempeñar el papel de “corredores”, pero se constituían en parapoliciales que contaban con el apoyo de la policía estadual. Esta fuerza contaba con jeeps y camionetas y con un armamento moderno y tenían sueldos muy altos. Ellos debían obtener la venta de las tierras en el menor tiempo posible y con la mayor ganancia. Recorrían las propiedades obligando a los colonos a firmar los contratos, de lo contrario incendiaban las casas, los galpones, mataban a los animales, violaban a las mujeres, etc. Después del asesinato de varios líderes colonos, éstos se levantaron el 2 de agosto de 1957. Iba al frente un colono alemán envuelto en la bandera del Brasil que fue muerto por las balas de los jagunços. Los prefectos del sudoeste y el jefe de la asamblea legislativa formaron una comisión y fueron a la capital (Río de Janeiro) para defender a las compañías de la tierra, pidiendo al presidente de la República su intervención directa. Ante esto, los colonos debieron hacer uso de la fuerza y del enfrentamiento. En éstos últimos hubo tres estrategias: unirse a los farrapos, el enfrentamiento a través de las tocaias y la conciencia de los líderes que no se dejaron sobornar. En la región de los farrapos uno de ellos fue amarrado y castrado, su mujer fue violada y sus hijas de 9 y 11 años fueron asesinadas después de actos de estupro. Rebelados, los colonos pidieron ayuda a Pedro Santim, también un farrapo refugiado en la Argentina y famoso por su valentía. Éste, junto con otros líderes, pasó a comandar a los colonos. Pero esta acción, al ser comandada por hombres fuera de la ley, tuvo procedimientos semejantes a los de los jagunços.

El grupo de Santim quería acabar con los directores de las compañías y organizó una emboscada en el kilómetro 17 de la ruta que une San Antonio y Capanema. Pero los directores levantaron en la víspera una reunión que iban a hacer allí porque uno de ellos se sintió vigilado y puso en alerta a sus capangas. Entonces, se enfrentaron colonos y jagunços y murieron siete personas (dos empleados de la compañía y cinco colonos). Uno de los colonos era padre de uno de los atacantes. El odio acumulado durante mucho tiempo explotó y unos dos mil colonos tomaron Capanema. Los elementos de las compañías se refugiaron en San Antonio, ciudad que se volvió un cuartel general de los jagunços. La violencia se contagió hacia los habitantes urbanos y las empresas tentaron sobornar a los jefes con tierras en el Iguazú. Entre el 10 y 11 de octubre de 1957 millares de colonos armados se reunieron en Francisco Beltrao y el movimiento adquirió mayor expresión. El estacamiento de tres niños fue la gota que colmó el vaso. Ya no se trataba de una lucha económica sino de una lucha moral. Comenzaron a llegar a la ciudad camiones llenos de colonos (desde San Miguel, Jacutinga, Linha Gaúcha, Rio do Mato), otros venían a pié, a caballo, en carros. La ciudad fue totalmente tomada por ellos. El personal de las compañías –incluidos los pistoleros– se metió en las oficinas de la Comercial para finalmente escapar hacia el aeropuerto. Aquí el MST discrepa con la interpretación de los historiadores sobre el papel del ejército. Según éstos, el ejército no intervino y entregó el control a los civiles. Para el MST esta interpretación parte del supuesto de que las clases subalternas son incapaces de hacer historia sin que intervenga alguien de afuera.

Después de la expulsión de las compañías la lucha continuó, exigiendo la propiedad de la tierra, bandera de lucha que unió a todo el sudoeste. Por esa razón, la región votó a Janio Quadros en 1960, en atención a su promesa de llevar a cabo la reforma agraria. Por decreto número 50379 del 27 de marzo de 1961, Quadros desapropió, declarando de utilidad pública, la gleba de Misiones y parte de la gleba de Chopim, es decir, el sudoeste de Paraná. Con la renuncia del presidente, asumió Joao Goulart quien tomó nuevas medidas a favor de los colonos.

La victoria sobre las compañías fue un despertar para la organización de la sociedad. En los años siguientes a la rebelión, se inició un proceso de desarrollo del sudoeste, el cual significó una gran devastación de las selvas y de las araucarias. Caían las selvas y surgían las rutas y las plantaciones de maíz, poroto y trigo. Este proyecto de construcción del sudoeste fue idealizado destacando la gran diversidad de costumbres, orígenes e ideologías: descendientes de italianos, alemanes, polacos, caboclos, indígenas de distintos niveles educacionales y sociales.

La intervención de la Iglesia es sintetizada por el MST de la siguiente manera: una primera fase misionaria hasta 1960, con visitas a las comunidades para realizar bautizos, casamientos y misas conociendo mejor que nadie la realidad campesina; una fase de renovación de la Iglesia Católica por el Concilio Vaticano Segundo, que incentivó la organización sindical y cooperativista, y una tercera fase de pastoral específica desde 1980 con el surgimiento de la Comisión Pastoral de la Tierra, Pastoral Rural, Pastoral Obrera, Pastoral de los Niños avanzando hacia una organización social y ecuménica. También se instalan en esta última época muchas otras iglesias en la región.

Entre 1980 y 1995 es retomada la lucha por la tierra después del éxodo rural y el establecimiento de los colonos más fuertes, de los profesionales y de los comerciantes en las ciudades desde donde impulsan el monocultivo de soja y la maquinización. La nueva lucha es llevada a cabo por los expulsados de la agricultura mecanizada y financiada, junto con los hijos de los pequeños propietarios y a través del MST. Contradictoriamente, es también la fase del segundo éxodo rural: un gran número de familias dejó el campo para buscar empleo en la ciudad y en las nuevas fronteras agrícolas como Mato Grosso y Rondonia [10] .

Dice James Petras:

¿Qué significación tiene el movimiento sin tierra en forma general? Que muestra teóricamente y en la práctica que la ofensiva neoliberal puede ser derrotada. Cada año, 25 o 30 mil familias ganan contra los aliados de Cardoso, ganan en el sentido práctico, ganan terreno, ganan autogobierno, ganan sus escuelas, ganan capacidad de cultivar las tierras colectivamente para alimentar a la gente hambrienta del campo. Contra el Banco Mundial, contra el Fondo Monetario, contra la policía militar y contra el ex marxista, ex sociólogo, presidente Fernando Enrique Cardoso. (Petras, 2000: 47)

[...]

MST: territorialización, comunidad y argumentación

[...]

En el seno de la estructura económica, las comunidades rurales, fundadas en la producción doméstica para la autosubsistencia y la comercialización de excedentes (en general, de rendimientos bajos), los métodos de producción aseguran la reproducción física de los individuos y la reproducción social en todas sus formas. Pero su característica sobresaliente –en el mundo globalizado– es, sin importar su mayor o menor grado de aislamiento, su capacidad para transferir valor al mercado capitalista, especialmente bajo la forma de hombres y mujeres con fuerza de trabajo pero que son mantenidos en sus economías comunitarias y domésticas permitiendo su ir y venir hacia los centros que ofertan puestos de empleo por un salario cada vez más bajo, ya sea por migraciones temporarias o por éxodo rural (Meillassoux, 1977). Es decir, toda comunidad y economía domésticas están articuladas al capital a través de una conexión orgánica con distintas fracciones del capital., el cual posee la capacidad de generar estructuras sociales heterogéneas en el interior de una sociedad de escala compleja y de realización territorial muy extensa (especialmente en América Latina, en que la latitud de los países es en algunos casos cuasi continental). En este sentido, el trabajo cooperativo propone poner un obstáculo a este movimiento de reserva de trabajadores y –simultáneamente– de acelerada extracción de valor en trabajo temporario así como en producción alimentaria complementaria.

[...]

En un documento previo a la consulta popular plebiscitaria sobre un proyecto alternativo para el Brasil (no pago de la deuda externa, combate al latifundio) en septiembre del 2000 y repartido en un seminario de capacitación sobre el manejo de suelos, el MST, bajo la firma de Plinio Arruda Sampaio, dice que en el campo popular es preciso señalar la extraordinaria división e incomunicación entre las fuerzas que lo componen. En el medio urbano se notan divisiones dentro de la CUT (Central Única de Trabajadores); en el medio rural, el MST, la MPA, la MAB, la Contag, siguen estrategias distintas en relación con las reivindicaciones de la población rural. Dentro del Partido de los Trabajadores (PT), las tendencias de izquierda se muestran incapaces de desarrollar una estrategia común. Esto es fruto de procesos sociológicos complejos y diversificados y responden a circunstancias y acontecimientos imprevisibles. Los factores determinantes de la situación son el desempleo y el empobrecimiento del pueblo y de sus organizaciones. Esto no afecta sólo a los obreros, sino también a las clases medias e inhibe la articulación de grandes movimientos de masas. Sindicatos, iglesias, entidades de la sociedad civil tuvieron que reducir sus actividades por falta de financiamiento. Pero en el plano socio-político lo que se puede identificar es la incapacidad de las izquierdas para producir una teoría revolucionaria arraigada en la realidad brasileña. Siempre trabajaron con versiones simplificadas y reduccionistas de las grandes teorías socialistas del siglo xix, sin incorporar estrategias y tácticas de los análisis de pensadores como Caio Prado, Florestán Fernández y Celso Furtado. [...]

[...]

Por eso es necesario introducir en la agenda política del país tres temas básicos: Tierra, Trabajo y Techo. Debe reemplazar el actual discurso político que dice sólo lo que el elector quiere oír (especialmente el de clase media) por una denuncia de la farsa de la democracia de elites. Las revoluciones políticas son siempre el resultado de la lucha incansable de personas de mucha fe y de mucha esperanza (Arruda Sampaio, 2000).

La centralidad del trabajo

[...]

El MST declara construir el socialismo, pero sobre la base de la negociación dentro del sistema político actual (democracia representativa, división de poderes, partidos y corporaciones). En esos términos, consigue tierras a través de la expropiación que debe hacer el gobierno federal bajo la normativa de la Constitución nacional; establece vínculos socialistas hacia el interior del movimiento, de sus campamentos y de sus asentamientos pero en el seno de una sociedad nacional capitalista, dentro de la cual es una disrupción que no será admitida –tarde o temprano- en virtud de su organización. Por último, enfrenta al Estado brasileño al ofrecer una realidad territorial y demográfica y, simultáneamente, confluye hacia un orden social al que condena, pero que confía disolver por crecimiento acumulativo de acciones de territorialización.

Para los miembros del MST la experiencia de ocupar latifundio significa la diferencia entre la vida y la muerte (ésta definida como ir a parar a la favela o al estacionamiento debajo de la autovía). Por eso, la moral productiva es el único reaseguro para seguir ocupando y resistir; de tal modo que el centro de la vida es el trabajo.

Holloway dice que la idea de la revolución conciente realizada por un sujeto que se recompone a través de la centralidad del trabajo debe ser reemplazada por otra: la de que podemos vivir con muchas formas de conciencia diferentes (López Collazo, 1999). Hay bastante razón en esta afirmación, ya que la formación de la conciencia no habría de ser un acontecimiento unidimensional. Muchas direcciones de vida intervendrían en la conciencia y en la existencia. La existencia en el campamento forma y funda una conciencia específica tanto como intransferible en lo personal y en lo histórico.

La totalidad concreta que se manifiesta en los campamentos y asentamientos del MST deviene poder del trabajo porque expresa el carácter más perverso de aquélla: es una totalidad (una formación económica y social) basada en el interés individual, en ausencia de participación y en ausencia de solidaridad. En ella el trabajo tiene productividad, pero no poder. Por eso, el régimen político y social del capital avanza cada vez que somete al trabajo. Lo “concreto” de esta totalidad es la explotación humana por el plusvalor; esto hace que el trabajo oprima o libere en relación directa con el destino de su resultado: o se lo administra o se lo apropia.

¿Cómo debería contarse esta historia? Ya que ella es tierra viva de la lucha y ésta le da razón y objetivo, el relato de la historia debería ser detallado en acontecimientos, a la manera en que lo hacen los documentos del MST, con nombres, hechos y consecuencias. Perder un detalle de la misma, por más nimio que fuera, equivaldría a hacer desaparecer el sentido mismo de la historia. Y este aspecto predetermina el contenido de la ciencia social: la hace histórica y la nutre de detalles, aspectos y atributos para hacerla didáctica y moral. Esto es, demarca cómo la historia debiera haber sido y debiera ser. Toda otra acción niega la libertad.

Acción y argumento

¿Cuál es el objeto prioritario en la investigación y reflexión latinoamericanas? A pesar de lo diverso del actual campo socio-antropológico, parecería lógico poner el énfasis en el conflicto y en las tendencias que ascienden en el mundo contemporáneo, especialmente las de enfrentamiento de sectores subalternos con el Estado, delimitando el surgimiento de nuevos grupos y modalidades de protesta. En un cuadro de violencia mediática (exceso de información desconectada, fuerte acción subliminar, imposición de modelos de consumo y de ideología) la “razón política” de los movimientos debe aparecer como una contra-cultura. No basta la acción directa sino que es preciso imponer nuevas categorías para aprehender la historia que se desenvuelve.

En este sentido, la “verdad” de las consignas no equivale a la “verdad” de la acción y explica el hecho de que se adopten como legítimas normas de valor consensual, creencias mágicas y religiosas, mecanismos rituales y reciprocidades económicas (Cfr. Berno de Almeida 1989: 122). La verdad, además de sostenerse en un programa históricamente constituido, se genera en el conocimiento sobre realidades que establecen las demandas sociales y sin cuya expresión pública y política (en este caso, la toma de tierras) permanecerían ocultas e incomprendidas.

En el curso de su crecimiento el MST ha impuesto nuevas categorías de análisis sobre la tierra. Se aparta de la argumentación populista, puesto que no argumenta el derecho a trabajarla sobre la base del asentamiento ancestral en ella, ni la identidad étnica, ni el derecho consuetudinario ni sobre la reivindicación de la pertenencia a una región o a un sentimiento de arraigo construido por la experiencia de generaciones ni por las tradiciones y culturas relacionadas con la condición campesina. El derecho a la tierra para trabajarla es el derecho a la vida.

“Sin Tierra” sintetiza una condición social y una situación histórica. Los hombres sin tierra carecen de consistencia social y, desde la perspectiva de la burguesía, poseen potencial destructivo inorgánico. El término “masas” se emplea desde el siglo xviii, especialmente bajo la significación de “pueblo” anarquizado o de “pueblo” pasivo e ignorante. No fue objeto de teoría sino hasta la segunda mitad del siglo xix a partir de la obra de Marx y de Engels (las masas como sujeto revolucionario) adquiriendo dignidad histórica (Maañón y Morelli, 1995), aún cuando en el transcurso del siglo xx la sociedad de masas habría de adquirir un lugar sociológico ligado otra vez al anonimato y la facilidad para ser cooptada por líderes carismáticos o autoritarios.

Si 4.800.000 campesinos no tienen en el Brasil un lugar donde vivir, trabajar o morir, deben necesariamente acabar en la favela. Esa masa de trabajadores tiene un potencial propio para transformar la estructura social del país. El MST afirma concentrarlo y expresarlo como vía campesina a la revolución social haciendo valer su carácter popular, sindical y político. El momento decisivo de las actuales luchas sociales es la redefinición de lo político, especialmente subvirtiendo el orden a través de transformar o consensuar nuevas categorías de la percepción del mundo social, ya que el logro básico del Estado es la adhesión al mundo tal como es (Cfr. Bourdieu, 1999). En realidad, puede verse que la historia de toda la sociedad está presente en cada familia acampada (Cfr. Bertaux, 1996: 28). La transformación proviene de romper con el régimen de propiedad privada heredable y con el régimen de servidumbre de las personas y, por eso mismo, toma primacía el colectivo “territorializado” y el acampado da sentido a su experiencia de sufrimiento y libertad.

¿Quién escribirá la historia?

Este hombre trabajó
¿quién escribirá su historia?
............................................
voy hacia el fuego como una mariposa
y no hay rima que rime con vivir
...........................................
no te pares, no te mates,
sólo es una forma más de demorarse.

Las voces vivientes de los acampados-asentados del MST ofrecen una nueva dimensión del pensamiento social latinoamericano: tienen definida una dirección histórico-política y la llevan a cabo a través de la territorialización organizada y la moral productiva. Pero, al mismo tiempo, demarcan los alcances de las consecuencias de su estudio: no se trata de investigar la forma de su protesta sino las múltiples formas en que se niega la libertad positiva (la ausencia de explotación económica y de dominación ideológica) a los sin tierra.

 

Referencias bibliográficas

Arruda Sampaio, P. A, “Anotaçoes para uma análise da Conjuntura”, MS, 18 de agosto del 2000.

Badiou, A., L´Ethique, Hartier, París, 1993

Benjamin, W., “Charles Baudelaire. Un lirico no auge do capitalismo”, en Obras Escolhidas, tomo III, Brasilense, San Pablo, 1994.

Berno de Almeida, A. W., “Terras de Preto, Terras de Santo, Terras de Indio. Uso comum e conflito”, en Hebette, J, E.M. Castro (organizadores) Na Trilha dos Grandes Projetos. NAEA/UFPA, Belem, 1989.

Bertaux, D., “Historia de casos de familias como método para la investigación de la pobreza”, Taller, vol. 1, Nº 1, julio: 3-29, 1996.

Bourdieu, P., Meditaciones pascalianas, Anagrama, Barcelona, 1999

Bourdieu, P., Cuestiones de Sociología, Itsmo, Madrid, 2000.

Bourdieu, P., Las estructuras sociales de la economía, Manantial, Buenos Aires, 2001.

MST (Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra), Caderno de Formaçao Nº 30 Génese e desenvolvimento do MST, Sao Paulo.

Cardoso, C.F. y H. Pérez Brignoli, Historia Económica de América Latina, Crítica, Barcelona, 1987.

Cereletti, J.L., El poder y el eclipse del socialismo, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1993.

MST, Documento, De Olho no Passado e Pés no Futuro. 40 anos. A Revolta dos Colonos. 1957-1997.

Foucault, M., La verdad y las formas jurídicas, Gedisa, México, 1985.

Freire, G., Casa Grande e Senzala, Livraría José Olimpio, Río de Janeiro, 1984.

Furtado, C., Desarrollo y subdesarrollo, Paidos, Buenos Aires, 1961.

Gunder Frank, A., “Capitalism and Underdevelopment in Latin America”. Historical Studies of Chile and Brazil, Nueva York, 1967.

Hobsbawn, E., Sobre la Historia, Crítica, Barcelona, 1998.

Kohan, N., Marx en su (Tercer Mundo). Hacia un socialismo no colonizado, Biblos, Buenos Aires, 1998.

López Collazo, N., “El poder del trabajo, el sujeto, la conciencia y el fetichismo. Entrevista a John Holloway”. Herramienta, 10, invierno: 73-85, 1999.

Maañón, M. Y G. Morelli, La noción de masas, Oficina de Publicaciones del CBC, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1995.

Meillasoux, C., Terrains et theories, Anthropos, París, 1977.

Michelini, D. J., “Autonomía ética y moral” en D.J. Michelini, J. Westen, R. Squillari y P. Whebe (eds) Identidad e integración intercultural. Cuartas Jornadas Internacionales Interdisciplinarias, Universidad Nacional de Río Cuarto, Río Cuarto, 2000.

Motta, A., “Gilberto Freyre: imaginária e construçao de objeto en antropología”, en Antropología, Memoria, tradiçao e Perspectivas, V Encuentro de antropólogos do Norte Nordeste, Revista Antropológicas, año III, vol. 7: 115-124, 1998.

Oliveira de Andrade, M., “Las lutas simbólicas entre o Norte e o Sul: Intelectuais e Instituçoes no Brasil no sécolo XIX e inicio do século XX”, en Antropología, Memoria, tradiçao e Perspectivas, V Encuentro de antropólogos do Norte Nordeste, Revista Antropológicas, año III, vol. 7: 125-144, 1998.

Petras, J., Globaloney. El lenguaje imperial. Los intelectuales de izquierda, Antídoto, Buenos Aires, 2000.

Ribeiro, D., Las Américas y la civilización, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1972.

Rocchietti, A.M., “La especificidad latinoamericana: cultura e ideología en la cuestión social latinoamericana”, en Memoria Latinoamericana, Año V, Nº 4, julio: 79-91, 2000.

Rocchietti, A.M.; M. Tamagnini; A. Lodeserto y M.L. Gili, “El retorno del Manifiesto”, Actas del Congreso Nacional de Antropología Social, CD, Mar del Plata, 2000.

Sweezy, P.M. y P. Baran, Capitalismo e imperialismo norteamericano, Zahar, Río, 1966.

Weber, M., Economía y Sociedad, Fondo de Cultura Económica, México, 1999.

Wellner, A., “Sobre la dialéctica de modernidad y posmodernidad”, La crítica de la razón después de Adorno, Visor – Tomás Bretón, Madrid, 1993.


Este trabajo es fruto de los encuentros de análisis entre docentes y alumnos del Seminario de Integración en Ciencias Sociales, Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Río Cuarto, dictado en colaboración con Marcela Tamagnini y Claudia Harrington y destinado a los movimientos sociales contemporáneos en América Latina.

[1]

Esta experiencia formó parte del viaje anual de estudios realizado a las tierras de los guaraní (Paraje Piraí, Misiones, Argentina) y Sao Miguel do Oeste (Santa Catarina, Brasil) en agosto de 2000, por docentes y estudiantes de Historia y Filosofía, con auspicio de los departamentos de ambas disciplinas, de la Facultad de Ciencias Humanas, de la Secretaría de Bienestar Estudiantil y de la Secretaría Académica de la Universidad Nacional de Río Cuarto. El periplo incluyó una estadía en campamentos del Movimiento de los Sin Tierra en Sao Miguel do Oeste y en Dionisio Cerqueira y permitió al grupo vivir en ambos lugares unos días durante los cuales pudo profundizar en el terreno un conocimiento que era fundamentalmente teórico. Personalmente estuve alojada en el hogar de Celestino e Ivonne Persch y sus hijos: Jonaina , Josiane, Jocieli y Josiquiel, a 20 kilómetros de la moderna ciudad de Sao Miguel do Oeste; participé de un seminario sobre manejo de suelos, compartí una asamblea de productores, visité los campos de cultivo y la fábrica de leche “Terra Viva”. Agradezco a estas personas haber compartido su pequeña sala, su mesa, su amistad y los documentos del MST que alimentan este trabajo.

[2] Su sitio en Internet es www.mst.org.br. Son de especial importancia la revista del MST y el Jornal Sem Terra, los documentos de formación y los folletos de difusión de sus productos agroindustriales y algunos libros –pocos todavía–, que compilan lo fundamental de su lucha y teoría social.

[3] Éste es el caso que nos tocó presenciar en Sao Miguel: el funcionamiento de Terra Viva, una empresa cooperativa de leche “larga vida” con distribución comercial amplia en el Estado de Santa Catarina.

[4] Tuvimos ocasión de asistir a un seminario de capacitación agraria durante nuestra permanencia, en la sede de la Iglesia Católica local.

[5] Como la que partió desde Río de Janeiro el 26 de julio de 1999 para arribar a Brasilia, la capital del país, en octubre del mismo año.

[6] Pierre Bourdieu señala a la economía como ciencia estatal por excelencia, dedicada –como “campo” científico- a expresar la lógica de la razón calculadora, con la pretensión de encontrar “leyes” por las cuales operaría y existiría una razón inmanente desde la cual se ejercería (en la economía occidental) una voluntad de decisión puramente racional (Bourdieu, 2001: 20-23)

[7] Sin embargo, existen tres paradigmas para explicar la convivencia de las razas en Brasil, de acuerdo con Antonio Motta (1998): uno es éste que acabamos de describir, conocido como democracia racial; otro es el que ve a la sociedad brasileña como una sociedad de clases que alista a sus miembros en términos de su lugar en las relaciones de producción y donde el aspecto racial es solamente un “residuo” de identificación (lo representaría Florestán Fernández) y, por, fin., un tercero que la califica como una sociedad racista y discriminadora (Motta, A. C. 1998). Freyre se formó en el culturalismo norteamericano junto a Franz Boas entre 1918 y 1923 y retornó a Pernambuco en 1923. Por otra parte, es necesario atender al hecho de la existencia de un país colonizado por Portugal, en forma de islas de colonización, lo cual dio lugar a la conformación de distintas regiones culturales. De esa época datan los dos espacios intelectuales brasileños: el norte (el nordeste pernambucano, con Recife y Olinda como centros de una tendencia regionalista romántica tropicalista) y San Pablo (con su mito fundador en los bandeirantes y en el modernismo científico, tecnológico y literario) (Oliveira de Andrade, 1998)

[8] Ibid.: 9

[9] Ibid.: 16-17)

[10] Ibid.

Encontrá lo que buscás