19/04/2024

El 1 de mayo en los Estados Unidos

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Migración, movimientos, salario y guerra en las Américas: razones para la unidad en el 1º de Mayo de 2006... y después

Somos testigos de un momento aparentemente sin precedentes en las Américas, tanto del Norte como del Sur. Por una parte, millones de trabajadores indocumentados -los menos visibles y más reprimidos- se han manifestado repetidamente en las ciudades de los Estados Unidos, junto con compañeros de trabajo que los apoyan, contra una resolución del Congreso que los criminalizaría simplemente por estar, sin los papeles correspondientes, en los Estados Unidos, y criminalizaría a los ciudadanos del país que los ayudaran.

Por otra, en Latinoamérica, el pueblo está votando elección tras elección por gobiernos cuyas plataformas y a veces su práctica, rechazan las políticas económicas que el gobierno de los Estados Unidos ha venido apoyando, en beneficio de las corporaciones globales, durante dos décadas. Estas políticas (a menudo llamadas "neoliberales") originaron la caída de los salarios y las condiciones de trabajo en todo el continente, así como en el resto del planeta.

Con estos nacientes movimientos, somos testigos de una rebelión de los pueblos en toda América. Se alzan contra el destino de ser echados de sus tierras, blanco de la represión y aun muertos, forzados a trabajar en maquilas por salarios de hambre o quedar totalmente sin ingresos. Los millones que se vieron obligados a emigrar a los Estados Unidos u otras naciones enfrentan la humillación, la represión, la discriminación y la superexplotación, como personas de segunda clase en sistemas de apartheid construidos sobre el status de inmigrantes.

Esta rebelión panamericana puede sorprender, ya que llega en el momento de la "guerra contra el terrorismo", una "guerra" aparentemente casi sin fin, reminiscente de la Guerra Fría. Y cuando la atmósfera política generada por la misma facilitó la aprobación de leyes como el "Acta Patriótica" y la demonización de los inmigrantes como potenciales terroristas.

Sin embargo, esta rebelión no violenta no carece de precedentes. Es similar a la que tuvo lugar en la década de 1950, cuando la Guerra Fría y el terror inspirado por la posibilidad de una guerra nuclear fue incapaz de contener a la rebelión de los afroamericanos, quienes se negaron a "esperar" a que la "amenaza del comunismo" estuviera "bajo control" para voltear el apartheid de base racial en los Estados Unidos. Exigieron "¡Justicia ya!" ante los comités del congreso que asolaban al país pretendiendo encontrar espías comunistas entre los sindicatos, los profesores, los grupos de derechos humanos y las universidades. A través de una lucha sin cuartel durante el apogeo de la guerra fría, el movimiento negro por los derechos humanos destruyó el apartheid racial de los Estados Unidos.

Pero el movimiento de los Estados Unidos no estaba solo. Operaba en conjunción con los movimientos anticolonialistas de África que estaban exigiendo, al mismo tiempo, el fin del control imperial del continente africano por parte de Inglaterra, Francia y Portugal. El movimiento de derechos humanos de los Estados Unidos y los movimientos anticoloniales se dieron fuerza uno al otro, en tanto que la reverberación política entre Birmingham y Argel, entre Watts y Nairobi, amplificaba las respectivas demandas y el eco de las discusiones rebotaba entre el "centro" y la "periferia" del mundo.

El nuevo movimiento panamericano, al sentir su creciente poder, ha planeado un nuevo tipo de 1º de Mayo para 2006 en los Estados Unidos. Ha llamado a los inmigrantes y quienes los respaldan a dejar de participar en la economía del país, ya sea como trabajadores (asalariados o no, incluidos los estudiantes) o como consumidores, por un día. Este boicot puede extenderse también a otras regiones de América del Norte y Central. Se llamó a esta especie de un día de boicot y huelga nacional para dejar clara ante todos la importancia de los inmigrantes (especialmente los indocumentados) en el funcionamiento de la sociedad en los Estados Unidos, incluso en la comunidad inmediata de cada uno.

Escribimos para apoyar las demandas comunes y superpuestas de los movimientos en los Estados Unidos y en Latinoamérica; para explicar a quienes tienen documentos en los Estados Unidos (ciudadanos y residentes legales) porqué creemos firmemente que esas demandas son no solo justas sino también favorables a nuestro propio interés; para explicar porqué todos los trabajadores y activistas de los Estados Unidos deberían apoyar los movimientos de Latinoamérica, y para explicar a los que integran movimientos que pueden parecer algo distante al de los inmigrantes, como el antiguerra y el antiglobalización, porqué su lucha es la misma que la de los inmigrantes y la de los movimientos en Latinoamérica.

Las demandas más inmediatas del movimiento de inmigrantes en los Estados Unidos incluyen: 1) la derrota de cualquier legislación que criminalice a los inmigrantes indocumentados y 2) la legalización de los inmigrantes indocumentados que ya están en el país. La demanda más común entre los movimientos a lo largo de Latinoamérica es el fin de las políticas económicas neoliberales y de la dominación corporativa transnacional y de los Estados Unidos.

¿Son justas estas demandas? ¿Porqué habrían de apoyarlas los ciudadanos y residentes legales de los Estados Unidos? El apoyo a ambos movimientos, el de los inmigrantes y los que ocurren en sus tierras de orìgen, ¿fortalecerían o socavarían las condiciones de vida de los ciudadanos estadounidenses y los inmigrantes documentados? Debemos formular ambas preguntas porque los trabajadores de los Estados Unidos a menudo no han apoyado políticas justas cuando pensaban que iban contra sus intereses. El ejemplo más claro de esto fue el apoyo que la mayoría de los trabajadores blancos dieron a la versión estadounidense del apartheid racial, las leyes "Jim Crow", durante la primera mitad del siglo veinte.

Justicia

Decimos que los movimientos de los inmigrantes son justos, porque los principales motivos de migración hacia los Estados Unidos son la represión política y militar, la intensa explotación económica y la continua crisis social, todas ellas fomentadas por el gobierno de los Estados Unidos. Aproximadamente el 80% de los migrantes indocumentados a los Estados Unidos nacieron en países al sur del Río Bravo/Grande. El otro 20% viene en su mayoría de otras regiones del mundo que también enfrentan la devastación, la agitación y la crisis económica.

El gobierno de los Estados Unidos y las corporaciones han respaldado regímenes represivos y los han empujado a imponer leyes que facilitaran explotar a esos pueblos. La última versión de estas políticas, el "neoliberalismo", requiere cortar la asistencia estatal a los trabajadores y abrir la economía a la libre entrada y salida del capital extranjero. Y dado que las consecuencias del liberalismo implican destrucción de comunidades, privatización de tierras comunales y reducción de los ingresos para el sector de la sociedad que es la población de los de abajo, para tener éxito el neoliberalismo requiere de represión, especialmente en países cuya clase trabajadora ya está empobrecida. Juntos, represión y el neoliberalismo producen desintegración de la comunidad, devastación económica y ambiental y miedo. Muchos se ven obligados a huir para salvarse y salvar a sus familias de la aniquilación.

Es muy fácil probar que el gobierno de los Estados Unidos ha sido responsable de la represión militar en Latinoamérica. Las docenas de invasiones a países de Latinoamérica y el Caribe en el último siglo, la sórdida historia de la "Escuela de las Américas", el apoyo a golpes contra líderes elegidos democráticamente -desde Guatemala en la década de 1950 y Brasil en la de 1960, pasando por Chile y Argentina en la década de 1970, hasta el golpe fallido contra Hugo Chávez en 2002 y los golpes exitosos contra Aristide en 1991 y 2004- son testimonio amplio del hecho de que el gobierno de los Estados Unidos ha sido directa o indirectamente responsable de la represión en Latinoamérica que forzó a huir de sus hogares a muchos que temían justificadamente por sus vidas.

Las consecuencias del neoliberalismo son igualmente evidentes. Basta con mirar qué pasa en México, la principal fuente de migrantes indocumentados a los Estados Unidos, con el NAFTA, un acuerdo neoliberal clásico, para ver que los resultados fueron devastadores. El Presidente Salinas contó con el apoyo de los Estados Unidos para robar su victoria electoral. Luego implementó políticas neoliberales que sus sucesores, Zedillo y Fox, prosiguieron, y aprobó el NAFTA.

En dos décadas, el valor del salario mínimo mexicano cayó más del 80 %. En doce años de NAFTA, se produjo una abrupta caída del salario promedio y un dramático incremento de la pobreza. Mientras la "economía" crece, el hambre del pueblo aumenta. Una consecuencia importante es la migración hacia los Estados Unidos, pese a que el Presidente Clinton vendiera el NAFTA a la población con el argumento de que reduciría la inmigración mexicana. Catástrofes similares están relacionadas con las políticas neoliberales que se han aplicado en toda Latinoamérica y el Caribe. Crearon un continente que permitió al capital fluir libremente, pero dejó a la mayoría de la población en una pobreza creciente e imposibilitada de acceso legal al dinero, posibilidades de trabajo y supervivencia.

Mientras el gobierno de los Estados Unidos sostenga con su poder económico y militar las políticas neoliberales y la represión de las luchas contra las mismas, los pueblos desplazados económica y políticamente deberían ser bienvenidos aquí. Esto se basa en una premisa de justicia: cuando uno es al menos parcialmente responsable de la destrucción de los medios de vida y los hogares de la gente, entonces debe hacer lo que pueda para compensar por esta destrucción. Si nosotros, los trabajadores de los Estados Unidos, no podemos frenar el comportamiento de nuestro gobierno que causa daño demostrable a otros trabajadores, entonces es simple justicia apoyar las demandas más básicas de los trabajadores desplazados. Si tu hijo quemó intencionalmente la casa de tus vecinos, lo menos que te corresponde entonces es recibirlos en tu casa, si desean venir.

Seguramente, la "solución" a largo plazo es terminar con las acciones pasadas, presentes y, lamentablemente, previsibles en un futuro cercano del gobierno de los Estados Unidos que han sumido a millones de latinoamericanos y otros alrededor del globo en la represión y la pobreza. Pero hasta que alcancemos esta solución, debemos luchar por prevenir las políticas que reprimen y miserabilizan aun más a los inmigrantes que viven aquí debido a esas políticas.

Intereses

Está bien que sea lo justo, pero ¿no será suicida este comportamiento justo para los ciudadanos y residentes legales de los Estados Unidos? ¿El aumento de la inmigración no llevará a que bajen los salarios aquí? ¿No dice la "ley de hierro del salario" que más trabajadores compitiendo por el mismo número de trabajos lleva a salarios más bajos y peores condiciones de trabajo? Y aunque sea justo que la gente se defienda, ¿no deberíamos aprobar políticas que intensifiquen los controles fronterizos para mantener fuera a los terroristas? En otras palabras, aún si acordamos en que los trabajadores de los Estados Unidos tienen una responsabilidad con sus compañeros de Latinoamérica y otras partes del mundo, ¿es justo hacerlo en circunstancias en que chocan contra nuestros auténticos intereses de tal manera que es políticamente inútil insistir? Este fue el principal problema que afectó el tema de la inmigración durante muchos años. Pero, ¿es cierto que lo justo (apoyar a los trabajadores inmigrantes) se opone a los intereses de los trabajadores documentados, especialmente de los que están en la base de la pirámide salarial? Para empezar, debemos recordar que los inmigrantes hacen sobre todo los trabajos más sucios y más duros, que son esenciales y son muchos. Para el trabajador inmigrante promedio, venir a los Estados Unidos para escapar a la represión y a la miseria no es un picnic. La idea de que los inmigrantes vienen a sacar ventaja del "bienestar" es un mito que ha sido rebatido muchas veces. Está en la misma categoría que la pretensión de que los esclavos africanos en las plantaciones estaban felices por tener trabajos tan seguros. De hecho, los inmigrantes indocumentados trabajan muy duro en empleos con salarios muy bajos que producen grandes beneficios a sus empleadores y miles de millones de dólares extra para los sistemas de seguridad social.

Cuando los inmigrantes indocumentados vienen a los Estados Unidos, enfrentan condiciones de trabajo tipo esclavo respaldadas por el aparato represivo dirigido por el gobierno (especialmente los agentes del Departamento de Seguridad Interna, y cada vez más también la policía local y estatal). Este aparato represivo y la falta de derechos como trabajadores y como seres humanos fuerza a los trabajadores indocumentados a aceptar salarios más bajos, condiciones de trabajo inferiores a lo normal y humillaciones. A menudo temen exigir sus derechos, y aún menos se atreven a pedir más, ya que sus empleadores podrían entregarlos a los agentes de inmigración o a la policía.

¿Cuál es el origen de esos salarios bajos? ¿Es la cantidad de trabajadores o su estatus? ¿Hay tanta competencia por esos trabajos que lleva a la reducción de los salarios, o es el mismo estatus de indocumentado el origen de esta reducción? Afirmamos que este último es el elemento más importante. Si se lo resolviera, esto llevaría a salarios más altos tanto para los inmigrantes como para los ciudadanos y residentes legales.

Afirmamos que una situación neoliberal es la peor de todas para los salarios y las condiciones laborales. Ésta surge cuando el capital puede fluir libremente a través de las fronteras, en tanto que los trabajadores no. En ese caso, los empleadores amenazan a los trabajadores locales cuando reclaman mejores salarios, diciéndoles que a menos que acepten salarios más bajos se llevarán la producción afuera. Y amenazan a los indocumentados con la deportación si participan en luchas laborales. En ambos casos, se intimida a los trabajadores para que éstos teman luchar por sus intereses, y se hace aparecer incluso que sus intereses fueran contrapuestos. La situación que describimos es exactamente la que prevalece en los Estados Unidos.

Además, la situación tipo esclavista de los trabajadores indocumentados crea las condiciones para bajar el piso salarial en los Estados Unidos, afectando sobre todo a los que compiten por los trabajos con salarios bajos. Esta es una causa mucho más significativa para la erosión de los salarios que el número de competidores por los empleos, porque si el piso es la esclavitud y la mera subsistencia, los derechos e ingresos de todos los trabajadores bajan en consecuencia.

Por lo tanto, el fin del neoliberalismo -o bien se restringe el flujo de capitales por las fronteras o bien se permite a los trabajadores traspasarlas- llevará a un aumento de salarios para todos. Es en interés tanto de los trabajadores y ciudadanos como de los inmigrantes indocumentados de los Estados Unidos oponerse al neoliberalismo, en lugar de oponerse unos a otros.

Pero, además de los empleadores que usan el apartheid de los inmigrantes para superexplotarlos, otros elementos racistas y xenófobos lo usan para sacar ventaja, para humillar y maltratar a los trabajadores indocumentados y a sus familias. Las condiciones económicas y los antagonismos sociales llevan a divisiones entre los trabajadores, que hacen más difícil organizarse juntos para lograr mejores salarios y condiciones de trabajo.

Dado que esto es así, solamente uniéndose para eliminar el apartheid inmigrante pueden sentarse las bases para luchar por mejores condiciones y salarios y contra el neoliberalismo. Por tanto nos parece evidente que apoyar a los trabajadores inmigrantes no sólo es justo, también es en interés de la mayoría de los ciudadanos e inmigrantes documentados de los Estados Unidos.

Otros movimientos

¿Y qué ocurre con el respaldo a movimientos en otras naciones? ¿Porqué habrían de importarle a los trabajadores documentados de los Estados Unidos? Otra vez la justicia es una razón, ya que las horrendas condiciones contra las que la gente se rebela han sido creadas en gran parte por el gobierno de los Estados Unidos. Y el propio interés es otra: si las condiciones de vida fueran mejores en Latinoamérica y el Caribe, la gente no se vería obligada a trasladarse a los Estados Unidos. Si las corporaciones no pudieran socavar los salarios de los Estados Unidos empleando trabajadores más baratos en Latinoamérica, entonces los trabajadores de los Estados Unidos tendrían más posibilidades de detener la caída de su nivel de vida. Para que los trabajadores lleguen a establecer un mundo de bienestar compartido, en vez de explotación, se requerirá de unidad por sobre las fronteras nacionales.

A lo largo de Latinoamérica y el Caribe, diversos movimientos y luchas cobran fuerza. Una expresión de esas luchas fue la elección de nuevos gobiernos. Algunos que se supone representan y responden al pueblo trabajador/de bajos ingresos/indígena parece que no lo hacen (ejemplo: Lula en Brasil); otros ahora parece que sí (Chávez en Venezuela); mientras que en otros casos es demasiado temprano para saberlo (Evo Morales en Bolivia, Preval en Haití). Estos gobiernos merecen un apoyo explícito en la medida en que se opongan en la práctica al neoliberalismo y respondan o aún apoyen a los movimientos populares. Si bien las posiciones de esos gobiernos dependen de muchos factores, el poder de los movimientos para asegurar que los gobiernos hagan lo que deben es lo más importante. Y ese poder de los movimientos depende a su vez en gran medida de si los Estados Unidos logra impulsar su destrucción por medios económicos o militares. Aquí es donde la voluntad y la capacidad de los trabajadores de los Estados Unidos para respaldarlos es esencial.

La oposición de los trabajadores de los Estados Unidos a golpes de Estado iniciados o respaldados por los Estados Unidos debería ser un principio básico. Lamentablemente, algunos activistas violaron ese principio cuando justificaron el golpe en Haití contra Aristide, señalando sus aparentes defectos. El asunto no es la perfección de Aristide o Chávez, ni siquiera si apoyan como se debería, en el actual contexto mundial actual, los movimientos populares: la cuestión es si los más egregios explotadores, los Estados Unidos, deben tener libertad para promover golpes. En todo caso, sería mas factible que los gobiernos respondan y apoyen realmente a los movimientos populares si no enfrentan una intervención de los Estados Unidos. Y siendo el poder y el crecimiento de los movimientos lo más esencial, y no deberían tener que luchar contra golpes o intervenciones militares de los Estados Unidos. En la medida en que el poder de los movimientos produzca mejores condiciones para los pueblos, esos pueblos se verán menos presionado a huir hacia otra nación y serán menos vulnerables a la superexplotación en sus países nativos. Ambos resultados son beneficiosos para los trabajadores, documentados o indocumentados, de los Estados Unidos.

Además, es esencial oponerse a iniciativas como el Acta de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y a la injerencia militar de los Estados Unidos (consejeros en Colombia, el programa de entrenamiento de la Escuela de las Américas). Esas son tareas para los movimientos, tanto de Latinoamérica como de los Estados Unidos. Detener tales iniciativas aumenta la probabilidad de éxito de los movimientos y de impedir que los gobiernos los traicionen.

Pero, si nos basamos en la experiencia y en los hechos actuales, el gobierno de los Estados Unidos no permitirá pacíficamente que estos movimientos eliminen el neoliberalismo y establezcan nuevas relaciones económicas y sociales. El movimiento anti guerra de los Estados Unidos debe desarrollar ya la capacidad de oponerse resueltamente a las operaciones estadounidenses abiertas o encubiertas en Latinoamérica. Pero al movimiento anti guerra le faltó poder y una estrategia exitosa. Bush ignoró las demostraciones masivas, y la opción que los votantes tuvieron en 2004 era entre dos candidatos pro guerra. El creciente poder de los movimientos de inmigrantes, expresado en las huelgas y boicots del 1º de Mayo, así como en las deserciones estudiantiles, las manifestaciones y los boicots del mes anterior, indican que en los Estados Unidos hay movimientos con capacidad para llevar adelante acciones más fuertes de lo que fuera posible durante muchos años.

Las leyes represivas, ostensiblemente diseñadas para combatir el "terrorismo", serán usadas contra quienes apoyen los movimientos de Latinoamérica, y contra los movimientos de inmigrantes dentro de los Estados Unidos. Así que todos quienes se oponen al Acta Patriótica y leyes similares y quienes apoyan las libertades civiles, deberían apoyar al movimiento de los inmigrantes y los movimientos de Latinoamérica, ya que el poder de estos movimientos hará más difícil el éxito de la represión en nombre del "antiterrorismo". Por otra parte, el poder de los movimientos de inmigrantes y los de Latinoamérica fortalecen la capacidad para hacer retroceder la legislación represiva.

De modo que los movimientos anti guerra y anti globalización deben ser pro inmigrantes en los Estados Unidos, así como adversarios del imperialismo económico y militar en Latinoamérica y el Caribe. Deben apoyar los movimientos de los trabajadores en todo el continente, y en todo el mundo, por una auténtica paz y prosperidad. Sólo así terminará la inmigración forzada.

Conclusión

La rebelión de los trabajadores latinoamericanos en sus países y la de los inmigrantes en los Estados Unidos es un desafío radical a los pilares del neoliberalismo (a pesar de la retórica débil y hasta pro Estados Unidos de algunos componentes del movimiento). La pregunta es si nosotros, los trabajadores "americanos" de los Estados Unidos nos uniremos a ellos. Si lo hacemos, entonces comenzaremos a liberarnos nosotros mismos de la desmoralización de vivir en el peor de los mundos posibles para los trabajadores. Si no lo hacemos, perderemos la oportunidad de hacer justicia y actuar en nuestro propio interés. Es un momento histórico extraño. Fallar y quedar varados en ésta, la peor de las posiciones, posibles resultará en un infierno sobre la tierra para nosotros aquí, en los Estados Unidos. De modo que para el 1º de Mayo, y después, unámonos todos, documentados e indocumentados, paremos nuestro trabajo y nuestras compras, salgamos a las calles y escapemos a nuestra condena terrenal. Unámonos también con el movimiento anti guerra este 1º de Mayo y después, para parar la agresión de los Estados Unidos en todo el mundo, un motivo importante en la migración forzada de todo el planeta. Unámonos, porque es realmente justo y en el propio interés del pueblo trabajador.

¡Basta ya...! ¡Sí se puede...!*


Artículo recibido para su publicación por intermedio de John Holloway.

Esta nota fue escrita por algunos miembros y amigos de Midnight Notes (www.midnightnotes.org). La escribimos para el 1º de Mayo de 2006, pero también para después de ese día. Es una declaración que surge del comienzo de nuestra investigación sobre esos múltiples movimientos, y en el comienzo del desarrollo de esas luchas, y por tanto representa simplemente un primer y parcial borrador. Agradeceremos los comentarios enviados a: [email protected]. Traducción del inglés de Susana Todaro.

* En español en el original (N. del T.).

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