23/04/2024

La Elegía y el tango

Por , , Claros Marcelo

El Diletante fue un programa de radio que duró tres años. Su última emisora fue la frecuencia de FM Patricios y era conducido por Marcelo Claros acompañado de Eduardo Gómez (más conocido entre sus amigos por el apodo de Gardel). Compusieron una dupla entrañable que generó inmenso placer y orgullo a todos los que tuvimos la oportunidad de seguir sus audiciones.

Dueños de un humor ácido y provocador, generaron un espacio crítico y polémico. La temática elegida fue de lo más variada, pero siempre de un alto contenido de compromiso político y social, enfrentando y denunciando las lacras del capitalismo y sus personeros. Lo hicieron desde todos los ámbitos de la cultura. La historia, la literatura y en especial la música, decían siempre presente de la mano del exquisito gusto de Marcelo. Los reportajes contaron con la presencia de luchadores populares, dirigentes políticos, intelectuales comprometidos con las luchas sociales y amigos comunes. Entre otros también, miembros de la redacción y colaboradores de Herramienta.

En esta oportunidad reproducimos el programa la Elegía y el tango, emitido el 19 de junio de 2003. Claros y Gómez se lo dedican al amigo común Eduardo Martedí que había fallecido tiempo atrás y que integraba al igual que Marcelo el grupo de colaboradores de nuestra revista. Ellos hicieron del culto a la amistad un valor en si. También se despidieron casi juntos de todos nosotros, dejándonos su legado. Eduardo Gómez falleció en septiembre de 2004 y Marcelo en marzo de este año.

NdR.

― Buenas noches, bienvenidos a nuestro programa El Diletante.

Hoy estamos nuevamente en esta aventura sin sentido y efímera que comandamos Eduardo Gómez y yo.

Este es justamente el momento en que se apagan los televisores del universo, la gente cesa de mirar telenovelas para sintonizar la 95.5 FM Patricios, para escuchar El Diletante. Es también el momento, Gómez, donde nosotros renacemos como el Gato Félix después de una larga temporada, bah, no tan larga, una semana, en ese desván de las ontologías perdidas y olvidadas para retornar a la vida.

Quiero decirle, Gómez, que este programa es el que está campeando en los ratings. No sé si se ha enterado de las últimas mediciones, porque éste es un fenómeno universal. La gente apaga los televisores a las 10 de la noche para vernos renacer y para levantar las banderas de la poesía y del espíritu, y no sé alguna otra más que se me olvida.

― Yo, querido Claros, buenas noches, discúlpeme, estaba distraído de lo que usted decía.

― Usted siempre está distraído. ¿Dónde estaba, Gómez?

Justamente, hoy vamos a tener un programa que gira alrededor de esta pregunta. El famoso ubi sunt latino o el ubi est: dónde estarán, dónde es. Ese tópico típicamente elegíaco. Y me salió con aliteración, no sé si se dio cuenta, Gómez.

― Efectivamente.

― Bueno, quería comentarle las novedades, sabemos que por intermedio del CONFER ha sido prohibido nuestro proyecto de hacer una radionovela llamada "Soy mormón". Debemos decirles a nuestros oyentes que no la vamos a hacer.

Usted sabe que los mormones son polígamos, están en Salt Lake City, en el estado de Utah, tienen 6 u 8 mujeres, y el CONFER consideró que eso no era un buen ejemplo para las familias argentinas y nos pidió que hiciéramos otra cosa.

― Discúlpeme, pero tengo dudas de que ése sea el motivo. Yo creo que está la larga mano de Laport, que herido en su audiencia…

― Y de Suar. Sí, y fíjese que nos prohíben hacer nuestra novela sobre la poligamia y nos incitan a competir con este emplasto "Resistiré". Yo no lo he visto, pero me contaron que allí hay una relación incestuosa de un chico con su tía. En fin, es bastante morbosa.

― Comprendo, no se extienda.

― Pero ahora vamos a anunciar un tema, y alrededor de ese y otros vamos a hacer un programa que va a ser un homenaje a los grandes poetas y músicos del tango y queremos hacer una especie de epítome sobre una temática del tango muy poco explotada.

Tres amigos, de Enrique Cadícamo, interpretada por Alberto Marino.

― Muy bien, Gómez, este tango excepcionalmente cantado nos introduce en el tema de hoy que es el "Tango y la elegía". Habíamos adelantado ya ese topos de la poética elegíaca que es el ubi sunt o el ubi est, que quiere decir dónde estarán o qué se habrán hecho o por dónde andarán. Esa invocación en forma de pregunta retórica es típica de la elegía. Y hoy queremos demostrar que hay muchísimos tangos elegíacos y que esta forma poética clásica tuvo gran influencia en el tango; lo que denota la altura de los poetas del tango. Eso es lo que nos proponemos.

Y para no entrar en problemas sin resolver fuimos al diccionario.

Elegía viene del griego elegias, que quiere decir llanto. Y dice: "Composición poética del género lírico en que se lamenta la muerte de una persona o de cualquier otro caso privado o público, digno de ser llorado." En español se escribe generalmente en tercetos o verso libre, y entre los griegos y latinos se componían versos hexámetros y pentámetros, y admitía asuntos placenteros. No sólo es un lloro.

Vamos a ver poetas latinos como el caso de Cátulo, que escribió muchas elegías, Cátulo era un poeta erótico.

Bueno, en realidad, para ser latinista, deberíamos llamarlo Catulo, pero para evitar falsas rimas lo vamos a seguir llamando Cátulo, el latino. Él tenía una amada a la que escribía elegías, que se llamaba Clodia. Había otro poeta muy famoso griego, Calímaco que escribía exámetros elegíacos a los héroes como Ayax o Ulises.

Vamos a rescatar dos conceptos. Elegía es evocación, lloro, lamento de alguien que murió, o de algo que pasó y ya no está. Que puede llegar a ser placentero en algunos casos. Que tiene algún tópico para identificar que es este ubi sunt o el ubi est -qué se habrán hecho, dónde estarán, qué fue de aquél- y que podemos relacionar con palabras como lamentación, lamento, melancolía, queja, evocación, tristeza, "saudade". Es decir, es el llanto, el lamento del que ya no está y no puede volver nunca más. Tratamos de hacer una especie de crestomatía[1] de la poesía, Gómez.

― Me permite, Claros, ¿me permite que se lo diga en una forma poética esto de la elegía? Voy a tratar de hacerlo con palabras de un tango de Enrique Cadícamo, que después se llamó Café de Barracas, es de 1920 y la música es de Eduardo Arolas. Le leo un pedacito de la poesía, "sacarle punta a un recuerdo es regresar del olvido". Es buscar en el recuerdo una forma de traer al presente algo que decíamos. Le propongo que le dediquemos este programa a nuestro gran y querido amigo Eduardo Martedí. Ya que estamos trayendo recuerdos que sean dignos de ser traídos, traigamos la de un amigo que merece ser evocado.

― Suscribo plenamente esa propuesta, ya que si hay una persona que merece ser evocada, con nuestro lamento y nuestro lloro, es nuestro gran amigo Eduardo Martedí. A continuación escucharemos otro tango elegíaco.

Tinta Roja, de Cátulo Castillo y Sebastián Piana, interpretado por la orquesta de Aníbal Troilo con Fiorentino.

― Le doy dos datos, Claros, que Fiorentino fue el primer cantor de la orquesta de Troilo, el primero de una larga lista de cantores extraordinarios que pasaron por su orquesta. Usted sabe que yo soy un fanático de Troilo, fue un gran maestro de cantores y esta interpretación de Fiorentino es bárbara. José Gobelo decía, "Troilo fue una necesidad del tango".

― Gómez, lo suyo es una elegía de Troilo y sus cantores. Vamos a reconocer un error, hay un tango de Castillo de los más elegíacos, que no hemos podido conseguir, pues nuestra discoteca es magra: Café de los Angelitos. Es un tango elegíaco que dice así:

Café de los Angelitos /bar de Gabino y Cazón, / yo te alegré con mis gritos / en los tiempos de Carlitos / por Rivadavia y Rincón / ¿Tras de qué sueños volaron?/ ¿En qué estrellas andarán? // Las voces que ayer llegaron / y pasaron y callaron, / ¿dónde están? / ¿Por qué calles volverán?

Esta evocación nostalgiosa, no necesariamente triste, aunque por lo general lo es, del tiempo pasado que ya no puede volver. Y como recordó usted en el tema de Cadícamo, Café de Barracas, es el pasado que sólo vuelve a través del recuerdo. Ese recuerdo que de alguna manera nos hace felices, porque fue digno y a ese pasado lo conocimos nosotros. Es necesario, casi condición sine qua non, que el autor de la elegía haya sido protagonista o testigo de los hechos que memora.

Para ejemplificar la prosapia que tiene esta forma poética, que tomaron los mejores poetas del tango, que hay muchas elegías y quisiera mencionar algunos antecedentes ilustres. Por ejemplo en la lengua castellana, como las Coplas a la muerte del padre, de Jorge Manrique, que fueron escritas casi 20 años antes del descubrimiento de América. Voy a citarle dos estrofas como ejemplos clave de qué es la poesía elegíaca y cómo el tango la refleja. Si la memoria no yerra, la primera estrofa de las Coplas dice así, es muy conocida:

Atienda el alma dormida, / avive el seso y despierte, contemplando, / cómo se nos pasa la vida, / cómo se nos viene la muerte, / tan callando / cuán presto se va el placer / cómo una vez otorgado da dolor, y cómo a nuestro parecer / cualquiera tiempo pasado fue mejor.

Primera clave, Gómez, "cualquiera tiempo pasado fue mejor". La evocación. Y la valoración de ese tiempo pasado como superior a la actualidad. En la última estrofa -son más de 48 octavillas-, vemos que no es una elegía triste, es laudatoria, él evoca al padre como un héroe que peleó contra los moros, que fue un hombre honesto, que fue amigo de los amigos, que fue un creyente, que sirvió a la corona de su rey verdadero. Y termina diciendo:

Así con tal entender / rodeado de su mujer, / hijos, hermanos y criados, / dio la vida a quien se la dio, / la cual halló en el cielo su gloria, / y aunque la vida perdió, / dejónos harto consuelo su memoria.

Esto, que es hermosísimo y emocionante, es la segunda clave, "dejónos harto consuelo su memoria". La memoria consuela el pesar de lo que se ha perdido. El padre murió, pero Manrique dice tengo consuelo en la memoria, en el ejemplo que él dejó y evocándolo me siento bien. Como vemos, no es una elegía necesariamente compungida, de sentimiento transido, sino laudatoria.

Ahora vamos a escuchar un tema que es un ejemplo de elegía total, uno de los tangos más conocidos, en la versión quizá más famosa, de uno de los poetas elegíacos por antonomasia.

Sur, de Aníbal Troilo y Homero Manzi, interpretado por la orquesta de Troilo con Edmundo Rivero.

― Quiero seguir con esta alcurnia poética que tiene la elegía y cómo nuestros poetas tomaron estos modos para desarrollarlos en la música popular.

Fíjese que otro antecedente famoso de elegía es un soneto de un poeta preferido por nosotros, don Francisco de Quevedo y Villegas, del siglo xvi, que escribió una elegía a su protector. Se llama Memoria inmortal de don Pedro Téllez Girón, duque de Osuna, muerto en prisión. Parece que era el tío, algunos dicen que el padre, de don Gabriel Téllez, que no era otro que don Tirso de Molina, el protector de Quevedo. Cuando muere el Duque de Osuna, Quevedo queda muy mal, incluso lo encarcelan porque queda sin protector. Este Duque de Osuna había sido el Virrey de las Dos Sicilias. Le escribe este soneto que Borges juzga como uno de los más hermosos de la lengua castellana, cuando Borges era quevediano, en su juventud Borges era quevediano y repudiaba a Góngora, luego en su vejez cambió y se hizo gongoriano.

"Faltar pudo su patria al grande Osuna, / pero no a su defensa sus hazañas; / diéronle muerte y cárcel las Españas, / de quien él hizo esclava la fortuna. / Lloraron sus envidias una a una / con las propias naciones las extrañas; / su tumba son de Flandes las campañas / y su epitafio la sangrienta luna. // En sus exequias encendió el Vesubio / Parténope y Trinacria al Mongibelo; / el llanto militar creció en diluvio; / diole el mejor lugar Marte en su cielo; / la Mosa, el Rin, el Tajo y el Danubio, / murmuran con dolor su desconsuelo."

Esta poesía hermosísima que trata de ser triste, "murmuran con dolor su desconsuelo" los ríos de Europa que Quevedo les antepone el artículo para hacerlo más rítmico, en realidad pierde su tristeza y melancolía al ser tan grandilocuente la evocación del Duque de Osuna al decir "Su tumba son de Flandes las campañas, y su epitafio la sangrienta luna". Es muy prosaico explicar una metáfora pero lo vamos a decir: El Duque de Osuna murió en Flandes y su gran gloria militar había sido derrotar a los musulmanes, es decir la media luna roja del Islam.

Esta alcurnia, estos antecedentes poéticos que se remontan a los griegos, tomaban nuestros poetas para hacer música popular evocando un pasado. Quizá cambian los topos. Ya no era la mujer, ya no era un héroe. Era el viejo barrio, los amigos, el farolito. El viejo barrio, el sur: "Ya nunca me verás como me vieras", y también, el barrio de tangos. Homero Manzi, el poeta elegíaco por antonomasia evoca su juventud, su adolescencia, en el colegio Abraham J. Luppi, donde desde su ventana veía el farol, el terraplén, el farol balanceando en la barrera.

― Es un tango de Homero Manzi y Aníbal Troilo de 1942.

― Se vino documentado.

― Efectivamente este tango fue grabado por primera vez con la voz de Fiorentino con Troilo en el 42. Que ya los vimos juntos cuando escuchamos Tinta Roja. En el mismo año lo grabó otra orquesta extraordinaria, la de D’Agostino, con la voz de Ángel Vargas. Esta seguidilla que usted ha traído hoy, corrobora plenamente lo que decíamos antes que Troilo...

― Era una necesidad. Escuchamos ahora:

Barrio De Tango, de Aníbal Troilo y Homero Manzi, por la orquesta de Troilo con Floreal Ruiz.

― No se puede quejar, Gómez, le traje al hilo cuatro cantores de Troilo de los mejores.

― No. La verdad es que hoy usted ha empezado a tomar un rumbo que espero que sea definitivo.

― Queremos exaltar esto porque pensamos que éste es uno de los pináculos de la cultura, que no necesitó de protectores como Quevedo, sino de grandes músicos y de grandes poetas. Quisiera ilustrar más los ejemplos de elegía, no sólo para remarcar los antecedentes gloriosos en la poética, sino para ver lo noble de esta forma poética. Me refiero a la poesía de Miguel Hernández a su amigo Ramón Sijé, que le puso música Serrat. Decía así:

"(En Orihuela su pueblo y el mío, se me ha / muerto como del rayo mi amigo Ramón Sijé, a quien / tanto quería.) / Yo quiero ser llorando el hortelano, / de la tierra que ocupas y estercolas, / compañero del alma, tan temprano. // Alimentando lluvias y caracoles, / y órganos mi dolor sin instrumento, / a las desalentadas amapolas / daré tu corazón por alimento. / Tanto dolor se agrupa en mi costado, / que por doler me duele hasta el aliento."

Esa sí es una elegía muy triste, desgarradora.

Es emocionante, dolorosa, aunque no todas las elegías, como dijimos, son tristes. Algunas, como en el caso de Borges, son evocativas y no hacen más que llenar de dignidad a quien la evoca. Borges, como nos tiene acostumbrado en muchas de sus páginas, escribió una elegía donde explicó qué es la elegía dentro del mismo tema. Es un recurso que tiene Borges y que lo hace genial. Recordemos un fragmento de El Tango. Es una poesía muy hermosa, dice:

"¿Dónde estarán?, pregunta la elegía / de quienes ya no son, como si hubiera / una región en que el Ayer pudiera / ser el Hoy, el Aún y el Todavía. // ¿Dónde estará (repito) el malevaje, / que fundó en polvorientos callejones / de tierra o en perdidas poblaciones, / la secta del cuchillo y del coraje? // ¿Dónde estarán aquellos que pasaron / dejando a la epopeya un episodio, / una fábula al tiempo y que sin odio, / lucro o pasión de amor se acuchillaron."

― Yo me quería detener aquí. Habíamos dicho que una de las claves era que todo tiempo pasado fue mejor, como decía maese Jorge Manrique. Que lo ineluctable del paso de tiempo se enmendaba, se consolaba con la memoria. Habíamos dicho también que la elegía recurría a tópicos para evocar a la gente que había desaparecido y que, a veces, no necesariamente evocaba a personajes sino a tiempos pasados. En este caso Borges nos explica de modo sencillo y poético todo lo que nosotros no sabemos explicar en 50 minutos de programa.

Borges plantea que la elegía es esa región donde el ayer se puede transformar en el hoy, el aún y el todavía. Borges, que es un creador de regiones, él crea los orilleros, postula a poetas como Evaristo Carriego, inventa toda una poética y una región, no sólo geográfica, sino histórica, elige la región del ayer, que es un ayer feliz, el de los cuchilleros, valientes, dice que esto pervive en "esa ráfaga, el tango, esa diablura, / los atareados años desafía; / hecho de polvo y tiempo, el hombre dura / menos que la liviana melodía, / que sólo es tiempo."

Es decir cómo salva esta cuestión de la evocación, al pasado ineluctable que no vuelve, lo salva con la poesía y dice que también lo salva el tango, que dura más que el hombre, esa "liviana melodía". Esta evocación nos hace regresar a un pasado que fue feliz y aunque hoy seamos desdichados, esa evocación nos hace felices. Esa es un poco la clave que da Borges, eso creo yo, que tengo la mala costumbre de querer explicar metáforas, aliteraciones y poesías.

A continuación escucharemos un vals:

El último organito, de Acho Manzi y Homero Manzi, interpretado por Susana Rinaldi.

― Este vals elegíaco, que no evoca a una amada, a la barra, o al amigo, sino a un objeto, el organito, un objeto que cumple el papel de conjuro, una especie de sortilegio donde al mencionar al organito se convocan a antiguos recuerdos, vecinos, a la que abría las persianas y se cansó de amar, el caballo blanco, el rengo y el monito, el alma del suburbio. Es claramente elegíaco aunque no tiene la partícula ubi sunt o ubi est, dónde estarán, es evocativa, nostálgica y también bastante triste. Uno se solaza en esta tristeza, en esta nostalgia, a veces uno necesita sentirse triste de esta manera, con esta altura.

Usted que es un hombre prosaico, es decir de prosa, me pidió que terminara con la poesía. Usted me dijo, Claros, déjese de escorchar con esto de la poesía.

― Le digo sinceramente porque algunas lágrimas habían empezado a llegar hasta el estudio de la radio. Yo llegué antes que usted y me enteré que en la Argentina hay una ola inmensa, como una primavera de esperanza, de alegría, parece que hay un hombre providencial, que toma medidas que alientan...

― Si, es que el argentino es mente alegre.

― Sí y usted con esa poesía entorpece esta alegría.

― Bueno, pero yo quería rendirle un homenaje a Julián Plaza que quien hizo el arreglote este tango que hemos escuchado. Es un gran músico que falleció hace un mes y es el que hizo los arreglos de esta versión.

Ahora les pedimos a nuestros conjeturales oyentes que presten atención a este tango que vamos a escuchar, de claro corte elegíaco, Argañaraz, que Roberto Firpo compuso en 1913 para un local bailable, antes no se decía así, se decía milonga que quedaba en la calle Argañaraz 39, en Villa Crespo. Tiempo después, en 1927 Enrique Cadícamo le pone letra y se lo titula desde ese momento Aquellas farras. Es elegíaco en otro sentido. Evoca a la barra de amigos. Era un grupo de muchachones que salían a patear tarros de basura. No sé qué harían. Aparentemente iban a los bailes, porque habla mucho de cortes y quebradas, de tangos rezongones. Es un tango muy lindo y habla del famoso "ñato Monteagudo que una noche borracho de pernod se quiso suicidar", del loco Puentecito y el otro creo que era el zurdo Altamirano. Tres amigos que debían ser unos vagonetas, de esos que tocaban el timbre y salían corriendo.

― El pernod es bravo, Claros.

― Sí y se querían suicidar porque tomaban un pernod que vaya a saber de qué calidad era.

Cadícamo era un muchacho de no más de 25 años, en ese momento, que escribe una poesía que evoca un siglo de oro, como si hubiera habido un pasado rutilante cuando el tango en realidad recién nacía. Demuestra que no es una cosa subjetiva o personal lo de la elegía sino que es toda una poética. Se crean regiones como dice Borges para recordar y evocar.

Este tango lo cantó Gardel en el año 27, pero preferimos pasar esta versión cantada por un gran cantante vecino de Parque Patricios, Tino García, en una versión del año 52.

Aquellas farras de Roberto Firpo y Enrique Cadícamo, interpretado por la orquesta de Ángel D´Agostino con Tino García.

― Este tango elegíaco, "dónde estarán estos muchachos". Yo me acuerdo que usted se quiso suicidar una vez cuando perdió Racing, ¿se acuerda Gómez? Durante 30 años usted se quiso suicidar.

― Bueno, pero yo por suerte, nunca tuve pernod cerca.

― Y prosiguiendo con esto, ahora viene la parte en donde yo debo honrarlo a usted, Gómez, porque empieza una cruzada que es de un valor extraordinario, de una valentía, en donde usted se ha cargado sobre sus hombros la responsabilidad de hacer justicia en las calles porteñas con sus nombres. Yo sé que esto le ha valido el mote de paladín de la justicia histórica argentina. Yo veo que cuando usted va por las calles le gritan: "paladín".

― ¿Paladín?

― Sí, le gritan "Paladín, ¿qué hacés paladín?".

― Me da usted una alegría. Yo los otros días me sentí medio mal, me pareció que me gritaban "salamín".

― Siempre tan autodestructivo. Yo escuché paladín. La cruzada que usted inició de rebautizar las calles de Buenos Aires, de sacar los nombres oprobiosos lo ha transformado en el paladín de la justicia argentina. No se autodestruya, suba la autoestima.

― Si usted lo dice.

― Ahora quería preguntarle, ¿qué propuesta tiene usted esta semana para hacer justicia vocativamente, y sin añoranzas, de cambios para tirar a la basura nombres? Quería decirle que llegó un mail de los fanáticos de la calle Anchoris, acá en Barracas que le piden que no se olvide de cambiar el nombre a la calle del genocida Julio A. Roca, por asesino de indios. Y también que cambiemos los nombres de plazas y parques que lleven el nombre de Pedro Eugenio Aramburu, diciendo que si no nos molesta, es porque se nota que somos gorilas.

Quiero decirle que lo primero lo responde usted. Pero sobre lo segundo quería contarle que había una placita que estaba en Donato Álvarez y Avellaneda, donde transcurre gran parte de la novela Rayuela, que le pusieron el malhadado nombre de Aramburu, pero ya no lo tiene más.

― Efectivamente ya no lo tiene más. Lo de Roca es más complejo. Roca fue un genocida, se quedó con 20.000 leguas cuadradas de tierra, pero durante la presidencia de Roca se rompieron relaciones con el Vaticano y se puso en caja a más de un cura.

― Pero Gómez, ¿eso limpia la sangre de miles de indios? ¿Le tiembla la mano de atacar a Roca?

― No, está bien. ¿Tiene el sello, Claros? Anote, siendo las 23 horas la calle Julio Argentino Roca ha dejado de llamarse así y ha pasado a ser anónima.

― Bueno, pero no por mucho tiempo. Una calle no puede estar sin nombre.

― Así es. Le quiero proponer un nombre que puede ser del agrado suyo y de la audiencia: Bairoleto.

― ¿Bairoleto? Me parece bien.

― Bairoleto era un bandido de los caminos, que robaba a los ricos y repartía mucho de sus recaudaciones entre los pobres.

― Me parece que tendríamos que escuchar otro tango elegíaco, un tango muy lindo.

La novia ausente, de Guillermo Barbieri y Enrique Cadícamo interpretada por Carlos Gardel.

― Este tema evoca a una novia que se murió, un tema claramente elegíaco. Queríamos hacer notar la glosa que hace en el medio del tema. Es de una poesía de Rubén Darío: "La princesa está triste, qué tendrá la princesa". Es otro dato que quería marcar para ver la calidad de los poetas del tango.

― Hay otra propuesta de los fanáticos de la calle Anchoris que reclaman que le cambiemos el nombre a la calle Figueroa Alcorta, un cordobés. Usted sabe que fue presidente de la República entre 1909 y 1912, y fue el que estableció la Ley de Seguridad Ciudadana que permitía encarcelar sin juicio ni sumario a los obreros huelguistas y enviarlos al penal de Santa Cruz, supongo el temido penal de Río Gallegos. Y esto era porque se aproximaba el centenario de 1910. Entonces la oligarquía, la burguesía argentina, tira la casa por la ventana e invita a reyes de todo el mundo, por lo que había que limpiar la casa de elementos subversivos, huelguistas, anarquistas. Es cuando desatan dos feroces represiones al amparo de esta ley. Es cuando aparece nuestro sempiterno enemigo Ramón Falcón, a quien ya hemos desterrado y tirado al basurero de la historia en programas anteriores.

Pero es José Figueroa Alcorta, el que le da el poder, lo nombra Jefe de la Policía, el que le permite reprimir la Semana Roja el Primero de Mayo de 1909, donde hubo una veintena de obreros muertos. Usted recuerda la descripción de Enrique Dickmann, Memoria de un joven socialista: "ríos de sangre por la calle Solís". Después reprime la huelga de inquilinos. Un ser repudiable, una porquería. Yo propongo que aprobemos a dos manos y por aclamación la propuesta.

― Tiene mi apoyo, Claros, ¿tiene el sello?

― Ahí está. José Figueroa Alcorta, un hombre repudiable, un oligarca, dejó de existir en las calles de Bs. As. ¿Qué nombre le ponemos Gómez?

― Le propongo un nombre que tiene que ver con la Patagonia. Es el nombre de uno de los personajes que peleó en el sur en la famosa huelga de la Patagonia. Una historia que se llevó al cine en esa memorable película La Patagonia Rebelde. Además ¿sabe por qué le quiero poner ese nombre? Para que le duela a los cajetillas que viven en esa calle, porque ahí viven muchos cajetillas. Le propongo que de ahora en adelante ese famoso paseo se llame Facón Grande.

― Extraordinario, Gómez. Suscribo totalmente. Aprobado por aclamación. ¿Escucha, Gómez, las aclamaciones?

― Sí, sí.

― No creía que iba a coincidir tanto con usted. Desde ahora ese hermoso paseo que está frente al Club Gimnasia y Esgrima donde hay gente jugando al tenis, ese deporte racional (nunca supe qué eran los deportes racionales). Se llamará Facón Grande. Y los cajetillas se la tendrán que aguantar.

Ahora vamos a escuchar otro valsecito elegíaco.

Pedacito de cielo de Héctor Stamponi y Enrique Francini, y Homero Manzi interpretado por Horacio Molina.

― Este valsecito hermoso es elegíaco a su manera. Hoy que estamos con el latín no en strictus sensus, en sentido estricto. Usted me perdonará mi culta latiniparla, pero se acordará cuando estudiábamos latín para ir a seducir mujeres en Filosofía y Letras.

― Sí, un mal recuerdo.

― Sí, no nos fue bien.

― Yo siempre quedé en la duda si era por nuestro latín que usábamos para decirles los piropos a las chicas o eran... nuestras caras.

― Bueno pero sirvió para eludir la represión policial de Ramón Falcón que prohibía los piropos y nosotros al decir piropos en latín por ejemplo "ego te amo prequiosa", los canas no entendían nada. Entonces nos salvábamos de la represión pero tampoco conquistábamos a nadie, pero sirvió para aprender algunas muletillas, vamos a ser sinceros, como ubi sunt, ubi est, strictus sensus.

"Ego te amo".

― Sí, cualquier cosa. Y es bastante melancólico y nostalgioso, y sólo nos provoca el placer de la obra de arte, es decir de regocijarse en una obra muy bien hecha, encantadora. Pero es de una tristeza, fíjese que sin hablar de muerte ni de tragedias logra más tristeza que en el caso de Quevedo, o en el caso de Cadícamo en Aquellas farras. Bueno, son las leyes de la elegía.

Yo quisiera ir cerrando este tema. Quisimos hacer, como dijimos antes, más que una crestomatía de conocimientos tangueros -estamos lejos de esa pedantería- una reivindicación, por si la necesitara, de la música popular argentina que hoy está cayendo en una franca decadencia. Estos poetas, Cadícamo, Cátulo Castillo, el gran Homero Manzi, Expósito, en realidad eran muy finos poetas que se inspiraban en formas poéticas muy nobles, de alta prosapia y antiguas, como es el caso de la elegía que describimos, para desarrollar mejor el sentimiento del hombre. Estos poetas que fueron muy populares, entendieron la verdadera alma del pueblo. Ellos entendieron que para acercarse al pueblo no hacía falta hacerlo con la ropa interior sucia. Compare esto con "Marta, sos la número uno, cuando pueda te vacuno". Dicho esto sin ironías. Si usted compara la complaciente y comercializada música actual, con esta clase de artistas que hoy recordamos, se dará cuenta de la decadencia argentina. Pero estos músicos y poetas respetables de tanta prosapia necesitaron también de un auditorio que los reivindicara, los aclamara y los protegiera. No sólo efímeramente como un éxito de moda, sino que los eternizara, como Borges. Duraron más que el hombre, la liviana melodía y el texto, y quedaron en la memoria.

¿Por qué los argentinos los reivindicaron tanto? Y acá está mi tesis central, Gómez, que espero usted la refute. La Argentina es el país de la elegía. Es el país donde todo tiempo pasado fue mejor, como diría Jorge Manrique. Siempre que uno mira hacia el pasado le parecerá que estaba mejor antes. Siempre la actualidad saldrá perdiendo en el balance. Esto es lo que explica que estos poetas tuvieran tanto eco. Es muy triste decirlo, porque el argentino siempre mira al pasado. Y hay una contradicción. Hay un pasado que merece ser evocado y un futuro que tiene que ser construido porque se vuelve a caer. Es como se dice en ese libro famoso de Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte: "La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos".

Quisiera que escuchemos ahora con atención sublime una canción elegíaca, que no es un tango, es una canción campera, que no está dedicada a una amada, ni a un tiempo, ni a un amigo, sino a un animal, a un caballo. Yupanqui ha escrito ésta, una de las canciones más hermosas de la historia argentina, El Alazán, que era también una de las más queridas de nuestro amigo al que estamos dedicando este programa, Eduardo Martedí.

El Alazán, de Atahualpa Yupanqui y Pablo del Cerro.

― Quisiera en esta noche elegíaca a la hora en que nuestros amigos cartoneros empiezan a retirarse, su reflexión.

― No estoy con ánimo de refutación, Claros. Creo que la elegía tiene que ver con la condición del hombre, que es una cualidad común a todos. "Todos vamos a parar al mismo pozo", como decía nuestro amigo Discépolo. Y, en la medida en que nos acercamos a él, tenemos necesidad de recordar otros tiempos que fueron mejores a que los que se vienen que quizá sean los últimos.

Pero además, en relación a nuestro país, que usted señalaba como un país elegíaco por naturaleza, quizá también tenga que ver con las derrotas. Mientras uno lleva adelante una pelea tiene el sueño de la utopía. Y luego que es derrotado, recuerda esos sueños y eso le hace sentir que todo tiempo pasado fue mejor que el tiempo actual, que es el tiempo de la derrota. La Argentina es un país elegíaco, los argentinos somos elegíacos. Quizás uno dice esto por provinciano, y quizá si pudiéramos conocer más diríamos que la raza humana es elegíaca. Yo dejo abierta esta cuestión para pensarla más, y tomo lo suyo como válido. No voy a refutarlo.

― Bueno, estamos a punto de desaparecer, con el sortilegio de las 12 en punto, igual que la Cenicienta.

Pero quisiera agregar que la reivindicación de estos poetas sobre la base de memorar y añorar ese pasado tan bellamente hecho por ellos, nos pone en una contradicción. No podemos vivir elegíacamente. La Argentina, nosotros, el pueblo, los trabajadores de este país, tenemos que empezar a construir un futuro. Que tenga lo mejor de ese pasado, pero que sea un futuro nuevo, en el sentido de una nueva sociedad. Donde no haya explotación, no haya injusticias. El pasado en realidad, lejos de decirnos que fue mejor, en realidad nos muestra la ignominia de la humanidad, el hombre en realidad es un bicho malsano. La elegía nos sirve para evocar lo bueno que pudo haber habido en el pasado y construir un mundo mejor. Creo que así se puede resolver esa contradicción. No sé, estamos muy filosóficos hoy.

― Creo que ése es el sentido, rescatar del pasado lo bueno para construir un futuro mejor, con esperanza, con alegría.

― Nos despedimos agradeciéndoles a todos los que llamaron y a los que colaboraron con este programa. Pero antes quisiera saber si nosotros tendremos algún digno cantor o un poeta -aunque sea del montón- que nos haga una elegía cuando desaparecemos por una semana, aunque renaceremos como el gato Félix la semana próxima a las 10 de la noche. Quisiera saber si nuestros amigos cartoneros, que ahora vienen por la calle buscando papeles, cartones un poco de comida, encontrarán una brizna de espíritu. Alguien me dijo que también se encuentra belleza en la basura y quizás esa partícula de belleza nos la puedan dejar en este momento en que nosotros suspendemos nuestra existencia en el programa El Diletante, que hoy hemos dedicado al ubi sunt, ubi est, a Eduardo Martedí, a Marcelo Butiarana, un desaparecido, a su amigo la Mona Sosa, para que el jueves que viene nosotros proclamemos briznas de espíritu para nuestros oyentes y podamos existir otra vez.

Nos despedimos escuchando este tango, que se lo dedico a usted, Gómez, el ubi sunt:

El motivo de Juan Carlos Cobián y José María Contursi, interpretado por Edmundo Rivero.


Desgrabación, Lucio Claros, preparación de textos y puesta en estilo, Susana y Daniel Zadu.

[1] Colección de escritos selectos para la enseñanza

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