25/04/2024

El cruce del río de fuego: El ataque liberal sobre Naomi Klein y “Esto cambia todo”

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La tapa del nuevo libro de Naomi Klein, Esto cambia todo, está diseñada para parecer un cartel de protesta. Consiste en el título con grandes caracteres en mayúscula, donde resalta la palabra cambia [N. del T.: esto sucede en la versión inglesa]. El nombre del autor y el subtítulo están ausentes. Solo cuando vemos el lomo del libro, lo damos vuelta, o abrimos para ver la página del título, es que vemos que está escrito por la intelectual de izquierda y activista climática más importante de Norteamérica, y que el subtítulo es El capitalismo contra el clima.[1] Todo lo cual  significa claramente que se quiere transmitir en términos no ambiguos que el cambio del clima literalmente cambia todo para la sociedad de nuestros días. Amenaza con poner cabeza abajo la mítica conquista humana de la naturaleza, poniendo en peligro a la civilización del presente y arrojando dudas sobre la sobrevivencia a largo plazo del homo sapiens.

El origen de este círculo que se cierra no es el planeta, que funciona de acuerdo a leyes naturales, sino el sistema económico y social en el que vivimos, que amenaza a los límites naturales como meras barreras a vencer. Ahora lo está haciendo en una escala planetaria, destruyendo en el proceso a la tierra como un lugar para la vivienda humana. Por lo tanto, el cambio en el que Klein está más preocupada, y hacia el que apunta su libro, no es el propio cambio climático, sino la transformación social radical que se debe realizar para combatirlo. Nosotros como especie cambiaremos radicalmente las condiciones materiales de nuestra existencia o ellas serán cambiadas mucho más drásticamente para nosotros. Klein aboga efectivamente por el “Cambiar el sistema, no el clima”, que es el nombre adoptado por el actual movimiento ecosocialista en los Estados Unidos.[2]
De esta manera, Klein, que en No Logo marcó el inicio de una nueva crítica generacional de la cultura de la mercancía, y que en La doctrina del Shock quizás se constituyó como la crítica norteamericana más prominente del capitalismo neoliberal del desastre, señala  que ahora, como en la famosa metáfora de William Morris, ha cruzado “el río de fuego”, para convertirse en una  crítica del capital como sistema.[3] El motivo es el cambio del clima, incluyendo al hecho de que hemos esperado demasiado tiempo para resolverlo, y la realidad de que sólo a una revolución ecológica le corresponde hacerlo.
Klein afirma que en la era del cambio climático, un sistema basado en la acumulación del capital en continua expansión y el crecimiento económico exponencial ya no es más compatible con el bienestar y el progreso humanos, o incluso con la supervivencia humana a largo plazo. Por lo tanto necesitamos reconstruir la sociedad de acuerdo a pautas que van contra la acumulación sin fin de la riqueza como la finalidad principal. Se debe reconstruir la sociedad sobre la base de otros principios, incluyendo la “regeneración” de la misma vida y lo que ella llama el “intenso amor”[4]. Esta inversión en las relaciones sociales de producción existentes deber comenzar inmediatamente con una guerra a la industria de los combustibles fósiles y al imperativo del crecimiento económico, cuando este crecimiento significa más emisiones de carbono, más desigualdad y más alienación para nuestra humanidad.
El cruce del río de fuego por Klein ha llevado a Esto cambia todo a ser un receptor de ataques liberales, a menudo formulados como críticas provenientes de la izquierda. Demostraremos que estas críticas de su libro por el establishment, son poco sinceras y tienen poco que ver con una seria confrontación con su análisis. Más bien, su principal propósito es refrenar sus ideas, poniéndolas en conformidad con la opinión que suele aceptarse. Si eso resultara imposible, el próximo paso será excluir de las conversaciones a sus ideas. Sin embargo, su mensaje representa a la creciente consciencia de la necesidad de un cambio de época, y como tal no es fácilmente reprimido.
 
El climaterio global
El argumento central de Esto cambia todo es histórico. Si el cambio climático hubiera sido abordado seriamente en los sesenta, cuando los científicos plantearon la cuestión  de una manera importante, o incluso a fines de los ochenta y principios de los noventa, cuando James Hansen dio su famoso testimonio en el congreso sobre calentamiento global, se constituyó por primera vez el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, y se presentó el Protocolo de Kioto, el problema podría posiblemente haber sido abordado sin una reestructuración completa del sistema. En ese momento histórico, sugiere Klein, todavía habría sido posible cortar las emisiones por un máximo del 2 por ciento anual.[5] Hoy, esas soluciones graduales ya no son concebibles, ni siquiera en teoría. Los números son claros. Se han emitido más de 586.000 millones de toneladas métricas de carbono a la atmósfera. Para evitar un aumento de 2°C  (3,5°F) en la temperatura promedio global (el borde del abismo para el clima) es necesario quedarse bajo el billón de toneladas métricas en las emisiones acumulativas de carbono. Al ritmo actual de emisiones de carbono se estima que llegaremos a un billón de toneladas métricas, equivalente a la marca de los 2°C, en menos de un cuarto de siglo, alrededor del año 2039.[6] Cuando se llegue a ese punto, los científicos temen que hay una alta probabilidad de que entrarán en acción mecanismos de retroalimentación, con repercusiones tan grandes que ya no podremos controlar adonde parará finalmente el termómetro. Si el mundo tal como existe hoy quiere evitar el incremento de los 2°C, (y el más peligroso de 4°C, el punto donde la alteración de la vida en el planeta será tan grande que la civilización puede ya no ser más posible) se necesita un verdadero cambio ecológico revolucionario, que desate todo el poder de una humanidad organizada y rebelde.
Ante todo es necesario que cese la combustión de combustibles fósiles, finalizando rápidamente al régimen energético que ha dominado desde la revolución industrial. Un cálculo aritmético simple nos indica que no hay forma de bajar al nivel necesario de emisiones cero, es decir, el cese completo de la combustión de combustibles fósiles, en las próximas décadas sin implementar algún tipo de moratoria planificada del crecimiento económico, que necesitará reducir la formación de capital y el consumo reducido en los países más ricos del sistema mundial. No tenemos otra alternativa que frenar en seco y llegar a un punto muerto con respecto a las emisiones de carbono antes de que lleguemos al abismo climático. Nunca antes en la historia humana la civilización enfrentó un desafío tan abrumador.
Klein se basa aquí en el argumento de Kevin Anderson, del Centro Tyndall para el Cambio Climático en Gran Bretaña, quien indica que los países ricos necesitarán cortar las emisiones de carbono en un 8-10 por ciento anual. “Nuestro despilfarro colectivo en curso”, escribe Anderson, “ha desaprovechado toda oportunidad para un ‘cambio evolutivo’ que nos habría permitido nuestro anterior (y mayor) presupuesto de los 2°C. Hoy, después de dos décadas de pantomimas y mentiras, lo que queda del presupuesto de los 2°C exige un cambio revolucionario de la hegemonía política y económica.”[7] 
En lugar de abordar el cambio climático cuando éste se hizo crítico por primera vez en los años noventa, el mundo se centró en la intensificación de la globalización neoliberal, especialmente a través de la creación de la Organización Mundial del Comercio. Fue el mismo éxito de la campaña neoliberal en eliminar la mayoría de las restricciones a las operaciones del capitalismo, y el efecto negativo que esto tuvo en todos los intentos de abordar el problema del clima, afirma Klein, lo que hizo de la “transformación revolucionaria” del sistema de mercado la única verdadera esperanza de evitar el “caos climático”. [8] “Como consecuencia de ello”, explica,
Nos hallamos actualmente en una posición muy difícil y sutilmente irónica. Por culpa de todas esas décadas de emisiones a ultranza en el preciso momento en que se suponía que más debíamos rebajarlas, las cosas que debemos hacer ahora para evitar un calentamiento catastrófico no solamente entran  en conflicto con la particular vena de capitalismo desregulado que triunfó en la década de 1980, sino que se  contradicen también con el imperativo fundamental  que subyace a la base misma de nuestro modelo económico: crecer o morir. (…)
 Nuestra economía está en guerra con múltiples formas de la vida sobre la Tierra, incluida la humana. Lo que el clima necesita para evitar la debacle es una contracción en el consumo de recursos por parte de la humanidad; lo que nuestro modelo económico exige, sin embargo, para eludir esa debacle por medio de una expansión sin cortapisas. Solo uno de esos dos conjuntos opuestos de reglas puede cambiarse y, desde luego, no es el de las leyes de la naturaleza (…)
Tras décadas perdidas, se nos acaba el tiempo para dar la vuelta a la situación. ¿Es posible? Desde luego.   ¿Es posible sin poner en entredicho la lógica fundamental del capitalismo desregulado? Desde luego que no. [9]
Por supuesto, “la lógica fundamental del capitalismo desregulado” es simplemente una forma indirecta de señalar a la lógica fundamental del propio capitalismo, su impulso subyacente hacia la acumulación del capital, que apenas si está limitado en su función de acumulación aún en el caso de un fuerte contexto regulatorio. En cambio el estado en una sociedad capitalista generalmente busca liberar las oportunidades para la acumulación del capital en nombre del sistema de conjunto, racionalizando las relaciones del mercado de modo de lograr una mayor expansión general y a largo plazo. Como lo señaló Paul Sweezy hace casi tres cuartos de siglo en su Teoría del desarrollo capitalista, “hablando históricamente, el control de la acumulación capitalista no ha sido considerado nunca, ni por un instante, como asunto del estado; la legislación económica ha tenido más bien el objeto de embotar los antagonismos de clases, para que la acumulación, el fin normal de la función capitalista, pudiera proseguir tranquilamente y sin interrupción.”[10]
Ciertamente, la propia Klein ocasionalmente parece perder de vista este hecho básico, definiendo al capitalismo en un punto como “el consumo por el consumo mismo”, no percibiendo así el efecto de la dependencia de Galbraith, conforme al cual las condiciones bajo las que consumimos están estructuralmente determinadas por las condiciones bajo las que producimos.[11] Sin embargo, el reconocimiento de que la acumulación del capital o el impulso por el crecimiento económico es la propiedad definitoria, no un mero atributo, del sistema subyace a lo largo de todo su argumento. El reconocimiento de esta propiedad sistémica llevó al gran economista conservador Joseph Schumpeter a declarar que “el capitalismo inmóvil sería una contradictio in adjecto.” [12]
De esto se desprende que ninguna simple hechicería tecnológica – del tipo de las que promociona ideológicamente, por ejemplo, el Breakthrough Institute - nos impedirá romper con el presupuesto del carbono en varias décadas, mientras la fuerza motriz del sistema socioeconómico imperante sea su auto-expansión. Las simples mejores en la eficiencia del carbono son demasiado pequeñas mientras la escala de la producción está creciendo, lo que tiene el efecto de expandir el nivel absoluto del dióxido de carbono emitido. La conclusión inevitable es que debemos reorganizar rápidamente la sociedad sobre otros principios que alimentar la máquina del capital con combustibles fósiles.
Nada de esto, nos asegura Klein, es un motivo para desesperarse. Antes bien, confrontando esta dura realidad que tenemos enfrente nos permite definir el contexto estratégico en el que se debe luchar para impedir el cambio climático. No es principalmente un problema tecnológico, a menos que se trate de lograr la cuadratura del círculo: tratar de reconciliar la expansión de la acumulación del capital con la preservación del clima. En realidad, existen todos los tipos de soluciones prácticas al cambio climático que existen en el presente son consistentes con la mejora del bienestar individual y el crecimiento de la comunidad humana. Podemos comenzar inmediatamente a implementar los cambios necesarios como: el planeamiento democrático en todos los niveles de la sociedad, la introducción de tecnología energética sustentable; incremento del transporte público; reducciones en el despilfarro económico y ecológico; desaceleración en el proceso de producción; redistribución de la riqueza y del poder, y sobre todo un énfasis en el desarrollo humano sustentable.[13]
Hay abundantes precedentes históricos. Podríamos tener un programa de choque, como en tiempos de guerra, donde las poblaciones se sacrificaban por el bien común. En Inglaterra, durante la Segunda Guerra Mundial, observa Klein, había cesado virtualmente el uso de automóviles. En los Estados Unidos, la industria automotriz había sido convertida en el espacio de medio año, de producir automóviles a fabricar camiones, tanques, y aviones para la maquinaria de guerra. El necesario racionamiento – pues el sistema de precios no reconoce nada más que el dinero -  puede ser realizado de una manera igualitaria. En verdad, el propósito del racionamiento es siempre compartir los sacrificios que tiene que hacerse cuando se restringen los recursos, y así puede crear un sentido de una comunidad real, de estar todos juntos en esto, respondiendo a una emergencia genuina. Aunque Klein no se refiere a ello, uno de los ejemplos más inspiradores de esto fue la consigna “todos comen lo mismo”, introducida en las fases iniciales de la revolución cubana y que siguió en una extraordinaria amplitud por toda la sociedad. Además, la movilización y el racionamiento de tiempos de guerra no son los únicos ejemplos históricos sobre los que podemos basarnos. El New Deal en los Estados Unidos, nos dice, se centraron en la inversión pública y la promoción directa del bien público, destinada a aumentar los valores de uso antes que los valores de cambio.[14]    
Los críticos del libro de Naomi Klein pertenecientes a la corriente dominante con frecuencia confunden deliberadamente  su énfasis en el decrecimiento con las políticas de austeridad asociadas con el neoliberalismo. Sin embargo, la perspectiva de Klein, como hemos visto, no podría ser más diferente, pues es sobre el uso racional de los recursos bajo condiciones de necesidad absoluta y la promoción de la igualdad y la comunidad. Sin embargo, ella podría fortalecer su posición en este aspecto basándose en la teoría del capital monopolista y su crítica de su prodigioso despilfarro en nuestra economía, en la cual solo una proporción minúscula de la producción y el trabajo humano se dedica ahora a las verdaderas necesidades humanas, en oposición a las necesidades generadas por el mercado. Como autora de No Logo, Klein conoce muy bien la locura marketinera que caracteriza a la economía mercantil contemporánea, que causa que en los Estados Unidos solamente se gaste más de un billón de dólares por año en los esfuerzos de ventas.[15]
Lo que se necesita en un país rico como los Estados Unidos actualmente, como se detalle en This Changes Everything, no es abandonar todos las comodidades de la civilización sino una reversión al nivel de vida de los años setenta – dos décadas en lo que Galbraith denominó “la sociedad opulenta”. Un regreso a una producción per cápita más baja (en términos del PBI) podría ser factible con la redistribución del ingreso y la riqueza, la planificación social, disminución del tiempo de trabajo, y la satisfacción universal de las necesidades humanas genuinas (un ambiente sustentable; aire y agua limpios; alimentación abundante, ropa, y albergue; y atención médica de alta calidad, educación, transporte público, y vida comunal-cultural) de manera tal que la mayoría de las personas experimentarían una mejora sustancial en sus vidas cotidianas.[16] Lo que Klein imagina aquí sería realmente una revolución ecológica-cultural. Todo lo que se necesita verdaderamente, dado que los medios tecnológicos necesarios ya existen, es el poder del pueblo: la movilización democrática masiva de la población.
Klein está convencida de que ese poder popular ya está emergiendo en el contexto de la actual emergencia planetaria. Se la puede ver en el movimiento social-ambiental masivo pero difuso e impreciso, que se extiende por todo el mundo, representando las luchas de decenas de millones de activistas mundialmente, al que ella denomina (o más bien toma la denominación del propio movimiento) como Blockadia. Innumerables individuos se están poniendo en la línea del movimiento, confrontando al poder, y frecuentemente enfrentando arrestos, en su oposición a la industria del combustible fósil y al mismo capitalismo. Pueblos indígenas que se organizan a nivel mundial y toman un rol dirigente en la revuelta ambiental, como el movimiento “Idle No More” (“Inactivos No Más”) en Canadá.las luchas anti-sistemas y motivadas ecológicamente están creciendo en todos los continentes.
La responsabilidad principal para mitigar el cambio de clima necesariamente reside en los países ricos, que son históricamente responsables de la gran carga del carbono agregado a la atmósfera desde la revolución industrial y todavía emiten la mayoría del carbono per cápita hoy en día. La desproporcionada responsabilidad de estas naciones por el cambio climático es aún mayor cuando se incluye en la cuenta el consumo final de productos. Los países pobres dependen pesadamente de la producción de productos de exportación a las corporaciones multinacionales para ser vendidas a consumidores en el centro de la economía capitalista mundial. Por lo tanto las emisiones de carbono asociadas con dichas exportaciones son correctamente asignadas a las naciones ricas que importan estos productos en lugar de los países pobre que los exportan. Además los países ricos tienen amplios recursos disponibles para abordar el problema y realizar el necesario proceso de regeneración social sin poner en peligro seriamente al bienestar básico de sus poblaciones. En esas sociedades, el problema ya no es de incrementar la riqueza per cápita, sino el de la organización racional, sustentable y justa de la sociedad. Klein evoca el espíritu de Seattle en 1999 y “Occupy Wall Street” en 2011 para afirmar que las chispas que encenderán el cambio ecológico radical existen hasta en Norteamérica, donde crecientes cantidades de personas se preparan a unirse a una alianza global de los pueblos. E insiste en que es esencial para la lucha global el reconocimiento explícito de la deuda ecológica o climatológica que debe el Norte global al Sur global.[17] 
La izquierda no es ajena al análisis crítico en la obra de Klein. Ella reconoce la existencia de una poderosa crítica ecológica en el marxismo, y cita a Marx sobre “la ‘fractura irreparable’ entre el capitalismo y ‘las leyes naturales de la vida’”. Sin embargo señala las altas emisiones de carbono de las sociedades de tipo soviético, y la pesada dependencia de las economías de Bolivia y Venezuela respecto de la extracción de recursos naturales, a pesar de las muchas iniciativas de justicia social que se han introducido en dichos países. Y cuestiona al apoyo dado por el Partido SYRIZA a la exploración submarina de petróleo en el mar Egeo. Muchos de quienes están en la izquierda, y particularmente la denominada izquierda liberal, con sus predilecciones keynesianas, continúan considerando una expansión del proceso de producción, aún en los países ricos, como el único medio de progreso social.[18] Las críticas de Klein son aquí importantes, pero se podrían haber beneficiado, con respecto a la periferia, con una consideración de la estructura de la economía imperialista mundial, que está diseñada específicamente para cerrar las opciones a los países más pobres y obligarlos a satisfacer las necesidades de los más ricos. Esto crea una trampa que hasta un Movimiento Al Socialismo con profundos valores ecológicos e indigenistas como el de la actual Bolivia no puede tratar de superar sin profundas contradicciones.[19] “La cuestión pendiente de la liberación”, recomienda Klein, necesita “un proceso de reconstrucción y reinvención de la idea misma de lo colectivo, lo comunitario, lo comunal, lo civil y lo cívico, tras tantas décadas de ataques y abandono.”[20] Para lograrlo, es necesario construir el mayor movimiento de masas de la humanidad por el cambio revolucionario que jamás ha visto el mundo: un desafío que se refleja en el título de su conclusión: “Los años del gran salto. Justo el tiempo suficiente para lo imposible.” Si esto parece utópico, su respuesta sería que el mundo se está dirigiendo hacia algo peor que una simple distopía: una catástrofe climática interminable, acumulativa, que amenaza a la civilización y a innumerables especies, incluida la nuestra.[21]
 
Los críticos liberales como guardianes
Frente a los poderosos argumentos de Klein en su Esto cambia todo, los eruditos liberales se precipitaron a refrenar a sus discusiones para que sean menos conflictivas para el sistema. Aún donde la cuestión es la catástrofe ecológica planetaria, poniendo en peligro a cientos de millones de personas, a las futuras generaciones, a la civilización, y a la misma especie humana, la ley inviolable sigue siendo la misma: no se puede cuestionar la permanencia del capitalismo.
Como explica Noam Chomsky, la opinión liberal juega un rol vital de guardiana del sistema, autodefiniéndose como la izquierda racional del centro, y constituyéndose como los límites exteriores de la opinión aceptable. Dado que la mayoría de la población en los Estados Unidos y en el mundo de conjunto está objetivamente en contra del régimen del capital, para la propaganda central mediática es de importancia fundamental declarar como “prohibida” a toda posición que cuestiona los fundamentos del mismo sistema. Los medios en la práctica dicen: “hasta aquí y no más allá”. Aventurarse a más a la izquierda más allá de los estrechos confines de lo que se permite en el discurso liberal se lo considera equivalente a “irse del planeta”.[22] 
En el caso de una influyente periodista, activista, y autora exitosa y radical, como Klein, los críticos liberales buscaron ante todo remodelar su mensaje en una forma compatible con el sistema. Le ofrecen la oportunidad de continuar dentro de la fraternidad liberal, si ella acepta someterse a sus reglas. El objetivo no es simplemente contener a la propia Klein sino también al movimiento de conjunto que ella representa. De este modo hallamos expresiones de simpatía por lo que se presenta como su perspectiva general. Acompañando todos esos elogios, sin embargo, hay una sutil transformación de su argumento, para suavizar su crítica del sistema. Por ejemplo, es perfectamente permisible sobre los fundamentos liberales criticar al capitalismo neoliberal desastroso, como un régimen de política extremista. Sin embargo, esta crítica nunca deberá extenderse a una crítica global del capitalismo. Las discusiones liberales sobre Esto cambia todo, en la medida en que son positivas, se cuidan en interpretarlas como adhiriendo a la primera posición.
Pero los mismos eruditos liberales aparentemente hablando con moderación no se privan de blandir simultáneamente un garrote ante el menor signo de transgresión del principio de Hasta Aquí y No Más Allá. Si resultara que Klein está diciendo en serio que “esto cambia todo” y en realidad considera a nuestra realidad como la del “capitalismo versus el clima”, entonces, nos dicen, se ha ido del planeta, y ha perdido su derecho a ser oída en los medios masivos o a ser considerada como parte de la conversación en absoluto. La intención aquí es lanzar una dura advertencia; recordar a todos las reglas del juego, y las graves sanciones a imponer a quienes no se someten. La pena por una desviación tan grande al respecto es la excomunicación de la corriente dominante, que será cumplida por los medios corporativos. Noam Chomsky puede ser hoy la figura intelectual más influyente del mundo, pero generalmente se lo considera intolerable  y entonces una persona non grata en lo que respecta a los medios de los EE. UU.
Por supuesto, nada de esto es nuevo. Cuando fue invitado a hablar en el Colegio de la Universidad de Oxford en 1883, con su gran amigo John Ruskin en la presidencia, William Morris, el celebrado artista de la Inglaterra victoriana, maestro artesano, y poeta épico, autor de El paraíso terrenal, escandalizó a su audiencia declarándose  públicamente “uno de los denominados socialistas”. Los guardianes del orden oficial (como el señor Podsnap de la novela de Dickens Nuestro amigo común) surgieron inmediatamente para denunciarlo – a pesar de las protestas de Ruskin -  declarando que si hubieran conocido las intenciones de Morris, no se le habría cedido el salón. Y anunciaron entonces que él no sería más bienvenido en Oxford ni en los círculos del establishment. Como dijo E. P. Thompson, “Morris había cruzado al ‘río de fuego’. Y había comenzado la campaña para silenciarlo”.[23]      
Sin embargo, Klein presenta un problema especial para los guardianes de hoy. Su oposición a la lógica del capital en Esto cambia todo no está formulada mayormente con los términos tradicionales de la izquierda, preocupada principalmente con las cuestiones de la explotación. Más bien, dice claramente que lo que la indujo a cruzar el río de fuego es un peligro inminente para la supervivencia de la civilización y la propia humanidad. Hace un llamado a una amplia rebelión de la humanidad contra el capitalismo y por la creación de una sociedad más sostenible en respuesta al desafío histórico de nuestros días. Esta es una especie realmente diferente de animal; que los liberales no pueden tirar simplemente por la borda sin parecer que se oponen al consenso científico y la preocupación de la humanidad de conjunto.
Y complicando aún más las cosas, Klein molesta al orden existente de las cosas al declarar  en su libro que “la derecha tiene razón”. Con esto quiere decir que la posición de la derecha política sobre el cambio climático es mayormente motivada por lo que considera correctamente como una cuestión de tener que elegir entre dos opciones: el capitalismo o el clima. Por lo tanto, los conservadores tratan de negar el cambio climático, aún rechazando a la ciencia, en su determinación de defender al capitalismo. Por el contrario, los ideólogos liberales, capturados en la misma trampa del capitalismo versus el clima, tienden a envolver en palabrerías, aceptando la mayor parte de lo que dice la ciencia, aunque girando y contradiciéndose al minimizar las implicancias lógicas para la sociedad. Pretenden que hay formas fáciles, virtualmente indoloras, no perturbadoras para salir de esta trampa a través de una tecnología aún no desarrollada, la magia del mercado, y regulaciones gubernamentales moderadas; que presumiblemente permitirán mitigar al cambio del clima sin afectar seriamente a la economía capitalista. En lugar de aceptar optar por el capitalismo versus el clima, los liberales convierten al problema en una elección entre el neoliberalismo versus el clima, insistiendo en que la solución consiste en una mayor regulación, incluyendo medidas como el comercio de emisiones del carbono o de derechos de emisión del mismo,  sin necesidad de abordar la lógica fundamental del sistema económico y social.
En última instancia, es esta forma liberal del negacionismo lo que es más peligroso, pues niega la dimensión social del problema y bloquea a las soluciones sociales necesarias. Por lo tanto, es la opinión liberal lo que es el blanco principal del libro de Klein. En un sentido más amplio, sin embargo, los conservadores y los liberales pueden ser considerados como tomando parte mutuamente en una danza en la que se toman de las manos para bloquear toda solución que requiera ir contra el sistema. El gemelo conservador danza con la melodía de que el costo de abordar el cambio climático es demasiado alto y amenaza al sistema capitalista. Por lo tanto, se debe negar a la ciencia que señala el problema. El gemelo liberal danza con la melodía de que la ciencia tiene razón, pero que todo el problema puede ser resuelto fácil y prontamente con unas pocos ajustes sin costo aquí y allá, colocados por un nuevo régimen regulatorio. Por lo tanto, el sistema mismo no es un problema.
Es su constante desenmascaramiento de esta farsa del establishment lo que hace tan peligrosa a la crítica de Klein. Ella exige que se abran de golpe las puertas y se amplíe masivamente el espacio para el movimiento político y social democrático. Lo que se necesita, para empezar, es un movimiento pro-democracia no simplemente en la periferia del mundo capitalista sino en el centro del mismo sistema, donde la plutocracia global tiene su sede principal.
La tarea desde una perspectiva del gobierno de una clase dominante, entonces, es hallar una forma para contener o neutralizar las opiniones de Klein y las de todo el movimiento climático radical.  Las ideas que ella representa deben ser incluidas en la conversación de los medios corporativos  sólo bajo una extremada tolerancia, y entonces sólo en la medida en que pueden ser encausadas y reempaquetadas para que encajen dentro de una perspectiva generalmente liberal y reformista, que no amenace al sistema clasista de la acumulación del capital.
A este respecto, se puede atribuir a Rob Nixon  el diseño de la estrategia liberal general en una reseña del libro de Klein en el New York Times. Nixon declara directamente que Klein ha escrito “el libro ambiental más transcendental y polémico desde ‘Silent Spring’ [‘Primavera silenciosa’]”. Y felicita enérgicamente por sus críticas a los negadores del cambio climático, y por revelar cómo ha corrompido la industria al proceso político, retardando la acción climática. Todo esto, sin embargo, es preliminar a su intento por refrenar su argumento. Nos dice que hay un grave error en su subtítulo, Capitalismo versus clima. “¿Qué pasa con el subtítulo?”, pregunta desdeñosamente. E interviniendo como el amigo y protector de Klein, Nixon les dice a los lectores del New York Times que el subtítulo es simplemente un error, que puede ser pasado por alto. No deberíamos desalentarnos, proclama, por un “subtítulo” que “suena como la idea de una persona de Relaciones Públicas sobre una “lucha en una jaula”. Mas bien, “el adversario de Klein es el neoliberalismo, que es el capitalismo extremo que ha parido nuestra era de extracción extrema.” En esta  sutil transformación de su argumento, Klein resurge como una simple crítica del exceso capitalista, rechazando los atributos específicos que ha tomado el sistema en su fase neoliberal que pueden ser fácilmente descartados, y que no tocan las propiedades fundamentales del sistema. Su objetivo, nos dice, es el mismo que en La doctrina del shock: revertir a la “contrarrevolución” neoliberal, regresándonos a un orden liberal de la Edad Dorada, más humano. Se puede descartar completamente entonces su subtítulo, pues el mismo “contradice la sofisticación” de su obra: es la clave de su supuesta conformidad con el principio del “hasta aquí y no más”. Empleando el ridículo como un mecanismo de la custodia - lo que implica que este es el triste destino que le espera a cualquier transgresor del “hasta aquí y no más” – Nixon afirma que “Klein es bastante inteligente y pragmática como para eludir la tierra del nunca jamás del derrocamiento global del capitalismo”[24]
Dave Pruett en The Huffington Post sigue el ejemplo, mostrando lo bien que comprende a la estrategia general delineada por Nixon en The New York Times. Al mismo tiempo, muestra si disposición a tirar de las riendas un poco más. Así nos enteramos nuevamente de que el libro de Klein es una “obra maestra”, para colocar en el mismo anaquel que Primavera silenciosa de Rachel Carson. Y una vez más nos enteramos de que su subtítulo, El capitalismo versus el clima, es una frase “inapropiada”. Recurriendo a un clásico truco de la guerra fría, Pruett insinúa además que el subtítulo le da “lugar a los críticos para acusar a Klein de defender alguna desprestigiada economía regulada por el estado al estilo soviético”. Por supuesto, él vuelve sobre sus pasos y dice que  tales críticos, seguramente estarían equivocados.  El argumento de Klein en Esto cambia todo, en realidad no es más que una crítica del “capitalismo desenfrenado – o sea, el neoliberalismo”. Más aún, el “verdadero culpable” de su argumento es aún más específico que esto: el “extractivismo”, o  la explotación extrema de los recursos naturales no renovables. Aún así, Pruett, mediante su truco clásico de la guerra fría, ha plantado con un indiscutible talento ha sembrado de antemano una duda y una advertencia en la mente del lector, junto a una amenaza implícita dirigida a la propia Klein. Si resultara que Klein puso su subtítulo y lo decía en serio, y que ella está hablando verdaderamente sobre el “capitalismo versus el clima”, entonces está desprestigiada de antemano por el destino de la Unión Soviética, con la que entonces se la asociará.[25]
Al abordar a Esto cambia todo en forma mucho más francamente, Elizabeth Kolbert, escribiendo para el New York Review of Books, rápidamente nos hace saber que no ha venido a elogiar a Klein, sino a enterrarla. Las referencias de Klein a la conservación, al “decrecimiento controlado”, y la necesidad de disminuir al impacto ecológico de la humanidad, nos dice Kolbert, no son ideas vendibles, que deben ser condenadas por los sencillos principios consumistas-capitalistas. Esas estrategias y acciones no podrán ser vendidas a los consumidores de hoy en día, aún si peligrara el futuro de las generaciones venideras. Nada llevará a las personas a abandonar “los televisores de alta definición o las visitas a los shoppings o al automóvil familiar”. A no ser que se demuestre cómo una acción sobre el cambio climático no resultará ser más que un “mínimo trastorno para ‘el estilo de vida americano’”, nos afirma, nada de lo que se diga con respecto a la acción contra el cambio climático importa en absoluto. Klein solo nos ha presentado una “fábula” conveniente de un valor real muy pequeño. Esto cambia todo es acusada de haber violado los axiomas comerciales aceptados en sus tesis centrales, lo que Kolbert convierte en un argumento a favor de la austeridad extrema. Se debe cuestionar a Klein por sus grandiosos esquemas que no encajan en la sociedad de consumo estadounidense, y por no “considerar en absoluto cuidadosamente lo que esta [reducción de la economía mercantil] implicaría”. Klein no ha especificado exactamente cuántos vatios de electricidad per cápita se consumirían bajo su plan. Kolbert parece decir que es mucho más fácil para los consumidores estadounidenses imaginar el fin de un clima que permitía la supervivencia humana que imaginar el fin de dos millones de pies cuadrados de shoppings.[26]   
David Ulin en Los Angeles Times revela todavía otra arma en el arsenal liberal, denunciando a Klein por su optimismo y su fe en la humanidad. “En algunos lugares, hay”, subraya, “una desconexión entre su [de Klein] idealismo y su realismo, lo que ella piensa que debería suceder y lo que ella reconoce que previsiblemente sucederá.” El análisis social, piensa Ulin, parece ser reducido a pronosticar los resultados más previsibles. Klein aparentemente no consultó con los apostadores de Las Vegas antes de exponer sus argumentos sobre la salvación de la humanidad. La propensión de Klein al idealismo, afirma, “es más evidente en sus sugerencias de mitigar la política en gran escala, que puede parecer simplista, que invoca las ideas de justicia y equidad (…) que la cultura corporativa no comparte”. Lamentablemente, Ulin no nos dice exactamente hacia donde nos conducirá finalmente en realidad el tipo de programas de justicia climática puestos en marcha por la “cultura corporativa” de Exxon y Walmart. Sin embargo, nos da una pista engañosa en su último párrafo, describiendo lo que aparentemente considera que es el panorama más realista. Allí nos enteramos que el planeta “tiene un amplio poder para sacudirnos, incinerarnos, y deshacerse de nosotros por completo”. La tierra seguirá sin nosotros.[27]  
Otros guardianes emplean todos los medios, atacando no solo cada idea radical en el libro de Klein, sino al libro de conjunto, e incluso a la misma Klein. Al escribir para Daily Beast, el influyente sitio web liberal de noticias y opiniones, Michael Signer caracteriza al libro de Klein como “un manifiesto curiosamente carente de orientación.” No desatará un movimiento contra el carbono, en parte porque Klein “rechaza al capitalismo, los mecanismos del mercado, y hasta, aparentemente, al afán de lucro y la gobernabilidad corporativa.” Ella ofrece “una historia convincente”, pero que “crea el efecto paradójico de hacer que esta autora perspicaz y exitosa parezca una idiota”. Signer la describe como si hubiera despegado del planeta simplemente por haber rehusado a estar dentro del estrecho espectro de la opinión definido por el  Wall Street Journal por un lado y el New York Times por el otro. “Para cualquiera que cree en el capitalismo y en la dirección política”, se nos informa, “su libro no cambiará nada  en absoluto.”[28]
Mark Jaccard, un economista ortodoxo declara en la Literary Review of Canada, que This Changes Everything ignora cómo los mecanismos basados en el mercado son un medio poderoso para reducir las emisiones de carbono. Sin embargo, su principal evidencia para esta afirmación es la firma de una ley climática por Arnold Schwarzenegger en California en 2006, lo que se supone que hacia el año 2020 reduciría las emisiones de carbono del estado a los niveles de 1990. Lamentablemente para la afirmación de Jaccard, una semana antes que él criticara a Klein sobre la base del experimento californiano, el periódico Los Angeles Times anunció que la iniciativa de reducción de las emisiones de California era en algunos aspectos un “juego del trile”, pues en los papeles California estaba reduciendo las emisiones, mientras las emisiones estaban creciendo en los estados vecinos, a quienes California también estaba comprando energía en forma creciente.[29] Agreguemos a esto los hechos de que la iniciativa de California está más basada en el estado  que basada en las empresas capitalistas, y que el verdadero problema no es el de volver a los niveles de emisiones de 1990, sino de volver a los niveles de emisiones anteriores a 1760, es decir, las emisiones de carbono eventualmente deben caer a cero, y no solo en California sino en todo el mundo.
Jaccard continúa acusando a Klein de vestir “anteojeras ‘para culpar al capitalismo’” que le impide ver las verdaderas dificultades que hacen del enfrentamiento con el clima algo tan impresionante. Y esto incluye su no percepción del “dilema faustiano” asociado con los combustibles fósiles, dado que estos han brindado tantos beneficios para la humanidad y puede ofrecer  muchos más para los pobres del mundo. “Este dilema”, del que tanto se enorgullece de haber descubierto, “no es la culpa del capitalismo”. En verdad, la economía capitalista, nos dice, ya está bien equipada para resolver el problema del clima y solo entorpecen la solución las equivocadas políticas estatales. Basándose en un argumento presentado por Paul Krugman en su columna del New York Times, Jaccard sugiere que “las reducciones de los gases de efecto invernadero han demostrado no ser tan costosas como los negadores en la derecha y los activistas del anti-crecimiento en la izquierda nos harían creer”. Krugman, un gemelo “Tweedle Dee”, rechaza la melodía de despreocupado gemelo “Tweedle Dum”, conforme a la cual el cambio del clima, como amenaza al sistema, es ignorado junto a la ciencia. Contrapone a esta despreocupada melodía con lo que él considera una canción más compleja, armoniosa, en la que el problema desaparece a pesar de la ciencia por medio de unas pocas regulaciones del mercado, virtualmente sin costo alguno. Tan convencido está el mismo Jaccard de la relación básica armoniosa del capitalismo con el clima que simplemente hace oídos sordos a la impresionante descripción que hace Klein del los vastos cambios a escala del sistema necesarios para parar el cambio climático.[30]
Will Boisvert, comentando en nombre del auto-denominado “post-ambientalista” Instituto Breakthrough, condena a Klein a y a todo el movimiento ambientalista en un artículo inequívocamente titulado, “La izquierda versus el clima: por qué los progresistas deberían rechazar a la fantasía pastoral de Naomi Klein, y adoptar nuestro Planeta de Alta Energía”. Aparentemente no es la industria la que está destruyendo un clima habitable mediante sus emisiones de dióxido de carbono, sino los ambientalistas, que rechazan adoptar la cruzada tecnológica del Instituto Breakthrough para superar los límites de la naturaleza a una escala planetaria. Como escribe Bruno Latour, miembro titular del citado Instituto, en un artículo, es necesario “amar a tus monstruos”, refiriéndose a la especie de creaciones de Frankenstein imaginadas en la novel de Mary Shelley. La humanidad debería prepararse para depositar toda su confianza, nos dice el Instituto Breakthrough, en las respuestas tecnológicas tan maravillosas como la energía nuclear, el “carbón limpio”, la geoingeniería, y el fracking. Por su escepticismo respecto de tales tecnologías, a toda la izquierda (y gran parte de la comunidad científica) se la califica de un montón de luditas. Como exclama Boisvert en términos concebidos para deleitar a todo el sector corporativo:
Para hacer una contribución útil al cambio de todo, la izquierda podría empezar cambiándose a sí misma. Podría comenzar rehaciendo sus evaluaciones de riesgos y repensando su fóbica hostilidad hacia la energía nuclear. Podría abandonar la infatuación con la insurrección populista y proponer una seria política de acción estatal sistemática. Podría dejar de idealizar a la austeridad bajo el disfraz de la autenticidad espiritual y poner al desarrollo en forma prominente en su agenda ambiental. Podría aceptar que la industria y la tecnología efectivamente nos distancian de la naturaleza – y al hacerlo puede proteger a la naturaleza contra las extracciones humanas. Y podría realizar que, por detestable que pueda ser el capitalismo, utilizarlo de chivo emisario no nos evitará la concentración y los difíciles conflictos e intercambios que exige el futuro sostenible.[31]
Boisvert aquí repite a Erle Ellis, quien, en un ensayo anterior para el Instituto Breakthrough, afirmaba que el cambio climático no es una amenaza catastrófica, porque “los sistemas humanos están preparados para adaptarse y prosperar en el planeta más caliente, y menos biodiverso que estamos industriosamente creando.” Sobre esta base, Boisvert castiga a Klein y a todos los que piensan como ella por rehusar celebrar la destrucción creativa de todo lo existente que lleva a cabo el capitalismo.[32]
Por supuesto, a Klein no la sorprenden tales ataques. Para quienes están imbuidos en los valores del actual sistema, escribe en su libro, “el cambio del clima de la tierra en una forma que será caótica y desastrosa es más fácil de aceptar que la perspectiva de cambiar la lógica fundamental, basada en el crecimiento y la búsqueda de ganancias del capitalismo”.[33] Por cierto, todos los cuestionamientos de la corriente dominante a Esto cambia todo que hemos discutido más arriba tienen una cosa en común: insisten en que el capitalismo es el “fin de la historia”, y que la acumulación de carbono en la atmósfera desde la revolución industrial y la amenaza que esto representa a la vida tal como la conocemos no cambia nada al panglosiano mejor de todos los mundos posibles.
 
La última línea de defensa
Naturalmente, no son simplemente los liberales, sino también socialistas, en algunos casos quienes han atacado a Esto cambia todo. Los críticos socialistas, aunque son mucho más benévolos con sus análisis, se inclinan a culpar a su libro por no ser lo suficientemente explícito sobre la naturaleza del cambio del sistema, la escala completa de las transformaciones necesarias, y la necesidad del socialismo.[34] Klein habla poco sobre la cuestión vital de la clase obrera, sin la cual los cambios revolucionarios que ella vislumbra son imposibles. En consecuencia es necesario preguntar: ¿en qué medida es el objetivo último construir un nuevo movimiento al socialismo, una sociedad que sea controlada por los productores asociados? Esas preguntas todavía siguen sin responderse por el movimiento climático de izquierda y por la misma Klein.
Sin embargo, en nuestra opinión, es difícil culpar a Klein por sus silencios sobre este aspecto. Su meta en la actualidad está claramente confinada al objetivo urgente y estratégico –aunque más limitado – de hacer mucho más hincapié en “Cambiar el sistema, no cambiar el clima”. Ella piensa que millones de personas están cruzando o están al borde de cruzar el río de fuego. Personas que acusan al capitalismo que ahora está obsoleto, pues ya no es más compatible ni con nuestra supervivencia como especie o nuestro bienestar como seres humanos individuales. Por lo tanto, necesitamos construir de nuevo una sociedad en nuestra época con toda la creatividad y la imaginación colectiva a nuestra disposición. Es este incipiente movimiento global que ahora está demandando soluciones anticapitalistas y postcapitalistas. Klein se ve como simplemente el megáfono popular en este aspecto. La meta, explica, de fusionar los muchos movimientos antisistémicos de la izquierda es social y compleja. La lucha por conservar una tierra habitable es la última línea de defensa, pero al mismo tiempo exige que tomemos la ofensiva, hallando formas para avanzar colectivamente, ampliando los límites del espacio liberado. David Harvey describe fructíferamente a esta fusión de movimientos como una estrategia co-revolucionaria.[35]
La visión presentada en Esto cambia todo, ¿es compatible con una posición socialista clásica? Habida cuenta de las profundas posiciones ecológicas que planteaban Marx, Engels, y Morris, hay poco espacio para dudar; lo que no significa negar que los socialistas necesiten realizar una autocrítica, dadas las deficiencias del pasado en cuanto a la implementación de los valores ecológicos y los nuevos desafíos que caracterizan a nuestra época. Sin embargo, toda la cuestión nos llama la atención como un poco extraña, pues el materialismo histórico no representa una posición rígida, fijada, sino que es más bien la lucha en curso por un mundo de igualdad sustantiva y desarrollo humano sostenible. Como escribió Morris en su cuento Un sueño de John Ball:
Pero mientras yo meditaba sobre todas estas cosas, y cómo los hombres luchan y pierden la batalla, y la cosa por la que ellos lucharon se cumple a pesar de su derrota, y cuanto esta llega resulta que no es lo que pretendían, y otros hombres tienen que luchar por lo que ellos pretendían bajo otro nombre; mientras meditaba sobre todo esto, John Ball comenzó a hablar otra vez con la misma voz suave y clara con la que había dejado de hablar.
Con esta “voz suave y clara”, Ball, un líder durante la revuelta campesina inglesa del siglo XIV, prosiguió, en el recuento de Morris, para declara que el único fin verdadero era “la fraternidad en la Tierra”; un fin que también era el movimiento del pueblo, y al que jamás se lo podría detener.[36]
Klein nos ofrece nuevamente esta misma visión de la comunidad humana nacida en una época de cambio revolucionario. “No cabe duda”, declara en su propia voz clara,
De que la próxima crisis nos llevará de nuevo a las calles y a las plazas, lo que volverá a cogernos a todos por sorpresa. La verdadera pregunta que cabe formularse es qué harán las fuerzas progresivas con ese momento, y con qué poder y confianza lo aprovecharán. Porque esos momentos en los que lo imposible de pronto parece posible son muy raros y preciosos. Eso significa que debemos sacarles el mayor partido posible. La próxima vez que surja uno de ellos, debe utilizarse no sólo para denunciar lo mal que está el mundo y para acotar unos fugaces espacios liberados en el centro de las grandes ciudades, sino que debe ser el catalizador que facilite la reacción que nos conduzca a construir realmente al mundo en el que todos podamos estar seguros. Hay demasiado en juego - y es muy poco el tiempo que nos queda - como para que nos conformemos con menos.[37]
La meta última, por supuesto, no es simplemente “construir al mundo que nos mantendrá a salvo”, sino construir un mundo de igualdad genuina y comunidad humana, que es la única base concebible para el desarrollo humano sustentable. La igualdad, como exclamó Simón Bolívar, es “la ley de las leyes”.
 


Publicado en Monthly Review, Vol. 66, No. 9, febrero 2015. Cedido gentilmente por Monthly Review – Selecciones en castellano, para su publicación en Herramienta. Traducción de Francisco T. Sobrino.
 
 
[1] Naomi Klein, This Changes Everything: Capitalism vs. the Climate (Nueva York: Simon and Schuster, 2014). Hay una edición española: Esto lo cambia todo –el capitalismo contra el clima. (Buenos Aires: Paidós, 2015). 
[2] Sobre este tema, ver Adam Morris, “The ‘System Change’ Doctrine”, Los Angeles Review of Books, 21/10/2014, http://lareviewofbooks.org; System Change Not Climate Change, http://systemchangenotclimatechange.org; Klein, This Changes Everything, 87-89.
[3] Williams Morris, Collected Works (Londres: Longmans Green, 1914), vol. 22, 131-32; E. P. Thompson, William Morris: Romantic to Revolutionary (Nueva York: Pantheon Books, 1976), 244; Naomi Klein, No Logo (New York: Picador, 2002), The Shock Doctrine (Nueva York: Henry Holt, 2007).
[4] Klein, Esto lo cambia todo, pág. 420.
[5] Klein, Ibíd, pág. 78.
[6] Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC), Climate Change 2014: Synthesis Report, http://ipcc.ch; trillionthtonne.org, acceso del 03/01/15; “Carbon Budget Message of IPCC REPORT Reveals Daunting Challenge,” Huffington Post, 04/10/13, http://huffingtonpost.com; Myles Allen, et al, “The Exit Strategy”, Nature Reports Climate Change, 30/04/09, http://nature.com, 56-58. Debe señalarse que el cálculo del billón de toneladas se basa en el carbono, no en el dióxido de carbono. Más aún, la estimación del año 2039 como el momento en el que se alcanzará el billón de toneladas, hecha  por trillionthtonne.org (patrocinada por científicos en la Universidad de Oxford), debería considerársela como muy optimista bajo las actuales condiciones  “como de costumbre”, dado que hace menos de tres años, a fines de 2012, se estimaba que al billón de toneladas se lo alcanzaría en 2043, o en treinta y un años (ver John Bellamy Foster y Brett Clark, “The Planetary Emergency”, Monthly Review 64, no. 7 [diciembre 2012]: 2). La brecha, de acuerdo a estas estimaciones, se va cerrando más pronto a medida que pasa el tiempo y no se hace nada para reducir las emisiones.
[7] Klein, Ibíd. pág. 79; Kevin Anderson, “Why Carbon Prices Can’t Deliver de 2° Target”, 15/08/13, http://kevinanderson.info.
[8] Klein, Ibíd, pág. 79. El hecho de que la globalización neoliberal y la creación de la OMC habían desbaratado permanentemente al movimiento asociado con la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1993, incluyendo el intento de impedir el cambio climático, fue subrayado por uno de nosotros hace más de doce años en la Cumbre Mundial para el Desarrollo Sostenible en Johannesburgo 2002, cuando estaba presente Klein. Ver John Bellamy Foster, “A Planetary Defeat: The Failure of Global Environmental Reform”, Monthly review 54, no. 8 (enero 2003): 1-9, basado originalmente en varias intervenciones efectuadas en Johannesburgo, en agosto de 2002.
[9] Klein, Ibíd., págs. 36-40.
[10] Paul M. Sweezy, Teoría del desarrollo capitalista (México DF: Fondo de Cultura Económica, 1974), 382.
[11] Klein, Ibíd., pág. 220; John Kenneth Galbraith, The Affluent Society (Nueva York: New American Library, 1984), 121-28.  Como autora de No Logo, Klein está por supuesto consciente de las contradicciones del consumo bajo la producción mercantil capitalista
[12] Joseph A Schumpeter, Essays (Cambridge: Addison-Wesley, 1951), 293.
[13] Klein, Ibíd., págs. 80-81, 189, 571.
[14] Klein, Ibíd., págs. 23, 31, 159-60, 556; Adolfo Gilly, “Inside the Cuban Revolution”, Monthly Review 16, no. 6 (octubre 1964): 69; John Bellamy Foster, “James Hansen and the Climate-Change Exit Strategy”, Monthly Review 64, no. 9 (febrero 2013): 13.
[15] “U. s. Marketing Spending Exceeded $ 1 Trillion in 2005”, Metric Business and Marketing Intelligence, June 26, 2006, http://metrics2.com; Michael Dewson, The Consumer Trap (Urbana: University of Illinois Press, 2005), 1.
[16] Klein, Ibíd., págs. 141-43.
[17] Klein, Ibíd., págs. 570, 508-9.
[18] Klein, Ibíd., págs. 224-30.
[19] Para análisis materialistas históricos del problema del extractivismo en Bolivia y el difícil problema de su superación, ver Álvaro García Linera, Geopolitics of the Amazon, 2012, http://climateandcapitalism.com; Frederico Fuentes, “The Dangerous Myths of ‘Anti-Extractivism’”, 19/05/14, http://climateandcapitalism.com. Como autora de La doctrina del shock, Klein es consciente del imperialismo, pero no profundiza su análisis aquí, en parte debido a que trata de mantener un equilibrio criticando a la izquierda como también a la derecha.
[20] Klein, Ibíd., pág. 565.
[21] Klein, Ibíd., págs. 82-83.
[22] Manufacturing Consent: Noam Chomsky and the Media (Nueva York: Black Rose Books, 1994), 58. Sobre el concepto de “zona prohibida” ver Robert W. McChesney y John Bellamy Foster, “Capitalism: The Absurd System”, Monthly Review 62, no.2 (junio 2010): 2.
[23] Thompson, William Morris, 270-71; Morris, Collected Works, vol. 23, 172.
[24] Rob Nixon, “Naomi Klein’s ‘This Changes Everything’”, New York Times, 06/11/2014, http://nytimes.com.
[25] Dave Pruett, “A Line in the Tar Sands: Naomi Klein on the Climate”, Huffington Post, 26/11/14, http://huffingtonpost.com.
[26] Elizabeth Kolbert, “Can Climate Change Cure Capitalism?, New York Review of Books, 04/12/2014, http:nybooks.com; Naomi Klein y Elizabeth Kolbert, “Can Climate Change Cure Capitalism?: An Exchange”, New York Review of Books, 08/01/2015, http://nybooks.com.
[27] David L. Ulin, “In ‘This Changes Everything’, Naomi Klein Sounds Climate Alarm”, Los Angeles Times, 12/09/2014, http://touch.latimes.com.
[28] Michael Signer, “Naomi Klein’s ‘This Changes Everything’ Will Change Nothing”, Daily Beast, 17/11/2014,http://thedailybeast.com.
[29] Mark Jaccard, “I Wish This Changed Everything,” Literary Review of Canada, noviembre 2014, http://reviewcanada.ca; “Despite California Climate Law, Carbon Emissions May be a Shell Game”, Los Angeles Times, 25/10/2014, http;//latimes.com.
[30] Mark Jaccard, “I Wish This Changed Everything”; Paul Krugman, “Errors and Emissions”, New York Times, 08/09/2014, http://nytimes.com.
[31] Will Boisvert, “The Left vs. The Climate: Why Progressives Should Reject Naomi Klein’s Pastoral Fantasy – and Embrace Our High-Energy Planet”, the Breakthrough, 18/09/2014, http://thebreaktrhough. La propia Klein ubica al Instituto Breakthrough en sus críticas de la derecha, cuestionando su proclama de valores progresistas. Klein, This Changes Everything, 57.
[32] Erle Ellis, “The Planet of No Return”, The Breakthrough no. 2, otoño 2011, http://thebreakthrough.org; Boivert, “The Left vs. the Climate.”
[33] Klein, This Changes Everything, 89.
[34] Ver el importante análisis en Richard Smith, “Climate Crisis, the Deindustrialization Imperative and the Jobs vs. Environment Dilemma”, Truthout, 12/11/2014, http://truth-out.org. 
[35] David Harvey, The Enigma of Capital (Nueva York: Oxford University Press, 2010), 228-35.
[36] William Morris, Three Works (Londres: Lawrence and Wishart, 1986).
[37] Klein, Ibíd., pág. 571.

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