26/04/2024

El Psicoanálisis y la conceptualización de la “socialización” en la Teoría Crítica, según las perspectivas de Habermas y Honneth

Por

 

Autor: Lic. Juan Alberto Fraiman[1]
 
Presentación
Nuestro trabajo se propone llevar a cabo una aproximación comparativa a  La Teoría de la Acción comunicativa de Jürgen Habermas y a la Teoría del Reconocimiento de Axel Honneth, en relación a las apropiaciones que efectúan ambas perspectivas de algunos aspectos del Psicoanálisis. En ese sentido, las lecturas que Habermas y Honneth proponen de la teoría psicoanalítica son fundamentales para elaborar una conceptualización de la “socialización” en el marco de una Teoría social Crítica intersubjetivamente fundamentada. A grandes trazos, el Psicoanálisis contribuirá a señalar la relevancia ineludible de los aspectos motivacionales y afectivos involucrados en todo proceso de formación social del individuo. Asimismo, Honneth sugiere una lectura desde fuentes psicoanalíticas que implicará una revisión del concepto de “socialización” habermasiano. Por último, el cotejo de ambas perspectivas, nos permitirá efectuar una primera estimación acerca de la vigencia del Psicoanálisis en la construcción de una Teoría crítica de la sociedad fundada en la intersubjetividad.
 
La socialización en Habermas
En la Teoría de la Acción Comunicativa, Habermas propone  explícitamente una fundamentación intersubjetiva o comunicativa de las Ciencias Sociales. Al mismo tiempo, presenta una serie de categorías que pretenden esclarecer las problemáticas específicas del desarrollo de la sociedad moderna hasta fines del siglo XX, sin recaer en posicionamientos conceptuales aporéticos, como ha sucedido – según su parecer - con aquellos intentos previos de la Teoría Crítica[2] aún enmarcados en una Filosofía de la conciencia o de la subjetividad (HABERMAS, 1989b:II, 7-8).
En ese marco, la socialización adquiere una importancia central, pues esa noción le permite exponer un proceso de constitución intersubjetiva del individuo, logrando eludir planteos sociológicos dicotómicos que se debaten entre la prioridad de lo individual o lo social, lo subjetivo o lo objetivo, la acción o la estructura social, etc. Esto es, a través de procesos de socialización que extraen los recursos y los medios del propio mundo de la vida racionalizado, los sujetos hallan así una fuente de individuación, de libertad, de autonomía y de autorrealización. La conciencia individual no será entonces el punto de partida ni el fundamento de lo social y de las experiencias objetivadoras en el mundo, sino que constituiráel resultado de procesos de socialización que la van estructurando, desarrollando evolutivamente y singularizando. Conformará el presupuesto básico para pensar tanto al sujeto cognoscente como al sujeto agente que actúa en un mundo social regulado normativamente y en un mundo de objetos manipulables (HABERMAS, 1990).
Habermas se dedica principalmente a elaborar una noción de socialización en las sociedades modernas que implica un proceso gradual de internalización de normas, “roles”, expectativas, lenguajes y competencias interactivas en general que van constituyendo a la propia subjetividad individual. Con internalización (Verinnerlichung), hace alusióntanto a un mecanismo de aprendizaje que incluye una interiorización (Interiorisierung) de esquemas de acción en el sujeto – en el sentido de la Psicología de Jean Piaget – como la traslación desde las estructuras objetivas de sentido y acción social hacia el interior del sujeto (Internalisierung), tomando como base los ejemplos analíticos de Freud y G. Mead (HABERMAS, 1989b: 19).
En principio, la socialización debe comprenderse como uno de los tres procesos estructurales - los dos restantes son la cultura y la sociedad - encargados de la reproducción simbólica del mundo de la vida. A medida que el mundo de la vida se va racionalizando en las sociedades modernas, se diferencian cada vez más entre sí los ámbitos de socialización, de enculturación y de normatividad social con sus respectivos componentes: sistema de personalidad, tradición y normas sociales. En conjunto, el mundo de la vida va dando lugar a ámbitos específicos y diferenciados que se encargarán de su reproducción material. Habermas lo va a entender a la manera funcionalista-sistémica como subsistema económico, por una parte y, por otra, como subsistema administrativo político, que paulatinamente se van autonomizando y reconectando (entre sí y con el mundo de la vida) con la finalidad de efectivizar su rendimiento productivo y político-organizativo. Para ello, los mecanismos de coordinación de la acción lo deben constituir medios deslingüistizados - el dinero y el poder- que puedan liberar a la acción orientada a fines de la carga que supone su ligación a normas sociales adscriptas o de un eventual desempeño discursivo. Como es sabido, efectuando una lectura reapropiadora del funcionalismo sistémico de Talcott Parsons, Habermas va a identificar para cada subsistema y para el mundo de la vida, un “medio” específico configurador de su funcionamiento: El dinero lo será para el subsistema económico, el poder para el político y el lenguaje para el ámbito del mundo de la vida, allí donde hallaremos a la socialización (HABERMAS, 1989b: 253-260).
En apretada síntesis, Habermas se esfuerza por delimitar conceptualmente entre mundo de la vida y sistema asignando a cada término tareas sociales específicas. La modernización significa la diferenciación de estos órdenes sociales y, por así decirlo, su intensificación. La socialización, como proceso configurador del sistema de la personalidad, estaría del lado de los componentes encargados de reproducir los recursos simbólicos del mundo de la vida; distinguiéndose internamente de los aspectos normativos sociales y del acervo cultural legado por la tradición (es decir, de la sociedad y de la cultura).
Por último, diremos que Habermas pretende escapar a una versión de la socialización presentada simplemente como un proceso de adquisición pasiva  de valores, saberes y competencias sociales de modo tal que el individuo aparezca apenas como un reflejo de determinaciones sociales institucionalizadas. Esto es, no se trata de concebirla como  una “sobresocialización”, según cree verlo en la teoría del rol social derivada de Parsons. Al mismo tiempo, aspira eludir también una caracterización de la socialización que aparezca como “subsocialización”; tal como estima detectarlo emblemáticamente en la etnometodología de Goffman, pues allí encuentra un planteo que sobredimensiona el rol independiente y activo del sujeto individual (Habermas, 1989ª: 487-488). En cambio,Habermas esgrime la producción teórica de Georg Herbert Mead para elaborar un planteo de la socialización que presenta a la subjetividad configurada socialmente en un “enfrentamiento” con su entorno social a la vez adaptativo y constructivo, eludiendo planteos dicotómicos acerca de la prioridad de lo individual frente a lo social o viceversa. Como lo expresa Hans Joas – un discípulo suyo – Mead brinda la oportunidad de mostrar como lo social es, aunque suene paradójico, la auténtica fuente de autonomía individual (JOAS, 1998).
El Psicoanálisis en Habermas
Ahora bien, Habermashallará tambiénen el Psicoanálisis de Sigmund Freud otro aporte teórico insoslayable. No se trata sólo de corresponder algunas de las fases en el desarrollo edípico del niño con categorías de las etapas evolutivas piagetianas; el Psicoanálisis se revela fundamental para establecer los casos de patologías en la socialización, vinculadas con perturbaciones en la comunicación lingüística. Los denominados mecanismos de defensa o de rechazo (Abwehr) inconscientes, constituyen un modelo teórico que Habermaspuede extrapolar a su teoría comunicativa y otorgar así un carácter potencialmente crítico a sus análisis, en cuanto son capaces de diagnosticar o discernir estados normales y patológicos,cuando la comunicación aparece como “deformada” o “perturbada”para el caso de la socialización(HABERMAS, 1989ª: 193).
En cuanto a las perturbaciones, no se hace referencia directamente a un uso abiertamente estratégico y objetivador de los demás, ni tampoco al malentendido o mero error en la comunicación. Más bien, se hace alusión a una situación de conflicto o disidencia que requiere un desempeño discursivo o bien el pase a un declarado enfrentamiento entre las partes y, no obstante, en lugar de ello, el conflicto permanece velado o reprimido. La comunicación sufre entonces una escisión o duplicación que consta de una parte “pública” donde la conversación y la interacción parece continuar transcurrir normalmente sin mayores sobresaltos y en otro plano más bien “privado” o interno al habla de los sujetos, donde acaba recluyéndose el conflicto reprimido y velado justamente por esa aparente normalidad superficial. El conflicto, en lugar de expresarse abiertamente, se traslada a la – denominada por Habermas – organización interna del habla; así, el hablante engaña a los demás y a sí mismo con respecto al carácter “normal” de la relación.
La deformación en la comunicación proviene justamente de esta peculiar situación de un potencial de conflicto que no se puede reprimir por completo, pero que tampoco puede llegar a ser manifiesto”[3]. Dado que la comunicación pública no puede ocultar del todo el conflicto, aparecen las disonancias comunicativas de distinta índole (equívocos, olvidos, etc) como síntomas que remiten a ese potencial conflictivo reprimido y, a su vez, operan “desde abajo”, por así decirlo.Al evitar el conflicto, se logra estabilizar plexos de acción en circunstancias particularmente modernas, donde las discrepancias ya no pueden salvarse, neutralizarse o simularse por un consenso “adscripto” – al decir deHabermas - dotado por la tradición.
En este punto, Habermas se concentra en el problema del aseguramiento de la identidad en procesos de socialización que acontecen sobre todo en el ámbito familiar.En la familia, esa pequeña organización moderno-tardía encargada de resolver el intercambio afectivo y cognitivo, se definensimultáneamente el aseguramiento de la identidad y lasatisfacción de las necesidades pulsionales de todos sus miembros. Una distribución del poder asimétrica con relaciones de dominancia excesiva genera un desequilibrio en los procesos de gratificación recíprocas de las necesidades afectivas y de reconocimiento de la identidad del otro. Dado que esas experiencias negativas no pueden dirimirse estratégicamente, los conflictos permanecen casi ocultos y la estabilización de las relaciones se logra a costa de efectos patológicos de socialización que se internalizan en ambos órdenes: como afectación a la identidad personal, déficit en la regulación de las motivaciones y en la capacidad para entablar posteriores lazos de afectividad equilibrados.
 
La socialización y el Psicoanálisis según Axel Honneth
A continuación, repasaremos algunas consideraciones de Axel Honneth sobre el Psicoanálisis que involucran al proceso de socialización en el marco de su teorización sobre la lucha por el reconocimiento. En primera instancia, se tratará de abandonar el modelo “monológico” – tal como él lo denomina - derivado de una concepción freudiana ortodoxa, que exponeel desarrollo psíquico como una relación conflictual entre las pulsiones inconscientes y la formación del yo. Pues, desde esa perspectiva, los sujetos interactuantes aparecen en un papel mediatizador secundario y complementario; apenas son significativos como objetos libidinales (a excepción de la figura materna). Ello impide detectar la importancia del vínculo afectivo, en sí mismo, en la determinación estructural de todas las individualidades participantes. Honneth intenta proseguir los ensayos de retraduccióna la teoría del reconocimiento de los diversos estudios sobre el desarrollo psíquico temprano ofrecidos por la teoría psicoanalítica de relación objetual, de orientación inglesa, elaborada sobre todo por Donald Winnicott (HONNETH, 1997:119).
En efecto, las personas que participan en las más tempranas experiencias del lactante no constituyen meramente la ocasión objetual, por así decirlo, de ir resolviendo sus problemas derivados de los impulsos a satisfacer sus necesidades libidinales y, a la vez, intentar contrarrestarlas con mecanismos de control internos en formación. En el vínculo afectivo primario – como en el resto de los vínculos afectivos – la situación de partida es siempre recíproca; cada participante vivencia y desarrolla capacidades que se van mutuamente afectando. Desde la situación de partida de simbiosis entre el lactante y su madre, esa unidad indiferenciada es experimentada por ambos participantes.Todo el proceso restante se encamina a la constitución de dos subjetividades separadas y a la vez reconocidas entre sí. La relación se orienta a constituir sujetos intelectual y afectivamente autónomos, pero ello se logra en la medida que cada uno de ellos es aceptado en su diferenciación eautonomíapor el otro, entrañando entonces cierto grado de interdependencia (HONNETH, 1997:122-123).
En ese sentido, el desplazamiento de la atenciónanalítica se efectúa desde lo intrapsíquico a los lazos afectivos recíprocos forjados entre el niño y las primeras personasque actúan como agentes socializadores. De esa manera, se intentará establecer pautas de interacción emocionales logradas y patológicas. Las condiciones óptimas de socialización estarán dadas por la capacidad de lograr una relación de equilibrio entre la simbiosis y la autoafirmación. Debe haber un suficiente lazo afectivo simbiótico que permita la satisfacción de necesidades mutuas en la fase inmediatamente posterior al nacimiento. Ello mismo estimulará poco a poco el incremento gradualde autonomía encada uno de ellos, en el marco de una ampliación de las relaciones sociales (HONNETH, 1997: 121).
Sin embargo, este proceso de separación paulatina es vivenciado de manera traumática y agresiva. En particular, el niño reaccionará de manera violenta frente a la independencia de su madre. Los actos “destructivos” del pequeño sobre su propia madre –antes fuente de puro placer – son necesarios para romper con la ilusoria simbiosis en la cual ejercía toda su omnipotencia narcisista. Ahora la madre es objeto de amor y odio al mismo tiempo; no forma parte de sí mismo, es “otro” separado de sí mismo, por derecho propio, con autonomía, pero que puede re-integrar en una renovada relación de afecto. Si la madre sobrelleva comprensivamente los ataques del hijo, se logra el primer paso en el trazado de los límites en los cuales cada uno se sabe separado y dependiente del otro. (HONNETH, 1997: 125-126).
El cuadro se completa con la introducción de un segundo mecanismo de elaboración, denominado “objeto de transición” por el propio Winnicott. Se trata de diversos objetos materiales utilizados lúdicamente por el niño; en ese juego, son investidos afectivamente, como elementos de transición en el pasaje de pérdida de la madre. A través de esos objetos transicionales, el niño prolonga sus vivencias originarias simbióticas al mismo tiempo que los utiliza agresivamente como objetos externos a él, comenzando así el arduo tránsito de aceptación de esa separación y delimitación entre una realidad interna y otra externa. Los diversos intereses y dedicaciones posteriores de la vida adulta, se pueden interpretar como otros intentos más elaborados de crear objetivaciones culturales simbólicas que permitan sobrellevar con éxito este trance doloroso nunca concluido completamente. Entonces, este proceso de mutua autonomía es a la vez fuente de interés y producción creativa durante toda la vida de una persona (HONNETH, 1997: 127).
A partir de esta reconstrucción se desprenden las situaciones patológicas como unilateralizaciones en algunos de los extremos de este equilibrio entre la dependencia simbiótica y el desprendimiento generador de autonomía. En la lectura de Honneth, estos análisis clínicos deben entenderse finalmente como situaciones malogradas de reconocimiento recíproco que no otorga a cada uno de los sujetos la suficiente seguridad emocional para experiencias intersubjetivas posteriores (HONNETH, 1997: 131-132).
En suma, será el amor el tipo de reconocimiento básico a partir del cual se van a ir desarrollando los dos restantespatrones de interacción que Honneth intenta enlazar sistemáticamente: el derecho y la solidaridad. Al respecto, una referencia en Hegel, le sirve para ilustrar que “el amor se constituye en el núcleo estructural de toda eticidad (…) la autoconfianza individual (…) es la base imprescindible para la participación autónoma en la vida pública”[4]. Esto es, no se trata solo de configurar intersubjetivamente al individuo en términos afectivos, sino que se está indicando el lugar fundamental que ocupa la socialización como ámbito primario de las relaciones sociales que imprimirá una influencia decisiva a otros procesos más generalizados y abstractos de interacción con otras exigencias y aspiraciones de reconocimiento.
Por otra parte, Honneth objeta que el psicoanálisis tradicional plantea la problemática de la constitución psíquica del sujeto centrada en las fuerzas de un “yo”, que debe controlar racionalmente tanto su entorno como su vida interna para obtener una relación medianamente equilibrada entre las exigencias pulsionales inconscientes y los mandatos morales internalizados, de modo que pueda insertarse en la vida social sin mayores perturbaciones (HONNETH, 2009: 339). Tales ordenacionesanalíticas son deudoras de imágenes de un mundo social estructurado en torno al trabajo profesional vitalicio que presupone una linealidad biográfica,partiendo desde la familia pequeña convencional burguesa– organizada en torno a una división del trabajo interno según el género – y culminando en la integración al ámbito laboral estable. Sin dudas, corresponden al mundo occidental de comienzos y mediados del siglo XX, donde las expectativas sociales de comportamiento y la constitución de las identidades se regían en base a cánones relativamente rígidos (HONNETH, 2009: 336).
Pues bien, los cambios socioculturales ocurridos en las últimas décadas ya no resultan adecuados a ese cuadro de socialización. En particular, el fuerte proceso de destradicionalización permite colegir una pluralidad de formas de vidas y opciones de ampliación de los procesos identitarios que no necesariamente deben forzar a una unidad sintetizadora del yo. El parámetro del estado psíquico saludable y maduro ya no lo puede constituir la capacidad de dominio del yo para constituir una identidad sólida que articule las diversas experiencias fragmentadas, sino una vida intrapsíquica enriquecida de un “yo” en un proceso de internalización de las interacciones con otros sujetos (HONNETH, 2009: 341).
Al respecto,Honnethintroduce la contribución de Hans Loewald. Este psicoanalista, siguiendo el modelo de Winnicott, elabora una teoría de las pulsiones en términos intersubjetivos. Allí muestra como el proceso de interiorización de las interacciones sociales implica una diferenciación intrapsíquica que conserva un resto no afectado totalmente ni organizado como tal, constituyendo así una renovada fuente de energía pulsional frente a la cual el “yo” y el “super-yo” reaccionan y lo van paulatinamente configurando. Las pulsiones se forman como tal en la interacciones más tempranas que comienzan a fijarse en objetos específicos – primero la madre, luego los objetos transicionales sustitutos -; en cuanto resto de subjetividad que nunca termina de integrarse del todo al yo, opera como fuente de energía pulsional que compele a la formación de un “yo” y de un “super –yo”a su ordenación, no como su fuerza contraria sino como su posibilidad de su encauzamiento creativo (HONNETH: 2009: 351-355)  
Con ello obtenemos la imagen de una subjetividad conformada por una interioridad compleja, integrada con múltiples voces, deseos, ideales, etc, que se estructuran socialmente. Eso no significa identificar al individuo “posmoderno” con el cuadro esquizofrénico y sus múltiples fragmentos clausurados entre sí. El equilibrio entre simbiosis y autonomía se va a lograr con lo que Honneth entiende como una deslimitación del “yo” que ya no intenta neutralizar y mantener bajo su domino a los impulsos inconscientes, sino tomarlos como energía creativa que debe ser reorganizadas por las instancias conscientes del “yo” y del “super yo” en el marco de un diálogo interno. Esto es, se trata de entablar una personalidad más rica que dé lugar a más experiencias vitales plurales y no estar enfrascado en una luchapor el dominio, contra sí mismo. Permanecer a la escucha de sus “voces” interiores, configurando un modelo de madurez que será más congruente con los cambios del mundo contemporáneo.
El análisis reformulado por Loewald permite desplazarse del ideal de personalidad dedicado a la búsqueda de una estabilidad identitariaa un modelo de madurez definido por “las capacidades de apertura hacia las múltiples caras de la persona propia, tales como se están determinando aquí con el concepto de ‘viveza’”[5], según las palabras del propio Honneth.
Ahora bien, este proceso de “flexibilización” del individuo que continuamente se está forjando a sí mismo, transformado en mandato o imperativo social puede constituirse en el principal factor ideológico en las condiciones de un capitalismo que ya no ofrece las seguridades del Estado social y requiere trabajadores móviles, flexibles, emprendedores, “autotransformadores”, etc (MERKLEN, 2013). En tanto los procesos de desregulación política económica actúen como una presión externa, a través de la cultura publicitaria comercial y a los medios electrónicos, para “flexibilizar” las formas de ser contemporáneas, la vida psíquica se expresará patológicamente y no como en un estado de auténtica autorrealización experimental desde sí mismo (HONNETH, 2009: 380-382)
 
Palabras finales de la lectura comparativa
Al dejar atrás las tesis de Conocimiento e Interés e ir preparando su Teoría de la Acción Comunicativa, el Psicoanálisis fue tal vez perdiendo un sitio preponderante en la conceptualización habermasiana de una Teoría social crítica aunque no lo hasoslayado completamente.La utilización de los categorías tradicionales del Psicoanálisis como los “mecanismos de defensa” y “negación” o “rechazo” continúan siendo indispensables para determinar el lugar de la socialización en el mundo de la vida racionalizado y poder establecer un patrón de normalidad que pudiera diagnosticar patologías vinculadas en última instancia con la dinámica de los subsistemas del poder político y del mercado.
Por su parte, Honnethencuentra en la tradición psicoanalítica centrada en los estudios de Winnicott sobre teoría del objeto, una versión de la socialización más congruente para una teoría social crítica que se propone fundamentar intersubjetivamente.
A través del planteo de Winnicottsobre los “objetos de transición” y los posteriores estudios de Hans Loewald, se puede esbozar un desarrollo socializador que no es lineal, sino que contiene rupturas, quebrantos e impulsos agresivos que, configurados y tensionados por los deseos contrapuestos de fusión y delimitación del yo, hacen a la dinámica de lamaduración. Y, además, esa tensión nunca se suprime sino que pervive en la adultez como cimiento de su desarrollo personal. En las condiciones de un capitalismo “salvaje” desregulado, la pluralización de la subjetividad deviene lograda en tanto sea resultado de un cuidadoso “diálogo” interno en el propio sujeto y no como un producto de presiones y exigencias extrínsecas, generadas por un mercado cada vez más despiadado frente a las aspiraciones y los deseos subjetivos liberados de las formas tradicionales de vida. Honneth cree encontrar en estas renovaciones de la investigación psicoanalítica, un instrumental teórico más adecuado para la conceptualización de la socialización e individuación en el marco de las problemáticas contemporáneas de la subjetividad.
Con todo, el Psicoanálisis, en sus diversas formas y figuras, continúa siendo un elemento teórico ineludible de una Teoría social crítica. Sobre todo allí donde se plantea un fundamento intersubjetivo – como es en el caso de Habermas y de Honneth - y la socialización ya no cuenta sólo como un ámbito de integración social de los individuos sino como la decisiva instancia de estructuración de los aspectos vitales del mundo social y subjetivo.
 
Bibliografía utilizada
HABERMAS, J.,“Notas sobre el desarrollo de la competencia interactiva (1974)” “Observaciones sobre el concepto de acción comunicativa (1982)”en HABERMAS, J. Teoría de la Acción Comunicativa. Complementos y estudios previos, Madrid: Cátedra, 1989ª, pp. 161-229; 479-507.
-------------------- Teoría de la Acción Comunicativa. Tomo II. Crítica de la razón funcionalista,Madrid: Taurus, 1989b.
 -----------------------“Individuación por vía de la socialización. Sobre la teoría de la subjetividad de George Herbert Mead” en HABERMAS, J. Pensamiento postmetafísico, Madrid: Taurus, 1990, pp. 188-239
HONNETH, A., La lucha por el reconocimiento. Por una gramática moral de los conflictos sociales, Barcelona: Crítica, 1997.
-------------------- “La teoría de la relación de objeto y la identidad posmoderna. Sobre el presunto envejecimiento del Psicoanálisis”; “Realización organizada de sí mismo. Paradojas de la individualización”; en HONNETH, A.,Crítica del agravio moral. Patologías de la sociedad contemporánea, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2009, pp. 333-388.
----------------- La sociedad del desprecio, Madrid: Trotta, 2011.
JOAS, H.,“De la Filosofía del Pragmatismo a una tradición de investigación sociológica” en Joas, H. El pragmatismo y la teoría de la sociedad, Madrid: Siglo XXI, 1998, pp-19-55
MERKLEN, D., “Las dinámicas contemporáneas de la individuación” en CASTEL, R. y otros,Individuación, Precariedad, Inseguridad, Buenos Aires: Paidós, 2013pp. 45-86
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


[1] Docente e Investigador en la Facultad de Ciencias de la Educación, UNER (Universidad Nacional de Entre Ríos)
[2]Habermashace particular referencia a la Teoría crítica anterior, de Lukács a Adorno
[3](HABERMAS, 1989b: 215)
[4](HONNETH, 1997:133)
[5](HONNETH, 2009: 358).

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