19/04/2024

Migrantes mexicanas y trabajo: un espacio de participación laboral, enclaustramiento y empoderamiento limitado

Por

 

Ernesto Sánchez Sánchez
 
Abstrac
La inserción laboral de migrantes oriundos del noroeste de México en California, Estados Unidos refleja, en su etapa contemporánea, características que se inscriben dentro del nuevo perfil del trabajador migrante; urbano, mujer y con mas nivel de escolaridad. Sin embargo, las condiciones en el escenario laboral no han cambiado notoriamente y para muestra analizamos las condiciones de la fuerza de trabajo femenina. Estas trabajadoras están insertas en trabajos con alto grado de flexibilidad e inseguridad laboral. A través de trayectorias laborales de las trabajadoras analizamos las condiciones de precariedad y vulnerabilidad debido, también, a las condiciones estructurales de las regiones de origen y destino como efectos de las crisis económicas cíclicas, sumándose la dependencia a las redes sociales y familiares que conllevan a un enclaustramiento y escaso margen de movilidad laboral.
 
 
Introducción
Para Jorge Durand (2008) la migración es un producto del capitalismo que requirió una necesaria la liberación de fuerza de trabaja atada a la tierra y al señor feudal. Este proceso social no ha sido homogéneo, ya que la misma dinámica del capitalismo contemporáneo lleva a una reinserción en la que la fuerza laboral, no sólo es masculina y se inserta en espacios polarizados y segmentados.
La fuerza de trabajo que migra cotidianamente se adecua a las exigencias del capital; el trabajador migrante cambia sus actividades con base a los requisitos del capitalismo innovador. Harvey (2003) señala que a inicios de la década de los setenta, una de las barreras para la acumulación de capital estaba representada por la cuestión laboral, formando un binomio perfecto con la migración. Ante ello, las grandes corporaciones capitalistas, dictarían la nueva forma organizacional de abaratar y doblegar a la fuerza de trabajo mediante tres vías: 1) desplazamiento de capitales hacia regiones periféricas, en espacial a zonas fronterizas, con abundante mano de obra barata; 2) innovación y cambio tecnológico, orientado a encadenar globalmente la producción, y 3) la atracción de fuerza de trabajo hacia países que sean capaces de absorber mano de obra barata (Delgado, Márquez y Covarrubias,2009). En este escenario se da cabida a nuevos flujos migratorios, esencialmente de carácter laboral, en la cual la mano de obra migrante femenina tiene un papel preponderante (Castles & Miller, 2004;Aragonés, Salgado, & Ríos, 2009).
La inserción laboral de mano de obra femenina en el proceso migratorio lleva a considerar, a primera vista, que su inclusión refleja parcialmente cierta independencia y autonomía de las migrantes, pero sus condiciones labores precarias no se diferencia de las situaciones por las que pasan otros migrantes. En este sentido, para conocer las condiciones de trabajadores mexicanos migrantes se realizó un trabajo de campo en California del 2008, 2010 y 2012 y se detectó algunas actividades, realizadas por mujeres, como la venta de ropa, el trabajo en industria y lavanderías industriales, los salones de belleza, las niñeras (baby sitter) que reflejan condiciones de vulnerabilidad y flexibilidad laboral. El presente artículo tiene el objetivo de mostrar la situación constante de flexibilidad y precariedad de mujeres mexicanas migrantes señalando el empoderamiento limitado durante la toma de decisiones en el espacio laboral y familiar. Recurrimos al aparato conceptual sobre el empoderamiento, las relaciones de producción y la explotación y precariedad del trabajo.
El texto está dividió en tres apartados. El primero muestra los efectos de la reestructuración de los procesos de producción y de las condiciones laborales; el segundo apartado, muestra la dinámica migratoria hacia California en la cual se consolidan redes sociales y familiares, finalmente; finalmente, el tercer apartado muestra, con base a testimonios de las migrantes, las condiciones de explotación, segregación y de empoderamiento.
 
Reestructuración de los mercados laborales y migración: nuevas necesidades del capitalismo
El proceso migratorio se gesta a la par de una extensa polarización creada por la dinámica capitalista que reestructura de manera continua las condiciones de trabajo, en la que se acentúa la brecha desproporcional en la distribución de la riqueza y producción, bajos niveles de crecimiento económico y de nivel de vida, así como elevadas tasa de desempleo (Wallerstein, 1986; Delgado, Márquez & Pérez, 2006). Los flujos migratorios entran, de manera recurrente, a una dinámica compleja debido a la tendencia hacia la reabsorción en nuevas formas de relaciones laborales como lo sostiene Aragonés (2000). Es decir, en los procesos productivos, tanto de lugares de expulsión y de atracción, se presentan transformaciones tecnológicas y organizacionales aplicadas a nuevos procesos de trabajo y esto afecta la composición del mercado laboral y modifica su estructura. Este paisaje de la economía política mundial forma parte de la expansión capitalista extensiva y contradictoria fincada en la incorporación masiva de mano de obra barata, donde la migración y, en sentido más amplio, la exportación de fuerza de trabajo consolida conflictivamente los mecanismos de superexplotación laboral (Delgado, Márquez y Covarrubias, 2009:27). De esta forma, la manera en que se desempeñan los migrantes, su movilidad e inserción laboral, refuerzan una descomunal y desigual concentración de capital y de condiciones sociales, un crecimiento asimétrico y polarizado entre países o regiones centrales y periféricas y modifica las relaciones entre trabajadores y trabajadoras en la cual se implementan estrategias alternas ante un dominio y sumisión, ya no sólo del patrón, manager o capataz, sino de una estructura patriarcal que ha permitido, aunque sea de manera limitada, incrementar un grado de acción y empoderamiento en la mujeres trabajadoras migrantes en el espacio laboral y familiar, sin embargo, lo anterior no las exime de condiciones de precarización y desigualdad en sus mundos de trabajo. Dentro de este contexto nos remitimos a la concepción tradicional y esquemática del empoderamiento, concebido como un proceso en el que una minoría o una población discriminada, segregada y excluida empiezan a movilizarse con el fin de adquirir reconocimiento y poder para transformar las relaciones de poder. En el debate feminista esta postura se enriqueció ya que se enmarcaba en una cuestión de democracia y transformación en la esfera familiar, doméstica, privada y laboral, es decir, democratizar las relaciones de género (Phillips, 1996: 95-102).
Entonces, el fenómeno migratorio se interrelaciona con otros cambios que se han efectuado en diferentes espacios sociales, en este caso, las relaciones de género que se presentan en el escenario laboral y se gestan en permanente tensión. Las relaciones de género, a partir de la condición sexual, sirven para (re) producir el conjunto de las relaciones sociales y laborales y advierten que el resultado de las relaciones sociales y laborales no se presenta de manera mecánica o lineal, sino que son formadas históricamente (Haug ,2006). En este sentido, las relaciones de género, como en la de producción, se convierten en relaciones reguladoras fundamentales en todas las formaciones sociales que conocemos, y resultan absolutamente centrales para preguntas referidas a la división laboral, dominación y explotación (Haug, 2006).
Sin duda alguna, la reestructuración en los medios de producción posibilitó el desarrollo de un sistema laboral flexible que, entre otras cosas, instrumentó nuevas relaciones laborales, así como la ubicación de migrantes en distintos nichos laborales (Rocha, 2006:110). Esto también refleja que, como principal instrumento para la inserción aparecen redes y vínculos sociales migratorios, que van de la mano con los relaciones de género, así como mecanismo flexibles como la subcontratación del empleo.
Lo anterior permite ir conectando las relaciones de género como relaciones de producción entendiendo que el espacio laboral-productivo engloba condiciones históricas culturales de la fuerza de trabajo y no solo es parte de la organización de la producción de los medios de vida.
Por eso, el estudio del mercado laboral migratorio en Estados Unidos obliga a enumerar una serie de factores cualitativos y cuantitativos que se han transformando con la presencia de trabajadores migrantes en dicho país. Para Aragonés (2000:98) en términos cuantitativos, la fuerza aboral proveniente de México es la más importante dentro de la historia laboral migratoria estadounidense teniendo, inicialmente, un patrón de trabajo temporal y agrícola. Posteriormente, la masividad de esta mano de obra continúo, extendiendo su ubicación en distintos mercados de trabajo, con una estancia más prolongada e incorporándose mano de obra femenina.
La inserción de migrantes en una economía urbana permitió reemplazar a nativos, blancos y afroamericanos en trabajos depauperados y flexibles que se configuraron en el nuevo sistema de producción post-fordista. Estas actividades laborales se caracterizan por ser riesgosas y de baja remuneración, además, están en función de la demanda de servicios de las clases medias y altas. Dichas ocupaciones están centradas en servicios de limpieza, comercio al detalle, jardinería y construcción, esencialmente (Ibarra, 2005).
El cambio de modelo económico a partir de la década de los setenta trastocó la economía de regiones de tradición migratoria como californiana, con esto, no sólo las manufacturas sino las industrias del mueble, la confección y ensamblaje absorbieron la mano de obra migrante depauperada, más flexibles, con peor pagos y vulnerables a la par de que fueron creados trabajos altamente calificados para servicios financieros, desarrollo tecnológico y bienes y raíces.
Para Sassen (2003) las ciudades globales aparecieron como resultados de los cambios en la dinámica del gran capital, y fueron polos de atracción, generando nichos laborales en la industria y los servicios conformados mayoritariamente por población migrante, especialmente femenina.
En el caso específico de la migración mexicana coincidimos con Canales (2000:12), la cual señala que las nuevas modalidades migratorias expresan procesos de cambio estructural que tienen relación con las transformaciones en la dinámica de los mercados de trabajo, como resultado de las diversas formas de flexibilidad laboral. En este entendido, la estructura laboral, en los lugares de origen y destino, se transformó y favoreció los trabajos parciales, a domicilio o subempleos que conducen a condiciones de precariedad y vulnerabilidad del trabajo.
Estas condiciones, que abrazan rasgos de flexibilidad laboral, incluyen la supresión del proteccionismo a trabajadores y el desajuste a normas de empleo y de regulación salarial, reflejando una transformación del conjunto de reglas que anteriormente regían la relación del trabajo y la seguridad laboral (De la O y Guadarrama, 2006:434), asimismo, hay supresión de indemnizaciones por despido injustificado, aunado a figuras compensatorias de promoción y capacitación laboral, asistencia al desempleo, promoción de mecanismos de conciliación y discontinuidades en las jornadas de trabajo(Ibid:435), es decir, la flexibilización laboral sintetiza la nueva configuración de las relaciones entre el capital y el trabajo.
Con base a esto empezamos a situar el perfil laboral de mexicanas sinaloenses, trabajadoras oriundas del noroeste de México, en la cual se observa una diferenciación y segmentación de los mercados laborales en que están insertos; su ubicación recae en sectores y ocupaciones en donde laboran mano de obra con baja calificación, con salarios precarios y alta flexibilidad laboral que conforma un ambiente de trabajo vulnerable, eventual y con escasas o nulas prestaciones laborales (Ibarra, 2005).
Hay que precisar que las crisis recurrentes, desde los ochenta, aunado a la flexibilización laboral, no sólo ampliaron la situación de desprotección e informalidad, sino que se distinguieron por el momento en que las mujeres se incorporaban masivamente a la fuerza laboral (De la O y Guadarrama, 2006: 438). Estas mismas autoras mostrarían que
 
la flexibilidad impacta en los procesos de trabajo, la división sexual del trabajo y las oportunidades laborales de las mujeres; las nuevas formas y temporalidades del empleo y del trabajo, que se asocian con un panorama de precariedad de género y los riesgos y oportunidades de las mujeres en el contexto de la división internacional del trabajo y la globalización (Ibid, 2006: 447).
 
Hipotéticamente podemos ir señalando que las condiciones en las que se encuentran las mujeres migrantes, como en nuestro estudio de caso lo demuestran y que están insertas en trabajos como ventas de ropa, niñeras, limpieza, costura y lavanderías industriales las confinan en posiciones subordinadas e inferiores en la organización de la producción. Sin embargo, no es un actor pasivo ya que muchas veces son ellas las que inician la trayectoria migratoria invirtiendo los papeles tradicionales de migración básicamente masculina, donde el hombre es el que protagoniza todo el proceso, tanto de migración como de instalación, de inserción y de integración en la sociedad receptora y esto es un inicio del empoderamiento reflejado desde sus comunidades de origen y que en algunos casos se potencializa en los lugares de destino migratorio.
Entonces, en este panorama laboral, presuponiendo una desigualdad en las condiciones de trabajo, conjugamos otro elemento que, si bien no profundizaremos, es preciso retomar: el sistema de poder. En términos foucaultianos el poder se presenta como un sistema general de dominación ejercida por un elemento o un grupo sobre otro. La pertinencia de recurrir a Foucault es que se presenta dentro las actividades laborales de las mujeres migrantes un proceso que, a través de incesantes luchas y confrontaciones, transforma, fortalece o cambia la dirección, de estas relaciones de fuerza(Foucault, 1981).
 
La migración de mexicanas sinaloenses: inserción laboral segmentada
Los estudios contemporáneos sobre la mujer migrante arrojan una autonomía, ya sea alta, acotada o mínima, para la toma de decisiones para migrar, esto la ubica más allá de ser un sujeto económico que va en busca del bienestar individual y familiar. El grado de autonomía refleja no solamente la toma de decisión para migrar sino, además, refleja un proceso complejo de negociación con los actores dominantes del grupo doméstico, sea hombre o mujer, ya que en algunos casos la autonomía queda acotada al exigir, por parte principalmente de un hombre, la garantía de que las “tareas de hogar” no sean desatendidas (Vidal, Esperanza, Rojas, & Ayús, 2002).
Encontramos que las mujeres no emprenden su viaje de manera aventurera ni únicamente por motivos de reunificación familiar, sino que las principales causas que incentivan este proceso son variadas, causas como las búsqueda de mejorar su posición económica para ellas y su demás familia; la búsqueda de mayores y mejores oportunidades de realización profesional, de nuevas experiencias, de una mayor independencia personal, familiar y social, el amor o la necesidad el huir ante determinadas situación que atentan con su integridad(Vidal, Esperanza, Rojas, & Ayús, 2002: 7).
La migración de sinaloenses es histórica. Por lo que, para algunos autores, Sinaloa localizado al noroeste de México, ha sido un estado migrante. Los censos poblacionales de 1992 al 2010 muestran que 12.6% del total de la población que residían en el estado, entre 290 y 320 mil personas, habían cambiado de residencia municipal, en tanto que el índice nacional de este tipo de movimiento fue de 16.5% de la población. En la Encuesta a Hogares Sinaloenses (Ibarra, García y Valenzuela, 2004) llevada a 403 hogares se refleja que el 83% los sinaloenses radicados en California arribó a partir de 1980 y el resto a inicios de la década del 2000. En lo concerniente a los mercados laborales muestra que la mayoría de los sinaloenses realiza labores de baja calificación y remuneración; 50% son obreros poco calificados o empleados de comercio y servicios; 4.8% empleados de oficina, de igual manera este porcentaje es para trabajadores empresariales. Lizárraga (2004: 249-252) muestra como los migrantes sinaloenses siguen ocupando las posiciones más bajas de las jerarquías ocupacionales en áreas urbanas.
En los trabajos de Ibarra (2005), Pintor (2002), García (2007), Valenzuela (2007), Montoya (2008,2011) y Sánchez (2011) se observa que en Sinaloa hay municipios que siguen desarrollado redes sociales, algunas conformadas por mujeres, que establecen una relación continua y en algunos casos con rasgos transnacionales.
Sin embargo, la eficiencia de las redes migratorias de mujeres es limitada cuando se trata de explorar otros nichos de trabajo en la cual la familia o conocidos no tienen relación, y en algunos casos las mujeres tienen acceso solo a los trabajos que los hombres no desean hacer (como trabajadoras domésticas, niñeras, camareras y trabajadoras textiles). Las oportunidades que las mujeres migrantes ofrecen son entonces oportunidades específicamente de género en la cual los hombres y mujeres migrantes deciden o no migrar. Entonces, la composición del género en las redes migratorias va a conformar una identidad; cada una de las redes conformadas por migrantes no van a ser homogéneas (Martínez, 2012).
Para Ofelia Woo la mujer migrante desarrolla una experiencia laboral compartida recreando su propia identidad. Asimismo, señala …la migración internacional y transfronteriza está en función de las condiciones familiares, tales como el ciclo familiar, el estado civil, las relaciones familiares, aunado la existencia de condiciones optimas de permanencia(Woo, 1995: 74).
 
Inserción y trayectorias laborales de migrantes sinaloenses
En los mercados de trabajo conformados por migrantes un factor creciente es la feminización que se inserta en empleos de baja productividad y del sector informal. Si bien, también la fuerza de trabajo masculina se inscribe en estas condiciones, como en el trabajo por cuenta propia o autoempleo, para la mujer se perciben peores condiciones ya que desempeña actividades de subsistencia de forma unipersonal, con bajos salarios y una mayor jornada laboral, sin olvidar las labores impuestas en el hogar. Por ejemplo, las niñeras, limpiadoras de casa y las estilistas a domicilio se encuentran en una externalización del trabajo, que se identifica con la subcontratación o multiplicación de micro negocios informales, en la cual no hay una regulación, ausencia de contratos y seguridad social, bajos salarios e incremento en las jornadas de trabajo.
Veamos el testimonio de algunas trabajadoras:
 
Ana (niñera): no tengo seguro ni prestaciones, trabajo cuando me necesitan, a veces pasan semanas sin que me llamen, mi jornada varia, así como me pueden contratar por cuatro horas lo pueden hacer por dos. Pero, en fin, todo dólar es bueno para aportar a la casa.
María: soy niñera (baby sitter) pero también limpio las casas, no tengo seguro, no tengo sindicato, a veces tengo que negociar mi paga así como el horario o me llaman diciendo que no me presente en tres o cuatros días, no tengo un salario seguro.
 
En el caso de las trabajadoras de lavanderías industriales y de confección, estas se encuentran en los sectores de más baja productividad. En estos trabajos se presenta un claro proceso de proletización de la fuerza de trabajo femenina (De la O y Guadarrama, 2006: 444).
Roció (trabajadora en una fábrica textil):
 
somos las peor pagadas, a veces trabajo hasta 10 horas, nada de sindicatos porque soy indocumentada y tengo un seguro social falso, una termina cansada y aparte en la casa hay que llegar y hacer más trabajo de limpieza, cuidar a los hijos y hacer comida. Cuando uno alza la voz pues corre el riesgo de que lo despidan sino es que hasta te echan a migra y te deportan.
 
Guadalupe (trabajadora en una lavandería industria):
 
como no tengo papeles y soy recién llegada pues hago lo más fácil que es separar ropa y ubicar en que maquinas van a ir, trabajo desde las 4 am, no tengo sindicato, no tengo nada seguro, pero aquí me han dicho que hay acostumbrarse a varios trabajos para más o menos sobrevivir.
 
Con estos testimonios, y sin el ánimo de generalizar, observamos lo que Sassen (2003) denomina la “feminización de la supervivencia”, que involucra la creciente dependencia de las familias y comunidades hacia el trabajo e ingreso de las mujeres.
Para De la O y Guadarrama(,2006:438) las condiciones en la inserción laboral es resultado de relaciones productivas y son una nueva forma de exclusión femenina caracterizada por la segregación ocupacional, la precarización del trabajo y la discriminación salarial de las mujeres, poniendo claramente la cara del proceso social de la división sexual del trabajo.
También detectamos como las mujeres migrantes sinaloenses recurren a situaciones de autoempleo, trabajando por cuenta propia en la comercio de ropa, valiéndose de sus relaciones sociales. La venta y compra de ropa se realiza casa por casa entre miembros originarios del lugar de origen, así como de otros municipios del estado sinaloense. Así pues, en palabras de Levine (2005:91) el papel de estas redes sociales son determinantes en la creciente segmentación del mercado laboral ya que, por un lado, retroalimenta la información de posibles compradores, y por otro lado divide, en este caso por género, el rol de las trabajadoras a una actividad particular.
Arely:
 
Los viernes y sábados voy comprar la ropa y me dedico a vender por dos o tres semanas.
No es un trabajo que te lleve mucho tiempo, en las mañanas me apuraba hacer el aseo en
la casa o en las tardes. Ya que llega el marido del trabajo, uno va a las casas, con vecinas
o conocidas y ofrecemos la mercancía. Él me apoya porque sabe que con lo poco que gane
puedo ayudar a pagar cosas del hogar.
 
Angélica:menciona que sus principales clientes son sinaloenses, cree que la venta se garantiza principalmente por vender a crédito: Hay gente que me compran cinco pantalones de un jalón, y pues me van pagando en dos o tres pagos.Advierte como la inseguridad sobre la venta siempre está latente, es decir, es un trabajo que no garantiza un ingreso seguro y constante, en varias ocasiones tiene que insistir para la venta, y en el último de los casos abaratar la mercancía. “en veces, pues hay que recuperarse o de plano dejo la ropa al precio con tal de no perder, la cuestión es que hay que aportar ingreso para la casa, a veces a mi esposo lo descansan y con lo que saco pago algunas cosas”.
Issel: (estilista) trabajó en una estética, ganaba 7 dólares la hora más propinas, después en un restaurante confiesa los grandes niveles de explotación y nula seguridad laboral, allí se hace de todo, desde servir hasta lavar platos y nada de seguro social o sindicato. Su ingreso era mínimo, 5.65 dólares la hora. Este es uno de los factores que incidió en buscar mejores oportunidades;
 
después entré a trabajar en un “marqueta [tienda de autoservicios], estaba peor, casi todo el día tenía que estar allí. Gracias una prima entré a vender ropa en una tienda, trabajo de seis a siete días, no necesité capacitación, no ocupo hablar inglés, pero no hay nada seguro, en cualquier momento me pueden decir gracias y ni a quién reclamar, no tengo nadie que me proteja. Con mi marido nos dividimos los billes (recibos) de la casa eso me permite sentirme activa y no una carga para mi esposo.
 
Lydia (venta de ropa): trabajé en una fábrica de bicicletas, a veces puro part time [trabajo parcial], y como indocumentada ni la Unión [Sindicato] te toma en cuenta, saben que no tienes ninguna protección”. Su sobrina la pudo insertar en la venta de ropa;
 
estoy de 8 a 9 horas, atiendo a los clientes. Con lo que gano a veces hasta envío dinero a México para ayudar a mis padres, pero me gustaría ganar más y tener la seguridad de que es un trabajo estable o que responderían por un seguro social, pero como ilegal está muy difícil. Como soy soltera puedo decidir en qué gasto lo poco que gano. Allá en México les dije a mis padres que construyan un cuarto o que se compren cosas que les hagan falta, y cuando se enferman saben que siempre les envío unos dólares, aunque sean poco.
Nayeli: trabajó como estilista, pero ganaba muy poco, ahora trabaja en una tienda de vestidos de novias, unas primas le ayudaron a conseguir este trabajo, señala que también se gana muy poco, no tienen seguridad en nada,
 
por ser indocumentada se aprovechan de ti, desde limpiar la tienda, acomodar, atender, la verdad no es un trabajo con mucho futuro, aquí en Estados Unidos esos son los trabajos que nos tocan, siempre estamos cambiando trabajos a cada rato y siempre son los peor pagados. Aun así comparto gastos en el hogar y me compro algunas cosas personales. Podríamos decir que no dependo de mi marido, cada uno tenemos nuestras responsabilidades en los gastos de la casa. Yo pago la niñera y le doy para juntar el dinero de la renta.
 
En estos testimonios se demuestra que las mujeres son económicamente activas y sus parejas emplean la negociación y toma de decisiones en asuntos del hogar.
Esta dinámica muestra relaciones de poder, reflejando jerarquías y roles de sus integrantes, así como distintos grado de dependencia, autonomía, liderazgo, enclaustramiento y empoderamiento. Esto último está relacionado con la transformación de la mujer migrante en sujeto productivo y participe en la toma de decisiones en el hogar. Además, se aprecia como algunas migrantes enfrentan una necesidad y resuelven problemas a través de la organización y comunicación de que establecen a través de sus relaciones sociales y a partir de esto se llevan a cabo prácticas de reconocimiento de identidades, códigos y habilidades.
Por consiguiente, la participación de la trabajadora migrante no solo queda confinada al mundo laboral, sino reproduce su prácticas y sus relaciones en la vida cotidiana y participando como dentro del sostén del hogar (aunque sea a manera de subsistencia).
Y es aquí donde el empoderamiento, a pesar de ser limitado, empieza dar señales de gestación en la mujer migrante primero por el control o negociación sobre algunos recursos, principalmente financieros, y control sobre sus creencias, valores y actitudes. Para Batliwala (1997, citada por Martínez: 2012) este empoderamiento muestra control sobre una misma y percibimos como asume el control sobre sus propias vidas, al tener iniciativas para migrar o trabajar.
Por ello, compartimos parcialmente que
 
las relaciones de poder entre los sexos aparecen ligadas a prácticas materiales y específicas, produciendo la identidad de género. El poder no es algo que se posea, sino que “se ejerce en todo el espesor y sobre toda la superficie del campo social”. El poder se extiende, impregnándose en toda una serie de espacios y relaciones: la familia, el sexo, la escuela, la distribución urbana, la imagen pública, el trabajo, el sindicato (Foucault, 1986).
 
Con esta información podemos, además, observar parte de la inseguridad laboral debido a los grados de flexibilidad que lleva a esta tipo de mano de obra a ubicarse, en el mejor de los casos, en la economía informal o contratación transitoria. Si bien la mejora puede ser relativa con base a sus trayectorias laborales esta situación no refleja un escenario laboral satisfactorio ya que no hay garantías para mejorar las condiciones laborales y mejores niveles de vida. Asimismo, retomamos la postura sobre los lazos débiles que llegan a delimitar canales de inserción a diversos trabajos disponibles (Granovetter, 1973) o en su caso a “enclaustrar” las actividades de las migrantes. Esto ya lo han señalo en sus investigaciones correspondientes (Moctezuema, 2001; Herrera, Calderón, & Hernández, 2007) al mostrar que las redes sociales son capaces de reducir costos y riesgos, pero también llegan a convertirse en frenos a la movilidad social y laboral, delimitando las acciones y campos de operación, puesto que hay una dependencia de sus relaciones.
Con base a estas condiciones laborales, la cual señalan una explotación capitalista y una específica división del trabajo en relaciones de género sostenemos que el riesgo recrea un permanente ejército de reserva que reemplazara a mujeres pobres por otras en condiciones iguales o peores. Si bien esta fuerza de trabajo tiene una participación como migrante activo que reclama derechos y necesidades en diversos espacios, su movilidad socioeconómica es relativamente imperceptible, ya que continúan dentro de patrones de inserción laboral tradicional, con ingresos que posiblemente ínfimamente se han ido incrementando pero que siguen situándolos como vulnerables y pobres. Por ejemplo, los nuevos “nichos de empleos”, principalmente en el sector terciario y que se desarrollan en condiciones de trabajo y salarios inaceptables para trabajadores nativos, crecen a la par de la oferta inagotable de nuevos migrantes, como las mujeres, en su mayoría indocumentadas (Levine, 2006).
Entonces, el escenario cotidiano, y que tiende a reproducirse en el mapa migratorio femenino, recae en que la participación de la fuerza de trabajo femenina en sus diversas manifestaciones está en función de factores y condiciones de mayor o menor riesgo en el cruce, el estatus legal, el contexto familiar, individual y socioeconómico. Precisamente como lo señala Woo (1995)la migración internacional y transfronteriza están en función de las condiciones familiares, tales como el ciclo familiar, el estado civil, las relaciones familiares… aunado la existencia de condiciones óptimas de permanencia.
El estatus migratorio es un elemento importante a considerar en cuanto al perfil del migrante, y que si bien, la obtención de la ciudadanía y/o residencia legal reduce los riesgos de persecución y vulnerabilidad, es pertinente advertir que esta situación no es sinónimo de empoderamiento y que el estatus migratorio no es el único vehículo hacia el empoderamiento, lo mismo ocurre con el hecho de obtener mayores ingresos (Martínez, 2012).
Lo que si hay que reafirmar es que estas condiciones de indocumentadas les hace carecer de derechos como ciudadanos, por lo que es pertinente el señalamiento de Harvey (2008) en cuanto el derecho a la ciudad; ser participe en la consultas y procedimiento que permitan conquistar el derecho de ser tomada en cuanta, sin embargo, si bien hay importantes movimientos a favor de dar “ciudadanía” al migrante, el estatus migratorio es otra variable más en las condiciones desventajosas de las mujeres.
De esta manera, debemos aceptar que las relaciones de género son relaciones de producción puesto quela menor valoración del trabajo de la mujer por comparación con el trabajo del varón, los salarios inequitativos y la inserción “en trabajos especiales para la mujer” condiciona a que esta fuerza de trabajo sea más propensa a la explotación capitalista.
Finalmente, observamos como más allá de disminuir las brechas entre los géneros se presentan nuevos arreglos en nuevos contextos de la dinámica capitalista entre hombres y mujeres en la cual se reestructura el espacio familiar, laboral, cultural y político a partir de nuevos formas de acumulación del capital, es decir, la inserción laboral de las mujeres se presenta como un hecho social, económico y cultural que indudablemente modifica las relaciones sociales y de convivencia pero se desenvuelve, todavía con un margen limitado, dentro de los diferentes espacios en la toma de decisiones.
 
CONCLUSIONES
Las investigaciones actuales sobre la migración México-Estados Unidos muestran una notoria participación de la mano de obra femenina.
Las crisis económicas en los países con tradición migratoria, como México, empuja a la fuerza de trabajo migrante a buscar trabajo, sin embargo, en su trayectoria laboral, las mismas crisis junto con los cambios en los procesos productivos enclaustra a la mujer con una doble carga; doméstica y productiva.
Los procesos de reestructuración económica, flexibilización laboral y globalización de los mercados de trabajo han creado un espacio para la inserción de la mujer trabajadora, sin embargo, por estas misma características que reproduce el gran capital la fuerza de trabajo femenina se incorpora dentro de la segmentación ocupacional, subvaloración del trabajo y una baja calidad en el tipo de actividades en que labora.
Si bien es cierto el contexto cultural y social de la mujer migrante está cambiando, en la cual toma un papel más independiente y autónomo con un empoderamiento relativo (o delimitado) por lo que se identifica como sujeto activo en la toma de decisiones del hogar a sus condiciones laborales no son del todo óptimas ya que se ubican en empleos flexibles y precarios.
A partir de las condiciones laborales de flexibilidad, y su impacto en el género, se presentan una relación directa entre la división sexual del trabajo y las oportunidades restrictivas de la fuerza de trabajo femenina, así como una ruptura en la trayectorias laborales que reflejan la vulnerabilidad de las mujeres y, a pesar de un inclusión limitada, observamos una participación de la mujer en negociaciones consensuadas en el hogar y, mínimamente, en el trabajo.
Concluimos entonces que a partir de la era de la globalización los flujos migratorios de mano de obra entraron en una nueva faceta debido a la tendencia por la reestructuración de proceso productivo. Ahora, los trabajadores migrantes, en la que la participación de mano de obra femenina, se sumaron a la ocupación laboral como trabajadores manuales no especializados o semiespecializados. Asimismo, se recrea un mercado mundial de fuerza de trabajo, que a su vez, reestructura un mercado laboral sustentado en la solidaridad creada por redes sociales y familiares capaces de dar cabida a este flujo trayendo consigo cambios de índole socioeconómica, política y cultural pero sitúan, a esta fuerza de trabajo, en condiciones laborales flexibles y precarias que no garantizan una mejora social ni económica.
Las mujeres migrantes inician un cambio en los roles de género a partir de su movilidad en sus regiones de origen, ya sea con el esposo o sola, esto implica que también hay cambios, en las formas en cómo se desenvuelve como trabajadora en la cual establece negociaciones y trasgresiones dentro del hogar, y en menor medida en el trabajo. De allí que sostenemos que su empoderamiento está todavía delimitado ya que las misma condiciones laborales, por ser precarias y riesgosas, así como por su estatus de indocumentadas, le impiden tener mayor movilidad social y preponderancia dentro de los eslabones de la producción.
 
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ENTREVISTADA Lydia L., Entrevista realizada en febrero de 2012 en la Ciudad de Huntington Park, California. Entrevistador Ernesto Sánchez S.
ENTREVISTADA Nayely L., Entrevista realizada en marzo de 2012 en la Ciudad de Huntington Park, California. Entrevistador Ernesto Sánchez S.
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