23/04/2024

Mészáros y Marx: apuntes preliminares sobre los límites de la estrategia parlamentaria para la construcción de una alternativa radical al capital

Por

 
María Jimena Quintero Bravo*
 
1. Presentación-
Las preocupaciones de este trabajo surgen y se nutren de la situación socio-económica y política de nuestra América Latina (pero también del mundo entero) que demanda la concreción de alternativas radicales al Capital -entendido como forma de sociabilidad en decadencia, incapaz de dar respuesta a las necesidades de la mayoría de la población de forma íntegra y humanizante-.
Comúnmente, el debate sobre la concreción de los proyectos de izquierda a nivel político parlamentario y sus posibilidades se realiza desde la óptica de la voluntad política. Desde la propia izquierda, el análisis sobre los procesos políticos actuales y sus alcances se realiza cuestionando la falta de definición u orientación de estos procesos hacia cambios más radicales, sin tener en cuenta las posibilidades reales con las que cuenta la política -y en particular la política parlamentaria- para realizar los intereses de la clase trabajadora en la construcción de una alternativa socialista superadora del capital.
 
La orientación por la estrategia parlamentaria -que se ha encarnado fuertemente en los movimientos y partidos de izquierda en el último siglo- nos muestra serias limitaciones que deben ser analizadas.
En este trabajo nos detendremos en los problemas relacionados a la concreción de alternativas al capital desde la política parlamentaria y el Estado, apartir de una aproximación a la comprensión de la relación entre estas esferas. Para ello serán utilizadas algunas categorías desarrolladas por el filósofo húngaro Istvan Mészáros, el cual recupera los aportes realizados por Karl Marx.
 
2. Economía, política y Estado en el modo de producción capital.
El surgimiento del modo de producción capitalista se basó en la necesidad pero también en la posibilidad histórica de transformar el destino de la producción. La producción de la riqueza material pasó de estar orientada a la satisfacción directa de las necesidades humanas a estar orientada a la obtención de mercancías para ser intercambiadas en el mercado -como la “forma elemental de riqueza en la sociedad burguesa”[1][2]- lo que implica una mediación del valor de cambio para la realización del valor de uso.
Para consolidarse como modo de producción, el capital necesitó expandirse eliminando un sinnúmero de barreras a su paso. Por un lado, precisó superar la autosuficiencia de las unidades productivas introduciendo cambios en la división del trabajo y por otro lado, necesitó separar al trabajador de los medios de producción; necesitó de la liberación de la fuerza de trabajo para la producción de mercancías mediante la separación de las condiciones objetivas para la producción.
En el modo de producción capital, la producción de mercancías orientadas al mercado se realiza a partir de la explotación de esa fuerza de trabajo, basándose en la extracción de plusvalor. Esta forma de explotación naciente contiene la novedad de ser jurídicamente libre. Se produce una relación de compra-venta entre el propietario de los medios de producción y el propietario de la fuerza de trabajo bajo la forma de contrato entre iguales.
De acuerdo con Marx y Mészáros, el capital se constituye como relación en la cual el trabajo objetivado y alienado –la mercancía- se opone a su productor y lo subordina a su dominio. Al decir de Paniago: “O capital encontra sua base de existência sobre a sujeição do trabalho vivo, ao mesmo tempo em que só pode apresentar-se como a contrapartida -como trabalho acumulado, objetivado e alienado-, do sujeito que trabalha.”[3]
La producción se realiza através del ejercicio de mando del capital sobre el trabajo para la extracción de un plusvalor. Ésta subordinación del trabajo permite obtener una ganancia sobre la mercancía producida e implica el mando del trabajo objetivado y alienado sobre el propio trabajo.
El capital adopta un carácter circular y antagónico, dado que el producto del mismo se opone a su creador dando lugar a un antagonismo estructural jerárquico en el cual producción y control están separados. “La fuerza que domina al obrero es la fuerza circularmente transformada del trabajo social mismo”[4],  en lo cual radica el carácter alienante del trabajo. La separación entre la producción y el control es por tanto requisito necesario para la constitución del capital como sistema de producción de mercancías basado en el dominio del capital sobre el trabajo.
Para Mészáros, el capital constituye un sistema sin sujeto, ya  que el capitalista o la personificación del capital (por ejemplo el burócrata del partido) ejercen el comando de la unidad productiva pero no ejercen el control del sistema de capital como todo (Mészáros, 2011: 125-126). Para garantizar la producción de capital, las personificaciones deben ajustarse al imperativo estructural orientado a la acumulación y a la expansión; deben realizar su irrefrenabilidad. El capital necesita de sus personificaciones pero estas se ven totalmente subordinadas a su imperativo expansionista orientado a la mayor extracción de plusvalor posible a fin de la autovalorización y acumulación ampliada del capital.
Dice Mészáros:
 
La principal razón por la cual este sistema debe escapar a un grado de control humano significativo es precisamente porque él mismo emergió en el curso de la historia como un marco “totalizador” de control muy poderoso –ciertamente con mucho el más poderoso hasta el presente- dentro del cual todo lo demás, incluyendo los seres humanos, debe quedar adaptado, y probar en consecuencia su “viabilidad productiva”, o de lo contrario perecer si no lo hiciere. (Mészáros, 2011: 96)
 
A su vez, la producción de esta forma de riqueza social tiene la particularidad de que la mercancía es tanto producto del proceso de producción, como presupuesto. Este carácter le otorga una lógica y una dinámica particular auto fundante, que le permite al capital producir sus propios fundamentos convirtiéndose en su propia causa (causa sui).
Si bien el capital para constituirse como sistema necesitó de una acumulación originaria[5], se caracteriza por un poder autoconstitutivo fundado en una dinámica circular basada en la explotación del trabajo a través de la extracción de plusvalor.
El capital entonces se encuentra orientado hacia la expansión y guiado por la acumulación (Mészáros, 2011: 100). Y para que pueda ser realizado el imperativo expansionista del capital -orientado a la acumulación y basado en la extracción de plusvalor mediante la subordinación del trabajo- es preciso trascender las unidades reproductivas particulares a fin de establecerse un sistema global socio metabólico del capital. Para que realmente el carácter irrefrenable de los constituyentes materiales se realice, el capital debe constituirse como sistema global incontrolable e irrefrenable.
La constitución del capital como sistema, refiere a la necesidad de subordinar a sí mismo los demás elementos de la sociedad para la realización de su imperativo material expansionista guiado hacia la acumulación a partir de la extracción de plusvalor. La necesidad de constituirse como sistema orgánico responde a alcanzar la forma objetiva necesaria para la realización de su imperativo material expansionista irrefrenable. Al decir de Marx:
“Este sistema orgánico mismo, como totalidad, tiene sus presuposiciones, y su desarrollo hacia su totalidad consiste precisamente en la subordinación a sí mismo de todos los elementos de la sociedad, o en la creación a partir de ello de los órganos de que todavía carece. Es así como se convierte históricamente en totalidad. El proceso de convertirse en esa totalidad forma un momento de su proceso, de su desarrollo” (Marx en Mészáros, 2011: 725)
El impulso irrefrenable (compulsivo) del capital a la acumulación y la expansión -que lleva al aumento de la extracción de plusvalor fundado en la separación de la producción y control y en el sometimiento del productor al producto-, se realiza al constituirse como sistema orgánico que subordina a sí mismo los demás elementos de la sociedad. Los constituyentes reproductivos del capital de forma aislada y fragmentada no constituyen en sí mismos un sistema.
De acuerdo a Mészáros:
 
Las  unidades reproductivas socioeconómicas particulares del capital tomadas por separado no solamente son incapaces de una coordinación y una totalización espontáneas, sino terminan por ser lo diametralmente opuesto a ello si se les permite seguir su curso disociador, de acuerdo con la determinación estructural centrífuga de su naturaleza ya mencionada. (Mészáros, 2011: 123)
 
Los cambios a nivel de las unidades productivas (la pérdida del carácter autosuficiente y su orientación al mercado) sumado a la separación entre el control y la producción establece nuevas demandas a nivel político necesarias para la reproducción del capital.
En este sentido es que se torna fundamental complementar la función de estas unidades reproductivas particulares dotándolas de cohesividad para hacer del capital un sistema viable. La política cumple un papel fundamental en la complementación de los constituyentes particulares.
De acuerdo a Mészáros, si bien en el sistema feudal el dominio político se ejercía directamente, el poder de la política en relación a la producción era externamente supervisor (Mészáros, 2011: 118). Conforme a la naturaleza del sistema feudal, el poder político era sustantivamente restringido (Ídem) de acuerdo a dos importantes aspectos que hacían a la producción. En primer lugar, el poder político constituía un poder esencialmente local de acuerdo al carácter autosuficiente de las unidades productivas. En segundo lugar, las funciones básicas de control se ubican en el proceso de producción económica, ya que el mismo  estaba a cargo de los productores (los cuales mantenían la pose de los medios de producción), aunque implicara la expropiación de una parte de la riqueza producida por parte de la clase dominante.
En el modo de producción capital, será necesaria la función de cohesividad entre los constituyentes materiales reproductivos del capital, fundamental para que el capital pueda constituirse como sistema orgánico más allá de las unidades fragmentadas y que por tanto pueda realizar el carácter irrefrenable de estos constituyentes reproductivos -respondiendo a su imperativo expansivo basado en el aumento de la extracción de plusvalor-. Esto implica la necesidad de una función articuladora, abarcativa, que trascienda las unidades fragmentadas -separada de ellas- pero que a la vez posibilite su realización al permitir el establecimiento del capital como sistema orgánico viable.
El Estado moderno es quien asume esta función totalizadora del sistema de capital, como estructura de mando política que complementa la actuación de los constituyentes reproductivos, dotándolos de la cohesividad necesaria para constituirse como sistema viable, algo que por sí mismos y de forma aislada éstos no pueden realizar.
Conforme a la función que el mismo cumple, según Mészáros el Estado es parte integrante de la base material del capital y no una mera superestructura ideológica. El Estado no está menos preocupado que las unidades reproductivas por asegurar las condiciones para la extracción de plusvalor, dado que cumple un papel fundamental en asegurar y resguardar estas condiciones no a nivel particular de una unidad reproductiva sino a nivel general del sistema del capital como todo. Así Mészáros plantea que en los casos en que el Estado favorece a unidad reproductiva particular es porque el impulso de esa parte representa en ese momento la posibilidad de avance del todo.
Son variadas las acciones que toma el Estado de acuerdo a la función de complementación de los constituyentes materiales reproductivos del capital. El mismo interviene garantizando la extracción de plusvalor asegurando el sometimiento de la fuerza de trabajo pero también con acciones remediales en las esferas de la producción, del consumo (impulsando el consumo pero también consumiendo -como comprador-), de la circulación, etc.
Para Mészáros, en el modo de producción capital, el Estado puede adoptar diversas formas (autoritaria, demócrata-liberal, poscapitalista, etc.) y continuar cumpliendo su función de acuerdo a los requerimientos expansionistas del sistema.
En este sentido, tanto el carácter incontrolable del capital, que se constituye como sistema sin sujeto (a partir de la separación entre producción y control de acuerdo al imperativo expansionista orientado a la acumulación y basado en la mayor extracción de plusvalor posible), como el papel de complementariedad del Estado como estructura de mando política englobadora que viabiliza el capital como sistema (de acuerdo a que “la base socioeconómica del capital y sus formaciones de estado son totalmente inconcebibles por separado”[6]), constituyen dos aspectos fundamentales que es preciso no perder de vista para abordar nuestra preocupación.
 
3. Los límites de la estrategia parlamentaria para una “ofensiva socialista”. Partimos de que la estrategia parlamentaria se ha encarnado fuertemente en los movimientos y partidos de izquierda en América Latina[7] en el último siglo, como vía para avanzar hacia la construcción de una alternativa socialista o al menos la búsqueda de una sociedad más justa, más igualitaria, equitativa[8]. A su vez, en los casos de acceso al gobierno es visto las serias dificultades que los mismos han tenido para alcanzar este objetivo, lo cual es innegable tan sólo al realizar un pantallazo sobre los problemas de salud, vivienda, educación, pobreza, etc.
Se abren dos aspectos que es preciso tener en cuenta. Por un lado, en relación al Estado, la esencia de la política y sus límites para intervenir sobre los problemas reales. De otro lado, el papel de la política y en particular bajo su forma de estado moderno (en este caso democrático liberal) en la reproducción ampliada del capital.
Tanto Marx como Mészáros, al analizar el origen y la función de la política identifican un carácter negativo en ella, el cual deviene del carácter parcial que implica el intento de una clase de imponer su interés particular como interés general. En este sentido, el poder político bajo la forma de estado moderno -existente en las sociedades regidas por la producción de capital- no escapa a estas determinaciones de la política en general -si bien la relación entre economía y política varía como expresa acertadamente Mészáros  los rasgos esenciales de esta relación permanecen-.
Mismo siendo el rol del Estado el ejercicio de mando político englobador del capital y cumpliendo una función complementaria a la reproducción del capital, no deja de verse limitado en la intervención sobre los problemas reales, es decir en la eliminación de las contradicciones que surgen en la base material del sistema sociometabólico. En primer lugar como dice Marx, porque la política sólo puede relacionarse de forma parcial con la realidad social, concibiendo los problemas sociales como una cuestión de voluntad política y reproduciendo los mismos desde el momento que ella misma surge de los antagonismos existentes en la base material en los cuales reposa (Marx, 2009b y 2010). Para Marx y también para Mészáros, la política bajo la forma de Estado sólo podría superar las contradicciones que emanan de los propios antagonismos sociales aboliéndose a sí misma. Lo cual no es capaz de hacer por sí sola.
Respecto a los límites de la política Mészáros expresa:
 
El dominio del capital sobre el trabajo es de carácter fundamentalmente económico, no político. Todo cuanto puede hacer la política es proporcionar las “garantías políticas” para la continuación de un dominio ya materialmente establecido y afianzado estructuralmente. En consecuencia, en el nivel político no es posible romper el dominio del capital, sólo la garantía de su organización formal. Es por eso que Marx, aun en sus referencias más positivas al marco político de la Comuna de París, la define negativamente como una “palanca para arrancar de raíz el basamento económico del dominio de clase”, e indica que la tarea positiva es “la emancipación económica del trabajo. (Mészáros, 2011: 576) 
 
Más allá de estas determinaciones, Marx no niega la importancia de la lucha política por parte del proletariado para derrocar el poder del capital. Pero a su vez reconoce que la construcción de una alternativa socialista que supera al capital en la base material -el sistema basado en la unión de productores libres- implica una tarea positiva (“la emancipación económica del trabajo”, Ídem) que la política no puede realizar .
Los límites de la política bajo la forma de Estado moderno (y en particular del democrático liberal en la cual el parlamento refiere a uno de sus órganos privilegiados) también están dados por su función de complementariedad en el capital como sistema sociometabólico que integra capital, trabajo abstracto y estado. Como fue expuesto anteriormente, el capital para constituirse como sistema global y tornarse viable necesita de una estructura de mando política englobadora que le de cohesividad a los constituyentes reproductivos particulares. En este sentido es que Mészáros remarca el papel de la política bajo la forma de Estado moderno como decisivo en la reproductividad interna del capital actuando por separado de las unidades reproductivas pero viabilizándolas al asegurar el imperativo expansionista del capital como totalidad.
El carácter incontrolable del capital, debido a la separación entre producción y control necesaria para quebrar la unidad entre el productor y las condiciones de producción (que lo llevan a establecer una relación subordinada frente al capital como trabajo objetivado) y para romper el carácter autosuficiente de las unidades de producción en el modo de producción feudal (que trababa la producción de mercancías de acuerdo al imperativo estructural expansionista basado en la extracción de plustrabajo), implica que el papel que la política tiene a cumplir frente a él no es de control sino de viabilizar su carácter irrefrenable. Mészáros es claro en este sentido, el Estado como estructura de mando englobadora y viabilizadora no ejerce una función de control, dado que el capital como sistema socio metabólico no admite nada por encima de sí mismo.
El capital como sistema sin sujeto, actúa de acuerdo a su imperativo expansionista guiado por la acumulación basada en la mayor extracción de plustrabajo posible -sea por vía económica o por vía política- y esa es su voluntad irrefrenable. Este carácter existente en su base material lo hace incontrolable y por tanto, coloca la necesidad de que el mismo sea superado como totalidad, porque donde permanezca esa relación, ésta -aunque sea bajo las personificaciones más variadas- se reconstituirá y al decir de Marx todo volverá a lo mismo.
La función de la política bajo la forma de Estado moderno refiere a hacer de él sistema viable y global a través de la cohesividad de sus unidades reproductivas y de establecerse como marco que garantiza las condiciones generales de extracción de plustrabajo. Estas condiciones generales para el desarrollo del capital como todo, de acuerdo a su imperativo estructural expansionista -que se basa en el antagonismo estructural entre capital y trabajo- no pueden ser garantizadas por los constituyentes particulares. El Estado moderno no tiene cómo controlar el capital. Simplemente de diversas formas y con distintos ropajes (liberal, autoritario, poscapitalista, etc.) viabiliza la expansión del capital como todo.
Mészáros enfatiza en este sentido que en varias ocasiones las medidas que el Estado puede cumplir respecto a las  contradicciones entre producción y control, producción y consumo y producción y circulación adquieren un carácter remedial, que inclusive en momentos de crisis estructural puede implicar nuevos y graves problemas. Asimismo, de acuerdo con el imperativo expansionista del capital, en varias ocasiones éste permite la adjudicación de determinadas concesiones al trabajo así como la adopción de distintas regulaciones que dan una apariencia de control sobre el capital o debilitamiento del mismo a favor del trabajo pero que no sólo no le quitan poder sino que justamente le permiten viabilizar nuevos niveles de extracción de plustrabajo.
Esta característica del capital, su capacidad de integrar determinadas concesiones a su lógica reproductiva y expansionista (lo cual para Mészáros caracterizó la fase de ascenso histórica del capital -hasta los años 70- hoy paralizada), dio lugar a la consolidación de estrategias y estructuras organizativas que adoptaron un carácter fundamentalmente defensivo, centrado no en debilitar el poder del capital sino en arrancar beneficios de él en el marco de la subordinación estructural jerárquica entre capital y trabajo.
Al decir de Paniago:
 
No capitalismo já plenamente desenvolvido, tudo encontra-se sobre o controle do capital, onde até mesmo a ampliação de benefícios pelos trabalhadores é regulada pela capacidade do sistema de transformar conquistas em vantagens, pudendo, no momento seguinte, quando assim julgar necessário e num movimento totalmente inverso, reverte-las. (Paniago, 2000:15 y 16)
 
Para Mészáros, es la finalización de la fase de ascenso del capital que hoy coloca la posibilidad histórica de pasaje a estrategias ofensivas. Esta posibilidad no se basa en el voluntarismo político sino que deviene del propio agotamiento de las estrategias y estructuras defensivas de acuerdo a la imposibilidad del capital de continuar en una fase de ascenso adjudicando beneficios en los niveles anteriormente vistos, en un movimiento de auto preservación (Ídem). Es a partir de estas estos fundamentos ontológicos y circunstancias históricas que se coloca la necesidad y posibilidad de superar al capital en “la totalidad de su relaciones” (Ídem). 
En este sentido Mészáros plantea:
 
Hasta hace unas pocas décadas era posible exprimirle al propio capital  lo que aparentaban ser concesiones significativas. Estas eran las relativas ganancias del movimiento socialista (que más tarde se mostraron reversibles, al igual que las medidas legislativas a favor de la acción de la clase trabajadora y el mejoramiento gradual de sus condiciones de vida), obtenidas a través de las organizaciones defensivas de los trabajadores: sus sindicatos y sus partidos parlamentarios. Dichas ganancias podía concederlas el capital en la medida en que pudiesen ser asimiladas e integradas por el sistema en su conjunto y convertidas en ventaja productiva a favor suyo en el transcurso de su autoexpansión. Hoy, contrariamente, el confrontar incluso cuestiones particulares con alguna esperanza de éxito implica la necesidad de retar al sistema del capital en sí. Porque en nuestra propia época histórica, cuando la autoexpansión productiva ya no es más una salida de fácil acceso para las dificultades  y contradicciones que se acumulan (de aquí el mero buen deseo de salir del agujero negro del endeudamiento por la vía de “irlo superando”), el sistema del capital global frustra necesariamente todos los intentos de interferir aunque sea en grado mínimo con sus parámetros estructurales. (Mészáros, 2011: 95)
 
El parlamento se ubica como órgano de carácter defensivo, circunscrito a intervenciones en la órbita del capital como relación social total. De acuerdo a la génesis y función del Estado moderno es posible observar sus límites para actuar en la eliminación de las contradicciones que surgen en la base material del capital y la función reproductiva que cumple en el sistema capital hoy.
Como bien expresa el autor, el capital necesita ser combatido en su raíz, porque su propia esencia como sistema sin sujeto que no admite control, implica que no puede ser orientado a satisfacer las necesidades humanas. La producción de riqueza bajo su mando y de acuerdo a su imperativo no tiene como no reproducir capital. Y no sólo necesita ser combatido de su raíz y en la totalidad de sus relaciones para ser superado sino que, según el autor, actualmente la crisis estructural del sistema capital ofrece la posibilidad histórica de pasaje a una ofensiva socialista tornando las estrategias defensivas obsoletas en la lucha anticapitalista.
 
Bibliografía consultada
Engels, F. A origem da família, da propriedade privada e do estado. São Paulo:  Expressão popular, 2010
Marx K.  El Manifiesto Comunista. Buenos Aires: Herramienta, 2008
             El capital. Libro Primero, Tomo I Volumen 1. Ed. Buenos Aires: Siglo XXI, 2009 (a)
                 Para a questão judaica. São Paulo: Ed. Expressão popular, 2009 (b)
 
                Glosas críticas marginais ao artigo “O rei da Prússia e a reforma social”. De um prussiano. São Paulo: Expressão Popular, 2010
                El capital. Libro Primero, Tomo I Volumen 3. Buenos Aires: Ed. Siglo XXI, 2011.
           Trabajo assalariado y capital y Salário, preço y ganância. 2ª Ed. São Paulo: Ed Expressão popular,  2012
Marx, K. & Engels, F. A ideologia alemã. São Paulo: Expressão popular, 2009.
Mészáros, I. Para Além do Capital. São Paulo: Editorial Boitempo, 2011
                       Más allá del capital. Versión digital de divulgación en español. (SD)
                      El desafío y la carga del tiempo hisórico: el socialismo del Siglo XXI. Tomo 2. Caracas: Fundación editorial El perro y la rana, 2009
Paniago, M.C.S. “O Controle do Capital – uma impossibilidade objetiva.” en Serviço Social e Sociedade, n°64, 2000, Cortez Editora. São Paulo
               Mészáros e a Incontrolabilidade do capital. 2 Ed. San Pablo: Instituto Lukács, 2012
 


* Lic. en Trabajo Social en Facultad de Ciencias Sociales. Maestranda en Ciencias Humanas opción Estudios Latinoamericanos, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Docente del Servicio Central de Extensión y Actividades en el Medio. Universidad de la República, Uruguay.
[1] Marx en Mészáros, 2011: 707
[2] Las referencias realizadas correspondientes a citas de Marx en los textos de Mészáros serán hechas en las páginas correspondientes a la obra de Mészáros de donde fueron tomadas bajo la referencia “Marx en Mészáros”. A su vez, todas las citas de Mészáros fueron traducidas al español.
[3] Paniago, 2012: 23
[4] Mészáros, 2011: 725/707
[5]Proceso que tiene como aspecto característico el robo y la violencia (ver el capítulo 24 en Marx, 2011).
[6] Mészáros, 2011: 117
[7] No es un proceso exclusivo de los partidos de izquierda en América Latina sino que abarca a la izquierda en general (Paniago, 2012 y 2000) pero es referido de esa forma dado mi interés de acuerdo a mis estudios de maestría.
[8] Esto en relación a que incluso algunos gobiernos no formulan de manera explícita el objetivo socialista siquiera en un horizonte lejano

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