29/03/2024

Dilución y mutación del trabajo en la dominación social local

En las líneas que siguen intentaremos poner en intercambio para estimular el debate algunas preocupaciones que se expresan en el título de la convocatoria de estas Jornadas Pre-Alas. Estas preocupaciones son actuales e históricas en nuestro recorrido teórico-conceptual, otras corresponden a la aceleración de la crisis local. Estas últimas no se detienen en un aspecto sino que intentan contribuir a profundizar un debate en tres planos el teórico, el empírico y el epistemológico. En este sentido nos inclinamos, como lo afirmara (I. Wallerstein,1999), a saltar y enriquecer el constructo que se denomina sociología del trabajo, introduciendo un diálogo con las nuevas proyecciones sociales y las dimensiones del poder y la subjetividad.

1. Entre el 18 y el 21. Como sabemos el 19 y 20 de diciembre del 2001 se han transformado en un icono de lectura social sobre la Argentina, y no pocos autores comenzaron a colocar este evento social en el centro de su demostración teórica y otros por su parte interpretan que los desarrollos conceptuales coinciden con los resultados observados precedentemente (Colectivo Situaciones, 2002; E. Cafassi, 2002; J. Holloway, 2002). En nuestra opinión, esto pone de manifiesto una tendencia social en el largo plazo (1970-2000), con "hechos fundadores" (procesos de: dictadura, hiperinflación, políticas de ajuste y formalización de la informalidad) que marcaron nuevos hitos para el desarrollo económico y social, pero sobre todo para las subjetividades y la constitución de actores colectivos (Bialakowsky y Hermo, 1996).

Sin duda, la Argentina contorna un problema sociológico y laboral local. Sin embargo, como toda experiencia social, puede analizarse como una singularidad, de borde, excepcional, o bien podría situarse esta experiencia, como pensamos, en una experiencia que marca una tendencia en lo global o del significado de lo global en lo local. El problema que deseamos situar consiste en colocar, quizás metafóricamente, en debate los significados de los cambios capitalistas de la Argentina como parte de una tendencia, primero manifiesta en América Latina y luego a otros espacios. Es difícil, como sabemos, eludir el punto de partida centro o periferia para hacer estos planteos. Nuestra hipótesis por cierto es que lo local no es una excepción sino una parte de la explicación de lo global y exploraremos algunas de estas tendencias a modo siempre de interrogaciones, aunque nuestro compromiso con los temas nos traicione en enunciados que aparecerán un poco enfáticos.

2. Una mirada social requiere entonces analizar las causalidades, sus eslabonamientos y evolución histórica, para "comprender" el significado tendencial. Si observamos algunos indicadores cuantitativos nos encontramos con datos sorprendentes de involución: en mayo de 2002, el desempleo abierto alcanzaba a más de 4 millones de trabajadores a lo que se suman más de 1.600.000 subocupados. A su vez, si consideramos que casi la mitad de los trabajadores empleados no se encuentran registrados formalmente o se han interrumpido sus aportes previsionales pasando a la categoría de trabajos precarios o en negro, podría estimarse entonces que la tasa de vulnerabilidad sociolaboral alcanzaría en ese mes a más de 9 millones de habitantes. La distribución del ingreso sigue la misma dirección de retroceso: las estimaciones para el Gran Buenos Aires registraban una acumulación en el 20% de la población con más altos ingresos del 52,3% del total mientras que el 20% más bajo sólo acumulaba el 4,3% del ingreso. En el largo plazo 1974-1999 la tendencia resulta negativa para todos los sectores sociales salvo para los más altos cuya concentración se ha incrementado constantemente en estas tres últimas décadas. Aun en las etapas de incremento del producto bruto interno (PBI) la desigualdad persistentemente se agudizó, una medición de los valores del coeficiente Gini * en el Gran Buenos Aires entre las mismas fechas muestra un incremento permanente del mismo alcanzando 0,46 en el 2000, y este incremento evolutivo resulta independiente del crecimiento del PBI. Podría formularse una hipótesis negativa del derrame productivo o sobre una correlación inversa entre el crecimiento del producto y equidad social en la distribución (A.L. Bialakowsky, 2002).

Un punto central en las mediciones actuales lo constituye la población que padece pobreza e indigencia, si bien estas mediciones son debatidas, puede señalarse una coincidencia: la tendencia creciente al empobrecimiento y podríamos señalar además, comparando indicadores sobre indigencia (aquellas familias que no alcanzan a cubrir la canasta alimentaria básica), se ha incrementado como proporción al interior de estos sectores empobrecidos. Mientras que en el largo plazo la pobreza resultaba marginal en la actualidad alcanza a más de la mitad de la población, se agudiza en la población infantil y estaría alcanzando, en las últimas mediciones, a 9 millones de argentinos en la condición de riesgo o inaccesibilidad alimentaria.

Como sabemos, muchos autores han intentado comprender internacional y localmente estos grandes cambios y crisis sistémicas bajo el capítulo de las grandes "metamorfosis" y mutaciones sociales (R. Castel, 1991, 1997, 2001). Nuestro señalamiento resulta convergente en tres direcciones: a) La transformación social preanuncia una desnaturalización en la creencia de que el crecimiento económico produce un derrame automático sobre la sociedad; b) Las definiciones de posguerra del sistema capitalista en función de un mercado de consumo de masas se ha derrumbado y la interdependencia centro-periferia se concentra en la succión recursos materiales y financieros; c) se reduce la tendencia a escala mundial de la demanda de lo que en términos clásicos se denominaba "trabajo productivo", restando aún definir la asignación de ingresos para el conjunto de actividades productivas que engloba hoy el trabajo como proceso de producción de la sociedad misma (M. Hardt y A. Negri, 2002), a su vez se reduciría la tendencia en la demanda de trabajo vivo en esa categoría, y d) la forma de producción de la acumulación resulta cada vez más coactiva y renueva sus formas primitivas de violencia en la acumulación, teniendo en cuenta que -paradójicamente- al mismo tiempo se necesita crecientemente de la cooperación o "implicación" subjetiva y social del trabajador (B. Coriat, 1992). De ahí que la sociedad pueda ser observada como conteniendo pulsiones postsociales (Cf. N. Rose, 1997; P. de Marinis, 1999a, 1999b) que definimos como pulsiones a la exclusión y en nuestro caso incluso de extinción.

3. En el centro del debate se ha ido rotando hacia la pobreza, la indigencia, sobre estas cuestiones nos interesa debatir hasta qué punto las categorías de marginalidad, ahora de exclusión representan una tendencia permanente del sistema. En nuestras observaciones -desde esta hipótesis de derrame inverso- observamos procesos de "guetificación" y procesos de seccionamiento social y urbano. En este extremo residual de sociedad disciplinaria, vista macroscópicamente se produce una modulación del biopoder poblacional que regula con represión extrema la extinción de los sectores que son desprendidos de la clase trabajadora para tramitarse como pobres, marginales y criminales urbanos. Esta modulación nuevamente nos interroga acerca de si estas pulsiones no tendrán consecuencias sociales y subjetivas con proyecciones definitivas, a través de las cuales el instrumento de la violencia material y simbólica se expresa en tres planos, el conflicto horizontal, la inaccesibilidad a la sobrevivencia y las redes de dominación en la superficie y en la subterraneidad. En otras palabras, la instauración del vínculo violento como "esencia" del vínculo social y la mortificación de la subjetividad como materia de ese vínculo social.

Con frecuencia, en los textos encontramos una referencia a la exclusión como proceso (M. Castells, 2000); deseamos añadir para su comprensión dos dimensiones: una, la circulación moebiusiana (A.L. Bialakowsky et al., 2001), y otra, la producción llena de contenidos sociales y subjetivos. La metáfora de la cinta de Moebius nos indica la imagen de una sociedad conectada en todos sus eslabones visibles e invisibles, formales e informales, de superficie y subterráneos. La otra cuestión es si el sistema depende de todos sus eslabones sociales, esto ya parece más discutible [1], por ello consideramos la dimensión de extinción con posibilidades explicativas (C. Manzanos Bilbao, 1997). En la hipótesis de la tendencia a la reducción creciente de trabajo-empleo vivo en el sector privado se define una proyección distópica sobre la sociedad, algunos autores como Holloway señalan la dependencia del capitalismo de la explotación, ello conlleva -pensamos- algunas dudas acerca del significado de explotación y más aún sobre la denominación clásica de sistema capitalista y las variaciones que puede aportarle la completa subsunción real de la producción de la sociedad misma, y no ya sólo del trabajo-empleo (M. Hardt y A. Negri, 2002). Podríamos preguntarnos -por qué no-, si la sociedad avanza hacia formas cada vez más coactivas, con perfiles más desnudos de la violencia y la coerción, la expropiación directa, con lo cual la dominación en el sentido de la legitimidad que posee todo sistema de dominación carecería ahora, especialmente para la o las periferias sociales, de las formas que revestía la hegemonía capitalista de posguerra hasta los ochenta.

Esta centralidad explicativa implica entonces una rotación analítica hacia dimensiones, más allá o más acá de la distribución de los objetos económicos, que permitan comprender las nuevas formas de dominación y sus contenidos en términos de poder, subjetividad y procesos sociales de trabajo.

4. Siguiendo esta línea, otro punto focal consiste en reinterpretar la alienación y la cooperación en su sentido clásico (K. Marx, 1844, 1867). Con respecto al trabajo enajenado se trata no tanto ahora del empleo mercancía como de la ocupación, no tanto de los medios de producción como del método de producción y reproducción (M. Hardt y A. Negri 2002). Se trata más que la producción del ser genérico, de la recreación de lo social en sí, es decir, acerca de la declinación o no del lazo (E. de Ipola, 2001). Se trataría, entonces, de un nivel de expropiación distinto que resulta vital para el proceso productivo y reproductivo que podríamos enunciar como el "método de cooperación". Este método desde nuestra perspectiva teórica contiene dos elementos inescindibles: la cooperación despótica y la cooperación consensuada o solidaria. [2] En el proceso productivo capitalista se ha registrado una tensión y lucha permanente entre estos dos atributos esenciales que distinguimos en la cooperación para el desarrollo productivo, en el que destacamos una evolución constante por parte del capital para perfeccionar la succión de lo social en lo productivo y lo productivo de lo social. Si la base de lo productivo capitalista resulta de un modo prevaleciente lo social mismo [3], la disputa que cobrará mayor sentido será la posesión de la materialidad de lo social. Nos encontramos así que para comprender la reducción permanente del trabajo-empleo-mercancía debemos comprender hasta qué punto el sistema capitalista puede impulsar sus propias contradicciones (extinción: como, por ejemplo, la supresión de trabajo vivo empleable o la elitización de los consumos) hasta sus últimas consecuencias y este nuevo advenimiento resulta proyectivamente de final abierto, no necesariamente utópica sino distópica, en la dirección de otro tipo de rediseño de sociedad coactiva.

Comprendemos, entonces, que el método de cooperación histórico, son las formas singulares de tensionar la relación social en el proceso productivo y reproductivo. En otras palabras, el diseño del proceso social de trabajo y el proceso de trabajo social, lo social en el proceso de producción y el proceso de trabajo para producir lo social mismo. De ahí que los análisis que excluyen la comprensión de las formas de la dominación, trocan la ciencia por la contabilidad de los objetos de intercambio.

5. Sobre los objetos prohibidos y la producción investigativa. Diversas disciplinas se enfrentan con objetos prohibidos, ya sea por operación cultural ya sea por la propia condición del sistema de dominación. Abrir la palabra es condenar a la duda lo legitimado, la hegemonía, la práctica misma del poder que siempre resulta insuficiente e incompleto. Si el trabajo está ligado a la explotación exige entonces no ser interrogado, investigado, el espacio público se torna absolutamente privado, circuito secreto siempre en disputa con el actor laboral, la disputa, el acuerdo y el abandono del acuerdo colectivo no es más que una muestra de impenetrabilidad del coto de producción. La economía como contabilidad, como registro, no resulta como otra cosa que otro fetiche, una muestra para ocultar.

De ahí que la producción investigativa tenga dos frentes por delante: uno, penetrar la materia oculta del trabajo, lo laboral propiamente dicho, es decir, el trabajo enajenado, y el otro, luchar contra la fetichización del método mismo de investigación en dos sentidos al menos: en el sentido de la incompletitud permanente y en el sentido de la producción colectiva y coproductiva.

Finalmente, podríamos volver sobre las metáforas para señalar que si bien las ciencias han practicado un reconocimiento de lo patológico, de lo anormal, de lo atípico, de lo infame como un desequilibrio de la construcción del tipo ideal normal, cabe hoy enfrentarnos a las consecuencias que tendrá para la teoría mirar el tablero de análisis desde una perspectiva inversa a la hegemónica para afirmar aquí lo dicho en nuestra exposición en las Jornadas Pre-Alas de Buenos Aires 2002: "quizás sea hora de interrogarnos qué sucede en la teoría cuando el borde adviene al centro".


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El presente artículo, enviado por Alberto L. Bialacokwsky a nuestra revista, fue presentado como ponencia a las Jornadas Pre-ALAS XXIV realizada en Buenos Aires en noviembre de 2002 como preparación al Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología

* Este coeficiente mide el grado en que la distribución del ingreso (o los gastos de consumo en algunos casos) entre las personas o las unidades familiares de una economía determinada se desvían de una distribución equitativa. Varía entre cero y 1. Muestra una mayor desigualdad cuanto más se aproxima a 1 y, en el caso hipotético de una distribución totalmente equitativa, corresponde a cero. N.del E.

[1] La extracción de riquezas o el aprovechamiento momentáneo de una acumulación capitalista de ello no se deduce la coherencia del sistema para mantener este polo productivo. Un extremo metafórico puede darse con las fábricas que utilizaron trabajo esclavo en los campos de concentración europeos. Véase al respecto: Paz Moreno Feliu (2001), "La economía política del exterminio: el trabajo en los campos de concentración", Archipiélago (Barcelona), número 48. Complementariamente, también Zygmunt Bauman (1998), Modernidad y holocausto, España, Sequitur.

[2] El capítulo acerca de la cooperación merece, estimamos, ser retomado en sus múltiples significados conceptuales, especialmente en sus atributos de coacción-coerción por un lado y de consenso-solidaridad por el otro, como elementos contradictorios y complementarios en el proceso social de trabajo donde las dimensiones del poder juegan un rol relevante como así la comprensión de un movimiento complejo objetivo-subjetivo (Cf. K. Marx, 1885).

[3] Si bien esta conclusión aparece en convergencia con lo planteado por Hardt y Negri, tiene por nuestra parte distinto origen, mientras los autores llegan a ella por el análisis de la evolución de las fuerzas sociales productivas y las redes informático comunicativas con creciente insumo del "trabajo inmaterial", en nuestro caso se trata de una proyección sobre la evolución del desempleo, el método de desagregación de la clase trabajadora y su transición ya sea al subsidio público en nuestro país como al ingreso universal mínimo de reinserción social en países centrales como Francia.

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