28/03/2024

Perú: Volvamos a nuestra economía agrícola. No a la minería colonial depredadora

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El presente texto fue publicado por el autor como un folleto de difusión bajo el título ¡Agua sí! ¡Mina no! (Ediciones Lucha Indígena, 2012). Hugo Blanco, referente histórico de la lucha campesina e indígena del Perú desde fines de los años cincuenta, continúa participando en las movilizaciones populares que enfrentan al proyecto Conga en la región de Cajamarca –ver Herramienta 49 (marzo de 2012), pág. 71–. Su punto de vista refuta la idea de que el Perú es un “país minero”, y defiende la tradición ancestral de la economía agrícola.

Nuestra cultura agrícola
 
El Tawantinsuyo1 no fue más que la última etapa de una larga, milenaria y fructífera historia de cultura agrícola. Fuimos uno de los ocho centros mundiales de domesticación de plantas silvestres en plantas útiles, fundamentalmente alimenticias. Esto no fue casual, ni porque antepasados hayan sido más inteligentes que otros.
De las 104 zonas de vida del planeta, en nuestro territorio tenemos 84; sólo nos faltan las zonas polares. Compartimos la selva tropical más grande del mundo. Nuestro territorio está atravesado por la cordillera Andina, la que para mayor fortuna nuestra está en dirección Norte-Sur y no Este-Oeste, lo que hace que el clima, a 1.500 metros de altura, cerca del Ecuador, sea más cálido que a la misma altura en el Sur. En la parte oriental de la cordillera llueve mucho, mientras que la parte occidental es árida. La costa árida contribuye con más microclimas.
Nuestro océano está en el trópico; sin embargo hay una corriente fría que viene de la región polar, lo que además de producir el movimiento horizontal del agua provoca un movimiento vertical, pues el agua caliente de abajo tiende a subir. Esto provoca gran circulación de fitoplancton y zooplancton (plantas y animales microscópicos) que alimentan a una nutrida variedad de peces.
Nuestros antepasados descubrieron y utilizaron el mejor fertilizante del mundo: el guano (del quechua wano) de isla, excremento de aves marinas acumulado en las islas.
Viviendo en esta geografía privilegiada, no tenía nada de extraño que nuestras culturas fueran sobre todo agrícolas y también pescadoras. Domesticaron 182 especies vegetales, entre ellas 3.000 variedades de papa.
La tierra no tenía dueños, era la gente la que pertenecía a la tierra. Había planificación de la agricultura a nivel tawantinsuyano, se señalaba en qué terrenos debían cultivarse cada especie y cada variedad. Cuando había buen terreno y faltaba gente, se la enviaba a otros lugares. Se construyeron terrazas para cultivar en las laderas y evitar la erosión. En el altiplano se construyeron “waru-warus”, que eran terrazas alternadas con zanjas; cuando llovía mucho, las terrazas no sufrían inundación; cuando llovía poco, se usaba el agua depositada en las zanjas; además, el calor del sol acumulado por el agua durante el día, al emanarse en la noche, contrarrestaba el frío de la helada. Se construían largos canales en zigzag para evitar la erosión. Las comunidades de media altura enviaban rotativamente parte de su población a las alturas para criar alpacas, y a la ceja de selva para cultivar coca.
Como herencia arqueológica de nuestra cultura agrícola todavía quedan en Moray, Cusco, los restos de un campo experimental agrícola. Quedan en Raqchi, también en el Cusco, restos de abundantes almacenes para los años de escasez; así como, al igual que en Cajamarca, hay restos del culto al agua.
 
Invasión europea
 
Cuando los españoles vinieron, arrasaron nuestra cultura agrícola: destrozaron canales, andenes y waru-warus. Calificaron de malditos los alimentos de debajo de la tierra (papas, ocas, años, maca, yacón) por estar cerca del demonio. La más maldita era la papa, pues el demonio había hecho que llevara el nombre del Santo Padre (Papa); por eso cambiaron el nombre del tubérculo que, en España, llaman patata, con cuya denominación ha pasado al inglés y a otros idiomas. Años después, cuando los europeos tuvieron que recurrir a la papa para salvar a Europa de la hambruna, la reina de Inglaterra debió ir a un baile con una flor de papa en la solapa. La coca era maldita por ser adorada por los nativos, lo mismo pasó con la kiwicha en el Perú y en México (amaranto).
La principal actividad pasó a ser la minería, para enviar oro y plata a España. De entonces data lo de “Perú-país minero”. La agricultura fue necesaria para mantener la minería. La tierra pasó a tener dueños. Se implantó el latifundio; los españoles se hicieron dueños de grandes extensiones, pero los pobladores nativos era quienes tenían que trabajar como siervos en las encomiendas y repartimientos.
 
Independencia”
 
Luego de la llamada “Revolución de la independencia” continuó la servidumbre de tipo feudal, y los latifundios republicanos pasaron a llamarse haciendas. Este sistema comenzó a derrumbarse ya en 1962, con el levantamiento del campesinado indígena en La Convención, Cusco, que liquidó los latifundios. Posteriormente, ante la extensión de la rebelión indígena, los militares tomaron el poder con Velasco Alvarado2 y extendieron la liquidación del latifundio a todo el país a partir de 1969. Desgraciadamente, hoy vemos un renacimiento del latifundio, en forma de empresas agroindustriales o de “industria alimenticia”.
Con la “Revolución de la independencia” el Perú no dejó de ser colonia; tuvo himno nacional, bandera y escudo, pero pasó a ser colonia inglesa. El guano de isla descubierto y utilizado por nuestros antepasados fue saqueado por los consignatarios para fertilizar los suelos de Inglaterra, por disposición de Ramón Castilla.3 Tanto saquearon que, con el poco dinero que dejaban al gobierno, Castilla pudo hacer muchas obras, y fue calificado como “el mejor Presidente” por haber dispuesto que el guano no fertilizara los suelos del Perú, sino de Inglaterra.
En la época del caucho, desde 1879, hubo depredación de la Amazonía y esclavización de los nativos. El Perú continuó produciendo lo que nuestros amos de turno necesitaban, no lo que necesitaba la población peruana, a la cual se hundía en la miseria. Luego vino una época agrícola, pero no para el consumo peruano, sino también para nuestros amos: azúcar y algodón, junto con el caucho, el petróleo y la minería.
Con el debilitamiento del imperialismo inglés por las dos guerras mundiales, pasamos a ser colonia de Estados Unidos y ahora lo somos de las empresas transnacionales. Seguimos produciendo lo que nuestros amos necesitan y se continúa hundiendo en la miseria a nuestro pueblo.
Como el nombre de país colonial o neocolonial es muy feo, el 20 de enero de 1949 el presidente norteamericano Truman nos puso el nombre de “país subdesarrollado”. Los países imperialistas del Norte son los “países desarrollados”; nosotros tenemos que correr para ser igual que ellos, para alcanzar ese “desarrollo”, pero corremos y corremos y nunca los alcanzamos; por eso, para desacomplejarnos, ahora nos llaman “países en desarrollo”. Estas nuevas denominaciones no cambian nuestra situación, continuamos produciendo lo que nuestros amos de turno necesitan, depredando nuestra naturaleza, sumidos en la miseria. Continuamos siendo colonia.
 
Ahora
 
Como parte del impetuoso avance del capitalismo depredador en el mundo, nuestro territorio y nuestra población son notables víctimas:
 
Minas a cielo abierto. En el Perú son el principal ataque a la naturaleza y a la población. Derrumban montañas con explosivos para extraer metales, usando cianuro y otras sustancias químicas venenosas; envenenan al agua matando personas, animales y vegetales. Son mucho más destructoras del medio ambiente que las antiguas minas de socavón.
Un crimen mucho mayor se comete al hacer minas en las cabeceras de cuenca, destruyendo la provisión de agua proveniente de dichas cabeceras; ese es el crimen que Ollanta Humala pretende imponer con el proyecto Conga en Cajamarca, sin importarle la férrea y bien fundamentada negativa de la población. Se estima que ese proyecto se llevará 21 mil millones de dólares, cuadruplicando su inversión, pero teniendo en cuenta la subida del precio que está experimentando el oro se convertirán en 64 mil millones. Por lo tanto, no es ningún sacrificio repartir unos cuantos millones entre Ollanta y otras autoridades y periodistas, quienes se arrodillan ante los millones de la empresa depredadora.
En Costa Rica y en cinco provincias argentinas están prohibidas por ley las minas a cielo abierto. El Parlamento Europeo ha dispuesto la prohibición del uso de cianuro en la minería por ser altamente venenoso. En el Perú son práctica diaria impune las minas a cielo abierto y el uso del cianuro.
Al robar el agua de los pequeños campesinos, la minería a cielo abierto mata la pequeña agricultura que nos alimenta en forma sana y expulsa a las poblaciones a los márgenes de las ciudades, aumentando la miseria urbana.
 
La agroindustria y, en general, la industria alimentaria. Son otro ataque contra la naturaleza y la población. Usan el monocultivo, que es cultivar la misma especie en grandes extensiones año tras año; esta práctica antinatural es enemiga de la naturaleza. Usan agroquímicos en abundancia: fertilizantes, insecticidas, herbicidas. Este es otro ataque a la naturaleza, ya que mata el suelo, envenena los productos y, al matar los insectos, mata las aves. Usa transgénicos y químicos como colorantes y conservantes que son nocivos a la salud. Hay una hormona que hace que la vaca produzca más leche; esa leche produce cáncer, pero eso no interesa, lo único que importa es que le da más dinero al empresario.
 
Las hidroeléctricas. Sobre todo para la minería; también roban agua a la pequeña agricultura.
 
Las grandes vías de comunicación. Como la carretera interoceánica construida para dar salida al océano Pacífico a las empresas transnacionales con base en Brasil, sirven para depredar grandes extensiones de selva amazónica para el saqueo de madera y la implantación del monocultivo de agrocombustibles, destinado a alimentar a los automotores.
 
Con estas y otras formas, el gran capital transnacional ataca fuerte y velozmente la naturaleza peruana, mientras hunde en la miseria a nuestra población. La liquidación del pequeño campesino. al robarle el agua que usa para el cultivo, también es un ataque a la población urbana, pues, al no contar con los alimentos sanos con que la provee la pequeña agricultura campesina, ha de verse obligada a alimentarse con transgénicos y químicos producidos por la moderna industria alimentaria en manos de grandes capitales.
Hay bellas palabras que nos trae Ollanta: “inclusión social”. ¿Dónde nos van a incluir? ¿Vamos a ser socios de Newmont?4 Por supuesto que no. Nuestros amos nos roban el agua, depredan nuestro suelo, se llevan millones, dejan algo a sus sirvientes, las autoridades peruanas, y a nosotros nos llegan limosnas. Dicen que la minería nos va a dar trabajo; es falso, por cada puesto de trabajo en la minería hay 48 puestos de trabajo en la actividad agropecuaria. La promesa que sí ha cumplido Ollanta es la del “gran cambio”. El cambio del Ollanta candidato que prometió a los cajamarquinos defender el agua contra el oro, al Ollanta presidente que defiende el oro contra al agua.
 
El TLC con Estados Unidos. Nos perjudica en ambos sentidos: facilita el ingreso de trigo transgénico yanqui que llena el mercado peruano con harina blanca Alicorp, que ya no tiene la vitamina B que se encuentra en la cubierta morena del trigo. Las grandes empresas norteamericanas productoras de trigo son premiadas con subsidios por producir y exportar. Como el pequeño productor peruano de trigo no recibe ningún subsidio, es aplastado por la competencia de las grandes compañías norteamericanas. Pero no sólo él, sino también los productores de otras harinas, pues nuestra población pobre ya no compra los alimentos por su valor nutritivo ni por su sabor, sino por su precio. Una base fundamental de su alimentación han pasado a ser los fideos elaborados con harina blanca transgénica Alicorp. Gracias al TLC ha bajado el nivel de nutrición de nuestro pueblo.
Dicen que el TLC también favorece la exportación peruana. Sucede que la exportación “peruana” también está en manos de grandes compañías transnacionales. Cultivan, por ejemplo, espárragos y alcachofas para Estados Unidos. Ambas plantas absorben mucha agua que roban de los productos con que nos alimentamos los peruanos en beneficio de la exportación. Además, la sociedad de exportadores (ADEX) ha pedido que se mantenga la legislación especial que hay contra los trabajadores agrícolas, que se encuentran mucho más oprimidos que los trabajadores urbanos, en beneficio de los grandes capitalistas de las grandes empresas transnacionales dueños de la industria agroalimentaria.
Los diferentes gobiernos: Fujimori, Toledo, García, Humala, no son más que sirvientes de las grandes empresas transnacionales que son las actuales dueñas del Perú. Esa es nuestra actual situación de país colonial. El Poder Ejecutivo (incluidos la policía y las fuerzas armadas), la gran mayoría del Poder Legislativo, el Poder Judicial, los grandes medios de prensa, tienen como tarea principal el mantenimiento de esta situación colonial.
 
Volver a nuestras raíces
 
¿Vamos a seguir corriendo como “subdesarrollados” para alcanzar a los “desarrollados”?
Así está Estados Unidos, el país más “desarrollado” del mundo:
 
Casi la mitad de los estadounidenses vive en la pobreza o con bajos ingresos. Las cifras muestran que el hambre, la pobreza y el declive económico aumentan a niveles récord en Estados Unidos. La Oficina del Censo informa que casi la mitad de los estadounidenses se encuentra bajo la línea de pobreza o en la categoría de “bajos ingresos”. La cifra de habitantes con bajos ingresos es de 97,3 millones de personas, junto a 49,1 millones de personas bajo la línea de pobreza, lo que hace un total de 146,4 millones de personas. La cifra marca un aumento de cuatro millones con respecto al año 2009.
Un estadounidense de cada seis recibe bonos de alimentación, así como uno de cada cuatro niños; el 57 por ciento de los niños vive en hogares pobres; el 48,5 por ciento vive en grupos familiares asistidos por el Estado, frente a un 30 por ciento en 1983. Llama la atención el agravamiento de la situación social en pocos años; desde 2007 el ingreso familiar cayó un 7 por ciento.
 
Niños sin techo. Viven en asilos para pobres o en edificios abandonados, también en bancos de parques o en automóviles. Un niño sobre 45 –equivalente a 1,6 millones– en todo el país no tiene casa y para sobrevivir debe recurrir a refugios improvisados. En los últimos cuatro años, esta cifra creció un 33 por ciento, según reportó el Centro Nacional para Familias Sin Techo. El 42 por ciento de los niños tiene menos de seis años, y un tercio es criado por madres solteras que sufren enfermedades crónicas, precisó la institución.
 
Lo que tenemos que hacer es defender nuestra naturaleza y hacer que el Perú sea gobernado por todos los peruanos, no por los sirvientes que le mueven la cola al gran capital transnacional. Y para eso lo mejor es volver a nuestras raíces.
 
Agricultura
 
En nuestras raíces está una economía que tenga como objetivo cubrir las necesidades de nuestra población, fundamentalmente que todos tengamos posibilidades de ingerir la comida sana suficiente y beber agua pura. Esa debe ser nuestra primera meta económica junto con asegurar vivienda digna para todos los habitantes del país. Naturalmente que para lograr eso tenemos que expulsar las empresas que depredan febrilmente nuestra naturaleza. Por lo tanto, la base de nuestro desarrollo (en el verdadero sentido de la palabra) debe ser la agricultura, campo en el cual nuestros antepasados avanzaron tanto.
Naturalmente, no tenemos que quedarnos donde ellos llegaron, tenemos que continuar avanzando. Los genetistas indígenas nos dan el ejemplo, pues han creado muchas variedades de habas (que no son peruanas, sino originarias de la cuenca mediterránea o del Asia Central). Hay agrónomos que, nadando contra la corriente, continúan trabajando para mejorar nuestros cultivos, no en función de la ganancia, sino del consumo.
No debemos maravillarnos ante la palabra “exportación”, primero preocupémonos en cubrir nuestras necesidades. En segundo lugar, pensaremos en la exportación. Para eso tenemos maravillas; nuestros productos nativos tienen gran aceptación en Europa: la quinua de diferentes colores, la quiwicha que es alimento de astronautas que requieren de muchos nutrientes en poco volumen, la qañiwa, la maca, el aceite de sacha inches que ha ganado en concursos en París al aceite de oliva, pues contiene grasas Omega 3, 6, 9.
La gran diversidad de la Amazonía tiene infinidad de medicinas sanas que proveer al mundo, la quinina –que salvó la vida a quien habría de ser el Rey Sol de Francia– y la uña de gato son sólo dos ejemplos.
No tenemos que correr detrás del “desarrollo” de potencias imperialistas que hoy están en crisis, busquemos nuestro propio desarrollo. Además atenderemos al turismo; por supuesto, no manejado como ahora, al servicio de grandes compañías turísticas, de transporte, de hoteles, etcétera, sino manejado por los de abajo. También a la industria y otras actividades, cuidando de no dañar el medio ambiente, pensando siempre en las generaciones futuras.
Actualmente, como un paso adelante y a la vez defensivo, debemos procurar que las comunidades y municipios elaboren planes de desarrollo agropecuario. Cuando venga la mina, la mostraremos como agresión al plan de desarrollo.
 
Ayllu
 
En cuanto a la organización social, al gobierno, tampoco tenemos que andar a la cola de las “democracias occidentales”, que, como ha sido denunciado por los propios habitantes de Nueva York, “Son el gobierno del 1 por ciento contra el 99 por ciento de la humanidad”.
Las instituciones que tienen como tarea el mantenimiento de nuestra situación colonial (Poder Ejecutivo, policía, fuerzas armadas, gran mayoría del Poder Legislativo, Poder Judicial y grandes medios de prensa) no pueden servirnos para liberar al país. Esto no quiere decir que ahora no debamos aprovechar que haya gente de nuestro lado en el aparato colonial: en el Parlamento, en los gobiernos regionales y los municipios.
Volviendo también a nuestras raíces, en ellas encontramos al ayllu, palabra que en quechua y en aymara es la denominación de la comunidad democrática indígena en la que el dirigente no gana sueldo, pues su función no es servirse del cargo en beneficio propio, sino usar el cargo al servicio de la comunidad. Es cierto que en el mar de corrupción que inunda al país hay algunos dirigentes corruptos, pero, en general, el ayllu sigue siendo una organización política democrática.
Se dirá que está bien para una comunidad pequeña, pero que no es funcional para grandes territorios. Hoy en día existen comunidades de comunidades indígenas democráticas en el Cauca y en otros lugares de Colombia, así como en las islas Kuna de Panamá; en ambos países tuvo que reconocerlas la Constitución. Además, también existen en un lugar de Chiapas, México. Ahí no están reconocidas por la Constitución, el Estado no da ni un centavo para educación ni salud, pero están protegidas del acoso del “mal gobierno” por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Se dirá que está bien para las poblaciones indígenas, pero no para el ambiente urbano. Sin embargo, en varias fábricas recuperadas por sus trabajadores en Argentina tenemos el ejemplo de gestión democrática, horizontal, donde los nuevos obreros tienen los mismos derechos que los antiguos.
En el Perú, además de las comunidades indígenas, tenemos especialmente en el norte del país las rondas campesinas. Otra forma de organización popular democrática y combativa son los frentes de defensa, muchos de los cuales están jugando un activo rol en defensa del agua contra el oro en Cajamarca. Los dirigentes de estas organizaciones no ganan ni un centavo. Compárese eso con la actitud de los parlamentarios de Gana Perú que reciben buenos sueldos, y, que yo sepa, ninguno de ellos protestó cuando el vocero de su bancada dijo que estaba de acuerdo con el decreto de estado de emergencia en provincias de Cajamarca.
Así, paulatinamente, vamos forjando poder popular desde abajo, a través de organismos propios que no tienen nada que ver con los organismos del Estado colonial servil. No sabemos qué nuevas formas adoptará, lo que buscamos es que destroce el actual aparato del Estado colonial que actualmente nos gobierna.
 
1 Del quechua tawa: cuatro, y suyo: región. Tawantinsuyo es la denominación del territorio que comprende las cuatro regiones de lo que se conoce como imperio incaico. Entre los siglos XV y XVI ocupó la región andina entre el océano Pacífico y la selva amazónica (de este a oeste) y desde Pasto, Colombia, hasta el río Maule en Chile y Tucumán en Argentina (de norte a sur), con una extensión de 2 millones de kilómetros cuadrados.
2 Presidente del Perú entre 1968 y 1975. Encabezó el régimen militar nacionalista autodenominado “Revolución Peruana”.
3 Presidente del Perú en cuatro ocasiones, gobernó durante 12 años en el siglo XIX.
4 Newmont Mining Corporation, empresa minera con sede en Estados Unidos, es la principal impulsora del proyecto Conga en la región de Cajamarca, Perú.

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