26/04/2024

Bosquejo histórico de un siglo de intervenciones de Estados Unidos en América Latina

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Hablar de las intervenciones norteamericanas en nuestro continente supone ocuparse de un tema muy amplio. Hoy casi no se habla del asunto y la rica bibliografía que sobre el tópico se generó en las décadas de 1960 y 1970 hoy es casi una curiosidad historiográfica, sepultada en el último lugar de archivos y bibliotecas. Afortunadamente, algunos nos dimos a la tarea de recuperar la historia de ese proceso de invasiones, sin pensar que en el camino eso iba a coincidir con la nueva política de Estados Unidos, cuyo epicentro fundamental en América Latina es Colombia.

Hay que recordar la cantidad impresionante de agresiones externas que ha sufrido nuestro continente, que son tantas que la cuenta prácticamente se ha perdido, incluyendo no sólo las afrentas efectuadas por Estados Unidos sino por todas las potencias europeas. Al respecto, existe un libro de Gregorio Selser, titulado Enciclopedia de las agresiones extranjeras en América Latina, en el que se contabilizan más de 10.000 ocupaciones, agresiones y desembarcos de muy diverso tipo desde comienzos del siglo XIX hasta momentos recientes.

El caso específico de Estados Unidos, lo he periodizado en tres momentos, que abarcan un siglo. Por eso he titulado esta artículo "Un siglo de intervenciones directas de Estados Unidos en América Latina", intentando hacer un bosquejo histórico del período comprendido entre 1898 y 1994. Me he concentrado en analizar las intervenciones directas, entendiéndolas como aquellas en que en algún lugar de nuestra América desembarcaron y permanecieron durante cierto tiempo tropas norteamericanas. Obviamente, la intervención de Estados Unidos no se limita a eso, pues ha sido mucho más amplia e incluye como formas de intervención las acciones indirectas, operaciones encubiertas, saboteos, asesinatos, patrocinio de ejércitos mercenarios y contrarrevolucionarios, etcétera

Ese siglo de intervenciones de los Estados Unidos puede, a su vez, ser subdividido en tres etapas. A la primera la he denominado "El nacimiento y consolidación del imperialismo norteamericano", de 1898 a 1934, período en el cual se afianza la dominación imperialista de Estados Unidos principalmente en América Central y el Caribe, considerado desde la época como su "patio trasero" y su zona "natural" de influencia.

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Una segunda fase para periodizar las intervenciones de Estados Unidos en el resto del continente es la Guerra Fría, entre 1947 y 1989. El término de "Guerra Fría" es muy riesgoso de utilizar, porque da la impresión que la política norteamericana sólo durante este período, para detener al enemigo comunista, fue agresiva y criminal, cuando es necesario recordarlo la mayor parte de las políticas de Estados Unidos hacia América Latina no ha cambiando en lo esencial desde fines del siglo XIX. Incluso se puede hacer una prolongación de la política norteamericana en América Latina desde 1898 hasta hoy, encontrando muchos elementos de continuidad. Señalamos lo de la Guerra Fría simplemente por la terminología dominante y por la forma como influye en América Latina la bipolaridad que se da después de la Segunda Guerra Mundial.

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Posguerra fría se ha denominado al período posterior a 1989, tras la caída del Muro de Berlín. En este breve lapso de tiempo, Estados Unidos ya ha realizado 2 invasiones directas: a Panamá en 1989 y a Haití en 1994. Esto no ha sido otra cosa que la expresión directa de la reafirmación de la hegemonía de Estados Unidos, no sólo en América Latina sino en todo el mundo, si tenemos en cuenta también los criminales ataques a Irak, Yugoslavia y otros lugares del planeta, orquestados ahora con el manto de la ONU y de la OTAN. Si se reafirma la hegemonía norteamericana, es porque ésta estuvo en cuestión en distintos lugares del mundo, después de la Segunda Guerra Mundial, siendo tal vez el hecho más significativo la derrota del Vietnam en 1975 y los movimientos de Liberación nacional en África y en Nicaragua. El renacimiento del imperialismo norteamericano se da en todos los ordenes: en el plano militar, lo cual se puso de presente en la Guerra del Golfo Pérsico, pero que antes ya se había experimentado en Panamá; en el plano económico, con la generalización homicida de la economía capitalista en todos los rincones del planeta y con la imposición de las políticas del Consenso de Washington (planes de ajuste, monitoreo del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, prestamos condicionados, pago de la deuda externa, etcétera); en el plano político, la promoción de la democracia parlamentaria, vista como la panacea que soluciona todos los problemas internos de los países latinoamericanos, pero con la condición de que reconozcan al neoliberalismo como el único modelo viable y posible. Por eso, se puede decir que tras el dominio de los Estados Unidos subyace el reconocimiento del neoliberalismo y de la economía de mercado (eufemismo utilizado en lugar de capitalismo) como base de la existencia de las democracias formales imperantes hoy en nuestra América.

Para que todas estas estrategias de Estados Unidos se impusieran, fue necesario el aplastamiento previo de todas las formas de oposición y el aniquilamiento de las fuerzas democráticas y revolucionarias. Estados Unidos acepta el regreso de las democracias formales, luego de un período de dictaduras militares, después que estas últimas han destruido cualquier germen de democracia. Lo que regresa es el gobierno civil pero con las mismas políticas neoliberales de las dictaduras militares, incluso más radicalizadas en cuanto a privatización, desregulación financiera y flexibilización del trabajo, es decir tan dispuestas como sus émulos militares en defender a los ricos y poderosos y en atacar a los pobres y necesitados.

El renacimiento del imperialismo norteamericano tiene como ayer los mismos objetivos: defender los intereses de las empresas multinacionales gringas, garantizar el pago de la deuda externa a los grandes grupos financieros del mundo, facilitar el drenaje de capital hacia los Estados Unidos, proteger las inversiones norteamericanas y controlar zonas estratégicas vitales para garantizar así mismo el control de la explotación de recursos naturales y de la biodiversidad. Es ahí donde toma importancia el caso de la Amazonia, por ser una de las reservas naturales más importantes del mundo, espacio privilegiado de recursos minerales y forestales, base biológica de la diversidad que es vista hoy como una zona de conquista por parte de las multinacionales de Estados Unidos, con la finalidad de controlar la investigación y producción de medicamentos y otro tipo de productos, necesarios en la lucha mundial entre imperios, lucha que ha vuelto a renacer en los últimos tiempos. Este es un elemento esencial para poder entender el Plan Colombia, detrás del cual se dibuja una estrategia global de Estados Unidos, en la cual el asunto de las drogas no es sino un pretexto para poder intervenir a sus anchas en América Latina.

En este contexto, Estados Unidos no esta dispuesto a aceptar ninguna alternativa al modelo de mercado que ellos impulsan, como quedó demostrado en Haití entre 1990 y 1994. En momentos en que terminaba la "Guerra Fría", se produce en ese país un suceso inesperado, puesto que en las elecciones presidenciales de 1990 todo mundo daba por hecho que el ganador sería el candidato de los norteamericanos, que, dicho sea de paso, había sido un alto funcionario del Banco Mundial. Pero al realizarse las elecciones, el candidato de los Estados Unidos sólo obtiene un 13% de la votación resultando ganador en sacerdote cuyo programa se basaba en la defensa de los pobres, muy al estilo de la Teología de la Liberación. Durante el gobierno de Jean Bertrand Aristide Estados Unidos despliega toda su brutalidad para derrocarlo en asocio con el Vaticano y mediante la organización de grupos paramilitares, ligados a las clases dominantes y a la casta militar, que tradicionalmente ha gobernado en ese empobrecido país. Estados Unidos respalda el golpe de estado contra el Gobierno de Aristide, e impulsa el exterminio físico de las bases sociales de su gobierno. Conseguido este objetivo el mismo estado norteamericano adelanta la llamada "intervención humanitaria" para poner a Aristide nuevamente en el poder. Pero cuando este regresa a la Presidencia las condiciones políticas de Haití se han modificado tanto que ya no es posible organizar un gobierno popular, puesto que los sectores políticos que lo apoyaban han sido desarticulados y sus principales activistas fueron asesinados por la dictadura militar, apoyada en la sombra por Estados Unidos y la Santa Sede.

Desde ese punto de vista, Haití es un ejemplo aleccionador del modelo de democracia que impulsa Estados Unidos y de lo que va a pasar hacia el futuro cuando triunfen proyectos políticos nacionalistas y democráticos que no coincidan con las políticas y modelos impuestas por los Estados Unidos. Cualquier proyecto político de esta naturaleza que triunfe va a ser aplastado a sangre y fuego. Y en esto el "nuevo orden" hegemonizado por los Estados Unidos, en el que supuestamente nos encontramos, es exactamente al viejo orden imperialista, vigente en nuestro continente desde 1898, en el que Estados Unidos ha vulnerado la libre autodeterminación de los pueblos y los intentos de construir modelos de sociedad democráticos y populares. Pero, por supuesto, como también ha sucedido en este largo siglo, las acciones criminales de los Estados Unidos tampoco impedirán la lucha y resistencia de los pueblos latinoamericanos, porque al fin y al cabo, pese a toda la propaganda, la historia no ha terminado, y los sueños de justicia, libertad e independencia tampoco.


El presente artículo es una selección de una conferencia dictada por el autor.

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