29/03/2024

Un trabajo colectivo de renovación programática

Iniciamos una serie de discusiones encaminadas a precisar las orientaciones generales y prioridades de trabajo de Herramienta, atendiendo a las modificaciones en la situación internacional, a la experiencia de producir la revista y a las relaciones que establecimos con otros compañeros y publicaciones de similares orientaciones.

Se trata de una actividad de largo aliento, que podrá alimentar una sección permanente de la revista, así como periódicos encuentros que permitan discutir cara-a-cara temas y/o materiales previamente convenidos. Un primer paso, a fines de junio de 2001, fue la realización de un debate público en torno a tres textos, disímiles aunque referidos todos a la problemática que nos ocupa: "Renovaciones" [1] , donde Perry Anderson propone una nueva perspectiva para la New Left Review en función de su valoración de los cambios operados en la situación política mundial; "Apuntes para entender las políticas revolucionarias de hoy" [2] ; una dura réplica al artículo de Anderson en la que James Petras presenta su propio análisis de la izquierda en los últimos 50 años; "Proposiciones para un trabajo colectivo de renovación programática" [3] , donde François Chesnais caracteriza que "una época programática ha terminado" y consecuentemente llama a unir esfuerzos para colmar "un vacío programático y estratégico" en el combate por la transformación socialista de la sociedad. Para reflejar al menos parcialmente el contrapunto de ideas suscitado por estos textos, publicamos las contribuciones escritas que nos hicieron llegar desde Cuba Marta Harnecker, desde el Brasil Marcos del Roio y también Alberto Bonnet de nuestro país. Mi propia contribución, que fija posición sobre alguna de las cuestiones en debate, recoge la invitación de Chesnais y esboza una especie de "programa de trabajo" con el que Herramienta podría sumarse a los esfuerzos que buscan una renovada respuesta socialista a los desafíos del nuevo siglo.

Finalmente, una aclaración: de los textos en debate nuestra revista ha publicado el de François Chesnais en su número anterior. El hecho de que tanto el de Perry Anderson como el de James Petras ya hubieran sido publicados anteriormente y circularan traducidos en español en nuestro medio explica que creamos innecesaria su duplicación. Igualmente, el lector interesado podrá ubicarlos en su versión integral en nuestra página web: http://www.herramienta.com.ar. Esta página se encuentra también a disposición de las contribuciones que vayan incorporándose al foro del debate abierto, al que invitamos a participar a nuestros lectores y colaboradores.

Campos de batalla

Con solvencia de experimentado historiador, el artículo de Anderson ofrece un sintético cuadro del contexto (político, intelectual y cultural) en el que naciera, a fines de los años 50, la New Left Review, y la orientación que le permitió desarrollarse como una de las más innovadoras y exitosas revistas de izquierda. Pocas palabras le bastan para sugerir la magnitud del contraste con los tiempos presentes y colocar el foco en una cuestión muy precisa: ¿qué pasó en el mundo durante los noventa? Según Anderson, "La consolidación prácticamente irrebatible, unida a su difusión universal, del neoliberalismo" y, como expresión concreta de ello, la aplanadora hegemonía mundial de los Estados Unidos. Frente a esto, propone una nueva política editorial inspirada en lo que denomina "realismo intransigente" (intransigencia frente al sistema imperante, pero también frente a los críticos que minimizan su poderío). Reforzando lo antedicho agrega varios argumentos, uno de los cuales tiene especial relevancia: "los trabajadores siguen a la defensiva en todas partes. El único punto de partida para una izquierda realista en nuestros días es una lúcida constatación de una derrota histórica. El capital ha repelido punto por punto todas las amenazas contra su dominio, las bases de cuyo poder, las presiones de la competencia por encima de todo, fueron persistentemente infravaloradas por el movimiento socialista".

La tesis de Anderson, insinuada hace algún tiempo en su libro Campos de batalla, está expuesta sin circunloquios. Su unilateralidad es chocante, pero yo creo que no deja de ser un recurso polémico para provocar previsibles condenas psicologistas ("pesimismo") y/o sociologistas ("académicos postrados"), efectistas pero carentes de fuerza argumental. Discrepo fuertemente con el diagnóstico y las "renovaciones" que de allí desprende Anderson, pero creo también que pone sobre el tapete cuestiones que merecen una respuesta consistente.

La mundialización del capital, la hegemonía americana a escala planetaria, las severas derrotas del movimiento obrero a escala internacional y la aguda sensación de falta de alternativa al capitalismo, merecen efectivamente atención, pero se las debe considerar dialécticamente. El punto de vista de Anderson registra apenas un aspecto de la realidad y, consecuentemente, su programa de investigación apunta unilateralmente a seguir el "desarrollo real del capitalismo", porque no existiría hoy ninguna fuerza de cambio social y apenas cabría esperar una eventual reaparición de la misma "desde dentro del metabolismo mismo del capital"... Esta referencia al metabolismo del capital nos permite plantear una objeción fundamental: Anderson no advierte que la preponderancia planetaria del orden del capital viene a poner de manifiesto, con más agudeza que nunca y en todos lados, que el capital es completamente incapaz de resolver los graves problemas que genera su modo de reproducción metabólica social antagónica. Como insistentemente subraya István Mészáros [4] , el momento de la más completa imposición del orden del capital marca también el inicio sin precedentes de su crisis estructural. El mundo de la "incontestable supremacía americana", el de las tropas de la NATO ocupando los Balcanes, el de la torpe arrogancia de Bush II, no deja de ser, simultáneamente, un evidente "caos planetario". Digamos también que, apenas escrito, el análisis de Anderson fue desafiado por el "giro de Seattle" y el desarrollo del "movimiento antiglobalizador". Es cierto que los "contraejemplos" tienen relativo valor en las polémicas relacionadas con la narrativa histórica, y siempre se puede argumentar que estos tumultos no plantean una verdadera amenaza al imperio del neoliberalismo: pero incluso para decir esto la NLR debería cambiar el registro de su discurso y comprometerse en una discusión teórico-política sobre la naturaleza y dinámica de estos "sujetos" que desbordaron la renovación imaginada por la prestigiosa revista británica.

Por otro lado, en Herramienta siempre consideramos errado desconocer o minimizar los alcances de las derrotas sufridas por la clase trabajadora, por el movimiento obrero tradicional y por la izquierda. Asumir esta experiencia vivida es una de las condiciones para percibir y afrontar la verdadera dimensión del desafío hoy planteado al movimiento obrero, que no es otra que "reconstruir un movimiento revolucionario (reconstruirse como movimiento revolucionario)", como bien escribiera Alain Bihr [5] . Si las "Renovaciones" de Anderson son criticables no es porque hablen de derrotas, sino porque no renuevan ni los puntos de vista ni los instrumentos teóricos que se requieren para una comprensión dialéctica del nuevo período histórico en que debemos vivir y luchar.

Creo que el director de la NLR fuerza el material histórico presentando una visión de los 90 que no llega siquiera a ser una "descripción densa" de la década. Su relato omite los desarrollos desiguales, las tensiones entre diversos fenómenos y esferas de la realidad, la convergencia de temporalidades discordantes y con ello concibe un presente mutilado de contradicciones e impulsos revolucionarios. El legado marxiano permite otra lectura del "corto siglo XX": desde una perspectiva holística y compleja, es posible advertir y pensar las bifurcaciones de la realidad presente, siempre fugaz, pero también compleja y preñada de posibles diversos: el terreno de la acción política y la praxis transformadora. En este presente hay más campos de batalla de los que Anderson reconoce.

Anacronismo

James Petras ha escrito (y en Herramienta publicamos con satisfacción) justificadas y punzantes críticas contra los intelectuales acomodaticios, los que justifican, maquillan o disimulan los atropellos que el capitalismo imperialista hace sufrir a los explotados y oprimidos del mundo. Pero encuentro que su embestida contra Anderson es desmesurada, con ataques e insinuaciones que están más próximas a una típica falacia argumentativa ad hominem que al rigor polémico. Considero también que Petras utiliza argumentos equivocados. Las caracterizaciones que de la situación mundial y las tareas de la izquierda propone Anderson son deficientes, pero no se corrige un error oponiéndole otro error igual o mayor, como a mi juicio hacen estos "Apuntes...".

El artículo desborda de beligerancia: diatribas contra Debray, Althusser, Thompson y el "marxismo académico" en general, pontificaciones y equívocas generalizaciones sobre "el estilo evangélico de la cultura del rock", sorprendentes dispersiones sobre la forma en que Mick Jagger "todavía mueve su flaco culo ante las multitudes"... Tanta pirotecnia alrededor de múltiples cuestiones de dispar significación puede resultar impresionante. Sin embargo, el artículo tiene inadmisibles omisiones. Por ejemplo, no aborda la importante cuestión de los cambios en las formas de acumulación capitalista, no trata la relación de la mundialización del capital y las innovaciones tecnológicas con las nuevas formas de explotación y lo que Tosel ha llamado "la producción de hombres superfluos" [6] , etcétera. En estos "Apuntes..." no se presta la menor atención al hecho de que los viejos aparatos del movimiento obrero, corrompidos durante décadas por la adaptación a "sus" respectivos "estados benefactores", frente a los golpes de la "revolución conservadora" no pudieron, no supieron y no quisieron luchar y apenas buscan sobrevivir integrándose aún más en el sistema.

Petras anuncia "una investigación histórica sobre la izquierda" de los últimos 50 años, diciendo que tratará "las realidades políticas contradictorias del imperialismo euro-norteamericano, sus limitaciones y los desafíos radicales y revolucionarios que lo confrontaban". El enfoque es equivocado desde su mismo enunciado, porque deja en un cono de sombra la existencia y acción del estalinismo (y postestalinismos), a lo que Petras dedica referencias marginales y en última instancia embellecedoras. Es imposible tratar seriamente las vicisitudes de la izquierda mundial desde los años 50 a nuestros días sin valorar los manejos de la burocracia soviética y el "campo socialista" en nombre de "la coexistencia pacífica", el sacrificio sistemático de los intereses de la revolución internacional a los intereses coyunturales de la burocracia rusa (y lo mismo intentó hacer la burocracia China, luego del cisma), las maniobras políticas inspiradas en el falso norte de la colaboración de clases, las revoluciones "democráticas" y la vía pacífica al socialismo, el rol corruptor y desmoralizador de los jefes del "socialismo real" y los partidos que en todo el mundo actuaban como sus correas de transmisión, etcétera.

Peor aún, Petras alaba las ficticias "mejoras socioeconómicas y políticas en la Unión Soviética [que] pasaron inadvertidas para importantes sectores de la Nueva Izquierda que continuaron desplegando su anticuada retórica ‘antiestalinista’ en lugar de realizar un análisis ponderado de la compleja y contradictoria realidad soviética", y llega al extremo de afirmar que "la semilla que llevaría a la catástrofe rusa de los noventa fue sembrada en la estalinofobia de los 60 y 70". Esto es un verdadero disparate que invierte la realidad y las responsabilidades. La verdad histórica es que las relaciones de producción, de posesión y de apropiación que el estalinismo desarrolló bajo la cobertura de jurídica de la propiedad estatal no sólo posibilitaron el desarrollo de una insoportable explotación burocrática, sino que condujeron a una crisis sistémica, impulsaron tendencias restauracionistas y prepararon las condiciones para que las capas superiores de la burocracia se reconvirtieran vertiginosamente en el núcleo de las neoburguesías que hoy conducen y aprovechan la restauración capitalista en el antiguo "campo socialista". Estos "Apuntes" constituyen un anacronismo en tanto reproducen el espíritu "campista" que impusieran en el pasado los burócratas del "socialismo real", y no sirven "para entender las políticas revolucionarias de hoy", porque están basadas en una grosera confusión del pasado.

Por otro lado, no quiero dejar de señalar que Petras tiene razón cuando denuncia la violencia inherente a la dominación imperialista y advierte sobre las implicaciones de la crisis abierta en Estados Unidos. Coincido también con su caracterización de que "la barbarie es un componente integral del imperialismo norteamericano". Finalmente y sobre todo, coincido cuando reivindica la importancia de diversos movimientos de resistencia reconociendo al mismo tiempo que "la verdad es que no hay consenso respecto a las alternativas". Espero que sobre estas alternativas podamos seguir discutiendo y trabajando con la colaboración de James Petras.

"Un período programático se ha cerrado"

Para la necesaria discusión sobre alternativas, creo que el texto de François Chesnais que publicamos en nuestra anterior entrega es muy útil. No se trata solamente del balance descarnado y valiente de un antiguo militante, pues aporta una perspectiva de trabajo consistente porque está estructurado en torno a una caracterización que concentra (más o menos explícitamente, y con desarrollos ciertamente desparejos) elementos objetivos y subjetivos que aportan a un balance ya no de "los noventa" sino del siglo que dejamos atrás.

Sobre esto, quiero insistir [7] en que, pese a "la caída del Muro" (incluso diría: más que nunca después de tal acontecimiento) la marcha arrolladora del capitalismo "globalizado" devuelve plena actualidad a la alternativa formulada por Marx y recogida por los marxistas consecuentes cuando el siglo XX apenas comenzaba: Socialismo o Barbarie. Pero esto implica también que el marxismo y el movimiento social emancipador necesitamos de una renovación estratégica y programática radical para enfrentar los golpes que el capital asesta, en todo el mundo, a los trabajadores, a la mujer, a los jóvenes, a los millones y millones de seres humanos empujados o hundidos ya en la pauperización y la marginalidad. También nos impone una renovación estratégica y programática radical la frustración de las rebeliones y movimientos contra el totalitarismo burocrático (pese a la liquidación de los regímenes de partido único) y la fulminante absorción por el capitalismo de los vastos territorios del antiguo "campo socialista". Para el movimiento obrero y revolucionario mundial, una época se ha cerrado y nos sumergimos en otra cuyos contornos son todavía imprecisos. Como dice Chesnais, "un período programático se ha cerrado". A pesar de las luchas incontables y revoluciones de diverso alcance que marcaron el siglo XX, el gran capital logró lanzar desde mediados de los setenta una contraofensiva que cambió brutalmente "las reglas del juego". En el sistema mundial de estados que se esboza, el poder a escala nacional y aún supranacional está directamente comprometido con los intereses de los grandes grupos financieros rentistas, la fracción ascendente y más agresiva del capital imperialista. Las nuevas condiciones de flexibilización, precarización, masivo desempleo estructural y desregulación permiten un manejo de "los mercados" que maximiza beneficios y acumula al mismo tiempo elementos de caos planetario y barbarie, todo lo cual preanuncia confrontaciones sociales de inaudita violencia y magnitud. Frente a esto, lo que necesitamos y estamos muy lejos de tener, es una nueva perspectiva estratégica y programática revolucionaria porque las anteriores ya no sirven. Esto no significa hacer tabula rasa del pasado, pues reconocer condiciones y desafíos originales no significa que pierdan importancia las lecciones de la historia. Por el contrario, las experiencias y vicisitudes del movimiento obrero internacional no deben ser consideradas "sólo como hechos objetivos", sino –según dijera Trotsky– como "experiencias estratégicas del proletariado", para asimilar teórica y prácticamente las victorias, las derrotas y las oportunidades perdidas, convirtiéndolas en conquistas programáticas.

Esta reflexión no está divorciada de las tareas "concretas". El desafío es intervenir en las luchas sociales y políticas buscando superar los factores de división y fragmentación que las debilitan, la ideología de que no existe alternativa al capitalismo y el conjunto de representaciones sociales que abonan la falsa lógica "posibilista" impuesta por las burocracias y políticos de todos los pelajes. Debemos empeñarnos en una elaboración programática colectiva, basada en la recuperación y utilización del conjunto del patrimonio revolucionario marxista (y aún del libertario) así como la experiencia histórica y presente de los trabajadores. Esta praxis compleja se extiende desde las batallas teóricas e ideológico-culturales, hasta la elaboración de sistemas de consignas transicionales con vitalidad en el movimiento real de la lucha de clases; desde el impulso incondicional a la acción directa y la autoorganización de las masas, a la construcción de organizaciones o partidos marxistas revolucionarios capaces de debatir, colaborar y unirse en el ámbito nacional y mundial para contribuir en la reconstrucción del movimiento obrero como fuerza revolucionaria socialista. En este sentido, quiero insistir en la importancia de los grandes temas o ejes de reelaboración propuestos por Chesnais, introduciendo ligeras modificaciones o énfasis adicionales.

¿Por qué las relaciones de propiedad y producción capitalistas deben ser destruidas, y no reformadas?

Esto enlaza la cuestión estratégica de la "actualidad" de la revolución proletaria con otra discusión que apenas se ha iniciado pero crecerá en importancia. Me refiero al hecho que, junto con el desarrollo de las resistencias al neoliberalismo, se desarrolla una batalla teórica y política entre las críticas al neoliberalismo desde una perspectiva de reformas o humanización del capital y la crítica socialista revolucionaria. Coincido con Chesnais en la importancia de clarificar las consecuencias y tendencias a la barbarie que se derivan de la crisis estructural del capitalismo globalizado. En este sentido, cabe renovar y profundizar la crítica marxista del "progreso" y los peligros crecientes de la tecnociencia capitalista, como bien plantea Renán Vega Cantor [8] . Por otra parte, se trata de levantar la pesada hipoteca que representa el ignominioso hundimiento del "socialismo real" y la explotación ideológica que de esto hizo y hace el neoliberalismo para endiosar el mercado y plantear que la idea misma de planificación sería irracional sino imposible. Contra esto, sin lanzarse a estériles ensayos de futurología, debemos recuperar la perspectiva de que es posible y necesario que "los productores asociados se hagan cargo de la organización y el uso de las fuerzas productivas" para abrir una nueva perspectiva civilizatoria.

La o las clases fuerzas motrices del combate por la destrucción del capitalismo

También acá nos encontramos ante múltiples cuestiones. Por un lado, la consideración concreta y circunstanciada de la realidad y potencialidad de la clase obrera o, como dice Ricardo Antunes, la-clase-que-vive-de-su-trabajo [9] , a la luz de la experiencia histórica acumulada, de las transformaciones en las formas de explotación introducidas por el capitalismo y aún de la contradicción que representa el crecimiento de la productividad y la creciente producción de hombres superfluos señalada por Tosel. Chesnais plantea la urgencia de abordar la cuestión de las relaciones entre la "clase en sí" y las organizaciones e instituciones que la hacen sujeto colectivo del cambio social, así como también los rasgos objetivos y subjetivos (reflejos racistas) de "aristocracia obrera" que se han manifestado entre los asalariados de los países desarrollados... y no tan desarrollados también. Esto implica asimismo la consideración de las múltiples perspectivas y puntos de vista que coexisten (o chocan violentamente) en el seno mismo de las masas explotadas y oprimidas. La cuestión es, en definitiva, aportar a que el movimiento obrero se reconstruya como movimiento revolucionario, lo que representa un desafío estratégico en tanto implica desarrollo de prácticas y construcción de organizaciones y poderes de la clase obrera en oposición al poder del capital y de su Estado. Sin perder de vista que este mismo proceso implica una lucha sistemática por la hegemonía sobre todo el campo popular, porque no hubo ni habrá revoluciones proletarias victoriosas que no sean simultáneamente revoluciones populares.

La democracia en la revolución y en el socialismo

Esta cuestión ha sido retomada y desdoblada [10] : la crítica de las actuales formas democráticas de dominación burguesa, la crítica radical de la dictadura burocrática en el "socialismo real", la cuestión más general de la problemática institucional-estatal en la transición, los puntos de apoyo para desarrollar la autoorganización y autodeterminación de los trabajadores bajo el Estado burgués y, finalmente, el lugar de la democracia en las diversas formas de organización de los explotados y oprimidos.

Poder revolucionario, antiimperialismo e internacionalismo

Bajo esta denominación se propone retomar el examen de las situaciones críticas que podrían plantear concretamente la cuestión del derrocamiento del poder burgués y la construcción de otro tipo de poder revolucionario [11] , la dualidad de poder, la importancia de las formas consejistas o soviéticas de organización, etcétera. En Latinoamérica no se trata sólo de una cuestión de interés teórico, sino de problemas tan urgentes como complejos y renovados: relación entre luchas urbanas y rurales, relación entre los nuevos sujetos colectivos políticos y sociales que emergen con las organizaciones obreras, etcétera. La cuestión nacional debe ser reexaminada a la luz de las confrontaciones que estallaron en los territorios de la antigua Unión Soviética o la ex Yugoslavia, así como de otros fenómenos anteriores y posteriores como los enfrentamientos chino-soviéticos, la pulverización del movimiento de liberación en el sudeste asiático o los desgarramientos étnicos en África. Otro aspecto de la cuestión es la necesidad de enfrentar las transformaciones y políticas ligadas a la mundialización del capital y la conformación de bloques regionales (Mercosur, Alca...), proponiendo perspectivas antiimperialistas que sean también internacionalistas y anticapitalistas y no los argumentos más o menos reciclados del nacionalismo burgués que tienen un propagandista continental en Chávez y en la Argentina son propuestas por Moyano, el cura Farinello, la diputada Carrió, etcétera. Finalmente, pero no en importancia, está la cuestión de que, si en verdad descreemos de la posibilidad de "el socialismo en un solo país", debemos pensar la estrategia de la revolución en términos regionales o continentales y no puramente nacionales.

La cuestión de las formas de organización

Ya dijimos que la crítica rigurosa del trabajo desmoralizador y destructivo llevado adelante en el seno de las masas por la socialdemocracia, el estalinismo y postestalinismo, los grandes aparatos sindicales burocratizados y los "movimientos nacionales" tercermundistas debe prolongarse con una reflexión crítica sobre tantos fallidos intentos de construir organizaciones revolucionarias y las innumerables caricaturas de "partidos leninistas". Pero esta cuestión exige también y sobre todo atender al presente. Chesnais pregunta: "En el contexto de un proceso de descomposición-recomposición política y de cambios del ‘período de la lucha de clases’ ¿cómo adherirse al movimiento de reconstitución de una perspectiva política revolucionaria y ayudarlo a conformarse?". No creo que nadie tenga hoy una respuesta plenamente satisfactoria, y pienso que en la lucha de clases se forjan y ponen a prueba experiencias que pueden y deben ser consideradas teórica y programáticamente. En el ámbito mundial, se desarrolla un amplio y heterogéneo movimiento "antiglobalización" del cual son parte activa y reflexiva distintas organizaciones marxistas revolucionarias. En nuestro continente, existe obviamente una "izquierda" reformista e institucionalizada (PRD, Frente Amplio, PT...) pero también dialogan, colaboran y confrontan experiencias tan diversas como las del Zapatismo o las guerrillas colombianas, la Confederación Indígena del Ecuador o el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, e incluso –con las distancias y salvedades del caso– podemos incorporar en esta lista a nuestro país, con seis huelgas generales tan masivas como "ritualizadas" por el control burocrático, y con sus movimientos de "piqueteros" y desocupados que son la expresión visible de un movimiento mucho más profundo y diversificado que reconstruye lazos de solidaridad y prueba nuevas formas de lucha. La construcción de nuevas organizaciones revolucionarias capaces de sortear el sectarismo, la autoproclamación y el aparatismo sustitutista implica la participación reflexiva en estos procesos y con ello un trabajo paciente y sistemático para superar el actual vacío programático.

La experiencia de Herramienta

En cierto sentido, estamos reafirmando los propósitos que anunciáramos al presentar el primer número de la revista en agosto de 1996: por un lado comprender el estado actual capitalismo, sus tendencias y contradicciones, y hacer por el otro un balance de la experiencia del movimiento obrero y revolucionario (en sus dos vertientes: sacar todas las conclusiones del desastre del "socialismo real" y de la integración de la socialdemocracia y burocracias sindicales al capitalismo, así como buscar las raíces de los fracasos y frustraciones de la izquierda revolucionaria). En suma, repensar estratégicamente las premisas para relanzar la batalla por el socialismo, mediante una reflexión colectiva crítico-práctica-constructiva. Y para ello, construir un terreno para debatir con seriedad y respeto, una plataforma para pensar, aprender y elaborar con otros...

Tres años y diez números después (en agosto de 1999), con la ayuda de muchos nuevos compañeros y colaboradores hicimos un balance positivo, porque el rico y diversificado material publicado era una prueba elocuente de que intentábamos cumplir con lo prometido. Dijimos entonces que debíamos ampliar y fortalecer la red de colaboradores para ofrecer más material sobre la Argentina y Latinoamérica, y en este terreno hemos avanzado significativamente.

Hoy podemos decir que Herramienta es una revista teórico-política marxista que nació y se desarrolla al margen del mundo académico buscando al mismo tiempo la colaboración de los científicos comprometidos con los problemas del presente. Tratamos de trabajar con seriedad, rigor y una perspectiva que tienda a superar tanto la atomización y tendencia al conformismo que predominan en las ciencias sociales, como también el politicismo chato y los reflejos sectario-fraccionales que distorsionan y limitan la acción de las organizaciones revolucionarias. Queremos desarrollar la teoría crítica y la reflexión sobre los problemas estratégicos del combate por el socialismo con aportes provenientes de los más diversos terrenos y experiencias, y contribuir a relacionar la praxis social y los desarrollos teóricos para la crítica radical de lo existente, y creemos haber dado algunos pasos en la dirección correcta. En este sentido, seguimos pensando que la diversidad de temas y enfoques tratados en Herramienta enriquece a la revista y a sus lectores.

Al mismo tiempo, sentimos agudamente las persistentes debilidades y límites que dificultan una reflexión y discusión más sistemática orientada a la renovación de la estrategia y el programa del socialismo revolucionario. Advertimos los síntomas de un nuevo período o ciclo de contornos aún indefinidos, en el que la lucha de clases se agudiza y la acumulación de contradicciones puede dar lugar a bruscos giros económicos, sociales y políticos. Por todo esto, y porque sabemos que se trata de un proyecto que sólo puede abordarse uniendo esfuerzos nacional e internacionalmente, proponemos este debate y este trabajo colectivo de renovación programática.


[1] "Renovaciones", por Perry Anderson, en New Left Review, Nº 2, mayo-junio 2000, Ediciones Akal.

[2] "Apuntes para entender las políticas revolucionarias de hoy", por James Petras, en James Petras en Argentina (abril – mayo 2001), Mario Hernández editor, Buenos Aires, 2001.

[3] "Proposiciones para un trabajo colectivo de renovación programática", por François Chesnais, en Herramienta, Nº 16, julio de 2001.

[4] "La reproducción del metabolismo social del orden del capital", por István Mészáros, en Herramienta Nº 5 y 6, y "Para ir Más allá del capital. Entrevista con Mészáros", en Herramienta, Nº 11, primavera-verano de 1999.

[5] "Los desafíos actuales del movimiento obrero", por Alain Bihr, en Herramienta, Nº 9, otoño de 1999.

[6] "Centralidad y no centralidad del trabajo o la pasión de los hombres superfluos", por André Tosel, en Herramienta, Nº 14, primavera-verano 2000-2001.

[7] "Lecciones de la Revolución Rusa y la experiencia del ‘socialismo real’", por Aldo Andrés Romero, contribución presentada al VI Encuentro Latinoamericano de revistas marxistas reunido en Montevideo en septiembre de 2000.

[8] "Elementos para una crítica marxista del progreso", en El Caos Planetario. Ensayos marxistas sobre la miseria de la mundialización capitalista, por Renán Vega Cantor, Colección Herramienta, Buenos Aires, 1999.

[9] ¿Adiós al trabajo? Ensayo sobre las metamorfosis y el rol central del mundo del trabajo, Ricardo Antunes, Colección Herramienta, Buenos Aires, 1998.

[10] "Socialismo y democracia", por Charles Jeremie y Jean Philippe Divès, en Carré rouge, Nº 15-16, noviembre de 2000.

[11] Cuestión que representa apenas un momento del proceso mucho más amplio y complejo que es la revolución política y social proletaria, pero que constituye sin embargo un momento de ruptura que exige un tratamiento específico y riguroso.

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